«Los sirios celebran que en Ucrania se mate a generales rusos implicados en crímenes de guerra en Siria”

por Mariia Shynkarenko

Entrevista con Leila Al-Shami

 

Para la gran mayoría de los ucranianos, Siria antes de 2011 probablemente era solo otro país árabe, pero después de que comenzó la guerra, pasó a simbolizar el curso de acción que no queremos que se repita en Ucrania. ¿Qué distingue al régimen de Assad de regímenes similares en el norte de África?

A lo largo de su historia, la respuesta del régimen de Assad a cualquier tipo de disidencia ha sido siempre la represión violenta. En la década de 1970, hubo un movimiento contra el régimen de Hafez Al Assad (el padre del actual presidente). Lo que en un principio comenzó como un movimiento diverso, acabó concentrándose en la ciudad de Hama y liderado por los Hermanos Musulmanes. La respuesta del régimen fue enviar la fuerza aérea y destruir completamente la ciudad. Entre 20.000 y 40.000 civiles fueron asesinados y miles más desaparecieron en las cárceles del régimen.

Cuando estalló la revolución contra el régimen en 2011, muchos sirios eran optimistas y pensaban que Bashar Al Assad traería reformas. Llevaba una década en el poder y muchos creían que era fundamentalmente diferente de su padre; que era un modernizador más abierto. Cuando llegó al poder habló mucho de la necesidad de reformas, aunque se centró principalmente en reformas económicas más que políticas. Al final, respondió a las demandas del pueblo de la única manera que este régimen conoce: aterrorizándolos para que se sometieran.

Habiendo trabajado en el campo de los derechos humanos en Siria –con prisioneros políticos, durante la primera década de Bashar en el poder–, esperaba que la respuesta a la revolución que comenzó en 2011 fuera la represión. Aunque no esperaba la magnitud del horror que se desató, tampoco era optimista en cuanto a que Assad dimitiera rápidamente, como vimos hacer a los dictadores en Túnez y Egipto.

En Egipto, el régimen militar estaba en el poder, y su rostro era Mubarak. Así que les resultó fácil sacrificar a Mubarak y mantener a los militares en el poder. En Túnez fue similar y pudieron sacrificar a Ben Ali: hubo una transición a la democracia, pero la antigua clase dirigente estaba esperando para volver. En Siria es un poco diferente. En Siria, la cabeza del régimen es el régimen. El poder está muy concentrado en manos de la familia Assad. Además, el régimen jugó la carta sectaria –es de la secta minoritaria alauita–, por lo que logró mantener el apoyo de muchas minorías contra la oposición predominantemente sunita contra la que estaba dispuesto a llevar a cabo una violencia genocida. Además, el régimen contó con el apoyo de Rusia e Irán, que intervinieron para protegerlo.

¿El apoyo ruso jugó un papel importante para ayudar a Assad en el momento más difícil para él?

Tanto Rusia como Irán intervinieron para apoyar al régimen en momentos en que estaba cerca del colapso y parecía que la revolución podría triunfar. Irán ha brindado a Siria un apoyo financiero y económico masivo y ha enviado muchas milicias a luchar en Siria, lo que le dio al conflicto una dimensión sectaria, ya que las milicias chiítas apoyadas por Irán luchaban contra la mayoría sunita siria. E Irán intervino directamente en 2013, lo que permitió al régimen hacer avances significativos contra la oposición.

Rusia proporcionó aviones y bombas y brinda apoyo político al régimen en foros internacionales. Y Rusia intervino militarmente directamente en 2015 y ha bombardeado muchas partes del país.

Si Rusia e Irán no hubieran intervenido, Assad se habría visto obligado a abandonar el poder hace mucho tiempo. Es el apoyo extranjero y las bombas extranjeras lo que mantiene al régimen en el poder, en contra de los deseos de la gran mayoría de la población siria.

Cuando leí su libro Burning Country: Syrians in Revolution and War, no podía creer que una tragedia así pudiera ocurrir a semejante escala. Al ver los horrores que se desarrollan en Ucrania, las atrocidades que enfrentan los sirios se vuelven más tangibles para nosotros, por lo que realmente empatizo con el pueblo de Siria.

