Instituciones sólidas, instituciones fluidas y más-allás

por Pablo Hupert

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Buenas tardes a todes. Soy historiador, soy docente, escribo. Pero soy historiador no como los historiadores que dicen “esto ya pasó” o “esto se está repitiendo”, estoy más en la línea del que fue mi maestro, Ignacio Lewkowicz: La historia no piensa el pasado, la historia piensa los cambios. Y me fui abocando a los cambios en las instituciones y en el Estado.

Entonces la idea hoy es hablar un poco sobre las instituciones contemporáneas, y hablar también del Estado, mostrando cómo el Estado le va dando un marco a las instituciones, que hace que tengan que funcionar de diferente manera si el funcionamiento del Estado cambia.

Si vamos a uno de los fundadores de la sociología llamado Durkheim, encontramos que dice que las instituciones son algo “completamente instituido”, completamente establecido, que “se nos impone”. Hoy, en cambio, las instituciones son algo más maleable, que va cambiando, que trata de ir adaptándose a las situaciones. En ese marco general, de lo completamente instituido a lo más maleable, voy a ubicar toda mi charla y voy a contarles algunos ejemplos.

Pero empiezo por algo un poco más abstracto que es la forma del Estado para después pasar a la forma de las instituciones.

Siglos XIX-XX 1990-2001 Principios del siglo XXI
Estado-nación Estado técnico-administrativo Estado posnacional
“inconsciente” “ausente” “presente”
Suelo articulador Suelo fijador Desregulador Desarticulador Conectador Financiador
Solidez Fluidez 1 Fluidez 2
Institución “Galpón” o destitución Astitución

Tabla orientadora de tres momentos que también son tres lógicas de funcionamiento

 

Vamos a hablar de tres tipos de Estado: el Estado-nación, que se da en el siglo XX; lo que Ignacio Lewkowicz llamó Estado técnico-administrativo, que serían los ’90 del siglo pasado y lo que llamo, ya para este siglo, Estado posnacional. Siempre se siguió llamando a sí mismo “Estado nacional” pero la verdad es que fue funcionando de diferentes maneras. Vamos a empezar por el posnacional, al que le dicen “Estado presente”, ¿no? Siempre hay algo para reclamarle, nunca está lo suficientemente presente, siempre tiene algo más para hacer o para gestionar.

Pero también va variando, según el gobierno, a qué se llama “presente”; a mí me parece que durante el gobierno de Macri el “presente” era más estar presente en el tema de la seguridad, en la lucha contra el narcotráfico; en los gobiernos llamados progresistas, por ahí la idea era estar más presente en las cuestiones sociales y algunas cuestiones económicas de desarrollo del mercado interno. Pero, en general, en un Estado presente, el Estado da capacitaciones o programas para incluirse en el mundo, en la sociedad, en el mercado. Al de los ’90 se lo llama, por contraste retroactivo, Estado ausente, un Estado que se retiró de la regulación de lo social y de la intervención económica, que trataba de limitarse a impartir justicia y a dar educación y salud, con bajo presupuesto. Y el tercero, el Estado-nación, del que se dice ahora que era un Estado presente pero, vamos a ver, no era solamente un Estado presente y visible; yo le digo Estado inconsciente porque hay un institucionalista francés que tiene un libro que se llama El Estado y el inconsciente y decía, en la década del ’70, “el inconsciente es el Estado”. Así que era un Estado inconsciente no porque no sabía lo que hacía sino porque era…

-Inmanente.

Inmanente, sí, está buena esa palabra. Estaba en el inconsciente de la población, o en el inconsciente de las instituciones también. Este Estado era un Estado que articulaba las diferentes instituciones, les daba un marco para articularse. Por ejemplo, la familia apoya a la o el docente de la escuela; no como hoy que la familia le reclama al docente que sea entretenido, o le dice que si el alumno fue bochado fue por su culpa; eso sería un ejemplo de articulación entre dos instituciones, la familia y la escuela. Pero la articulación también se daba por ejemplo entre la fábrica y el hospital. Ahora, el supuesto de esas articulaciones del Estado no era algo explícito; en la ley de educación de 1884, la primera ley de educación pública, gratuita y obligatoria, dice “los chicos deberán ir a la escuela”, pero no dice “las familias deberán apoyar a las maestras”; eso se daba. En este sentido digo que era inconsciente: el Estado estaba presente como un suelo que no se veía ni se publicitaba (mientras que el posnacional se publicita a sí mismo todo el tiempo) y que le daba el marco a las instituciones para articularse entre sí. Ignacio Lewkowicz dice que el Estado-nación era una “paninstitución” y una “metainstitución”, pues funcionaba como el suelo de las instituciones (incluyendo como instituciones tanto el cuartel como la madre, etc.). Me han contado, por ejemplo, que este CeSAC hace alguna articulación con otro CeSAC o alguna articulación con algún jardín de infantes, o alguna escuela. Por su parte, la universidad donde trabajo, en José C. Paz, hace articulaciones con otras universidades del conurbano o del exterior, con alguna empresa… en fin: estas articulaciones que surgen de cada institución es algo muy propio de este siglo. En el siglo XX, las articulaciones interinstitucionales estaban dadas de antemano, sostenidas desde el centro estatal, podría decirse que de una vez y para siempre (pues así se representaban a sí mismas); en los ’90, las articulaciones se perdían; y, en el siglo XXI, las articulaciones las hace cada institución. Las articulaciones eran fijas en el siglo XX, entre el sindicato y la fábrica, o entre el sindicato y el Ministerio de Trabajo; así, ese Estado no era solo un Estado que articulaba, era un Estado que fijaba. El problema en ese tiempo con ese Estado-nación era la repetición de las rutinas, era que era difícil cambiar las cosas; era un Estado que disciplinaba, disciplinaba al chico que se quedaba sentado mirando hacia adelante a las maestras, disciplinaba al trabajador que obedecía al jefe y al paciente que obedecía al médico, que a su vez obedecía al jefe y a los libros, etc.

-Sí, por ahí esta cosa de los valores, la moral y los valores, como que estaban más enfocados en el deber ser del ciudadano.

-Sí, era como que había reglas muy claras para todo que te antecedían, entonces en las articulaciones ya sabías por dónde ir, por esta cosa fija que vos decías.

Claro. Voy a hacer un esquema de esto: a todo el siglo XX, lo llamamos “solidez”, Ignacio Lewkowicz al momento de los ’90 (la segunda columna en nuestro cuadro) lo llamó “fluidez” y este tiempo (el siglo XXI, la tercera columna del cuadro), que también es fluido, yo le digo “segunda fluidez”. Lo que pasa en el siglo XXI es que las instituciones tienen que moverse sin tener el suelo que tenían en el siglo XX.

-A ver, se me ocurre un ejemplo. Me acuerdo de una situación con un odontólogo, digo, podría ser cualquier disciplina pero me acuerdo de ese caso en particular. A partir de las transformaciones que se vienen produciendo en la administración pública de la Ciudad, de pronto, nuestros compañeros no sabían con quién tenían que hablar para solicitar los insumos o los controles, o las cuestiones que necesitaban para poder hacer su tarea de manera sanitariamente correcta. Ese podría ser un ejemplo de lo que estás diciendo, como no tener con quién hablar, no saber quién está regulando, de dónde vienen las reglas o a quién le puedo reclamar.

Claro, eso, y además que, cuando encontrás con quién hablar, puede pasar que un día esa persona deje de trabajar o se tome licencia y de vuelta tenés que averiguar con quién tenés que hablar; no es que viene un reemplazo -como si no hablaras con un cargo, con un rol instituido, sino con una persona puesta ad hoc. Dicho en pocas palabras, las conexiones entre instituciones se descalabran, a la vez que se gestionan cada vez (la gestión ad hoc es un rasgo saliente del Estado posnacional). Ahora más resumen todavía…en el siglo XX hay capitalismo industrial y en el siglo XXI hay capitalismo financiero. Lo que importa es que el capitalismo industrial era un capitalismo que generaba lazos y las fábricas duraban más tiempo abiertas; en el capitalismo financiero los capitales entran y se retiran según cómo estén los ciclos económicos; los ciclos económicos se suceden más rápidamente que en el capitalismo industrial y cuando se retiran los capitales se rompen las relaciones laborales y se rompe la capacidad del trabajo de armar sociedad, de armar vínculo social.

-Y se desterritorializa también.

Sí, se desterritorializa. El capital se desterritorializa porque puede ir de un país a otro según como convenga pero también nos desterritorializamos nosotres que andamos de un trabajo para otro; antes uno tenía su trabajo, ahora uno tiene varios trabajos, ¿cuál es su trabajo? ¿Cuál es el lugar que te constituye subjetivamente, que te arma la vida? Por ahí es la dispersión del trabajo lo que te constituye en la vida. Justamente, como es una dispersión, no te la arma mucho, no tanto como en el siglo XX, digamos. Que la vida te la arme una fijación o que te la arme una dispersión es un mundo de distancia.

Ahora resumamos conceptualmente los tres momentos. En la solidez había un Estado que funcionaba como metainstitución, una subjetividad disciplinada que llamamos ciudadano y una institución completamente establecida que se le imponía. En la primera fluidez había un Estado que dejó de ser metainstitución (y ninguna otra instancia funcionaba como tal) y la subjetividad que aparece es la del consumidor. En la segunda fluidez (al menos hasta la llegada de Milei; deberemos ver qué se configura a partir de ahora) viene habiendo un Estado que es más una red que un suelo metainstitucional, la subjetividad sigue siendo la del consumidor (con cambios en los que no entraré hoy) y las instituciones se fluidifican.

Bien. Después veremos si hace falta agregar algo más; ahora vamos a hablar de algunas instituciones.

Voy a empezar dando ejemplos de instituciones fluidas, a las que llamo “astituciones”. Una la voy a llamar “la feria judía” (yo soy judío y hubo un tiempo en que me dediqué a estudiar estas cosas). De 2007-2008 en adelante, se empezaron a hacer las festividades judías en plazas, en Palermo; no hacía falta ser judío para ir. Había un stand donde comprabas remeras, otro stand donde comprabas comida judía, otro stand donde podías charlar con un rabino, otro stand donde había un cómico, etc. Uno paseaba por ahí. Esta forma de festejar es una ¿institución? que se da a cielo abierto, no bajo techo y entre cuatro paredes como se hubiera dado en el siglo XX. Además, cuando uno entraba a una institución del siglo XX, los recorridos estaban reglados, normados, uno sabía por dónde tenía que ir según el grupo al que perteneciera dentro de la institución (por ejemplo, alumno o socio o comisión directiva, etc.). En cambio, en la feria, los recorridos son los recorridos del consumidor que va de un stand a otro, no grupal sino individualmente, según sus gustos. (Escribí sobre esto en Una interfaz judía). Yo no sé, esto lo verán ustedes, pero estaría bueno que pensemos o que traten de pensar si los recorridos que se dan dentro del CeSAC son como los recorridos que se daban en un hospital clásico…

-No, bajás del auto y ya atendés en la vereda, no sería lo más convencional. O, si no hay lugar adentro, atendés afuera o en la plaza…

-No hay recorridos establecidos acá.

-Claro, porque ni siquiera hay lugares fijos de atención por disciplina, entonces es como que todo circula.

-No hay servicios como en los hospitales. Ningún centro de salud tiene servicios. A diferencia de los hospitales que tienen servicios separados…

¿Ediliciamente separados?

-Claro, no hay servicios. Pero para una mamá que viene con su hijo enfermo, pide un turno, lo atendemos, pide la medicación y se va a su casa, es un recorrido fijo. Quizás en alguna otra disciplina no es fijo pero en muchas sí.

-A lo mejor antes había algo más homogéneo de funcionamientos como de los hospitales o incluso de los centros de salud, bastante cortados por la misma tijera.

Eso es importante. “Fijo” también incluía la idea de homogeneidad que dice Daniela.

-Igual pensaba esto que decía Belén; suponete que viene una mamá con un niño para atender por una cuestión aguda, por ejemplo, que está con fiebre, pero en la consulta comenta algo más (suponete que comenta una situación de violencia de género o no sé). Tal vez en el consultorio externo del hospital te dicen “bueno, venga a hablar con Servicios sociales”, “va a tener que sacar turno”.  Acá, lo que pasa es que, si Belén escucha eso en la consulta, por ahí probablemente le preguntás algo más a la señora, vas a la cocina y hablás con Vero, etc.: digo, se arma como un dispositivo.

-Claro, se arma ahí sobre la marcha como…

Hay una gestión ad hoc del tratamiento, pero es una gestión colectiva, no febril y automática.

-Tal vez en otro lado, no digo que no se arma, digo que tal vez es más complicado que se arme. En el hospital no es tan seguro. Por ahí el médico no va a buscar a la trabajadora social, no lo hace.

-Depende dónde. En algunos hospitales sí, en otros no, pero es más difícil ir de un lugar a otro, acompañar eso…

Por lo que vengo escuchando en otros lados, hay una práctica de buscar la derivación: tampoco está tan preestablecido a dónde voy a mandar al paciente. Tengo que buscar a un profesional o buscar un servicio en otro hospital, “hacer red”, como se dice, para lograr la derivación. Entonces, el hospital también se fluidifica; no solo se fluidifica el nivel de atención primaria. Ocurre que tampoco el hospital tiene el suelo estatal-nacional del siglo XX. Para seguir funcionando, todas las instituciones deben encontrar la manera de devenir astituciones. Quizás lo que cuentan ustedes (esto de ir a la cocina a charlar con alguien más cómo atender una situación) le da una vuelta de tuerca a la derivación, porque no es un desentenderse sino un armar equipo para atender esa situación; van más allá de la típicamente astitucional atención de la demanda.

Tenemos entonces un primer conjunto de ejemplos donde los recorridos no están prestablecidos como dentro y entre las instituciones sólidas. Paso a otra institución. Yo doy clases de psicología institucional en UNPAZ, en José C. Paz; ahí, como segundo parcial las chicas (suelen ser chicas) tienen que hacer un informe sobre una institución y de ahí que trajeron un caso de un Centro de Atención Primaria de Salud (CAPS) cercano. El CAPS tenía varios profesionales. Había una enfermera, una trabajadora social, un médico clínico (que a la vez era el director del CAPS), un pediatra, una especialista de estimulación temprana, una obstetra-ginecóloga, una odontóloga… Eran 7 u 8 especialidades, pero con algunas características: el médico solamente atendía dos veces por semana y era el director, pero no había un momento donde trabajara de director. Ocupaba formalmente ese cargo, pero su único horario en el CAPS era dos veces por semana atendiendo pacientes. Cuando había que plantear problemas o dificultades, no se sabía bien a quién reclamar; la trabajadora social trataba de gestionar alguna cosa, de elevarlo al municipio sin pasar por el director de su Centro… Además, esos dos días que el clínico atendía no alcanzaban para atender a todos los pacientes, que debían ir a las 05:00 AM a pedir turno; el tipo tenía el consultorio privado al lado del CAPS y les daba el celular a los pacientes para que le pidieran turno privado. Como una confusión entre lo público y lo privado, una mezcla ahí medio turbia.

