Decio Machado: «Reflexionar en tiempos de derrota»

Intervención de Decio Machado en la presentación del libro «ELUDIR LA GUERRA. CONSTRUIR NUEVOS MUNDOS» de Raúl Zibechi en la Universidad Politécnica Salesiana en Quito

Buenas tardes a todas y todos,

Este último trabajo de Raúl Zibechi es una obra de reflexión política profunda sobre las relaciones entre Guerra, Capitalismo, Revolución y Resistencia de los Pueblos.

Y no es baladí que esto se haga en momentos de derrota política y cultural de todos aquellos mundo de los venimos. De los mundos a los que hemos pertenecido, donde nos hemos formado y los que han hecho de nosotros -para bien y para mal- lo que somos hoy.

Y lo hace además en momentos de “contrarrevolución”, lo que, nada más y nada menos, implica literalmente una revolución al revés. Citando al maestro Paolo Virno, filósofo y activista marxista recientemente fallecido en Roma, una “contrarrevolución”, igual que su opuesto simétrico, no deja nada inmutable. Determina un estado de excepción en el que parece acelerarse el ritmo de los acontecimientos. Construye activamente su propio «orden nuevo». Forja mentalidades, actitudes culturales, gustos, usos y costumbres, en suma, un sentido común inédito…y lo hace ocupando y colonizando el territorio del adversario… es decir, lo que había sido nuestro territorio, dando otras respuestas a las mismas preguntas a las que nosotros decíamos responder.

Si, la época actual es la de la angustiosa constatación de una gran derrota. Habitamos un mundo gobernado por fuerzas políticas autoritarias, xenófobas, racistas, homofóbicas, cuyos discursos dominantes no cesan en su propósito de producir y habilitar pulsiones fascistas y tanáticas. Y para mal, América Latina conoce bien de estas cuestiones.

Pero más allá de los porqués de esta derrota o respecto a si dicha derrota es temporal o indefinida, opiniones y teorías al respecto hay para todos los gustos, lo que hace Zibechi es romper con las dos reacciones que predominan entre la “teórica” intelectualidad de las izquierdas en estos momentos de invierno: caer en un profundo trance emocional mezcla de melancolía, nostalgia, depresión, burnout, amargura, trauma y duelo; u optar por una irreflexiva reafirmación identitaria carente de críticas y justificadora de todo tipo de errores y excesos cometidos en el pasado.

Atrevido e irreverente como es el pensamiento y la figura de Raúl Zibechi, quienes lo conocemos y hemos compartido junto a él distintas historias podemos dar fe de ello, lo que se plantea en este libro es otra cosa. Es un análisis teórico e histórico sobre cómo la guerra forma parte del eje núclear del capitalismo, pero a su vez tambien se constituye en la raíz de la derrota de muchos procesos revolucionarios a lo largo de la historia.

Pero en este trabajo titulado “Eludir la guerra. Construir mundos nuevos”, el amigo Raúl también nos habla de alternativas, nos dice que desde los pueblos se articulan caminos… exponiendo distintas experiencias latinoamericanas —El Salvador, Guatemala, el zapatismo, los pueblos mapuche, nasa, garífunas, etc.— que muestran alternativas no militaristas para la emancipación.

Raúl Zibechi sostiene que el capitalismo no puede existir sin guerra: la guerra contra los pueblos y contra la Tierra; la violencia estructural del sistema —desde el extractivismo hasta la represión estatal— forma parte de su dinámica de acumulación; y retoma a autores como David Harvey (con su tesis sobre la acumulación por desposesión) o Frantz Fanon (en referencia a la cuestión de la descolonización y la psicopatología de la colonización), a la vez que posiciona una tesis diferencial: en el Sur global, la guerra no es una excepción, es la forma normal de gobierno.

Para el autor, y en consonancia con el pensamiento zapatista, la globalización neoliberal es una “cuarta guerra mundial”, concepto tomado del subcomandante Marcos cuando nos dijo aquello de que: “El enemigo ahora es la humanidad misma; todo lo humano que se opone al mercado debe ser destruido”.

Raúl nos habla de una militarización del pensamiento crítico. Aquí denuncia cómo la izquierda del siglo XX interiorizó la lógica militarista: los dirigentes comunistas -como Alexander Losovsky- concibieron la huelga como “batalla”, la organización sindical como “ejército”, y al adversario como “enemigo a aniquilar”; y como esta concepción impregnó la política revolucionaria: el partido como ejército, el Estado como botín de guerra. Según Zibechi, esa visión destruyó la creatividad popular y convirtió las revoluciones en reproducciones del orden autoritario que combatían.

Apoyándose en las tesis de sociologos estadounidenses como Charles Tilly y Theda Skocpol, el autor concluye que la guerra crea Estados y que las revoluciones —de la francesa a la china— solo produjeron Estados más fuertes, burocráticos y represivos. “La lógica revolución/guerra/Estado poderoso hace que los de abajo terminen más sometidos que antes” textualmente sentencia Zibechi.

Y a partir de ahí que este trabajo rescata el pensamiento del líder kurdo Abdullah Öcalan, posicionando reflexiones en torno a que el capitalismo no es solo economía, es una forma de poder violento y patriarcal; que no se puede liberar a los pueblos creando nuevos Estados, sino tejiendo confederaciones democráticas; o que la obsesión por conquistar el poder estatal fue “la trampa histórica del socialismo”, entre otras cuestiones…

Zibechi retoma también a Walter Benjamin, maestro de maestros, para afirmar que los pueblos viven permanentemente en “estado de excepción”, y que la verdadera acción revolucionaria debe situarse junto a los oprimidos, no en las instituciones.

Como pueden apreciar y perdonen la broma, la tesis antimilitarista expuesta en esta obra nada tiene que ver con el “Power Flower” nacido a mediados de la década de 1960… nada que ver con la psicodelia, el LSD o el ofrecerle flores a los policias y militares que nos reprimen. En definitiva, nada relacionado a la metáfora del poder de lo blando.

El amigo Raúl entiende la guerra contemporánea como una guerra total y difusa, donde: los ejércitos asumen el rol de los policías; el narco y el paramilitarismo son instrumentos económicos; las políticas sociales son militarizadas para neutralizar resistencias; y la violencia funciona como herramienta de control territorial y de destrucción de comunidades.

Además, en el libro se introduce una lectura biopolítica de la guerra mediante la cual: los ejércitos y el capital son interpretados como “macroparásitos”, que actúan devorando la energía social de los pueblos hasta eliminar sus “anticuerpos”, es decir, sus formas comunitarias de vida.

Y es a partir de ahí, cuando el autor recopila experiencias de cómo distintos pueblos latinoamericanos resisten sin reproducir la lógica de la guerra… siguiendo la consigna zapatista de que “el camino y el caminar son la meta” y que la resistencia consiste en crear formas de vida autónomas, no en disputar el poder estatal.

Quiero cerrar mi intervención con una conclusión final. Los tiempos de derrota son tiempos de desolación, de crisis, de incertidumbre y de desorientación. Se pierde porque se ha sido vencido y se pierde aquello que, al menos en apariencia, no puede recuperarse porque ha fenecido. Y la pérdida, como ya sabemos, produce dolor… Pero la derrota no sólo es dolorosa por haber fracasado. Lo es también por constatar aquello, citando al novelista argentino Robert Arlt, de que “sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido”.

“Eludir la guerra. Construir mundos nuevos” no es un libro que romantice melancólicamente ni la “Era de la Revolución”, como definió el historiador marxista Eric Hobsbawm al período comprendido entre 1789 y 1848… ni tampoco las múltiples luchas emancipatorias y decoloniales que vinieron después. En este trabajo no se hace apología de la revolución rusa, entendiéndola como la conquista del poder político por la clase trabajadora de obreros y campesinos, bajo la dirección de su vanguardia, el Partido Bolchevique como la fuerza fundamental del proceso revolucionario en el eslabón más débil de la cadena del imperialismo, según lo definió Lenin a la Rusia zarista.

No, este trabajo y su autor entienden que el tiempo de la derrota también puede inaugurar la posibilidad de una catarsis colectiva, un instante en el que sea posible pensar la urgencia con paciencia, un momento en el que la capacidad crítica pueda ser recobrada para convocar ideas pasadas sin copiarlas, para traducirlas sin imitarlas, para extraer de ellas todo aquello que pueda servirnos para repensarnos hoy…

Cito un párrafo de este libro en alusión a lo anterior: “El arte de esquivar los golpes del enemigo —como en la danza do xondaro de los guaraníes— es el arte de seguir siendo diferente, de construir sin reproducir la violencia del sistema.”

Gracias Raúl por este aporte teórico al debate de las izquierdas… el cual, en tiempos de una pobreza intelectual impresionante y a diferencia de quienes lloran añorando un pasado que quedó atrás o de quienes se reafirman autoidentitariamente al calor de la triste inadmisibilidad de la derrota, entiende que los tiempos de derrota son tiempos propicios para repensarnos e incluso refundar el sentido de la revolución.

 

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