Sí, es devastador. Es aún más difícil porque este horror comenzó desde una posición de gran esperanza y fe en la revolución. La revolución tuvo tantos éxitos. Vimos, en todo el país, a la gente autoorganizarse para administrar sus asuntos diarios, creando Consejos Locales independientes y eligiendo a sus miembros: su primera experiencia de democracia en décadas. La gente dirigió escuelas, instalaciones de agua y saneamiento, hospitales. Crearon periódicos y estaciones de radio independientes. Se establecieron muchos centros de mujeres para alentar a las mujeres a desempeñar un papel activo en la revolución y la vida comunitaria. Nada de esto fue posible bajo el totalitarismo de Assad, donde se restringió toda la sociedad civil. Esta fue siempre la mayor amenaza para el régimen –porque demostraba que era posible una alternativa democrática– y por eso fue tan salvajemente reprimida.

¿Podrías hablarnos un poco sobre la política internacional del régimen sirio antes de 2011? ¿Cómo eran las relaciones con la URSS durante la Guerra Fría? ¿Cómo afectó esto al régimen?

Siria mantuvo una relación estrecha con la URSS durante la Guerra Fría, a pesar de que el régimen sirio reprimía brutalmente a los comunistas. La URSS patrocinó a Hafez Al Assad, mientras establecía relaciones para ampliar su esfera de influencia en oposición a las potencias occidentales. Proveyó armas, entrenamiento e inteligencia al ejército sirio. Muchos sirios viajaron a la URSS para estudiar durante este período.

La URSS utilizó este tipo de intercambio cultural como una táctica para adoctrinar a los ciudadanos de los países aliados con su ideología. Recientemente, hablé con activistas de África Occidental y compartieron historias similares sobre el apoyo de la URSS a los africanos para que estudiaran allí. Algunos de esta generación de africanos ahora apoyan las intervenciones de Putin en África, viéndola como un baluarte contra el imperialismo occidental/francés, por lo que esta táctica funcionó.

Cuando la Unión Soviética colapsó, Hafez Al Assad se apresuró a orientarse hacia los Estados del Golfo y comenzó a implementar reformas neoliberales para abrir el país a los inversores del Golfo. Pero las relaciones con Rusia se mantuvieron y cuando Putin llegó al poder quiso reactivar las relaciones con Oriente Medio, considerándolo una región útil en la lucha geopolítica de Rusia contra Occidente.

No creo que Rusia vea ninguna afinidad ideológica con el régimen sirio y no lo percibe como un socio importante. Creo que el apoyo de Rusia a Assad se ha utilizado como una forma de contrarrestar la influencia occidental y, en el caso de Siria, Rusia es ahora más influyente que las potencias occidentales.

También me preguntaba si Rusia aprovecha las oportunidades educativas que ofrece el Sur global para propagar sus ideas. Uno de mis médicos aquí en Viena es sirio y acepta pacientes ucranianos en particular porque habla ruso. Tuvimos una conversación política y me dijo que era de Siria, así que intercambiamos nuestras muestras de solidaridad. Pero lo primero que me resultó interesante fue que se fue a estudiar a Rusia, donde aprendió ruso. Y su país sufrió la intervención y los bombardeos rusos. Por lo tanto, me pregunto cómo ven los sirios a Rusia ahora.

La respuesta a esta pregunta depende de a qué sirios se le pregunte. Porque los sirios que están afiliados al régimen verán a Rusia como un aliado, aunque incluso dentro de ese grupo existe preocupación por la influencia externa ahora, ya sea de Rusia o de Irán.