También pasaba que la pediatra y la ginecóloga habían dejado de recibir sus salarios, y entonces dejaron de atender; esas especialidades ya no estaban funcionando. Pero no hubo un movimiento institucional para decir “páguenles a nuestras compañeras” o, si no las consideran compañeras, “páguenles a las dos especialistas que el Centro necesita funcionar y dar todos los servicios”. A la odontóloga se le había roto el equipamiento y tampoco podía atender y no había un momento en que hablar con el director para que hiciera el reclamo al municipio; la odontóloga, hasta el momento, iba pero no atendía. Lo que les estoy intentando contar, más allá de cosas que parecen de negligencia o abandono o lucro, es que no hay un espacio común fuera de la atención de cada profesional, no había un espacio que fuera un espacio de tiempo propio de la institución. Esto se puede contrastar con lo que pasaba en los actos escolares hace muchas décadas, en tiempos sólidos: iban todos los padres de todos los grados al acto el día feriado; cuando yo era chico ya no era el día feriado pero sí eran los siete grados, los siete años. En cambio, ya cuando mis hijes iban a la escuela, en el tercer lustro de este siglo, iba solamente el grado que actuaba.

-Los otros padres no quieren ver a tu hijo actuar… (risas)

Claro, la institución empieza a comprender que cada uno tiene su trabajo, sus ocupaciones, y los padres dejan de pensar que tienen que ir al acto patrio. En otras palabras, la institución no puede ya moldear las conductas y las expectativas de su población. Por otra parte, cuando a los actos patrios iba todo el colegio, ahí toda la comunidad escolar se veía a sí misma reunida y tomaba cuerpo como comunidad escolar. Había ahí un espacio de tiempo que es de la institución y no de cada maestra o cada grado. Además, esa comunidad escolar así reunida era la representación de toda la Nación, que no está toda junta cotidianamente en la escuela pero ese día sí funciona como símbolo, como representación de ella.

-¿La fluidez tiene que ver, pregunto, con algo de esta fragmentación de los procesos?

La fluidez se asocia muchas veces más bien con la flexibilidad, pero lo que quiero señalar hoy es esto que dice ella: que se descompone o se fragmenta lo común. La entrevista que me hicieron, que mencionó Cecilia al presentarme, se llama “Satisfacer demandas no produce común”. Lo que digo allí es que las instituciones fluidas van corriendo detrás de satisfacer las demandas individuales o familiares al tiempo que los miembros de la institución van corriendo detrás de cumplir la tarea de su metro cuadrado, y lo común no se produce. Así que, lo que pasa acá en este CeSAC, este momento que tienen todes juntes una vez por semana, y otros momentos que me cuentan que tienen, no es tan común en la generalidad de los casos. Así que, ustedes están haciendo más allá de lo que hay -después vamos a hablar de los más-allás.

Otro ejemplo de astitución puede ser un Centro de Formación Profesional. Los CFP son escuelas de oficios para adultos que dan cursos cuatrimestrales. Los amigos del CFP 24 dicen que los CFP se convierten generalmente en “cursaderos”. ¿Cuál sería la imagen de un cursadero? Va cada persona que quiere aprender un oficio, hace los cuatro meses de plomería o de lo que sea y se va, intenta insertarse en el mercado por sí misme, pero en el camino no tiene ningún contacto con la institución en tanto institución. Les profes también: van a dar los cursos que dan y se van a otras escuelas a trabajar para completar un ingreso.

-Yo te iba a dar ese ejemplo justamente, no solo lo docentes de formación profesional; en las escuelas secundarias también ocurre que los profesores se llaman “profesor taxi” y van a un montón de instituciones y no tiene permanencia institucional ni diálogo con el proyecto escolar; se ve mucho en la escuela secundaria.

Se ve mucho la no permanencia institucional, y, si hay permanencia, se ve la no pertenencia institucional. También en las cátedras universitarias suele pasar algo así, donde cada profesor elige qué textos dar en su comisión. Pasa que hablan entre les integrantes “¿A vos qué te gusta dar? Bueno, está bien vos da eso…”. Quiero subrayar una cosa. En el mundo fluido, siempre hay un caso diferente, no es como en el siglo XX que por ahí una escuela funcionaba igual o muy parecido en Jujuy y en la Capital o en La Pampa.

-Al menos respondía a los mismos estándares. Mismo programa, mismo manual…

Mismo programa, no era que cada docente armaba su proyecto pedagógico.

-Ni te digo en los equipos de los estudiantes que dicen “bueno, vos hacés tal parte, yo hago tal parte, y juntamos todo” y hacen un Frankenstein.

Ah sí, en estos trabajos que me presentaron las alumnas, como lo hacen en el Google Drive, se ve que no funciona bien lo de la leída final…(risas). No funciona muy bien lo de armar una versión común del equipo o grupo.

-Se ve que hablaron sobre fragmentación fragmentando el trabajo.

Exactamente. Así que, el trabajo, que se supone que es algo común, era más bien un patchworkAsí, en ese trabajo estaba dicho como cuatro veces que el médico iba dos veces por semana.

-Era para que te quede claro. (risas)

Sí, me quedó clarísimo (risas). Quiero decir que en el siglo XX también habían CFPs, pero la gran diferencia es que había un mundo del trabajo con el cual el CFP tenía un nexo, nexo dado por el marco estatal-nacional, y no un nexo como hoy, tendido a tientas por cada cursante.

Entonces el rasgo más saliente de la astitución, de la institución fluida, es que no crea común o que lo desarticula. Otros dos rasgos salientes son su precariedad y la fiebre restitutiva. Con precariedad me refiero tanto al caso de que una articulación interinstitucional o una derivación sanitaria pueden no durar más que una o dos veces como a que la institución fluida misma puede no durar (casos del Plan FinES y del Programa Conectar Igualdad), como así también a que sus trabajadores sean contratades por un tiempo limitado y no de manera vitalicia, entre otras precariedades posibles, entre las que no es la menos relevante la precariedad de los logros alcanzados (un centro de salud o un servicio hospitalario logran armar un equipo, pero no se sabe por cuánto tiempo, o un centro cultural que trabaja con talleres para adolescentes de sectores vulnerables logra que uno de ellos vaya a la escuela pero ese adolescente no tiene garantizadas las condiciones necesarias para sostener la escolaridad, se trate de buena alimentación o de acompañamiento familiar). La precariedad (de los logros tanto como de los recursos humanos y presupuestarios) instala otro rasgo saliente de las astituciones, que es la fiebre restitutiva. El trabajador astitucional intenta todo el tiempo restituir la estabilidad de los viejos establecimientos, las instituciones sólidas. Todo logro puede desvanecerse y debe ser restituido todo el tiempo. Así, el trabajador astitucional funciona un poco como la subjetividad heroica de la que hablan Ignacio Lewkowicz y Elena de la Aldea. Les leo:

“Desde su omnipotencia, el héroe cree que no hay dificultad que no se pueda enfrentar con buena voluntad y esfuerzo. Todo problema debe ser resuelto. Para la subjetividad heroica, los problemas podrían no existir; entonces es claro qué hay que hacer frente a un problema: eliminarlo. Todo lo que no se puede entender lo explica en términos de falta, de carencia, de limitación: falta capacitación, o falta formación, o faltan conocimientos, o falta tiempo, o dinero, o recursos, o presupuesto, o etc. Y habitualmente todo junto. Y el problema se soluciona eliminando la falta con más trabajo, más recursos, más conocimientos, más…  Si hay un problema es porque hay algo diferente a lo que debería haber. Si hay un elemento en la situación que no debería estar, hay que eliminarlo. Si debiera haber algo que no hay, si falta algo para que las cosas sean como deben ser, hay que añadirlo y eliminar la falta […]

“La subjetividad heroica no necesita pensar qué hay que hacer… ya sabe. Y si el tiempo apremia, no hay tiempo para pensar: se necesita un héroe […] El héroe mismo no puede negarse a nada porque él mismo es un objeto: “un objeto de servicio” […] También el héroe pierde su potencia como sujeto.”[2]

Si tomamos estos tres rasgos de la astitución (la descomposición de lo común, la precariedad y la fiebre restitutiva), queda claro que se trata de un dispositivo de captura de nuestra potencia, un inhibidor de una subjetivación, un obstáculo a la invención de posibles y a la composición de común. Me dirán que las antiguas instituciones sólidas también eran todo eso, y no lo puedo negar, pero lo eran de otra manera. Las sólidas lo hacían por fijación y repetición; las fluidas lo hacen por movimiento y repentización. Así las cosas, surge la pregunta por cómo zafar de su captura, y vengo viendo que se puede ir más allá de esas prácticas descomponedoras con prácticas que practican ideas heterogéneas a las ideas practicadas por las prácticas astitucionales. Les voy a contar algunas de ellas, algunas prácticas que van más allá de la captura astitucional.

Comienzo por la Escuela n°4 de Chubut, es una escuela primaria en Rawson, Chubut. Había una nena, Frida, que no iba; cuando fueron a ver qué pasaba que no iba Frida (esto está contado en un libro que escribió la directora de la escuela, Teresa Punta), vieron que Frida vivía en una isla y cuando subía la marea no podía ir a la escuela. El punto era qué hacer acá. Una opción, la opción astitucional, fluida, hubiera sido pedir un bote y adaptar las cosas para que ella pueda estar incluida en la escuela. La escuela hizo otra cosa.

Instituciones sólidas Institución fluida o astitución Más-allás
Club judío Feria judía  ?
Cátedra Comisiones conectadas  ?
Exclusión de Frida Bote para Frida (reclamo restitutivo-inclusivo) Escuela heterogénea
Hospital público CAPS JCP policonsultorio CESAC Salud comunitaria
Escuela CFP “cursadero” CFP 24
Consorcio en vivienda social “reclamadero” Común-consorcio
Alimenta una abstracción Crea un común ligado a esa abstracción Atiende demandas[3] Crea comunes ligados a problema-tarea

Versión sólida, versión fluidificada y versión más-allá-de-la-fluidificada de distintas instituciones

 

En el siglo XX, probablemente, esta nena Frida, si hubiera vivido en una isla, hubiera quedado excluida de la escuela porque había una escuela homogénea. Esto de la escuela adaptada para cada chico también está en la maestra integradora; no se manda ahora a un chico con alguna discapacidad a una escuela especial; se lo pone con maestra integradora en una escuela común. No estoy diciendo cosas que estén mal que pasen; estoy señalando cómo la institución homogénea, sólida del siglo XX, se va fluidificando. La idea de que había un solo docente por aula ha cambiado y de que el alumnado era homogéneo, también. La forma de personalizarle la escuela a Frida por ahí hubiera sido ponerle un bote pero lo que ellas, directora y maestras de la escuela n°4, hicieron fue decirle “bueno, vení cuando baje la marea”. Era una nena que tenía que hacer primer grado y, cuenta la directora, «Frida hace escuela con las mareas», y cuando puede está con su grado, cuando está con la persona que limpia por ahí la persona que limpia le enseña algo o en otros momentos está con la bibliotecaria y la bibliotecaria le enseña algo, en otros momentos está con la secretaria… según la hora a la que pueda venir. Pero no desarmaron el grado para armárselo a Frida. Entonces, lo que arman es una escuela en la heterogeneidad. Hay una invención interesante, que es que la heterogeneidad no desarma la escuela sino que la arma; la escuela se compone en y con la diversidad de situaciones que se le presentan. Por eso este es un más-allá de la institución fluida o astitución.

En el caso del CFP de Flores, que es el CFP 24, este empezó a hacer milongas una vez por mes, cine- debate, a hacer que los emprendedores que hay en los cursos puedan vender lo que producen no individualmente sino en una feria que organiza la escuela y que organizan los mismos cursantes cortando la calle un fin de semana por mes. La escuela sale al barrio, y sale como escuela. Así, empieza a armar común con el barrio y empieza a armar común entre les cursantes. Se convierte en un más-allá del cursadero. Les cursantes, además, se convierten en cursantes “crónicos”, pues quieren seguir en la escuela, y se anotan en el curso donde haya vacantes con tal de seguir en la escuela porque se generó un clima muy lindo, de mucha pertenencia, gracias al cual no les importa anotarse en un curso distinto al que habían planeado, pues quieren seguir vinculados.

No sé cuál puede ser el más allá de la feria judía o de la cátedra fragmentada, pero me gustaría después sugerir que este CeSAC propone un más allá de ese CAPS de José C. Paz.

El CFP 24 y varios centros de formación profesional eran centros que se abrieron en la década del ’40 del siglo XX, donde se trataba de formar en oficios para que hubiera obreros que pudieran estar capacitados para las fábricas que se abrían. Eran una respuesta a la falta de mano de obra calificada. El CFP 24 dice “hoy ya no existe ese mundo del trabajo, ya no existe esa fábrica”; entonces empiezan a hacer proyectos cooperativos, organizan esa feria una vez por mes en la puerta de la escuela, en la calle, empiezan a amalgamarse los talleres o los cursos que se dan dentro del CFP, etc. Así, empieza a haber una nueva relación entre el trabajo y la escuela.

-¿Sabés que a nosotros el CFP 24 nos donó máscaras? ¿Se acuerdan? Cuando empezó la pandemia. Ellos tenían una impresora 3D entonces empezaron a hacer las máscaras.

Sí, el CFP hace muchas cosas por el estilo. En un momento diseñó unos carritos plegables para los cartoneros… Está bueno porque es un caso donde tejer red también hace algo, ¿no?, tiene efectos. En otro momento fueron a una escuela de Misiones a construirle un baño y un tanque de agua; le servía por supuesto a la escuela y le servía a la gente que hizo plomería en el CFP para ver cómo se construía un baño en la práctica, pero además quedaba una red.

-Bueno, a nosotros el proyecto de ampliación del CeSAC nos lo dibujaron los chicos de la Universidad de Avellaneda, y lo hicieron como trabajo de graduación, quiero decir, nos servía a nosotros y les servía a ellos también.

Pero también se tejieron conexiones; se compuso un común que puede ser incubadora de otras cosas.

-Estaba pensando en algunos dispositivos también, en esto de ir más allá, como en la movida de los martes que después termina siendo que hay gente que se queda a la huerta, como que empieza a haber algo de eso ahí. En dispositivos que se hacen acá al lado en el predio, actividad física y con otras cosas también. Y generó una muy buena asistencia. (…) y que de ahí surgió después una señora que fue a buscar la tierra para la huerta y otras cosas también.

¿Hay una huerta en este momento?

-Casi. Está en proceso.

