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Autor: Administrador

De la fábrica global a la mina planetaria

21abr-23
Publicada el 21 abril, 2023
por Administrador

Una entrevista con Martín Arboleda

El capitalismo del siglo XXI se ha vuelto esencialmente «extractivista»: varias dinámicas que antes eran propias de la producción primaria se replican ahora en otros sectores de la economía. Es necesaria, entonces, una lectura ampliada del extractivismo.

Por Nicolás Allen

Sabemos que los minerales arrancados de la tierra terminan en nuestros dispositivos electrónicos y de alta tecnología. Pero esos solo son los puntos de partida y de llegada. Para analizar el recorrido completo, debemos seguir su movimiento desde los sitios de extracción, transitando complejas cadenas logísticas, hasta la fábricas chinas donde se confeccionan los productos que retornan a los mismos sitios de producción primaria en Chile, Argentina, Brasil y el mundo, en un despliegue de inteligencia artificial, big data y robótica que daría envidia al mismísimo Google.

Este círculo es el mundo que analiza Martín Arboleda en Planetary Mine: Territories of Extraction under Late Capitalism (Verso, 2020), una de las grandes novedades editoriales del año pasado y una pieza fundamental para entender el capitalismo contemporáneo. Según Arboleda, el sistema de «mina planetaria» emerge de una transformación doble en el modo de producción capitalista: una nueva geografía de la industrialización tardía, que desplaza su eje hacia el Pacífico, y un proceso inédito de integración a través de la denominada «revolución logística». De esta manera, el extractivismo desborda los límites del sector primario individualmente considerado y proyecta sus lógicas a las tecnologías digitales, los sistemas logísticos, el sector inmobiliario y el financiero, etc.

Pensar en términos de una «mina global» o una «mina planetaria», sostiene el autor, implica desarrollar mecanismos teórico-metodológicos para poder captar estas relaciones de interdependencia en la economía global. Pero también procura llamar la atención sobre un problema de carácter político-estratégico de primer orden: la necesidad de redoblar los esfuerzos por superar la fragmentación de la subjetividad productiva de las clases trabajadoras.

NA

Me parece que uno de los elementos más provocativos de tu libro es que nos insta a pensar en la industria extractiva —típicamente vista como algo externo a la industria manufacturera— como algo inherente al capitalismo industrial. ¿Qué nos puede decir el extractivismo sobre el patrón de acumulación actual?

MA

Afirmar que el proceso extractivo desborda el espacio de extracción puede parecer una verdad de Perogrullo. Sin embargo, una gran parte de los estudios en la materia consiste en el análisis de las relaciones que establece una compañía, el Estado y la comunidad en un territorio local. Si bien estos casos en muchas ocasiones son esclarecedores, en general tienden a pasar por alto el hecho de que la mina, el pozo petrolero o la explotación agroindustrial es solamente el inicio de un gran entramado de relaciones sociales e infraestructuras sociotécnicas que en muchos casos abarcan una parte considerable de la superficie del planeta. Si bien este tipo de estudios de caso parten de la premisa de que la producción primaria es globalizada, no se tiende a indagar en los mecanismos, redes, flujos y relaciones de poder que hacen posible dicha globalidad.

En otras palabras, usualmente se termina por presuponer aquello que de hecho debería explicarse. No podemos entender el llamado superciclo de materias primas en América Latina sin antes comprender, por ejemplo, cómo la reconfiguración de la industria electrónica (de la mano de empresas como Apple, Microsoft, Foxconn, Huawei, etc.) ha permitido un nuevo paradigma de organización industrial y de urbanización que incide de manera directa en las lógicas y estrategias de extracción de recursos naturales en la región. Este paradigma industrial, conocido usualmente como «wintelismo», se fundamenta en una nítida separación funcional de la innovación y la manufactura en la producción de los artefactos electrónicos.

Esta separación entre concepción y ejecución en la cadena productiva, a su vez, ha impulsado la especialización e integración vertical de la manufactura en Asia, originando sistemas productivos que operan a escalas gigantescas, como lo ha documentado el impresionante trabajo fotográfico de Edward Burtynsky. La fábrica más grande de Foxconn en Shenzhen alcanzó a tener cerca de 400 000 trabajadores en su momento de apogeo, una cifra cuatro veces mayor a la que alguna vez tuvo el complejo manufacturero River Rouge de la compañía Ford, en Estados Unidos. Por supuesto, esta ampliación en la escala industrial se ha manifestado en un aumento exponencial de la demanda de recursos así como en el tipo de recursos que se demandan. Pensemos que un teléfono inteligente de última generación puede contener hasta treinta minerales distintos, y esto de por sí presupone una cadena global de suministro altamente sofisticada que pueda conectar estas fábricas globales con múltiples espacios de extracción alrededor del mundo.

Pero uno de los fenómenos que más impone la urgencia de pensar el extractivismo en términos de fenómeno interconectado es quizás lo que se puede considerar como un «giro logístico» en las industrias extractivas. Con el auge de una nueva división internacional del trabajo estructurada en torno a las economías asiáticas, las grandes distancias de transporte de minerales impulsaron un proceso de modernización tecnológica en la cadena logística para eliminar asimetrías de información e ineficiencia entre los distintos eslabones.

Durante las últimas tres décadas del siglo XX, Japón, Corea del Sur y China desarrollaron nuevos avances tecnológicos en el transporte marítimo y la infraestructura portuaria, que permitieron una reducción importante en los tiempos de circulación de las materias primas a través del Océano Pacífico. Posteriormente, la implementación de tecnologías de trazabilidad mineral y de mapeo de cadenas de suministro impulsaron un proceso más sistemático y sofisticado de integración funcional entre la producción primaria, el sistema portuario y el transporte, tanto terrestre como marítimo.

En consecuencia, las operaciones mineras han transitado de un énfasis corporativo en los rajos y socavones hacia uno que también engloba la velocidad de circulación, la homeostasis de los sistemas logísticos y el flujo ininterrumpido de los minerales. El planteamiento que hace Planetary Mine consiste en afirmar que este proceso de integración logística en la cadena extractiva demanda un ejercicio conceptual simultáneo que permita ampliar y complejizar los marcos analíticos con los que tradicionalmente se entiende la producción primaria y su relación con otros sectores de la economía.

NA

Las tecnologías de transporte siempre han incidido de manera más o menos directa en la organización industrial. Pienso en cómo las técnicas de agua, que dieron paso al uso del vapor, o luego al gas, implicaron una doble reorganización tanto en la forma de producción fabril como en el desplazamiento de mercancías. Tu argumento extiende esta idea también a la producción primaria, ¿verdad?

MA

Claro. A lo largo de la historia moderna, los sistemas de transporte han ejercido un importante rol como semillero de innovación tecnológica para permitir el acceso a recursos naturales geográficamente remotos. Distintas potencias económicas se han visto en la necesidad de inventar tecnologías de transporte y navegación cada vez más eficientes para reducir costos de transporte y así lograr o mantener su predominio comercial. Algunos ejemplos de este fenómeno son los bergantines utilizados por España para transportar oro y plata a través del Atlántico en el siglo XVI, el fluyt holandés para transportar madera en el siglo XVII, los barcos motorizados introducidos por el Imperio Británico para llevar guano y caucho desde el Amazonas en el siglo XIX y el Valemax, el barco carguero más grande jamás construido, que transporta hierro desde Brasil a China a través del Océano Pacífico.

Sin embargo, lo que hace de la revolución logística de las últimas décadas un fenómeno históricamente único es el hecho de que ha tornado difusos los límites que separan el transporte de otros tipos de trabajo productivo. Tradicionalmente, la logística había estado restringida al transporte y al almacenamiento. No obstante, distintas innovaciones tecnológicas recientes le han permitido reinventarse como una ciencia de la circulación general, que apunta al manejo integrado de la cadena de suministros como un sistema total.

A mi parecer, una de las grandes contribuciones de los estudios críticos de la llamada «revolución logística» es el hecho de que pone de manifiesto la creciente importancia que ha adquirido la esfera de la circulación en el proceso de acumulación del capital. El hecho de que compañías como Walmart y Amazon —cuyo giro de negocios es eminentemente logístico— sean consideradas como la punta de lanza de un nuevo paradigma de organización industrial en el siglo XXI da cuenta de la relevancia de la circulación en la economía global.

Justamente, lo que está en juego con la política de la circulación es la posibilidad de contribuir al desarrollo de una teoría ampliada de la extracción. Mi trabajo parte de una comprensión crítica de la circulación del capital que entiende a la producción, la circulación, la distribución y el consumo como distintos momentos de un solo proceso de transformación sociometabólica. Pensar críticamente la circulación del capital, por su parte, involucra hacer del valor un dispositivo metodológico para comprender la interdependencia. El énfasis metodológico en el valor nos recuerda que la mina es un producto del trabajo humano, y que por ello se hace necesario indagar en la realidad cotidiana de las distintas clases trabajadoras (tanto asalariadas como no asalariadas), así como en la organización tecnológica y productiva de los espacios de extracción.

Otro aspecto importante de emplear el valor como lente de observación en procesos extractivos es el hecho de que, como lo sugiere Marx en los Grundrisse, el capital es valor en proceso. El valor, en este sentido, es una entidad incompleta que emerge en la producción pero se realiza en la economía de mercado gracias a procesos y prácticas que desbordan la relación trabajo-capital (y que involucran actividades de cuidado, de transporte, de almacenaje, de intermediación financiera, de extracción de renta, de comercialización, de consumo).

De nada sirve tener acceso a un depósito mineral si no se cuenta con las tecnologías necesarias para extraer de manera rentable. Por su parte, de nada sirve extraer minerales si estos no se pueden llevar al mercado de manera rápida y segura. Además, si los minerales se venden en el mercado y una porción de la ganancia no se reinvierte nuevamente en el proceso productivo, se corre el riesgo de sucumbir ante la competencia entre empresas y el cambio tecnológico. Por tanto, este «valor en proceso» debe realizarse en el mercado para que exista y, por ende, pueda funcionar como capital. Así, el valor debe transitar de manera constante entre sus distintas fases o modos de existencia, pues de lo contrario se devalúa, se destruye o queda obsoleto. Entender el valor en términos de una potencialidad que adquiere existencia concreta en la esfera de la circulación es, a mi parecer, una estrategia metodológica fructífera para visibilizar la geografía expandida de la extracción.

Este desplazamiento de la dinámica de acumulación hacia la circulación ha generado un inusitado interés en el tomo II de El Capital, en el cual Marx supera un énfasis más restringido al proceso de producción de mercancías y analiza la realización del valor en términos de un proceso intrínsecamente turbulento y sujeto a distintos focos de crisis y disrupción. En las industrias extractivas, el ensanchamiento y la complejización de la esfera de la circulación han evolucionado de manera conjunta a su creciente politización. Hasta se podría decir que algunas de las emergentes formas de lucha y movilización social que actualmente más inciden sobre la extracción tienen lugar en la esfera de circulación (es decir, en puertos, oleoductos, vías férreas, autopistas, supermercados, corredores terrestres o marítimos, etc.). Los llamados cuellos de botella o choke points de las cadenas globales de suministro, en consecuencia, han emergido como espacios clave del nuevo paisaje de la lucha territorial y la insurgencia laboral en el siglo XXI.

NA

¿Cuáles son los puntos principales que vuelven necesaria esta nueva forma de abordar las industrias extractivas?

MA

Quizás el principal hito histórico que hace necesaria una comprensión unificada del proceso global de acumulación del capital es la llamada Nueva División Internacional del Trabajo (NDIT). La llamada NDIT ha convertido a las economías del este asiático en el centro gravitacional de un nuevo sistema mundial estructurado en torno al Océano Pacífico. Este evento geohistórico no tiene precedentes en la historia moderna, y ha trastocado la geometría de poder de un sistema mundial que desde el siglo XVI se había organizado alrededor del Océano Atlántico y de las potencias europeas y Estados Unidos.

Con la NDIT, el sistema capitalista se ensancha y se complejiza y, por ende, el modelo tradicional de una economía capitalista organizada en torno a potencias occidentales y periferias no occidentales entra en crisis. En este sentido, una de las contribuciones importantes de la tesis de la NDIT consiste en resaltar el hecho de que el capitalismo no es un fenómeno «occidental»; más bien, su fase occidental no sería sino la larga prehistoria de una formación social que hoy ha asumido un carácter verdaderamente global. Para Marx, la unicidad global del capital —en la figura de un mercado mundial— era apenas un problema abstracto por tratar en el tomo V de El Capital, nunca escrito. Hoy, sin embargo, la realización concreta de este mercado mundial que avizoró Marx impone importantes desafíos políticos y teórico-metodológicos.

NA

Es decir que donde algunos ven en el ascenso de China la emergencia de una nueva superpotencia mundial o el surgimiento de un orden global multipolar, tú observas una forma más elevada y «pura» del capitalismo. ¿Cuáles son las implicancias de eso para la vigencia del imperialismo?

MA

Efectivamente, sí. Una de las implicaciones importantes de la NDIT —cuyo punto más álgido se dio con el auge de China a principios del actual siglo— es que de alguna manera tensiona el modelo de ciclos sistémicos de acumulación que supedita cada período de desarrollo capitalista a la conducción de una economía hegemónica (los imperios ibéricos en el siglo XVI, el Reino de los Países Bajos en el siglo XVII, Inglaterra en los siglos XVIII y XIX y Estados Unidos en el siglo XX). El desplazamiento del eje de la economía mundial hacia el Océano Pacífico es un evento geohistórico de tal magnitud que es improbable esperar el mismo patrón de dinámicas interestatales que marcaron la era occidental del capitalismo. Esa, por ejemplo, fue la conclusión a la que llegó Giovanni Arrighi en su libro Adam Smith en Pekín, publicado poco tiempo antes de su muerte en 2009, en el que el autor cuestiona el esquema de ciclos sistémicos que él mismo había elaborado.

El acenso de China ha generado distintos acontecimientos que han sido considerados imperialistas, como las disputas territoriales relacionadas al megaproyecto de infraestructura Belt and Road (también conocido como «la Nueva Ruta de la Seda»), al puerto de Gwadar en Pakistán y a los asentamientos mineros chinos en África, para citar algunos de los ejemplos más paradigmáticos. Lo primero que se observa aquí es que la vocación china no es de carácter militarista o de ocupación territorial (como fue el caso de las potencias europeas), sino más bien marcadamente mercantilista. De acuerdo con Parag Khanna, por ejemplo, esta vocación mercantilista de China se manifiesta en el hecho de que este país no busca ocupar otros países, sino asegurar el flujo de mercancías a través de ellos. El hecho de que China opere con una lógica más mercantilista que territorial indica que quizás estamos frente a una ruptura con el entramado de relaciones interestatales propias de las potencias europeas.

En América Latina, por ejemplo, se ha sugerido que el Consenso de Washington ha sido remplazado por un Consenso de los Commodities que ha instalado a China como el nuevo centro de las mismas relaciones de dependencia de siempre. Si bien hay una intuición muy importante en esta tesis, creo que la extrapolación mecánica de realidades angloeuropeas al contexto latinoamericano debe tomarse con más cautela, pues corre el peligro de pasar por alto la especificidad del contexto actual. Por ejemplo, como lo sugiere la literatura especializada en el campo de los estudios agrarios, la idea de una «extranjerización de la tierra» en la región (ya sea a manos de China o de bancos de inversión del Norte Global) carece de un fundamento empírico concreto y obedece más a suposiciones y exageraciones periodísticas sobre la inversión china en la región.

De hecho, lo que parece decir la evidencia empírica es que gran parte del acaparamiento de tierras que se ha dado recientemente en la región obedece a la actividad de grupos empresariales nacionales o al auge de empresas translatinas o multilatinas que adquieren tierras en países vecinos. Este hallazgo de por sí pone en tensión las interpretaciones estadocéntricas de la extracción de recursos en Latinoamérica y también resalta el rol (igualmente importante) de las burguesías nacionales. En consecuencia, también tensiona las lecturas estatistas del imperialismo y demanda nuevas perspectivas que, como lo ha afirmado Jeffery Webber, puedan dar cuenta de la «estratificación compleja» que caracteriza el sistema mundial bajo la fase tardía del capitalismo.