Pero para el resto de nosotros, la mayoría, Rusia es una potencia imperialista. Ha intervenido para apoyar a una dictadura fascista para llevar a cabo un genocidio contra el pueblo sirio. El bombardeo aéreo ruso ha destruido grandes partes del país y ha apuntado específicamente a la infraestructura civil, como hospitales, en áreas controladas por la oposición. Rusia ha sido recompensada por su apoyo con lucrativos contratos de petróleo y gas. La empresa rusa Stroytransgaz, propiedad de un oligarca vinculado al Kremlin, ha recibido el 70 por ciento de todos los ingresos de la producción de fosfatos durante los próximos cincuenta años. Siria tiene una de las mayores reservas de fosfatos del mundo. Se han establecido bases militares rusas y ahora se «celebran» las fiestas nacionales rusas en Siria.

El apoyo que Rusia da al régimen no es sólo militar, sino también político. Por ejemplo, en el escenario internacional, Rusia desempeña en Siria el mismo papel que Estados Unidos desempeña en Israel. Todas las mociones que se presentan ante el Consejo de Seguridad o ante los organismos de la ONU son siempre vetadas por Rusia. Rusia otorga esa protección política para impedir cualquier medio de rendición de cuentas internacional o para avanzar con un acuerdo de paz que no se ajuste a los términos del régimen. Rusia ha sido muy activa en sus intentos de conseguir “acuerdos de paz”, pero en realidad no son acuerdos de paz. Están tratando de obligar a los sirios a capitular ante los términos del régimen.

Usted ha mencionado que hay diferentes sirios y personas con diferentes opiniones. Y hoy en día Siria se asocia en gran medida con el yihadismo y la lucha sectaria de todos contra todos. Pero la revolución siria comenzó como una protesta democrática masiva que en realidad unió a ciudadanos de diferentes orígenes étnicos y confesiones.

Entonces, ¿cuánto de la actual fragmentación y sectarismo de la lucha se debe a las políticas del régimen de “dividir y vencer”, a los yihadistas y a la incapacidad de la oposición democrática para realmente trascender los prejuicios y las mezquinas ambiciones de una solidaridad más amplia?

Para que quede claro la estructura del régimen: la familia Assad proviene de la secta alauita, que es una minoría en Siria. La mayoría de la población es musulmana sunita, pero también hay chiítas, cristianos, drusos y otros. Cuando comenzó el levantamiento, era un movimiento muy diverso. Incluía a hombres y mujeres de todos los estratos sociales, de todos los grupos religiosos y étnicos. Hubo muchos intentos de no caer en el sectarismo. En las protestas, la gente llamaba a la unidad entre todos los sirios, sostenía carteles y pancartas que hacían llamamientos a las comunidades minoritarias, etc.

Por supuesto, un movimiento democrático fuerte y no sectario era la mayor amenaza para el régimen de Assad porque podía ganar apoyo internacional. Así que el régimen de Assad tuvo que sectarizar e islamizar el conflicto. Y lo hizo muy deliberadamente, una ingeniería sectaria, por así decirlo. Por ejemplo, en 2011-2012, cuando el régimen estaba deteniendo a todos esos manifestantes pacíficos en favor de la democracia, liberó a muchos extremistas islámicos de la prisión. Y muchos de los liberados pasaron a encabezar algunas de las brigadas más radicales que existían. Por ejemplo, Hassan Aboud, uno de los fundadores de Ahrar al-Sham, fue liberado, y Zahran Alloush, el ex líder de Jaysh al-Islam, así como personas que se convirtieron en figuras importantes de Jabhat al-Nusra, que era la filial de Al-Qaeda, y también de ISIS.

La razón por la que el régimen hizo esto fue para enviar un mensaje tanto a una audiencia externa como a una interna. Externamente, quería decir: mira, esto es parte de la guerra contra el terrorismo, estamos luchando contra extremistas islámicos, puede que yo no te guste, pero estos tipos con barba son diez veces peores. En el plano interno, se enviaba un mensaje a los grupos minoritarios, a la comunidad alauita, a los grupos cristianos: se decía de nuevo que tal vez no les gustara, pero la alternativa es peor y que si estos extremistas islámicos llegan al poder, las minorías no estarán seguras.