Quiero dar un ejemplo más de astitución y su más-allá. Hay una asociación civil que trabaja con consorcios de viviendas sociales. Se trata de viviendas que los municipios hacen y a donde relocalizan a gente que vive en barrios carenciados informales (“villas”). En Argentina hay una ley que dice que en la propiedad horizontal tenés que formar un consorcio. Esta asociación civil ayuda a los vecinos y vecinas a armar un consorcio. Cuando me leyeron en Esto no es una institución, lo del “cursadero” les resultó muy ilustrativo de la captura astitucional, y entonces dijeron “que el consorcio no se convierta en un administradero” (porque un consorcio podría ser simplemente pagar las expensas y armar un excel para administrarlas), ni tampoco en un “reclamadero” (porque generalmente la vivienda social tiene vicios de construcción lamentablemente y entonces les vecinos se limitan a usar el consorcio como espacio donde quejarse a la municipalidad).

Esta asociación civil crea, con les vecines, un común en el consorcio. Si ustedes conocen un poquito de consorcios, saben que las asambleas se reúnen en primera convocatoria y en segunda convocatoria. La segunda convocatoria no hace falta que tenga quórum. Como nunca van todos los vecinos y van cinco o seis, siempre las asambleas consorciales se reúnen en segunda convocatoria. Media hora después del primer llamado, la asamblea puede empezar a sesionar sin quórum. Estas chicas de la asociación civil no hacen segunda convocatoria; si no hay quórum la asamblea se suspende y se convoca para otro día. Se trata de que los vecinos y vecinas puedan atender sus problemas comunes en común. Además de reclamos empezaron a surgir ideas como, por ejemplo, embellecer los espacios comunes. Los espacios comunes que muchas veces se convierten en depósitos donde se arrumban el carrito del cartonero, basura, trastos viejos, etc. Un grupo de vecines dijo “queremos parquizar este espacio”. Lo que pasa es que no ocurre lo que prejuzgamos, que parquizar es algo aristocrático, que embellecer el jardín es algo aristocrático. Pues no: la gente de una vivienda social o de una villa también quiere tener bellos los espacios comunes. Hicieron contacto con la cátedra de paisajismo de la UBA y encararon el embellecimiento de su espacio común, experiencia que luego tomaron otros consorcios de vivienda social. En estas experiencias -y otras como estas- empieza a haber una relación social, el vecino deja de ser alguien hostil, alguien del que desconfiar, y empieza a haber más una atmósfera de confianza; no es que todos se hagan amigos pero se da esa atmósfera de confianza y una tendencia a un hacer conjunto, a un hacer común.

Y ahora viene cuál puede ser el más allá del policonsultorio que vimos en ese CAPS; es un CeSAC que ustedes conocen (risas). CeSAC significa “centro de salud y acción comunitaria”. Hace un tiempo, el Gobierno de la Ciudad cambió “acción comunitaria” por “atención comunitaria”. Pero este CeSAC del barrio de La Boca hace acción comunitaria y sale del edificio y hace atención de salud extramuros, pero no tanto para atender individualmente a tal o cual paciente como para abordar la complejidad y diversidad social de la enfermedad y considerar las condiciones habitualmente no consideradas por la medicina hegemónica, como las habitacionales o las familiares y las biográficas, además de trabajar con organizaciones, esto es con colectivos del barrio (un club, un jardín de infantes, un comedor, una agrupación política), y no solo con pacientes individuales. Se trata entonces de un cambio en el paradigma biomédico, en el que ya se sabe qué enfermedades hay, se sabe qué demandas van a traer les pacientes, qué tratamientos se les va dar a esas enfermedades, tanto en el sentido de los medicamentos que se van a necesitar como en el sentido del dispositivo que montar para efectivizar el tratamiento (en el paradigma biomédico, el dispositivo ya está montado, en general es el hospital, pero puede ser otro efector, incluido un CeSAC que no hace todo este trabajo de pensar colectivamente qué dispositivo montar cuando un actor colectivo del barrio plantea una problemática colectiva de salud). Este CeSAC que ustedes conocen va, charla, se reúne con organizaciones de La Boca (organizaciones territoriales, organizaciones religiosas, organizaciones políticas, clubes, escuelas, agrupaciones de inquilinos). A veces es un problema que tiene que ver con la vivienda. Hace poco fueron problemas que tenían que ver con la sexualidad de les adolescentes, una problemática planteada por un club del barrio; entonces diseñaron un dispositivo para trabajar eso en el club. Les adolescentes no van al CeSAC, sino que el CeSAC sale a buscarlos a ese club del barrio que le planteó la problemática, pero que se la planteó porque el CeSAC piensa en términos de salud comunitaria y territorial. Esto es, sale a enterarse qué problemáticas hay en su barrio y no espera que lleguen por sí mismas y previamente configuradas a su sala de espera; esto es, sale a configurar esas problemáticas en términos de salud comunitaria y territorial, pues no vienen tipificadas. Al mismo tiempo, se entera de esas problemáticas que no llegan a la sala de espera ni se configuran previamente porque teje redes con organizaciones, es decir, teje territorio.

Otra forma que ha encontrado este CeSAC de ir más allá del policonsultorio es el largo proceso que elles llaman “recuperación del predio”. Se trata de un predio que pertenecía al Ministerio de Deportes de la Ciudad y que, luego de años de lucha (que incluyó el cierre del CeSAC por tres días), el CeSAC y las organizaciones del barrio consiguieron, en 2020, que pasara al Ministerio de Salud y quedara a cargo de la directora del CeSAC. Durante 2020 y 2021, iniciaron un proceso en el que pensaron el uso de ese predio: no se limitaron a decir “hagamos más consultorios y más sala de espera”, no cayeron en ese automatismo (el que responde a la demanda de satisfacer las demandas). Al contrario, durante ese tiempo tejieron red, armando una mesa de trabajo donde se reunían quincenalmente los actores colectivos[4] del barrio, incluido el CeSAC y un grupo de estudiantes de arquitectura de la UNDAV (Universidad Nacional de Avellaneda). En ese espacio, tomaron distancia del automatismo de satisfacer la demanda de cada paciente que llega al lugar y pensaron cómo usar el predio haciéndole lugar al territorio que se produce al interactuar con el barrio. Y pensaron que, además de más consultorios y más sala de espera, más espacio para la farmacia y la administración, también hacían falta espacios de la comunidad. El resultado es un proyecto arquitectónico que tiene un patio donde se pueden hacer festivales o peñas barriales, un salón de usos múltiples donde se pueden hacer actividades colectivas y una terraza acondicionada como huerta a trabajar comunitariamente. Ese proyecto fue declarado de interés por la Legislatura de la Ciudad, y ahora se viene la lucha para que el Gobierno de la Ciudad lo construya. Me detuve en este proyecto y su historia (que por supuesto abrevié muchísimo) para mostrar un más-allá de la astitución que va más allá en más de un sentido: primero, forma común al reclamar que el predio pase al área de salud, luego, forma común (la mesa de trabajo) al pensar qué construir en el predio, un común que se mantiene reclamando que el proyecto arquitectónico se construya, y finalmente propicia espacios comunes en el edificio que el común proyectó. En un más-allá no se sabe si el sujeto son las personas o es, más bien, el encuentro colectivo, el común. El sujeto en este más-allá no es ni la médica ni la paciente, ni el docente ni el cursante, sino el encuentro entre elles, el territorio que se teje entre la institución y el barrio.

Redondeando, estos tres casos de más-allás que les cuento son casos muy singulares pero justamente valen porque son singulares, porque nos sacan de la corriente general. Hay una posibilidad de ir más allá de la “demandificación” de lo social: no es todo atender demandas; es también que lo social mismo encuentre problemas comunes que trabajar comúnmente. Se trata de armar común, pero de armar común alrededor de alguna idea o concepto que poner a trabajar en la situación. No es decir, “ah, como somos todos de La Boca, ya está, somos comunidad”; con eso no alcanza. La Boca es una geografía que no necesariamente hace territorio; las actividades del CeSAC y actividades culturales como murgas o clubes, van creando territorio, hacen territorio en el sentido de hacer relaciones sociales que sí hacen una geografía social, no una geografía objetiva. Bueno, todo eso que hace el CESAC es un proceso de salud comunal, pero ahí hay una idea de salud colectiva, que se va gestando en las prácticas de salud comunitaria, como en el CFP hay una idea de relación entre trabajo y escuela que se va gestando al relacionarlos, como en los consorcios hay una idea de paisaje popular o de consorcio común, de un consorcio que no es solamente administración y reclamo, sino también relación de confianza entre vecines, producción de hospitalidad común.

Bien. Voy a tratar de redondear diciendo qué hace cada tipo de institución. La institución sólida creaba común pero el común era más bien trascendente, porque no estaba adentro de la institución sino que estaba fuera, era la Nación; entonces el común era un común abstracto, y la institución ligaba con ese común. Quiero distinguir ese común del mercado. El mercado nos atraviesa a todos, pero el común nacional es un común simbólico. El mercado y su lógica la compartimos todos pero, en tiempos de solidez, había una representación de lo común. En el mercado no nos representamos que compartimos algo con los demás.

-Es más como una competencia por ahí.

Hay una competencia. También hay una cooperación porque está la cooperación entre quienes potabilizan el agua y los que la usamos, pero no se ve la cooperación, o tenemos una cooperación con los colectiveros y los mecánicos que arreglan los colectivos, pero tampoco hay una representación de esa cooperación.

Pasemos a la institución fluida, a la que le digo astitución. Esta es una palabrita que inventé para acortar y para diferenciar de la institución clásica, para diferenciar de institución sólida y también para decir que no pasa algo que pasaba en los ’90, que era la destitución, ni tampoco lo que se imaginaba en los años kirchneristas, una restitución. No sabía qué prefijo ponerle y le puse la a-; no suena muy bien pero es para decir que no hay destitución ni tampoco restitución. Pero antes de decir algo más sobre la astitución quiero detenerme en esas instituciones destituidas de los ’90 que Ignacio Lewkowicz llamó “galpones”. Les leo:

“La velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las instituciones, nacidas para operar en terrenos sólidos. De esta manera -sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva dinámica-, se transforman en galpones. Esto es, en un tipo de funcionamiento ciego a la destitución de la lógica estatal y a la instalación de la dinámica de mercado. Vale decir que esta ceguera compone un cuadro de situación donde prosperan suposiciones que no son tales, subjetividades desvinculadas, representaciones e ideales anacrónicos, desregulaciones legitimadas en nombre de la libertad, opiniones varias, etcétera. Se trata, en definitiva, de configuraciones anómicas que resultan de la destitución de las regulaciones nacionales, de reductos hostiles donde la posibilidad de producción vincular deviene, a priori, imposible.” (“Escuela y ciudadanía”, En Pedagogía del aburrido, p. 32-3, subrayados míos)

Las astituciones o instituciones fluidas son las que vienen de esa destitución o directamente nacieron después de ella, ya en tiempos mercantiles, y cuyo funcionamiento ya no es ciego a la dinámica de mercado. No son una destitución ni tampoco una restitución, sino organizaciones fluidas que renuevan sus servicios para satisfacer nuevas demandas, recurren a las redes sociales o piden financiamiento a organismos internacionales y a organizaciones del “tercer sector”. Al mismo tiempo, se adaptan a condiciones cambiantes (fluidas) y a la incertidumbre y a que vuelta a vuelta se les derrumbe lo que trabajosa y febrilmente van armando. Por eso, al mismo tiempo pasa algo en los miembros de las instituciones fluidas que es querer todo el tiempo recomponer lo que todo el tiempo se está desarmando. Entonces, hay una idea de restitución, pero es una zanahoria detrás de la cual corremos; no es una institución como antes ni que va a volver a ser como antes. Entonces, la astitución corre detrás de satisfacer demandas y, justamente por satisfacerlas, justamente por necesitar funcionar en sintonía con la lógica del mercado, no crea común. Ocurriría, por ejemplo, si acá no hubiera huerta y solamente le dieras al paciente el medicamento o el tratamiento para que lo retire y que se vaya: no arma ningún tipo de vinculación del CeSAC con el barrio, ni del barrio con el CeSAC. O satisfacer demandas sería que un CFP sea solamente un cursadero o que un consorcio sea un reclamadero o un festejo étnico sea un paseo de entretenimiento o que un CAPS sea solamente un policonsultorio. En los más-allás, en cambio, se crea un común, pero es un común local, no es el común nacional, es un común abierto a que entre más gente, es un común abierto a articularse con otros comunes.

Entonces, para resumir, hubo un tiempo de solidez donde en las instituciones se formaban grupos, que eran los tiempos del capital industrial y de Estado-nación, hubo otro tiempo de primera fluidez donde nos desorientamos porque no sabíamos cómo manejarnos en el mercado y las instituciones fueron destituciones, y hubo o viene habiendo un tercer momento donde las instituciones son astituciones o instituciones fluidas, que aprenden a manejarse con recursos mercantiles y manageriales, proactivos. Y justamente porque atienden demandas de manera proactiva no crean común. Este común se crea cuando logramos desarrollar espacios más allá de la astitución, donde la institución fluida o astitución se convierte en una plataforma -porque lo que hace el CFP 24 o lo que hace el CeSAC de La Boca no lo pueden hacer si no existe el CeSAC y el CFP 24-, plataforma para un común, pero este común ya no es como la nación, que estaba por encima de todos nosotros y que era trascendente, que era una mediación externa; es un común que formamos los cuerpos haciendo juntos, haciendo trama consecuente.

Debo decir algo más sobre los “más-allás” de la astitución; son “más-allás” porque lo que hay no es una atención febril de demandas, es un parar la pelota y juntarnos entre otros para ver qué surge. Lo colectivo, si logra evitar el reclamadero, el cursadero y otros “-aderos”, es un espacio de potencia, un espacio donde aparecen posibles imprevistos e imprevisibles en los “-aderos” que disuelven lo común (o directamente -como el policonsultorio- evitan que se forme). La expresión “ver qué surge” parece una forma de decir, pero encierra una apuesta y unos procedimientos: procedimientos de reunión, de reflexión, de acompañamiento en el no-saber, de acompañamiento en el entusiasmo, etc., así como una apuesta a la potencia de lo colectivo. Se van construyendo lazos colectivos que van produciendo ideas, proyectos, iniciativas, acciones comunitarias que producen común, común que a su vez produce ideas, proyectos, iniciativas, acciones comunitarias.

[Ver el intercambio con les asistentes donde se palpa lo potente y saludable de hacer común]

[1] Este texto reúne dos conferencias pronunciadas el 5/12/23 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en un Centro de Salud y Atención Comunitaria (CeSAC) y el 17/5/24 en el Encuentro Marplatense de Configuraciones vinculares y Análisis institucional «Lo vincular como escenario: intervenciones posibles en lo diverso y adverso», Facultad de Psicología, UNMdP.

[2] https://lobosuelto.com/wp-content/uploads/2019/09/la_subjetividad_heroica_escrito_por_elena_de_la_aldea.pdf

[3] Para ver la demandificación como dinámica propia de las astituciones, clic aquí: www.pablohupert.com.ar/index.php/demandificacion-en-el-trabajo-sanitario/.