NA

Tal vez con eso toquemos uno de los temas más complejos pero interesantes de Planetary Mine, que es el modo en que el sistema de competencia interestatal podría perder vigencia mientras el imperialismo sigue operando.

MA

Parto de la idea de que el imperialismo es una forma política de la tendencia a incrementar la composición orgánica del capital —esto es, la proporción de capital fijo a capital variable, o de maquinaria a trabajo humano— a un nivel sistémico. Esta lectura se nutre principalmente de la teoría de reproducción ampliada que desarrolló Rosa Luxemburgo en La acumulación del capital. El aumento de la productividad a través de la producción de plusvalía relativa no solamente genera una mayor demanda de recursos naturales en las economías manufactureras, sino que también satura los mercados de consumo nacionales.

En ese sentido, el proceso de reproducción ampliada genera presiones sistémicas que anteceden la autoridad política del Estado, pues se originan justamente en el proceso de acumulación. Uno de los aspectos relevantes de las teorías del imperialismo que surgieron de autores de la Segunda Internacional (como Luxemburgo, Lenin, Hilferding, etc.) es precisamente el hecho de que se desligaron de teorías políticas del imperialismo y desarrollaron explicaciones de este fenómeno que hacían hincapié en sus aspectos más económicos y sistémicos.

En otras palabras, la contribución de estas teorías consistió en descifrar las fuerzas económicas que impulsan lo que en la superficie parecían estrategias estatales supuestamente autónomas. Fue justamente esta misma intuición lo que por ejemplo llevó a Hannah Arendt a definir el imperialismo moderno como «la emancipación política de la burguesía» a través de un desdoblamiento del Estado político.

Hoy en día estamos presenciando una exacerbación de los síntomas tradicionales del imperialismo tales como el despojo violento de poblaciones rurales, un creciente uso de la fuerza extraeconómica para contener el descontento y la revuelta social y el exterminio de comunidades indígenas y defensoras del medio ambiente, entre otros. Sin embargo, trazar una causalidad directa con China o con cualquier otra potencia, como sucedía en otras épocas, se hace cada vez más difícil, y esto conlleva la necesidad de repensar el imperialismo o, mejor dicho, de tensionar las comprensiones más convencionales de este fenómeno que parten del presupuesto de que el Estado es su elemento primigenio.

Como bien lo ha planteado Raúl Zibechi recientemente, la militarización es la fase avanzada del extractivismo. Sin embargo, esta militarización ya no se da en un marco de relaciones interestatales discerniblemente antagónicas, sino que se presenta eminentemente como un mecanismo de los Estados para controlar a sus propias poblaciones domésticas ante las necesidades sistémicas del proceso de reproducción ampliada. En el lenguaje de la intelligentsia económica, tanto neoliberal como neodesarrollista, las necesidades sistémicas que se desprenden de la producción de la plusvalía relativa a escala planetaria se entienden en términos de un imperativo de asegurar el «progreso», el «desarrollo» y el «crecimiento económico». Como lo han demostrado diversos estudios, estos discursos sobre el progreso muchas veces son abrumadoramente compatibles con prácticas de expulsión e incluso exterminación en zonas extractivas.

NA

O sea que el Estado nación es una forma —cada vez más rígida y autoritaria, como señalas— cuyo contenido más profundo remite en ultima instancia a la economía mundial, ¿no? Entiendo que aquí echas mano de un enfoque teórico particular, el llamado «análisis de formas».

MA

Un aspecto muy relevante de esta corriente de pensamiento es el hecho de que cuestiona la separación metodológica entre lo político y lo económico que tiende a ser propia de variantes más estructurales del marxismo. Bajo una reconstrucción hegeliana de la obra de madurez de Marx, estas tradiciones plantean que el Estado liberal no constituiría una esfera independiente o con «autonomía relativa» (en los términos en que lo proponen autores como Althusser o Poulantzas) del proceso de acumulación, sino que sería más bien una forma fetichizada o un modo de existencia de un contenido subyacente, el cual comprende las relaciones sociales en su materialidad concreta.

Esta comprensión dialéctica del Estado ofrece una alternativa tanto a las lecturas «hiperglobalistas», que proclaman la erosión de la soberanía del Estado nación ante la fuerza avasalladora de las compañías trasnacionales y el capital financiero (como es el caso de las teorías sociológicas de la globalización que surgieron de autores como Manuel Castells, Zygmut Bauman, Michael Hardt y Antonio Negri, entre otros) como a las lecturas «politicistas», que ven el sistema mundial como el resultado inmediato de relaciones antagónicas entre Estados nación que se presuponen autónomos (como sucede, por ejemplo, con algunas teorías de la dependencia, del intercambio desigual y del imperialismo).

En palabras de Werner Bonefeld, el Estado moderno es «la forma política de la libertad de mercado». En América Latina, esta lectura hegeliana y dialéctica del Estado capitalista fue desarrollada inicialmente por el clásico libro Hacia un Marx desconocido, de Enrique Dussel, y posteriormente por Juan Iñigo Carrera. Para Iñigo Carrera, las dinámicas que fundamentan la Nueva División Internacional del Trabajo serían globales en cuanto a su contenido y nacionales en cuanto a su forma. Es justamente esta lectura del Estado capitalista la que a mi parecer permite captar la manera en que un Estado neoliberal crecientemente autoritario y amurallado y un orden mundial funcionalmente integrado por cadenas de suministro se necesitan mutuamente.

NA

Estamos conversando hace rato sobre una teoría ampliada de la extracción. Por cierto, la extracción se ha convertido en un término que se utiliza a propósito de diversos tipos de explotación que ocurren por fuera del sitio de producción estrechamente definido. ¿Hay consideraciones estratégicas —como aquellas que han desarrollado algunas corrientes feministas en torno a la extracción financiera— que se desprendan de tu teoría acerca de una «mina global»?

MA

Lo que plantearon personas como Mariarosa Dalla Costa y Antonio Negri en su momento fue el hecho de que la producción capitalista había desbordado el espacio individual de la fábrica y se empezaba a derramar por todo el tejido social: en hogares, escuelas, cárceles, así como en el arte y la cultura popular. De la misma manera, hoy podemos observar el modo en que el extractivismo empieza a desbordar los límites del sector primario individualmente considerado y a proyectar sus lógicas y relaciones sociales a las tecnologías digitales, los sistemas logísticos, el sector inmobiliario y el financiero, entre otros.

Pensar en términos de una mina global o una mina planetaria implica justamente desarrollar mecanismos teórico-metodológicos para poder captar estas relaciones de interdependencia en la economía global. Implica volver de manera crítica al estudio de los circuitos de capital, las cadenas globales de mercancías, el análisis de sistemas-mundo y otras aproximaciones afines que justamente permitan comprender ese complejo entramado de procesos que conectan minas, puertos, buques cargueros, fábricas, bolsas de valores y espacios de consumo masivo.

Pero el concepto de una mina global también comporta un problema de carácter político-estratégico de primer orden, pues implica un esfuerzo de superar la fragmentación de la subjetividad productiva de las clases trabajadoras, que tiende a reducir el extractivismo a un problema de «comunidades locales» y que desconoce la realidad de trabajadoras y trabajadores no solamente en la minería, sino en otros eslabones de la cadena logística. En este sentido, este enfoque se inspira en el clásico libro Patriarcado y acumulación a escala mundial, en el que Maria Mies afirmó que la naturaleza fetichizada de la mercancía capitalista tendía a invisibilizar las relaciones de mediación social que hacían de la mujer productora en la maquila del Sur Global y la mujer consumidora de un Norte Global crecientemente empobrecido dos caras de una misma moneda.

Esta opacidad también la podemos ver hoy en día en la aparente fragmentación que dificulta entender la manera en que las comunidades indígenas y campesinas del espacio extractivo se vinculan con los espacios de logística, manufactura y consumo en otros lugares del mundo. Revelar el modo en que estos distintos espacios de la división sexual e internacional del trabajo se coproducen, para Maria Mies, no era un problema meramente teórico sino principalmente de estrategia socialista. Era la condición para poder imaginar y construir un verdadero internacionalismo del pueblo trabajador.

NA

En alguna medida, es el viejo dilema de una creciente socialización del trabajo y la simultánea fragmentación de la clase obrera… ¿Se podría decir que las nuevas dinámicas de extracción que estamos discutiendo conllevan la posibilidad de una nueva subjetividad revolucionaria?

MA

Es muy improbable pensar que el impresionante proceso de integración funcional que se ha presentado en la cadena extractiva no haya tenido su propio correlato político. Como lo discutíamos hace un momento, la creciente importancia de la esfera de la circulación en la acumulación del capital ha traído consigo nuevas manifestaciones de lucha territorial y política. Pero no es solamente el hecho de que la revuelta social haya desbordado los espacios de producción y ahora se extienda más ampliamente por todo el tejido social.

Una de las particularidades de las crisis del siglo XXI es que ha hecho resurgir la antigua figura del movimiento de masas. El movimiento feminista es quizás el ejemplo más paradigmático de este emergente paisaje de la revuelta social pues, como lo ha afirmado Verónica Gago, es un movimiento que se distingue porque combina masividad y radicalidad. Algo similar sucede con el movimiento de Black Lives Matter o con el de justicia climática, que lidera Greta Thunberg y que se opone a los dos grandes pilares de la economía capitalista: el crecimiento infinito y las industrias fósiles.

Esta creciente interdependencia y socialización del trabajo traen consigo el desafío de entender la subjetividad revolucionaria como una subjetividad que es socialmente mediada. Tradicionalmente, se ha tendido a pensar que los fundamentos para la acción transformadora consciente se encuentran en elementos culturales (la particular valentía o dignidad de un pueblo), morales (la idea de la libertad o de la igualdad) o transhistóricos (la solidaridad propia de comunidades primitivas) de la vida social. Si bien estas lecturas son relevantes, pierden de vista las capacidades transformadoras que se desarrollan al interior de la evolución global del capitalismo.

Esta fue quizás una de las conclusiones más importantes a las que llegó Marx en sus escritos etnológicos tardíos sobre las comunidades arcaicas. En los llamados «Cuadernos Kovalevsky» y en los borradores de la carta que escribió a Vera Zasulich en 1881, Marx empieza a cuestionar la idea de que el proletariado industrial pudiese ser «la partera de la historia». Por el contrario, comenzaba a identificar en las sociedades primitivas y no occidentales una serie de elementos esenciales y algunas potencialidades de lo que podría ser una civilización poscapitalista avanzada. Sin embargo, las relaciones de la comunidad arcaica se habían mantenido delimitadas a una existencia parroquial debido a su capacidad técnica, y por ende sería un sistema complejo de interdependencia social —como el que se desprende de la ciencia y tecnología capitalistas— lo que permitiría la generalización de estas relaciones a una escala planetaria.

Los escritos de juventud de Álvaro García Linera, por ejemplo, desarrollan justamente esta posibilidad de que lo comunitario que hay en la comunidad arcaica pueda regresar en una forma superior gracias al intercambio metabólico global que hace posible la modernidad capitalista. El regreso de esta comunidad arcaica, sin embargo, esta vez tendría un contenido planetario, precisamente por la socialización del trabajo moderno. Esta formación terciaria de la sociedad, denominada en términos de «Ayllu Universal» por García Linera o de «modernidad ch’ixi» por Silvia Rivera Cusicanqui, sería la conjugación de lo comunitario y lo planetario. Me parece interesante pensar que en la nueva figura del movimiento de masas (ya sea feminista, antirracista o ecosocialista) se refleja una nueva conciencia planetaria en la que podremos encontrar los primeros vestigios de lo que podría llegar a ser este Ayllu Universal o esta futuridad ch’ixi.

Creo, en definitiva, que cualquier alternativa real al capitalismo tiene la difícil misión de elaborar una articulación más matizada entre lo nuevo y lo antiguo, para que así no caiga en los extremos del productivismo acrítico o de la nostalgia pastoril. Este tipo de maniqueísmo clausura trayectorias civilizatorias complejas, barrocas y heterogéneas en las que, como alguna vez lo afirmó Bolívar Echeverría, la vida social pueda seguir siendo moderna pero al mismo tiempo radicalmente alternativa.

Pensar en una sociedad que se pueda construir en torno al valor de uso y a la reproducción social no implica renunciar a las posibilidades que ofrece la técnica. En la tradición ecosocialista encontramos un importante esfuerzo de elaboración teórica para imaginar un tipo de anticapitalismo que sea tecnológicamente avanzado y democráticamente planificado (a través de interacciones múltiples entre cuerpos autogestivos y cuadros técnicos) pero que, al mismo tiempo, respete, preserve y restaure los límites naturales del planeta y de sus sistemas biofísicos.

 

Ernest Mandel fue uno de los grandes pensadores marxistas del siglo XX

06abr-23
Publicada el 6 abril, 2023
por Administrador

Por Alex de Jong

Nacido un día como hoy hace un siglo, Ernest Mandel fue uno de los principales pensadores políticos de su época. Desde su activismo adolescente en la resistencia antinazi hasta sus últimos días, Mandel fue un inflexible defensor de los ideales socialistas y los intereses de la clase obrera.

El intelectual y activista socialista belga Ernest Mandel nació hoy hace cien años, el 5 de abril de 1923. Mandel fue un agitador incansable y un erudito que escribió algunas de las obras más significativas de la teoría marxista durante la segunda mitad del siglo XX.

Mandel es quizás más recordado hoy por su libro Capitalismo tardío, que popularizó un término ahora familiar. El crítico Fredric Jameson se basó en gran medida en los escritos económicos de Mandel en su teorización del posmodernismo, y «capitalismo tardío» se ha convertido en un cliché periodístico para el análisis cultural.

El propio Mandel, que en su día escribió una historia social de las novelas policíacas, podría haber sonreído ante esta curiosa apropiación de su obra. Pero su objetivo primordial era cuestionar las estructuras de poder del capitalismo, más que analizar sus efectos culturales secundarios.

Permaneció fiel a ese objetivo desde su adolescencia como combatiente de la resistencia en tiempos de guerra que sobrevivió al sistema penitenciario nazi hasta sus últimos días en el páramo neoliberal de la década de 1990. La vida política y la obra de Mandel pueden ser una importante fuente de inspiración para el nuevo movimiento socialista de hoy.

Resistencia al nazismo

Mandel nació en una familia de judíos polacos asimilados de origen alemán en la ciudad belga de Amberes. Su padre, Henri Mandel, tenía simpatías izquierdistas, concretamente con las ideas de León Trotsky. Durante la década de 1930, tras la llegada de los nazis al poder en Alemania, la casa de los Mandel se convirtió en un lugar de encuentro para refugiados de izquierdas. Escuchando a estos refugiados hablar de socialismo, de los últimos acontecimientos en la Unión Soviética y del ascenso del fascismo, el joven Ernest se inició en la política radical.

En mayo de 1940, la guerra llegó a Bélgica y la Alemania nazi invadió el país. Gran parte de la izquierda fue incapaz de responder a la nueva situación. Muchos dirigentes del socialdemócrata Partido Laborista Belga y de los sindicatos huyeron del país, mientras que Hendrik de Man, antiguo dirigente del Partido Laborista, llamaba a colaborar con los ocupantes.

El pacto de no agresión soviético-alemán seguía vigente en aquel momento, y los comunistas belgas proclamaron una postura de una «pura y más completa neutralidad». Semanas después del comienzo de la invasión nazi, un asesino que trabajaba por orden soviética asesinó a Trotsky en su exilio mexicano.

En medio de esta confusión, un grupo de izquierdistas independientes se propuso publicar el primer periódico clandestino en lengua flamenca, que se editó en casa de los Mandel. Ernest y su padre escribieron muchos de los artículos del periódico. En agosto de 1942, Ernest pasa a la clandestinidad. A finales de ese año fue detenido, pero logró escapar mientras lo transportaban.

Según el biógrafo de Mandel, Jan Willem Stutje, Henri Mandel pagó un rescate por la liberación de su hijo. La «audaz huida» de Ernest bien podría haber sido «escenificada por agentes ansiosos por evitar ser interrogados». Según Stutje, la huida de Mandel lo dejó con un sentimiento de culpa.

Sin inmutarse, Mandel continuó sus actividades de resistencia. Para entonces, se había convertido en miembro del Partido Comunista Revolucionario (PCR) trotskista. A principios de 1944, el PCR elaboró un panfleto bilingüe sobre los contactos entre empresas alemanas y estadounidenses que se dirigía directamente a los soldados alemanes: «Están siendo sacrificados como carne de cañón mientras sus amos negocian para salvar sus posesiones». El 28 de marzo de 1944, mientras distribuía el panfleto, Mandel fue detenido de nuevo.

Arrestado por sus actividades de resistencia y no por ser judío, Mandel fue enviado a diferentes prisiones y campos de trabajo, llegando en un momento dado a ser obligado a trabajar en una fábrica de productos químicos de IG-Farben. Como miembro de la resistencia, judío y trotskista despreciado por sus compañeros de prisión estalinistas, sus posibilidades de sobrevivir eran escasas.

Mandel recordó más tarde que la pura suerte fue una de las razones por las que consiguió salir adelante. Pero también atribuyó su éxito al hecho de establecer lazos con algunos de los guardianes de la prisión alemana que habían sido partidarios del partido socialdemócrata antes de que los nazis tomaran el poder: «Era lo más inteligente que se podía hacer, incluso desde el punto de vista de la autopreservación». Las duras condiciones le pasaron factura y Mandel fue hospitalizado a principios de 1945. El 25 de marzo de 1945, las fuerzas estadounidenses liberaron el campo en el que estaba recluido.

El trotskismo después de Trotsky

Aunque los familiares directos de Mandel sobrevivieron a la guerra, su abuela, su tía y su tío fueron asesinados en Auschwitz, junto con sus familias. Henri Mandel soñaba con una carrera académica para su hijo, pero Ernest tenía otras prioridades. Quería continuar la lucha contra el capitalismo, el sistema que había producido los horrores del nazismo y la guerra. A lo largo de su vida, la experiencia del fascismo siguió siendo un punto de referencia político y moral para Mandel.

León Trotsky y sus partidarios habían fundado la IV Internacional (CI) en 1938. Trotsky esperaba que la prueba de la guerra que se avecinaba desacreditaría a los partidos comunistas estalinistas y confiaba en que la IV Internacional se convirtiera en una alternativa. Sin embargo, el importante papel de la Unión Soviética en la derrota de la Alemania nazi y la participación de los comunistas en los movimientos de resistencia europeos aportaron a esos partidos un prestigio y una popularidad sin precedentes, dejando a sus rivales del ala radical del movimiento obrero con escasas oportunidades de crecimiento.

Mientras tanto, la guerra y la represión habían diezmado a los pequeños grupos asociados a la CI. Mandel sintió que era su deber ayudar a construir el movimiento trotskista y se convirtió en un activista destacado en sus filas. En parte, le impulsaba el recuerdo de los camaradas que los nazis habían asesinado, como su íntimo amigo Abram Leon, autor de un importante estudio sobre la historia judía y el antisemitismo.

Como muchos radicales, Mandel pensaba que la guerra sería el preludio de una oleada de revoluciones en Europa, como había ocurrido con la Primera Guerra Mundial. El programa que Trotsky redactó para la CI en 1938 afirmaba que el capitalismo había encallado:

Las fuerzas productivas de la humanidad se estancan. Ya los nuevos inventos y mejoras no consiguen elevar el nivel de riqueza material. Las crisis coyunturales bajo las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista infligen privaciones y sufrimientos cada vez más pesados a las masas.

Poco a poco, Mandel llegó a reconocer que el sistema no sólo seguiría funcionando, sino que incluso era capaz de desarrollarse aún más, entrando en un largo periodo de crecimiento económico después de 1945. En estas condiciones, se afilió al Partido Socialista Belga, manteniendo en secreto su identidad trotskista, y ayudó a fundar el semanario La Gauche (La Izquierda), un periódico que llegó a ser influyente en la izquierda socialista belga.

En este periodo, Mandel se consolidó como teórico y dirigente socialista. En 1962 publicó su primera gran obra, Teoría económica marxista. El libro ofrecía una presentación sistemática de su tema, intentando demostrar que se podía «reconstituir todo el sistema económico de Karl Marx» recurriendo a «los datos científicos de la ciencia contemporánea».

En la introducción del libro, Mandel describía su enfoque como «genético-evolutivo», con lo que quería decir que se dedicaba a estudiar el origen y la evolución de su tema. «La teoría económica marxista», escribió, debe considerarse como «el resumen de un método, de los resultados obtenidos mediante el uso de este método, y de los resultados que están continuamente sujetos a reexamen». La combinación de historia y teoría, tratando continuamente de integrar nuevos hallazgos, sería característica de la obra de Mandel.

Reformas estructurales y estrategia socialista

Mientras trabajaba en Teoría económica marxista, un libro de casi ochocientas páginas en su traducción inglesa, Mandel desarrolló una estrategia de «reformas estructurales anticapitalistas» como parte del círculo en torno a La Gauche. Con esto se refería a reformas que no introducirían el socialismo en sí mismas pero que, sin embargo, representarían pasos hacia él y «darían a la clase obrera la capacidad de debilitar decisivamente al gran capital.»

Para Mandel, las posibles reformas estructurales anticapitalistas en Bélgica incluían la organización de una oficina de planificación que garantizara el pleno empleo, el control público de las grandes empresas y la nacionalización del sector energético. Subrayó que las reformas económicas no podían separarse de la cuestión del poder político.

Mandel intentaba formular una estrategia socialista que pudiera ser adecuada para un país capitalista desarrollado como Bélgica. Una fuente de inspiración para este esfuerzo fue la huelga general belga del invierno de 1960 contra una serie de reformas propuestas por el gobierno de derechas. La huelga, que duró varias semanas, movilizó a cientos de miles de trabajadores. Las huelgas y ocupaciones de fábricas francesas de junio de 1936, tras la llegada al poder del Frente Popular de izquierdas, fueron otro ejemplo citado por Mandel.

Durante el periodo de crecimiento económico de la posguerra, las condiciones de vida habían mejorado para muchos, pero luchas como la huelga general belga demostraban que el desarrollo capitalista no había pacificado del todo a la clase obrera. Para Mandel, las armas más poderosas de los trabajadores en la lucha contra el capitalismo eran la organización, la educación política y la conciencia de su papel económico esencial.

Reconocía que las luchas de los trabajadores no giraban simplemente en torno a las condiciones económicas, sino que también estaban impulsadas por la resistencia a prácticas laborales alienantes y opresivas. Incluso los trabajadores relativamente acomodados experimentaban alienación y dominación en el lugar de trabajo. En un balance de la huelga de 1960, Mandel escribió que la lucha de la clase obrera contra el capitalismo «difiere de las luchas sociales del pasado en que no es sólo una lucha por intereses esenciales e inmediatos». Esa lucha puede convertirse en una «lucha consciente para reestructurar la sociedad».

Mandel argumentó que la huelga belga fue una oportunidad perdida porque no había habido un liderazgo político que propusiera esa reestructuración. Para que se produjera un cambio revolucionario, era necesario ampliar la lucha por las reformas económicas a la cuestión del poder político.

Para Mandel, la lucha sólo podía ser victoriosa si «el adversario se enfrentaba no sólo en las fábricas sino también en las calles». La historia había demostrado, insistía, la necesidad de establecer un partido revolucionario que «explicara incansablemente» a los trabajadores que era necesario tomar el poder económico además del político para alcanzar sus objetivos.

Dinámica del capitalismo tardío

Durante la década de 1960, Mandel desarrolló su comprensión de cómo funcionaba el capitalismo un siglo después de que Marx hubiera publicado El Capital. Inicialmente utilizó el término «neocapitalismo» antes de decantarse por «capitalismo tardío». El libro de 1972 con ese título fue la obra magna de Mandel.

En El capitalismo tardío, intentó «ofrecer una explicación marxista de las causas de la larga onda de crecimiento rápido de la posguerra». Según Mandel, este periodo de crecimiento también tenía «límites inherentes» que aseguraban que daría paso a «otra larga onda de creciente crisis social y económica para el capitalismo mundial, caracterizada por una tasa de crecimiento global mucho menor». Predijo correctamente el final del auge de la posguerra a mediados de la década de 1970.

Mandel consideraba que una de las características del capitalismo tardío era la aceleración del ritmo de innovación tecnológica. Esto acortó la vida útil del capital fijo y dio lugar a una mayor necesidad de planificación por parte de las grandes empresas. También se produjo una intervención gubernamental en la economía a una escala sin precedentes para evitar colapsos como el de Wall Street en 1929. Como observó Mandel en 1964 «El Estado garantiza ahora, directa e indirectamente, el beneficio privado de formas que van desde las subvenciones encubiertas hasta la ‘nacionalización de las pérdidas’».

Sin embargo, cada intento del capitalismo por superar sus contradicciones le planteaba nuevos problemas. Respaldados por los gobiernos, los bancos concedían créditos baratos a las empresas, lo que permitía un rápido crecimiento, pero también provocaba inflación. Dicha inflación perjudicaba a las grandes inversiones a largo plazo que eran fundamentales para la competencia entre las grandes empresas, intensivas en capital.

A su vez, los intentos de combatir la inflación crearon sus propios problemas, estrangulando el crecimiento económico. La intervención del Estado en la economía podía ser útil para evitar crisis catastróficas y garantizar los beneficios. Pero también dejó claro a todo el mundo que «la economía» no era un hecho natural.

Horizontes revolucionarios

Mandel apostó por la posibilidad de un cambio revolucionario derivado de tales contradicciones. Explosiones como la huelga general belga y la crisis griega de Apostasia de 1965 le plantearon un dilema marxista clásico. Si era cierto, como había insistido Marx, que «la ideología dominante de toda sociedad es la ideología de la clase dominante», entonces ¿cómo podía liberarse la clase obrera?

Mandel reconoció que el dominio de la ideología de la clase dominante tenía raíces más profundas que la «manipulación ideológica» a través de los medios de comunicación de masas, el sistema escolar, etc. Esta dominación sacaba fuerzas del funcionamiento cotidiano del capitalismo en el que los trabajadores se veían obligados a competir entre sí y tenían que depender de la venta de su fuerza de trabajo.

Sin embargo, las inevitables contradicciones y crisis del capitalismo derivadas de la competencia entre los monopolios dominantes también provocaron fisuras en el consenso dominante. La cuestión central para los socialistas era cómo ir más allá de los estallidos de descontento que eran el resultado inevitable de las turbulencias económicas. Pasar de las luchas defensivas contra los ataques a las condiciones de vida y los salarios a las demandas de poder de los trabajadores requería un «salto consciente».

En un influyente texto sobre la necesidad de la organización socialista, Mandel desarrolló sus ideas sobre lo que haría posible ese salto. Distinguió entre tres grupos: la masa de la clase obrera, una vanguardia de esa clase formada por trabajadores activistas y los miembros de las organizaciones revolucionarias. La tercera categoría se solapaba parcialmente con la segunda.

En el esquema de Mandel, la «vanguardia» no era una élite autoproclamada, sino los activistas más comprometidos y enérgicos de la clase obrera. Construir un movimiento revolucionario significaba ganar a esos trabajadores activistas para las ideas socialistas. Esto les proporcionaría organización y evitaría su retirada del activismo político durante el inevitable reflujo de las luchas sociales inmediatas.

El cambio radical sólo sería posible durante las oleadas de agitación, cuando las contradicciones del capitalismo generaran ira y protestas masivas. Durante esos periodos, un partido revolucionario debería intentar atraer a grupos cada vez mayores de personas a la acción política y proponer reivindicaciones anticapitalistas.

Mandel veía la revolución como un proceso de interacción entre la acción organizada y los movimientos espontáneos en el que los trabajadores se organizarían inevitablemente en diferentes grupos. Con ello rompía una división estereotipada entre organización y espontaneidad que se asociaba respectivamente con las figuras de Vladimir Lenin y Rosa Luxemburgo en la izquierda marxista. Medio en broma, Mandel se llamaba a sí mismo «un leninista con desviaciones luxemburguesas».

Un puente entre generaciones

Los años sesenta y principios de los setenta fueron tiempos turbulentos durante los cuales Mandel fue extraordinariamente productivo, como si fuera arrastrado por la creciente marea de la lucha de clases. Junto con El capitalismo tardío, los otros libros que publicó en esos años incluían un estudio de las contradicciones entre el capitalismo estadounidense y el europeo, un texto erudito sobre La formación del pensamiento económico de Karl Marx, una crítica de la tendencia eurocomunista entre los partidos comunistas de Europa Occidental y un examen de los ciclos de auge y depresión en la historia del capitalismo, Las ondas largas del desarrollo capitalista. A lo largo de su vida, Mandel publicó más de dos docenas de libros y cientos de artículos.

Al mismo tiempo, Mandel fue un incansable agitador y polemista. En 1964, fue invitado a Cuba para participar en debates sobre la planificación socialista. El Che Guevara había leído con gran interés la Teoría Económica Marxista y mantuvo extensas discusiones con Mandel.

Por su parte, Mandel quedó muy impresionado con el líder revolucionario argentino. Cuando el ejército boliviano capturó y ejecutó sumariamente a Guevara en 1967 cuando intentaba lanzar una campaña de guerra de guerrillas, Mandel publicó un apasionado homenaje a «un gran amigo, un camarada ejemplar, un militante heroico.»

Los gobiernos de los Estados capitalistas consideraron que Mandel era una presencia inoportuna en su territorio. En 1969, las autoridades estadounidenses le negaron la entrada en un caso que la mayoría conservadora del Tribunal Supremo citó más tarde como precedente para justificar la «prohibición musulmana» de Donald Trump. Unos años más tarde, el gobierno de Alemania Occidental intervino para bloquear el nombramiento de Mandel en la Freie Universität de Berlín e hizo que fuera expulsado del país.

Francia fue otro país que prohibió la entrada de Mandel en su territorio. En mayo de 1968, fue invitado a hablar en reuniones de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), un grupo izquierdista que se había acercado a la Cuarta Internacional. La JCR estuvo muy implicada en las movilizaciones y protestas de mayo del 68.

En lo que debió de ser una oportunidad satisfactoria de participar en alguna actividad práctica, Mandel ayudó a construir barricadas en el Barrio Latino de París durante la «noche de las barricadas». El coche en el que había llegado a París fue destruido durante los enfrentamientos callejeros. Un reportero escuchó a Mandel exclamar «¡Qué hermoso! Es la revolución».

Para la nueva generación de revolucionarios, Mandel era un vínculo con la historia y la experiencia revolucionarias. Daniel Bensaïd, dirigente de la JCR, recordaba cómo Mandel les ayudó a descubrir «un marxismo abierto, cosmopolita y militante». Para estos jóvenes izquierdistas, según Bensaïd, Mandel fue «un tutor teórico» y un puente entre generaciones: alguien que hacía pensar a la gente, en lugar de pensar por ellos.

Mandel tenía grandes dotes pedagógicas, practicadas en innumerables reuniones con trabajadores, sindicalistas, estudiantes radicales y activistas revolucionarios. Su folleto de 1967, «Introducción a la teoría económica marxista», se convirtió en un clásico muy leído.

Socialismo o barbarie

Hay algo trágico en el hecho de que Mandel, que tanto había luchado por el cambio socialista, falleciera en 1995, cuando la hegemonía neoliberal estaba en su apogeo. Mandel tuvo dificultades para adaptarse al declive de las luchas sociales a partir de finales de los años 70.

Mirando hacia atrás en el nuevo siglo a una popular introducción al marxismo que Mandel había publicado en 1974, Bensaïd argumentó que su optimista análisis político sobre las perspectivas del socialismo se basaba en la «confianza sociológica de Mandel en la creciente extensión, homogeneidad y madurez del proletariado en su conjunto». Según Bensaïd, esta confianza «transformó en una tendencia histórica irreversible la situación específica creada por el capitalismo industrial de posguerra y su modo específico de regulación.» Sin embargo, la ofensiva neoliberal de los años 80 hizo retroceder este proceso, minando las fuerzas del trabajo organizado:

Lejos de ser irreversible, la tendencia a la homogeneización fue socavada por las políticas de fragmentación de las unidades de trabajo, de intensificación de la competencia en el mercado mundial del trabajo, de individualización de los salarios y del tiempo de trabajo, de privatización del ocio y de los modos de vida, de demolición metódica de la solidaridad y de la protección sociales. En otras palabras, lejos de ser una consecuencia mecánica del desarrollo capitalista, la aglutinación de las fuerzas de resistencia y subversión del orden establecido por el capital es una tarea incesante recomenzada en luchas cotidianas, y cuyos resultados nunca son definitivos.

Más adelante en su vida, el exuberante optimismo de Mandel se combinó con advertencias contra los efectos a largo plazo del capitalismo. La elección histórica era barbarie o socialismo, insistía, y el resultado socialista no estaba garantizado.

Durante este periodo, Mandel volvió al estudio de la barbarie capitalista expresada en la Segunda Guerra Mundial y los crímenes del nazismo. Aunque siguió siendo un admirador de Trotsky de toda la vida, reevaluó algunos de sus juicios anteriores, volviéndose más crítico con las prácticas de Trotsky durante sus «años oscuros» a principios de la década de 1920, cuando, según Mandel, «la estrategia de la dirección bolchevique obstaculizaba más que promovía la autoactividad de los trabajadores».

Mandel se enorgullecía de situarse dentro de lo que consideraba la tradición esencial de la Ilustración: la lucha por la emancipación y la autodeterminación humanas. Aunque no le gustaba el término, había, como ha observado Manuel Kellner, una dimensión utópica en el pensamiento de Mandel. Era utopismo en el mejor sentido de la palabra: fe en que la sociedad puede rehacerse, mediante la acción humana, en algo mucho mejor.

Para Mandel, la crisis del socialismo y del comunismo era ante todo una crisis de esta creencia. «La principal tarea de socialistas y comunistas», escribió poco antes de su muerte, «es restaurar la credibilidad del socialismo en la conciencia de millones». Describió los objetivos del socialismo en «términos casi bíblicos»:

Eliminar el hambre, vestir a los desnudos, dar una vida digna a todos, salvar la vida de los que mueren por falta de atención médica adecuada, generalizar el libre acceso a la cultura, incluida la eliminación del analfabetismo, universalizar las libertades democráticas, los derechos humanos y eliminar la violencia represiva en todas sus formas.

Para Mandel, la esperanza de un futuro así se basaba en la chispa de rebelión que siempre había hecho que la gente se rebelara contra las condiciones opresivas y alienantes. La tarea de los socialistas era avivar esa chispa apoyando todas esas rebeliones y presentando una alternativa de futuro.

Esa tarea no ha cambiado. En un período histórico diferente, el legado de Mandel de escritura y activismo puede ayudarnos en la búsqueda de un nuevo camino.

Multiplicidades de China en América Latina

25mar-23
Publicada el 25 marzo, 2023
por Administrador

China expande su gravitación económica sin correlatos militares equivalentes y a diferencia de EEUU no actúa como una potencia imperial

Por Claudio Katz

China cumple todos los pasos de su programada presencia comercial, financiera e inversora en la región. Exhibe gran astucia geopolítica al eludir confrontaciones con EEUU, sumando países a su pulseada con Taiwán. Expande su gravitación económica sin correlatos militares equivalentes y a diferencia de EEUU no actúa como una potencia imperial. Es imprevisible si alcanzará ese status.

Los convenios económicos desfavorables generan dependencia, pero no sometimiento político. Esa diferenciación es omitida en la identificación de ambas potencias o en el presupuesto de un capital transnacional preeminente.

Hay que evitar la idealización de China para registrar la adversidad de los convenios con América Latina. Lo ocurrido en el Indo-Pacífico anticipa las disyuntivas que enfrenta nuestra región. Corresponde resistir a Washington y negociar de otra forma con Beijing.

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Ola progresista en América Latina: Argentina, Brasil, Colombia, México; el escarpado sendero de las reformas estructurales

24mar-23
Publicada el 24 marzo, 2023
por Administrador

Por Pierre Salama

Una nueva fase política se abre en América Latina. Muchos países latinoamericanos surfean una ola progresista. Presidentes recientemente electos y sus gobiernos suceden a gobiernos de derecha que fracasaron y dejaron una pesada herencia a administrar: deuda colosal en la Argentina con Macri (diciembre de 2015-diciembre de 2019), instituciones maltrechas y reaparición del hambre en Brasil, con Bolsonaro (enero de 2019-diciembre de 2022), incapacidad de relanzar el crecimiento y mucha corrupción con Peña Nieto (diciembre de 2002-noviembre de 2016) en México, cuestionamiento de los acuerdos de paz y amenazas a los antiguos guerrilleros en Colombia (Duque Márquez, agosto de 2018 -agosto de 2022). Sin embargo, esta ola progresista se caracteriza por una marcada heterogeneidad en los principales países latinoamericanos. Es probable que en Brasil un gobierno de centroderecha, en el mejor de los casos de centro, suceda al antiguo presidente Bolsonaro, cuando Lula acceda al poder al inicio de 2023. La redistribución de ingresos en provecho de los más desvalidos, necesaria y deseable, estará acompañada por el respeto a los grandes equilibrios. En Argentina, los programas sociales y el aumento de salarios están amenazados por una inflación que se torna cada vez menos controlable. En México, la política social con el arribo al poder de López Obrador llamado AMLO, hasta 2022, está ligeramente por detrás de la conducida por el gobierno precedente, acompañada, sin embargo, por una política de tintes fuertemente nacionalistas en sectores estratégicos como el de la energía, mientras se alinea con los Estados Unidos para la gestión de los flujos migratorios. Finalmente, en Colombia, fue adoptada una reforma fiscal tendiente a establecer un sistema impositivo progresivo y una reforma del sistema de jubilaciones que busca alcanzar a las personas de edad avanzada que no tienen jubilación, por no haber podido hacer aportes, situación en que está la mitad de la población en edad de jubilarse. Por último, algunos gobiernos (Argentina, Brasil, Colombia, Chile…) están impulsados por movimientos sociales (aborto, reconocimiento del derecho al matrimonio de homosexuales…), pero no otros (como México…).

Después de los fracasos, tanto económicos y medio ambientales como sociales, de la derecha en el poder y, en Brasil, de una extrema derecha que volvió frágiles las instituciones, casi todos los países retoman una ola progresista. Entre uno y otro país, la ola difiere en sus proyectos, a veces profundamente. Los une el rechazo a la dolorosa experiencia pasada, acompañado por un conjunto de esperanzas: de una sociedad mejor, para algunos y, para otros, de una sociedad profundamente diferente.

Si la utopía es la condición de movimiento, si el sueño es necesario, si reclamar lo imposible es lo más realista, es más necesario que nunca hacer la anatomía (de “la sociedad burguesa” decía Marx) de los problemas estructurales que tienen las economías de cada uno de estos países, a fin de pesar en el curso de los acontecimientos y abrir caminos seguramente escarpados pero nuevos. Los países latinoamericanos están sobre el filo de una navaja. No es igual para todos, aunque ese “filo de la navaja” tenga rasgos comunes. Dejar de analizar debilidades y fuerzas potenciales, pensar que el dinero puede ser mágico es abrir camino a previsibles fracasos y a decepciones tan grandes como los sueños generados.

1. Lo que une y lo que diferencia a los países latinoamericanos

La mayoría de los países latinoamericanos tienen muchos puntos comunes: muy importantes desigualdades patrimoniales y de ingresos; altas tasas de informalidad laboral y de pobreza;[i] reprimarización[ii] de la economía; fuerte deterioro del medio ambiente (acelerada deforestación de la Amazonia, pero también extracción de minerales y utilización masiva de Organismos Genéticamente Modificados); apertura financiera mayor que la apertura comercial; desindustrialización precoz[iii] (incluso en México, en lo que hace a la industria dirigida a su mercado interno); tendencia al estancamiento económico; nivel de violencia extremadamente serio en algunos países e importante en los otros; desconfianza en las instituciones en razón de la corrupción y el clientelismo instalados.

Limitaremos nuestro análisis a cuatro países: Argentina (Fernández: 10 de diciembre de 2019…), Brasil (da Silva, llamado Lula: 1º de enero de 2023…), Colombia (Petro: 7 de agosto de 2022…), y México (López Obrador o AMLO, 1º de diciembre de 2018…).[iv] Estos cuatro países son los más grandes en superficie y población y los más poderosos de América Latina en términos de PBI per cápita. Con matices, comparten todos los males antes señalados. Sufren las mismas plagas, a las que hemos denominado las nueve plagas de América Latina (Salama, 2020b). A los puntos comunes, es preciso sin embargo agregar algunas diferencias. Brasil se caracteriza por una implantación evangélica importante, con presencia en los estratos más pobres y carentes de educación de la población, y muy conservadora, lo que se manifestó incluso en la convocatoria de los principales pastores a votar por el presidente saliente, Bolsonaro (Salama, 2020a, capítulo cuatro). La Argentina padece dos males: inflación muy fuerte, que oscilará alrededor del 100 % en 2022 (cuadro 1), y una fuga de capitales tan masiva que podría decirse que ese país está más lejos de Dios y más próximo a los Estados Unidos que México… (Wainer, A., 2021). México –a pesar del anunciado progresismo del presidente– es, de los países latinoamericanos, el que ha retomado una política macroeconómica digna del “Washington Consensus”, y respetó los grandes equilibrios durante la pandemia, cuando la mayor parte de los otros países latinoamericanos dejaba aumentar los déficit presupuestarios, practicando de facto una política keynesiana antes aborrecida a fin de preservar aunque sea un poco a la población más vulnerable de los efectos más negativos de la crisis, aunque no siempre lo lograran.[v] México, además, exporta sobre todo productos manufacturados ensamblados a los Estados Unidos y Canadá, en tanto los otros países se han reprimarizado en los años 1990 y sobre todo 2000 y envían cada vez más materias primas hacia los países asiáticos, fuertemente demandantes de recursos naturales (Cordera et al., 2015). México tiene también una tasa de mortalidad muy alta, ligada a la ruta de la droga y su control, y a la corrupción; el clientelismo llega a tal punto de que algunos autores no vacilan en calificar al país de “Estado–Narco” (Solís González, 2012). Colombia, por último, rica en materias primas diversificadas, sufre un déficit crónico de la balanza comercial y de las cuentas corrientes,[vi] acompañado con déficit presupuestario (González 2021). A diferencia de México, Colombia intenta realizar reformas estructurales, en particular modificando el sistema fiscal vigente, especialmente regresivo, en tanto los gastos sociales se mantienen en un nivel relativamente débil, y ampliando el sistema de repartición de jubilaciones. La deuda pública externa creció fuertemente desde 2012. La restricción externa pesa cada vez más y limita los márgenes de maniobra del gobierno de Petro. Colombia continúa estando marcada por la violencia: la ligada a las actividades de la droga y, hasta hace poco, la relacionada con las guerrillas, aunque esta disminuyó mucho en los últimos años tras los acuerdos de paz.

 

Cuadro1: El efecto de la inflación y su escalada en los ingresos en Argentina

La fuerte inflación en Argentina y la incapacidad para impedir su aceleración por parte del gobierno progresista de Fernández no dejan de tener consecuencias sobre el poder de compra.

Tabla n° 1: Evolución del salario real septiembre 2021-septiembre 2022

Los ingresos del trabajo disminuyen en la variación anual entre septiembre de 2021-septiembre de 2022. Todos los deciles están afectados por la caída en términos reales de los ingresos del trabajo. Los primeros, los más pobres, tuvieron una caída de 3,9 %, el primer decil, 3 % para el segundo, etc., el octavo y el noveno deciles una reducción del 1,6 % y el décimo de -0,6 %. Muestra hasta que punto con la inflación y su aceleración las desigualdades de los ingresos del trabajo aumentan. Si se toma en cambio el conjunto de los ingresos por hogar, los resultados son distintos. El aumento del empleo sobre todo en los más humildes permite compensar la caída de los ingresos del trabajo sobre todo para los del primer decil, pero no ocurre lo mismo con los más acomodados (el 9 y 10 deciles tienen una leve baja) durante el primer trimestre 2022. Fuente Ecolatina 22/11/2022, a partir de datos del INDEC para el conjunto de los ingresos familiares EPH-INDEC. El aumento de las transferencias para los más desprotegidos y el aumento del empleo por familia compensan así estos efectos mecánicos de la inflación sobre el poder de compra. Pero la limitación de los gastos públicos cuyo objetivo es liberar un excedente primario con el fin de pagar los intereses de la deuda pública y para responder a los compromisos impuestos por el FMI, se efectuó en los últimos meses en un 90 %, retirando los gastos de prestaciones sociales y las subvenciones al sector económico, lo que rápidamente podría afectar nuevamente el poder de compra de los más desprotegidos si no se logra controlar la inflación.

 

Con la pandemia, todos experimentaron procesos inflacionarios (amplificados por la guerra en Ucrania), caída más o menos pronunciada de los PBI en el 2020 (Anexo 1), incremento de las desigualdades de ingresos, aumento de la pobreza –sobre todo de sus formas más extremas–, excepto durante algunos meses de 2020 y 2021 en Brasil (Razafindacroto M. et al. Salama 2022), cuando las ayudas (“Auxilio emergencial”) pudieron frenar y a veces invertir el aumento de la miseria. Con la recuperación económica relativamente dinámica de 2021 y más pausada en 2022, la pobreza disminuyó en algunos países –México por ejemplo–, pero muy frecuentemente aumentaron las desigualdades de ingreso; la pobreza extrema se mantuvo en un nivel elevado o disminuyó muy poco y en algunos países reapareció el hambre, por ejemplo en Brasil.

En 2020, todos experimentaron una disminución significativa de la PEA (población económicamente activa: empleos formales e informales[vii] más desocupación), que la recuperación de 2021-22 no siempre llegó a revertir por completo.

Cuadro 2: población económicamente activa (PEA), Argentina, Brasil, Colombia, México, 2016 – 3er. trimestre de 2021

Fuente: Panorama laboral 2021, America Latina y el Caribe. https://www.ilo.org/americas/publicaciones/WCMS_836196/lang–es/index.htm, en gris la caída de la PEA

Todos han experimentado en estos años muy difíciles una caída de los empleos formales y, sorprendentemente, una disminución mayor aún de los empleos informales (Razafindrakoto et al., 2022; Salama, 2021a), con o sin políticas de ayuda. De modo que los empleos informales apenas si marginalmente son una posible “esponja” para los empleos formales (lo que tenían un empleo formal, despedidos y sin suficientemente cobertura, buscan empleos de supervivencia informales, de modo que la disminución de los formales produce el aumento de los informales). Pero a diferencia de lo observado en los países avanzados, la disminución de la población económicamente activa evidencia un retiro parcial y temporario del mercado de trabajo. Esto ocurre sobre todo con los que tienen empleos informales y mayoritariamente con los más pobres.[viii]

Los márgenes de maniobra son limitados no solamente por razones externas, sino también internas. Los países latinoamericanos soportan una doble restricción internacional: 1) la crisis precipitada por la pandemia, y la provocada por la guerra, que se manifiestan con reaparición de la inflación y probable recesión no solamente en los países avanzados, sino también en China, y los efectos de esto en los precios de las materias primas son tales que reactualizan la restricción externa de las balanzas comerciales, de la que habían podido escapar durante una treintena de años; 2) la crisis climática y la necesidad de cambiar el modo de producción hacia economías más respetuosas del medio ambiente, a riesgo de ser penalizados en el intercambio comercial en caso de no hacerlo.

A esta crisis se agrega la herencia estanflacionista. ¿Los países rentistas pueden retomar un espíritu emprendedor schumpeteriano…? ¿Es posible quebrar el círculo vicioso del estancamiento económico para posibilitar la movilidad social, sin dejar de luchar contra la degradación del medio ambiente (Svampa, 2021) y disminuir las desigualdades sociales extremadamente altas? ¿Es posible, gracias a la ola progresista y su potencial dinámica más allá de las urnas, que los salarios aumenten y se produzca una disminución significativa de las desigualdades sociales, respetando simultáneamente mayores restricciones medioambientales?

2. Contexto internacional poco favorable: amenaza de recesión mundial y tendencia al estancamiento económico

2.1. Un contexto internacional poco favorable

Como hemos indicado, la sucesión de crisis internacionales (pandemia, guerra en Ucrania, crisis climática) en un lapso de tiempo muy corto y sin perspectiva de superación a la vista, tiene consecuencias negativas para el crecimiento de los países avanzados y las economías emergentes asiáticas. La desaceleración económica de China y la recesión que se perfila en muchos países avanzados rompen el contexto internacional de comienzo de los años 2000. Hasta hace poco, la mayor parte de las economías latinoamericanas se beneficiaba con el relajamiento de la restricción externa gracias a la fuerte demanda de materias primas de los países asiáticos y el consecuente aumento de precios y volúmenes vendidos, aunque se acentuó la reprimarización de sus economías –comenzada a fin de los años 1990– y la degradación al mismo tiempo del medio ambiente.[ix] La ventaja –el relajamiento de la restricción externa– tuvo efectos perversos debido a la ausencia de reformas estructurales (reforma fiscal, política industrial) y no generó un aumento significativo del crecimiento y, por tanto, de la movilidad social. La apreciación de la moneda nacional frente al dólar –más o menos importante según los países– hizo más difícil la producción y exportación de productos industriales, facilitó las importaciones y favoreció la desindustrialización precoz. (Anexo 2). No es seguramente la única razón de la desindustrialización registrada, pero tuvo un efecto cierto.[x]

Actualmente, la desaceleración económica y la probable recesión no dejarán de afectar los precios de las materias primas y los volúmenes exportados, a excepción del gas y el petróleo. El contexto internacional es, pues, distinto. Probablemente no favorecerá el relajamiento de la restricción externa y su primer efecto es ya la depreciación de las monedas nacionales frente al dólar, sin que esto favorezca las exportaciones de productos industriales, salvo en el caso de México.

La crisis provocada por el virus precipitó un movimiento latente que se manifestaba desde el fin de la primera década de los años 2000, cuando se adoptaron las primeras medidas proteccionistas (Salama, 2018). Estas se incrementaron con la pandemia y la guerra en Ucrania, sobre todo en los Estados Unidos, en el marco de su megaplan de relanzamiento. La crisis provocada por el virus visibilizó los alcances del estallido internacional de la cadena de valores, no solamente a causa del abandono de la producción de algunos productos estratégicos, como lo farmacéuticos, y la deslocalización de la fabricación de productos de alta tecnología, sino porque esta característica de la hiperglobalización se basaba en la organización del trabajo just in time (stock 0, organización del trabajo toyotista). La hiperglobalización pasará entonces a ser como la globalización de ayer, con la posible diferencia de que probablemente estará más regulada.

Más precisamente, la primera ola de la pandemia se produjo en los países asiáticos, proveedores de muchos segmentos de las líneas de producción. El efecto inmediato de la crisis en Asia fue la caída de sus exportaciones y, por lo tanto, la parálisis de muchas empresas en los países europeos y de América del Norte. Cuando no fue posible el just in time, fue necesario arreglarse con el just in cause… con las consiguientes faltas de aprovisionamiento y el remiendo internacional para conseguir tales o cuales mercancías faltantes.

La crisis económica se propagó a Europa y luego a los Estados Unidos antes incluso de que el virus los afectara. La crisis de oferta se propagó más rápidamente que el virus. Después, la ola del virus alcanzó a Europa y luego a las Américas, y las medidas de confinamiento que la acompañaron precipitaron la caída económica de la mayor parte de estos países en 2020. La elevada recuperación económica en 2021 ha provocado el aumento de la inflación, ligada sobre todo a las dificultades de oferta que acabamos de exponer y muy poco al exceso de demanda, excepto la de las clases medias-altas que pudieron economizar durante los períodos de confinamiento. La guerra en Ucrania quebró la recuperación económica, los precios de algunas materias primas aumentaron desmesuradamente los costos de las empresas y se generó una caída del poder de compra de la mayor parte de la población.

El contexto internacional es, pues, diferente. De ser un factor favorable, pasó a ser restrictivo. Pero una restricción puede ser la ocasión de cambiar de régimen de crecimiento hacia menor dependencia y más voluntarismo, siempre y cuando los gobiernos logren márgenes de maniobra para hacerlo, algo nada evidente teniendo en cuenta algunos intereses nacionales y su fuerte presencia en los Congresos.

2.2. El contexto nacional tampoco es ahora favorable

Los países latinoamericanos padecen una tendencia al estancamiento económico. La tasa de crecimiento anual media del PBI en América Latina es baja, poco más del 2 % desde hace una treintena de años (Anexo 1); es menor si se considera el PBI per cápita y aún menos si se tiene en cuenta la “década perdida” de los años 1980, caracterizada por la crisis profunda por la gestión de la deuda externa, que pasó a ser insostenible.

Figura n° 1: Tasa de crecimiento anual medio del PBI a precio constante, América Latina, 1990-2021

Fuente: Cepal, Anuario estadistico 2022 https://www.cepal.org/pt-br/node/55959

 

Cuadro 2: Cuando las matemáticas tienen significado social…

Las consecuencias sociales del débil crecimiento a largo plazo son muy importantes, como un pequeño ejercicio matemático lo muestra fácilmente. Con una tasa de crecimiento media anual del PBI per cápita regular de 2 %, el PBI per cápita se duplica en 35 años, y menos si el crecimiento es irregular –lo que ocurre precisamente América Latina, en comparación con los países asiáticos– a causa de los efectos de hysteresis.[xi] Con una tasa de crecimiento anual medio regular de 8 % del PBI per cápita, este se duplica en nueve años. Si el crecimiento es regular, la movilidad social es aún más elevada. Un niño nacido pobre –según cómo se defina la pobreza– tiene entonces muy fuertes posibilidades de ya no serlo cuando adulto, incluso cuando el crecimiento acelerado se ve acompañado por un considerable aumento de las desigualdades de ingreso, como fue el caso de China durante muchas décadas. Si, por el contrario, la tasa de crecimiento solo es de una media de 2 % anual, la movilidad social es muy baja. Puede ser aumentada gracias a una política redistributiva. Así, Brasil disminuyó fuertemente la pobreza absoluta (la que, repitámoslo, podría ser suprimida, a diferencia de la pobreza relativa) durante las presidencias de Lula I y II (1/1/2003 – 1/1/2011) y de D. Rousseff I, pero el hecho de que el crecimiento sea débil e irregular hace muy difícil aumentar sostenida y fuertemente la movilidad social, incluso aumentando los gastos sociales y en educación. La crisis económico-social con D. Rousseff II (presidencia interrumpida mediante un “golpe de Estado legal”), la llegada del vicepresidente Temer a la presidencia, a pesar de las fuertes sospechas de corrupción activa que pesaban sobre él, y luego la de Bolsonaro, han mostrado que esa política redistributiva (Bolsa Familia, ayuda para la vivienda, “Fome 0”) puede ser reversible ante la crisis y llevar a la reducción de las ayudas sociales, tal como ocurrió (a excepción de algunos meses durante la pandemia, con el auxilio emergencial[xii]).

 

Durante este período la media anual de crecimiento del PBI en México fue de 2,31 %. Según el banco de México y el INEGI, la tasa de crecimiento del PBI per cápita fue como media de un 0,74 % entre 1983-2018; o sea mucho, menos que el 2 % necesario para duplicar en 35 años la mejoría. La importante diferencia con la tasa de crecimiento del PBI per cápita se explica por el alto índice de crecimiento demográfico hasta 2000. En Argentina, entre 1980 y 2016, el crecimiento del PBI per cápita fue como media de un 0,64 %, menor que la observada en el conjunto de los otros países de América Latina, 1.4 % (Coatz et al., 2018). Con un índice de PBI per cápita igual a 100 en 1950, el valor de este índice es de 206 en 2017 en Argentina, mientras que asciende a 382 en América Latina y 492 en Europa en la misma fecha.[xiii] De modo que se necesitaron 67 años en Argentina para que se duplicara el PBI per cápita. Si se considera además el crecimiento de las desigualdades en este período, se comprende que para la mitad, como mínimo, de la población, el PBI per cápita no llegó a duplicarse. Con una tasa de crecimiento del PBI per cápita tan baja, la movilidad social solo puede ser marginal, a pesar de los esfuerzos por aumentar los gastos sociales realizados a veces por los gobiernos.

De los cuatro gobiernos aquí analizados, Argentina y México tienen las tasas de crecimiento per cápita más bajas a lo largo del período.

Esta tendencia al estancamiento económico es consecuencia de una tasa de formación bruta de capital fijo mediocre desde hace una cuarentena de años y, por tanto, de la tendencia por parte de los inversores a optar por comportamientos rentistas.

Tabla n°3: Formación bruta de capital fijo en % del PBI, en dólares de 2010, 2011-2020*

 

Es posible, entonces, caracterizar los 40 últimos años por la tendencia al estancamiento del PBI per cápita, sobre todo en Argentina y en México, a pesar de que la mayoría de estos países experimentaron un ligero crecimiento durante la primera década de los años 2000 (Cordera, 2015, Romero Tellaeche, 2014). Contra una idea muy difundida, estas economías fueron poco o nada emergentes. No convergieron, o lo hicieron muy poco, hacia el nivel de ingreso per cápita de los países avanzados, a diferencia de muchos países asiáticos. Brasil, país emblemático tanto por su peso económico y la radiación positiva de la política de las presidencias Lula I y II, como por lo desastroso de las de Bolsonaro, tampoco exhibe esa convergencia. Su PBI per cápita, en comparación con el de los Estados Unidos, es aproximadamente el mismo que en 1960, aunque en los años 1960-1970 y en la primera década del 2000 se hubieran aproximado.

2.3. Las condiciones de éxito en términos de políticas económicas

¿Por qué insistir sobre la tendencia al estancamiento económico? Porque, como hemos indicado, romper con esta tendencia constituye la condición sine qua non para que la movilidad social mejore de manera significativa y duradera. Es posible señalar, como causas de la tendencia al estancamiento, desigualdades de ingresos y de patrimonio extremadamente altas, volatilidad del crecimiento cuando este es muy alto, la reprivatización y la desindustrialización que están frecuentemente ligadas, y luego analizar su importancia. Todas son importantes, pero algunas más que otras, según los países.

En Brasil, Colombia y México, la tendencia de estancamiento se explica fundamentalmente, aunque no exclusivamente, por la muy alta desigualdad de ingresos (Furtado, 1966). La ausencia de política industrial no permite atenuar ni invertir, el efecto negativo para el crecimiento de las desigualdades, sobre todo en México, donde las exportaciones hacia los Estados Unidos y Canadá no tienen un efecto de arrastre para el conjunto de la industria (con la excepción parcial del sector automotriz), a pesar de una apertura al comercio internacional más importante que en Brasil, por ejemplo. Inversamente, la muy fuerte volatilidad del crecimiento, con altas tasas de crecimiento que alternan con profundas depresiones, explicaría el débil crecimiento a largo plazo de Argentina (Diamand, 1973, Anexo 3 y análisis profundizado en Salama 2020, 2021b).

Tabla n° 4: Causas de la tendencia al estancamiento de la tasa de crecimiento del PBI

La restricción externa pesa mucho en Argentina. Anteriormente, estaba localizada en el saldo de la balanza comercial. Actualmente, la reprimarización de la economía produjo un relajamiento de esa restricción externa gracias al aumento de las cotizaciones de la soja y los volúmenes exportados. Pero la restricción externa, atenuada a nivel de la balanza comercial, se reforzó a nivel de la balanza de cuentas corrientes, provocando fuga de capitales, devaluaciones, picos de inflación, recesiones temporarias. El crecimiento es entonces oscilante, a tal punto que se parece a los movimientos de un péndulo, de donde surge la expresión de “péndulo” forjada por Diamand (1973).

 

Cuadro 3. Volatilidad, inflación, enriquecimiento y empobrecimiento, estancamiento a largo plazo en Argentina

Cuando la volatilidad del crecimiento es la causa principal del bajo crecimiento medio a largo plazo, es preciso concentrarse en sus causas, esto es: la fuga de capitales y las razones por las que esta es masiva.

Estas fugas de capitales alimentan la desconfianza con la política económica del gobierno, impactan en la tasa de cambio e in fine en la tasa de inflación. El aumento de los precios se acelera, lo que afecta los intentos del gobierno y los sindicatos para mantener el poder de compra.

Paralelamente, las fugas de capital no implican inmediatamente una caída del PBI. Mientras el saldo de la balanza comercial se mantenga positivo (como ocurre hoy en Argentina) y las reservas de cambios sean suficientes, el crecimiento puede continuar e incluso a una tasa relativamente alta (como es el caso, a excepción del año 2020).

Pero, a medida que la inflación se hace incontrolable, la perspectiva de una megadevaluación se hace más creíbles, alimentando aún más las fugas de capital. Para evitar esta megadevaluación, importante fuente de crisis y pérdida de poder adquisitivo, el gobierno multiplica las tasas de cambio “ventajosas” junto a la tasa de cambio oficial –al momento en que esto escribimos, existirían seis–[xiv], realiza pequeñas devaluaciones con el propósito de frenar esa fugas y estabilizar la tasa de cambio oficial (ver gráficos en el Anexo 4). La especulación con la tasa de cambio oficial futura contribuye a enriquecer a quienes tienen los medios de especular y fortalecer el carácter rentista de los inversores. Por el contrario, el poder de compra de la gran mayoría de la población cae, sobre todo para los más pobres, a pesar de las transferencias sociales, convertidas en ineficaces al ser insuficientes. El respeto a los acuerdos establecidos con el Fondo Monetario Internacional para lograr el reescalonamiento de la deuda externa y liberar recursos presupuestarios para pagar el servicio de la deuda termina frecuentemente limitando los gastos públicos y amputando los gastos sociales, como ocurrió a fines de 2022. La inflación y luego la crisis, agregadas a una inflación que perdura, son una “fábrica de pobres”. Finalmente, la tasa de crecimiento medio a largo plazo es baja.

El gobierno progresista argentino está frente al siguiente dilema: o realiza una maxidevaluación, esperando que esta, después de un pico inflacionario, alcance para que el aumento de los precios quede frenado, a riesgo de una sustancial pérdida de poder de compra, o procede a pequeñas devaluaciones, multiplica las tasas de cambio “ventajosas” para frenar la fuga de capitales, sin poder evitar una caída del poder de compra ni, en definitiva, impedir la fuerte volatilidad del crecimiento y sus efectos sobre la tasa de cambio y el poder de compra.

Dilema que es también una trampa política.

 

En países donde la amplitud de las desigualdades es tal que impide una recuperación económica duradera, es necesario disminuirlas. Existen varias posibilidades para hacerlo en favor de una sociedad más inclusiva. Un aumento significativo del salario mínimo (lo que se hizo en México al llegar AMLO al poder) y la apertura de negociaciones salariales, junto con transferencias sociales efectivas hacia los más desposeídos figuran en el programa de Lula. A estas medidas inmediatas, que no es sin embargo fácil que sean votadas cuando el presidente no tiene mayoría en el Congreso,[xv] se agrega una reforma fiscal para invertir el actual sistema fiscal regresivo[xvi] y la sustancial modificación del sistema de jubilaciones. Esto último es necesario sobre todo en países que en el pasado han optado por un sistema de capitalización y en los cuales gran parte de la población no tiene acceso a la jubilación, como en Colombia y también en México. Es lo que está llevando a cabo Colombia.[xvii]

La instalación, aunque sea parcial, de un sistema de repartición de las jubilaciones y el aumento de las prestaciones generalmente muy bajas, en el caso de que existan, permitiría disminuir las desigualdades de ingresos, mejorar la situación de los más desvalidos y relanzar el crecimiento. Por sí solas, estas medidas son insuficientes. Deben estar acompañadas por una política industrial “agresiva” tendiente a desarrollar industrias estratégicas, tales como Lula I y Lula II habían intentado hacer con la extracción de petróleo presal (off shore, en aguas muy profundas), como López Obrador lo intenta con la implantación de industrias de una gigantesca refinería de petróleo[xviii] y el establecimiento un monopolio que la distribución de la electricidad (CFE).[xix]

Resta el hecho de que la cuestión de los salarios y la necesidad de su inmediato aumento no podrían prescindir del aumento rápido de la productividad del trabajo. Aunque relativamente cerrados –salvo México y, en menor medida, Colombia–, y a pesar de su apertura al comercio internacional desde hace unos treinta años, estos países padecen de baja productividad y competitividad mediocre. Más precisamente, si se toma el ejemplo de Argentina, el tejido industrial registra un envejecimiento importante, pero muy desigual de su aparato industrial en razón de la inversión insuficiente en el pasado y de un nivel y un crecimiento débiles de la productividad del trabajo; estos últimos, muy desiguales según los sectores. Tanto en lo referente al diferencial de crecimiento del ingreso per cápita o al de la productividad, la comparación con los Estados Unidos es instructiva.

Tabla n° 5: Diferenciales de crecimiento del PBI y de la productividad Estados Unidos-Argentina

Según Coatz et al., 2016, a la tasa de cambio peso-dólar 2005, si el crecimiento de la productividad del trabajo en el sector industrial es de 3 % por año en los Estados Unidos y de 4 % en Argentina, se requerirían 101 años para anular el diferencial de productividad entre los dos países, pero si fuese de 10 % por año en Argentina se necesitarían solo 15 años. El problema es que se está lejos del 3 % anual.

 

Cuadro 4: Un debate falso: mercado interior vs. mercado exterior

En economías relativamente cerradas, pero cada vez más abiertas, como lo son las latinoamericanas, el crecimiento puede ser impulsado por la dinámica del mercado interior y el aumento de ingresos de los más desposeídos, además de los pobres. Sin embargo, este aumento solo puede ser duradero si crece también la productividad del trabajo; de no ser así, el déficit de la balanza comercial de los bienes industriales, llamados transables, solo puede aumentar y también aumentará la dependencia de las rentas obtenidas con la exportación de materias primas. Basta que estas caigan a causa de una mala coyuntura en Asia, por ejemplo, para que el fantasma de la devaluación de la tasa de cambio amenace nuevamente, con todas las consecuencias sociales que implica. En el mundo globalizado, la distinción entre mercado interior y mercado exterior pierde, pues, pertinencia.

Es sabido que la competitividad no se resume en una cuestión de nivel de los salarios y su evolución. De ser así, no se comprendería por qué algunos países, como Suiza, pueden tener saldo positivo de su balanza comercial a pesar de salarios relativamente altos. La mayor parte de las empresas en Suiza son muy competitivas en bienes de alta tecnología, los de mayor demanda.

El costo unitario del trabajo, uno de los indicadores de la competitividad, depende directamente de tres variables: la tasa de cambio real, el nivel de los salarios y el de la productividad del trabajo. La competitividad depende también, pero indirectamente, de otras variables, como la calidad de las instituciones, las infraestructuras (rutas, ferrocarriles, etc.). El costo unitario del trabajo (y su evolución) evolucionaron desfavorablemente en América Latina, lo que se traduce en desindustrialización rápida.

Según un estudio ya antiguo (Frankel y Rapetti, 2011) cuyas enseñanzas mantienen actualidad, la apreciación de la tasa de cambio real es causa preponderante del aumento del costo unitario del trabajo entre 2002 y 2010, seguido por el diferencial de productividad. La productividad del trabajo aumenta, en efecto, menos en Brasil, en Chile, en Argentina y en Colombia que en los países avanzados o en China. El aumento de salarios por encima del aumento de la productividad en algunos países como Brasil y Argentina solo ocupa la tercera posición.

La principal lección que puede extraerse de este análisis es que, si los gobiernos progresistas quieren invertir la tendencia al estancamiento del PBI, perjudicial para la movilidad social, deberán no solamente favorecer el aumento de los salarios más bajos, sino también actuar sobre la tasa de cambio real y sobre la productividad. Sobre las tasas de cambio, las evoluciones recientes de las mismas indica una tendencia a la depreciación, y si debiera haber una reapreciación, existen soluciones técnicas de esterilización del exceso de dólares, pero la decisión políticas para aplicarlas es a veces difícil, porque los intereses favorables al mantenimiento de la apreciación pueden ser fuertes (la apreciación abarata las importaciones, es deflacionista y, en un contexto de relanzamiento inflacionario, permite limitar la pérdida de poder de compra de los trabajadores y reduce el costo de las empresas fuertemente importadoras, y favorece la fuga de capitales de los que esperan una devaluación). En cuanto a la productividad, es más difícil. El esfuerzo en investigación y desarrollo en América Latina es muy mediocre; el país que consagra más recursos a la investigación es Brasil, el 1 % de su PBI, y en los otros oscila alrededor de 0,6 %. Por otro lado, Corea del Sur consagra más del 4,5 % de su PBI a la investigación. Se trata solo de un indicador; existen otros, como la cantidad de patentes por habitante etc., pero son datos ilustrativos…. Permiten medir la magnitud de los esfuerzos que deberán hacerse y cuán necesaria es la modificación de los comportamientos de los emprendedores a fin de pasar de un comportamiento rentista a una dinámica schumpeteriana que favorezca más la innovación que el lucro (lucro en portugués quiere decir ganancia… pero, paradójicamente, en Brasil realmente retomó su primera y peyorativa significación: ganancia buscada con avidez, sea o no lícita).

 

Conclusión

Argentina, Brasil, Colombia sufrieron una desindustrialización ligada a los efectos de la reprimarización. México, menos rico en materias primas, no experimentó reprimarización, pero recibe de sus trabajadores emigrados a los Estados Unidos una transferencia de divisas muy importante y experimenta en consecuencia una desindustrialización de las industrias vueltas hacia el mercado interno.[xx] Y, sin embargo, hoy es de buen tono denigrar el crecimiento, la industrialización, y se denuncia como discurso productivista promover la reindustrialización.

Es verdad que el crecimiento y la industrialización (la segunda arrastrando a la primera) estuvieron y están acompañadas por un deterioro importante del medio ambiente. Los modelos de la sustitución de importaciones de ayer (desde los años 1935 hasta los años 1970, caracterizados por un fuerte crecimiento), hoy la reprimarización, han pasado a no ser sustentables en términos ambientales. La reprimarización de las economías condujo muy frecuentemente a daños irreversibles en el medio ambiente, el modo de vida y la salud de las poblaciones circundantes. En efecto, la expansión de la agricultura de exportación se hizo a costa de los campesinos. La explotación de las minas se realiza muy frecuentemente en detrimento de las poblaciones indígenas. La reprimarización se realizó con desprecio del medio ambiente y la salud de los pobres, de los mineros y las poblaciones aledañas. Lo mismo ocurre con las industrias exportadoras de bienes industriales en México. Esto se tradujo en un deterioro de la salud, sea directamente de campesinos y trabajadores, sea indirectamente por efectos de la polución y la deforestación en el clima. Imponer normas ambientales y hacerlas respetar es cada vez más una necesidad de supervivencia.

En definitiva, la cuestión es doble: ¿acaso el crecimiento acarrea necesariamente un deterioro del medio ambiente? ¿Es preciso optar entonces por el decrecimiento y prohibir la implantación de fábricas a causa, precisamente, de las contaminaciones que generan?; ¿es preciso favorecer las pequeñas empresas situadas cerca de los lugares de consumo? ¿O bien inversamente favorecer la investigación, establecer un conjunto de reglas obligatorias aplicables también a los productos importados, con el fin de favorecer una industrialización más neutra ante el medio ambiente y la salud de los trabajadores? Tal es el desafío que habían comprendido los teóricos del desarrollo duradero: respetar las condiciones sociales y el medio ambiente. Esa pequeña ratonera existe. Antes que enfrentar empleo y clima, es mejor buscar las vías para hacerlos compatibles, más aún cuando hoy se conocen las consecuencias sociales, en términos de movilidad social y aumento de las desigualdades, de no hacer nada para superar la tendencia al estancamiento.

La crisis en América Latina es estructural. Por lo tanto, solamente una respuesta situada a ese nivel podría permitir superar los obstáculos para el desarrollo sostenido, para la inclusión de los que son excluidos. Las reformas económicas radicales, a la altura de los problemas por resolver, son tres:

  1. En el contexto latinoamericano, donde el mercado interno juega un rol importante, es necesario aumentar el poder de compra proveniente del trabajo. La mejora del poder de compra puede dinamizar el mercado interno. La justicia social se une paradójicamente con la eficacia económica: más empleos, menos informalidad. Es una medida de adopción inmediata, pero su eficacia duradera requiere hacer esfuerzos para mejorar la productividad y que exista una política industrial agresiva, como ocurrió en varios países asiáticos.
  2. La mejora del poder de compra de los más pobres y de las clases medias (bajas y medias) no se reduce a un aumento de salarios, que podría ser contrarrestado por el aumento acelerado de precios. La reforma fiscal y la ampliación del sistema de reparto a la población que no pudo hacer aportes por carecer de medios pueden contribuir a aumentar el poder de compra de los más desposeídos. Es una necesidad no solamente ética, sino también económica.
  3. La reindustrialización que respete el medio ambiente, la soberanía en sectores estratégicos, legitiman el retorno a un proteccionismo selectivo y temporario, como supieron hacerlo no solo muchos países asiáticos, sino también los Estados Unidos.

Será el conjunto de estas medidas lo que constituya una ruptura. El retorno de gobiernos progresistas en los países analizados puede conducir a esta ruptura. Las condiciones políticas para llevarla a cabo no están sin embargo presentes actualmente. Porque son gobiernos que, o bien no tienen semejante programa de ruptura, o bien lo tienen solo parcialmente, o en definitiva no tienen mayoría en sus respectivos congresos. Existen márgenes de maniobra y posibles dinámicas, pero dependen sobre todo de los movimientos de masas, por ahora relativamente ausentes en las cuestiones estrictamente económicas. También es muy probable que en algunos países existan reformas significativas más importantes que en otros, que se decida mejorar el poder de compra, así como que se tomen medidas para la protección del medio ambiente y se emprendan proyectos industriales ligados a la investigación con más soberanía. Es importante, sobre todo si se tiene en cuenta el pasivo dejado por los gobiernos de derecha, pero no está a la altura de los problemas que enfrentan estos países latinoamericanos desde hace varias décadas.

¿Cuáles son las chances de llevar a cabo esas reformas estructurales? Si se trata de desarrollar una política de redistribución con el propósito de reducir la pobreza y disminuir los ataques al medio ambiente, la probabilidad de éxito relativo es bastante fuerte, sobre todo en Brasil y Colombia. Si se trata de poner en marcha reformas estructurales, como una reforma fiscal, una política industrial agresiva y una eficaz protección del medio ambiente, para escapar duraderamente a la tendencia al estancamiento económico y a la baja movilidad social que este genera, la probabilidad de éxito es muy escasa a causa del contexto internacional y de las relaciones de fuerza en el seno de los parlamentos, excepto marginalmente en algunos países.

Es forzoso reconocer que, actualmente, los márgenes de maniobra son débiles para adoptar tales políticas estructurales, a menos que una irrupción de los movimientos de masas cambie los datos y abra perspectivas nuevas. Es esta una visión posiblemente un poco pesimista sobre los futuros de esta ola progresista que algunos calificarán de realismo; pero de este pesimismo se nutre “el optimismo de la voluntad”.

 

Bibliografía

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Notas

[i] Definición: entre las muchas definiciones utilizadas en los países en desarrollo y/o emergentes, la más usual es la que mide la pobreza absoluta. Difiere de la que rige en las economías avanzadas (pobreza relativa). La primera depende de la canasta de bienes que pueda o no adquirirse, la segunda es relativa y depende de la distribución de los ingresos. La primera puede suprimirse, pero no la segunda, salvo que se considere posible suprimir las desigualdades de ingreso; es posible en cambio disminuirla cuando pasa a ser insostenibles socialmente, políticamente y éticamente como ocurre desde hace una treintena de años. En América Latina, son pobres los individuos (los hogares) que no logran alcanzar cierto nivel de ingreso. este se define como ingreso que permite simultáneamente comprar bienes de consumo, cuyo contenido calórico permita la reproducción física del individuo (o del hogar), y el pago de cierta cantidad de servicios (habitación, transportes etc.). La pobreza extrema o indigencia es la situación en que se encuentran los individuos (los hogares) cuyo ingreso no permite adquirir los bienes de consumo necesarios para su reproducción física.

[ii] Definición: se dice que hay reprimarización cuando la estructura de las exportaciones de un país evoluciona fuertemente en favor de las exportaciones de materias primas y en detrimento de las exportaciones de productos industriales, que pasan a ser menos competitivos.

[iii] Definición: se dice que la desindustrialización de un país emergente es precoz con respecto a la desindustrialización que afecta a algunos países avanzados, cuando el ingreso per cápita al comienzo del proceso es la mitad del que existía en los países avanzados en el momento en que comenzó su desindustrialización (ver Anexo 2).

[iv] ¿Por qué estos cuatro países? Porque son económicamente los más importantes de América Latina, y emblemáticos por los problemas a resolver, y porque son aquellos que conocemos más, en cierto modo íntimamente, combinando estudio de textos, documentos, relaciones y visitas in situ, e investigaciones de campo que dan sentido a los datos estadísticos abstractos. No son sin embargo los únicos que sería necesario estudiar. Chile merecería un lugar especial porque una «nueva» izquierda ha aparecido e intenta reformas profundas pese a las oposiciones del Congreso, el Perú –país por excelencia de abundantes recursos naturales, fuerte desigualdad de ingresos, marcado fracaso ante la pandemia– y con sucesivos presidentes encarcelados habría merecido también un profundó análisis. Hemos dejado de lado voluntariamente a Nicaragua, sumergida en el totalitarismo, y a Venezuela con su represión feroz a los opositores, patente fracaso económico y grandes migraciones de población a los países vecinos. No consideramos que esos gobiernos sean ni de izquierda, ni progresistas, a pesar de que una vieja izquierda adepta a las tesis “campistas” conserve encore pour ces gouvernements les yeux de Chimène [siga mirando a esos gobiernos con ojos de enamorados]…

[v] El aumento de los gastos sociales del gobierno central mexicano –excluyendo salud –durante la pandemia en 2020 (año de abierta crisis) con respecto a 2019 fue particularmente bajo: 0,2 % del PBI, siendo del 3 % en Colombia, de 3,5 % en Argentina, de 7, 6 % en Brasil, según datos de la Cepal. De acuerdo al INEGI, la pobreza de los trabajadores pasó de 36,6 % en el primer trimestre de 2020 a 46,4 % y 46 % en el segundo y tercer trimestre de 2020. Con la recuperación económica, disminuye. En el primer trimestre de 2022 se sitúa a un nivel próximo al que tenía en 2019, antes de la pandemia, es decir 39,6 % y 38,6 %.

[vi] Definición: balanza comercial, el conjunto de movimientos de mercaderías y de servicios hacia (exportaciones), o desde (importaciones) el exterior. El saldo de la balanza comercial puede ser positivo o negativo. Balance de cuentas corrientes (o de transacciones corrientes, o de pagos corrientes), incluye la balanza comercial y los movimientos de divisas relacionados con el desplazamiento de las mercaderías (seguros, transporte), desplazamiento de migrantes que van a trabajar al extranjero e inmigrados (transferencias netas), o entradas y salidas de capitales (dividendos de ganancias repatriadas netas, interés de la deuda pública y privada), y turismo.

[vii] Definición: en general, la informalidad en América Latina tiene dos orígenes: 1) En primer lugar es resultado de relaciones de producción específicas: el autoritarismo–paternalismo ha predominado hasta un pasado reciente en el campo y las pequeñas ciudades. El trabajo asume entonces aspectos de favor, sobre todo en las pequeñas empresas, haciendo que quien encuentre un empleo se sienta en obligación con el empleador. este no tiene necesidad de registrarlo, le sub–paga e impone condiciones de trabajo “indecentes”, violando el código de trabajo. La contrapartida del autoritarismo es el paternalismo, el empleador tiene la obligación «moral» de ocuparse de su empleado cuando este está enfermo. El hecho es que con la generalización de la mercantilización y expansión del capitalismo, esta contrapartida desaparece progresivamente y queda entonces el aspecto informal, las ilicitudes con respecto al código de trabajo, la seguridad social, lo fiscal. 2) Un nivel de tasa de inversiones insuficiente y el crecimiento demográfico al que se agrega la migración de campesinos hacia las ciudades. La búsqueda de empleo de supervivencia, incluso de estricta supervivencia, se desarrolla y con ellos la informalidad. Puede también decirse que no hay sector informal en sí, sino un entrelazamiento de actividades (empleos) formales e informales, apoyándose unos sobre otros y recíprocamente. 3) Una nueva forma de informalidad aparece en con el desarrollo de nuevas tecnologías. Gracias a Internet y a las plataformas, se han desarrollado nueva forma de trabajo denominada «empleo uberizado», en la que el trabajador con estatus de auto emprendedor, trabaja en la mayor precariedad, con protección social casi siempre muy baja. Por último las empresas formales recurren frecuentemente a los empleos informales. Se considera por ejemplo que el porcentaje de empleos informales entre los empleados ocupados en empresas formales de México ascendía en estas al 36 % en marzo 2020. Bajó luego al 30, 8 % en el primer trimestre 2022 gracias a la recuperación económica en parte y probablemente más en razón de la nueva reglamentación dispuesta por el gobierno de López obrador limitando la práctica del outsorcing por las grandes empresas para aprovechar simultáneamente los salarios más bajo percibido por los trabajadores informales y su mayor flexibilidad.

[viii] la literatura sobre el retiro parcial del mercado de trabajo en los países avanzados, y especialmente en Estados Unidos, es abundante. Cabe destacar la excelente obra Coutrot Th. et Perez C., 2022 sobre la crisis de sentido del trabajo. Por el contrario muy pobre sobre los países emergentes, ver Salama P, 2021.

[ix] la deforestación de la selva amazónica, muy alentada por el presidente Bolsonaro en Brasil, con el objetivo de aumentar las áreas consagradas a los cultivos de exportación y para explotar los recursos mineros, no deja de tener consecuencias de la aparición de virus y los cambios climáticos en general. Ver el excelente libro de M–M. Robin (con la colaboración de S. Morand), 2021, La fabrique des pandémies, préserver la biodiversité, un impératif pour la santé planétaire, elaborada a partir de muchas entrevistas a ecólogos de las quedamos aquí algunos extractos: «yo he visto como las grandes empresas violaban los territorios indígenas en nombre del desarrollo, sin aportar ningún beneficio a las comunidades, por el contrario: estas eran marginalizadas y arrastradas al círculo vicioso de la pobreza, porque el medio ambiente del que dependían para vivir, era destruido» (p.168, entrevista de G. Suzan); «cuando se comparan los datos espaciales y temporales de la deforestación con la de las enfermedades infecciosas emergentes, se ve claramente que están correlacionadas» ( p.66, en entrevista de S. Morand); sobre los mecanismos de propagación a los seres humanos: «cuando son perturbados los ecosistemas, la especie [en este caso roedores, PS] «especialista» (altamente adaptadas a un tipo de hábitat particular, poco fecunda) desaparecen en provecho de las «generalistas» (más fecundas, y más posibilidades de adaptación), lo que ocasiona una caída de la biodiversidad de los roedores… el resultado es un aumento de la trasmisión del virus en la población cuente que es más abundante en un mayor riesgo para los humanos» ( p.135, entrevista de J.Mill) ; «además de la caza, la deforestación y la fragmentación de los hábitats naturales engendran un estrés en los chauves–souris, lo que provoca el debilitamiento de su sistema inmunitario … todos estos acontecimientos son propicios a una explosión de la excreción viral, lo que favorece la transmisión de los patógenos a otras especies animales, incluidos los humanos» (p.121, entrevista de G. Maganga).

[x] Algunos economistas (por ejemplo Pessoa, ver Salama P, 2016), sobre todo en Brasil, han llegado a elogiar esta desindustrialización, considerando que no era de lamentar dado que el crecimiento había aumentado gracias al rol positivo jugado por las exportaciones, olvidando así los efectos multiplicadores importantes del crecimiento industrial sobre el crecimiento global y los empleos calificados o no.

[xi] Definición: cuando se produce la reactivación, la recuperación se hace esperar. este desfasaje temporal de los ciclos y sus magnitudes diversas se denomina efecto de hystéresis.

[xii] José Graziano da Silva, coordinador del plan Faim zéro (2003) y antiguo director de la FAO considera: «es necesario que la política de seguridad alimentaria se han política de Estado y no política de gobierno. El derecho a la alimentación está escrito en la constitución brasileña, así como los derechos a la salud y a la educación. Pero diferencia de estos dos últimos, no existe línea presupuestaria determinada constitucionalmente para el derecho a la alimentación. Lo que permite al gobierno actual reducir los presupuestos, por suprimirlo. Es increíble ver cómo Bolsonaro desmanteló lo que había sido construido, y cuán rápidamente lo hizo. Dio marcha atrás íntegramente al programa, excepto alguna de las medidas más populares, como el dispositivo de cantinas escolares, uno de los pocos que fue que actualmente se mantienen» en Le Monde 7 junio 2022. Según los resultados obtenidos por la red PENSSAN (Brasileira de Pesquisa em Soberania e Segurança Alimentar e Nutricional en O Valor 8 junio 2022), la cantidad de personas con grave inseguridad alimentaria y sufren hambre es de 15,5 millones de personas. Ya están afectados por la inseguridad alimentaria 82,2 millones de personas. Entre estos dos extremos, la inseguridad alimentaria es para 28 millones de personas ligera, y moderada para 15,2 millones de personas. El hambre afecta, relativamente, a más personas en el Norte y el Noreste.

[xiii] Fuente: OCDE, 2019, Argentina. Nota: Europa occidental incluye acá: Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, países bajos, Noruega, Portugal, España, Suecia, Suiza y Reino Unido; América Latina comprende: Brasil, Chile, Colombia, México y Perú.

[xiv] Además de la tasa de cambio paralela, llamada “blue”, están la tasa de cambio turista y la tasa de cambio Qatar que permiten deducciones fiscales, etc.

[xv] en lo que respecta al aumento de las transferencias y su continuidad en Brasil (el auxilio emergencial fue concebido como medida temporal) encuentra resistencias incluso por parte de economistas que votaron por Lula (en realidad contra Bolsonaro), con el argumento de que el aumento de los gastos públicos de derogaría el techo (límite del aumento de los gastos públicos) o que la superación del mismo podría ser admisible si se tratara de gasto de inversión sobre todo en las nuevas tecnologías pero de ninguna manera en gastos de funcionamiento. El último argumento es de lejos el más serio, pero teniendo en cuenta sin embargo la magnitud del aumento de la miseria y el hambre, la urgencia de ponerle remedio está justificada socialmente.

[xvi] Definición de sistema fiscal regresivo: es sabido que el sistema fiscal en América Latina es particularmente regresivo, con los impuestos directos y las transferencias sociales, solo se alcanza una modesta de disminución de las desigualdades (2 puntos sobre una escala de 1 a 100) del coeficiente de Gini. Mientras que en los países avanzados la disminución de 10 o 14 puntos según los países. Teniendo en cuenta los impuestos indirectos, pagado por todos los consumidores, pobres o ricos, el efecto es nulo o casi nulo en los países latinoamericanos. La mayoría de estos países se caracteriza por una contribución muy alta en términos relativos de los impuestos indirectos en el conjunto de los impuestos y por la relativa debilidad de los impuestos directos pagados por los hogares, incluidos los más acomodados. Los estudios de la Cepal y de la OCDE, los de muchos economistas (ver Salama, 2012 para una presentación detallada y bibliografía) insisten en este aspecto regresivo que al día de hoy es difícil de corregir en las políticas económicas teniendo en cuenta las oposiciones que despierta en el mundo de los negocios.

[xvii] entre las primeras medidas adoptadas por la presidencia vitro en Colombia, la del sistema fiscal y la de las jubilaciones son importantes. El objetivo de la reforma fiscal es triple: aumentar los ingresos al 3,5 % del PBI (se votó 4 %) para financiar diversos gastos sociales, entre los que la extensión del sistema de repartición a quienes no perciben jubilación, o sea la mitad de la población con la edad requerida, dividiéndose el resto por partes iguales entre quienes habían optado por un sistema de capitalización y las personas que podrían beneficiarse con una pensión sin haber contribuido. La idea es permitir que todos aquellos que ganan entre un salario mínimo y cuatro salarios mínimos obtengan el beneficio de una pensión por repartición; y buscar una justicia social bastante ausente aumentando la tasa impositiva a las 4000 personas más ricas, tasar dividendos y tierras no explotadas; atender la cuestión climática restringiendo las industrias extractivas (petróleo y carbón). Esta última medida tropieza, lógicamente, con una fuerte oposición, «legitimada» por el hecho que Colombia exporta sobre todo materias primas, su balanza comercial deficitaria y que tasar las industrias extractiva implicaría aumentar el déficit comercial. La reforma fiscal es de orden estructural por cuanto está inserta en un incremento de la progresividad y traza posiblemente una dinámica de transformación de la estructura productiva y las exportaciones del país, sobre todo si más adelante se disminuyera de manera significativa el peso relativo de los impuestos indirectos.

[xviii] El petróleo no refinado en efecto era, y es, exportado hacia los Estados Unidos, y México importa desde ese país el petróleo refinado, de modo que su balanza comercial en petróleo es hasta hoy… deficitaria.

[xix] Aunque la intención parece buena, su resulta discutible porque penaliza el desarrollo de energías renovables; la cuestión climática no parece ser una preocupación primordial de la presidencia de López Obrador, a diferencia de la de Petro en Colombia. Tropieza con la violenta oposición de los medios de negocios y las transnacionales, que la considera una violación a las reglas del nuevo Tratado de Libre Comercio signado con los Estados Unidos y Canadá. La hostilidad se traduce por el momento en salidas de carteras de inversión, precisamente cuando, paradójicamente, aumentan las inversiones extranjeras directas.

[xx] Aunque México tiene pocas rentas, porque no exporta muchas materias primas, recibe masivas transferencias (remesas) de los trabajadores mexicanos que emigraron a los Estados Unidos: 58 a 59 millardos de dólares en 2022, o sea seis veces más que Colombia, cuya población es dos veces menos importante. Puede considerarse que los efectos de estas remesas desde un punto de vista macroeconómico son los mismos que los ingresos provenientes de las exportaciones de materias primas en los otros países analizados. Permite cerrar la balanza de pagos y favorecen la apreciación de la moneda nacional (más débil sin embargo que en Brasil).

La apreciación de la moneda nacional impulsa la desindustrialización de las industrias que producen para el mercado interno (salvo el sector automotriz, cuya producción en gran medida se exporta), al carecer de política industrial. Por la misma razón, la producción destinada al mercado externo tiene muy poco efecto multiplicador en el crecimiento del PBI.

[xxi] Cf. en especial: Grupo Nuevo curso de desarrollo, “El cambio reciente de México”, pp. 15-76, Ros J, “La trampa de lento crecimiento y tres reformas recientes”, p. 159–182, Moreno–Brid J.C., “Cambio estructural para el crecimiento económico: grandes pendientes de la economía mexicana” p. 183–214

Artículo fue inicialmente publicado en la revista Les possibles, de ATTAC Francia. La traducción del francés es de Aldo Casas.

El sueño de un capitalismo democrático y benévolo

24mar-23
Publicada el 24 marzo, 2023
por Administrador

Por Eduardo Gudynas

Avanzar hacia un capitalismo democrático es la meta señalada por Gustavo Petro, tanto como legislador, candidato y ahora Presidente. Esa postura a su vez se superpone con otras que esgrime el gobierno, como las de un capitalismo descarbonizado o despetrolizado. Todas ellas son palabras potentes que, aunque no están definidas con precisión, alimentan ilusiones de cambio, lo que hace necesario analizarlas. En este artículo se hurgan en algunas de las cuestiones en juego, sin buscar zanjar la cuestión, sino aportando ideas para profundizar las reflexiones sobre esos propósitos.

Un diagnóstico y una alternativa

Defender un capitalismo democrático implica tanto un diagnóstico como ideas de cambios. El discurso de Petro por un lado entiende que prevaleció un capitalismo que no era democrático al descansar en relaciones casi feudales y serviles, y que si bien contó con formalidades electorales y normativas, era autoritario y violento. Por otro lado, la alternativa debería enfocarse en una democratización, pero como ésta debe ser capitalista, eso exige que solo sea posible escoger a otro tipo de capitalismo.

La adhesión al capitalismo es muy clara en el presente gobierno. Petro, en su discurso de victoria electoral, afirmó “nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”. Aclaró que lo haría, no porque lo adorara, “sino porque tenemos, primero, que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo y los nuevos esclavismos”1. No se encontrará una definición de ese tipo de capitalismo en las bases ni en el proyecto final del Plan Nacional de Desarrollo, y tampoco en el programa de gobierno “Colombia Potencia Mundial de la Vida”.

Petro concibe que es necesario “superar las mentalidades atávicas” propias de un mundo de siervos o esclavos, y para ello se tiene que construir una democracia que permita un “pluralismo” de ideas y de economías. El siguiente paso es apoyar una diversidad de relaciones económicas más allá de las convencionales que dependen de empresas, como por ejemplo el cooperativismo, pero siempre enmarcadas en un capitalismo que debería ser “productivo” y no “especulativo”2.
Retomar la modernización

El capitalismo democrático responde, según Petro, a la necesidad de abandonar las relaciones de “producción premodernas, las formas de indignidad laboral, la depredación de la naturaleza y los seres humanos” para construir una “democracia pacífica y productiva”. Por lo tanto, ofrece un programa de modernización, para alcanzar economías modernas y plurales, en las que esa condición de pluralidad requiere de una democracia que albergue diferentes ideas y prácticas.

La retórica de un desarrollo para salir del atraso persiguiendo la modernización es muy similar a la que se escuchaba en Colombia y en el resto de América Latina, en las primeras décadas del siglo XX. En aquellos tiempos, distintos gobiernos denunciaban el atraso y se lanzaron a aventuras de modernización tales como mejorar los derechos políticos o laborales, alentar la educación pública, reformar los esquemas tributarios, o apoyar industrias e infraestructuras. Es como si el petrismo asumiera que el país quedó suspendido en aquella etapa, atrapado por la violencia y la subordinación, y entonces el gobierno retomara ahora una misión modernizadora pendiente.

El diagnóstico acierta en varios sentidos, ya que es evidente que el país transitó conflictos y violencias que llevaran a la política tan a la derecha, que se naturalizaron relaciones económicas o sociales que en varias naciones vecinas fueron superadas en el pasado. Esa misma condición explica que una intención modernizadora, que solo aspira a un capitalismo un poco más benévolo, resulta intolerable para los sectores conservadores. Pero al mismo tiempo, parece un simplismo asumir que los problemas actuales se resolverán con recetas de la modernización de hace un siglo atrás.
Reformas del capitalismo

La idea de un capitalismo democrático implica que hay diferentes tipos de capitalismo. En sus expresiones más comunes se denuncia, pongamos por caso, a los capitalismos neoliberales, y ante ellos, la alternativa es promover otro que fuese más democrático.

Aunque, como ya se adelantó, las ideas petristas no están elaboradas con precisión, parecería que de todos modos toma en consideración aportes recientes, como los de Joseph Stiligtz o Mariana Mazzucato, quienes son parte de un amplio conjunto de reformistas. En ese grupo se siguen distintos análisis que, de un modo u otro, advierten que los capitalismos conservadores, basados en mercados liberalizados y Estados mínimos, desembocarán en crisis económicas, políticas y ecológicas. Las reformas son necesarias para salvar al capitalismo de sí mismo.

La propuesta reformista más influyente es seguramente la del “reseteo” del capitalismo, promovida en el Foro Económico Mundial de Davos, el encuentro de la elite empresarial3. Sus defensores entienden que existen tres tipos básicos de capitalismo: uno empresarial, culpable de los problemas actuales; otro estatal, que es ejemplificado con China, y por lo tanto autoritario; y finalmente una alternativa llamada de los stakeholders para referirse a la participación de grupos interesados. Sólo esta última es una opción viable ante las crisis.

En sus contenidos es un capitalismo con un Estado presente en sectores como la salud pública y con canales de participación ciudadana, y que postula medidas como impuestos a los más ricos o despetrolizar las economías. Como puede verse hay similitudes con las ideas petristas, y en especial tras la intervención del presidente en el último foro en Davos donde defendió la idea de un capitalismo despetrolizado.

La cuestión clave es que todos esos reformismos aceptan como válido y necesario al capitalismo, y por ello defienden componentes básicos como la prosecución del crecimiento y la ganancia, la generación de distintos tipos de capital (financiero, social, natural), la propiedad o el papel del mercado. No reconocen que existan alternativas viables al capitalismo ni una democracia más allá de éste; no conciben opciones socialistas o de otro tipo.

El capitalismo democrático en crisis

En el campo del reformismo hay algunos actores destacados que usan esa misma etiqueta de capitalismo democrático. Pero lo impactante es que lo consideran agotado, sufriendo diversas crisis, y dudan si es una opción viable.

El testimonio más elocuente está en las muy recientes confesiones de uno de sus más conspicuos defensores, Martin Wolf, un economista que giró al keynesianismo, y es destacado columnista en el periódico Financial Times4. Su capitalismo democrático sería una condición virtuosa y deseada, que implica articular a un capitalismo de mercado con una democracia como régimen político, que necesariamente debe ser liberal para ser considerada como tal.

Según Wolf, el capitalismo no puede sobrevivir sin una política democrática, y al mismo tiempo, la democracia carece de porvenir sin el capitalismo; aunque en cierto modo son opuestos, ambos se necesitan mutuamente. En la actualidad no se logran los resultados ideales de esa asociación. El componente capitalista lidia con varias dificultades que agravan, por ejemplo, la inequidad, deterioran las condiciones de vida en la clase media, o son incapaces de enfrentar el cambio climático. El componente de democracia liberal se retrae, como ocurre bajo la proliferación de noticas falsas o debilidad institucional, e incluso está bajo ataque, como sucedió con Donald Trump en Estados Unidos.

Las razones últimas de estos padecimientos están, según Wolf, en factores como la ignorancia y la irresponsabilidad. Culpa a la derecha política por ello pero también a un “progresismo” en el que incluye, por ejemplo, a quienes defienden diversidades culturales y raciales. Esa evaluación, así como otras consideraciones, tales como sostener que la racionalidad económica es lo que permite la cooperación entre las personas, expresan su adhesión a ideas típicas del liberalismo británico de hace un siglo. Desde esa mirada, Wolf concluye que el capitalismo democrático actual está languideciendo, acosado por la ignorancia y la nueva derecha.

Aplicar un capitalismo democrático al estilo de Wolf a una Colombia que lidia con problemas típicos del siglo XXI, genera múltiples tensiones y dudas. El riesgo está en que el petrismo utilice unas ideas que sus defensores más conspicuos reconocen que no están funcionando, y a la vez, si funcionaran, se basan en concepciones que ya tienen más de un siglo y pese a ello no rinden los resultados ofrecidos, están en crisis, son economicistas y eurocéntricas.

La restricción de las alternativas al capitalismo, sea siguiendo a los economistas heterodoxos, a los empresarios en Davos o a los periodistas como Wolf, es parte de la prevaleciente idea que el capitalismo triunfó y está solo. Ese extremo, tal como francamente expone Branko Milanovic, argumenta que no se dispone de otro modelo de producción e intercambio económico, y que cuente con instituciones e instrumentos aplicados desde hace largo tiempo5.

Según esos análisis, esta situación responde a que las alternativas no capitalistas en la academia o en organizaciones ciudadanas, no han cristalizado en ensayos concretos a mayor escala, o que las experiencias que se dicen diferentes, en especial la que conduce el Partido Comunista de China, finalmente es un tipo de capitalismo.

Más allá de si esto es cierto o no, lo que es importante aquí es señalar que si bien Petro rechaza los extremos neoliberales, sólo está dispuesto a elegir a otro tipo de capitalismo. Es una postura que ha mantenido por años, y que ahora aclara advirtiendo que las “necesidades de la sociedad colombiana no son las de construir el socialismo, sino construir democracia y paz, punto” (6). Admite, con toda razón, que su programa no sería catalogado de izquierda en Europa, aunque, como se indicó antes, el contexto colombiano está tan recostado sobre la derecha que las elites locales lo acusan de ser un socialista o radical de izquierda.

La condicionalidad democrática

Si se aborda la cuestión del capitalismo democrático desde su otro componente, el referido a la democracia, asoman otras complejidades. Aún reconociendo la diversidad de conceptualizaciones referidas a la democracia, no cabe duda que existe una tensión inmediata entre un régimen realmente democrático y el capitalismo. Esa oposición se intenta disimular con discursos de la democracia liberal y prácticas formales, sobre todo electorales, porque al mismo tiempo el capitalismo limita la participación, se controla y disciplina a la sociedad, y se toleran todo tipo de violencias.

La reflexión sobre esa problemática no ha estado ausente en Colombia, y es provechoso recuperar las advertencias de Antonio García, el conocido economista que en el siglo pasado promovía una alternativa socialista. En su libro, “Dialéctica de la democracia”, publicado en 1971, afirmaba que “el capitalismo ha dejado de ser un sistema económico favorable a la democracia”, particularmente en los países del sur. Esa sentencia mantiene toda su validez, y los países latinoamericanos lo saben muy bien porque lo han padecido desde siempre7.

En el discurso petrista se echa de menos un reconocimiento explícito de las incompatibilidades entre una democracia sustantiva con el capitalismo. En cambio, García exigía distinguir entre la democracia “como forma política dentro del capitalismo” y aquella que se asume como “principio, como sistema de vida” que al desplegarse esté “articulado al proceso de creación de una nueva sociedad sin explotación colonial ni clases opresoras”.

Mirada pragmática

Finalmente, estarán aquellos que sostengan que la llamada a un capitalismo democrático debe ser tomada como un propósito genérico, más cerca de un recurso para comunicarse que de una elaboración política o económica. Expresaría una intención del gobierno para dar los primeros pasos en una gestión muy distinta a las de inspiración uribista, lo que no debe minimizarse. Se explica que esos cambios iniciales deben hacerse con precaución y paciencia, reconociendo las enormes fuerzas conservadoras que se les oponen.

Bajo ese pragmatismo, el capitalismo democrático como slogan sería útil para reducir los temores de los capitalistas al decirles que el gobierno persistirá en ese tipo de régimen, mientras que al decirse democrático se mantiene viva la intensión de pacificar y democratizar el país. Los cambios más profundos vendrían después, bajo otros gobiernos, y para poder lograrlos es necesario asegurar la estabilidad de la actual administración.

Muchos elementos en esos razonamientos son compartibles, pero lo que debe señalarse es que para que esto sea efectivo se requiere de organizaciones políticas estructuradas y formalizadas. Ya debería estar en marcha una reflexión sobre cuáles serían las siguientes etapas, cuáles sus contenidos conceptuales y sus instrumentos de aplicación, y en especial, cuáles son las salvaguardas que evitarán que el capitalismo se devore a la democracia. Si estos son los primeros pasos, una organización política es también indispensable para asegurar su continuidad en el tiempo más allá de este gobierno y de este presidente.

Este no es un tema menor, y la experiencia de los progresismos en los países vecinos sirve de alerta. En todos ellos existieron distintos slogans que se utilizaron en las fases iniciales de los gobiernos, tales como revolución ciudadana a socialismo del siglo XXI, pero todos enfrentaron dificultades en persistir en una agenda de cambios. Contribuyó a ello la debilidad o ausencia de estructuras político partidarias u otras formas de organización política estables y participativas, y la dependencia de líderes carismáticos pero personalistas y caudillistas, que entorpecían o anulaban sus propias sucesiones.

Un balance muy provisorio

La presentación de las ideas de un capitalismo democrático tiene aspectos positivos que deben reconocerse ya que pueden cobijar reformas para romper con políticas profundamente regresivas, y a la vez allanar senderos para nuevos cambios. Pero es también limitado, porque su horizonte de cambio apenas aspira a un capitalismo que sea un poco más benévolo, un poco más democrático, sin asumir que en su propia condición erosiona y limita esas posibilidades.

Es también una posición riesgosa, seguramente insuficiente ante nuestro futuro inmediato. Circunscribe las alternativas al espacio capitalista, anulando las capacidades para pensar y ensayar opciones no capitalistas, sea asumiendo elementos válidos de la tradición socialista, rescatando otros de la experiencia latinoamericana, como puede ser los de la democracia popular, y sumándole novedades, como las del Buen Vivir.

1 “Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”: Gustavo Petro en su discurso de victoria, Semana, Bogotá, 19 junio 2002.
2 Distintas referencias a las declaraciones de G. Petro también en Capitalismo democrático: ¿en qué consiste el modelo que Petro quiere para Colombia?, D. Salazar Castellanos, Bloomberg, 29 junio 2022.
3 The great narrative for a better future, K. Schwab y T. Malleret, SBVV, Zurich, 2021.
4 The crisis of democratic capitalism, M. Wolf, Penguin, New York, 2023.
5 Capitalism, alone. The future of the system that rules the world, B. Milanovic, Belknap, Cambridge, 2021.
6 Gustavo Petro: “Colombia no necesita socialismo, necesita democracia y az”, J. Martínez Ahrens e I. Santaeulalia, El País, Madrid, 19 setiembre 2021.
7 Dialéctica de la democracia, A. García, Plaza & Janes, Bogotá, 1987.

Sandra Burchi sobre Non Una di Meno: “Ya no hay una sola manera de hacer huelga”

23mar-23
Publicada el 23 marzo, 2023
por Administrador

Por Sandra Burchi

“Las mujeres se ven a menudo atrapadas en trabajos que hacen bien, pero que no están adecuadamente remunerados. Quienes trabajan para que la renta básica universal sea una realidad llevan mucho tiempo diciéndolo: no basta con trabajar”. Sandra Burchi, feminista e investigadora académica, autora de Ripartire da casa. Lavori e reti dallo spazio domestico («Volver a empezar desde casa. Trabajo y redes desde el espacio doméstico», ed. Franco Angeli), entre otras obras, habla con Roberto Ciccarelli, periodista de il manifesto, que recoge sus declaraciones sobre la huelga feminista del pasado 8 de marzo en Italia.

El movimiento transfeminista Non Una di Meno [Ni Una Menos] organiza hoy una huelga en el trabajo productivo y de reproducción social. ¿Qué significa esto?

Significa volver a juntar dos partes del trabajo que normalmente se contemplan como separadas, aunque no sólo conciernen a las mujeres, sino a todo el mundo. Significa unir el trabajo tradicional con otro tipo de trabajo invisibilizado. Significa ampliar la idea de trabajo a todo lo que necesitamos para vivir. Significa cambiar el significado del concepto de «trabajo» para incluir el «trabajo emocional» a través del cual resistimos contra la precarización de nuestras vidas, contra formas gravosas y también sutiles de explotación. En este caso, el trabajo es el esfuerzo por superar el sufrimiento y la tristeza cotidianas, la sensación de inseguridad. El giro feminista se repite así en otro contexto y se amplía con alcance global.

Las mujeres constituyen la categoría más precaria y con menos empleo en Italia. A falta de empleo estable, es difícil llevar a cabo una huelga, al menos en las formas conocidas. ¿Existen otras vías?

Este es el problema que ha afrontado Non Una di Meno. Lo bonito de la huelga actual es que se concibe como un proceso creativo. Ya no hay una sola forma de hacer huelga. Hay que crear nuevas formas. No se pasa por alto ninguna práctica, antigua o nueva. Non Una di Meno habla de hacer huelga de consumo, de tareas domésticas, o incluso de vestirse de una determinada manera cuando en realidad no es posible abstenerse del trabajo. Uno puede unirse a la huelga participando en las manifestaciones de hoy. Y también se puede hacer huelga de género como tal.

¿Qué significa esto?

Podemos distanciarnos de las expectativas de género, es decir, de aquellas cosas que se espera que hagamos en función de nuestro género socialmente reconocido, prescrito o asignado. Este es realmente un momento político importante. En esto la huelga revela su significado de liberación y descubrimiento. A partir de hoy, puedo descubrir que estoy encerrada en una caja en la que ya no deseo estar, y la cuestiono, salgo de ella.

¿La reivindicación de una «renta de autodeterminación» incluida en la plataforma de huelga es una respuesta a la transformación de la «renta de ciudadanía» en una «medida de inclusión activa» (MIA) aún más restringida?

Desde luego que sí. Y es un desafío a la división entre los que se consideran «empleables» y los que son muy pobres. Se trata de una distinción artificial. Sabemos que el 48% de los perceptores de la renta de ciudadanía son trabajadores pobres. También sabemos que los trabajadores pobres no lo son sólo porque realizan trabajos no cualificados. En una región como la Toscana, donde vivo, el riesgo de «pobreza relativa» afecta también a los que tienen títulos superiores, que han recibido una formación seria. Las mujeres se ven a menudo atrapadas en trabajos que hacen bien pero que no están adecuadamente remunerados. Quienes trabajan para que la renta básica universal sea una realidad llevan mucho tiempo diciéndolo: no basta con trabajar.

Según el Informe Plus 2022 de Inapp, una de cada cinco mujeres en Italia abandona el mercado laboral tras el nacimiento de un hijo, y un tercio de ellas tras un despido o la no renovación de su contrato. ¿Cómo calificaría esta situación en la que se encuentran las mujeres?

Es una paradoja. No hay una mano de obra femenina «débil», pero hay una habilidad y una inclinación por parte de las mujeres a hacer cosas que podrían llamarse «trabajo», pero que este tipo de sociedad no reconoce como tal.

¿Por qué?

Hay una voluntad de trabajar, hay habilidades que las mujeres adquieren, pero hay dificultades para accede al mundo laboral. Ahí es donde está la brecha. Algo no se está actualizando en el sistema que rige el equilibrio entre los hombres y las mujeres y el trabajo. Se vuelve a considerar la mano de obra femenina igual que en los años 60, cuando se la denominaba «reserva». Sin embargo, los movimientos feministas no volverán a la imagen convencional de la mujer perpetuamente necesitada o vista sólo desde una perspectiva de necesidad. La realidad es la contraria.

Hay ofertas de empleo que no reciben solicitudes, hay dimisiones voluntarias. ¿Qué está ocurriendo?

Nuestra atención vuelve a centrarse en las condiciones materiales de existencia y, por tanto, en el trabajo, los salarios y los ingresos. La pobreza ya no es una cuestión sociológica abstracta. Cada vez hay más gente que no llega a fin de mes. Hay formas de «NO» que pueden verse en las «Grandes Dimisiones», por ejemplo. Y está el «SÍ» de las pancartas en las que la gente escribe «Queremos una vida buena». No se trata sólo de poder comprar pan y leche, sino también rosas.

Sandra Burchi
teórica y activista feminista, es investigadora del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Pisa.

Fuente:

il manifesto global, 8 de marzo de 2023

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