Así que fue una táctica que funcionó tanto en el plano interno como en el internacional. El régimen también creó conflictos sectarios enviando bandas armadas de grupos alauitas conocidos como Shabiha a las comunidades sunitas para que llevaran a cabo masacres. La idea era provocar una respuesta y conseguir que las comunidades sunitas fueran a las comunidades alauitas y chiítas y también cometieran masacres. Y en ocasiones eso funcionó, hubo represalias.

Pero exactamente como usted dice, es una política de “dividir y gobernar”. Y lamentablemente, hoy en día hay muchos grupos minoritarios que no necesariamente apoyarían al régimen, pero se sienten más seguros estando del lado del régimen que del lado de la oposición. Y con el tiempo, especialmente debido a la intervención de Irán, el conflicto se ha vuelto cada vez más sectario.

¿Cómo afectó la militarización a la revolución? ¿Había alternativas?

En primer lugar, creo que es importante reconocer que la militarización era inevitable. El régimen utilizó la violencia masiva contra quienes se oponían a él y la gente tuvo que defenderse a sí misma y a sus comunidades. Se convirtió en una lucha por la supervivencia. Los métodos pacíficos de lucha son inadecuados cuando un régimen está dispuesto a utilizar tácticas de exterminio contra una población civil.

Pero la militarización trae consigo toda una serie de problemas. Margina a los activistas civiles, a quienes trabajan en sus comunidades, que son la columna vertebral de la revolución. Da poder a los señores de la guerra y a los grupos autoritarios y permite que las potencias extranjeras (que proporcionan armas) influyan en el movimiento, siempre de una manera que sirva a sus intereses, no a los intereses de los revolucionarios.

Siempre hubo una alternativa: brindar apoyo a la oposición democrática, a quienes estaban construyendo alternativas al régimen en sus comunidades, incluso bajo bombardeos salvajes. Si estas personas hubieran recibido la solidaridad que merecían, el aspecto militar no se habría vuelto tan dominante y la resistencia civil habría tenido más fuerza.

¿Cuál es el papel de la izquierda en la revolución siria? Sé que hay muchas voces destacadas, como Yassin al-Haj Saleh, Riyad al-Turk y Omar Aziz. ¿Qué puede decirnos de la izquierda?

En Siria no había una izquierda grande, independiente y organizada por dos razones. En primer lugar, el régimen de Assad reprimía a todos los izquierdistas independientes, que acababan en prisión o huían del país. El régimen luego cooptó a un gran sector de la izquierda tradicional, el Partido Comunista Sirio, que más tarde se unió al gobierno en el Frente Progresista Nacional. Se trata de una coalición de diferentes partidos, pero en general es sólo una imagen sin participación real en ella: todo está controlado por el Partido Baaz y el presidente. En segundo lugar, la estructura de la economía siria fue un factor en la ausencia de sindicatos y la formación de una cultura y una política de clase trabajadora, ya que la mayoría de los lugares de trabajo son pequeñas empresas familiares.

Así que realmente no había una base de izquierda fuerte, independiente y organizada desde la que empezar, aparte del partido de Riad Al-Turk, que se escindió del Partido Comunista Sirio, y algunos otros partidos más pequeños y kurdos que fueron perseguidos. Cuando se produjo la revolución, muchos jóvenes izquierdistas que formaban parte del Partido Comunista Sirio abandonaron el partido y se unieron a la revolución. Fueron muy francos al afirmar que sus supuestos camaradas de izquierda (tanto en Siria como a nivel internacional) traicionaron a los sirios y la lucha del pueblo. Hay una serie de grupos independientes más pequeños y luego individuos influyentes como el escritor e intelectual Yassin Al Haj Saleh y Omar Aziz, quien fue el ideólogo detrás de la idea de los Consejos Locales que se establecieron para autogobernar el territorio controlado por la oposición. Omar Aziz terminó siendo arrestado y murió en prisión, y Yassin Al Haj Saleh huyó del país y ahora vive en el exilio.

¿Cree usted que esta situación de la izquierda desorganizada en Siria podría ser la razón de la falta de solidaridad y apoyo a la revolución siria por parte de la izquierda estadounidense y europea?