[4] Esta lista da una idea de la diversidad de actores reunida alrededor de esa mesa: Comisión Unidad Ejecutora PRUA La Boca- CCC, La Boca Resiste y Propone , Red Solidaria de La Boca, Grupo de Vivienda y Hábitat de La Boca, Merendero Madres Sembrando Conciencia, Frente Popular Darío Santillán , Mutual Casa Tasso, Club Bohemios, Centro comunitario Actuarte, Agrupación Peronista Descamisados, Agrupación Vecinos de La Boca, Centro Comunitario Copitos, Frente Social Peronista, Club Social Nápoles, Promotoras de Salud Movimiento Evita, Movimiento Popular Los Pibes, FM Riachuelo, La Campora La Boca, Casa Salesiana San Juan Evangelista , Escuela Popular de Arte Esther Ballestrino, Escuela Popular de Salud Comunitaria, Fundación CasaSan, Centro Cultural Expreso Imaginario , Centro de Jubilados Esther Nieves, Trabajadores y trabajadoras del CeSAC Nº 46, Trabajadores y trabajadoras del CeSAC Nº 9, Asociación Civil CICOPS, Colectiva Migrante Kuña Atype, Frente Patria Grande, Grupo Comunitario Los Niños Primero, Asociación Civil Nuestro Hogar, Asociación Civil san Jorge, Centro Comunitario 4 de Octubre, Comedor Esperanza de La Boca, UTE D.E. Nº 4, Maestros de La Boca , Casa del niño, niña y adolescentes La Boca (tomada de un documento presentado por el CeSAC y estos “adherentes” al Ministerio de Salud de la Ciudad en 2024).

Publicado en https://www.pablohupert.com.ar/index.php/instituciones-solidas-instituciones-fluidas-y-mas-allas/#_ftn1

 

“Las redes sociales son máquinas de subjetivación especialmente útiles a la extrema derecha”

El profesor brasileño analiza en su último libro los rasgos de la extrema derecha emergente en diversos contextos, especialmente a partir de los liderazgos de Bolsonaro, Trump y Milei.

Por Alberto Azcárate / elsaltodiario.com

Con motivo de la presentación en España de su libro Bolsonarismo y extrema derecha global. Una gramática de la desintegración, hemos entrevistado por vía telemática a Rodrigo Nunes, profesor de filosofía moderna y contemporánea en la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Río de Janeiro, y de Teoría Política y Organización en la Essex Business School. Ha sido también profesor invitado en las universidades de Londres (2007-8), de East London (2008-2009), de Westminster (2008) y de la Jan Van Eyck Academie (2010), así como académico visitante en la Universidad de Brown (2018-2019).

Sus respuestas aportan un repertorio de singular lucidez y contundencia conceptual, desde una gestualidad política que trasciende la impotencia del progresismo.

Se respiran aires de fin del mundo conocido. Y por primera vez desde la posguerra no es la izquierda sino la extrema derecha la que cuestiona -sin inhibiciones- la democracia liberal como modelo de convivencia. ¿Se trataría simplemente de la farsa que -según el conocido aserto marxista- sucedería a la tragedia de la versión original, o estaríamos ante una crisis de época inédita, atravesada por nuevos paradigmas?
El triunfo reciente de Trump sugiere que el avance continuo de la extrema derecha quizás nos obligue a invertir el dicho: si su primera victoria tenía algo de farsa, la segunda se anuncia como tragedia. Su crecimiento entre los votantes, y particularmente la caída de los demócratas, comprueban que no estamos frente a un mero hipo, sino a tendencias de largo plazo. Hablamos de cosas como la estagnación económica, el aumento del subempleo y de la precarización, la concentración de riqueza y de poder político –muy claramente ejemplificado por la figura de Elon Musk–, el calentamiento global.

Está claro que la extrema derecha no tiene ni diagnósticos ni soluciones reales para ellas; de hecho, sus políticas solo tienden a intensificarlas. Pero ella responde a los sentimientos antisistémicos que estos problemas despiertan con la promesa de una ruptura radical, mientras que el centrismo de izquierda y derecha se dedica a la defensa de pequeños cambios incrementales, de una democracia vaciada, de instituciones sin credibilidad, de un crecimiento económico que ya no puede atender a todos.

Aunque pueda puntualmente ganar elecciones, este tipo de reacción logra como mucho retardar el avance de la extrema derecha, haciendo con que vuelva más fuerte después de un tiempo. Ha sido así en EEUU, será luego en Francia, quizás también en Alemania, y probablemente también en Brasil y el Reino Unido en unos años.

¿Esta extrema derecha emergente en países centrales y periféricos, podría tener algunos trazos comunes en los perfiles de sus liderazgos y en sus abordajes y estrategias? Pienso en personajes como Trump, Bolsonaro, Milei…
Los rasgos comunes tienen mucho que decir sobre el momento de crisis en que vivimos. Estos son en general personajes que vienen de fuera o de los márgenes de la política, y con eso se benefician de una percepción de que las fuerzas políticas tradicionales se han vuelto indistintas. Saben utilizar bien las plataformas digitales para sobrepasar los medios tradicionales y tienen algo de la figura del troll, combinando una extrema desensibilización frente al sufrimiento del otro con una comunicación que escapa a las convenciones de la política profesional y juega con una ambigüedad constante entre la sinceridad y la broma.

Aunque sean a menudo asociados a la fuerza y la autoridad, su apelo viene antes de la combinación de la disciplina y permisividad que representan: permisividad para los que “se la merecen”, los ciudadanos de bien, los que “son como nosotros”; y disciplina para los demás. De este modo, encarnan una concepción de mundo en que el orden –las relaciones de poder que están codificadas en los valores tradicionales, pero también en las relaciones de mercado– está por encima de la igualdad formal frente a la ley. Estos últimos factores no son accesorios, sino esenciales: es lo que explica que ni los intentos de desestabilización de la democracia ni las eventuales condenas criminales acaban por debilitar estas figuras frente a sus apoyadores.

Además de estas semejanzas estructurales, hay mucha emulación y colaboración directa entre estos líderes, y por ende bastante intercambio de técnicas, tácticas y estrategias.

¿Qué es lo que está agotado para esos amplios sectores, de la realidad construida bajo el orden liberal, que esta ultra derecha sabe interpretar y traducir en políticas activas?

Las políticas efectivamente implementadas no traen soluciones a ese agotamiento sino la radicalización de sus condiciones. Pero esto no importa porque la extrema derecha logra desplazar hacia los otros jugadores un rechazo que podría estar dirigido contra las reglas del juego.

Más de cuatro décadas de hegemonía neoliberal han producido una explosión de la desigualdad, y por lo tanto una gran cantidad de perdedores. Hubo, sin embargo, un momento en los años 90 y 2000 en que una sucesión de burbujas financieras creó en muchas partes una ilusión de expansión y las condiciones para políticas de reconocimiento que favorecieron a sectores de grupos históricamente marginalizados como mujeres, personas LGBTQIA, negros etc. Es lo que Nancy Fraser nombró “neoliberalismo progresista”, frecuentemente patrocinado por una vieja socialdemocracia que se había vuelto, en términos económicos, ardientemente neoliberal.

La crisis de 2008, cuyos efectos siguieron propagándose por el mundo durante los años siguientes, y que en algún sentido nunca se acabó, pone fin a este momento. De cierto modo, es la plausibilidad de las promesas de buena vida del neoliberalismo que se acaba ahí, porque la economía nunca volvió a ser lo que era, y porque queda claro que, en horas de crisis, será la gente común que pagará para mantener las ganancias de los más ricos. Lo que resta, entonces, es una disputa cada vez más feroz por migajas cada vez menores, una perspectiva que la sombra del cambio climático vuelve aún más siniestra. La naturalización de esta idea de que, en la base de la pirámide social, hay un conflicto inevitable de todos contra todos, facilita la operación retórica elemental de la extrema derecha, que consiste en promover la confusión de derechos con privilegios y viceversa.

Abolir el antirracismo capitalista

por Helios F. Garcés

 

«Lo decolonial es una moda, lo postcolonial un deseo y lo anticolonial una lucha», dejaría dicho en 2019 la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui. La primera vez que leí estas palabras me parecieron tan justas como hermosas. Me lo siguen pareciendo. En cierta medida, describen una parte importante de la realidad. Una realidad con la que nos encontramos en nuestro deseo de utilizar marcos útiles para analizar la herencia colonial del racismo moderno con el sencillo objetivo de combatirlo mejor. Pero no estoy del todo de acuerdo con la premisa. Me explicaré por medio de dos ejemplos ilustrativos. 1: ¿se pueden equiparar enfoques como los del académico Walter Mignolo, elaborados desde y para la academia yankee, y prácticas políticas como las del Partido de los Indígenas de la República, que emergen desde las calles de Francia para enfrentar el racismo de Estado? En absoluto. Sin embargo, en los dos casos existe la reivindicación de un enfoque decolonial. Sigo preguntando, esta vez sobre una realidad que salpica a las universidades del Estado español, 2: ¿entran en un mismo cajón de sastre la instrumentalización de marcos decoloniales, postcoloniales e incluso «anticoloniales» por parte de personalidades de poder de la academia y los trabajos defendidos, desde tales enfoques, por decenas de investigadoras no blancas de clase trabajadora? Me refiero a investigadoras y militantes provenientes del Sur Global -donde nace lo decolonial- comprometidas con la articulación de proyectos emancipatorios para la liberación de sus pueblos que enfrentan, fuera y dentro de la academia, múltiples violencias racistas y patriarcales. Imposible establecer dicha similitud. Es por eso que, quizá, lo que está en juego desde una lucha antirracista transformadora es la disputa entre el deseo real de trastocar un sistema de injusticias y el deseo de integrarse en él. Existe un antirracismo neoliberal, capitalista, que se enmascara de las maneras más perversas. Y la batalla por desenmascararlo va más allá de los marcos intelectuales empleados.

En el ensayo De la integración a la reparación o ¿por qué a la izquierda anticapitalista le gusta el antirracismo neoliberal?, parte del libro Racismo de Estado. Una mirada colectiva desde la autonomía y la justicia racial (Txalaparta, 2023), intentaba volver sobre la cuestión. En dicho texto, explicaba que otra de las razones por la que disiento con Cusicanqui es porque lo postcolonial se convirtió en una moda académica en las altas esferas de la universidad anglosajona mucho antes que lo decolonial. De hecho, se podría incluso decir que nació como moda. Es decir, nadie se salva o se condena por usar estas metodologías o marcos analíticos. Ahora bien, podemos coincidir en que determinada utilización academicista de estos conceptos -decolonial, postcolonial, colonialidad, raza, etcétera- y de sus correspondientes códigos, ha cumplido un rol de despolitización.

La situación nos indica que los debates puramente abstractos ocultan la renuncia a la posibilidad de transformar el mundo en el que vivimos, a construir una sociedad más allá del capitalismo. Es quizá por ello que el pensador Vijay Prashad, afirmaba en su Diez tesis sobre marxismo y descolonización que «la única descolonización real es el antimperialismo y el anticapitalismo», para terminar apuntando que «no se puede descolonizar la mente a menos que se descolonicen también las condiciones de producción social que refuerzan la mentalidad colonial». Palabras certeras, sin duda. Sin embargo, ¿acaso el horizonte de una liberación radical, desde un punto de vista anticolonial y anticapitalista, no debería incluir, como diría Frantz Fanon, nuestras propias mentes? ¿No construye su poder el proyecto imperial moderno asentándose también en lo más hondo de nuestro sentido común y sensibilidad? En ese terreno también es necesario combatirlo, desde el principio. Prashad apunta hacia esta relación. Sin ello, descolonizar las condiciones de producción social será imposible. El imperio, el capital, el proyecto colonial, se fortalecen en los territorios y en las mentalidades: «ese imperialismo que hoy lucha contra una verdadera liberación de la humanidad deja a su paso aquí y allá tintes de decadencia que debemos buscar y expulsar sin piedad de nuestra tierra y de nuestros espíritus», escribiría Fanon.

LA DISPUTA EN TORNO AL ANTIRRACISMO

Este debate inicial sobre nomenclaturas, marcos de análisis y horizontes nos sirve para alumbrar el problema de fondo. Hemos de seguir advirtiendo que existe un enfoque interesado, dominante, de la lucha contra el racismo que banaliza términos, gestos rebeldes y luchas que todavía hoy nos resultan imprescindibles, convirtiendo el antirracismo en una cuestión identitaria afín al imperio y al gran capital. Pero el racismo nace al calor del imperio y del capital. Es imposible abordarlo en su raíz y complejidad sin tener esto en cuenta. La acusación de identitarismo ha sido usada para deslegitimar la lucha antirracista en su totalidad. Pero, al mismo tiempo, es necesario reconocer que hay quienes abren la puerta a tales reclamos. Existe un discurso antirracista de consumo, neoliberal, que copa determinados espacios de visibilidad porque sirve para demonizar la posibilidad de un antirracismo que incomoda. ¿Pero por qué incomoda? ¿Porque ostenta alguna clave moral, porque se centra en individuos, en actitudes singulares? En absoluto. Porque es un antirracismo anticapitalista, anticolonial y antimperialista.

No obstante, más allá del eslogan, si se nos pidiese que definiéramos de manera clara cuál es la diferencia fundamental entre estas dos maneras de encarar la lucha contra el racismo, diríamos lo siguiente. El horizonte no es mejorar la inclusión de nuestras comunidades en los marcos económicos, morales y filosóficos del imperio, lo cual apagará los deseos de liberación de las generaciones venideras, promoviendo al interior de las mismas un enfermizo deseo de integración que, al mismo tiempo, nunca llegará a completarse. Estamos hablando, por lo tanto, de estimular el deseo de construir una sociedad realmente justa y sana para los pueblos, la humanidad y el planeta. Es decir, hablamos de quienes resisten al imperio, de quienes se revuelven contra el imperio y de quienes provocan, también desde dentro del mismo, tensiones con potencial revolucionario. Lo cual implica necesariamente señalar las estrategias del capital y del proyecto neocolonial por mantenerse a flote, utilizando también caras de todos los colores y cuerpos de todas las etnicidades.

 

RAZA, CAPITAL E IMPERIO SON UNO

Hablar sobre racismo no es, por lo tanto, hablar únicamente sobre identidades. La raza, -que nunca se da sin clase ni género- también palpita tras la división internacional del trabajo y se manifiesta en todos y cada uno de los ámbitos en los que se produce la lucha de clases. Los ejemplos son innumerables: en la lucha contra la especulación inmobiliaria, contra la explotación laboral, contra la violencia policial y la ley mordaza. En las luchas contra la segregación urbanística y escolar; en las luchas por una sanidad pública y universal, por legislaciones igualitarias y por la memoria histórica, etc. Y, al mismo tiempo, la lucha contra el capitalismo encuentra su hueso más duro de roer en la lucha contra la existencia de espacios de no-derechos como los asentamientos chabolistas de los campos de Huelva, Almería, Lérida; en espacios de no-derechos como los CIE. El nervio de la lucha contra el capitalismo se rompe en barrios como la Cañada Real, en Madrid, o el Polígono Sur, en Sevilla. El corazón de la lucha contra el capital se produce allá donde los cuerpos de las personas migrantes no blancas provenientes de las ex-colonias, y muy particularmente de las mujeres africanas, magrebíes, romaníes, asiáticas, de Abya Yala, son usados para ahondar en las condiciones de deshumanización, explotación y desposesión de las que se nutre el capitalismo.

En su obra, Frantz Fanon nos habla de cómo la situación colonial imposibilita en si misma la puesta en marcha de cualquier relación de igualdad. Si aceptamos que vivimos en un mundo fundamentalmente neocolonial, que pueblos como el palestino resisten, de hecho, en una situación colonial, hemos de cuestionar la manera en la que, desde el Norte Global -cuyo liderazgo político sostiene dicha situación- usamos nuestros marcos decoloniales, postcoloniales, etc, sea cual sea la situación de nuestros pueblos en él. No para dejar de usarlos porque estén irremediablemente «manchados», enfoque moralista que genera imposturas y circunloquios inútiles, sino para hacerlo con mayor honestidad, al servicio de luchas dignas como las mencionadas. Así, esta batalla no es una pugna entre individuos desde la que se condena a unos y se salva a otros supuestamente libres de contradicciones. Es una lucha colectiva basada en la ruptura real con un recetario político que, en última instancia, está al servicio del neoliberalismo, al servicio de consensos a través de los que se deslegitima a quienes luchan por adquirir una igualdad material y vital real.

  • Helios F. Garcés ha escrito en medios de comunicación y revistas críticas como DiagonalEl SaltoLa MareaCtxt o Tabula Rasa. Ha formado parte, como militante, organizador y formador, de diversos proyectos políticos de lucha contra el racismo en el Estado español.

Publicado originalmente en https://blogs.publico.es/dominiopublico/65797/abolir-el-antirracismo-capitalista/#google_vignette

Los levantamientos democráticos que nos faltan

por Giuseppe Cocco

 

Impureza de las sublevaciones, geometría de las revoluciones     

En la introducción de su libro “Revolution»[1], el historiador Enzo Traverso critica duramente la exposición «Soulèvements» organizada por Didi-Huberman[2]. Le molesta, profundamente, la fotografía de Gilles Caron que ilustra la tapa del catálogo, y aún más, le molesta, la bajada de foto: «manifestantes anticatólicos». Estamos en la batalla de Bogside entre católicos y protestantes en Londonderry, agosto de 1969: dos jovencitos lanzan piedras como si ejecutasen la coreografía de un ballet. Esta imagen seria una desviación, pues muestra, no una sublevación, sino que una sumisión: “la danza mortal de la segregación que, por muchos siglos, sufrieron los católicos”[3]. Aunque la imagen es estéticamente muy poderosa, “la elegancia de un gesto que evoca a la belleza de una performance atlética no esclarece su significado político»[4]. Didi-Huberman responde a la crítica con por lo menos tres argumentos: primero, él la define como “sectaria”, porque ambos autores estarían del “mismo lado de la barricada”; en segundo lugar, el afirma que la distinción clásica formulada por Arno J. Mayer, y utilizada por Traverso, entre rebelión y revolución establece una jerarquía política cuestionable entre las sublevaciones (irracionales, deseadas, desesperadas) y las revoluciones (esperanza organizada en torno a un proyecto); finalmente, el pie de foto de Gilles Caron estaría equivocado, los manifestantes en realidad serian católicos, los oprimidos[5]. Traverso, entonces, seria víctima de una “negligencia de lectura”: no se toma el tiempo necesario para captar una sensibilidad que se subleva “contra toda pureza»[6].

Traverso responde y radicaliza el dialogo: al producir “imágenes de pensamiento” que “rechazan separar la corporalidad de las luchas de su intencionalidad política”, se cae en la estetización de lo político en lugar de promover una politización de la cultura, según la famosa formula de Walter Benjamin[7]. Didi-Huberman nuevamente responde. Ya no estamos del “mismo lado de la barricada»[8]. Tenemos, entonces, dos campos que se confrontan en torno a la iconología que atraviesa la historia cultural a partir de concepciones opuestas de la dialéctica de la imagen: de un lado, la belleza del gesto de la sublevación; del otro, la geometría de la revolución. Las sublevaciones serian emocionales y corpóreas en tanto que las revoluciones se situarían mas del lado de la racionalidad. Mientras Didi-Huberman se concentra más en las imágenes en sí, Traverso examina las imágenes explicadas.

  1. Más allá de la pausa, la potencia de un soplo

En el catálogo de la misma exposición, para hablar sobre sublevaciones, Antonio Negri usa la metáfora y la mitología del halterofilismo: el atleta que levanta pesas, Atlas que sostiene los cielos sobre sus hombros. El punto central de su reflexión es la pausa que separa la performance en dos momentos: levantar la barra del piso hasta el pecho y luego intentar elevarla por encima de su cabeza, con los brazos extendidos hacia el cielo[9]. El levantamiento gestiona la potencia del portador y el sufrimiento que soporta bajo la carga que levanta[10]. Cuando la pausa no se transforma en una interrupción —continua Negri — acontece algo como la creación del mundo, un exceso del ser: «un gesto de fuerza, pero realizado como un soplo«[11]. El levantamiento se torna revolución. Cuando eso ocurre en la dinámica colectiva, cuando estamos “todos juntos, (…) todo es alegría«[12]. Es el milagro de la transfiguración de la fuerza y de la violencia en su opuesto: el soplo y la alegría.

A partir de esa poética del soplo colectivo como creación revolucionaria, Negri propone una reflexión sobre las trampas y los limites de la acción. El limite seria la derrota: la trampa, a su vez, se encontraría en una ontología negativa. La ontología negativa ocurre cuando “el peso del levantamiento no puede ser más soportado”, pudiendo acontecer que se huya “de la materialidad de ese proceso (y) se instale de ese modo un deseo derrotado, frustrado, triste (…)[13]«. Este es un tema que encontramos en un análisis de «L’uso dei corpi” de Giorgio Agamben[14]. Negri escribe: «su investigación no conduce ni a la construcción de una comunidad posible, ni a una definición de un poder, sino que apenas a un poder destituyente, a una comunidad inoperante»[15]. Para Agamben, el poder constituyente es consubstancial al poder constituido[16]. En contraste, según Negri, el poder constituyente es siempre una «lucha contra el poder constituido», una ontología positiva y alegre. Pero, ¿cómo funciona esta ontología alegre?

  1. La potencia del soplo, contra las derivas autoritarias

En marzo de 2023, exactamente diez años después de la gran sublevación de junio de 2013[17], un periodista destacado, del mayor periódico brasileño critico la propuesta de una “asamblea constituyente exclusiva” formulada por un senador del Partido de los Trabajadores[18]: «Todo este debate (sobre asambleas constituyentes) fue socavado por las experiencias en América Latina, donde varios gobiernos las utilizaron (…) para aumentar el poder del ejecutivo, como ocurrió en la Venezuela de Hugo Chávez, en la Bolivia de Evo Morales y en el Ecuador de Rafael Correa”. En el mismo artículo destaca que, la “base teórica para la manipulación de referendos y del propio instrumento de la asamblea constituyente para dar mas poder a los presidentes de turno, es el libro El poder constituyente¾ensayo sobre las alternativas de la modernidad, del filosofo italiano Antonio (Toni) Negri»[19]. También menciona que, diez años atrás, en el tumulto de la rebelión, el mismo periodista había publicado un artículo sobre la misma propuesta con los mismos argumentos. La convocatoria de Asambleas Constituyentes, enfatizó, es un “tipo de acción fundamentalmente antidemocrática, pues una cosa es criticar las acciones del Congreso y exigir cambios en su acción política para acercarse a aquellos que representa, es decir, los ciudadanos (…), otra es querer sortear el poder legislativo, estableciendo un vinculo directo con el electorado por medio de un gobierno plebiscitario, que conduce al populismo y al autoritarismo»[20]. En aquella época, él también denunciaba explícitamente el papel de la filosofía política de Negri.

Hoy sabemos que la experiencia chavista se transformo en una dictadura y en una pesadilla para los venezolanos, justamente por haber conseguido quebrar la independencia de las otras esferas institucionales. Los plebiscitos y las asambleas constituyentes servirán a una nueva y perversa forma de bonapartismo. Por otro lado, en Brasil, la resiliencia democrática ante el fascismo bolsonarista puede contar con los poderes constituidos (en particular con la Corte Suprema) [21].

¿Significa, acaso, esto que el poder constituyente es una amenaza para la democracia? ¿Coincide con las llamadas asambleas constituyentes o se trata de algo diferente, como lo demuestra el caso chileno? ¿Puede la controversia, en torno a esta noción, ayudarnos a resolver el debate sobre las revoluciones y levantamientos, o será el contrapunto entre Traverso y Didi-Huberman lo que puede permitirnos entender mejor los enigmas del poder constituyente?

  1. Después de la imagen

Curiosamente, la polémica sobre revolución y levantamientos se da sin poner mucha atención a la historicidad del conflicto que acontecía, en la época de la fotografía, entre católicos segregados y unionistas opresores en Irlanda del Norte. ¿Qué paso después? ¿En los términos de Negri, hubo una derrota o los pesos del levantamiento cayeron en la trampa de la ontología negativa? Si bien Irlanda del Norte paso por un largo calvario de violencias entre católicos y unionistas, esos conflictos fueron de hecho transformados en el establecimiento de un acuerdo de paz. Más allá de las leyendas y de los pies de foto (de la exposición y de la fotografía), católicos y unionistas hoy disputan en las dinámicas de la democracia: sus conflictos han transformado las formas de vida[22]. Los levantamientos irlandeses no estuvieron exentos de consecuencias, pero estas no solamente fueron represivas, ni realmente constituyentes y mucho menos revolucionarias. Fue en el terreno instituyente que esa transformación se pudo afirmar al punto de que, en febrero de 2024, una líder nacionalista (del Sinn Fein), fue electa Primera Ministra del Ulster[23]. Por lo tanto, cabe preguntarse, si en sus respuestas a Traverso, Didi-Huberman no estaba demasiado preocupado por mantenerse “del mismo lado de la barricada”. No son las barricadas las que permiten sustentar posiciones diferentes, sino la democracia como producto y terreno de un conflicto que no termina en lo absoluto. Cuando el cañón no encuentra limites, es el terror lo que surge. Y no es la critica de Arno Mayer a los levantamientos la que podría salvar a los regímenes producidos por las “revoluciones” en Rusia, así como en China o en Cuba[24]. Al contrario de lo que dice Traverso, el comunismo-régimen no es diferente del comunismo-revolución y no hay nada que lamentar de su colapso[25]. Al contrario, los levantamientos democráticos quedan así, liberados.

El debate no es entre “rebelión deseante” y “revolucion racional”, sino sobre el lugar o el papel de lo que Macchiaveli llama necesidad. La democracia es la forma de gobierno y de vida capaz de revertir la relación con la necesidad: los fines se encuentran con los medios, sin embargo (nondimanco), este encuentro institucionaliza la tensión entre los dos, o sea, entre la regla y su derogación[26].

 

  1. 4. La democracia instituyente, todavía

Sin embargo, del mismo que Didi-Huberman duda en recordar la larga serie de tragedias que marcan la historia de las revoluciones, en su ensayo sobre halterofilismo, Negri basa su ontologia de la alegría en una sedimentación jerarquizada de los diferentes levantamientos. Nos habla que las revueltas americanas, la de los jóvenes londinenses o las de los hijos de los inmigrantes en Francia. El levantamiento brasileño de junio de 2013, la revolución de las multitudes ucranianas en Maidan, las calles de Caracas contra la dictadura chavista, las revueltas de Nicaragua contra la dictadura sandinista o en Cuba contra el hambre, ni siquiera merecen una mención. Claro, se puede decir que son omisiones en una lista aleatoria y no exhaustiva. Aun así, da la impresión de que se trata de revueltas canonizadas, algo como las cuentas de un rosario, la liturgia de una respiración que continuaría “alentando desde la Comuna a los soviets, de las insurrecciones metropolitanas a las primaveras del nuevo proletariado»[27]. Una conferencia de Negri en Oxford (2012) confirma que se trata de una doxa. La Guerra Fría, afirma, era una invención destinada a “mantener el aislamiento de la URSS”[28] y la caída del Muro de Berlín solo tendría un efecto positivo, el permitir una construcción europea antiamericana. Del mismo modo que en su geología de los levantamientos no hay espacio para la geopolítica de las contestaciones no rotuladas “de izquierda”, en esta Europa antiamericana pensada por Negri no hay espacio para los deseos democráticos de las multitudes de los países del Este. Paradoja en el abismo: La Europa antiamericana que Negri sueña es puramente occidental. Para el, la búsqueda de los países Bálticos, de los polacos, de los rumanos (y más recientemente de Finlandia y Suecia) de protegerse en la alianza atlántica sería el resultado del imperialismo yankee. La resistencia ucraniana, escribe junto a Nicolas Guilhot, es “una guerra por el poder entre potencias nucleares (…)»[29] . Las multitudes de Maidan, aparentemente no sedimentaron nada, y su resistencia es más temida que el fascismo ruso[30].

  1. Los levantamientos democráticos que nos faltan

Los levantamientos radicalmente democráticos que hoy nos faltan ante la ascensión, casi, inexorable de los nuevos fascismos, y de la guerra en gran escala, que ellos fomentan, están atrapados en la trampa de esas inversiones de significado. Pero es precisamente en las calles de Tbilisi, Budapest, Varsovia y Odesa, donde estas energías se manifiestan. Lo mejor de Europa esta fuera de Europa, en los jóvenes ucranianos que resisten al fascismo ruso. De la misma forma, lo mejor de Occidente esta fuera de Occidente, en las jóvenes mujeres iranies que liberan sus cabellos, corriendo el riesgo de ser asesinadas por hacerlo. Tal vez sea en la vitalidad de estos levantamientos democráticos que el debate sobre la revolución sea superado, así como la oposición entre poder constituyente y poderes constituidos. De cualquier modo, nos encontramos en el corazón de la famosa reflexión “gatopardesca” de Giuseppe Tommasi di Lampedusa: «Si queremos que to se quede como esta, es necesarios que todo cambie. ¿Está claro?». Carlo Ginzburg recuerda que esa frase es una derivación invertida de Maquiavelo en los Discursos: «Quien, en una ciudad libre, quiere reformar un gobierno antiguo, que conserve al menos la sombra de las costumbres antiguas». La inversión es evidente: por un lado, «si queremos que todo cambie, es necesario que algo permanezca como está (Discursos); por el otro, «si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie» ( Gattopardo). «El fin es opuesto: revolución en el primer caso, conservación en el segundo. Los medios son idénticos: cambio (parcial en el primer caso, total en el segundo)». Aquí está la paradoja: «es el conservador, y no el revolucionario, quien lleva el cambio hasta sus últimos extremos (‘todo… todo’)», concluye Ginzburg, como acabamos de hacer con Irlanda del Norte, analizando lo ocurrido en Sicilia después del Gattopardo: «(…) a mil leguas del ‘refus du changement en soi‘ (…), el cambio político existe, tal como existe, en un nivel más profundo, la ‘lenta sustitución de las clases’ (…)». Pero mientras Ginzburg termina con una nota melancólica, colocando la especificidad histórica en el horizonte de su contingencia cósmica, nosotros necesitamos multiplicar los esfuerzos para movilizar los levantamientos democráticos que nos faltan.

** Giuseppe Cocco, es profesor titular de la UFRJ. Coordinador del Laboratorio Territorio y Comunicación (LabTeC/UFRJ)

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton

NOTAS:

[1] Enzo Traverso, Révolution. Une histoire culturelle. Tradução do inglês de Damien Tissot, La Découverte, Paris, 2021.

[2] Jeu de Paume, Paris, 2016.

[3] Guillaume Blanc-Marianne https://aoc.media/analyse/2023/05/03/image-legendee-histoire-legendaire-coda-a-la-querelle-didi-huberman-traverso-1-2/

[4] Traverso, Révolution, cit., p. 21.

[5] “Prendre Position (politique) et prendre le temps (de regarder)”, Analyse Opinion Critique AOC, 5 mai 2022.

[6] Georges Didi-Huberman, Atlas ou la Gai savoir inquiet. Cit., p. 13.

[7] Enzo Traverso, “Soulèvements/égarements”, AOC, 2 de julho de 2022

[8] « Qu’est-ce qu’une image de gauche ? », AOC, 18 juillet 2022.

[9] Negri, “L’événement”, in Didi-Huberman, Soulèvements, Cit.

[10] Georges Didi-Huberman, Atlas ou la Gai savoir inquiet. L’œil de l’histoire, 3. Minuit, Paris, 2011, p.88.

[11] Negri, “L’événement”, cit.

[12] Ibid.

[13] Ibid., p. 40.

[14] Neri Pozza, Vicenza, 2014. O Uso dos Corpos,, Boitempo, São Paulo, 2017.

[15] Antonio Negri, “Giorgio Agamben, quando l’inoperosità è sovrana”, Il Manifesto, 2014.

[16] A. Negri, “Ce divin ministère des affaires de la vie sur terre”, La Revue Internationale des Livres e des Idées, Janeiro de 2008.

[17] Giuseppe Cocco et Yann Moulier Boutang, “La première révolte de la multitude du travail métropolitain”, Multitudes, 2013/3 (n. 54), pp.19-31. Ver tambien  Giuseppe Cocco: “Lula, 10 ans après juin 2013”, Multitudes, 2023/2, n. 90.

[18] Murilo Fagundes, “Humberto Costa sugere novas Constituinte para reforma política”, Poder360, 12 de março de 2023.

[19] Merval Pereira, “Buscando atalhos”, O Globo, 14 de março de 2023, p. 2.

[20] Merval Pereira, “Democracia Direta”, O Globo, 25 de junho de 2013.

[21] Jeudiel Martinez, “Chavez est vivant, la lutte continue”, Multitudes, 2019/3, pp. 7-11.

[22] Para obtener una cronología detallada de los acuerdos de paz, consulte The Irish Peace Process – Chronology of Key Events (April 1993 – April 1998), disponible en https://cain.ulster.ac.uk/events/peace/pp9398.htm

[23] “Irlande du Nord: Michelle O’Neill, issue du Sinn Fein, élue officiellement première ministre, Le Monde, 3 février 2024.

[24] Arno Mayer, The Furies: Violence and Terror in the French and Russian Revolutions, Princeton, Princeton 2000.

[25] Enzo Traverso, Révolution, cit., p. 494.

[26] Carlo Ginzburg, Néanmoins, traduzido do italiano por Martin Rueff, Verdier, Paris, 2018.

[27] Negri, “Événement”, Cit., p. 44.

[28] Antonio Negri, Intervento Volcano, Oxford, 12 de maio de 2012 (manuscrito).

[29] Toni Negri et Nicolas Guilhot, « New Reality ? », New Left Review, 19 août 2022

[30] Cf. Bruno Cava et Giuseppe Cocco, “Est-il plus facile d’imaginer la fin du monde que la fin de Poutine?”, AOC, 5 décembre 2022, disponible https://aoc.media/opinion/2022/12/04/est-il-plus-facile-dimaginer-la-fin-du-monde-que-la-fin-de-poutine/

La paradoja de la democracia

por Jack Daniel (seudónimo)

 

Esta es la paradoja de las democracias: ¿Qué sucede cuando un pueblo, de forma democrática (o sea, por mayoría), elige a un enemigo de la propia democracia?

En los próximos días y semanas, discutirán sobre la debilidad de Kamala Harris, su insuficiencia y su descuidada, rocambolesca, entrada en la carrera presidencial. Hablaran de los blancos pobres en busca de status, de la inflación y de la emigración, van a mencionar Gaza; cada uno intentara explicarnos por qué Kamala Harris perdió. Claro, van a mencionar el hecho de que ella es mujer y negra, y concluirán que los Estados Unidos aun no estaban preparados para eso. Seran, ya puedo predecirlo, explicaciones interesantísimas que, en el intertanto, no nos aclararan el punto principal, o sea, ¿cómo es posible que la mitad (o más) de los norteamericanos haya votado a Trump?

En la noche del 6 de enero de 2021, levanten la mano los que previeron el resultado de hoy: ninguno, y si alguien dice que lo previo, probablemente está exagerando. Decir que Trump es un peligro para la democracia no es un slogan; es solo constatar lo hechos, lo que paso en ese momento, lo que, él, viene afirmando a lo largo de los años. Deportaciones, prisiones de los adversarios, amenazas a la prensa, el proyecto 2025 ¾lo hemos visto y oído todo. Y, aun así, el gano, asegurando la presidencia, el parlamento y teniendo ya a la Suprema Corte en sus manos. Raramente alguien ha tenido tanto poder en la democracia norteamericana, un hombre que, como dije, hace de todo para mostrar al mundo cuanto le importa la democracia, sus ritos, controles y equilibrios: nada

Nos estamos volviendo a una caricatura de la democracia, hacia el plebiscitarismo, la enfermedad senil de las democracias que no solo afecta a Estados Unidos, basta mirar alrededor y, tal vez, muy cerca de nosotros. La prensa y el poder judicial son acusadas de ir en contra, las quejas diarias sobre los obstáculos que limitarían la acción del gobierno escogido por el pueblo, propuestas de “premierato” son nuestro pan de cada dia, pan italiano y común también a varios países europeos. A fin de cuentas, en la era contemporánea, podemos decir que fuimos nosotros, con Berlusconi, los inventores del plebiscitarismo contemporáneo en un país democrático: un país de santos, navegadores e inventores de formas de gobierno que minan la democracia. La primera vez como tragedia, el fascismo, la segunda vez como comedia, el “bunga bunga”.

Pero la pregunta permanece: ¿qué tipo de anticuerpos pueden ser activados cuando este tipo de gobierno, declaradamente hostil al método y a la practica democrática, que presuponen el respeto de las minorías, controles y equilibrios, es elegido por la mayoría? En la postguerra, nos esforzamos para creer que la crisis de las democracias de un siglo atrás ocurrió, comenzando aquí, en el país de los Santos y Navegadores debido a conspiraciones y golpes de estado bien articulados por una minoría contra la mayoría. Nos autoconvencimos por décadas de que los regímenes totalitarios no tenían apoyo popular y, si lo tenían, era porque lo obtuvieron por coerción o mediante una propaganda asfixiante, o por la eliminación de los opositores. Nos convencimos, con confianza, de que una democracia no podría ser debilitada de forma democrática, ya que, naturalmente, el gobierno de la mayoría (la democracia) siempre seria preferido por la mayoría al gobierno de un hombre o de un pequeño grupo al mando. Creíamos que nunca se elegiría la autocracia, democráticamente, frente a la democracia, que tendría que imponerse manu militari, con un golpe de estado o con un “putsch”.

Y, sin embargo, estamos viendo que no es así (y ni siquiera hace un siglo, de hecho): la mayoría puede, si, preferir la autocracia y a ese hombre solo en el mando; la democracia puede cansar, envejecer o parecer vieja, sino decrepita. Orbán, Putin, Xi, Trump (y los nuestros) son lo “nuevo” que avanza.

¿Qué anticuerpos? No se ve ninguno, más allá de slogans dignos de Pangloss, como “es preciso fortalecer la democracia” o “revitalizar los partidos, participación fortalecer los organismos intermedios”. Cierto, pero ¿cómo? Porque el problema es precisamente ese: es como decir que la solución para una enfermedad seria la buena salud del enfermo. Excelente, pero ¿con qué tratamiento podemos recuperar la buena salud si el tratamiento en si es considerado como fuente de enfermedades? ¿Cómo revitalizar los organismos intermedios y partidos si justamente son considerados como un obstáculo para la voluntad popular, expresada por un plebiscito que elige al “Campeón” que se encarga de atacar a cualquiera que obstaculice sus proyectos? Los controles y contrapesos son vistos como ataduras y limites a la voluntad popular y, por ende, algo a ser reducido, sino eliminado.

Un siglo atrás, la crisis de las democracias condujo a la catástrofe y, después de darnos de cabezazos, reconocimos el valor de la democracia misma. Fue necesaria la nemesis de la guerra que funciono como vacuna y genero anticuerpos que nos han protegido hasta ahora. ¿Pero ahora? ¿Qué o cual es el “refuerzo de la vacuna”? ¿Qué tiene que acontecer para convencernos de que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás?

 

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton

 

 

 

La posibilidad de un golpe de Estado en Bolivia: el exabrupto de Zúñiga

por Salvador Schavelzon*

El intento de golpe de Estado del Gral. Juan José Zúñiga revive el debate sobre la inestabilidad y fragilidad institucional sudamericana, a partir de una crisis política en Bolivia que viene desarrollándose al tiempo en que se acercan las elecciones presidenciales de agosto de 2025. Es a partir de estos acontecimientos que nos preguntamos y buscamos responder, en este texto, cuáles son las fuerzas que prevalecen hoy en el capitalismo de la región.

Una tentativa de golpe de Estado que “murió en la playa” y fue controlada rápidamente por el gobierno de Luis Arce Catacora, sin fuerzas militares acudiendo al llamado de un general, permiten que se exponga, como en una radiografía, la situación política que vive el país. Más allá de reconocer la fuerza del argumento más simple, que explica estos actos como una aventura individual de un militar que hace un golpe porque se le ordenaba la dimisión, y que descarta, así, otras explicaciones como la teoría del autogolpe de Arce y la de las tentativas de intervención norteamericana en procura del control del litio boliviano, el episodio quijotesco permite vislumbrar:

  1. Un contexto político: el gobierno progresista debilitado.

 

Después de casi 20 años en el gobierno y 30 desde su fundación, el MAS presenta una crisis relacionada con la gestión del poder, la falta de proyecto y la distancia con los movimientos sociales y luchas que le dieron origen. Con la crisis de sucesión de fondo, el gobierno aparece sin respuestas frente a una crisis económica donde la escasez de dólares y de combustibles interrumpe la estabilidad anterior y abre el camino a una profundización del discurso del cansancio con el sistema político. La situación ha dado espacio a discursos populistas de derecha, que vienen ganando espacio en el país, la región y el mundo. Esta crisis deriva en la explicación que da primeramente el propio Zúñiga, cuando percibe que su movimiento no terminaría bien: fue un pedido del presidente para mejorar su imagen[1].

 

2. Sucesión indefinida dentro del MAS.

Vemos el conflicto candente en torno a la posibilidad de una nueva candidatura de Evo Morales en la elección de 2025. Además de la oposición de parte de la ciudadanía a una nueva reelección, que ya fue rechazada en el referendo de 2016 y que detonó el levantamiento popular de 2019, la candidatura enfrenta hoy la oposición del actual presidente, su sucesor y ex ministro de hacienda por varios años[2]. Luis Arce fue elegido para el cargo por el mismo Evo Morales, contradiciendo la decisión de las bases del MAS, que votaron a favor del actual vicepresidente, David Choquehuanca, también ex ministro de Morales, y posible candidato. Sólo estos elementos dan cuenta de formas de construir liderazgo y poder estatal que alimentan disputas encarnizadas. La disputa por los cargos y la centralización del poder no permiten la renovación y revitalizar un partido que nació como partido-movimiento y que hoy sostiene una guerra interna, entre dos facciones: evistas y arcistas[3].

Las candidaturas de Evo, como lo fueron las de Lula, Maduro y Cristina Kirchner se ha tornado una plataforma para el crecimiento y organización de las fuerzas de oposición. El progresismo está atrapado en la disyuntiva entre el respeto y la lealtad al líder y a la dificultad de lidiar con formas personalistas de poder que empobrecen los procesos y apartan el poder de las bases sociales. Al mismo tiempo, la volatilidad política, se impone, cuando, ni las encuestas, ni la experiencia de 2019, transforman a Evo en el candidato natural, imprescindible, para mantener el poder con el progresismo, como se pensaba antes de 2016. Al mismo tiempo, el MAS aún es la principal fuerza política y recuperó apoyo popular en el gobierno de Jeanine Áñez. Si no fuese por la disputa de facciones, podría permanecer en el gobierno. Trágicamente para el MAS, sin embargo, esta lucha se encuentra en un punto de no retorno. Tanto Arce como Morales van a luchar hasta el fin para que el otro no sea candidato, y un tercero no alineado, por ahora, no aparece como posibilidad.

 

3.  Fuerzas armadas descontentas y buscando participar en las decisiones.

Influenciados por los discursos antisistema de la derecha populista, los militares se encuentran hoy ganando espacio en la política, tanto en los discursos “intervención militar”, comunes en la base del bolsonarismo, o también vestidos de demócratas y con opiniones de jerarcas castrenses en las redes sociales. Fortalece este posicionamiento la tendencia en la población a seguir discursos de mano dura en la línea de Bukele, así como el de la crítica a la “casta política”, al modo de Milei, Vox, Trump y otras derechas. Esta tendencia se encuentra con el contexto boliviano, donde los acuartelamientos y tensiones entre poder político, militares y policiales han ocurrido con cierta frecuencia. En febrero de 2003 hubo enfrentamientos con militares y policías por cuestiones gremiales y salariales; militares y policías interferirían como grupo de presión en la redacción de la nueva constitución en 2007; rechazarían actuar contra la movilización autonomista de la Media Luna en 2008; y desobedecerán también al gobierno de Morales en 2019, en rechazo a la represión contra los movilizados.

A pesar de los intentos, en los primeros años del gobierno del MAS, para reformar las fuerzas armadas, que incluso comenzaron a gritar como parte del protocolo las consignas del Che Guevara: “Patria o Muerte, Venceremos”, siempre han mantenido una tendencia a posicionarse de manera antidemocrática. En América Latina, se posicionan como un grupo de poder que obtiene beneficios presupuestarios e influencia en la gestión pública, con inserción en sectores mando político, como fue el caso de los 10 mil militares en el anterior gobierno brasileño, muchos aún en funciones. La vicepresidenta de Milei fue escogida por su proximidad al sector militar más reaccionario, negacionista del terrorismo de Estado del mismo modo que lo es Jair Bolsonaro.

 

4. La explicación geopolítica.

El intento de golpe trae nuevamente la discusión de los intereses transnacionales, por los recursos naturales y el litio, siempre presente en el imaginario de la izquierda y del nacionalismo. Es necesario aclarar, en las interpretaciones de la izquierda cuál ha sido la política del MAS en relación a este tema y también la de los Estados Unidos y otras potencias, que parecen lejos de buscar una solución mediante una acción improvisada y torpe, como fue la de Zuñiga el 24 de junio, por más antipático que les resulte el MAS, que en el pasado ya expulsó embajadores, a la DEA y a la Agencia de Cooperación y Desarrollo norteamericana, USAID.

Como en Ecuador, que en los últimos años pasó de escenarios de movilización social indígena y urbana, con un alto protagonismo de la Confederación de Nacionalidades Indígenas, a una agenda de seguridad pública y respuestas a la derecha, Bolivia hoy parece estar lejos de la época en que el cuestionamiento del orden venía de la fuerza de la comunidad andina y de los movimientos sociales. Ni la fuerza sindical de los trabajadores del campo y de la minería, ni las comunidades indígenas, que dieron lugar a la plurinacionalidad, aparecen hoy con fuerza, después de un ciclo político de casi 20 años, que se inició como un movimiento de las calles, pero se constituyó como un proyecto de Estado, con un discurso orientado a la clase media urbana, asumiendo el contexto neoliberal, y con las rentas estatales para los más pobres  a modo de programa electoral y enfocado en el estímulo del consumo.

Entonces, si el progresismo del MAS está en crisis y dividido, también es verdad que ni la Media Luna, ni la derecha tradicional o republicana tienen respuestas para la crisis y tampoco tienen un buen candidato para oponerse al MAS. La extrema derecha racista, religiosa y violenta, que apareció en Bolivia con una década de antelación en relación a países como Brasil y Argentina, tampoco está controlando la situación política. Grupos políticos representados por nombres como Tuto Quiroga, ex vicepresidente del dictador Hugo Banzer − electo en democracia− y Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz preso por los acontecimientos de 2019, representante de la línea dura de la Media Luna fracasaron en el gobierno de Jeanine Añez. Nadie apuesta mucho por las candidaturas de la derecha liberal republicana, como Carlos Mesa y Doria Medina, actores políticos desprestigiados y asociados a “la casta” tanto por el MAS como por las nuevas derechas. El empresario y pastor evangélico, de origen sud coreano, Chi Hyun Chung, que quedó tercero en 2019 y fue denominado como el Bolsonaro de Bolivia, tampoco tiene presencia ni capacidad de seducción electoral.

Nuevas y viejas modalidades de golpe en América del Sur

La izquierda latinoamericana discutió hasta el cansancio sobre los golpes de estado y el avance de la derecha en los últimos años en la región. Después de los casos del Paraguay, con Fernando Lugo, en 2012, y el de Manuel Zelaya en Honduras, en 2009. Al mismo tiempo, la democracia prevalece en toda la región, inclusive el intento de evitar la dimisión de Zúñiga se realizó con vociferaciones en defensa de la democracia, aunque esto se hiciese con tanques frente al Palacio de Gobierno.

La idea del golpe fue el marco que el PT le confirió al impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, a pesar de que el gobierno de Temer, en los hechos, no fue considerado ni tratado por el partido de Lula da Silva como una dictadura. Se trataría de un golpe, porque las pedaleadas fiscales no configuran un delito de responsabilidad, como la constitución exige en la norma relativa a destitución presidencial. Pero Dilma fue destituida del cargo por no contar con los votos para impedirlo en el Congreso Nacional, frente al avance electoral de las fuerzas opositoras, del mismo modo que Collor de Melo en 1992. Del mismo modo, Pedro Castillo sería seguramente destituido, en Perú, cuando hizo un discurso para cerrar el Congreso y convocar a una Asamblea Constituyente, lo que derivó en su detención acusado de intentar realizar un autogolpe, con el sombrío antecedente de Fujimori, también en 1992.

Dina Boluarte, la vicepresidenta que sucedió a Castillo en diciembre de 2022, no convocó a elecciones, como debería haber hecho, y se atrincheró en el poder, con el apoyo del sector conservador del parlamento, que quiso se mantuviera el mandato −corporativamente− y de las fuerzas armadas. Su gobierno es sí, de hecho, considerado dictatorial por la oposición, pero como en otros casos, es importante notar que no hubo un gobierno de reformas importantes que pudiesen explicar la caída de Castillo como una contrarrevolución, o resistencia a las reformas progresistas favorables a un pueblo movilizado o con demandas satisfechas.

La respuesta de Chávez al golpe de 2002, cuando volvió al poder, luego de un golpe de Estado efectivamente consumado y con apoyo explícito de USA, y gracias a la movilización popular y de militares leales, que lo repuso en el poder, no fue posible ni para el PT en 2016, ni para el MAS en 2019. En junio de 2024 no hubo un golpe consumado, ni fue necesaria la movilización que tanto Evo Morales, como la CUT y las juntas vecinales habían rápidamente convocado y no fue necesaria porque Luis Arce se mantuvo firme en el poder. El ejemplo de Venezuela, es importante como referencia para entender la fragilidad política que llevó a las caídas de Dilma, en 2016, y Evo, en 2019, pero mantuvo aislada los movimientos irregulares de Zúñiga.

La discusión continúa, hasta hoy, alrededor de la caída de Evo Morales en Bolivia, noviembre de 2019, y vuelve ahora con la sublevación de Zúñiga. Hubo dudas sobre la aplicabilidad del concepto de “golpe”, porque Evo Morales y Álvaro García Linera dejaban el poder, superados por las manifestaciones callejeras, de amplio espectro, contra la reelección y no solo asociadas con la derecha conservadora. En muchos sentidos, la movilización de Zúñiga se parecía más a un golpe de estado tradicional que a las recomendaciones de Kalimán para que Evo Morales renunciara. En 2019, desde la cumbre del MAS hubo un llamado a abandonar cargos y posiciones parlamentarias, que no fue atendido, pero que dejó al país sin gobierno, tal vez esperando una fuerte movilización que no se concretó.

A favor de la tesis de golpe se mencionaba justamente el hecho de que los militares recomendaran la renuncia y el retiro de la colaboración de las fuerzas armadas, que se negaban a continuar reprimiendo sin garantías que no serían responsabilizadas legalmente, como lo fueron en 2003. Hubo, sin embargo, fuerzas sociales relevantes, como la Central Obrera de Bolivia, que también apoyaron la destitución o la celebración de nuevas elecciones. También podemos hablar de golpe de estado si consideramos la formación de un gobierno ilegítimo que no convocó elecciones de inmediato. Los detalles son importantes para evitar explicaciones incompletas que aparecen desde la distancia y ven erróneamente a Evo o Dilma en una situación como la de Salvador Allende o, por el contrario, definen a Evo como un dictador.

Es importante entender las diferencias esenciales de las situaciones que derrocan, o no, un gobierno, así como el sentido político actual de la disputa entre sectores que buscan el control del Estado. ¿Cuál es el proyecto y objetivo de quien busca gobernar? ¿Son golpes que sólo disputan el poder entre grupos políticos? ¿O como décadas atrás, existe una disputa geopolítica y local entre proyectos alternativos de sociedad?

En octubre de 2019, Evo Morales, se vio obligado a abandonar el gobierno después de una elección polémica, que desafiaba el referéndum de 2016 − donde venció el voto popular contrario a la reforma de la constitución para dar lugar a la reelección indefinida− y el conteo de votos, en vivo, por televisión fue interrumpido, cuando el MAS no podía aún lograr la mayoría de diez puntos necesaria para evitar una segunda vuelta con Carlos Mesa. Esa interrupción no fue totalmente explicada, de modo que las sospechas de fraude dieron lugar a las jornadas de movilizaciones que, después de varios días de represión en las calles, mostraron la fragilidad en el control de los poderes establecidos del Estado, y la situación que escapó del control político del MAS.

La caída de Evo Morales se produce luego de que esta autoridad dejara públicamente en manos de la OEA una auditoría de las elecciones, y el organismo interamericano determinara que las mismas debían realizarse nuevamente. La destitución autodeterminada de la línea sucesoria en manos del MAS, dio paso a una toma de posesión ilegítima de la segunda vicepresidenta del Senado. Jeanine Áñez y otros dirigentes serían juzgados y detenidos cuando el MAS regresara a la presidencia con Luis Arce, en 2020.

La diferencia con la confusa tentativa de golpe o sublevación de Zúñiga está dada por la presencia de una fuerte movilización ciudadana en las calles, en 2019, que no existió el 24 de junio. Otros poderes, instituciones, gobiernos, inclinaron la cancha contra Evo Morales en 2019 y no entraron en acción con Zúñiga. Si bien aún está en discusión como participaron en 2019 y seguramente se exagere sobre ese papel, podemos decir dos cosas sobre su ausencia en 2014: por un lado la democracia en Bolivia mostró fortaleza; por otro, mostró debilidad. Basta que una movilización social, del transporte, instituciones (pensemos en la iglesia y fuerzas de seguridad) se alinean contra un gobierno para que este caiga, incluso contando -como el MAS en Bolivia- con mayoría parlamentaria.

Zúñiga fue un militar vinculado al gobierno y asiduo de movimientos sociales, que estuvo lejos de poder convocar a un levantamiento popular. Entre 2019 y 2024 existe la diferencia entre soldados que van con tanques a ocupar la sede del gobierno y soldados que deciden no usar sus armas, solidarizándose con la población contra el gobierno. El debate latinoamericano se ha volcado sobre explicaciones formalistas, sobre la caracterización de un golpe de estado, cuando lo que importa, más allá de las modalidades, es la fuerza política de un bando y del otro, el apoyo de un gobierno o un motín o rebelión golpista.

No sorprende que los militares no simpaticen con los gobiernos progresistas, cuyos orígenes son la izquierda o los movimientos sociales. Mucho dinero en bonos se destinó a los militares en los primeros gobiernos de Evo, para comprar disciplina y obediencia. Por lo tanto, la falta de colaboración, tras semanas de movilizaciones, no puede señalarse como un factor decisivo que un gobierno del MAS no estaba preparado para afrontar. La recomendación de dimisión fue sólo un elemento más para definir la caída de un Gobierno que había perdido la fuerza política real que le permitiera controlar, como en otros momentos, la situación desestabilizadora. En este sentido se cruzan los dos procesos de 2019 y 2024: las fuerzas armadas otorgándole el derecho de intervenir políticamente en las decisiones del país.

Para el gobierno del MAS, altamente atacado, desde la llegada al Palacio, lo que siempre fue determinante, para controlar la situación, fue la fuerza del voto. Es lo que sostuvo a Evo Morales en 2008, cuando obtuvo el 67,4% de aprobación, en un referéndum revocatorio, y lo que sustenta a Arce hoy, pero llevaron al derrocamiento del presidente y vicepresidente en 2019.

Las particularidades de estas coyunturas, de gobiernos depuestos en la región, llevaron a que la izquierda latinoamericana hable de una “nueva modalidad de golpe”. La situación política interna, las condiciones internacionales y también la dinámica de los acontecimientos han sido muy diferentes a las situaciones guardadas en la memoria política de la reciente historia latinoamericana, con golpes militares apoyados por la CIA seguidos de detenciones políticas, censura, exilio, muerte de militantes opositores al régimen, y que hoy los adolescentes estudian en la escuela.

Siguiendo el guión de la toma del capitolio por los seguidores de Trump, cuando éste perdió las elecciones, los seguidores de Bolsonaro dieron un paso más en relación a golpes políticos, suaves o de “nueva modalidad”, con elementos de las “viejas modalidades” golpistas. Los movimientos fuera de la institucionalidad aparecen hoy como una posibilidad en el repertorio político táctico de la derecha, pero siguen no siendo ni centrales ni necesarios en términos del poder geopolítico de las derechas que, son capaces de imponerse mediante el voto y también imponer sus intereses ante gobiernos de cualquier signo político. El movimiento que no reconoció la victoria de Lula el 8 de enero de 2023, de hecho, ocupó sedes de los tres poderes del Estado en Brasilia, con imágenes asociadas a la tradicional idea de golpe de estado, pero sin poder avanzar en el camino de imponerse sobre el poder real, derivado de las elecciones de 2022.

En el mismo sentido debe entenderse el intento de golpe o levantamiento de Zúñiga, el 26 de junio en La Paz. El intento quedó aislado sin apoyo. A diferencia de otras situaciones, esta vez hubo tanques militares rodeando el poder político y un jefe del ejército amenazando con tomar la Casa Grande del Pueblo. Sin embargo, como en Brasil, el poder político estaba protegido. Las críticas de Estados Unidos, o de gobiernos de derecha de la región, fueron tímidas, pero eso no quiere decir que esa sea la táctica utilizada para garantizar contratos a empresas extranjeras o recuperar poder para gobiernos afines. Si ese fuera el caso, Nicolás Maduro, enfrentado fuertemente a los Estados Unidos más que cualquier otro gobierno, con fuerte oposición y crisis económica, ya no sería presidente de Venezuela.

Más allá de la psicología y la desesperación de Zúñiga, y de las especulaciones sobre elementos operando en una coyuntura política, podemos decir que la derecha movilizada por las redes sociales, los militares que se acercan al poder político y los discursos populistas de derecha que desautorizan las instituciones en el contexto de una crisis política real, son parte de un fenómeno político identificable en toda la región latinoamericana. La derecha de  la Media Luna, Milei o Bolsonaro, no son una derecha republicana ni legalista. A pesar de declararse democrática, tiene objetivos políticos que utilizan las instituciones de manera instrumental y coyuntural, como también quiso hacerlo la izquierda, en algunos momentos de la historia. Como fuerzas insurgentes, las derechas hoy son fuerzas institucionales, aliadas al establishment político y que no apuntan a la movilización como estrategia política. En los márgenes o desde adentro de estos movimientos, sin embargo, hay repertorios que nos remiten a las dictaduras y ciertamente continuarán apareciendo en el escenario político.

Podemos hablar de una crisis de la república y de derechas que se rebelan, en las redes sociales o contra la institucionalidad, buscando formas de romper con el orden que, hoy, representa el progresismo. El MAS, como fuerza política dominante, ya movilizó elementos antirrepublicanos presentes en la política boliviana, por ejemplo, con la creación del Estado Plurinacional, en la constitución que, según declara en el preámbulo, busca la superación de la forma republicana y que, en los primeros años del gobierno de Evo Morales, representaba un voto a favor del cambio y en contra del orden.

El gobierno de Luis Arce no tiene la fuerza de la irrupción del MAS en 2005, aunque sea heredero de esa movilización, y siempre ha cultivado la imagen de un técnico responsable, un trabajador bancario que mantenía la economía en orden. Esto fue suficiente para mantener el poder, aun cuando fue cuestionado por Evo Morales y con el descontento de la población en general. Tenemos, al final, veinte años de construcción de poder institucional que requieren más que una corriente de opinión defendida por los tanques de un general desconocido para la mayoría. La pregunta sigue siendo si en 2025 el MAS será con Arce, el voto en defensa de la democracia y el orden, o si ante la eventual habilitación de Evo Morales podrá representar un voto antisistema y de cambio, aún, frente a una derecha que pueda rearticular el discurso ensayado por Zúñiga, ganando un espacio político actualmente inexistente.

Zúñiga, al final, no representó ninguna fuerza más allá de sí mismo, a pesar de su discurso anti-evista y del alto cargo que aún podía intentar ostentar. Hubo, como siempre, muchas llamadas telefónicas e incluso se habló de un plan de intervención elaborado por la inteligencia militar, como también la hubo en Brasil en enero de 2023. Pero Zúñiga actuó sin estrategia y coordinación, fuera de tiempo, apresurado por la inminente destitución, individualmente, junto a unos cientos de soldados que le obedecieron directamente pero que no dispararon ni avanzaron contra el gobierno de Arce.

La desesperación de Zúñiga

Sectores favorables a Luis Arce resaltaron que este enfrento cara a cara el intento de golpe de Estado del general Zúñiga, en medio del levantamiento, mientras que Evo Morales y García Linera abandonaron el país en 2019. La comparación es injusta, porque en 2024 no había el nivel de conflicto y violencia política de 2019. No hubo ninguna amenaza a la vida de Arce, sobre todo porque políticamente no es en él en quien el MAS y el gobierno se apoya. Como Alberto Fernández en relación con Cristina Kirchner, es esta fragilidad la que también alimenta la disputa interna que busca el retorno de Evo a la presidencia. Lo que sale a la luz es la rivalidad entre el presidente y el líder histórico del partido detrás de la crisis. Hubo declaraciones de Zúñiga en televisión el 24 de junio amenazando con una intervención militar si Morales era elegido, lo que motivó el pedido de Luis Arce a la renuncia del comandante, provocando el intento de rebelión.

Meses atrás, Evo Morales había denunciado operaciones de inteligencia relacionadas con el grupo Pachajcho, organizado desde el comando del ejército de Zúñiga. Morales advirtió que podrían aparecer pruebas en su contra y que podría ser eliminado físicamente. En un contexto de guerra fría con Arce, las declaraciones responsabilizaron indirectamente al actual presidente, que consideraba a Zúñiga un soldado leal, y lo había mantenido en el cargo durante la última renovación del mando de las Fuerzas Armadas. Las declaraciones contra Evo de Zúñiga en la televisión, habían conducido, efectivamente, a la decisión de su destitución por parte de Arce, quien claramente no tenía ningún interés en escalar de esta manera el conflicto con Morales, prefiriendo buscar descalificar a Evo Morales a través de congresos partidarios, justicia electoral u otros medios políticos, fortalecido por la idea de que mide mejor que el líder histórico en las encuestas.

La inminente destitución que, planeó el gobierno, puede leerse como una victoria de Evo Morales y también una muestra de civilización no fratricida por parte de Arce. Quizás, de hecho, las operaciones contra Morales, en el Chapare, avanzaban por un camino que el gobierno del MAS no aprobaría ni autorizaría internamente, ni consideraba que los beneficiara. Esto nos lleva a pensar en el desenlace y la reacción de Zúñiga, ligada a especulaciones sobre el papel de las operaciones de inteligencia utilizadas en política. En este lugar hay que leer la reacción final de impotencia, con movimientos que no tienen claro si estaban en contra de la posible candidatura de Evo Morales, aún no confirmada, o también iban dirigidos contra Arce, esperando el apoyo de la población y sectores militares que no llegaron.

El día 26, en Plaza Murillo, Zúñiga pronunció un discurso contra la clase política pidiendo la liberación de los “presos políticos” de 2019, mencionando a los militares que se encuentran en prisión, Jeanine Áñez y Fernando Camacho. En medio del levantamiento, dijo en un momento que sólo buscaba el reemplazo de algunos ministros, aparentemente tratando de salvar a Arce quien, de hecho, no parecía ser el objetivo de toda la operación. Sin embargo, dijo a la prensa en el lugar, que entraría y ocuparía el Palacio. Con el intento golpista fracasado, acusó al propio Arce de planear un autogolpe, idea luego reproducida por sectores evistas y también por voces de la extrema derecha latinoamericana, adepta, como es sabido, a las versiones conspirativas[4].

Si la fuerza del gobierno de Arce aparece en el resultado de un intento de golpe incompleto, también es la fuerza de Evo Morales la que aparece detrás de los acontecimientos. Si el plan de Zúñiga parece preocupantemente posible en la América Latina actual, la falta de reacciones favorables es tranquilizadora. Incluso Jeanine Áñez y Fernando Camacho han criticado el movimiento de Zúñiga desde la prisión. La fuerza del MAS, además de Arce y Evo Morales, todavía parece controlar una situación de caos institucional y descontento que permitió el exabrupto de Zúñiga. Podemos decir que después de este episodio y de la presidencia de Jeanine Áñez, será necesario otro tipo de enfoque para superar la fuerza del MAS, todavía considerado la principal fuerza política del país, de manera más contundente que los partidos que apoyan a los gobiernos progresistas de Chile, Brasil y también que el kirchnerismo.

El golpe por el litio boliviano

La versión de que venían por el litio de Bolivia no tardó en aparecer en el imaginario político de la izquierda latinoamericana, que escuchó a la generala Laura Richardson, jefa del comando sur del ejército norteamericano, decir en grupos de WhatsApp que América Latina es importante por su petróleo, el litio y el agua dulce que puede proporcionar.

También está el tuit de Elon Musk, posteriormente borrado, donde daba a entender que los gobiernos podrían ser derrocados cuando fuera necesario, en respuesta a alguien que acusaba a Estados Unidos de dar un golpe de estado contra Evo Morales para obtener litio para Musk. En el inconsciente colectivo latinoamericano quedó la idea, que hoy es rumiada, con el levantamiento de Zúñiga, de que a Evo lo derrocaron para que Estados Unidos tuviera el litio boliviano. Pero en la política boliviana el orden de los factores no es ese.

Es un hecho que la historia de las venas abiertas de América Latina es la de los poderes políticos locales bailando al son de los intereses de explotación, y comerciales, de los poderosos países del norte. En uno de los capítulos del libro de Eduardo Galeano, que Hugo Chávez regaló en su día a Barack Obama, el escritor uruguayo narra los detalles de cómo Estados Unidos garantizó el suministro de hierro barato al país del norte, obteniendo el 49% de la empresa estatal Companhia Vale do Rio Doce, para los capitales estadounidenses, en una trama que se vincula con el golpe de Estado de 1964 en Brasil.

Pero este imaginario, que emerge inmediatamente ante cualquier situación interpretada como un golpe de Estado, necesita adaptarse a la realidad de los actuales gobiernos progresistas que no interfieren en los negocios de las empresas capitalistas extranjeras. Dilma Rousseff entregó todo lo solicitado por los sectores políticos que luego la derrocarían, incluidos los derechos laborales y las concesiones de explotación petrolera, mientras el propio poder político se debilitaba. Asimismo, Evo Morales no tuvo una política contra la explotación del litio por parte de empresas privadas, lo que puede ayudar a eliminar esta interpretación sobre las motivaciones para derrocar al MAS, ahora o en 2019.

Es cierto que la disputa por las materias primas bolivianas hoy puede involucrar intereses chinos, en disputa, con empresas norteamericanas, rusas, indias y europeas occidentales. También es importante recordar que una de las medidas más importantes del primer gobierno de Evo Morales, en 2006, fue aumentar los impuestos a las empresas productoras de hidrocarburos, en el decreto denominado nacionalización, que, sin embargo, permitió a las empresas continuar funcionando, nacionalizando sólo la distribución. Estos impuestos ya habían aumentado de, algo así como, el 30% al 51% en 2005, durante la presidencia de Carlos Mesa, quien asumió después de la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada, y con Evo llegaron al 81%. El movimiento que llevó a Evo Morales al gobierno fue una revuelta popular, en 2003, contra Sánchez de Lozada, cuando intentó exportar gas boliviano a Estados Unidos.

Pero hoy, a diferencia de otros líderes latinoamericanos, como Petro en Colombia, ningún dirigente del MAS cuestiona el modelo extractivista con inversión de empresas extranjeras. Esto no significa que el mundo empresarial no interfiera en la política interna y en la diplomacia, y que eventualmente pueden alinearse con la oposición al MAS. Pero Evo Morales no enfrentó los intereses de los grupos de poder, especialmente después de poner fin a la disputa con la oposición de la Media Luna y aprobar la Constitución en 2009, cediendo en casi todos los puntos que podrían generar conflictos e inestabilidad, como las concesiones mineras, la reforma agraria y, también la reelección, que se limitaba a un mandato sucesivo.

Así como la US Steel poseía en 1964 el 49% de las acciones de Vale y el acceso al yacimiento de hierro en la Serra dos Carajás do Pará, argumentando que Brasil no tenía capital para hacerlo, Evo Morales firmó en 2019 un contrato con una empresa alemana que se llevaría el 49% de la producción boliviana de litio[5]. La resistencia del pueblo potosino contra la firma de este contrato acabo consiguiendo revertir la decisión y fue parte importante en el nacimiento del caldo social de organizaciones que se movilizaran contra la reelección de Evo Morales y García Linera.

Lo más importante para entender la crisis actual de Bolivia, parece estar relacionada con el fin de los buenos tiempos que trajo al Estado boliviano la aparición de reservas de gas a principios de los años 2000, lo que unido a los altos precios y las ventas garantizadas, vía gasoducto, a los países vecinos, garantizaban una cierta bonanza de algunos años, en un Estado que poco antes sólo cerró sus cuentas con la ayuda de la cooperación internacional. En cualquier caso, aunque la nueva promesa son las reservas de litio, esto no está en juego en la actual crisis política[6].

La Crisis Política que Continúa Abierta

En 2019, la fuerza del movimiento contra la reelección de Evo, logró derrocar al presidente. En 2024, el discurso de un militar que intentaba sumarse a este mismo movimiento no fue suficiente para dar un golpe de Estado. Es difícil imaginar otro resultado, cuando aún no se ha confirmado la candidatura de Evo Morales para las elecciones que tendrán lugar en agosto de 2025. Nadie hace un movimiento armado preventivo contra una candidatura, no confirmada, y con más de un año de antelación, arriesgándose a una detención que, los militares de alto rango, en diferentes crisis la historia reciente de Bolivia muestra que no logran evitar.

Con una justicia débil y fácilmente manipulable por los sucesivos gobiernos, la candidatura de Evo Morales fue autorizada en 2015, a pesar de la prohibición expresa en la constitución, con el argumento de que era un derecho humano de Evo Morales poder postularse. Del mismo modo, una sentencia del Tribunal Constitucional interpreta ahora que no se permiten dos mandatos sucesivos, sino dos mandatos en cualquier momento, dejando al expresidente en una virtual situación de inhabilitación.

Por eso es más plausible pensar que el General Zúñiga intentó revertir su suerte lanzando una carta con pocas posibilidades de prosperar, como una salida desesperada en un contexto de crisis y sin apoyo internacional, ni plan para que nadie se quede con el litio mediante ese camino. Para los intereses reales del capitalismo y la geopolítica del suministro de energía, es necesaria una solución estable, que hoy no requiere recurrir al ejército, ni derrocar gobiernos, pero que sólo un golpe de Estado podría proporcionar en los años 60 o 70, cuando los ejemplos de Cuba, Allende e incluso los gobiernos nacionalistas burgueses amenazaron los intereses capitalistas y el control político de la región.

Al mismo tiempo vemos que hoy la democracia es fuerte y no está en riesgo, precisamente porque es débil. Respecto a esto, más allá de la fuerza de una respuesta en el Twitter de Elon Musk, de las fuerzas de derecha e izquierda que se organizan con mensajes en WhatsApp, y que también se manipula la justicia para que alguien sea candidato o no, la fuerza está en el sistema capitalista, en el modelo extractivo e intereses que ningún gobierno cuestiona.

La insubordinación de Zúñiga no demuestra la posibilidad de un gobierno militar, ni la fuerza de los intereses capitalistas sobre los recursos naturales bolivianos. Pero sí da cuenta de una crisis política, en la que ni la derecha republicana liberal, ni la derecha conservadora de la Media Luna, ni el MAS parecen tener las herramientas para solucionarla. Es natural que los acontecimientos del 26 de junio remonten a la época de las dictaduras, porque el discurso político de la extrema derecha prepara a la población para ello, pero también es común ver los intentos desestabilizadores hundirse, no siendo necesarias para las bases del poder actual estas intervenciones más allá de la disputa entre sectores y grupos políticos por el control del gobierno y el acceso a los recursos estatales.

El movimiento Zúñiga es parte de una crisis política sin fin, donde el progresismo y la derecha se turnan en disputas de gobierno que no modifican la estructura del poder. Aunque el negocio de la minería maneja siempre un alto nivel de violencia e ilegalidad, para el capitalismo de Elon Musk, Biden y las grandes empresas mineras, invitadas a invertir en la región, un contrato aprobado en un gobierno que caería rápidamente o enfrentaría una movilización popular sin ningún apoyo no sirve. Por eso también no hubo una fuerza internacional que garantizara estabilidad política y fortaleza económica a Jeanine Áñez, ahora en la prisión, donde pronto también estarán Zúñiga y los pocos que lo siguieron.

La incertidumbre en torno a las elecciones de 2025 también podría generar situaciones de tensión política. No sabemos quién encabezará el próximo gobierno, pero sí sabemos que el litio será explotado sin importar el impacto ambiental, ni el sector político que lo autorice. La democracia es suficiente para un modelo de desarrollo y de negocios que funcione de manera estable más allá de los señores de la guerra, los golpes militares, las crisis económicas y la inestabilidad gubernamental.

NOTAS:

[1]Según Zúñiga el domingo 24 de junio: “El presidente me dijo: la situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para levantar mi popularidad. ‘¿Sacamos los blindados?’ – ‘Sacá’, Luis Arce habría dicho como respuesta.

[2]https://desinformemonos.org/sentidos-de-la-eleccion-boliviana/

[3]https://nuso.org/articulo/307-evistas-versus-arcistas/

[4]https://x.com/i/web/status/1808110552624832630

https://www.bbc.com/mundo/articles/c4ngxn45y0yo

[5]https://passapalavra.info/2019/11/129004/

[6]https://nuso.org/articulo/las-arcenomics-no-escapan-a-la-maldicion-de-los-recursos-naturales/

*Salvador Schavelzon, Profesor del PROLAM (USP) e UNIFESP-Osasco.

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton