Multiplicidades de China en América Latina

China expande su gravitación económica sin correlatos militares equivalentes y a diferencia de EEUU no actúa como una potencia imperial

Por Claudio Katz

China cumple todos los pasos de su programada presencia comercial, financiera e inversora en la región. Exhibe gran astucia geopolítica al eludir confrontaciones con EEUU, sumando países a su pulseada con Taiwán. Expande su gravitación económica sin correlatos militares equivalentes y a diferencia de EEUU no actúa como una potencia imperial. Es imprevisible si alcanzará ese status.

Los convenios económicos desfavorables generan dependencia, pero no sometimiento político. Esa diferenciación es omitida en la identificación de ambas potencias o en el presupuesto de un capital transnacional preeminente.

Hay que evitar la idealización de China para registrar la adversidad de los convenios con América Latina. Lo ocurrido en el Indo-Pacífico anticipa las disyuntivas que enfrenta nuestra región. Corresponde resistir a Washington y negociar de otra forma con Beijing.

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Ola progresista en América Latina: Argentina, Brasil, Colombia, México; el escarpado sendero de las reformas estructurales

Por Pierre Salama

Una nueva fase política se abre en América Latina. Muchos países latinoamericanos surfean una ola progresista. Presidentes recientemente electos y sus gobiernos suceden a gobiernos de derecha que fracasaron y dejaron una pesada herencia a administrar: deuda colosal en la Argentina con Macri (diciembre de 2015-diciembre de 2019), instituciones maltrechas y reaparición del hambre en Brasil, con Bolsonaro (enero de 2019-diciembre de 2022), incapacidad de relanzar el crecimiento y mucha corrupción con Peña Nieto (diciembre de 2002-noviembre de 2016) en México, cuestionamiento de los acuerdos de paz y amenazas a los antiguos guerrilleros en Colombia (Duque Márquez, agosto de 2018 -agosto de 2022). Sin embargo, esta ola progresista se caracteriza por una marcada heterogeneidad en los principales países latinoamericanos. Es probable que en Brasil un gobierno de centroderecha, en el mejor de los casos de centro, suceda al antiguo presidente Bolsonaro, cuando Lula acceda al poder al inicio de 2023. La redistribución de ingresos en provecho de los más desvalidos, necesaria y deseable, estará acompañada por el respeto a los grandes equilibrios. En Argentina, los programas sociales y el aumento de salarios están amenazados por una inflación que se torna cada vez menos controlable. En México, la política social con el arribo al poder de López Obrador llamado AMLO, hasta 2022, está ligeramente por detrás de la conducida por el gobierno precedente, acompañada, sin embargo, por una política de tintes fuertemente nacionalistas en sectores estratégicos como el de la energía, mientras se alinea con los Estados Unidos para la gestión de los flujos migratorios. Finalmente, en Colombia, fue adoptada una reforma fiscal tendiente a establecer un sistema impositivo progresivo y una reforma del sistema de jubilaciones que busca alcanzar a las personas de edad avanzada que no tienen jubilación, por no haber podido hacer aportes, situación en que está la mitad de la población en edad de jubilarse. Por último, algunos gobiernos (Argentina, Brasil, Colombia, Chile…) están impulsados por movimientos sociales (aborto, reconocimiento del derecho al matrimonio de homosexuales…), pero no otros (como México…).

Después de los fracasos, tanto económicos y medio ambientales como sociales, de la derecha en el poder y, en Brasil, de una extrema derecha que volvió frágiles las instituciones, casi todos los países retoman una ola progresista. Entre uno y otro país, la ola difiere en sus proyectos, a veces profundamente. Los une el rechazo a la dolorosa experiencia pasada, acompañado por un conjunto de esperanzas: de una sociedad mejor, para algunos y, para otros, de una sociedad profundamente diferente.

Si la utopía es la condición de movimiento, si el sueño es necesario, si reclamar lo imposible es lo más realista, es más necesario que nunca hacer la anatomía (de “la sociedad burguesa” decía Marx) de los problemas estructurales que tienen las economías de cada uno de estos países, a fin de pesar en el curso de los acontecimientos y abrir caminos seguramente escarpados pero nuevos. Los países latinoamericanos están sobre el filo de una navaja. No es igual para todos, aunque ese “filo de la navaja” tenga rasgos comunes. Dejar de analizar debilidades y fuerzas potenciales, pensar que el dinero puede ser mágico es abrir camino a previsibles fracasos y a decepciones tan grandes como los sueños generados.

1. Lo que une y lo que diferencia a los países latinoamericanos

La mayoría de los países latinoamericanos tienen muchos puntos comunes: muy importantes desigualdades patrimoniales y de ingresos; altas tasas de informalidad laboral y de pobreza;[i] reprimarización[ii] de la economía; fuerte deterioro del medio ambiente (acelerada deforestación de la Amazonia, pero también extracción de minerales y utilización masiva de Organismos Genéticamente Modificados); apertura financiera mayor que la apertura comercial; desindustrialización precoz[iii] (incluso en México, en lo que hace a la industria dirigida a su mercado interno); tendencia al estancamiento económico; nivel de violencia extremadamente serio en algunos países e importante en los otros; desconfianza en las instituciones en razón de la corrupción y el clientelismo instalados.

Limitaremos nuestro análisis a cuatro países: Argentina (Fernández: 10 de diciembre de 2019…), Brasil (da Silva, llamado Lula: 1º de enero de 2023…), Colombia (Petro: 7 de agosto de 2022…), y México (López Obrador o AMLO, 1º de diciembre de 2018…).[iv] Estos cuatro países son los más grandes en superficie y población y los más poderosos de América Latina en términos de PBI per cápita. Con matices, comparten todos los males antes señalados. Sufren las mismas plagas, a las que hemos denominado las nueve plagas de América Latina (Salama, 2020b). A los puntos comunes, es preciso sin embargo agregar algunas diferencias. Brasil se caracteriza por una implantación evangélica importante, con presencia en los estratos más pobres y carentes de educación de la población, y muy conservadora, lo que se manifestó incluso en la convocatoria de los principales pastores a votar por el presidente saliente, Bolsonaro (Salama, 2020a, capítulo cuatro). La Argentina padece dos males: inflación muy fuerte, que oscilará alrededor del 100 % en 2022 (cuadro 1), y una fuga de capitales tan masiva que podría decirse que ese país está más lejos de Dios y más próximo a los Estados Unidos que México… (Wainer, A., 2021). México –a pesar del anunciado progresismo del presidente– es, de los países latinoamericanos, el que ha retomado una política macroeconómica digna del “Washington Consensus”, y respetó los grandes equilibrios durante la pandemia, cuando la mayor parte de los otros países latinoamericanos dejaba aumentar los déficit presupuestarios, practicando de facto una política keynesiana antes aborrecida a fin de preservar aunque sea un poco a la población más vulnerable de los efectos más negativos de la crisis, aunque no siempre lo lograran.[v] México, además, exporta sobre todo productos manufacturados ensamblados a los Estados Unidos y Canadá, en tanto los otros países se han reprimarizado en los años 1990 y sobre todo 2000 y envían cada vez más materias primas hacia los países asiáticos, fuertemente demandantes de recursos naturales (Cordera et al., 2015). México tiene también una tasa de mortalidad muy alta, ligada a la ruta de la droga y su control, y a la corrupción; el clientelismo llega a tal punto de que algunos autores no vacilan en calificar al país de “Estado–Narco” (Solís González, 2012). Colombia, por último, rica en materias primas diversificadas, sufre un déficit crónico de la balanza comercial y de las cuentas corrientes,[vi] acompañado con déficit presupuestario (González 2021). A diferencia de México, Colombia intenta realizar reformas estructurales, en particular modificando el sistema fiscal vigente, especialmente regresivo, en tanto los gastos sociales se mantienen en un nivel relativamente débil, y ampliando el sistema de repartición de jubilaciones. La deuda pública externa creció fuertemente desde 2012. La restricción externa pesa cada vez más y limita los márgenes de maniobra del gobierno de Petro. Colombia continúa estando marcada por la violencia: la ligada a las actividades de la droga y, hasta hace poco, la relacionada con las guerrillas, aunque esta disminuyó mucho en los últimos años tras los acuerdos de paz.

 

Cuadro1: El efecto de la inflación y su escalada en los ingresos en Argentina

La fuerte inflación en Argentina y la incapacidad para impedir su aceleración por parte del gobierno progresista de Fernández no dejan de tener consecuencias sobre el poder de compra.

Tabla n° 1: Evolución del salario real septiembre 2021-septiembre 2022

Los ingresos del trabajo disminuyen en la variación anual entre septiembre de 2021-septiembre de 2022. Todos los deciles están afectados por la caída en términos reales de los ingresos del trabajo. Los primeros, los más pobres, tuvieron una caída de 3,9 %, el primer decil, 3 % para el segundo, etc., el octavo y el noveno deciles una reducción del 1,6 % y el décimo de -0,6 %. Muestra hasta que punto con la inflación y su aceleración las desigualdades de los ingresos del trabajo aumentan. Si se toma en cambio el conjunto de los ingresos por hogar, los resultados son distintos. El aumento del empleo sobre todo en los más humildes permite compensar la caída de los ingresos del trabajo sobre todo para los del primer decil, pero no ocurre lo mismo con los más acomodados (el 9 y 10 deciles tienen una leve baja) durante el primer trimestre 2022. Fuente Ecolatina 22/11/2022, a partir de datos del INDEC para el conjunto de los ingresos familiares EPH-INDEC. El aumento de las transferencias para los más desprotegidos y el aumento del empleo por familia compensan así estos efectos mecánicos de la inflación sobre el poder de compra. Pero la limitación de los gastos públicos cuyo objetivo es liberar un excedente primario con el fin de pagar los intereses de la deuda pública y para responder a los compromisos impuestos por el FMI, se efectuó en los últimos meses en un 90 %, retirando los gastos de prestaciones sociales y las subvenciones al sector económico, lo que rápidamente podría afectar nuevamente el poder de compra de los más desprotegidos si no se logra controlar la inflación.

 

Con la pandemia, todos experimentaron procesos inflacionarios (amplificados por la guerra en Ucrania), caída más o menos pronunciada de los PBI en el 2020 (Anexo 1), incremento de las desigualdades de ingresos, aumento de la pobreza –sobre todo de sus formas más extremas–, excepto durante algunos meses de 2020 y 2021 en Brasil (Razafindacroto M. et al. Salama 2022), cuando las ayudas (“Auxilio emergencial”) pudieron frenar y a veces invertir el aumento de la miseria. Con la recuperación económica relativamente dinámica de 2021 y más pausada en 2022, la pobreza disminuyó en algunos países –México por ejemplo–, pero muy frecuentemente aumentaron las desigualdades de ingreso; la pobreza extrema se mantuvo en un nivel elevado o disminuyó muy poco y en algunos países reapareció el hambre, por ejemplo en Brasil.

En 2020, todos experimentaron una disminución significativa de la PEA (población económicamente activa: empleos formales e informales[vii] más desocupación), que la recuperación de 2021-22 no siempre llegó a revertir por completo.

Cuadro 2: población económicamente activa (PEA), Argentina, Brasil, Colombia, México, 2016 – 3er. trimestre de 2021

Fuente: Panorama laboral 2021, America Latina y el Caribe. https://www.ilo.org/americas/publicaciones/WCMS_836196/lang–es/index.htm, en gris la caída de la PEA

Todos han experimentado en estos años muy difíciles una caída de los empleos formales y, sorprendentemente, una disminución mayor aún de los empleos informales (Razafindrakoto et al., 2022; Salama, 2021a), con o sin políticas de ayuda. De modo que los empleos informales apenas si marginalmente son una posible “esponja” para los empleos formales (lo que tenían un empleo formal, despedidos y sin suficientemente cobertura, buscan empleos de supervivencia informales, de modo que la disminución de los formales produce el aumento de los informales). Pero a diferencia de lo observado en los países avanzados, la disminución de la población económicamente activa evidencia un retiro parcial y temporario del mercado de trabajo. Esto ocurre sobre todo con los que tienen empleos informales y mayoritariamente con los más pobres.[viii]

Los márgenes de maniobra son limitados no solamente por razones externas, sino también internas. Los países latinoamericanos soportan una doble restricción internacional: 1) la crisis precipitada por la pandemia, y la provocada por la guerra, que se manifiestan con reaparición de la inflación y probable recesión no solamente en los países avanzados, sino también en China, y los efectos de esto en los precios de las materias primas son tales que reactualizan la restricción externa de las balanzas comerciales, de la que habían podido escapar durante una treintena de años; 2) la crisis climática y la necesidad de cambiar el modo de producción hacia economías más respetuosas del medio ambiente, a riesgo de ser penalizados en el intercambio comercial en caso de no hacerlo.

A esta crisis se agrega la herencia estanflacionista. ¿Los países rentistas pueden retomar un espíritu emprendedor schumpeteriano…? ¿Es posible quebrar el círculo vicioso del estancamiento económico para posibilitar la movilidad social, sin dejar de luchar contra la degradación del medio ambiente (Svampa, 2021) y disminuir las desigualdades sociales extremadamente altas? ¿Es posible, gracias a la ola progresista y su potencial dinámica más allá de las urnas, que los salarios aumenten y se produzca una disminución significativa de las desigualdades sociales, respetando simultáneamente mayores restricciones medioambientales?

2. Contexto internacional poco favorable: amenaza de recesión mundial y tendencia al estancamiento económico

2.1. Un contexto internacional poco favorable

Como hemos indicado, la sucesión de crisis internacionales (pandemia, guerra en Ucrania, crisis climática) en un lapso de tiempo muy corto y sin perspectiva de superación a la vista, tiene consecuencias negativas para el crecimiento de los países avanzados y las economías emergentes asiáticas. La desaceleración económica de China y la recesión que se perfila en muchos países avanzados rompen el contexto internacional de comienzo de los años 2000. Hasta hace poco, la mayor parte de las economías latinoamericanas se beneficiaba con el relajamiento de la restricción externa gracias a la fuerte demanda de materias primas de los países asiáticos y el consecuente aumento de precios y volúmenes vendidos, aunque se acentuó la reprimarización de sus economías –comenzada a fin de los años 1990– y la degradación al mismo tiempo del medio ambiente.[ix] La ventaja –el relajamiento de la restricción externa– tuvo efectos perversos debido a la ausencia de reformas estructurales (reforma fiscal, política industrial) y no generó un aumento significativo del crecimiento y, por tanto, de la movilidad social. La apreciación de la moneda nacional frente al dólar –más o menos importante según los países– hizo más difícil la producción y exportación de productos industriales, facilitó las importaciones y favoreció la desindustrialización precoz. (Anexo 2). No es seguramente la única razón de la desindustrialización registrada, pero tuvo un efecto cierto.[x]

Actualmente, la desaceleración económica y la probable recesión no dejarán de afectar los precios de las materias primas y los volúmenes exportados, a excepción del gas y el petróleo. El contexto internacional es, pues, distinto. Probablemente no favorecerá el relajamiento de la restricción externa y su primer efecto es ya la depreciación de las monedas nacionales frente al dólar, sin que esto favorezca las exportaciones de productos industriales, salvo en el caso de México.

La crisis provocada por el virus precipitó un movimiento latente que se manifestaba desde el fin de la primera década de los años 2000, cuando se adoptaron las primeras medidas proteccionistas (Salama, 2018). Estas se incrementaron con la pandemia y la guerra en Ucrania, sobre todo en los Estados Unidos, en el marco de su megaplan de relanzamiento. La crisis provocada por el virus visibilizó los alcances del estallido internacional de la cadena de valores, no solamente a causa del abandono de la producción de algunos productos estratégicos, como lo farmacéuticos, y la deslocalización de la fabricación de productos de alta tecnología, sino porque esta característica de la hiperglobalización se basaba en la organización del trabajo just in time (stock 0, organización del trabajo toyotista). La hiperglobalización pasará entonces a ser como la globalización de ayer, con la posible diferencia de que probablemente estará más regulada.

Más precisamente, la primera ola de la pandemia se produjo en los países asiáticos, proveedores de muchos segmentos de las líneas de producción. El efecto inmediato de la crisis en Asia fue la caída de sus exportaciones y, por lo tanto, la parálisis de muchas empresas en los países europeos y de América del Norte. Cuando no fue posible el just in time, fue necesario arreglarse con el just in cause… con las consiguientes faltas de aprovisionamiento y el remiendo internacional para conseguir tales o cuales mercancías faltantes.

La crisis económica se propagó a Europa y luego a los Estados Unidos antes incluso de que el virus los afectara. La crisis de oferta se propagó más rápidamente que el virus. Después, la ola del virus alcanzó a Europa y luego a las Américas, y las medidas de confinamiento que la acompañaron precipitaron la caída económica de la mayor parte de estos países en 2020. La elevada recuperación económica en 2021 ha provocado el aumento de la inflación, ligada sobre todo a las dificultades de oferta que acabamos de exponer y muy poco al exceso de demanda, excepto la de las clases medias-altas que pudieron economizar durante los períodos de confinamiento. La guerra en Ucrania quebró la recuperación económica, los precios de algunas materias primas aumentaron desmesuradamente los costos de las empresas y se generó una caída del poder de compra de la mayor parte de la población.

El contexto internacional es, pues, diferente. De ser un factor favorable, pasó a ser restrictivo. Pero una restricción puede ser la ocasión de cambiar de régimen de crecimiento hacia menor dependencia y más voluntarismo, siempre y cuando los gobiernos logren márgenes de maniobra para hacerlo, algo nada evidente teniendo en cuenta algunos intereses nacionales y su fuerte presencia en los Congresos.

2.2. El contexto nacional tampoco es ahora favorable

Los países latinoamericanos padecen una tendencia al estancamiento económico. La tasa de crecimiento anual media del PBI en América Latina es baja, poco más del 2 % desde hace una treintena de años (Anexo 1); es menor si se considera el PBI per cápita y aún menos si se tiene en cuenta la “década perdida” de los años 1980, caracterizada por la crisis profunda por la gestión de la deuda externa, que pasó a ser insostenible.

Figura n° 1: Tasa de crecimiento anual medio del PBI a precio constante, América Latina, 1990-2021

Fuente: Cepal, Anuario estadistico 2022 https://www.cepal.org/pt-br/node/55959

 

Cuadro 2: Cuando las matemáticas tienen significado social…

Las consecuencias sociales del débil crecimiento a largo plazo son muy importantes, como un pequeño ejercicio matemático lo muestra fácilmente. Con una tasa de crecimiento media anual del PBI per cápita regular de 2 %, el PBI per cápita se duplica en 35 años, y menos si el crecimiento es irregular –lo que ocurre precisamente América Latina, en comparación con los países asiáticos– a causa de los efectos de hysteresis.[xi] Con una tasa de crecimiento anual medio regular de 8 % del PBI per cápita, este se duplica en nueve años. Si el crecimiento es regular, la movilidad social es aún más elevada. Un niño nacido pobre –según cómo se defina la pobreza– tiene entonces muy fuertes posibilidades de ya no serlo cuando adulto, incluso cuando el crecimiento acelerado se ve acompañado por un considerable aumento de las desigualdades de ingreso, como fue el caso de China durante muchas décadas. Si, por el contrario, la tasa de crecimiento solo es de una media de 2 % anual, la movilidad social es muy baja. Puede ser aumentada gracias a una política redistributiva. Así, Brasil disminuyó fuertemente la pobreza absoluta (la que, repitámoslo, podría ser suprimida, a diferencia de la pobreza relativa) durante las presidencias de Lula I y II (1/1/2003 – 1/1/2011) y de D. Rousseff I, pero el hecho de que el crecimiento sea débil e irregular hace muy difícil aumentar sostenida y fuertemente la movilidad social, incluso aumentando los gastos sociales y en educación. La crisis económico-social con D. Rousseff II (presidencia interrumpida mediante un “golpe de Estado legal”), la llegada del vicepresidente Temer a la presidencia, a pesar de las fuertes sospechas de corrupción activa que pesaban sobre él, y luego la de Bolsonaro, han mostrado que esa política redistributiva (Bolsa Familia, ayuda para la vivienda, “Fome 0”) puede ser reversible ante la crisis y llevar a la reducción de las ayudas sociales, tal como ocurrió (a excepción de algunos meses durante la pandemia, con el auxilio emergencial[xii]).

 

Durante este período la media anual de crecimiento del PBI en México fue de 2,31 %. Según el banco de México y el INEGI, la tasa de crecimiento del PBI per cápita fue como media de un 0,74 % entre 1983-2018; o sea mucho, menos que el 2 % necesario para duplicar en 35 años la mejoría. La importante diferencia con la tasa de crecimiento del PBI per cápita se explica por el alto índice de crecimiento demográfico hasta 2000. En Argentina, entre 1980 y 2016, el crecimiento del PBI per cápita fue como media de un 0,64 %, menor que la observada en el conjunto de los otros países de América Latina, 1.4 % (Coatz et al., 2018). Con un índice de PBI per cápita igual a 100 en 1950, el valor de este índice es de 206 en 2017 en Argentina, mientras que asciende a 382 en América Latina y 492 en Europa en la misma fecha.[xiii] De modo que se necesitaron 67 años en Argentina para que se duplicara el PBI per cápita. Si se considera además el crecimiento de las desigualdades en este período, se comprende que para la mitad, como mínimo, de la población, el PBI per cápita no llegó a duplicarse. Con una tasa de crecimiento del PBI per cápita tan baja, la movilidad social solo puede ser marginal, a pesar de los esfuerzos por aumentar los gastos sociales realizados a veces por los gobiernos.

De los cuatro gobiernos aquí analizados, Argentina y México tienen las tasas de crecimiento per cápita más bajas a lo largo del período.

Esta tendencia al estancamiento económico es consecuencia de una tasa de formación bruta de capital fijo mediocre desde hace una cuarentena de años y, por tanto, de la tendencia por parte de los inversores a optar por comportamientos rentistas.

Tabla n°3: Formación bruta de capital fijo en % del PBI, en dólares de 2010, 2011-2020*

 

Es posible, entonces, caracterizar los 40 últimos años por la tendencia al estancamiento del PBI per cápita, sobre todo en Argentina y en México, a pesar de que la mayoría de estos países experimentaron un ligero crecimiento durante la primera década de los años 2000 (Cordera, 2015, Romero Tellaeche, 2014). Contra una idea muy difundida, estas economías fueron poco o nada emergentes. No convergieron, o lo hicieron muy poco, hacia el nivel de ingreso per cápita de los países avanzados, a diferencia de muchos países asiáticos. Brasil, país emblemático tanto por su peso económico y la radiación positiva de la política de las presidencias Lula I y II, como por lo desastroso de las de Bolsonaro, tampoco exhibe esa convergencia. Su PBI per cápita, en comparación con el de los Estados Unidos, es aproximadamente el mismo que en 1960, aunque en los años 1960-1970 y en la primera década del 2000 se hubieran aproximado.

2.3. Las condiciones de éxito en términos de políticas económicas

¿Por qué insistir sobre la tendencia al estancamiento económico? Porque, como hemos indicado, romper con esta tendencia constituye la condición sine qua non para que la movilidad social mejore de manera significativa y duradera. Es posible señalar, como causas de la tendencia al estancamiento, desigualdades de ingresos y de patrimonio extremadamente altas, volatilidad del crecimiento cuando este es muy alto, la reprivatización y la desindustrialización que están frecuentemente ligadas, y luego analizar su importancia. Todas son importantes, pero algunas más que otras, según los países.

En Brasil, Colombia y México, la tendencia de estancamiento se explica fundamentalmente, aunque no exclusivamente, por la muy alta desigualdad de ingresos (Furtado, 1966). La ausencia de política industrial no permite atenuar ni invertir, el efecto negativo para el crecimiento de las desigualdades, sobre todo en México, donde las exportaciones hacia los Estados Unidos y Canadá no tienen un efecto de arrastre para el conjunto de la industria (con la excepción parcial del sector automotriz), a pesar de una apertura al comercio internacional más importante que en Brasil, por ejemplo. Inversamente, la muy fuerte volatilidad del crecimiento, con altas tasas de crecimiento que alternan con profundas depresiones, explicaría el débil crecimiento a largo plazo de Argentina (Diamand, 1973, Anexo 3 y análisis profundizado en Salama 2020, 2021b).

Tabla n° 4: Causas de la tendencia al estancamiento de la tasa de crecimiento del PBI

La restricción externa pesa mucho en Argentina. Anteriormente, estaba localizada en el saldo de la balanza comercial. Actualmente, la reprimarización de la economía produjo un relajamiento de esa restricción externa gracias al aumento de las cotizaciones de la soja y los volúmenes exportados. Pero la restricción externa, atenuada a nivel de la balanza comercial, se reforzó a nivel de la balanza de cuentas corrientes, provocando fuga de capitales, devaluaciones, picos de inflación, recesiones temporarias. El crecimiento es entonces oscilante, a tal punto que se parece a los movimientos de un péndulo, de donde surge la expresión de “péndulo” forjada por Diamand (1973).

 

Cuadro 3. Volatilidad, inflación, enriquecimiento y empobrecimiento, estancamiento a largo plazo en Argentina

Cuando la volatilidad del crecimiento es la causa principal del bajo crecimiento medio a largo plazo, es preciso concentrarse en sus causas, esto es: la fuga de capitales y las razones por las que esta es masiva.

Estas fugas de capitales alimentan la desconfianza con la política económica del gobierno, impactan en la tasa de cambio e in fine en la tasa de inflación. El aumento de los precios se acelera, lo que afecta los intentos del gobierno y los sindicatos para mantener el poder de compra.

Paralelamente, las fugas de capital no implican inmediatamente una caída del PBI. Mientras el saldo de la balanza comercial se mantenga positivo (como ocurre hoy en Argentina) y las reservas de cambios sean suficientes, el crecimiento puede continuar e incluso a una tasa relativamente alta (como es el caso, a excepción del año 2020).

Pero, a medida que la inflación se hace incontrolable, la perspectiva de una megadevaluación se hace más creíbles, alimentando aún más las fugas de capital. Para evitar esta megadevaluación, importante fuente de crisis y pérdida de poder adquisitivo, el gobierno multiplica las tasas de cambio “ventajosas” junto a la tasa de cambio oficial –al momento en que esto escribimos, existirían seis–[xiv], realiza pequeñas devaluaciones con el propósito de frenar esa fugas y estabilizar la tasa de cambio oficial (ver gráficos en el Anexo 4). La especulación con la tasa de cambio oficial futura contribuye a enriquecer a quienes tienen los medios de especular y fortalecer el carácter rentista de los inversores. Por el contrario, el poder de compra de la gran mayoría de la población cae, sobre todo para los más pobres, a pesar de las transferencias sociales, convertidas en ineficaces al ser insuficientes. El respeto a los acuerdos establecidos con el Fondo Monetario Internacional para lograr el reescalonamiento de la deuda externa y liberar recursos presupuestarios para pagar el servicio de la deuda termina frecuentemente limitando los gastos públicos y amputando los gastos sociales, como ocurrió a fines de 2022. La inflación y luego la crisis, agregadas a una inflación que perdura, son una “fábrica de pobres”. Finalmente, la tasa de crecimiento medio a largo plazo es baja.

El gobierno progresista argentino está frente al siguiente dilema: o realiza una maxidevaluación, esperando que esta, después de un pico inflacionario, alcance para que el aumento de los precios quede frenado, a riesgo de una sustancial pérdida de poder de compra, o procede a pequeñas devaluaciones, multiplica las tasas de cambio “ventajosas” para frenar la fuga de capitales, sin poder evitar una caída del poder de compra ni, en definitiva, impedir la fuerte volatilidad del crecimiento y sus efectos sobre la tasa de cambio y el poder de compra.

Dilema que es también una trampa política.

 

En países donde la amplitud de las desigualdades es tal que impide una recuperación económica duradera, es necesario disminuirlas. Existen varias posibilidades para hacerlo en favor de una sociedad más inclusiva. Un aumento significativo del salario mínimo (lo que se hizo en México al llegar AMLO al poder) y la apertura de negociaciones salariales, junto con transferencias sociales efectivas hacia los más desposeídos figuran en el programa de Lula. A estas medidas inmediatas, que no es sin embargo fácil que sean votadas cuando el presidente no tiene mayoría en el Congreso,[xv] se agrega una reforma fiscal para invertir el actual sistema fiscal regresivo[xvi] y la sustancial modificación del sistema de jubilaciones. Esto último es necesario sobre todo en países que en el pasado han optado por un sistema de capitalización y en los cuales gran parte de la población no tiene acceso a la jubilación, como en Colombia y también en México. Es lo que está llevando a cabo Colombia.[xvii]

La instalación, aunque sea parcial, de un sistema de repartición de las jubilaciones y el aumento de las prestaciones generalmente muy bajas, en el caso de que existan, permitiría disminuir las desigualdades de ingresos, mejorar la situación de los más desvalidos y relanzar el crecimiento. Por sí solas, estas medidas son insuficientes. Deben estar acompañadas por una política industrial “agresiva” tendiente a desarrollar industrias estratégicas, tales como Lula I y Lula II habían intentado hacer con la extracción de petróleo presal (off shore, en aguas muy profundas), como López Obrador lo intenta con la implantación de industrias de una gigantesca refinería de petróleo[xviii] y el establecimiento un monopolio que la distribución de la electricidad (CFE).[xix]

Resta el hecho de que la cuestión de los salarios y la necesidad de su inmediato aumento no podrían prescindir del aumento rápido de la productividad del trabajo. Aunque relativamente cerrados –salvo México y, en menor medida, Colombia–, y a pesar de su apertura al comercio internacional desde hace unos treinta años, estos países padecen de baja productividad y competitividad mediocre. Más precisamente, si se toma el ejemplo de Argentina, el tejido industrial registra un envejecimiento importante, pero muy desigual de su aparato industrial en razón de la inversión insuficiente en el pasado y de un nivel y un crecimiento débiles de la productividad del trabajo; estos últimos, muy desiguales según los sectores. Tanto en lo referente al diferencial de crecimiento del ingreso per cápita o al de la productividad, la comparación con los Estados Unidos es instructiva.

Tabla n° 5: Diferenciales de crecimiento del PBI y de la productividad Estados Unidos-Argentina

Según Coatz et al., 2016, a la tasa de cambio peso-dólar 2005, si el crecimiento de la productividad del trabajo en el sector industrial es de 3 % por año en los Estados Unidos y de 4 % en Argentina, se requerirían 101 años para anular el diferencial de productividad entre los dos países, pero si fuese de 10 % por año en Argentina se necesitarían solo 15 años. El problema es que se está lejos del 3 % anual.

 

Cuadro 4: Un debate falso: mercado interior vs. mercado exterior

En economías relativamente cerradas, pero cada vez más abiertas, como lo son las latinoamericanas, el crecimiento puede ser impulsado por la dinámica del mercado interior y el aumento de ingresos de los más desposeídos, además de los pobres. Sin embargo, este aumento solo puede ser duradero si crece también la productividad del trabajo; de no ser así, el déficit de la balanza comercial de los bienes industriales, llamados transables, solo puede aumentar y también aumentará la dependencia de las rentas obtenidas con la exportación de materias primas. Basta que estas caigan a causa de una mala coyuntura en Asia, por ejemplo, para que el fantasma de la devaluación de la tasa de cambio amenace nuevamente, con todas las consecuencias sociales que implica. En el mundo globalizado, la distinción entre mercado interior y mercado exterior pierde, pues, pertinencia.

Es sabido que la competitividad no se resume en una cuestión de nivel de los salarios y su evolución. De ser así, no se comprendería por qué algunos países, como Suiza, pueden tener saldo positivo de su balanza comercial a pesar de salarios relativamente altos. La mayor parte de las empresas en Suiza son muy competitivas en bienes de alta tecnología, los de mayor demanda.

El costo unitario del trabajo, uno de los indicadores de la competitividad, depende directamente de tres variables: la tasa de cambio real, el nivel de los salarios y el de la productividad del trabajo. La competitividad depende también, pero indirectamente, de otras variables, como la calidad de las instituciones, las infraestructuras (rutas, ferrocarriles, etc.). El costo unitario del trabajo (y su evolución) evolucionaron desfavorablemente en América Latina, lo que se traduce en desindustrialización rápida.

Según un estudio ya antiguo (Frankel y Rapetti, 2011) cuyas enseñanzas mantienen actualidad, la apreciación de la tasa de cambio real es causa preponderante del aumento del costo unitario del trabajo entre 2002 y 2010, seguido por el diferencial de productividad. La productividad del trabajo aumenta, en efecto, menos en Brasil, en Chile, en Argentina y en Colombia que en los países avanzados o en China. El aumento de salarios por encima del aumento de la productividad en algunos países como Brasil y Argentina solo ocupa la tercera posición.

La principal lección que puede extraerse de este análisis es que, si los gobiernos progresistas quieren invertir la tendencia al estancamiento del PBI, perjudicial para la movilidad social, deberán no solamente favorecer el aumento de los salarios más bajos, sino también actuar sobre la tasa de cambio real y sobre la productividad. Sobre las tasas de cambio, las evoluciones recientes de las mismas indica una tendencia a la depreciación, y si debiera haber una reapreciación, existen soluciones técnicas de esterilización del exceso de dólares, pero la decisión políticas para aplicarlas es a veces difícil, porque los intereses favorables al mantenimiento de la apreciación pueden ser fuertes (la apreciación abarata las importaciones, es deflacionista y, en un contexto de relanzamiento inflacionario, permite limitar la pérdida de poder de compra de los trabajadores y reduce el costo de las empresas fuertemente importadoras, y favorece la fuga de capitales de los que esperan una devaluación). En cuanto a la productividad, es más difícil. El esfuerzo en investigación y desarrollo en América Latina es muy mediocre; el país que consagra más recursos a la investigación es Brasil, el 1 % de su PBI, y en los otros oscila alrededor de 0,6 %. Por otro lado, Corea del Sur consagra más del 4,5 % de su PBI a la investigación. Se trata solo de un indicador; existen otros, como la cantidad de patentes por habitante etc., pero son datos ilustrativos…. Permiten medir la magnitud de los esfuerzos que deberán hacerse y cuán necesaria es la modificación de los comportamientos de los emprendedores a fin de pasar de un comportamiento rentista a una dinámica schumpeteriana que favorezca más la innovación que el lucro (lucro en portugués quiere decir ganancia… pero, paradójicamente, en Brasil realmente retomó su primera y peyorativa significación: ganancia buscada con avidez, sea o no lícita).

 

Conclusión

Argentina, Brasil, Colombia sufrieron una desindustrialización ligada a los efectos de la reprimarización. México, menos rico en materias primas, no experimentó reprimarización, pero recibe de sus trabajadores emigrados a los Estados Unidos una transferencia de divisas muy importante y experimenta en consecuencia una desindustrialización de las industrias vueltas hacia el mercado interno.[xx] Y, sin embargo, hoy es de buen tono denigrar el crecimiento, la industrialización, y se denuncia como discurso productivista promover la reindustrialización.

Es verdad que el crecimiento y la industrialización (la segunda arrastrando a la primera) estuvieron y están acompañadas por un deterioro importante del medio ambiente. Los modelos de la sustitución de importaciones de ayer (desde los años 1935 hasta los años 1970, caracterizados por un fuerte crecimiento), hoy la reprimarización, han pasado a no ser sustentables en términos ambientales. La reprimarización de las economías condujo muy frecuentemente a daños irreversibles en el medio ambiente, el modo de vida y la salud de las poblaciones circundantes. En efecto, la expansión de la agricultura de exportación se hizo a costa de los campesinos. La explotación de las minas se realiza muy frecuentemente en detrimento de las poblaciones indígenas. La reprimarización se realizó con desprecio del medio ambiente y la salud de los pobres, de los mineros y las poblaciones aledañas. Lo mismo ocurre con las industrias exportadoras de bienes industriales en México. Esto se tradujo en un deterioro de la salud, sea directamente de campesinos y trabajadores, sea indirectamente por efectos de la polución y la deforestación en el clima. Imponer normas ambientales y hacerlas respetar es cada vez más una necesidad de supervivencia.

En definitiva, la cuestión es doble: ¿acaso el crecimiento acarrea necesariamente un deterioro del medio ambiente? ¿Es preciso optar entonces por el decrecimiento y prohibir la implantación de fábricas a causa, precisamente, de las contaminaciones que generan?; ¿es preciso favorecer las pequeñas empresas situadas cerca de los lugares de consumo? ¿O bien inversamente favorecer la investigación, establecer un conjunto de reglas obligatorias aplicables también a los productos importados, con el fin de favorecer una industrialización más neutra ante el medio ambiente y la salud de los trabajadores? Tal es el desafío que habían comprendido los teóricos del desarrollo duradero: respetar las condiciones sociales y el medio ambiente. Esa pequeña ratonera existe. Antes que enfrentar empleo y clima, es mejor buscar las vías para hacerlos compatibles, más aún cuando hoy se conocen las consecuencias sociales, en términos de movilidad social y aumento de las desigualdades, de no hacer nada para superar la tendencia al estancamiento.

La crisis en América Latina es estructural. Por lo tanto, solamente una respuesta situada a ese nivel podría permitir superar los obstáculos para el desarrollo sostenido, para la inclusión de los que son excluidos. Las reformas económicas radicales, a la altura de los problemas por resolver, son tres:

  1. En el contexto latinoamericano, donde el mercado interno juega un rol importante, es necesario aumentar el poder de compra proveniente del trabajo. La mejora del poder de compra puede dinamizar el mercado interno. La justicia social se une paradójicamente con la eficacia económica: más empleos, menos informalidad. Es una medida de adopción inmediata, pero su eficacia duradera requiere hacer esfuerzos para mejorar la productividad y que exista una política industrial agresiva, como ocurrió en varios países asiáticos.
  2. La mejora del poder de compra de los más pobres y de las clases medias (bajas y medias) no se reduce a un aumento de salarios, que podría ser contrarrestado por el aumento acelerado de precios. La reforma fiscal y la ampliación del sistema de reparto a la población que no pudo hacer aportes por carecer de medios pueden contribuir a aumentar el poder de compra de los más desposeídos. Es una necesidad no solamente ética, sino también económica.
  3. La reindustrialización que respete el medio ambiente, la soberanía en sectores estratégicos, legitiman el retorno a un proteccionismo selectivo y temporario, como supieron hacerlo no solo muchos países asiáticos, sino también los Estados Unidos.

Será el conjunto de estas medidas lo que constituya una ruptura. El retorno de gobiernos progresistas en los países analizados puede conducir a esta ruptura. Las condiciones políticas para llevarla a cabo no están sin embargo presentes actualmente. Porque son gobiernos que, o bien no tienen semejante programa de ruptura, o bien lo tienen solo parcialmente, o en definitiva no tienen mayoría en sus respectivos congresos. Existen márgenes de maniobra y posibles dinámicas, pero dependen sobre todo de los movimientos de masas, por ahora relativamente ausentes en las cuestiones estrictamente económicas. También es muy probable que en algunos países existan reformas significativas más importantes que en otros, que se decida mejorar el poder de compra, así como que se tomen medidas para la protección del medio ambiente y se emprendan proyectos industriales ligados a la investigación con más soberanía. Es importante, sobre todo si se tiene en cuenta el pasivo dejado por los gobiernos de derecha, pero no está a la altura de los problemas que enfrentan estos países latinoamericanos desde hace varias décadas.

¿Cuáles son las chances de llevar a cabo esas reformas estructurales? Si se trata de desarrollar una política de redistribución con el propósito de reducir la pobreza y disminuir los ataques al medio ambiente, la probabilidad de éxito relativo es bastante fuerte, sobre todo en Brasil y Colombia. Si se trata de poner en marcha reformas estructurales, como una reforma fiscal, una política industrial agresiva y una eficaz protección del medio ambiente, para escapar duraderamente a la tendencia al estancamiento económico y a la baja movilidad social que este genera, la probabilidad de éxito es muy escasa a causa del contexto internacional y de las relaciones de fuerza en el seno de los parlamentos, excepto marginalmente en algunos países.

Es forzoso reconocer que, actualmente, los márgenes de maniobra son débiles para adoptar tales políticas estructurales, a menos que una irrupción de los movimientos de masas cambie los datos y abra perspectivas nuevas. Es esta una visión posiblemente un poco pesimista sobre los futuros de esta ola progresista que algunos calificarán de realismo; pero de este pesimismo se nutre “el optimismo de la voluntad”.

 

Bibliografía

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Notas

[i] Definición: entre las muchas definiciones utilizadas en los países en desarrollo y/o emergentes, la más usual es la que mide la pobreza absoluta. Difiere de la que rige en las economías avanzadas (pobreza relativa). La primera depende de la canasta de bienes que pueda o no adquirirse, la segunda es relativa y depende de la distribución de los ingresos. La primera puede suprimirse, pero no la segunda, salvo que se considere posible suprimir las desigualdades de ingreso; es posible en cambio disminuirla cuando pasa a ser insostenibles socialmente, políticamente y éticamente como ocurre desde hace una treintena de años. En América Latina, son pobres los individuos (los hogares) que no logran alcanzar cierto nivel de ingreso. este se define como ingreso que permite simultáneamente comprar bienes de consumo, cuyo contenido calórico permita la reproducción física del individuo (o del hogar), y el pago de cierta cantidad de servicios (habitación, transportes etc.). La pobreza extrema o indigencia es la situación en que se encuentran los individuos (los hogares) cuyo ingreso no permite adquirir los bienes de consumo necesarios para su reproducción física.

[ii] Definición: se dice que hay reprimarización cuando la estructura de las exportaciones de un país evoluciona fuertemente en favor de las exportaciones de materias primas y en detrimento de las exportaciones de productos industriales, que pasan a ser menos competitivos.

[iii] Definición: se dice que la desindustrialización de un país emergente es precoz con respecto a la desindustrialización que afecta a algunos países avanzados, cuando el ingreso per cápita al comienzo del proceso es la mitad del que existía en los países avanzados en el momento en que comenzó su desindustrialización (ver Anexo 2).

[iv] ¿Por qué estos cuatro países? Porque son económicamente los más importantes de América Latina, y emblemáticos por los problemas a resolver, y porque son aquellos que conocemos más, en cierto modo íntimamente, combinando estudio de textos, documentos, relaciones y visitas in situ, e investigaciones de campo que dan sentido a los datos estadísticos abstractos. No son sin embargo los únicos que sería necesario estudiar. Chile merecería un lugar especial porque una «nueva» izquierda ha aparecido e intenta reformas profundas pese a las oposiciones del Congreso, el Perú –país por excelencia de abundantes recursos naturales, fuerte desigualdad de ingresos, marcado fracaso ante la pandemia– y con sucesivos presidentes encarcelados habría merecido también un profundó análisis. Hemos dejado de lado voluntariamente a Nicaragua, sumergida en el totalitarismo, y a Venezuela con su represión feroz a los opositores, patente fracaso económico y grandes migraciones de población a los países vecinos. No consideramos que esos gobiernos sean ni de izquierda, ni progresistas, a pesar de que una vieja izquierda adepta a las tesis “campistas” conserve encore pour ces gouvernements les yeux de Chimène [siga mirando a esos gobiernos con ojos de enamorados]…

[v] El aumento de los gastos sociales del gobierno central mexicano –excluyendo salud –durante la pandemia en 2020 (año de abierta crisis) con respecto a 2019 fue particularmente bajo: 0,2 % del PBI, siendo del 3 % en Colombia, de 3,5 % en Argentina, de 7, 6 % en Brasil, según datos de la Cepal. De acuerdo al INEGI, la pobreza de los trabajadores pasó de 36,6 % en el primer trimestre de 2020 a 46,4 % y 46 % en el segundo y tercer trimestre de 2020. Con la recuperación económica, disminuye. En el primer trimestre de 2022 se sitúa a un nivel próximo al que tenía en 2019, antes de la pandemia, es decir 39,6 % y 38,6 %.

[vi] Definición: balanza comercial, el conjunto de movimientos de mercaderías y de servicios hacia (exportaciones), o desde (importaciones) el exterior. El saldo de la balanza comercial puede ser positivo o negativo. Balance de cuentas corrientes (o de transacciones corrientes, o de pagos corrientes), incluye la balanza comercial y los movimientos de divisas relacionados con el desplazamiento de las mercaderías (seguros, transporte), desplazamiento de migrantes que van a trabajar al extranjero e inmigrados (transferencias netas), o entradas y salidas de capitales (dividendos de ganancias repatriadas netas, interés de la deuda pública y privada), y turismo.

[vii] Definición: en general, la informalidad en América Latina tiene dos orígenes: 1) En primer lugar es resultado de relaciones de producción específicas: el autoritarismo–paternalismo ha predominado hasta un pasado reciente en el campo y las pequeñas ciudades. El trabajo asume entonces aspectos de favor, sobre todo en las pequeñas empresas, haciendo que quien encuentre un empleo se sienta en obligación con el empleador. este no tiene necesidad de registrarlo, le sub–paga e impone condiciones de trabajo “indecentes”, violando el código de trabajo. La contrapartida del autoritarismo es el paternalismo, el empleador tiene la obligación «moral» de ocuparse de su empleado cuando este está enfermo. El hecho es que con la generalización de la mercantilización y expansión del capitalismo, esta contrapartida desaparece progresivamente y queda entonces el aspecto informal, las ilicitudes con respecto al código de trabajo, la seguridad social, lo fiscal. 2) Un nivel de tasa de inversiones insuficiente y el crecimiento demográfico al que se agrega la migración de campesinos hacia las ciudades. La búsqueda de empleo de supervivencia, incluso de estricta supervivencia, se desarrolla y con ellos la informalidad. Puede también decirse que no hay sector informal en sí, sino un entrelazamiento de actividades (empleos) formales e informales, apoyándose unos sobre otros y recíprocamente. 3) Una nueva forma de informalidad aparece en con el desarrollo de nuevas tecnologías. Gracias a Internet y a las plataformas, se han desarrollado nueva forma de trabajo denominada «empleo uberizado», en la que el trabajador con estatus de auto emprendedor, trabaja en la mayor precariedad, con protección social casi siempre muy baja. Por último las empresas formales recurren frecuentemente a los empleos informales. Se considera por ejemplo que el porcentaje de empleos informales entre los empleados ocupados en empresas formales de México ascendía en estas al 36 % en marzo 2020. Bajó luego al 30, 8 % en el primer trimestre 2022 gracias a la recuperación económica en parte y probablemente más en razón de la nueva reglamentación dispuesta por el gobierno de López obrador limitando la práctica del outsorcing por las grandes empresas para aprovechar simultáneamente los salarios más bajo percibido por los trabajadores informales y su mayor flexibilidad.

[viii] la literatura sobre el retiro parcial del mercado de trabajo en los países avanzados, y especialmente en Estados Unidos, es abundante. Cabe destacar la excelente obra Coutrot Th. et Perez C., 2022 sobre la crisis de sentido del trabajo. Por el contrario muy pobre sobre los países emergentes, ver Salama P, 2021.

[ix] la deforestación de la selva amazónica, muy alentada por el presidente Bolsonaro en Brasil, con el objetivo de aumentar las áreas consagradas a los cultivos de exportación y para explotar los recursos mineros, no deja de tener consecuencias de la aparición de virus y los cambios climáticos en general. Ver el excelente libro de M–M. Robin (con la colaboración de S. Morand), 2021, La fabrique des pandémies, préserver la biodiversité, un impératif pour la santé planétaire, elaborada a partir de muchas entrevistas a ecólogos de las quedamos aquí algunos extractos: «yo he visto como las grandes empresas violaban los territorios indígenas en nombre del desarrollo, sin aportar ningún beneficio a las comunidades, por el contrario: estas eran marginalizadas y arrastradas al círculo vicioso de la pobreza, porque el medio ambiente del que dependían para vivir, era destruido» (p.168, entrevista de G. Suzan); «cuando se comparan los datos espaciales y temporales de la deforestación con la de las enfermedades infecciosas emergentes, se ve claramente que están correlacionadas» ( p.66, en entrevista de S. Morand); sobre los mecanismos de propagación a los seres humanos: «cuando son perturbados los ecosistemas, la especie [en este caso roedores, PS] «especialista» (altamente adaptadas a un tipo de hábitat particular, poco fecunda) desaparecen en provecho de las «generalistas» (más fecundas, y más posibilidades de adaptación), lo que ocasiona una caída de la biodiversidad de los roedores… el resultado es un aumento de la trasmisión del virus en la población cuente que es más abundante en un mayor riesgo para los humanos» ( p.135, entrevista de J.Mill) ; «además de la caza, la deforestación y la fragmentación de los hábitats naturales engendran un estrés en los chauves–souris, lo que provoca el debilitamiento de su sistema inmunitario … todos estos acontecimientos son propicios a una explosión de la excreción viral, lo que favorece la transmisión de los patógenos a otras especies animales, incluidos los humanos» (p.121, entrevista de G. Maganga).

[x] Algunos economistas (por ejemplo Pessoa, ver Salama P, 2016), sobre todo en Brasil, han llegado a elogiar esta desindustrialización, considerando que no era de lamentar dado que el crecimiento había aumentado gracias al rol positivo jugado por las exportaciones, olvidando así los efectos multiplicadores importantes del crecimiento industrial sobre el crecimiento global y los empleos calificados o no.

[xi] Definición: cuando se produce la reactivación, la recuperación se hace esperar. este desfasaje temporal de los ciclos y sus magnitudes diversas se denomina efecto de hystéresis.

[xii] José Graziano da Silva, coordinador del plan Faim zéro (2003) y antiguo director de la FAO considera: «es necesario que la política de seguridad alimentaria se han política de Estado y no política de gobierno. El derecho a la alimentación está escrito en la constitución brasileña, así como los derechos a la salud y a la educación. Pero diferencia de estos dos últimos, no existe línea presupuestaria determinada constitucionalmente para el derecho a la alimentación. Lo que permite al gobierno actual reducir los presupuestos, por suprimirlo. Es increíble ver cómo Bolsonaro desmanteló lo que había sido construido, y cuán rápidamente lo hizo. Dio marcha atrás íntegramente al programa, excepto alguna de las medidas más populares, como el dispositivo de cantinas escolares, uno de los pocos que fue que actualmente se mantienen» en Le Monde 7 junio 2022. Según los resultados obtenidos por la red PENSSAN (Brasileira de Pesquisa em Soberania e Segurança Alimentar e Nutricional en O Valor 8 junio 2022), la cantidad de personas con grave inseguridad alimentaria y sufren hambre es de 15,5 millones de personas. Ya están afectados por la inseguridad alimentaria 82,2 millones de personas. Entre estos dos extremos, la inseguridad alimentaria es para 28 millones de personas ligera, y moderada para 15,2 millones de personas. El hambre afecta, relativamente, a más personas en el Norte y el Noreste.

[xiii] Fuente: OCDE, 2019, Argentina. Nota: Europa occidental incluye acá: Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, países bajos, Noruega, Portugal, España, Suecia, Suiza y Reino Unido; América Latina comprende: Brasil, Chile, Colombia, México y Perú.

[xiv] Además de la tasa de cambio paralela, llamada “blue”, están la tasa de cambio turista y la tasa de cambio Qatar que permiten deducciones fiscales, etc.

[xv] en lo que respecta al aumento de las transferencias y su continuidad en Brasil (el auxilio emergencial fue concebido como medida temporal) encuentra resistencias incluso por parte de economistas que votaron por Lula (en realidad contra Bolsonaro), con el argumento de que el aumento de los gastos públicos de derogaría el techo (límite del aumento de los gastos públicos) o que la superación del mismo podría ser admisible si se tratara de gasto de inversión sobre todo en las nuevas tecnologías pero de ninguna manera en gastos de funcionamiento. El último argumento es de lejos el más serio, pero teniendo en cuenta sin embargo la magnitud del aumento de la miseria y el hambre, la urgencia de ponerle remedio está justificada socialmente.

[xvi] Definición de sistema fiscal regresivo: es sabido que el sistema fiscal en América Latina es particularmente regresivo, con los impuestos directos y las transferencias sociales, solo se alcanza una modesta de disminución de las desigualdades (2 puntos sobre una escala de 1 a 100) del coeficiente de Gini. Mientras que en los países avanzados la disminución de 10 o 14 puntos según los países. Teniendo en cuenta los impuestos indirectos, pagado por todos los consumidores, pobres o ricos, el efecto es nulo o casi nulo en los países latinoamericanos. La mayoría de estos países se caracteriza por una contribución muy alta en términos relativos de los impuestos indirectos en el conjunto de los impuestos y por la relativa debilidad de los impuestos directos pagados por los hogares, incluidos los más acomodados. Los estudios de la Cepal y de la OCDE, los de muchos economistas (ver Salama, 2012 para una presentación detallada y bibliografía) insisten en este aspecto regresivo que al día de hoy es difícil de corregir en las políticas económicas teniendo en cuenta las oposiciones que despierta en el mundo de los negocios.

[xvii] entre las primeras medidas adoptadas por la presidencia vitro en Colombia, la del sistema fiscal y la de las jubilaciones son importantes. El objetivo de la reforma fiscal es triple: aumentar los ingresos al 3,5 % del PBI (se votó 4 %) para financiar diversos gastos sociales, entre los que la extensión del sistema de repartición a quienes no perciben jubilación, o sea la mitad de la población con la edad requerida, dividiéndose el resto por partes iguales entre quienes habían optado por un sistema de capitalización y las personas que podrían beneficiarse con una pensión sin haber contribuido. La idea es permitir que todos aquellos que ganan entre un salario mínimo y cuatro salarios mínimos obtengan el beneficio de una pensión por repartición; y buscar una justicia social bastante ausente aumentando la tasa impositiva a las 4000 personas más ricas, tasar dividendos y tierras no explotadas; atender la cuestión climática restringiendo las industrias extractivas (petróleo y carbón). Esta última medida tropieza, lógicamente, con una fuerte oposición, «legitimada» por el hecho que Colombia exporta sobre todo materias primas, su balanza comercial deficitaria y que tasar las industrias extractiva implicaría aumentar el déficit comercial. La reforma fiscal es de orden estructural por cuanto está inserta en un incremento de la progresividad y traza posiblemente una dinámica de transformación de la estructura productiva y las exportaciones del país, sobre todo si más adelante se disminuyera de manera significativa el peso relativo de los impuestos indirectos.

[xviii] El petróleo no refinado en efecto era, y es, exportado hacia los Estados Unidos, y México importa desde ese país el petróleo refinado, de modo que su balanza comercial en petróleo es hasta hoy… deficitaria.

[xix] Aunque la intención parece buena, su resulta discutible porque penaliza el desarrollo de energías renovables; la cuestión climática no parece ser una preocupación primordial de la presidencia de López Obrador, a diferencia de la de Petro en Colombia. Tropieza con la violenta oposición de los medios de negocios y las transnacionales, que la considera una violación a las reglas del nuevo Tratado de Libre Comercio signado con los Estados Unidos y Canadá. La hostilidad se traduce por el momento en salidas de carteras de inversión, precisamente cuando, paradójicamente, aumentan las inversiones extranjeras directas.

[xx] Aunque México tiene pocas rentas, porque no exporta muchas materias primas, recibe masivas transferencias (remesas) de los trabajadores mexicanos que emigraron a los Estados Unidos: 58 a 59 millardos de dólares en 2022, o sea seis veces más que Colombia, cuya población es dos veces menos importante. Puede considerarse que los efectos de estas remesas desde un punto de vista macroeconómico son los mismos que los ingresos provenientes de las exportaciones de materias primas en los otros países analizados. Permite cerrar la balanza de pagos y favorecen la apreciación de la moneda nacional (más débil sin embargo que en Brasil).

La apreciación de la moneda nacional impulsa la desindustrialización de las industrias que producen para el mercado interno (salvo el sector automotriz, cuya producción en gran medida se exporta), al carecer de política industrial. Por la misma razón, la producción destinada al mercado externo tiene muy poco efecto multiplicador en el crecimiento del PBI.

[xxi] Cf. en especial: Grupo Nuevo curso de desarrollo, “El cambio reciente de México”, pp. 15-76, Ros J, “La trampa de lento crecimiento y tres reformas recientes”, p. 159–182, Moreno–Brid J.C., “Cambio estructural para el crecimiento económico: grandes pendientes de la economía mexicana” p. 183–214

Artículo fue inicialmente publicado en la revista Les possibles, de ATTAC Francia. La traducción del francés es de Aldo Casas.

El sueño de un capitalismo democrático y benévolo

Por Eduardo Gudynas

Avanzar hacia un capitalismo democrático es la meta señalada por Gustavo Petro, tanto como legislador, candidato y ahora Presidente. Esa postura a su vez se superpone con otras que esgrime el gobierno, como las de un capitalismo descarbonizado o despetrolizado. Todas ellas son palabras potentes que, aunque no están definidas con precisión, alimentan ilusiones de cambio, lo que hace necesario analizarlas. En este artículo se hurgan en algunas de las cuestiones en juego, sin buscar zanjar la cuestión, sino aportando ideas para profundizar las reflexiones sobre esos propósitos.

Un diagnóstico y una alternativa

Defender un capitalismo democrático implica tanto un diagnóstico como ideas de cambios. El discurso de Petro por un lado entiende que prevaleció un capitalismo que no era democrático al descansar en relaciones casi feudales y serviles, y que si bien contó con formalidades electorales y normativas, era autoritario y violento. Por otro lado, la alternativa debería enfocarse en una democratización, pero como ésta debe ser capitalista, eso exige que solo sea posible escoger a otro tipo de capitalismo.

La adhesión al capitalismo es muy clara en el presente gobierno. Petro, en su discurso de victoria electoral, afirmó “nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”. Aclaró que lo haría, no porque lo adorara, “sino porque tenemos, primero, que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo y los nuevos esclavismos”1. No se encontrará una definición de ese tipo de capitalismo en las bases ni en el proyecto final del Plan Nacional de Desarrollo, y tampoco en el programa de gobierno “Colombia Potencia Mundial de la Vida”.

Petro concibe que es necesario “superar las mentalidades atávicas” propias de un mundo de siervos o esclavos, y para ello se tiene que construir una democracia que permita un “pluralismo” de ideas y de economías. El siguiente paso es apoyar una diversidad de relaciones económicas más allá de las convencionales que dependen de empresas, como por ejemplo el cooperativismo, pero siempre enmarcadas en un capitalismo que debería ser “productivo” y no “especulativo”2.
Retomar la modernización

El capitalismo democrático responde, según Petro, a la necesidad de abandonar las relaciones de “producción premodernas, las formas de indignidad laboral, la depredación de la naturaleza y los seres humanos” para construir una “democracia pacífica y productiva”. Por lo tanto, ofrece un programa de modernización, para alcanzar economías modernas y plurales, en las que esa condición de pluralidad requiere de una democracia que albergue diferentes ideas y prácticas.

La retórica de un desarrollo para salir del atraso persiguiendo la modernización es muy similar a la que se escuchaba en Colombia y en el resto de América Latina, en las primeras décadas del siglo XX. En aquellos tiempos, distintos gobiernos denunciaban el atraso y se lanzaron a aventuras de modernización tales como mejorar los derechos políticos o laborales, alentar la educación pública, reformar los esquemas tributarios, o apoyar industrias e infraestructuras. Es como si el petrismo asumiera que el país quedó suspendido en aquella etapa, atrapado por la violencia y la subordinación, y entonces el gobierno retomara ahora una misión modernizadora pendiente.

El diagnóstico acierta en varios sentidos, ya que es evidente que el país transitó conflictos y violencias que llevaran a la política tan a la derecha, que se naturalizaron relaciones económicas o sociales que en varias naciones vecinas fueron superadas en el pasado. Esa misma condición explica que una intención modernizadora, que solo aspira a un capitalismo un poco más benévolo, resulta intolerable para los sectores conservadores. Pero al mismo tiempo, parece un simplismo asumir que los problemas actuales se resolverán con recetas de la modernización de hace un siglo atrás.
Reformas del capitalismo

La idea de un capitalismo democrático implica que hay diferentes tipos de capitalismo. En sus expresiones más comunes se denuncia, pongamos por caso, a los capitalismos neoliberales, y ante ellos, la alternativa es promover otro que fuese más democrático.

Aunque, como ya se adelantó, las ideas petristas no están elaboradas con precisión, parecería que de todos modos toma en consideración aportes recientes, como los de Joseph Stiligtz o Mariana Mazzucato, quienes son parte de un amplio conjunto de reformistas. En ese grupo se siguen distintos análisis que, de un modo u otro, advierten que los capitalismos conservadores, basados en mercados liberalizados y Estados mínimos, desembocarán en crisis económicas, políticas y ecológicas. Las reformas son necesarias para salvar al capitalismo de sí mismo.

La propuesta reformista más influyente es seguramente la del “reseteo” del capitalismo, promovida en el Foro Económico Mundial de Davos, el encuentro de la elite empresarial3. Sus defensores entienden que existen tres tipos básicos de capitalismo: uno empresarial, culpable de los problemas actuales; otro estatal, que es ejemplificado con China, y por lo tanto autoritario; y finalmente una alternativa llamada de los stakeholders para referirse a la participación de grupos interesados. Sólo esta última es una opción viable ante las crisis.

En sus contenidos es un capitalismo con un Estado presente en sectores como la salud pública y con canales de participación ciudadana, y que postula medidas como impuestos a los más ricos o despetrolizar las economías. Como puede verse hay similitudes con las ideas petristas, y en especial tras la intervención del presidente en el último foro en Davos donde defendió la idea de un capitalismo despetrolizado.

La cuestión clave es que todos esos reformismos aceptan como válido y necesario al capitalismo, y por ello defienden componentes básicos como la prosecución del crecimiento y la ganancia, la generación de distintos tipos de capital (financiero, social, natural), la propiedad o el papel del mercado. No reconocen que existan alternativas viables al capitalismo ni una democracia más allá de éste; no conciben opciones socialistas o de otro tipo.

El capitalismo democrático en crisis

En el campo del reformismo hay algunos actores destacados que usan esa misma etiqueta de capitalismo democrático. Pero lo impactante es que lo consideran agotado, sufriendo diversas crisis, y dudan si es una opción viable.

El testimonio más elocuente está en las muy recientes confesiones de uno de sus más conspicuos defensores, Martin Wolf, un economista que giró al keynesianismo, y es destacado columnista en el periódico Financial Times4. Su capitalismo democrático sería una condición virtuosa y deseada, que implica articular a un capitalismo de mercado con una democracia como régimen político, que necesariamente debe ser liberal para ser considerada como tal.

Según Wolf, el capitalismo no puede sobrevivir sin una política democrática, y al mismo tiempo, la democracia carece de porvenir sin el capitalismo; aunque en cierto modo son opuestos, ambos se necesitan mutuamente. En la actualidad no se logran los resultados ideales de esa asociación. El componente capitalista lidia con varias dificultades que agravan, por ejemplo, la inequidad, deterioran las condiciones de vida en la clase media, o son incapaces de enfrentar el cambio climático. El componente de democracia liberal se retrae, como ocurre bajo la proliferación de noticas falsas o debilidad institucional, e incluso está bajo ataque, como sucedió con Donald Trump en Estados Unidos.

Las razones últimas de estos padecimientos están, según Wolf, en factores como la ignorancia y la irresponsabilidad. Culpa a la derecha política por ello pero también a un “progresismo” en el que incluye, por ejemplo, a quienes defienden diversidades culturales y raciales. Esa evaluación, así como otras consideraciones, tales como sostener que la racionalidad económica es lo que permite la cooperación entre las personas, expresan su adhesión a ideas típicas del liberalismo británico de hace un siglo. Desde esa mirada, Wolf concluye que el capitalismo democrático actual está languideciendo, acosado por la ignorancia y la nueva derecha.

Aplicar un capitalismo democrático al estilo de Wolf a una Colombia que lidia con problemas típicos del siglo XXI, genera múltiples tensiones y dudas. El riesgo está en que el petrismo utilice unas ideas que sus defensores más conspicuos reconocen que no están funcionando, y a la vez, si funcionaran, se basan en concepciones que ya tienen más de un siglo y pese a ello no rinden los resultados ofrecidos, están en crisis, son economicistas y eurocéntricas.

La restricción de las alternativas al capitalismo, sea siguiendo a los economistas heterodoxos, a los empresarios en Davos o a los periodistas como Wolf, es parte de la prevaleciente idea que el capitalismo triunfó y está solo. Ese extremo, tal como francamente expone Branko Milanovic, argumenta que no se dispone de otro modelo de producción e intercambio económico, y que cuente con instituciones e instrumentos aplicados desde hace largo tiempo5.

Según esos análisis, esta situación responde a que las alternativas no capitalistas en la academia o en organizaciones ciudadanas, no han cristalizado en ensayos concretos a mayor escala, o que las experiencias que se dicen diferentes, en especial la que conduce el Partido Comunista de China, finalmente es un tipo de capitalismo.

Más allá de si esto es cierto o no, lo que es importante aquí es señalar que si bien Petro rechaza los extremos neoliberales, sólo está dispuesto a elegir a otro tipo de capitalismo. Es una postura que ha mantenido por años, y que ahora aclara advirtiendo que las “necesidades de la sociedad colombiana no son las de construir el socialismo, sino construir democracia y paz, punto” (6). Admite, con toda razón, que su programa no sería catalogado de izquierda en Europa, aunque, como se indicó antes, el contexto colombiano está tan recostado sobre la derecha que las elites locales lo acusan de ser un socialista o radical de izquierda.

La condicionalidad democrática

Si se aborda la cuestión del capitalismo democrático desde su otro componente, el referido a la democracia, asoman otras complejidades. Aún reconociendo la diversidad de conceptualizaciones referidas a la democracia, no cabe duda que existe una tensión inmediata entre un régimen realmente democrático y el capitalismo. Esa oposición se intenta disimular con discursos de la democracia liberal y prácticas formales, sobre todo electorales, porque al mismo tiempo el capitalismo limita la participación, se controla y disciplina a la sociedad, y se toleran todo tipo de violencias.

La reflexión sobre esa problemática no ha estado ausente en Colombia, y es provechoso recuperar las advertencias de Antonio García, el conocido economista que en el siglo pasado promovía una alternativa socialista. En su libro, “Dialéctica de la democracia”, publicado en 1971, afirmaba que “el capitalismo ha dejado de ser un sistema económico favorable a la democracia”, particularmente en los países del sur. Esa sentencia mantiene toda su validez, y los países latinoamericanos lo saben muy bien porque lo han padecido desde siempre7.

En el discurso petrista se echa de menos un reconocimiento explícito de las incompatibilidades entre una democracia sustantiva con el capitalismo. En cambio, García exigía distinguir entre la democracia “como forma política dentro del capitalismo” y aquella que se asume como “principio, como sistema de vida” que al desplegarse esté “articulado al proceso de creación de una nueva sociedad sin explotación colonial ni clases opresoras”.

Mirada pragmática

Finalmente, estarán aquellos que sostengan que la llamada a un capitalismo democrático debe ser tomada como un propósito genérico, más cerca de un recurso para comunicarse que de una elaboración política o económica. Expresaría una intención del gobierno para dar los primeros pasos en una gestión muy distinta a las de inspiración uribista, lo que no debe minimizarse. Se explica que esos cambios iniciales deben hacerse con precaución y paciencia, reconociendo las enormes fuerzas conservadoras que se les oponen.

Bajo ese pragmatismo, el capitalismo democrático como slogan sería útil para reducir los temores de los capitalistas al decirles que el gobierno persistirá en ese tipo de régimen, mientras que al decirse democrático se mantiene viva la intensión de pacificar y democratizar el país. Los cambios más profundos vendrían después, bajo otros gobiernos, y para poder lograrlos es necesario asegurar la estabilidad de la actual administración.

Muchos elementos en esos razonamientos son compartibles, pero lo que debe señalarse es que para que esto sea efectivo se requiere de organizaciones políticas estructuradas y formalizadas. Ya debería estar en marcha una reflexión sobre cuáles serían las siguientes etapas, cuáles sus contenidos conceptuales y sus instrumentos de aplicación, y en especial, cuáles son las salvaguardas que evitarán que el capitalismo se devore a la democracia. Si estos son los primeros pasos, una organización política es también indispensable para asegurar su continuidad en el tiempo más allá de este gobierno y de este presidente.

Este no es un tema menor, y la experiencia de los progresismos en los países vecinos sirve de alerta. En todos ellos existieron distintos slogans que se utilizaron en las fases iniciales de los gobiernos, tales como revolución ciudadana a socialismo del siglo XXI, pero todos enfrentaron dificultades en persistir en una agenda de cambios. Contribuyó a ello la debilidad o ausencia de estructuras político partidarias u otras formas de organización política estables y participativas, y la dependencia de líderes carismáticos pero personalistas y caudillistas, que entorpecían o anulaban sus propias sucesiones.

Un balance muy provisorio

La presentación de las ideas de un capitalismo democrático tiene aspectos positivos que deben reconocerse ya que pueden cobijar reformas para romper con políticas profundamente regresivas, y a la vez allanar senderos para nuevos cambios. Pero es también limitado, porque su horizonte de cambio apenas aspira a un capitalismo que sea un poco más benévolo, un poco más democrático, sin asumir que en su propia condición erosiona y limita esas posibilidades.

Es también una posición riesgosa, seguramente insuficiente ante nuestro futuro inmediato. Circunscribe las alternativas al espacio capitalista, anulando las capacidades para pensar y ensayar opciones no capitalistas, sea asumiendo elementos válidos de la tradición socialista, rescatando otros de la experiencia latinoamericana, como puede ser los de la democracia popular, y sumándole novedades, como las del Buen Vivir.

1 “Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”: Gustavo Petro en su discurso de victoria, Semana, Bogotá, 19 junio 2002.
2 Distintas referencias a las declaraciones de G. Petro también en Capitalismo democrático: ¿en qué consiste el modelo que Petro quiere para Colombia?, D. Salazar Castellanos, Bloomberg, 29 junio 2022.
3 The great narrative for a better future, K. Schwab y T. Malleret, SBVV, Zurich, 2021.
4 The crisis of democratic capitalism, M. Wolf, Penguin, New York, 2023.
5 Capitalism, alone. The future of the system that rules the world, B. Milanovic, Belknap, Cambridge, 2021.
6 Gustavo Petro: “Colombia no necesita socialismo, necesita democracia y az”, J. Martínez Ahrens e I. Santaeulalia, El País, Madrid, 19 setiembre 2021.
7 Dialéctica de la democracia, A. García, Plaza & Janes, Bogotá, 1987.

Sandra Burchi sobre Non Una di Meno: “Ya no hay una sola manera de hacer huelga”

Por Sandra Burchi

“Las mujeres se ven a menudo atrapadas en trabajos que hacen bien, pero que no están adecuadamente remunerados. Quienes trabajan para que la renta básica universal sea una realidad llevan mucho tiempo diciéndolo: no basta con trabajar”. Sandra Burchi, feminista e investigadora académica, autora de Ripartire da casa. Lavori e reti dallo spazio domestico («Volver a empezar desde casa. Trabajo y redes desde el espacio doméstico», ed. Franco Angeli), entre otras obras, habla con Roberto Ciccarelli, periodista de il manifesto, que recoge sus declaraciones sobre la huelga feminista del pasado 8 de marzo en Italia.

El movimiento transfeminista Non Una di Meno [Ni Una Menos] organiza hoy una huelga en el trabajo productivo y de reproducción social. ¿Qué significa esto?

Significa volver a juntar dos partes del trabajo que normalmente se contemplan como separadas, aunque no sólo conciernen a las mujeres, sino a todo el mundo. Significa unir el trabajo tradicional con otro tipo de trabajo invisibilizado. Significa ampliar la idea de trabajo a todo lo que necesitamos para vivir. Significa cambiar el significado del concepto de «trabajo» para incluir el «trabajo emocional» a través del cual resistimos contra la precarización de nuestras vidas, contra formas gravosas y también sutiles de explotación. En este caso, el trabajo es el esfuerzo por superar el sufrimiento y la tristeza cotidianas, la sensación de inseguridad. El giro feminista se repite así en otro contexto y se amplía con alcance global.

Las mujeres constituyen la categoría más precaria y con menos empleo en Italia. A falta de empleo estable, es difícil llevar a cabo una huelga, al menos en las formas conocidas. ¿Existen otras vías?

Este es el problema que ha afrontado Non Una di Meno. Lo bonito de la huelga actual es que se concibe como un proceso creativo. Ya no hay una sola forma de hacer huelga. Hay que crear nuevas formas. No se pasa por alto ninguna práctica, antigua o nueva. Non Una di Meno habla de hacer huelga de consumo, de tareas domésticas, o incluso de vestirse de una determinada manera cuando en realidad no es posible abstenerse del trabajo. Uno puede unirse a la huelga participando en las manifestaciones de hoy. Y también se puede hacer huelga de género como tal.

¿Qué significa esto?

Podemos distanciarnos de las expectativas de género, es decir, de aquellas cosas que se espera que hagamos en función de nuestro género socialmente reconocido, prescrito o asignado. Este es realmente un momento político importante. En esto la huelga revela su significado de liberación y descubrimiento. A partir de hoy, puedo descubrir que estoy encerrada en una caja en la que ya no deseo estar, y la cuestiono, salgo de ella.

¿La reivindicación de una «renta de autodeterminación» incluida en la plataforma de huelga es una respuesta a la transformación de la «renta de ciudadanía» en una «medida de inclusión activa» (MIA) aún más restringida?

Desde luego que sí. Y es un desafío a la división entre los que se consideran «empleables» y los que son muy pobres. Se trata de una distinción artificial. Sabemos que el 48% de los perceptores de la renta de ciudadanía son trabajadores pobres. También sabemos que los trabajadores pobres no lo son sólo porque realizan trabajos no cualificados. En una región como la Toscana, donde vivo, el riesgo de «pobreza relativa» afecta también a los que tienen títulos superiores, que han recibido una formación seria. Las mujeres se ven a menudo atrapadas en trabajos que hacen bien pero que no están adecuadamente remunerados. Quienes trabajan para que la renta básica universal sea una realidad llevan mucho tiempo diciéndolo: no basta con trabajar.

Según el Informe Plus 2022 de Inapp, una de cada cinco mujeres en Italia abandona el mercado laboral tras el nacimiento de un hijo, y un tercio de ellas tras un despido o la no renovación de su contrato. ¿Cómo calificaría esta situación en la que se encuentran las mujeres?

Es una paradoja. No hay una mano de obra femenina «débil», pero hay una habilidad y una inclinación por parte de las mujeres a hacer cosas que podrían llamarse «trabajo», pero que este tipo de sociedad no reconoce como tal.

¿Por qué?

Hay una voluntad de trabajar, hay habilidades que las mujeres adquieren, pero hay dificultades para accede al mundo laboral. Ahí es donde está la brecha. Algo no se está actualizando en el sistema que rige el equilibrio entre los hombres y las mujeres y el trabajo. Se vuelve a considerar la mano de obra femenina igual que en los años 60, cuando se la denominaba «reserva». Sin embargo, los movimientos feministas no volverán a la imagen convencional de la mujer perpetuamente necesitada o vista sólo desde una perspectiva de necesidad. La realidad es la contraria.

Hay ofertas de empleo que no reciben solicitudes, hay dimisiones voluntarias. ¿Qué está ocurriendo?

Nuestra atención vuelve a centrarse en las condiciones materiales de existencia y, por tanto, en el trabajo, los salarios y los ingresos. La pobreza ya no es una cuestión sociológica abstracta. Cada vez hay más gente que no llega a fin de mes. Hay formas de «NO» que pueden verse en las «Grandes Dimisiones», por ejemplo. Y está el «SÍ» de las pancartas en las que la gente escribe «Queremos una vida buena». No se trata sólo de poder comprar pan y leche, sino también rosas.

teórica y activista feminista, es investigadora del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Pisa.

Fuente:

il manifesto global, 8 de marzo de 2023

¿Riesgo moral o destrucción creativa?

Por Michael Roberts

Mientras escribo, los precios de las acciones y los bonos de los bancos regionales de EEUU están cayendo. Y un importante banco suizo internacional, Credit Suisse, está cerca de la quiebra. Parece estar desarrollándose una crisis financiera no vista desde el colapso financiero mundial de 2008 . ¿Cuál será la respuesta de las autoridades monetarias y financieras?

En 1928, el entonces secretario del Tesoro de EEUU y banquero, Andrew Mellon, presionó a favor de unas tasas de interés más altas para controlar la inflación y el crédito alimentó la especulación del mercado de valores. A petición suya, la Junta de la Reserva Federal comenzó a aumentar las tasas de interés y en agosto de 1929 la Reserva Federal subió la tasa a un nuevo máximo. Solo dos meses después, en octubre de 1929, la Bolsa de Valores de Nueva York sufrió el peor desplome de su historia en lo que se llamó el «Martes Negro«. La historia se repite.

En 1929, Mellon no se contuvo. Aconsejó al entonces presidente Hoover que había que «liquidar mano de obra, liquidar acciones, liquidar agricultores, liquidar bienes raíces… purgar la podredumbre del sistema. Los altos costes de vida y la vida por todo lo alto bajarán. La gente trabajará más duro, vivirá una vida más moral. Los valores se ajustarán, y personas emprendedoras sustituirán a personas menos competentes». Además, abogó por la eliminación de los bancos «débiles» como un requisito previo, duro pero necesario, para la recuperación del sistema bancario. Esta «purga» se lograría negándose a prestar dinero en efectivo a los bancos (tomando préstamos y otras inversiones como garantía) y negándose a poner más efectivo en circulación. La Gran Depresión de la década de 1930 siguió a un importante desplome bancario.

En 2008, cuando se desarrolló el colapso financiero mundial, al principio las autoridades apuntaron a algo similar. Permitieron que el banco de inversión Bear Stearns se hundiese. Pero luego vino otro, Lehman Bros. La Reserva Federal se atrincheró y finalmente decidió no salvarlo con un rescate crediticio. Lo que siguió fue una caida impresionante de las acciones y otros activos financieros y una profunda recesión, la Gran Recesión. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, era supuestamente un erudito de la Gran Depresión de la década de 1930 y, sin embargo, admitió que el banco quebrara. Posteriormente, reconoció que como «prestamista de último recurso, el trabajo de la Reserva Federal era evitar tales colapsos, particularmente para aquellos bancos que son «demasiado grandes para quebrar», porque solo extendería las quiebras por todo el sistema financiero.

Es evidente que ahora los gobiernos y las autoridades monetarias quieren evitar la «liquidación, liquidación» y el desplome de Lehmans, incluso si tal política eliminaría la «madera muerta» y la «podredumbre del sistema» preparando un nuevo día. Políticamente, sería desastroso para los gobiernos que presiden otro colapso bancario; y económicamente, probablemente desencadenaría una nueva y profunda crisis. Por lo tanto, es mejor «imprimir más dinero» para rescatar a los depositantes y tenedores de bonos de los bancos y evitar el contagio financiero, ya que el sistema bancario está muy interconectado.

Eso es lo que las autoridades finalmente hicieron en 2008-9 y eso es lo que harán esta vez también. Al principio, los funcionarios no estaban seguros de rescatar el Silicon Valley Bank. Rápidamente cambiaron de opinión tras las primeras señales de nuevas corridas bancarias. Las entrevistas con funcionarios involucrados o cercanos a las discusiones pintan un cuadro de 72 horas frenéticas. Es probable que Credit Suisse también reciba un apoyo financiero similar.

Hoy en día hay partidarios del enfoque de Mellon y todavía tienen un punto de razón. Ken Griffin, fundador del gran fondo de inversión Citadel, declaró al Financial Times que el gobierno de EEUU no debería haber intervenido para proteger a todos los depositantes de SVB. Y añadió: «Se supone que los EEUU son una economía capitalista, y eso se está desmoronando ante nuestros ojos… Ha habido una pérdida de disciplina financiera cuando el gobierno rescata a todos los depositantes». Para puntualizar: No podemos tener «riesgo moral (…) Las pérdidas de los depositantes habrían sido irrelevantes, y habría ayudado a recordar que la gestión de riesgos es esencial».

«Riesgo moral» es un término que se usa para describir cuando los bancos y las empresas consideran que siempre pueden obtener dinero o crédito de algún lugar, incluido el gobierno. Así que si hacen especulaciones imprudentes que van mal, no importa. Serán rescatados. Como Mellon diría: es inmoral.

El otro lado del argumento es que los bancos que se meten en problemas no deben perjudicar a quienes depositan su dinero en efectivo en ellos y lo pierdan sin tener la menor culpa. Así que los gobiernos deben intervenir para salvar a los depositantes. Y ellos también tienen razón. Como dijo otro multimillonario de fondos de inversión, Bill Ackman, cuando colapsó SVB, la Corporación Federal de Seguro de Depósitos debe «garantizar explícitamente todos los depósitos» porque sino «nuestra economía no funcionará ni nuestra comunidad ni nuestro sistema bancario regional». Mark Cuban expresó su frustración con el límite de seguro de la FDIC que garantiza hasta 250.000 dólares en una cuenta bancaria que considera «demasiado bajo»; también insistió en que la Reserva Federal debe comprar todos los activos y pasivos de SVB. El representante Eric Swalwell, un demócrata de California, se unió al coro, tuiteando que «Debemos asegurarnos de que se respeten todos los depósitos que excedan el límite de 250 000 dólares de la FDIC».

La ironía es que los que exigen rescates ahora son los mismos capitalistas de riesgo que generalmente defienden firmemente el «libre mercado y ninguna intervención del gobierno». Otro partidario del rescate es un tal Sacks, socio desde hace mucho tiempo del inversor Peter Thiel, que cree fervientemente en los «mercados libres» y en el «capitalismo». Pero fue el Fondo de Fundadores de Thiel el que ayudó a poner en marcha la corrida bancaria que hundió a SVB en primer lugar.

El columnista de FT Martin Wolf explica el dilema. «Los bancos fallan. Cuando lo hacen, aquellos que se ponen a perder gritan pidiendo un rescate estatal». El dilema es que «si la amenaza de los costes es lo suficientemente grandes, tendrán éxito. Así es como, crisis tras crisis, hemos creado un sector bancario que es en teoría privado, pero en la práctica está protegido por el estado. Este último, a su vez, intenta frenar el deseo de los accionistas y de la dirección de aprovecharse de las redes de seguridad que disfrutan. El resultado es un sistema que es esencial para el funcionamiento de la economía de mercado, pero que no funciona de acuerdo con sus reglas». Así que es un riesgo moral porque la alternativa es el Armagedón. Como concluye Wolf: «es un desastre».

Entonces, ¿cuál es la solución ofrecida para evitar estos líos bancarios continuos? El economista liberal Joseph Stiglitz nos dice que «SVB representa más que la quiebra de un solo banco. Es un símbolo de los profundos fracasos en la dirección de la política regulatoria y monetaria. Al igual que la crisis de 2008, era predecible y fue prevista». Pero después de habernos dicho que la regulación no ha funcionado, Stiglitz argumenta que lo que necesitamos es más regulación y más estricta.«Necesitamos una regulación más estricta para garantizar que todos los bancos estén seguros». Pero, ¿cómo ha funcionado hasta ahora?

Nadie dice nada sobre la propiedad pública de los bancos; nada sobre la posibilidad de hacer de la banca un servicio público y no un vasto sector de especulación imprudente con fines de lucro. SVB se derrumbó porque sus propietarios apostaron por el aumento de los precios de los bonos del gobierno y las bajas tasas de interés para aumentar sus ganancias. Pero les salió el tiro por la culata y ahora otros clientes del banco pagarán por ello con mayores costes y pérdidas para la Reserva Federal, y habrá menos financiación de la inversión productiva porque habrá que pagar otro desastre bancario.

Hace trece años escribí: «La solución para evitar otro colapso financiero no es solo más regulación (incluso si no se diluye como las reglas de Basilea III). Los banqueros encontrarán nuevas formas de perder nuestro dinero jugando con él para obtener ganancias para sus propietarios capitalistas. En la crisis financiera de 2008-9, fue la compra de «hipotecas de alto riesgo» envueltas en extraños paquetes financieros llamados valores respaldados por hipotecas y obligaciones de deuda garantizadas, ocultas en los balances de los bancos, que nadie, incluidos los bancos, entendía. La próxima vez será otra cosa. En la búsqueda desesperada de ganancias y codicia, no hay límites prometeicos para los trucos financieros».

Volvamos al dilema de elegir entre «riesgo moral» y «liquidación». Como dijo Mellon, al liquidar los fracasos, incluso si significa una crisis, es un proceso necesario para el capitalismo. Es un proceso de «destrucción creativa», como lo describió el economista de la década de 1930 Joseph Schumpeter. La liquidación y la destrucción de los valores de capital (junto con el desempleo masivo) pueden sentar las bases de un capitalismo «más enjuto y en forma», capaz de renovarse para una mayor explotación y acumulación basada en una mayor rentabilidad de aquellos que sobreviven la destrucción.

Pero los tiempos han cambiado. Se ha vuelto cada vez más difícil para los estrategas del capital: las autoridades monetarias y los gobiernos considerar la liquidación. En cambio, el «riesgo moral» es la única opción para evitar una gran crisis y un desastre político para los gobiernos en el poder. Pero los rescates y un nuevo paquete de inyecciones de liquidez no solo revertirían por completo los vanos intentos de las autoridades monetarias de controlar las tasas de inflación aún altas. También significa la continuación de la baja rentabilidad, la baja inversión y del bajo crecimiento de la productividad en economías incapaces de escapar de su estado zombi. Solo una depresión más larga.

https://thenextrecession.wordpress.com/2023/03/15/moral-hazard-or-creati…

Aprendizajes históricos para un nuevo ciclo revolucionario

Extraido del libro: Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo

Por Raúl Zibechi y Decio Machado

Desde la revolución rusa de 1917 contamos con un siglo de experiencias revolucionarias triunfantes. Un tiempo suficiente como para sacar algunas conclusiones o para adelantar reflexiones acerca de los límites y problemas que han enfrentado estas experiencias que, en su conjunto, involucran una parte importante de la humanidad. Unas cuentas fueron motivo de debate entre intelectuales y militantes. Otras son más polémicas y se circunscriben a la experiencia latinoamericana.

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