Podría ser un factor, pero la ignorancia también lo es. Por ejemplo, hace unos años, sindicalistas e “izquierdistas” de todo el mundo viajaron en misión de solidaridad a Siria en apoyo del régimen. ¡Parecen ignorar por completo que los izquierdistas independientes están reprimidos y que los sindicatos independientes no existen!

La izquierda occidental en su conjunto no ha apoyado a los sirios en su lucha por la libertad. En parte, esto se debe al problema del “campismo” que se ha vuelto dominante en el pensamiento de izquierda. Estos llamados “antiimperialistas” creen que las únicas potencias imperialistas son Estados Unidos y Occidente, no ven que existen otros imperialismos, como Rusia e Irán. Por lo tanto, han apoyado al régimen, viéndolo, incorrectamente, como un baluarte contra el imperialismo occidental. No escucharon las voces sirias sobre el terreno y difundieron todo tipo de desinformación sobre lo que estaba sucediendo, negando incluso que el régimen llevara a cabo masacres químicas y absolviéndolo de toda responsabilidad.

Suena muy familiar en el contexto ucraniano.

Los partidarios de la revolución siria también suelen expresar su solidaridad con los palestinos y usted también firmó una carta en apoyo de Gaza. ¿Cuál es la relación entre los partidarios de una Siria democrática y los palestinos, especialmente teniendo en cuenta que una parte de la izquierda palestina participa en el campismo?

Desde el 7 de octubre, hemos visto muchos intentos de los sirios de acercarse a los palestinos y mostrar solidaridad. No sólo declaraciones, sino también en las habituales manifestaciones de los viernes contra el régimen, la gente lleva banderas palestinas y ha decorado las paredes con murales en apoyo a Palestina. En la ciudad de Idlib, han rebautizado una plaza central como Plaza de Gaza y la han decorado con la bandera palestina.

Los sirios sienten mucha afinidad con la gente de Palestina. Estamos conectados, históricamente, ya que la gente de Palestina, Siria, Jordania y Líbano estaban todos unidos en Bilad al Sham, nuestra cultura es muy similar. Además, la ocupación de Palestina es un tema central para los árabes y los musulmanes, debido a la magnitud de la injusticia allí y porque nuestros regímenes han utilizado la causa palestina como una forma de reforzar su apoyo entre sus propias poblaciones.

Los palestinos también se han solidarizado con los sirios desde el estallido de la revolución; lo vi yo misma, especialmente entre la gente de Gaza cuando estuve allí. Sin embargo, también hay muchos palestinos que han caído en la política campista. Muchas voces prominentes en Palestina, especialmente entre la gente de Occidente, han calumniado y desacreditado la revolución siria, apoyando esencialmente al régimen. En las protestas por Palestina que ahora tienen lugar en los campus universitarios de Estados Unidos, vemos a gente que sostiene la bandera de la milicia libanesa Hezbolá, apoyada por Irán, y la ven como parte de la resistencia a Israel. Hezbolá ha participado activamente en el genocidio contra los sirios: implementó asedios de hambre en comunidades de la oposición similares a lo que Israel está haciendo ahora en Gaza. Estos no son aliados para la liberación. Nuestra solidaridad debe basarse en principios comunes, no en qué estados participan en un conflicto. Debe basarse en las luchas de los pueblos por la libertad y la justicia social, de lo contrario no tiene sentido. Como decía la declaración a la que se refirió antes de los sirios revolucionarios en apoyo de Palestina: «la solidaridad mutua e interseccional es esencial, nuestras luchas son una, nuestra libertad depende de la libertad de cada uno de los otros».

¿Podrías contarnos algo más sobre el bando izquierdista árabe?

Tradicionalmente, en el mundo árabe hay tres corrientes políticas principales: el islamismo, el arabismo/nacionalismo y los izquierdistas. Muchos de los que crecieron y no se sintieron representados por el islamismo o el arabismo de los regímenes nacionalistas (como los grupos minoritarios en Siria) se hicieron izquierdistas. Hay una división similar a la que se observa en la izquierda global. La izquierda árabe tradicional cayó en una política campista similar, en la que el imperialismo estadounidense e Israel son el enemigo final. Muchos de ellos apoyaron la dictadura de Assad, viéndola como parte del «eje de la resistencia». Por supuesto, siempre hubo excepciones, aquellos que eran izquierdistas antiautoritarios, como los del Partido Comunista de Riad Al-Turk que mencionamos anteriormente y que lucharon por la democracia y las libertades civiles. Sin embargo, también hay una nueva generación que surgió de las revoluciones y tiene un análisis mucho más sofisticado que se corresponde con la realidad del mundo en el que vivimos, un mundo de imperialismos en competencia, que se opone a todos los opresores y apoya todas las luchas por la dignidad. Tengo muchas esperanzas en esta nueva generación, aunque hemos vivido una contrarrevolución violenta y actualmente estamos derrotados, desorganizados y traumatizados.

¿Cómo ha afectado la guerra ruso-ucraniana a Siria?

Ha habido mucha solidaridad y apoyo de los sirios hacia los ucranianos, y viceversa, ha sido hermoso de ver. Creo que nos identificamos mucho con las luchas de cada uno por varias razones. Ambos tenemos un enemigo común en el estado ruso, ambos hemos pasado por levantamientos populares antes de entrar en una situación de conflicto y ambos hemos tenido que lidiar con algunas de las políticas campistas de las que hemos estado hablando, donde nuestras luchas han sido desacreditadas y nuestros enemigos apoyados. Esto, y nuestro trauma colectivo, nos ha unido. Muchos sirios han viajado a Ucrania en misiones de solidaridad y, al comienzo del conflicto, se acercaron para dar consejos prácticos, como por ejemplo sobre cómo protegerse de los ataques de “doble toque”, que es una táctica favorita que usa Rusia para matar a tantos civiles como sea posible (después de un bombardeo, Rusia vuelve a bombardear la zona una vez que los equipos de rescate han llegado). Y he llegado a conocer a muchos ucranianos a través de su solidaridad con Siria. Los sirios celebran cuando ven a generales rusos, que estuvieron involucrados en crímenes de guerra en Siria, siendo asesinados en Ucrania; para nosotros es una pequeña muestra de justicia. Esperamos que algún día Ucrania se libere del imperialismo ruso, como esperamos que Siria también se libere.

Pero en un nivel más amplio, la guerra ruso-ucraniana no afectó tanto a Siria. Rusia tuvo que retirar algunas tropas de Siria para trasladarlas a Ucrania, pero no hizo mucha diferencia dado el momento en que se produjo, cuando la mayoría de las grandes batallas ya habían terminado.

Intentamos demostrar en el discurso global por qué es importante derrotar a Rusia, en particular porque Ucrania no es el primer país atacado por Rusia. Antes lo fueron Siria, Georgia y Chechenia. De modo que se podría delimitar un patrón de invasión. Así podríamos construir una solidaridad en torno al argumento antiimperialista de que defender y ayudar a Ucrania implica defender y ayudar a Siria y viceversa. ¿Cree que esto sucederá?

Definitivamente, tenemos que seguir avanzando en este tema. No sólo hoy, sino también a lo largo de la historia, Rusia no es una potencia imperialista. Los occidentales desconocen por completo el papel histórico de Rusia. Basta con mirar el mapa para saber que Rusia es un Estado creado a partir de una conquista colonial. Si no desafiamos la visión del mundo de la gente –en la que Occidente está en el centro de todo– no podremos responder a algunos de los desafíos que enfrentamos actualmente a nivel global.

Desde fuera parece que la revolución siria está perdida, pero en agosto del año pasado se produjo una nueva oleada de protestas en el sur de Siria. ¿Cómo valora la situación actual y las esperanzas de que finalmente se pueda derrocar a Assad?

En las zonas del país que no están bajo el control del régimen de Assad, como la provincia de Idlib y algunas partes del norte de Siria, las protestas semanales contra el régimen han continuado desde 2011 hasta hoy. Esto demuestra que la gente todavía no ha renunciado a los valores y las demandas de la revolución.

Desde agosto, ha habido un levantamiento en la provincia meridional de Sweida. Esto es interesante porque Sweida es una población mayoritariamente drusa, y su gente adoptó una posición de neutralidad cuando comenzó la revolución. No se unieron a la revolución, pero tampoco apoyaron al régimen. Sin embargo, las condiciones de vida se deterioraron mucho en los últimos años a medida que la economía se derrumbaba y esto hizo que la gente saliera a las calles a protestar. Y ahora están pidiendo claramente la caída del régimen y se identifican con otras áreas de Siria que luchan por la libertad -oímos cánticos en solidaridad con Idlib y viceversa- y ha habido muchos asaltos a las oficinas del gobernante Partido Baath y a puestos del régimen. Como son un grupo minoritario, el régimen no respondió con la violencia masiva y las detenciones que vimos en otras zonas de mayoría sunita –por las razones que mencionamos antes–, que el régimen quiere presentarse como un “defensor de las minorías”, por lo que las protestas han continuado hasta hoy.

También en el norte de Siria en los últimos meses ha habido un levantamiento contra Hayat Tahrir Al Sham, que formalmente era Jabhat Al Nusra. Se trata de una milicia islamista autoritaria que tiene mucho poder y gobierna partes del noroeste del país. Está muy claro que los sirios rechazan todas las formas de autoritarismo, ya sea del régimen o de cualquier otro grupo. La lucha sigue siendo por la libertad y la democracia.

Durante muchos años ha escrito sobre la revolución siria, que cada vez parecía más desesperanzada.

Me sentí descorazonada cuando leí su libro porque parece que no se puede hacer nada y, además, los sirios no tienen tanto apoyo en la arena internacional como, por ejemplo, Palestina o Ucrania. ¿Cómo ha logrado sobrevivir todos estos años sin desesperarse? Creo que los ucranianos necesitamos este tipo de ideas.

Los últimos años han sido muy traumáticos para los sirios. Nuestro país ha sido destruido y nuestros seres queridos han sido detenidos, asesinados o desplazados. Los que están en el exilio se enfrentan a la hostilidad, la violencia e incluso a la amenaza de ser devueltos a la fuerza a Siria. Y ahora el mundo se está normalizando con el tirano que creó nuestra miseria. A veces es difícil tener la fuerza para seguir luchando, pero ¿qué podemos hacer? La situación continúa y nosotros también debemos hacerlo.

Los sirios en el terreno no han abandonado su lucha. Por eso, los que estamos fuera debemos seguir apoyándolos, para generar conciencia sobre lo que está sucediendo en Siria. Tenemos el lujo de la distancia y el espacio para respirar. Y lo más importante, podemos organizarnos, para construir conexiones con personas que luchan en otros lugares, como estamos tratando de hacer con esta conversación.

Durante la última década y media, he establecido conexiones con personas de todo el mundo. Muchas de las cuales se sienten excluidas del discurso dominante de la izquierda por muchas de las razones de las que hemos hablado. Esto me da mucha energía para conectarme con otros, para trabajar en comunidad con personas que piensan como yo, para intentar construir una nueva visión del internacionalismo, entre los que están en las periferias, una visión que se centre en las personas, no en los Estados, y que esté en contra de todos los autoritarismos y todos los imperialismos. Ojalá que en el futuro podamos construir juntos un nuevo movimiento.

Traducido del ingles por Santiago Arcos-Halyburton

Publicado en commons.com.ua.

Leila Al-Shami es una autora y activista sirio-británica. Trabajó en el campo de la protección de los derechos humanos en Siria, participa en movimientos de solidaridad internacional y es coautora del libro «Burning Country: Syrians in Revolution and War» junto con Robin Yassin-Kassab. También se hizo conocida por sus críticas al «antiimperialismo idiota» de la izquierda occidental.

Maria Shinkarenko: politóloga, investigadora asociada en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *