Los dos cuerpos de Elon Musk: Sobre la suspensión de X/Twitter en Brasil

por Allan Deneuville y Giuseppe Cocco

 

Desde el inicio de su libro autobiográfico, Tristes tropiques, Claude Lévi-Strauss describe las emociones que le produce su llegada a Río de Janeiro: “Camino por la Avenida Rio Branco, donde alguna vez estuvieron las aldeas tupinambas, pero tengo en mi bolsillo el breviario del etnólogo de Jean de Léry[1]”. Es a Léry a quien debemos las primeras descripciones de estos “tupinambos (que) viven en perfecta salud, despreocupación y desnudez[2]”. En su relato, Léry habla del canibalismo, pero también del asombro de los amerindios ante los increíbles volúmenes de Arabotan (una madera brasileña) que los europeos llevan a Europa. También relata la travesía del Atlántico, marcada por episodios de piratería y tormentas: “Vi lo que más a menudo se hace en tierra practicado en el mar. Es decir, que quien tiene armas en la mano y es más fuerte, vence y dicta la ley a su compañero[3]”. La construcción europea de Brasil estuvo, desde el principio, marcada por estas dinámicas de depredación que atravesaron los océanos. Como señala Carl Schmitt, sin ocultar su admiración, sin los “rudos aventureros y la escoria del mar, […] el simple descubrimiento de continentes y océanos hasta ahora desconocidos no habría sido suficiente por sí solo para fundar un dominio más allá de los mares del mundo[4]”.

Dos siglos después de Léry, en su penúltimo discurso, Maximilien de Robespierre habla también de un “mundo [que] apareció más allá de los límites del mundo [y de] los habitantes de la tierra que añadieron los mares a su inmenso dominio[5]”. Portugueses y españoles se opusieron a la libertad de los mares teorizada por Grocio: la noción de soberanía moderna aún no se había inventado, pero los conflictos que acabaron definiéndola se multiplicaron. Esta vez de manera melancólica, Schmitt escribe que “el mar es libre”, porque “no constituye territorio estatal y […] debe permanecer abierto a todos por igual[6]”. Sin embargo, esto “significa que la línea define un ámbito donde se afirma el uso libre y despiadado de la violencia[7]”.

Podemos imaginar Internet como los océanos de esta era en la que navegamos, las plataformas digitales serían las carabelas que los surcarían. ¿Sería Elon Musk, el hombre más rico del mundo, un corsario? En lugar de madera, son los datos lo que extraemos: la información donde cristalizan nuestras decisiones, nuestras sinapsis sociales, nuestras subjetividades. El trabajo de las líneas, el nuevo nomo de la tierra, intenta escribirse sobre las olas de estos océanos de nuevo tipo. El conflicto entre X, ex-Twitter, y la Corte Suprema de Brasil es un episodio, tal vez una aceleración, de estas transformaciones[8].

Incluso antes de que la explosión del conexionismo alimentara la ola de Inteligencia Artificial conocida como deep learning, varios investigadores señalaron los desafíos que el capitalismo de plataforma planteaba a la soberanía de los Estados, incluidos los grandes Estados continentales. En 2015, Benjamin Bratton situó el conflicto entre China y Google en el centro de su reflexión sobre la máquina digital global. Incluso habló de la “primera guerra entre China y Google” y del surgimiento de un nuevo tipo de crisis geopolítica: un gran Estado frente a una gran empresa tecnológica. Esto tuvo lugar en 2009 y supuso la salida del gigante americano del mercado chino. Bratton especificó que se trataba del choque entre dos modos de soberanía radicalmente diferentes: “Esta guerra se desarrolla menos entre dos superpotencias (o por poderes entre ellas) que entre dos lógicas irreconciliables en cuanto a la forma en que los regímenes y los públicos son convocados en función de los espacios soberanos[9]”. Es un nuevo tipo de guerra sobre quién gobierna y qué se gobierna en la sociedad globalizada. Para China, dice Bratton, “Internet [es una] extensión del cuerpo del Estado”, para Google, constituye una “sociedad civil transterritorial, viva y casi autónoma, controlada y capitalizada de forma privada”. Así, escribe, “Google es un actor no estatal que opera con la fuerza de un Estado pero que, a diferencia de los Estados modernos, no está definido por una única contigüidad territorial específica[10]”. Desde esta perspectiva, analizada como un conjunto de capas de infraestructura técnica y social (el Stack), Internet constituye una especie de enigma de soberanía para la polis emergente de la Cloud: ¿cómo podemos lidiar con los datos “generados en Beijing por un ciudadano japonés” ciudadano, subido a un servidor frente a la costa de Vladivostok, en aguas extraterritoriales, y luego utilizado por un joven en un cibercafé de Las Vegas para finalmente cometer un delito en Brasil[11]?». Las empresas tecnológicas gobiernan de facto tecnologías que tienen un gran impacto geopolítico.

¿Ha terminado el enfrentamiento entre la Corte Suprema de Brasil y Elon Musk en torno a X, se trata de una batalla más en esta guerra, desencadenada en 2009, entre una empresa de la Big Tech y un Estado soberano o, simplemente, se trata de un nuevo tipo de guerra?  En caso afirmativo, ¿cuáles son las reglas de este nuevo jus ad bellum? ¿Y cómo reflexionan los Estados y los ciudadanos que los componen sobre estas nuevas normas conflictivas, tanto en términos de soberanía como de libertad democrática, de la que forma parte el derecho a la información?

Volvamos a la dinámica de esta suspensión. Después de los asaltos a los palacios de las instituciones democráticas brasileñas, la Plaza de los Tres Poderes, el 8 de enero de 2023 en Brasilia, el juez Alexandre de Moraes (del Tribunal Supremo de Brasil), pide a X que borre cientos de cuentas involucradas en el intento de golpe de Estado. y en la propagación de noticias falsas. Dos de estas cuentas son particularmente sensibles: la del senador bolsonarista Marcos do Val y la del YouTuber Ed Raposo. Los dos están procesados ​​como organizadores de la invasión del Planalto (el palacio presidencial) y por haber liderado una campaña de difamación y ciberacoso contra Fabio Alvarès Shor, comisario de la policía federal, encargado de las investigaciones por fraude contra el ex presidente Jair Bolsonaro y sus familiares. Además, desde su compra por parte de Musk, la plataforma ha albergado innumerables cuentas nazis, y los estudios destacan los riesgos que la polarización y la extrema derechización de X suponen para nuestras democracias[12].

Ante esta petición del Tribunal Supremo de Brasil, Elon Musk se niega a cumplir y alega censura. Él mismo es muy activo en la difusión sistemática de noticias falsas[13] o en el ciberacoso de personalidades que le desagradan políticamente. Así, ya no podemos contar el número de memes difundidos por el multimillonario comparando al juez Moraes con el enemigo jurado de Harry Potter, Voldemort, o con los Sith de la saga Star Wars. El uso de estas referencias culturales populares le permite transmitir un mensaje simplista a una audiencia que puede perderse en el funcionamiento de la justicia brasileña. Aparte de estas referencias mainstream, se abre, hoy en día, en la plataforma, una cuenta X llamada «Alexandre Files» con 400.000 seguidores para denunciar los «horribles abusos de Alexandre de Moraes», como anuncia la presentación del perfil.

El 15 de agosto, cuando se impuso a X una multa de 200.000 reales (32.000 euros) por día por negarse a cumplir, el multimillonario prefirió cerrar las oficinas de juego en la dimensión transnacional de su plataforma: sin oficinas en Brasil, no hay forma de que el sistema de justicia de este país se ponga a su altura. Pero ahora, a partir de ahí, la empresa de Elon Musk viola una ley brasileña que exige un representante legal en el país para que la red social siga funcionando. El 28 de agosto, el juez le dio un ultimátum y le ordenó declarar un representante legal en el país, a lo que Musk volvió a negarse. Prefirió continuar su campaña contra Alexandre de Moraes, precisamente en… X y pagar para ver si el juez seguiría adelante con sus amenazas. El juez suspendió a X el 30 de agosto y anticipo las eventuales derivaciones de la suspensión, por ejemplo, una multa de 50.000 reales (8000 euros) a los internautas que se conectaran por intermedio de una VPN[14]. Una decisión que no dudó en dejar a una veintena de millones de brasileños sin “sus” redes sociales. X provocó tanta acritud, que las reacciones del campo progresista fue un manto de silencio ante la suspensión de esta plataforma, mientras que se manifestaron durante la suspensión de TikTok, una plataforma tan problemática como X, en Nueva Caledonia en mayo de 2024.

No se detiene ahí. Además de la suspensión de manera “inmediata, completa e integral”, el juez designó a Starlink como garante de X y estableció una conexión directa entre dos facetas de la corporación Musk.

Elon Musk cambia entonces de postura, parece que ha llegado “el momento de retroceder[15]”. El New York Times anuncia: “La X de Elon Musk retrocede en Brasil[16]”. Por lo tanto, Musk se retiraría. La implicación de Starlink en el conflicto por X parece obstaculizar el compromiso libertario y ultraderechista del jefe de Tesla. De hecho, en Brasil, las antenas Starlink están en todas partes, en las minas ilegales de los mineros y traficantes de oro, así como en las aldeas indígenas más remotas, en hospitales o escuelas aisladas, e incluso entre los militares y las fuerzas especiales. Starlink se ha extendido en Brasil a una velocidad impresionante: de 20.000 suscriptores en febrero de 2023 a los 250.000 actuales. La empresa ofrece una conexión económica y de alta calidad (gracias a los satélites de baja altitud). Las implicaciones geopolíticas de Starlink son mucho más importantes y, sobre todo, mucho más directas que las de X. Fue en la guerra de Rusia contra Ucrania donde esta dimensión apareció explícitamente, 42.000 terminales constituyen la infraestructura de defensa fundamental de los ucranianos contra la invasión. Sin embargo, además de las amenazas de Musk de dejar de soportar los costes operativos del sistema en Ucrania, existen varios conflictos entre el ejército ucraniano y Starlink sobre los límites territoriales de su uso. Si la transformación de X en un arma política es una fuente indirecta de problemas a nivel de representación política, las consecuencias de las decisiones de Starlink parecen ser una verdadera interferencia geopolítica por parte de un actor no estatal. Paradójicamente, los dos cuerpos de Musk, el del chico malo que hace berrinches con sus redes sociales compradas con este fin, y el del gran industrial de la industria aeroespacial, corren el riesgo de matarse mutuamente al fusionarse.

En Brasil, ante los desafíos del cierre de X, distinguimos tres posiciones: la previsible de la extrema derecha clamando censura y tratando de movilizar manifestaciones por la destitución del juez (unos pocos miles de manifestantes en São Paulo el 7 de septiembre, para escuchar a Jair Bolsonaro); la de la izquierda, que apoya la decisión en nombre de una defensa de la soberanía estatal, cada vez más amenazada por las Big Tech; y la de un sector liberal que, al tiempo que defiende la soberanía del poder judicial brasileño, protesta tanto contra una medida considerada excesiva y contra los superpoderes del juez de Moraes[17].

La posición de la izquierda soberanista se resume en una carta abierta publicada el 17 de septiembre de 2024 titulada Contra el Ataque de las Big Techs a la Soberania Digital (Contra el ataque de las Big Techs a la soberanía digital) y firmada por académicos como Thomas Piketty, Daron Acemoglu, Mariana Mazzucato y brasileños vinculados al gobierno de Lula. Esta carta abierta afirma que “el caso brasileño se ha convertido en el frente principal de un importante conflicto global entre las grandes corporaciones tecnológicas y quienes intentan construir un panorama digital democrático, centrado en las personas y preocupado por el desarrollo económico y social[18]”. En palabras de la ex eurodiputada holandesa Marietje Shaake, “el caso brasileño nos recuerda que no es demasiado tarde. Las autoridades democráticas pueden reclamar su soberanía y afirmarse efectivamente en el campo de la tecnología, si deciden mostrar sus músculos[19]”.

Un episodio similar ya se había producido en mayo de 2023, cuando el holding de Google, Alphabet, llevó a cabo una agresiva campaña publicitaria, en su buscador y en los principales medios de comunicación, para criticar las medidas que estaba tomando el gobierno brasileño para regular las redes sociales en Internet. Fue el juez Flavio Dino, recién nombrado por Lula para el Tribunal Supremo, quien obligó a Google a modificar el enlace de su página de inicio, so pena de una multa de 200.000 dólares por hora. Los llamados a regular Internet se confirman en el debate más general sobre la necesidad de desarrollar políticas adecuadas frente al auge de la inteligencia artificial. Podemos destacar la propuesta de una política de “contención” (inspirada en las políticas desarrolladas durante la Guerra Fría) de Suleyman Mustafa, fundador de Deep Mind[20]. En nuestro contexto geopolítico y ecológico, este llamado a la regulación es comprensible y potencialmente deseable. La pregunta que surge es: ¿a qué costo?

Los liberales, si bien reconocen que Musk es un “demagogo al servicio del movimiento antidemocrático de derecha en todo el mundo”, enfatizan que “la decisión de cerrar X es una tragedia”. Veinte millones de brasileños con cuentas activas en la plataforma fueron privados del espacio donde discutían periódicamente todo tipo de argumentos[21]”. La preocupación es que se esté instaurando una especie de “censura preventiva” que perjudica la libertad de expresión: “la libertad y la democracia implican riesgos que deben ser controlados”. El proceso de suspensión de la red debe ser “abierto y transparente[22]”. Por tanto, los liberales coinciden en que Musk es una amenaza para la democracia, pero temen que la suspensión sea también un precedente perjudicial para la libertad de expresión y el derecho a la información y, por tanto, para la propia democracia. Estas divisiones parecen muy marcadas a nivel de opinión. Si bien el juez se ha convertido en el centro de la polarización política en el país[23], una encuesta de opinión muestra que el 96% de los votantes de Bolsonaro no está de acuerdo con su decisión, mientras que el 92% de los votantes de Lula la apoyan[24].

Hoy, gracias a Moraes ex machina, X reapareció en las pantallas de los ciudadanos brasileños. Tras cuarenta días de suspensión, Elon Musk pagó los 28 millones de reales (unos cinco millones de euros) en multas, bloqueó las cuentas afectadas y nombró un representante legal en Brasil. Este regreso fue celebrado por los usuarios, con tendencias top como “Voltamos” (Estamos de vuelta) y “Como é bom estar de volta” (Qué bueno es estar de vuelta). Si bien esta suspensión fue temporal, marca un punto de inflexión en la regulación de las plataformas y en el ejercicio del poder judicial en Brasil. Este momento debería animar a los ciudadanos a abordar el tema y reflexionar sobre el nuevo equilibrio entre regulación y libertad de expresión. Como señaló un artículo del New York Times, no se trata simplemente de un conflicto entre una empresa de tecnología y un tribunal, sino de un cuestionamiento de la forma en que las sociedades democráticas enmarcan y dan forma legal y democráticamente a los espacios digitales. Como escribe Jack Nicas: “Durante los últimos cinco años, la Corte Suprema del país ha ampliado su poder para liderar una amplia campaña para proteger a las instituciones brasileñas de ataques, muchos de ellos en línea. Para la izquierda brasileña, la ofensiva ayudó a salvar la democracia brasileña. Para la derecha, ha convertido a la Corte en una amenaza para la democracia misma. Ambos podrían tener razón[25]

El ascenso al poder de un juez no electo plantea entonces una cuestión candente en la democracia brasileña. Sin embargo, no queremos escribir un alegato a favor de un modelo estadounidense de absoluta libertad de expresión: cada país, incluido Brasil, tiene el derecho soberano de determinar los límites de lo que se puede decir. Sin embargo, cuando 20 millones de ciudadanos se ven privados de un espacio de intercambio y, por tanto, de la posibilidad de unirse políticamente, el campo progresista debe preocuparse y no aplaudir. Ponerse del lado de quienes temen al pueblo, incluso cuando se expresan excesivamente, no es más que admitir el miedo a las fuerzas democráticas. El acontecimiento que nos ocupa nos recuerda que la mediación nunca es neutral, pero que la libertad de expresión no debe limitarse a una crítica moderada a las instituciones; debe ser la base de un espacio político abierto, no una herramienta de confinamiento. En este contexto, la Corte Suprema de Brasil, al tratar de protegerse, a veces parece invadir esta libertad esencial, poniendo en tensión la protección de las instituciones y el necesario debate público que las rodea.

De hecho, Musk es quizás sólo la parte más visible de un cambio más general entre los jefes de las Big Tech estadounidenses, incluso si Paul Krugman piensa que esto todavía es una minoría[26]. Podemos medirlo por su deriva política: del apoyo que dieron a la candidatura de Joe Biden en 2020 al apoyo a Donald Trump en 2024[27]. Mientras que los firmantes de la carta abierta contra los actores de las Big Tech todavía se dejan seducir por un cierto tipo de antiamericanismo al afirmar que la “disputa entre el gobierno brasileño y Elon Musk es sólo el último ejemplo de un esfuerzo importante para restringir la capacidad de las naciones soberanas de definir una agenda de desarrollo digital libre del control de las megacorporaciones con sede en Estados Unidos[28]”, sin embargo, es Estados Unidos el que hoy es el teatro del conflicto del que el caso brasileño representa sólo un acto.

De hecho, en los últimos tres años, la administración Biden ha implementado una serie de iniciativas que presagian un giro significativo hacia las Big Tech: el director del Consejo Económico Nacional declaró que, si bien las grandes empresas no son necesariamente malas, no pueden seguir monopolizando los mercados[29]. La Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia iniciaron procedimientos contra GAFAM, acusándolos de sofocar la competencia y violar los derechos de los consumidores[30]. Estamos incluso asistiendo a la instauración de un proceso antimonopolio contra Google que podría convertirse en la base jurisprudencial para muchos otros casos[31]. Las acciones de Elon Musk, al igual que las de muchos otros directores ejecutivos de Silicon Valley, van dirigidas contra las políticas emergentes de regulación de las Big Tech. El jefe de Tesla es quizá sólo el ejemplo más evidente[32].

Debemos constatar entonces que la dimensión soberana ya no es la única a tener en cuenta y que sin duda nos lleva por el camino equivocado. El conflicto no es entre Brasil y las Big Tech estadounidenses, sino que atraviesa tanto a Brasil como a Estados Unidos o a la Unión Europea. Se trata de trazar las líneas de este nuevo nomos digital, pero también el de la democracia. Cuando Donald Trump declaró su reelección, Elon Musk publicó en X: “Ahora ustedes son los medios”. Musk puso activamente su riqueza y su influencia mediática al servicio de Trump, fortaleciendo una alianza de intereses destinada a preservar el poder de las grandes empresas tecnológicas frente a la regulación. Paradójicamente, ciertos actores progresistas contribuyen a esta situación: promover una censura ilegítima de las redes sociales no suficientemente radical, particularmente en lo que respecta a la cuestión palestina. Estas posiciones, aunque motivadas por convicciones legítimas, parecen reforzar inevitablemente el resurgimiento del conservadurismo populista y reaccionario en Estados Unidos. Esta situación plantea la cuestión de la dinámica futura: ¿podrían otras naciones, como Brasil con Jair Bolsonaro o Pablo Marçal, e incluso Francia, caer en escenarios políticos similares, marcados por un ascenso en el poder de las fuerzas de derecha radical, apoyadas por multimillonarios influyentes al servicio de sus propios intereses políticos?

Por nuestra parte, estamos convencidos de que sólo la creatividad inimaginable de las movilizaciones sociales, inventando las instituciones democráticas supranacionales que nos faltan, será capaz de afrontar este desafío. Por último, no debemos olvidar la otra cara de la ilusión sobre Internet, es decir, pensar que es esto lo que explica la aparición de las noticias falsas y el nuevo tipo de fascismo. Mientras la difusión de Internet empezaba a democratizarse, el historiador Robert Darnton ya recordaba que “las redes de difamación existen desde hace cuatro siglos[33]”.

Traducción del francés por Santiago Arcos-Halyburton

 

Allan Deneuville: Profesor de la Universidad Bordeaux-Montaigne (laboratorio MICA). Su investigación se centra en la circulación de textos e imágenes desde y en las redes sociales. Es cofundador del grupo de investigación y creación After Social Networks (http://after-social-networks.com) y jefe del centro de investigación de la asociación de investigación de código abierto Open Facto (https://openfacto.fr

Giuseppe Cocco: Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) y miembro de la Red Universidade Nômade Brasil. Recientemente publicó, con Bruno Cava, New Neoliberalism and the Other: Biopower, Living Money and Anthropophagy (Lexington, 2018). Es miembro del colectivo editorial Multitudes.

NOTAS

[1] Levi-Strauss, C. (2008). Œuvres, Pléiade-Gallimard, p. 67.

[2] Léry (de), J. (1927). Le voyage au Brésil (1556-1558), Payot, p. 143.

[3] Ibid., p. 68

[4] Schmitt, C. (1942). Land und Meer. Traducción italiana de Giovanni Gurisatti : Schmitt, C. (2011). Terra e Mare, Adelphi, p. 30-31.

[5] Robespierre, M. (1972). Rapport, présenté par Robespierre au nom du comité de salut public, concernant le culte à l’Être Suprême, lors de la séance du 18 floréal an II (7 mai 1794). Archives Parlementaires de la Révolution Française, 90(1), 132140.

[6] Schmitt, C. (1974). Der Nomos der Erde. traducción italiana de Emanuele Castrucci : Schmitt, C. (2011). Il nomos dela terra, Adelphi, p. 20.

[7] Ibid., p. 93

[8] La idea de que Internet y su “economía en red” son grandes ilusiones es vieja. Ver, por ejemplo: Kerckhove (de), D. (2001). «Internet à l’heure du désenchantement », Le Monde Diplomatique, p. 15. o Morozov, E. (2011). The Net delusion : The dark side of internet freedom. PublicAffairs.

[9] Bratton, B. (2015). Le Stack. Plateformes, logiciels et souveraineté. Grenoble, UGA éditions, 2021. p. 46.

[10] Ibid.

[11] Ibid., p. 48. Destacamos

[12] Ingram, D. (2024, 16 abril). « Verified pro-Nazi X account flourish under Elon Musk », NBC News. www.nbcnews.com/tech/social-media/x-twitter-elon-musk-nazi-extremist-white-nationalist-accounts-rcna145020

[13] Thompson, S. A. (2024, 27 septiembre). «5  Days With Elon Musk on X : Deepfakes, Falsehoods and Lots of Memes ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/27/technology/elon-musk-x-posts.html

[14] El juez de Moraes pidió inicialmente a Apple y Google que eliminaran las aplicaciones VPN de sus tiendas online, antes de su retractación. Tal decisión, si se hubiera implementado, habría sido una importante señal de advertencia sobre las libertades digitales en este país.

[15] Doria, P. (2024, 24 septiembre). «Hora de voltar », O Globo.

https://oglobo.globo.com/opiniao/pedro-doria/coluna/2024/09/a-hora-de-o-x-voltar.ghtml

[16] Nicas, J., & Ionova, A. (2024, 21 septiembre). «Elon Musk’s X Backs Down in Brazil ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/21/world/americas/elon-musk-x-brazil.html

[17] Esta es más o menos la posición de dos grandes periódicos de São Paulo, con audiencia nacional, Folha de São Paulo y el Estado de São Paulo.

[18] La Carta Abierta está disponible en: https://portal.jota.info/wp-content/uploads/2024/09/carta-publica-contra-os-ataques-das-big-techs-contra-a-soberania-digital-do-brasil.pdf

[19] Schaake, M. (2024, 26 septiembre). «Big Tech’s Coup». Foreign Affairs. www.foreignaffairs.com/brazil/big-techs-coup

[20] Suleyman, M. (2023). The Coming Wave. Bodley Head.

[21] Doria, P. (2024, 3 septiembre). «O espírito da democracia». O Globo, p. 3.

[22] Sardenberg, C. A. (2024, 7 septiembre). «Danos Colaterais». O Globo, p. 2.

[23] Pereira, M. (2024, 8 septiembre). «As voltas que o STF dá», O Globo, p. 2.

[24] Ortellado, P. (2024, 7 septiembre). «Justiça com lado?», O Globo, p. 3.

[25] Nicas, J. (2024, octubre 16). «Is Brazil’s Supreme Court Saving Democracy or Threatening It?» The New York Times. www.nytimes.com/2024/10/16/world/americas/brazil-supreme-court-expanded-powers-democracy.html

[26] Krugman, P. (2024, 26 septiembre). Opinion  «The Tech Bro Style in American Politics ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/26/opinion/cryptocurrency-election-moreno-vance.html

[27] 27Sosa, A., Meta, S., Ann. A. & Pinho, F. E. (2024, 7 juin). «In Silicon Valley, more support for Trump is trickling in. Is it a big threat to Biden?», Los Angeles Times. www.latimes.com/politics/story/2024-06-07/2024-election-silicon-valley-and-the-push-for-trump

[28] Op. cit.

[29] Ver el comunicado de la Casa Blanca del 14 de julio de 2022 titulado «Brian Deese Remarks on President Biden’s Competition Agenda». www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2022/07/14/brian-deese-remarks-on-president-bidens-competition-agenda/

[30] Hughes, C. (2024, 25 septiembre). Opinión «¿Why Do People Like Elon Musk Love Donald Trump? It’s Not Just About Money». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/25/opinion/silicon-valley-trump.html. Hay que recordar que Chris Hughes es uno de los co-fundadores de Facebook.

[31] McCabe, D. (2024, 5 agosto). «“Google Is a Monopolist,” Judge Rules in Landmark Antitrust Case». The New York Times. www.nytimes.com/2024/08/05/technology/google-antitrust-ruling.html

[32] Schaake, M. (2024, 26 septiembre). op. cit.

[33] Darnton, R. (1995, 17 septiembre). Armadilha da Mídia, Folha de São Paulo, p. 5-10. www1.folha.uol. com.br/fsp/1995/9/17/mais!/16.html

Por Toni Negri (1933-2023). Notas para una biografia de su obra

por Sandro Mezzadra

 

Ante la obra de Toni Negri, compuesta por decenas de libros y cientos de artículos escritos a lo largo de setenta años, la búsqueda de algunos criterios interpretativos es tan necesaria como ardua. En una hermosa entrevista de 2018, editada por Vittorio Morfino y Elia Zaru, Negri aceptó, básicamente, la división en tres fases principales de su pensamiento, marcadas respectivamente por la presencia dominante de Marx, Spinoza y el encuentro con Deleuze, Guattari y Foucault [1]. Sin embargo, uno no puede evitar notar que el Marx de Negri en los años 1960 es muy diferente del de los años 1970, mientras que su trabajo sobre Spinoza también está temporalmente entrelazado con su diálogo con la filosofía francesa contemporánea. Entre la publicación del primer gran libro de Negri sobre Spinoza, escrito en prisión y publicado en 1981, y su muerte, transcurrieron más de cuarenta años, marcados especialmente por su encuentro con Michael Hardt y la redacción de Imperio que, también desde un punto de vista filosófico, constituye un importante punto de inflexión. Además, desde el principio, la obra intelectual de Negri ha sido una expresión irreductible de militancia radical y pasión política ¾no por casualidad tituló su autobiografía Historia de un comunista: y aquí se presentan otros giros y vueltas para marcar las etapas de su vida, los Quaderni Rossi, Potere Operaio, la Autonomía, las grandes huelgas francesas de 1995, el movimiento global entre Seattle y Génova, la participación en las luchas y debates latinoamericanos de los últimos veinte años, por nombrar sólo algunos. Es en este sentido que, según sus propias palabras, “la presencia de Marx une todas las fases” de su pensamiento [2]. Al trazar un breve esbozo de la formidable trayectoria de Negri, me gustaría intentar entrelazar el plano de la teoría y el plano de la militancia que él nos enseñó a mantener juntos, aunque en condiciones que, a lo largo de su vida (tanto por razones históricas como biográficas) también han cambiado drásticamente.

 

COMUNISTA ANTES DE SER MARXISTA

Empecemos recordando que Negri no nació marxista. En el contexto cultural de la Universidad de Padua, donde ingresó en la Facultad de Filosofía en 1952, sus estudios se orientaron hacia temas clásicos de la filosofía alemana, a los que dedicó sus tres primeros libros: el historicismo del joven Hegel, el formalismo jurídico de Kant y sus trastornos posrevolucionarios [3]. Se trataba de obras importantes, destinadas a dejar huellas duraderas. De Wilhelm Dilthey, en particular, Negri retomó un concepto de historicidad y de expresión histórica que marcaría su pensamiento durante mucho tiempo, mientras que su investigación sobre los orígenes del formalismo jurídico constituiría una base sólida para su obra fundamental sobre la crítica del derecho en las décadas de 1960 y 1970. La filosofía del derecho, en la particular declinación que, en esos años, en las universidades italianas, asumió el nombre de Doctrina del Estado, fue, en cualquier caso, el terreno principal en el que se desarrolló el trabajo teórico de Negri entre la década de 1950 y principios de la década siguiente. Fue su activismo político socialista y, sobre todo, su encuentro con la clase obrera en Porto Marghera [4] lo que determinó un primer punto de inflexión en sus estudios. “Yo era comunista antes de ser marxista”, solía decir Negri. Pero poco después se hizo marxista, estudiando especialmente el primer libro de El Capital y verificando sus categorías y análisis en la fábrica mediante encuestas [5] y un intercambio continuo con aquellos trabajadores que, en el Véneto [6] a principios de los años 1960, , estaban descubriendo la explotación y reinventando la lucha de clases. El resultado fue una lectura de Marx muy diferente de la lectura frankfurtiana o althusseriana, por nombrar dos de las más influyentes en la Europa de los años sesenta.

Esa fue la época en que nació el operaismo italiano, a través de publicaciones periódicas como “Quaderni rossi” (1961-1966) y “Classe operaia” (1964-1967), en las que Negri participó apasionadamente, en diálogo con -entre otros- Raniero Panzieri y Mario Tronti, Romano Alquati y Guido Bianchini, y contribuyendo con sus intervenciones a delinear el perfil de un nuevo sujeto obrero. Mientras tanto, su lectura de Marx también reorientó su trabajo en el campo del derecho, como puede verse, en particular, en un largo ensayo sobre el trabajo y Constitución, escrito en 1964 pero publicado más de diez años después [7]. Adoptando sugerencias fundamentales de la doctrina constitucionalista italiana y alemana, Negri sigue las diversas formas en que el capital se ve obligado a enfrentar la insurgencia obrera y proletaria, transfiriendo al Estado y a la Constitución –y, por tanto, socializando– el conjunto de contradicciones que la constituyen. Se sentaron así las bases para las intervenciones de los años 1970 en los debates sobre la teoría marxista del Estado, mientras que, un conjunto de estudios históricos sobre el origen del Estado moderno que serían retomados muchos años después en un libro como Il potere costituente.[8]. Este es uno de los aspectos más importantes de la obra de Negri, que combina el rechazo militante del reformismo socialista en relación con el Estado con la identificación de ciertas líneas de crisis en este último (particularmente en la figura que define como el “Estado-plan”). que sólo en el contexto de los debates sobre la globalización emergería finalmente con claridad.

 

LOS AÑOS DE LA AUTONOMIA OBRERA

Si el encuentro con la clase trabajadora en Marghera ya había introducido una discontinuidad en esta primera fase de la trayectoria de Negri, instalando en su centro el diálogo con Marx, el bienio rojo de 1968/69 –la combinación de la insurgencia estudiantil global y la lucha obrera La insurgencia en las fábricas del norte de Italia determinó un nuevo punto de inflexión, lleno de consecuencias a nivel político, teórico e incluso biográfico. En el “largo 68 italiano” la militancia se convirtió para Negri, así como para miles de mujeres y hombres, en un criterio para reinventar la vida. Aquí hay continuidad con la experiencia “operaista” de años anteriores, pero también hay elementos nuevos. La militancia se volvió entonces –con el nacimiento del “Potere operaio”– definitivamente política, basada en la convicción de que la posibilidad de una revolución comunista estaba de hecho abierta en Italia. En el espacio de unos pocos años, en el seno de esta organización se desarrolló un debate, ciertamente no exento de simplificaciones y aceleraciones voluntaristas, pero extremadamente avanzado sobre temas como la relación entre las luchas de masas y la acción partidaria, las transformaciones de la composición de clases a raíz de de las grandes luchas de 1969 y del uso de la violencia. La historia del “Potere operaio” llegó a su fin en 1973, cuando, por iniciativa de Negri y de algunas asambleas autónomas de fábricas del Norte, cobró impulso el desarrollo de la “Autonomia operaia”.

A finales de los años 1960 y 1970, Negri transformó el Instituto de Doctrina del Estado de la Universidad de Padua en una especie de cerebro colectivo al servicio del movimiento. Es una historia aún por escribir, en la que participaron personajes importantes como Alisa Del Re y Maria Rosa Della Costa, Luciano Ferrari Bravo y Ferruccio Gambino. La práctica de la encuesta se llevó a cabo a través de proyectos de investigación de absoluto relieve académico y, al mismo tiempo, decididamente militantes, mientras dos series de la editorial Feltrinelli –los “Materiali Marxisti” y los “Opuscoli Marxisti”- garantizaron la publicación de los textos producidos en el Instituto de Padua (incluidos los de Negri) y documentación del debate internacional. Fue dentro de las actividades del Instituto que Negri impartió un curso (“33 conferencias”) sobre Lenin en 1972/73. El libro que reúne estas conferencias ofrece un punto de vista especialmente eficaz sobre su activismo político en esos años, también porque –concebido a partir de la experiencia del “Potere operaio”– fue publicado en 1977, cuatro años después de la disolución del grupo. y mientras la experiencia de la Autonomía Obrera Organizada estaba en pleno apogeo [9]. La Fabbrica della strategia, de hecho, exalta, contra cualquier lectura dogmática del leninismo, la tendencia de Lenin hacia la innovación teórica y política, y propone un conjunto de consideraciones originales sobre la relación entre la dinámica autónoma de las luchas y su dirección política, tema que en ese momento estaba en el centro de los debates en el movimiento italiano.

Los años de Autonomía fueron, para Negri, que se trasladó a Milán y coordinaba la labor editorial de la revista “Rosso”, tan frenéticos desde el punto de vista político como fértiles desde el punto de vista teórico. La hipótesis del “obrero social” capta con antelación el fin de la centralidad de la fábrica e intenta leerlo de manera ofensiva, como una nueva oportunidad, apostando por la distensión social –en los barrios, en el sector terciario, en las formas de vida – de las luchas y de los comportamientos obreros que ponen en crisis el “fordismo” [10]. Marx es aquí adaptado según una lectura antagónica de la socialización de la relación capital, según una línea interpretativa establecida en los seminarios parisinos de 1978 y posteriormente en Marx más allá de Marx [11]. Si, ya en los años 1960, como se mencionó anteriormente, la dimensión de la subjetividad obrera estaba en el centro de la investigación de Negri, ahora –fuera de la fábrica– se trata de comprender una pluralidad de procesos de subjetivación que desplazan el análisis marxista y político comunista. Registrar esta desorientación y, aun así, insistir tenazmente en la recalificación de ambos: éste es, al fin y al cabo, el programa de trabajo que seguiría Negri en las décadas siguientes. Sus investigaciones de los años 1970, además, presentan otros aspectos destinados a marcar su pensamiento durante mucho tiempo: por citar sólo uno, la reanudación del tema operaista del “rechazo del trabajo” –del sabotaje, de la huelga, de la acción directa– está cargada. incluso en sus escritos más militantes, con tonos afirmativos, que prefiguran su obra posterior en torno al concepto de “poder constituyente”. El rechazo del trabajo, leemos, por ejemplo, en Il dominio e il sabotaggio, es el “contenido del proceso de autovalorización”, cuyo objetivo es “la liberación total del trabajo vivo, en la producción y en la reproducción y la utilización de la riqueza al servicio de la libertad colectiva” [12].

 

LA ANOMALIA MATERIALISTA – DE LOS AÑOS DE PRISIÓN A LOS AÑOS PARISINOS

El arresto de Negri el 7 de abril de 1979 fue parte de una importante operación judicial contra el movimiento autónomo, en la que se arrestó a cientos de activistas bajo cargos hiperbólicos y engañosos. No es necesario reconstruir aquí este acontecimiento que, sin embargo, constituye un punto de inflexión de gran importancia en la historia italiana [13]. Es más importante subrayar que las detenciones del 7 de abril se llevaron a cabo en un contexto de militarización del conflicto por parte de las organizaciones armadas y de retroceso general de las luchas obreras, simbolizado, al año siguiente, por una derrota histórica en la Fiat. Así terminó el “largo 68 italiano”, y Negri vivió en prisión (hasta su elección como diputado por el Partido Radical en 1983) el inicio de una verdadera “contrarrevolución”, encaminada a reorganizar las relaciones sociales y políticas generales del país, en un contexto internacional marcado por las victorias de Margaret Thatcher en Inglaterra (1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980). En las durísimas condiciones carcelarias de aquellos años, Negri no dejó de trabajar. Su primer libro sobre Spinoza, La anomalía salvaje, fue escrito en prisiones de máxima seguridad y constituye también un diario filosófico de las luchas de los años anteriores y un intento de establecer nuevas bases para los años venideros [14]. Ciertamente, Spinoza será, a partir de ahora. un punto de referencia fundamental para Negri, basta pensar en la categoría de “multitud” con la que empezó a trabajar en su propio libro de 1981: pero el pensamiento de Spinoza es incluido por él en un eje que va desde De Maquiavelo a Marx, configurando una alternativa materialista radical dentro de lo moderno. La anomalía salvaje marca una discontinuidad en su camino, pero su abandono de la dialéctica y su insistencia en la dimensión ontológicamente constitutiva de la política habían sido preparados por su diálogo con los Grundrisse de Marx y por su propia reflexión sobre los conceptos de autonomía y autovalorización –a lo que también podríamos sumar la reproblematización de la cuestión de la temporalidad [15].

Al llegar a París para escapar de una nueva prisión en 1983, Negri inició -en el exilio- otra etapa particularmente fructífera de su vida. Su diálogo con el pensamiento de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, y su amistad con este último en particular, lo llevaron a una profunda renovación de su pensamiento [16]. Desde un punto de vista filosófico, los primeros años en París se caracterizaron por el trabajo en torno a una ontología afirmativa, incluyendo los trabajos sobre Giacomo Leopardi y el Libro de Job, mientras que un volumen de 1987 – Fabbriche del soggetto – reanudó su reflexión sobre la categoría marxiana de la subsunción real, explorando sus implicaciones frente al nuevo capitalismo emergente [17]. Pero también fueron los años en los que Negri preparó uno de sus libros más importantes, El poder constituyente, una conmovedora reconstrucción del pensamiento y la práctica revolucionaria que atraviesa y rompe la modernidad occidental. Los temas ya mencionados abordados en las investigaciones sobre los orígenes del Estado moderno regresan aquí filtrados por la nueva sensibilidad madurada por el estudio de Spinoza. Una tensión muy poderosa inviste conceptos como democracia, soberanía, constitución, mientras la constituyente se afirma como una praxis que atraviesa grandes textos y levantamientos revolucionarios, manteniendo constantemente abierta la posibilidad de la revolución. [18].

Estos años parisinos, sin embargo, también estuvieron marcados por el trabajo conjunto con investigadores como Antonella Corsani y Maurizio Lazzarato, con quienes Negri relanzó (actualizándolo) el método operaista de la encuesta. El resultado fue un trabajo de investigación muy importante sobre las transformaciones del trabajo y los espacios públicos en la región metropolitana de París, en el que se pusieron a prueba conceptos como el de “el conjunto del trabajo inmaterial”, como primer paso en un análisis de las transformaciones del capital y el trabajo tras el fin del fordismo, que Negri continuaría hasta sus últimos años, entre otras cosas con una atención constante a la dimensión metropolitana [19]. Es en torno a estos temas que tomó forma una nueva temporada de militancia de Negri. La fundación con Jean-Marie Vincent y Denis Berger, en 1990, de la revista “Futur Antérieur” estableció, sin embargo, una plataforma de diálogo entre el marxismo italiano de derivación operaista y algunos de los aspectos más interesantes del marxismo francés, posibilitando la intervención política abierta a los grandes temas de los debates internacionales (en “Futur Antérieur”, por citar sólo dos ejemplos, aparecieron textos de Donna Haraway y de Lula, el futuro presidente de Brasil). Las grandes huelgas francesas de 1995 constituyeron entonces un paso fundamental para Negri, que las sintió como una verificación de algunas de sus hipótesis de trabajo y como una prefiguración de una nueva forma de huelga metropolitana [20]. Durante este período, también había retomado relaciones con una parte del movimiento autónomo italiano (la autonomía veneciana) y, a través de una serie de seminarios celebrados en París, se sentaron las bases de una nueva posibilidad de intervención política también en Italia [21]. Cuando, en 1997, Negri decidió regresar a Italia, sabía que le esperaba la cárcel, pero contaba con los nuevos movimientos que se habían desarrollado en años anteriores no sólo para no sólo para saldar sus cuentas legales de los años setenta, sino también trabajar por la apertura de un nuevo ciclo de luchas. Una revista como «Posse», que Negri ayudó a fundar y dirigir tras su regreso a Italia, pretendía comprobar esta hipótesis, que se confirmaría sobre todo en las jornadas de Génova contra la cumbre del G8 en julio de 2001. [22].

 

EN Y CONTRA EL IMPERIO – NUEVOS ESPACIOS POLÍTICOS

Si recordamos los tonos melancólicos con los que gran parte de la izquierda discutía sobre “globalización” y “neoliberalismo” en los años 1990, podemos entender la ruptura provocada por la publicación de Império [23]. Una narrativa nueva, audaz y grandiosa invirtió el significado de los procesos de globalización, indicando que el impulso conjunto de las luchas obreras y contra el colonialismo y el imperialismo fue el motor esencial que, en el siglo XX, impulsó al capital a convertirse en mundo. Escrito junto con Michael Hardt, a quien Negri había conocido mientras trabajaba en la traducción al inglés de L’anomalia selvaggia, varios años antes en París, Imperio ciertamente no negaba la dureza y la violencia de la dominación del capital, pero –y aquí radica un rasgo distintivo de todo el trayectoria de Negri – buscaba un punto de vista subjetivo que pudiera garantizar efectivamente su crítica e incluso su derrocamiento. En este sentido, la figura de la multitud se colocó definitivamente en el centro de las investigaciones de Negri, quien junto a Hardt repensaría abiertamente su relación con la clase [24]. Escrito en la segunda mitad de los años noventa, en una situación completamente diferente a la actual, Império puede parecer un libro anticuado en varios puntos (por ejemplo, la relación entre capital y guerra, o imperialismo). Pero la descripción de los procesos de unificación capitalista a nivel global sigue siendo poderosa y sugerente, al igual que la tensión por la apertura de nuevos espacios de acción política, lo que explica su amplia resonancia dentro del movimiento global que tomó forma entre Seattle, Porto Alegre y Génova. En particular, la tesis según la cual las relaciones políticas y jurídicas internas deben analizarse en analogía con la dimensión supranacional sienta las bases para una innovación radical en la manera de entender el internacionalismo, más allá de la lógica de una alianza o solidaridad entre movimientos de base nacionales [25 ].

Este último punto ofrece una clave para comprender un aspecto importante de la biografía de Negri durante los últimos veinte años. Cuando obtuvo, nuevamente, su pasaporte, en 2003, tenía setenta años: basándose también en el éxito de Imperio, empezó a viajar por Europa y luego fue a Canadá, China y muchos otros lugares; sólo en Estados Unidos no se le permitió entrar. Viajó sobre todo por América Latina, primero por Brasil, pero luego por Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela. Eran los años de los nuevos gobiernos “progresistas” latinoamericanos y Negri participó de los debates que se dieron tanto al interior de los gobiernos como en los movimientos que abrieron espacio a estas experiencias políticas. A través de viajes, numerosos encuentros y lecturas, estudió estas experiencias para extraer lecciones que también podrían traducirse en diferentes contextos, como el italiano y el europeo: en términos de método, hubo aquí una profunda innovación en comparación con la forma en que él mismo operaismo concibió las relaciones entre las diferentes zonas del mundo. Otro importante libro escrito con Hardt, Commonwealth, registra los desplazamientos y enriquecimientos que esta actitud produjo también a nivel teórico [26]. La búsqueda de nuevos espacios políticos dentro de los cuales conducir la lucha por la liberación en un tiempo, ahora global, lo llevó a monitorear cuidadosamente los procesos de integración en curso en América Latina, en un intento de establecer una serie de resonancias con su europeísmo radical, centro de mucha polemica en Francia por su posición a favor de la Constitución Europea en el referéndum de 2005 [27].

Sin embargo, el encuentro con Hardt marca de forma indeleble los últimos veinticinco años de la vida de Negri. Los numerosos libros firmados juntos, sobre la guerra y la democracia, sobre la multitud y sobre la asamblea, tuvieron efectos que transformaron parcialmente su propio estilo de escritura [28]. Y, sobre todo, le propusieron a Negri un conjunto de temas sobre los que continuó su investigación tanto individualmente como principalmente dentro de las redes (como Uninomade y Euronomade) que había ayudado a construir desde Italia y Francia –donde finalmente volvió a vivir, en París – para relanzar el método operaista de la encuesta. Con el paso de los años, en lugar de contentarse con lo que había hecho a lo largo de una larga e intensa vida, Negri se volvió cada vez más inquieto, insatisfecho y exigente consigo mismo, con sus compañeros y sus compañeras. En términos teóricos, su trabajo en torno a los temas del capitalismo cognitivo común y la composición multitudinaria del trabajo vivo contemporáneo lo confronto continuamente con la necesidad de verificaciones prácticas (además de llevarlo a trabajar de manera original sobre la categoría marxiana de “capital fijo”) [29]. Desde el punto de vista político, su apasionada participación en el movimiento español del 15 de mayo de 2011, así como en las revueltas del Magreb y Mashreq y en el posterior ciclo de luchas “Occupy”, le llevaron a formular, junto a Hardt , una serie de hipótesis sobre la cuestión del liderazgo, reintegrándolo a la dinámica de los movimientos y luchas sociales [30]. Ante el impasse o las derrotas de estos movimientos, sin embargo, comenzó a cuestionarse nuevamente –a partir de esas mismas hipótesis– sobre cómo articular con estas dinámicas y estas luchas una dimensión “vertical” que, lejos de extinguir su creatividad, aumentaría. y multiplicará su poder [31]. Se trata de una cuestión que puede definirse como la eficacia de la acción política transformadora, que Negri siguió reformulando incluso frente a los momentos más álgidos de las luchas, de los últimos años, en Francia: desde la insurgencia de los Chalecos Amarillos (2018) hasta el movimiento contra la reforma de las pensiones, en 2023. Quizás no sea casualidad, en este sentido, que uno de sus últimos escritos esté dedicado a Lenin [32].

5.

Al concluir el tercer volumen de su autobiografía, publicado en 2020, Negri no dudó en afirmar que el mundo estaba cambiando para peor. «Nos enfrentamos a un fascismo renaciente», escribió, y agregó que «debemos prepararnos para las consecuencias extremas a las que puede conducir el fascismo: la guerra». Ante este riesgo, más actual que nunca, reafirmó la radicalidad de lo que a menudo llamó su deseo comunista: “Debemos rebelarnos. Debemos resistir. Mi vida se va, luchar después de los ochenta años se vuelve difícil. Pero lo que queda de mi alma me impele a esta decisión.”. Toni se ha ido, queda intacto el testimonio de una vida y una obra que nos llama al pensamiento y a la acción, a perseverar en ese “arte de subversión y liberación” que siempre se renueva a través de generaciones, afirmando las razones de la vida contra las de la muerte. [33]

Traducción del francés Santiago Arcos-Halyburton

publicado en Actuel Marx / no 76 / 2024 : Crise écologique, transition écosocialiste

Notas:

[1] V. Morfino e E. Zaru, Storia, politica, filosofia. Entrevista a Antonio Negri, en “Etica & Politica”, 20 (2018), 1, pp. 187-204, p. 200. Vease también los tres volúmenes de la autobiografía de Negri (Storia di un communist, Galera ed esilio, Da Genova a domani) publicada por Ponte alle Grazie, editada por Girolamo De Michele entre 2015 y 2020. Una semblanza extraordinaria de Negri es la perfilado por Judith Revel , Toni, comunista singular, 6 de enero de 2024, https://www.euronomade.info/toni-singolare-comune/2

[2] V. Morfino e E. Zaru, Storia, politica, filosofia, cit., p. 200.

[3] Consultar. A. Negri, Stato e diritto nel giovane Hegel. Studio sulla genesis illuministica della philosophia giuridica e politica di Hegel, Padua, Cedam, 1958; , Saggi sullo storicismo tedesco: Dilthey y Meinecke, Milano, Feltrinelli, 1959; , Alle origini del formalismo giuridico. Studio sul problema della forma in Kant e nei giuristi kantiani tra il 1789 ed il 1802, Padova, Cedam, 1962. También hay que tener en cuenta el importante trabajo de edición de G.W.F. Hegel, Escribiendo sobre la filosofía del derecho: 1802-1803, editado por A. Negri, Bari, Laterza, 1962.

[4] Complejo petroquímico de Venecia, escenario, por muchas décadas, y especialmente entre los años 1960 y 1970, de radicales luchas autonomas de los trabajadores. Para más informaciones, véase Labournet TV. Porto Marghera – The Last Firebrands. https://en.labournet.tv/porto-marghera-last-firebrands

[5] Para referencias sobre el instrumento de la encuesta obrera en la tradición marxista y especialmente sobre el uso que hizo de ella la tradición italiana del operaismo, véase Haider, A. and S. Mohandesi (2013) ‘Workers’ inquiry: A genealogy’, Viewpoint Magazine, 3. http://viewpointmag.com/2013/09/27/workers-inquiry-a-genealogy/

[6] Región del noreste de Italia, cuya capital es Venecia. Tradicionalmente pobre, campesina, católica y feudo electoral de la Democracia Cristiana. En los años 1960 el Véneto vivió un proceso de industrialización a través de distritos industriales de pequeñas y medianas empresas que durante el proceso de transformación productiva de los años 1970, se convirtieron en la llamada “tercera Italia” [NdT].

[7] Revisar: A. Negri, Il lavoro nella Costituzione (1964), en La forma Stato. Per la critica dell’economia politica della Costituzione, Milano, Feltrinelli, 1977, pp. 27-110.

[8] Véase, en el primer sentido, A. Negri, La forma Stato, cit.; en el segundo sentido, Problemi di storia dello State modern in Francia: 1610-1650. En “Crítica rivista de la historia de la filosofía”, 22 (1967), pp. 182-220, Descartes politico, o della ragionevole ideology, Milán, Feltrinelli, 1970 y F. Borkenau, H. Grossmann, A. Negri, Manifattura, società borghese, ideology, a cura di P. Schiera, Roma, Savelli, 1978.

[9] Ver A. Negri, La fabbrica della strategia. 33 lezioni su Lenin, Padova, Libri rossi, 1977. Hacia 1969, Negri ya había propuesto para “Potere Operaio” la centralidad del “problema de Lênin”: ver , Cominciamo a dire Lenin, “Potere operaio”, I (1969), 3 (2-9 ottobre), p. 3.

[10] Consultar. A. Negri, Dall’operaio massa all’operaio sociale. Intervista sull’operaismo, Milano, Multhipla, 1979

[11] A. Negri, Marx oltre Marx. Quaderno di lavoro sui Grundrisse, Milano, Feltrinelli, 1979].

[12] A. Negri, Il dominio e il sabotaggio. Sul metodo marxista della trasformazione sociale, Milano, Feltrinelli, 1977, p. 55.

[13] Ver también AA.VV., Processo sette aprile, Padova trent’anni dopo, Roma, Manifestolibri, 2009, con un texto del propio Negri.

[14] A. Negri, L’anomalia selvaggia. Saggio su potere e potenza in Baruch Spinoza, Milano, Feltrinelli, 1981.

[15] Ver en este sentido A. Negri, Macchina tempo. Rompicapi, costituzione, liberazione, Milano, Feltrinelli, 1982 y la revisión de esos temas en, Kairòs, Alma Venus, multitudo. Nove lezioni impartite a me stesso, Roma, Manifestolibri, 2000.

[16] Para la colaboración con Guattari, ver F. Guattari e A. Negri, Verità nomadi. Per nuovi spazi di libertà, Roma, Pellicani, 1989.

[17] Ver respectivamente A. Negri, Lenta ginestra: saggio sull’ontologia di Giacomo Leopardi, Milano, Sugarco, 1987, Il lavoro di Giobbe, Milano, Sugarco, 1990 y Fabbriche del soggetto, Livorno, Secolo 21, 1987.

[18] A. Negri, Il potere costituente. Saggio sulle alternative del moderno, Milano, SugarCo, 1992.

[19] Ver Come gli asini nel deserto. Conversazione con Antonio Negri. In: A. Negri, L’inchiesta metropolitana, a cura di P. Do e A. De Nicola, Roma, Manifestolibri, 2023, pp. 19-41.

[20] Ver las contribuciones recogidas en los números 33/34 de “Futur Antérieur” (2006/1).

[21] Ver A. Negri, L’inverno è finito, a cura di B. Caccia, Roma, Castelvecchi, 1995.

[22] Ver, Posse, Il lavoro di Genova, Roma, Manifestolibri, 2001.

[23] M. Hardt e A. Negri, Empire, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2000.

[24] Consultar, M. Hardt y A. Negri, Empire, Twenty Years On, in “New Left Review”, 120, 2019, pp. 67-92.

[25] M. Hardt e A. Negri, Empire, cit., p. 16.

[26] M. Hardt e A. Negri, Commonwealth, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2009. Ver también G. Cocco e A. Negri, GlobAL. Biopotere e lotte in America Latina, Roma, Manifestolibri, 2006].

[27] Ver, A. Negri, L’Europa e l’Impero. Riflessioni su un processo costituente, Roma, Manifestolibri, 2003.

[28] Ver, M. Hardt e A. Negri, Multitude. War and Democracy in the Age of Empire, London, Penguin Books, 2004. Labor of Dionysus. A Critique of the State-Form. Minneapolis, MI,University of Minnesota Press, 1994.

[29] Ver, A. Negri, Appropriazione di capitale fisso: una metafora?, 3 marzo 2017, https://www.euronomade.info/appropriazione-di-capitale-fisso-una-metafora/.

[30] Consultar M. Hardt e A. Negri, Assembly. A organização multitudinária do comum, São Paulo, Politeia, 2018 [Assembly, Oxford–New York, Oxford University Press, 2017], cap. 1. R. Sánchez Cedillo, Lo absoluto de la democracia. Contrapoderes, cuerpos-máquina, sistema red transindividual, Malaga, Subtextos, 2021, con prólogo de A. Negri (pp. 9-19). M. Hardt e A. Negri, Declaration, New York, Argo-Navis, 2012.

[31] Ver, S. Mezzadra e A. Negri, Politiche di coalizione nella crisi europea, 7 agosto 2015, https://www.euronomade.info/politiche-coalizione-nella-crisi-europea.

[32] A. Negri, Prefazione, in V.I. Lenin, Stato e rivoluzione. La dottrina marxista dello Stato e i compiti del proletariato nella rivoluzione, Milano, Pigreco, 2022, pp. 7-20.

[33] A. Negri, Da Genova a domani, cit., p. 301.

Reflexiones sobre neoliberalismo recargado y derechas radicales

por Matías Saidel

 

Un diálogo con El capital odia a todo el mundo de Lazzarato y La opción por la guerra civil de Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre

  1. INTRODUCCIÓN

A partir de la crisis financiera global del 2008 hemos asistido a un proceso de radicalización de las políticas neoliberales, que han generado un profundo malestar en distintas sociedades. Dicho malestar ha sido capitalizado progresivamente por movimientos y partidos políticos de ultraderecha, que combinan una defensa irrestricta de la propiedad privada y el mercado competencial con una posición racista, misógina, xenófoba y aporofóbica que adquiere ribetes autoritarios y punitivos. En ese sentido, busco poner en contexto lo que fueron distintos diagnósticos acerca de la crisis y el posible fin del neoliberalismo, para señalar que, lejos de poner en tela de juicio dicha racionalidad de gobierno, la crisis deviene un dispositivo de gobierno de las poblaciones (Dardot y Laval, 2016) que ha habilitado tanto el auge de las nuevas derechas como la puesta en cuestión de la democracia liberal en Occidente. En ese marco, intento situar el auge de las derechas radicales en el contexto del malestar producido por las propias políticas neoliberales. Para ello, tomo en consideración las lecturas realizadas por Lazzarato y Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre respecto del carácter estratégico del neoliberalismo evidenciado a lo largo de su historia. Estos autores coinciden en retomar la lectura del poder realizada por Foucault en 1973 en términos de guerra civil, contraponiéndola –en el caso de Lazzarato– o  complementándola

-en el de los franceses- con la lectura del poder en términos de conducción de conductas. En ese marco, Lazzarato propone reconocer la existencia de un nuevo fascismo neoliberal frente a las nociones de neoliberalismo autoritario que han circulado en la academia desde la crisis financiera. Por su parte, Dardot et al. van a marcan que no estamos frente a un nuevo tipo de fascismo sino frente a una radicalización del propio neoliberalismo que contiene elementos autoritarios que le son inherentes en cuanto cosmovisión y racionalidad gubernamental. Teniendo en cuenta estos aportes, propongo la noción de neoliberalismo recargado como un modo de caracterizar este nuevo neoliberalismo cuyas condiciones de posibilidad están dadas tanto por sus aspectos doctrinarios como por las mutaciones económicas, políticas y culturales en curso.

 

  1. DE LA CRISIS FINANCIERA A LA RADICALIZACIÓN DEL NEOLIBERALISMO

La crisis del capitalismo financiero global y el salvataje a los bancos posterior a 2008, con la intervención masiva al estilo neokeynesiano que eso suponía en el mercado financiero por parte del Estado, fue vista por algunos observadores como una crisis terminal del neoliberalismo, o por lo menos, una crisis severa de su hegemonía (Kotz, 2015; Stiglitz, 2019) donde los Estados estaban comprando tiempo a través del endeudamiento y otras medidas tendientes a dilatar la inevitable crisis del capitalismo (Streck, 2014; 2016). Otros vieron este fin acercarse durante la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia de covid-19 (Saad-Filho, 2021), donde algunos Estados occidentales apostaron a estrategias que contraponían la salud a la economía, privilegiando a esta última, y otros optaron por intervenir en la economía a través de impuestos a grandes fortunas, ayudas a ciudadanos y empresas, compras de insumos esenciales o protección de recursos estratégicos.

Sin embargo, en el primer caso, los salvatajes que en gran medida iban dirigidos a los grandes jugadores que habían originado la propia crisis, no solo no dieron lugar a la muerte del neoliberalismo, sino que lo llevaron a una radicalización, aplicando medidas de austeridad y privilegiando el pago a los acreedores por sobre cualquier consideración relativa al bienestar social de las poblaciones (Blyth, 2013; Davies, 2016). En el segundo caso, si bien las respuestas variaron, una vez terminada la crisis de la pandemia, en algunos países se vuelve a una versión del neoliberalismo incluso más radical.

Frente a cada crisis financiera, económica, sanitaria, climática, hipotecaria, migratoria o militar, la oligarquía plutocrática que gobierna el mundo parece no tener un plan de recambio, autoconvencida del mantra tantas veces repetido a partir de Thatcher: there is no alternative. Por eso, la respuesta frente a cada crisis siempre consiste en buscar los remedios a los males generados por el capitalismo neoliberal en la propia farmacopea neoliberal, aumentando las dosis de ese mismo pharmakon.

En ese contexto, no solo se comenzó a advertir que la crisis orgánica no había dado lugar a ninguna transformación estructural, sino que había desatado lo que Gramsci llamara “monstruos” o lo que Wendy Brown llamó un Frankenstein en el que ni siquiera sus padres fundadores se hubiesen querido reconocer (Brown, 2019). Con el ascenso de Trump, de Bolsonaro o del Brexit, se teorizó sobre el paso de un neoliberalismo progresista (Fraser, 2019) –que, si bien había dado por tierra con cualquier forma de redistribución, al menos había sido capaz de dar espacio a demandas de reconocimiento que se venían gestando desde hace mucho tiempo atrás por parte de movimientos de derechos civiles, feministas, antirracistas, indigenistas, etc.– a un neoliberalismo reaccionario, comandado por los nuevos populismos de derecha radical.

En efecto, lejos de escuchar las demandas de los afectados por la intemperie generada por la crisis, los gobiernos siguieron apelando a soluciones austericidas y tecnocráticas, que buscan el refuerzo de la competencia a todo nivel, el recorte de los gastos sociales, la caída de los salarios, la precarización laboral y existencial y el pago a los acreedores. En ese marco, lejos de dar lugar a una transformación social reclamada por los masivos movimientos de protesta, la crisis permitió profundizar los rasgos más antidemocráticos y violentos del neoliberalismo, de los cuales salieron triunfantes las nuevas derechas radicales, con su apelación a un discurso anti- establishment, antiglobalista y antiprogresista.

En ese marco, a la visión de una gubernamentalidad neoliberal que buscaba optimizar los sistemas de diferencias y era tolerante a la proliferación de lo múltiple, inspirada en los seminarios de Michel Foucault, en las políticas de las izquierdas neoliberales o terceras vías, y en una parte de la biblioteca neoliberal, se le fue contraponiendo una mirada que destacaba de distintas maneras la existencia de un neoliberalismo autoritario (Bruff, 2014; Catanzaro, 2021), punitivo (Davies, 2016), antidemocrático (Brown, 2019; Dardot y Laval, 2016), beligerante (Alliez y Lazzarato, 2016), conservador (Cooper, 2017) y reaccionario (Fraser, 2019; Perrin, 2014).

En efecto, con la victoria electoral de Trump, del Brexit, de Salvini, de Bolsonaro, de Johnson, de Modi, de Meloni y de Milei, la continuidad de líderes como Erdogan, Putin, Orbán, Kaczyński, Netanyahu, etc. y con la radicalización del discurso y las medidas marcadas por el odio a los inmigrantes, a la “ideología de género” y al “comunismo”, para muchos teóricos ya no bastó con destacar el auge de fuerzas ultraderechistas u observar su desmarginalización (Mudde, 2019), sino que proliferaron caracterizaciones de estos movimientos en términos de neofascismo, post- fascismo, fascismo neoliberal, etc. De hecho, frente a quienes sostenían que no había demasiados puntos en común entre las nuevas derechas y el fascismo histórico, había otrxs para lxs cuales hablar de populismos de derechas era eufemístico, mientras que oponerle un populismo de izquierdas era absolutamente inviable, porque la izquierda debería dirigir su discurso a otro público y movilizar otro tipo de pasiones (Fassin, 2018; Lazzarato, 2020). En lo que la mayoría de los teóricos parecían coincidir, es en que ya no se podía seguir analizando a la gubernamentalidad neoliberal como una especie de soft power, y que, si bien cada experiencia neoliberal está marcada por su singularidad, tampoco era factible trazar una línea demarcatoria tan tajante entre la experiencia de un Sur global, donde el neoliberalismo se impuso a sangre y fuego, de un Norte, donde si bien la transición se dio sin rupturas institucionales, abundaron las medidas represivas y los dispositivos jurídicos que, yendo en contra de derechos y garantías adquiridos, están minando al propio Estado de derecho.

En ese marco, se empezó a debatir si este devenir autoritario del neoliberalismo era una consecuencia no planeada por sus impulsores originales (Brown, 2019) o si, por el contrario, estaba ligado de manera inherente al propio pensamiento neoliberal y a los procesos de neoliberalización (Lazzarato, 2020; Dardot et al., 2021). En cualquier caso, la visión irénica de una gubernamentalidad neoliberal que se basaba en una serie de incitaciones ambientalmente diseñadas a conducir nuestras vidas como empresas bajo un vaporoso imperativo del rendimiento empezó a ser complementada, cuando no directamente rebatida, por otras que acentuaban al carácter beligerante y estratégico del neoliberalismo y el carácter violento y coactivo de sus dispositivos disciplinarios y biopolíticos, incluso por parte de teóricos que habían hecho importantes contribuciones a la genealogía de la racionalidad neoliberal, exhibiendo las modalidades bajo las cuales los pensadores neoliberales pergeñaron una reprogramación del liberalismo y las novedades introducidas por sus dispositivos de gobierno (Lazzarato, 2020; Brown, 2021, Dardot et al, 2021).

En este marco, me interesa contraponer algunos aportes recientes de Lazzarato y de Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre para analizar más de cerca esta mirada estratégica del neoliberalismo, las características de su configuración actual y su relación con las derechas radicales en auge. Si bien ambas perspectivas retoman la noción de guerra civil desarrollada por Foucault como matriz para entender la política y ambas proponen una historia del neoliberalismo que difiere de la imagen que brinda el Nacimiento de la biopolítica, mientras Lazzarato destaca al Estado y al fascismo como máquinas de guerra a las que recurre un capitalismo en crisis y un (neo) liberalismo que se siente amenazado, Dardot et al. van a poner el foco en los aspectos inherentemente autoritarios de la racionalidad neoliberal centrada en la extensión de la lógica de la competencia a todos los ámbitos para comprender esta nueva situación.

  1. LAZZARATO Y LA ALTERNATIVA ENTRE FASCISMO Y REVOLUCIÓN

Maurizio Lazzarato ha sido un teórico muy relevante para comprender las transformaciones en las relaciones de poder en las últimas décadas. Para ello, no ha dudado en revisar críticamente los paradigmas interpretativos que venía utilizando. Por ejemplo, ha trabajado sobre la noción de trabajo inmaterial junto con Toni Negri –de la cual actualmente toma distancia– y la transformación de la biopolítica en nopolítica, se ha valido ampliamente del repertorio deleuziano y foucaulteano, y se ha nutrido del marxismo, el feminismo y el pensamiento poscolonial para repensar el poder en el seno del capitalismo. En ese sentido, si bien parte de la noción foucaulteana del neoliberalismo como racionalidad gubernamental, advierte tempranamente que, en su curso sobre neoliberalismo, Foucault no tematiza ni el modo violento en el que se está comenzando a implementar el neoliberalismo en Chile ni el auge del capitalismo financiero que llevará a posteriori a transformar al empresario de sí mismo en hombre endeudado (2013). Más recientemente, junto con Eric Alliez, retoman la noción de guerra para pensar el poder en la modernidad capitalista, frente a un abordaje insuficiente de la misma en Foucault. En ese sentido, Lazzarato sostiene que después de utilizar el paradigma de la guerra civil para entender el poder y las resistencias, Foucault quiere conservar un punto de vista estratégico, pero abandona la noción de guerra a favor de la noción de gubernamentalidad. Esta idea del poder como conducción de conductas marcaría una pacificación del concepto de poder que va en detrimento de una comprensión acabada del neoliberalismo realmente existente (Lazzarato, 2022, pp. 75-76).

Al mismo tiempo, marca que el francés se preocupó demasiado por pensar el poder en las instituciones y en el Estado, pero deja en la sombra el poder ejercido por el capital en la modernidad, donde precisamente el Estado sería una de sus máquinas de guerra. Dicha postura en torno a la relación de inherencia entre guerras y capital lo lleva a adoptar una visión del nuevo neoliberalismo y el auge de las derechas radicales en términos de un nuevo tipo de fascismo, que ya no sería nacionalsocialista, como en los años 1930 sino nacional-liberal, como en el caso de Trump y Bolsonaro.

En efecto, Lazzarato sostiene que la elección de Bolsonaro como presidente de Brasil marca una radicalización de la ola neofascista, racista y sexista que barre el planeta, que esta ola remite al nacimiento político del neoliberalismo en el Chile de Pinochet y que llamarla populista o neoliberal autoritaria es un eufemismo (2020, p. 19). En ese marco, sostiene que el presupuesto omitido de una gubernamentalidad centrada en la competencia y la empresa es que la subjetividad de los gobernados solo puede construirse en condiciones de una derrota que la hace pasar del estado de adversario político al de vencido. El caso latinoamericano sería paradigmático a este respecto, ya que el neoliberalismo se impone a través de dictaduras sangrientas que sofocaron los procesos revolucionarios que se estaban gestando. En ese marco, Lazzarato sostiene que el neoliberalismo debe producir mercados e intervenir continuamente y respaldarlos: a través de marcos legales, estímulos fiscales, económicos, etc. Pero hay un “intervencionismo” previo llamado “guerra civil”, que es el único que puede crear las condiciones para “disciplinar” a los “gobernados” que tienen la osadía de querer la revolución y el comunismo. Por eso los Chicago Boys se abalanzaron como buitres sobre América Latina. Había allí una subjetividad devastada por la represión militar cuyo proyecto había sido derrotado y sobre el cual podían operar libremente. (2020, p. 21-22)

Desde este punto de vista, el neoliberalismo es un proyecto contrarrevolucionario y un instrumento de gobierno del capital que no duda en recurrir al “fascismo” cuando ve amenazado su poder. De modo que las concesiones realizadas a la clase obrera occidental durante la etapa fordista obedecían a que el capital se sentía amenazado por la posibilidad de una revolución. Sin embargo, después de la revolución cubana, estaba claro que las potencias imperialistas no iban a permitir una nueva derrota y de allí la violencia con la que operaron las dictaduras del cono sur, que allanaron el camino para las reformas neoliberales. Por eso mismo, Lazzarato no acepta las tesis según la cual el neoliberalismo se impone de manera pacífica en el Norte y violenta en el Sur (Brown, 2015), porque: “se trata del mismo capital, del mismo poder y de la misma guerra. Los neoliberales, guiados por un odio de clase de que carecen sus oponentes, no se equivocaron al movilizarse en América Latina porque […] la revolución tenía en el sur su hogar más activo. Tenía que ser aplastada como requisito previo cualquier “gubernamentalidad” incluso si tenía que aliarse con fascistas, torturadores y criminales […] Algo que los liberales […] están siempre dispuestos a hacer… cada vez que la “propiedad privada” está amenazada, incluso de manera virtual. (p. 23)”

Lazzarato constata que esta amenaza ha sido bien real a lo largo del siglo XX, ya que este ha sido el siglo de las revoluciones, pero por eso mismo ha sido el siglo marcado por la guerra civil mundial y la emergencia del fascismo. Señala que estos permiten reconvertir los “dispositivos económicos, jurídicos, estatales y gubernamentales” y que “desde 2008 hemos entrado en una nueva secuencia de este tipo” (2020, p. 25).

En ese marco, Lazzarato entiende que la victoria del capital y la transformación de los vencidos en gobernados se renueva a partir de la crisis del 2008, donde la crisis financiera es resuelta mediante la producción de sujetos endeudados, que deben asumir de manera individual los riesgos que antes se asumían de manera colectiva y de ese modo devenir empresarios de sí mismos en un contexto de precariedad creciente. En ese sentido, toma el caso de los primeros gobiernos del PT en Brasil como proyecto de redistribución basado en las finanzas y el extractivismo para mostrar los límites del reformismo. Para Lazzarato, a través de la inevitable crisis que producen las finanzas, la “micropolítica de crédito creó las condiciones de una micropolítica fascista” (p. 34) y “el resurgimiento de las guerras de clase, raza y sexo que desde el principio son la base del capitalismo” (p. 36). Para el italiano, el miedo y angustia del hombre endeudado produjeron una conversión de la subjetividad disponible para las aventuras neofascistas y para los fundamentalismos identitarios y soberanos (p. 51).

En ese sentido, las contradicciones insolubles de los intentos reformistas derivarían en el auge de los “nuevos fascismos”, los cuales conquistaron la hegemonía política declarando una ruptura con el sistema neoliberal que no tuvo lugar en los hechos y sobre todo señalando al inmigrante, al refugiado, al pobre, y al musulmán como el enemigo (p. 36). Este nuevo fascismo es nacional-liberal, e incluso ultraliberal en lo económico, y ya no deriva de la guerra total, sino que opera mediante la “guerra contra la población”. Entretanto, el enemigo ha cambiado. El nuevo fascismo busca, por un lado, reestablecer la línea de color mediante nuevas formas de racismo y la guerra al inmigrante y, por otro lado, declara como enemigxs a gays, lesbianas, transgénero, etc. en su lucha por reconstruir la familia y el orden heterosexuales. En ese marco, sostiene que los fascismos, el racismo, el sexismo y las jerarquías que producen se inscriben de manera estructural en los mecanismos de acumulación del capital y de los Estados. (pp. 38-40)

En su genealogía, Lazzarato marca que la oposición de los neoliberales al fascismo, que se consolida hacia fines de los años 1930, no obedece a la intensificación de la dictadura sino a la crisis de 1929. En ese sentido, sostiene que el capital nunca dudó en apelar a las dictaduras fascistas cuando vio amenazada su hegemonía. De hecho, si en los años 1970 el neoliberalismo se instala de manera violenta, a partir del 2008 se refuerza la guerra contra las poblaciones. En cualquier caso, la guerra está inscripta en el código genético de la racionalidad capitalista, porque esta tiende “a la explotación sin límites de la totalidad de los recursos. El capital desplaza permanentemente sus propios límites y este desplazamiento no puede hacerse sin guerras y sin violencia fascista”. (2020, p. 91)

Para Lazzarato, el neoliberalismo puso en evidencia que no alcanza con una concepción productiva del poder como la que promueve Foucault puesto que, desde finales del siglo pasado, la guerra, los fascismos, el racismo, el sexismo, el nacionalismo, manifestaron la naturaleza negativa como represiva y destructiva del poder neoliberal. El poder no se limita a ejercer una acción sobre otra acción, sino que también implica la posibilidad de imponer su voluntad por la fuerza y la violencia.

 

  1. EL NEOLIBERALISMO Y LA OPCIÓN POR LA GUERRA CIVIL

Esta concepción estratégica del neoliberalismo aparece con otros tonos en el libro escrito a ocho manos por Pierre Dardot, Haud Guéguen, Christian Laval y Pierre Sauvêtre. Este comienza con la siguiente afirmación: “El neoliberalismo procede desde sus orígenes de una elección propiamente fundadora: la elección de la guerra civil. Y esta elección continúa hoy… comandando sus orientaciones y sus políticas incluso cuando no impliquen el empleo de medios militares” (Dardot et al., 2021, p. 9).

Es decir que la guerra civil sigue operando en la filigrana de la paz a través del uso de la violencia y de un nuevo estado de legalidad (Harcourt, 2018). Para los franceses, uno de los rasgos de las guerras civiles realizadas por el neoliberalismo es que son iniciadas por la oligarquía y son totales: sociales, dado que buscan debilitar los derechos sociales de las poblaciones; étnicas, ya que buscan excluir a los extranjeros de todas formas de ciudadanía restringiendo cada vez más el derecho de asilo; políticas y jurídicas, recurriendo a medios legales para reprimir y criminalizar toda resistencia y toda contestación; culturales y morales, atacando los derechos individuales en nombre de la defensa de un orden moral frecuentemente referido a los valores cristianos (Dardot et al., 2021, p. 16).

En ese marco, lejos de anunciar el fin del neoliberalismo, como algunos teóricos han vaticinado, las nuevas derechas radicales no hacen más que reforzarlo. Por eso mismo, no tendría sentido caracterizar nuestro presente por un antagonismo entre globalistas y nacionalistas o entre democracia liberal abierta y democracia iliberal populista, porque ambas son versiones del neoliberalismo. Estas recodificaciones del conflicto en realidad esconderían una misma defensa del orden del mercado global, un sistema antidemocrático y un concepto de libertad que se confunde con la sola libertad de emprender y consumir, y con la afirmación de los valores culturales occidentales (2021, p. 18).

En ese sentido, los autores definen al neoliberalismo como “una racionalidad estratégica que se pliega al contexto” (ibid.). Esta dimensión estratégica no solo aparece claramente en el combate de Mises contra el socialismo en los años 1920 sino también en los aportes de Rougier, Hayek y otros quienes, ya en el coloquio Walter Lippmann, reconocen la necesidad de una guerra de ideas que se opusiera a las formas “colectivistas” de pensamiento.

En ese sentido, Dardot et al. (2021) muestran que el neoliberalismo fue concebido como un proyecto económico y político que reacciona contra las formas de regulación social de la economía que el sufragio universal y la democracia partisana impusieron al libre mercado en los años 1920 gracias al éxito electoral de los partidos socialdemócratas y el recurso a la planificación económica por parte de los gobiernos elegidos democráticamente. En efecto, solemos recordar la oposición de los neoliberales al totalitarismo a fines de los años 30, ignorando la visión amistosa que algunos neoliberales –incluido Mises, quien es reconocido como antecedente del paleolibertarismo– para con el fascismo en los 20 y el rol de algunos teóricos que luego devendrían ordoliberales en la gestación del liberalismo autoritario de von Papen que terminó con la República de Weimar y desembocó en el nacionalsocialismo. Más allá de que el liberalismo autoritario criticado por Hermann Heller no es la antesala del neoliberalismo, ni se confunde con este, lo que queda claro desde los años 1920 es que, para estos pensadores, la cuestión no pasaba por una defensa de la libertad como tal, sino más bien por la amenaza de politización de la economía que la democracia hace pesar sobre el libre mercado.

En efecto, los franceses sostienen que lo que motiva la empresa de refundación del liberalismo es la experiencia de la socialdemocracia en Austria y la República de Weimar en Alemania. La aparición de un estado social que no dudan en designar –junto con Schmitt– como Estado total. En las antípodas de una política de protección de riesgos sociales, el Estado neoliberal busca construir el mercado y protegerlo de las amenazas de regulación y de control excesivas de un Estado al servicio de las masas. Para poder cumplir con esta misión, el Estado debe estar constantemente en pie de guerra para impedirle a la democracia intervenir sobre la economía. Siguiendo estas premisas, los gobiernos neoliberales ponen en práctica estrategias de guerra civil contra todo lo que amenace a las “sociedades libres”, mediante la apuesta por un Estado fuerte y la represión del conjunto de las fuerzas y movimientos sociales que se oponen a este proyecto (2021, p. 21).

Por eso mismo, a diferencia de Lazzarato, los autores señalan que no estamos asistiendo a un fascismo neoliberal. La violencia neoliberal no es una violencia de tipo fascista que se ejerce contra una comunidad designada como extranjera, sino que se caracteriza ante todo por una violencia conservadora del orden de mercado y se ejerce contra la democracia y la sociedad (Dardot et al., 2021). A pesar de su alianza con nuevos tipos de nacionalismo, tampoco se proponen restaurar una mítica comunidad fusional como los fascismos de entreguerras sino asegurar que cada individuo y familia pueda constituirse en una empresa competitiva. La cuestión del fascismo no puede medirse en términos de la piscología de un líder como Trump o Bolsonaro (Borón, 2019), y por más que haya prácticas sociales que pueden ser caracterizadas como fascistas (Feierstein, 2019), estamos lejos de asistir a la emergencia de un régimen político de esas características. Si los fascistas fueron intervencionistas, estatistas, movimientistas y en cierto modo holistas, los neoliberales están convencidos de que en el orden del mercado se pone en juego una civilización que se basa en la libertad y la responsabilidad individuales del ciudadano consumidor. En ese marco, el mercado competitivo funciona como un imperativo categórico que permite legitimar las medidas más excesivas, como el recurso de la dictadura militar, si es necesario (Dardot et al., 2021, p. 22), pero esa dictadura no tiene que ser fascista sino liberal. En línea con lo que plantean a su manera Davies (2016) y Lazzarato (2020) y la noción foucaulteana de un campo de adversidad (2007), los franceses dan una definición del neoliberalismo que vale la pena citar in extenso:

El neoliberalismo no es solamente un conjunto de teorías y de autores sino un proyecto político de neutralización del socialismo bajo todas sus formas y de todas las formas de exigencia de igualdad, un proyecto llevado adelante por teóricos y ensayistas que son desde el principio emprendedores políticos. Procede de una voluntad política común de instaurar una sociedad libre fundada principalmente sobre la competencia, una sociedad de derecho privado, en el marco determinado de leyes y principios explícitos, protegido por los Estados soberanos que buscan encontrar anclajes en la moral, la tradición o la religión al servicio de una estrategia de cambio completo de sociedad. Dicho de otro modo, el neoliberalismo debe ser comprendido como una lucha estratégica contra otros proyectos políticos calificados globalmente como colectivistas. Se trata de imponer a las sociedades ciertas normas de funcionamiento, principalmente la competencia, que permitiría asegurar la soberanía del individuo consumidor. Solamente esta dimensión estratégica y conflictual del neoliberalismo permite aprehender tanto sus condiciones de surgimiento como la continuidad en el tiempo y las consecuencias sobre el conjunto de la sociedad. (2021, p. 24, itálicas nuestras)

 

En ese marco, las formas más brutales del neoliberalismo no implican una degeneración de este, sino que remiten a “una lógica dogmática implacable que no mira a los medios empleados para debilitar y aplastar a sus enemigos”. Y estos enemigos son siempre presentados como enemigos de la libertad y de la civilización, que solo la soberanía del consumidor y la competencia pueden garantizar. De allí que los autores concluyan que “las guerras del neoliberalismo son a la vez guerras a favor de la competencia y en contra de la igualdad”. (Dardot et al., p. 26)

 

  1. NEOLIBERALISMO RECARGADO

Siguiendo estos lineamientos, considero que los conceptos de neoliberalismo autoritario o de fascismo neoliberal que han proliferado en el debate sobre el neoliberalismo actual resultan imprecisos e insuficientes para pensar su especificidad. Si hay rasgos autoritarios que son inherentes a la racionalidad neoliberal, tal como se evidencia en su teoría y en su praxis, tal vez sería mejor hablar de neoliberalismo recargado para caracterizar nuestro presente. En efecto, hablar del neoliberalismo autoritario supondría que consideramos que hubo una etapa del neoliberalismo en la cual este fue democrático, pacífico y pluralista. Es decir, querría decir que lo autoritario es algo que de manera obscena se vino a montar sobre un neoliberalismo prístino, distorsionando un espíritu originario que estaría marcado por una heroica defensa de la libertad contra toda forma de totalitarismo actual o potencial, que es como los neoliberales se presentan a sí mismos.

Sin embargo, es precisamente esa concepción de la libertad la que debe ser problematizada. Una libertad que para Hayek bien puede ser garantizada por un gobierno autoritario, donde los derechos políticos no existan, e incluso por dictaduras genocidas que respeten el orden del mercado, y que se ve amenazada fundamentalmente por una democracia que tiende a lo ilimitado y, por ende, a través de una demanda imposible de colmar de la mítica justicia social, puede devenir totalitaria. Una libertad que, como señalara Wendy Brown (2019), es la libertad de bajar los impuestos a los más ricos, de ampliar el poder y los derechos de las empresas en detrimento de los trabajadores, de intentar deconstruir el Estado administrativo. Es la libertad que defendían los paleolibertarios norteamericanos hace ya cuatro décadas, con su fobia al Estado y a los pobres, los negros, los latinos, las mujeres y las disidencias sexuales, es decir, una libertad que solo concierne a los propietarios blancos y varones. Es la libertad de desconocer la existencia del cambio climático para poder seguir destruyendo nuestro planeta o de aceptar solo las soluciones cosméticas que sean redituables económicamente, como las planteadas por el ecologismo de libre mercado. Es la libertad de no respetar las medidas de cuidado en medio de la pandemia de Covid-19 y de realizar marchas anticuarentena contra gobiernos supuestamente opresivos, propagando aún más el virus. Es un tipo de libertad negativa que exagera el poder del Estado, pero minimiza el del capital, y que, tal como se vio en la pandemia, concibe a los individuos como átomos sin relación entre sí, y, por tanto, sin responsabilidad por los demás y sin motivos para ser solidarios. Como señalan Dardot et al, esta libertad que es más importante que la vida en realidad es un ataque más a las lógicas igualitarias: “la guerra civil contra la igualdad en nombre de la libertad es sin duda una de las principales caras del neoliberalismo actual considerado en el punto de vista estratégico” (2021, p. 13).

En ese sentido, la noción de neoliberalismo recargado apunta a pensar una genealogía donde las discontinuidades históricas puedan encontrar un hilo conductor en ciertas continuidades políticas y teóricas. En ese marco, busca resaltar no solo el carácter reaccionario de buena parte del pensamiento neoliberal –en muchos casos vinculados a las raíces del pensamiento de extrema derecha– sino también el modo violento en el que el neoliberalismo se impuso a partir de los años 70 en distintas geografías.

En la tradición nietzscheano-foucaulteana, esbozar genealogías no tiene como pretensión encontrar un origen prístino a partir del cual se desarrollaría el devenir histórico posterior sino, al contrario, poder conjurar la quimera del origen y ver cómo las realidades emergen y se inventan en el marco de determinadas batallas. En ese sentido, pensar las filiaciones del neoliberalismo actual, e incluso recuperar algunas ideas de sus padres fundadores, no implica adoptar una mirada teleológica sobre estos procesos. Si, por un lado, no se puede afirmar que el neoliberalismo actual sea una consecuencia necesaria del pensamiento de los neoliberales de Austria, Friburgo, Virginia, Ginebra o Chicago, tampoco se puede ignorar que existen elementos claramente antidemocráticos y reaccionarios en el pensamiento de las distintas escuelas que dieron lugar al colectivo de pensamiento neoliberal y a sus herederos políticos. En ese sentido, si el neoliberalismo actual va de la mano de la ideología reaccionaria de las nuevas derechas (nativistas, racistas, misóginas, anticientíficas, conspiranoicas, fundamentalistas, religiosas, etc.), tal vez no deberíamos sorprendernos tanto. El neoliberalismo no solo tiene fuertes afinidades electivas con distintos conservadurismos políticos, sociales e intelectuales (Perrin, 2014), sino que surgió como reacción a la política democrática de masas y a la amenaza que eso representaba para la propiedad privada. Si se piensa el neoliberalismo en términos de su estrategia, su vocación siempre ha sido la de destruir cualquier avance en el sentido de la igualdad, la democracia o la justicia social, combatiendo al socialismo, a la socialdemocracia, al keynesianismo, welfarismo, al comunismo y, en nuestra región, al “populismo”.

De hecho, para los sudamericanos, el carácter antidemocrático, violento y depredador del neoliberalismo, que al menos desde la crisis financiera global de 2008 es percibido y analizado por gran parte del pensamiento crítico del norte global, dista de ser una novedad. No es casual que mientras en los años 90 ciertas perspectivas anglosajonas veían en la racionalidad gubernamental neoliberal una especie de soft power, que venía a poner fin al estruendo de la batalla para poder organizar a las sociedades en torno al modelo de la empresa y de la competencia, el pensamiento crítico latinoamericano –en sintonía con ciertas actualizaciones del marxismo– entendía al neoliberalismo como un proyecto político-económico depredador, impuesto primero por violentos regímenes dictatoriales a sangre y fuego junto con la maldición de la deuda externa y luego mediante el consenso de Washington, que venía a sellar una historia de violencia contrarrevolucionaria y neocolonial, que terminó por transformar de manera irreversible el modelo productivo y distributivo vigente hasta entonces.

Por otro lado, estos regímenes dictatoriales no solo se proponían acabar con lo que llamaban el enemigo marxista –un enemigo invisible o espectral, que por un lado era extranjero y por el otro se infiltraba en los espíritus de la gente–, sino que para ello proponían como tarea central la defensa del mundo occidental y cristiano y de sus valores morales frente a las formas de vida que disentían con ellos.

En ese sentido, las nuevas derechas radicales sudamericanas no pueden evadir su relación con un pasado reciente signado por el horror genocida, al que buscan relativizar cuando no abiertamente glorificar, ni con el desastre social producido por las políticas de desindustrialización y desposesión impulsadas por los neoliberales de ayer y hoy. De hecho, las nuevas ultraderechas neoliberales afirman que aún no se ha ido demasiado lejos en materia de liberalización y desregulación, y que vivimos en una sociedad socialista, donde predomina el marxismo cultural y la “ideología de género”, su retoño más abominable. Esto no es casual si se tiene en cuenta que, desde sus inicios, los neoliberales han establecido una frontera antagónica entre la liberalización total del mercado en una sociedad regida por fuertes derechos de propiedad y competencia y todo lo demás (Davies, 2016).

Por ello, a falta de conceptos más precisos, a través de la noción de neoliberalismo recargado, buscamos pensar nuestro presente signado por una radicalización del neoliberalismo, atendiendo especialmente a su carácter estratégico. Solo desde esa mirada puede comprenderse su devenir autoritario y su simbiosis con ideologías de extrema derecha que ha desconcertado a quienes veían en el proyecto neoliberal solamente una economización de todo (Brown, 2016) o un libertarismo pluralista y amoral.

Por eso no es casual que los libros que acentúan dicha dimensión estratégica del neoliberalismo partan del archivo latinoamericano (Lazzarato, 2021; Dardot et al., 2021; Harvey, 2005; Klein, 2007). El caso chileno nos interpela especialmente ya que no solo es allí donde el neoliberalismo se impuso a sangre y fuego como un proyecto de sociedad expresado en la Constitución de 1980, sino también porque es el país que hace poco ha mostrado la potencia de las resistencias populares frente a décadas de producción de desigualdades y privación de derechos y la violenta reacción del gobierno de Piñera frente a las masivas movilizaciones, el cual vendría a confirmar la hipótesis de los autores comentados sobre el uso de la guerra civil para evitar una revolución.

 

  1. A MODO DE CIERRE

A lo largo de este trabajo hemos repasado distintas miradas respecto a las transformaciones que las sucesivas crisis determinaron en las nuevas formas de neoliberalismo y en el auge de las derechas radicales. Hemos intentado mostrar que los diagnósticos que auguran el fin del neoliberalismo, ya sea por las dinámicas de la crisis del propio capitalismo o por el auge de unas derechas radicales que tomarían distancia de este, no dan en el blanco. Por el contrario, en este último lustro hemos visto un proceso concomitante de auge de gobiernos y movimientos de ultraderecha con un proceso de radicalización neoliberal.

Para comprender nuestra actualidad, hemos recurrido a las explicaciones y las herramientas teóricas forjadas por Lazzarato y por Pierre Dardot et al., quienes, después de haberse abocado a una amplia arqueogenealogía del liberalismo y del neoliberalismo, están en condiciones de subrayar el carácter estratégico del pensamiento neoliberal. Para ello, en ambos casos recurren al paradigma de la guerra civil utilizado por Foucault para entender la construcción del enemigo social como condición de posibilidad del ejercicio del poder en términos de gubernamentalidad. En el caso del italiano, subsumiendo la cuestión del neoliberalismo en la relación entre guerras y capital, propone como alternativas el fascismo o la revolución. Hoy estaríamos lejos de esta última, por lo que se impone de manera desembozada es el nuevo fascismo representado por las derechas radicales y su guerra contra las poblaciones feminizadas, racializadas, colonizadas, pauperizadas, endeudadas, etc.

En el caso de los franceses, buscan analizar el autoritarismo inherente a la racionalidad neoliberal y diferenciar su violencia de la de tipo fascista. En ese marco, sostienen que el autoritarismo neoliberal no tiene que ver con un régimen político determinado, sino que “lo esencial es que los gobernantes sean lo suficientemente fuertes como para imponer la constitucionalización del derecho privado y restringir así el campo de lo que está sujeto a deliberación”. En ese marco sostendrán que lo que aúna a los neoliberales no es una doctrina determinada sino “sus estrategias de guerra civil” (Dardot et al., 2021, p. 297).

En ese marco, la noción de neoliberalismo recargado viene a recuperar la dimensión autoritaria y estratégica inherente al neoliberalismo para pensar lo actual. El ataque a las condiciones de vida de las poblaciones, a los bienes públicos y a los derechos sociales conquistados a lo largo del siglo XX es un mínimo denominador común entre neoliberales “progresistas” y “reaccionarios”. En ese marco, si bien la ultraderecha conjuga las batallas económicas por construir una sociedad de mercado con las “culturales”, donde se busca establecer chivos expiatorios que expliquen el malestar, generando así una situación de violencia constante en las sociedades, tampoco las respuestas a dicho malestar pueden ser resueltas por un neoliberalismo que sea más tolerante con una pluralidad de formas de vida mientras establece condiciones de desigualdad creciente entre los individuos, sino por la articulación entre distintas luchas e instituciones que bregan por la igualdad en los distintos planos de la existencia frente a las lógicas desigualitarias que hacen la coexistencia cada vez más difícil y a las sociedades cada vez más injustas.

 

 

Publicado en: Prólogos, volumen 18, 2024

Matias Saidel, Doctor en Filosofía Política, Istituto Italiano di Scienze Umane. Investigador Independiente del CONICET/INES (Instituto de Estudios Sociales). Profesor Titular de Filosofía Política en UNER, Argentina.

BIBLIOGRAFÍA

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Apuntes políticos sobre las lecciones de la victoria popular contra el régimen de Assad

por Vincent Présumey

 

  1. UNA VICTORIA POPULAR

El colapso del régimen baazista sirio, con la huida de Bashar el Assad a Moscú y la desaparición del «carnicero» Maher el Assad [NB: se cree que se encuentra en Rusia], es un acontecimiento global importante, que sacude todas las representaciones “geopolíticas” acordadas y dominantes.

Intentan protegerse empezando por negar que este colapso constituye una victoria popular y, por tanto, una victoria democrática y proletaria.

El argumento principal en este sentido obviamente invoca la naturaleza de la organización armada que desencadenó el proceso de colapso al llevar a cabo un avance desde Idlib hacia Alepo en la mañana del viernes 28 de noviembre de 2024, un avance seguido rápidamente por la liberación de Alepo y el regreso de los refugiados con o sin armas.

Bajo el efecto de este shock absoluto que fue la liberación de Alepo, una ciudad cuya destrucción y captura por las fuerzas rusas e iraníes en 2015 había significado la derrota de la revolución siria y cuya liberación invirtió este orden entonces establecido, todo el país comenzó a moverse y, pocos días después, la misma organización se proclamó detentadora del poder en Damasco.

Este, el HTS o HTC (Hayat Tahir al-Sham, Frente de Liberación del Levante) es de origen yihadista, procedente de la rama siria de al-Qaida, al-Nusra. Ya no es yihadista en el sentido de que ha renunciado, desde 2016, a la «jihad global» para definirse ante todo como sirios, pero sigue siendo islamista, considerando la sharia como fundamento necesario del orden social, un programa perfectamente reaccionario.

Aunque su salida del enclave de Idlib respondió a las contradicciones que encontró allí: la imposibilidad y, en última instancia, la renuncia a imponer la sharia, un impulso popular que exige una ruptura del status quo, alimentado aún más por los bombardeos rusos. Desde Alepo, el HTS fue arrastrado, voluntariamente o por la fuerza, por la marea popular que también vio la irrupción de varias otras fuerzas armadas no islamistas: el Ejército Sirio Libre, las tribus árabes del Sudeste, los movimientos drusos y las organizaciones democráticas armadas de al sur del país, y sólo su convergencia aseguró la liberación de Damasco, en la que participó activamente la población rebelde de los grandes suburbios de Damasco.

La liberación de Alepo provocó la onda expansiva del colapso del Estado y del ejército de Assad, carcomido por la corrupción e incapaz de administrar el país de la manera más básica: la administración fue “la mejor” en el enclave de Idlib, lleno de refugiados. El aparato estatal de Assad, mantenido a distancia por Rusia e Irán y que vivía de la economía de las drogas (captagon), se desmoronó ante la combinación de levantamientos generalizados y el avance militar de estos diferentes grupos, de los cuales el HTS fue el más importante, en el primer plano. En este espíritu, la dirección islamista del HTS ordenó a sus hombres “respetar a las minorías” (cristianos, alauitas, chiítas, drusos, ismaelitas y también los habitantes kurdos suníes de Alepo) que iban a todas partes a recibirlos, y de hecho las propias fuerzas del HTS ya habían tomado este camino, el único eficaz para romper la división comunitaria que fue obra del régimen de Assad.

Es obvio que la naturaleza política de al-Julani y de la dirección del HTS es un obstáculo potencial para el desarrollo de la revolución; volveremos sobre esto. Pero esto en ningún caso debe servir como argumento para negar que existe una revolución. El legado de la insurrección democrática, no islamista de 2011, está reviviendo masivamente en el movimiento de poblaciones, en su unión contra el antiguo régimen, en el regreso de los refugiados, al interior del país y desde el Líbano, Turquía y Europa, que ha comenzado

Cualquier preparación para el futuro inmediato y más lejano, y cualquier oposición a los obstáculos y peligros que puedan amenazar la democratización, sólo pueden basarse en el pleno reconocimiento de lo que ha sucedido: una victoria popular, con potencial revolucionario. Cualquier negación o evasión de esto sólo puede favorecer a las fuerzas que dicen combatir, los islamistas y otros, al reconocerles el mérito de haber derrocado por sí solos a Bashar el Assad, lo cual es falso.

 

2. PARA HACER UN BALANCE DE LO QUE SE HA DERROCADO

No se trata sólo del derrocamiento del poder presidencial y del comienzo de la desarticulación de un aparato estatal, como ocurrió en Túnez, Libia y Egipto en 2011, y en varios países de América Latina desde principios de este siglo, en Ucrania con el Maidan. Es eso, pero es mucho más.

La apertura de las inmensas prisiones del régimen expuso al mundo lo que ya sabíamos con sólo sospechar la escala: un sistema total de terror, tortura y mentiras. El régimen de Assad, en un país capitalista con una economía estatal y mafiosa, es heredero del nazismo y del estalinismo, a través de vínculos directos: la policía política siria había sido entrenada por el nazi Aloïs Brunner, y los órganos del KGB-FSB sistemáticamente los entreno y apoyó. Era la columna vertebral del estado totalitario y de la economía mafiosa.

El pueblo sirio está experimentando una terrible combinación de júbilo y duelo. La inmensa multitud que escoltó el féretro del mártir de la humanidad Mazen al Hamada, quien murió horriblemente torturado pocos días antes de la liberación, expresa la fuerza de este sentimiento. Es un sistema totalitario absoluto que se está derrumbando y es específico: los espectros de Sednaya, como los de Auschwitz, volverán a atormentar los espíritus después de una, quizás dos o tres generaciones. Este sistema de autor reproducción estaba comprometido en la destrucción de todo lo que es humano, la destrucción del sentido común, la destrucción física y moral de lo que constituyen los vínculos humanos. Fue derrotado.

Si el mundo fuera democrático, ofrecería su apoyo en médicos, psicólogos, enfermeras, ginecólogos, bomberos, técnicos, al pueblo sirio cuyo luto y júbilo se combinarán con las próximas luchas inmediatas por la democracia y la libertad.

 

3. UNA GUERRA-REVOLUCIÓN DEL SIGLO XXI

Las corrientes políticas que entienden algo de la realidad y no anuncian pobres catecismos han comenzado a comprender que, en Ucrania, el levantamiento popular de masas de febrero-marzo de 2022 detuvo el ataque imperialista ruso y que es la guerra la que alimenta la necesidad de transformación social contra la mala gestión, incluso desde el punto de vista militar, del régimen vigente. Y que también alimenta la necesidad de emancipación femenina, en particular. Empezamos a hablar de nuevo de “guerra-revolución” con Ucrania.

Este término tiene una historia de malentendidos en el siglo XX, ya que fue introducido de manera engañosa a principios de la década de 1950 en el movimiento trotskista para llamar a la alineación con el campo «soviético», de hecho, estalinista, en la Guerra Fría. Lo que, básicamente, compensó no haber entendido que la Segunda Guerra Mundial se había desarrollado, como guerra, en las insurrecciones y revoluciones nacionales de Europa y Asia.

Las cuestiones militares deben dejar de ser el mundo del silencio para los revolucionarios, porque si la emancipación no se logra en absoluto a punta de pistola, la emancipación se producirá mediante el uso organizado de las armas, y el uso organizado de las armas se llama ejército. Siria se inscribe totalmente en esta terrible declaración que hay que afrontar.

Así como es el comienzo de la formación de un pueblo armado que detuvo a Putin en 2022, es el comienzo de la formación de un pueblo armado que derrocó a Bashar el Assad en 2024.

No hay política revolucionaria y ecológica para salvar a la humanidad sin la exigencia de una democracia absoluta y hasta el final: esto requiere armas, esto se concentrará en políticas militares democráticas, proletarias y emancipaciones nacionales.

Evidentemente, toda guerra no es una revolución o no la porta por sí sola. La lleva a cabo, en la medida en que la defensa popular logra imponerla o en la medida en que la guerra hace insoportable el orden social capitalista, a través de la muerte y el sufrimiento. Muchas de las guerras actuales, incluso cuando uno de los objetivos es un pueblo oprimido, no son revoluciones bélicas en desarrollo, pero el carácter de la época actual hace que este tipo de proceso revolucionario sea inevitable en todas partes.

Así, los palestinos no son un pueblo armado: las armas son confiscadas, e incluso los túneles subterráneos para protegerse de la masacre perpetrada por el ejército israelí, en Gaza, son confiscados por Hamas, una organización cuya naturaleza fundamental es confiscar todo derecho a la democracia. y el pleno derecho a las armas para el pueblo. Por lo tanto, la revolución siria, especialmente si se profundiza, muestra el camino a los palestinos: armas para el pueblo y democracia.

Una de las “narrativas dominantes” sobre lo que acaba de suceder tiende a convertirlo en un subproducto del 7 de octubre de 2023, a través del hecho indiscutible de que los golpes asestados a Irán y especialmente a Hezbollah por parte de Israel han abierto una “ventana de disparo” al avance del HTS hacia Alepo, a partir del cual comenzó el colapso del régimen y la irrupción de las masas.

En realidad, es bastante clásico ver cómo una guerra que no es en modo alguno progresista produce, involuntariamente, a través de la derrota de uno de sus protagonistas estatales, una oleada revolucionaria. Esta es la razón por la que el hecho de que la revolución rusa de 1905 fuera desencadenada por la derrota rusa contra Japón no convierte a Japón en revolucionario en ese momento, como tampoco lo hizo la revolución rusa de 1917, vinculada al colapso militar en curso que enfrentaba la Alemania imperial, no hizo de ella un país democrático. Del mismo modo, Israel no se vuelve progresista y no colonial por el hecho de que sus ataques contra Hizbullah obviamente favorecieron la iniciativa inicial de HTS. Pero las causas de esto son internas. Y sus consecuencias, volveremos sobre esto, son percibidas por Netanyahu como terriblemente amenazadoras.

 

4.-EL IMPACTO INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN SIRIA

Esta tremenda victoria popular es, por tanto, una victoria de todos los pueblos. Contrarresta todas las dinámicas reaccionarias y fascistas globales impulsadas por Trump, Putin y Netanyahu.

Constituye el mayor paquete de ayuda a Ucrania que se haya producido, precisamente en un momento en el que la presión militar rusa en el Donbass y la presión internacional para contra el armamento de Ucrania y para que ceda. se están intensificando bajo Trump. Sobre este punto, la declaración del Comité del RESU francés del 11 de diciembre de 2024 sobre Siria dice lo esencial.

Pero también es el primer apoyo real brindado desde el exterior al pueblo palestino desde la ofensiva, con dinámica genocida, lanzada por el ejército israelí desde el 8 de octubre de 2023, el día después de los pogromos de Hamás. Por lo tanto, este apoyo real no procederá del “movimiento pro palestino” en el que las organizaciones campistas y neocampistas de izquierda y extrema izquierda influyen decisivamente.

Porque, digámoslo: si el colapso del régimen sirio, con el poderoso impulso que dará a las aspiraciones populares libanesas, asesta un golpe mortal al llamado “eje de la resistencia” que va de Teherán a Hamás, esto REFUERZA y no debilita, la lucha del pueblo palestino cuya primera necesidad, para poder resistir eficazmente a la masacre en Gaza y a la limpieza étnica en Cisjordania, es emanciparse del llamado «eje de la resistencia «.

El campo de los derechos democráticos y nacionales palestinos no es el campo de Jamenei y compañía. La emancipación de los palestinos sólo puede ser obra de los propios palestinos, y una Siria democrática sería un impulso formidable para la demanda de un Estado palestino soberano, democrático y secular, desestabilizando los cimientos del colonialismo con etiqueta sionista que se alimenta de la amenaza existencial que el “eje de la resistencia”, sin servir de nada a los palestinos, representa para los judíos.

¡Israel, después de años de colaboración con el “antisionista” Assad, nunca ha bombardeado tanto a Siria como en los pocos días posteriores a su caída! Curiosamente, las FDI nunca bombardearon todos estos sitios militares cuando estuvieron en manos de Assad.

Una ofensiva militar ocupa la zona fronteriza entre Líbano y Siria del Monte Hermón. Netanyahu acaba de proclamar que el Golán siempre seguirá siendo israelí, algo que nunca habría dicho bajo Assad.

El papel activo de los drusos en la toma de Damasco, desde Souieda, Kuneitra y Deraa, preocupa en gran medida a Tel Aviv. El hecho de que los drusos israelíes y los del Golán ocupado desde 1967 estén a menudo bastante bien integrados en la vida social y política israelí no contradice en modo alguno esta realidad: los drusos podrían constituir precisamente un puente entre Israel, el Líbano y Siria.

Netanyahu no lo quiere porque iría en dirección a la democracia, que pasa por un Estado palestino y el hecho de que los judíos israelíes se asuman como una nación de Oriente Medio entre sus vecinos, y no como un pueblo colonial.

Esta política de huida precipitada requiere mentiras: hacer creer a la gente que va a estallar un nuevo peligro islamista es la piedra angular. Pero la revolución siria lleva consigo a su hermana mayor, la revolución iraní de las mujeres, los trabajadores y el pueblo para acabar con la República Islámica. ¡No podría pasar nada mejor para los palestinos!

5.-ROJAVA, UN MITO QUE CAERÁ

Durante años, ha estado circulando un mito en Europa: existe una comuna feminista y libertaria “libre” en Rojava. La realidad era la siguiente: cuando el Estado de Assad comenzó a retirarse, Bashar cedió este territorio al PYD y sus fuerzas armadas, las YPG. Con su aparato estatal, prisiones, cámaras de tortura y estatuas de Bashar incluidas.

Así es como las estatuas de Bashar, en toda Rojava, sólo fueron derribadas el mismo día de la caída de Assad, como en Séré Kaniye, en el corazón de Rojava. Este Estado, resultante, no de una revolución, sino del intento de preservar al Estado existente de una revolución, ha evolucionado más o menos libremente, entre los ataques turcos dirigidos a cualquier emancipación nacional kurda y la ayuda de los dos imperialismos, el ruso y, sobre todo, el estadounidense (olvidándose de que había calificado a estos “marxista-leninistas” de “terroristas”). Al luchar contra Daesh, las YPG salvaron a poblaciones, en particular a los yazidíes, y promovieron el lugar de las mujeres frente a los islamistas. Estos hechos indiscutibles no cambian nada en la naturaleza fundamental de este Estado, como hemos visto en los últimos días.

De hecho, Rojava es el último sector de Siria en el que el aparato estatal, con su policía y su ejército, sigue en pie y está disparando contra los manifestantes, especialmente en Rakka. Los revolucionarios serios sólo pueden estar con las masas contra la policía. Deir Ezzor es liberada y se plantea la cuestión de la liberación de toda la parte árabe de la “gran Rojava”.

Al mismo tiempo, el PYD intenta adaptarse y dice celebrar la caída de Assad, en la que no tuvo nada que ver. Pero las manifestaciones convocadas y supervisadas se le escapan, incluso en la zona kurda, y se convierten en enfrentamientos.

Estados Unidos, Francia y el Reino Unido han subcontratado al PYD y a las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias), que domina, la gestión de los campos de prisioneros de las fuerzas de Daesh, hoy muy debilitadas. El principal está en Hassaké, donde también han comenzado los enfrentamientos entre la población y el aparato estatal. Se trataría de unos 7.000 prisioneros y prisioneras, a menudo familias, verdaderos líderes del Estado Islámico (Daesh), gente rica de la policía política iraquí y siria, que habían escapado al arresto. El resultado democrático de esta situación sólo puede consistir en su exfiltración bajo el control de comités democráticos formados por los propios sirios. Daesh no puede ser el pretexto para una contrarrevolución, ni en Rojava ni en ningún otro lugar.

En la zona occidental que se extiende desde Rojava hasta El Manbij, la situación debe analizarse de otra manera porque hay injerencias turcas, a través del ANS (Ejército Nacional Sirio, que de hecho ha concentrado los sectores, islamistas o no, de Idlib, que no siguen el avance del HTS hacia el Sur y pasaron o permanecieron bajo control turco; estas fuerzas contienen una alta proporción de minorías nacionales turcomanas). La amenaza a los kurdos, como pueblo, es cierta y se producen abusos.

Pero ¿cuál sería la única protección eficaz para los kurdos? Esta sería su alianza total con la revolución siria. Esto no es posible bajo la égida de un aparato autoritario que ha sido, desde 1978, aliado del totalitarismo asadista.

6.-LEMAS CLAROS CONTRA ESTADOS HOSTILES.

Como vemos, la revolución siria tiene enemigos poderosos que parecen estar apareciendo por todas partes. Estos son los Estados, estas son las fuerzas que representan el orden establecido. Sus aliados potenciales son los oprimidos y el pueblo.

Hay un ataque turco contra las FDS y una amenaza a los kurdos en el Norte; Ataque israelí al Golán; las tropas rusas están desorganizadas pero no se han marchado; Los bombardeos estadounidenses teóricamente contra el “Estado Islámico”; Bombardeos israelíes sobre Damasco.

Al-Julani, el terrible “jihadista” (de hecho islamista) no ha protestado contra nada de esto: está tendiendo la mano a todas las potencias. Mucho más que la sharia, que no está en la agenda en ningún lugar de Siria, su política de conciliación con el orden establecido es así tangible, al igual que la afirmación de querer construir una Siria basada en el «libre mercado».

Mientras prácticamente todas las fuerzas políticas existentes intentan ignorar, reprimir, minimizar, la irrupción de las masas y por tanto de lo nuevo que acaba de ocurrir, la defensa inmediata de la revolución, de la democracia y de la soberanía en Siria requiere consignas claras:

¡Liberación de todo el territorio sirio!

Tropas israelíes y turcas: ¡FUERA!

Bases rusas: ¡FUERA!

Daesh y la Fuerza Aérea Americana: ¡FUERA!

En territorio kurdo, el estado de las YPG se acabó: ¡el poder para el pueblo!

¡El Golán no es israelí!

¡Elecciones libres, igualdad de derechos, respeto a las religiones, en todo el territorio! Una Siria democrática sería el núcleo de la reconstrucción democrática de toda la región y el primer punto de apoyo para un Estado palestino democrático y laico.

 

7.-PERSPECTIVAS SIRIAS

Sin duda, los próximos enfrentamientos en Siria no tendrán que ver con la sharia, sino con la democracia. Al-Julani busca integrar secciones enteras del antiguo aparato estatal y por lo tanto quiere preservar, e incluso realizar plenamente, una “economía de mercado”. Es en la realidad, no en fórmulas sacadas de los libros, donde se producen los shocks.

Por tanto, tuvo que renunciar a la amnistía general bajo presión popular. Un “comité revolucionario” en Hama organizó el ahorcamiento público de un asesino en masa. Los linchamientos de torturadores comenzaron en todas partes. Al-Julani tomó entonces nota de la acción de las masas al proclamar la no amnistía de los torturadores.

Así, la “economía de mercado” está sufriendo un duro golpe en Damasco: la forma más lucrativa de producción capitalista, los laboratorios de captagon, han comenzado a ser depurados y sus existencias destruidas por grupos armados autoconstituidos.

Sin duda, el movimiento de la revolución democrática ya se está viendo, en particular para organizar la vida cotidiana inmediata, ya que la policía ha desaparecido, se están formando comités populares en todas partes y hay experiencia en este ámbito desde 2011.

La extensión de la revolución a Rojava, la última zona donde realmente resiste el viejo Estado, será necesaria: los kurdos tienen allí su lugar y es posible que sectores del PYD giren, bajo presión.

La liberación de Damasco fue un acto democrático constituyente, en el sentido nacional de la palabra “constituyente”, porque fuerzas de todo el país convergieron en Damasco –con la excepción de la Gran Rojava, por culpa del PYD.

La idea de un período de transición es generalmente aceptada debido a esta mezcla de júbilo y duelo de la que se ha hablado. Como escribe el activista democrático Firas Kontar, mucho más previsor que todos los autodenominados “marxistas”, los sirios tienen una gran necesidad de ello. En este sentido, hay un mandato tácito en al-Julani, que es también una forma de control. No durará mucho.

El resto del proceso exige elecciones libres y democráticas en todo el país, basadas tanto en la igualdad cívica de todos los sirios como en el reconocimiento de los derechos culturales específicos de cada grupo. Elecciones para una asamblea constituyente soberana, que al-Julani ya está amenazando al decir que quiere formar un grupo de juristas y doctores responsables de “enmendar” la falsa constitución de Assad.

Este verdadero proceso es el de una revolución democrática y, por tanto, proletaria, porque el “proletariado”, una masa humana que sólo tiene su fuerza de trabajo para vivir, es también aquí la inmensa mayoría.

 

8.-CONCLUSIÓN: PERSPECTIVAS INTERNACIONALISTAS

La mayoría de los “marxistas” actúan de la siguiente manera ante los acontecimientos: comprueban que esos acontecimientos se ajusten a lo que creen saber, lo que los lleva a tergiversarlos y negar su contenido real. El verdadero método no debe consistir en sermonear los acontecimientos, decir a las revoluciones que están en problemas, verificar que las fuerzas enemigas estén en su lugar y que las vacas están bien custodiadas para poder protegerse contra cualquier expulsión de su zona de confort. Debe consistir en captar la realidad, en aprehender lo nuevo. Se da en un marco ya conocido, que ha sido analizado, pero lo modifica. El verdadero “marxismo” consiste en aprender de los hechos, no en dar sermones a partir de los hechos. Por tanto, conduce al enriquecimiento, no a la repetición. Porque la repetición acaba inevitablemente convirtiéndose en… contrarrevolución.

El 24 de febrero de 2022 marcó el comienzo de un nuevo período de guerras, revoluciones y guerra-revoluciones. El 7 de octubre de 2023 fue aprovechado por los partidarios de la repetición para intentar que todo volviera a su antiguo mundo campista, mientras que en él también se inscribía la novedad. Del 28 de noviembre de 2024 (día de la liberación de Alepo) al 8 de diciembre (huida de Assad), se regresa nuevamente al período marcado mientras tanto por otro gran acontecimiento contrarrevolucionario: el 5 de noviembre de 2024, segunda elección de Trump.

Es notable ver hasta qué punto la irrupción siria choca con todos los patrones que, en consecuencia, la resisten con toda su energía –y esta energía es también parte de la realidad donde se determina el equilibrio de poder: nuestra comprensión de Siria es un elemento del equilibrio de poder global.

De ahora en adelante, contra el orden imperialista multipolar de Trump, Putin y Netanyahu que nos están llevando a la destrucción climática, económica y militar, los internacionalistas consecuentes tienen dos puntos centrales de anclaje y referencia (no los únicos, por supuesto, pero sí los más poderosos): Ucrania y Siria. Toda la cuestión palestina en particular sólo puede replantearse en términos de Siria.

Este texto sólo pretende comenzar a integrar esta nueva dimensión, el primer deber de todo revolucionario en el mundo real.

Traducido del francés por Santiago Arcos-Halyburton

Vincent Présumey: es secretario sindical de la región de Allier, activista y blogger.

Do you remember revolution?

por Lucio Castellano, Arrigo Cavallina, Giustino Cortiana, Mario Dalmaviva, Luciano Ferrari Bravo. Chicco Funaro, Antonio Negri, Paolo Pozzi, Franco Tommei. Emilio Vesce, Paolo Virno.

[Propuesta de lectura histórico-política para el movimiento de los años Setenta: Estas páginas, escritas por 11 detenidos del 7 de abril en Rebibbia, no son un documento para la defensa. Son un trazado de identidad y una propuesta de interpretación de lo que era la Autonomía en la realidad política y social de la Italia de los años 70’s. Es necesario iniciar una discusión, que nosotros ya hemos iniciado.

De ahora en adelante nos gustaría decir dos cosas. La primera es que este escrito es un acto de lealtad; los acusados ​​del 7 de abril no se presentan como víctimas y mucho menos como arrepentidos, aunque se pregunten por una derrota; a pesar de saber que esto no les granjeará la benevolencia de una opinión que hoy rechaza toda memoria (de ahí el título irónico y autocrítico que eligieron). La segunda es que todo lo relacionado con este documento suyo, nos parece, se puede discutir, e incluso radicalmente, pero con honestidad, reubicando las palabras y su significado en el contexto de los años a los que se refieren («violencia «Será la prueba del buen teórico). Después de eso, también puedes estar en desacuerdo con todo. El manifiesto está abierto a cualquier aportación que tenga este espíritu. (rr)]1

 

Mirando hacia atrás, reexaminando una vez más los años setenta con memoria y razón, estamos seguros de al menos una cosa: que la historia del movimiento revolucionario, de la oposición extraparlamentaria primero y de la autonomía después, no ha sido distorsionada por los marginados o los excéntricos, crónica de alucinaciones sectarias, sucesos de catacumbas o furia del ghetto. Creemos realista afirmar, por otra parte, que esta historia ¾parte de la cual se ha convertido en un «asunto procesal» está indisolublemente entrelazada con la historia general del país, con los pasajes y cesuras cruciales que la marcaron.

Manteniendo firme este punto de vista (de por sí banal, pero, en estos tiempos, temerario e incluso provocador), planteamos un bloque de hipótesis histórico-políticas sobre la última década, que van más allá de las preocupaciones de la defensa judicial inmediata. Las consideraciones que siguen, a menudo en forma de simple exposición de problemas, no están dirigidas a los jueces, que hasta ahora sólo se han interesado por la mercancía de los «arrepentidos», sino a todos aquellos que han luchado en los últimos años: a los camaradas del 68, a los del 77, a los intelectuales que «disienten» (¿es eso lo que dicen ahora?) juzgando racional la revuelta. Para que ellos a su vez intervengan, rompiendo el círculo vicioso de represión y nuevo conformismo.

Creemos que ha llegado el momento de volver a afrontar la verdad histórica de los años setenta. Contra el arrepentido, la verdad. Después y contra los arrepentidos, un juicio político. Una asunción global de responsabilidad es hoy posible y necesaria: es uno de los pasos funcionales hacia la plena afirmación del «post-terrorismo» como dimensión específica de la confrontación entre nuevos movimientos e instituciones.

Es obvio que no tenemos nada que ver con el terrorismo; que hemos sido «subversivos» lo es igualmente. Nuestro juicio se desarrolla entre estas dos «cosas obvias». Nada se da por sentado, el deseo de los jueces de uniformar la subversión y el terrorismo es conocido, es intenso: llevaremos la batalla defensiva con los medios técnico-políticos adecuados. Pero la reconstrucción histórica de los años 1970 no puede desarrollarse cómodamente sólo en la sala del Foro Itálico: debe abrirse un debate franco y amplio, en paralelo al juicio, entre los sujetos reales que fueron protagonistas de la «gran transformación». Éste es, entre otras cosas o sobre todo, un requisito indispensable para hablar en términos adecuados de las tensiones que impregnan nuestros años 80.

1– La característica específica del 68 italiano es la mezcla entre fenómenos sociales innovadores y disruptivos ¾en muchos sentidos típicos de la industrialización madura¾ y el paradigma clásico de la revolución política comunista.

La crítica radical del trabajo asalariado fue la fuerza impulsora central detrás de las luchas de masas, la matriz de un antagonismo fuerte y duradero, el contenido material de toda la esperanza futura que el movimiento representa. Esto dio sustancia al desafío masivo dirigido contra roles y jerarquías; hacia lucha por la igualdad salarial, por los ingresos separado de la productividad; al ataque sobre la organización del conocimiento social; a las exigencias cualitativas por cambios en la estructura de vida cotidiana ¾en una palabra, al esfuerzo general por lograr objetivos concretos, formas de libertad.

En otros países del Occidente capitalista (Alemania, EE.UU.), estas mismas fuerzas transformadoras se habían desarrollado como un cambio molecular en las relaciones sociales, sin plantear directa e inmediatamente el problema del poder político, de una gestión alternativa del Estado.

En Francia e Italia, debido a las rigideces institucionales y a la forma muy simplificada de regular los conflictos, el tema del poder, de su «toma», se vuelve inmediatamente preeminente.

En Italia, especialmente, a pesar de que en muchos aspectos el año 1968 marcó una aguda discontinuidad con la tradición «laborista» y estatista del movimiento obrero histórico, el modelo político comunista fue injertado de manera vital en el cuerpo de los nuevos movimientos. La extrema polarización del conflicto de clases y la pobreza de un tejido de mediación política (por un lado, las comisiones internas, por otro, antes del nacimiento de las autoridades locales, un Estado de Bienestar aún hipercentralista) favorecen un entrelazamiento efectivo entre las peticiones de mayores ingresos y mayor libertad y el objetivo leninista de » destruir la máquina estatal».

2– Entre el 68 y principios de los 70, el problema de encontrar una salida política y un resultado para las luchas estuvo en la agenda de toda la izquierda, tanto la «vieja» como la «nueva».

Tanto el PCI como los sindicatos, así como los grupos extraparlamentarios, aspiraban a un cambio drástico en el equilibrio del poder, que completaría y estabilizaría el cambio en las relaciones de fuerza que ya se había producido en las fábricas, en la industria y en el mercado del trabajo. Hubo una larga y atormentada batalla por la hegemonía dentro de la izquierda en relación a la naturaleza y la calidad de esta solución política (comúnmente considerada necesaria y decisiva).

Los grupos revolucionarios, mayoritarios en escuelas y universidades, pero arraigados también en las fábricas y en los servicios, tenían muy claro que el reciente impulso de transformación había coincidido con una deslumbrante ruptura del anterior marco de legalidad, y pensaba insistir en ese camino, impidiendo una recuperación institucional de los márgenes de mando y de beneficio. La extensión de las luchas al interior de todo el territorio metropolitano y la construcción de formas de contrapoder eran consideradas necesarias para contrarrestar el chantaje de la crisis económica. PCI y sindicato, en cambio, veían en el desmoronamiento de la centro-izquierda y en las “reformas de estructura” el resultado moral del 68. Un nuevo “marco de compatibilidades” y una red de mediación institucional más compleja y articulada hubieran debido garantizar una especie de protagonismo obrero en el relanzamiento del desarrollo económico.

Si la polémica más áspera se ha planteado entre organizaciones extraparlamentarias e izquierda histórica, no es menos cierto que la lucha ideal para cualificar el resultado del movimiento ha atravesado, también, horizontalmente estas dos formaciones. Basta con recordar aquí, a título de ejemplo, la crítica formulada por Amendola a la Federación Unitaria de Metalúrgicos (F.L.M.) de Turín, y, en general, al “sindicato del movimiento». O bien las diversas interpelaciones que daban los componentes del sindicato unitario del naciente fenómeno de los «consejos de zona». Del mismo modo, en la otra vertiente, basta con citar la diferencia entre el filón “obrerista” y el marxista-leninista. Así y todo, la división de las orientaciones se producía, como ya se ha dicho, en torno a un único, esencial problema: la traducción en términos de poder político de la conmoción que se produjo en las relaciones sociales a partir del 68.

3– Al principio de los años 70, los grupos extraparlamentarios plantearon el problema del empleo de la fuerza, de la violencia, en absoluta coherencia con la tradición comunista revolucionaria: o sea, considerándola uno de los instrumentos necesarios para incidir en el terreno del poder.

No hay ahí fetichismo alguno de la violencia como medio, sino por el contrario su estrecha subordinación al avance del enfrentamiento de masas; y al mismo tiempo, aceptación plena de su pertinencia. Respecto al tejido mismo de la conflictividad social, la cuestión del poder político ofrecía una indudable discontinuidad, un carácter no lineal, especifico. Después de Avola, de Corso Traiano, de Battipaglia, “el monopolio estatal de la fuerza” aparecía un obstáculo ineludible con el que confrontarse sistemáticamente.

Desde un punto de vista programático, entonces, la ruptura violenta de la legalidad se concibe en términos ofensivos, como manifestación de un contrapoder: consignas como “tomarse la ciudad” o “insurrección” sintetizaban esta perspectiva, considerada inevitable, pero no inmediata.

Desde un punto de vista concreto, en cambio, la organización sobre el plano de la ilegalidad es una cosa muy modesta, con una finalidad exclusivamente defensiva y contingente: defensa del piquete, de las ocupaciones de casas, de la manifestación, medidas de prevención y de seguridad ante un eventual ataque de la derecha (que, desde el atentado de Piazza Fontana, no se podía excluir).

En definitiva: una teoría de ataque, de ruptura, correspondiente a la fusión de un nuevo sujeto político, el del 68, con la cultura comunista, y por otra parte realizaciones prácticas minimalistas. Sin embargo, es claro que, tras el “bienio rojo” 68-69, para miles y miles de militantes, incluidos los cuadros de base del sindicato, fuese absolutamente un hecho de sentido común el organizarse en el terreno de la “ilegalidad”, así como debatir públicamente tiempo y modo del choque con las estructuras represivas del Estado.

4– En aquellos años, el rol de las primeras organizaciones clandestinas (GAP [Grupos de Acción Partisana-Ejército Popular de Liberación], BR [Brigadas Rojas]) es absolutamente marginal y ajeno a la temática del movimiento.

La clandestinidad, la evocación obsesiva de la tradición partisana, la referencia al obrero profesional, no tienen nada que ver con la organización de la violencia por parte de las vanguardias de clase y de los grupos revolucionarios.

El GAP, remitiéndose al antifascismo de la resistencia y a la tradición comunista de la “doble vía” de los años 50’s, propugnaba la adopción de medidas preventivas ante un golpe que se daba por inminente. Las BR formadas por la confluencia de los marxistas-leninistas de Trento, con los ex PCI de las bases milanesas y de los ex FGCI [Federazione Giovanile Comunista Italiana] de la Reggio Emilia  buscaron, durante toda la primera fase, simpatía y contacto en la base comunista, no en el movimiento revolucionario. Antifascismo y “lucha armada por las reformas” caracterizaban su accionar.

Paradojalmente, la propia aceptación de una perspectiva de lucha, incluso, ilegal y violenta por parte de la vanguardia comunista del movimiento, volvía absoluta e insuperable la distancia respecto a la clandestinidad y a la “lucha armada” como opción estratégica. Los esporádicos contactos que hubo entre “grupos” y las primeras organizaciones armadas, no solo no atenuaron, sino que, muy por el contrario, acentuaron, exponencialmente, lo irreconciliable de la cultura y línea política de ambos bandos.

5– En el ’73-’74, el trasfondo político global en el que durante años había crecido el movimiento estalla. En un breve arco de tiempo se producen múltiples rupturas de las continuidades existentes, mutando perspectivas y comportamientos, se alteran las propias condiciones del conflicto social. Este brusco viraje se explica en base a numerosas causas concomitantes e interdependientes. La primera está constituida por el juicio del PCI sobre el cierre de espacios a nivel internacional, con la consiguiente urgencia de encontrar una “salida política” inmediata en base a las condiciones existentes.

Ello conlleva una fractura, destinada a ampliarse, en el interior de ese medio político-social compuesto, pero hasta entonces sustancialmente unitario, que había buscado, tras el 68, un aterrizaje en el terreno del poder que reflejase la radicalidad de las luchas y de sus contenidos transformadores. Una parte de la izquierda (PCI y sindicatos confederados) empieza a aproximarse al terreno gubernamental, en contra de amplios sectores del movimiento.

La oposición extraparlamentaria se ve obligada a volver a definirse sobre el “compromiso” perseguido por el PCI. Y esta redefinición significa crisis, y progresiva pérdida de identidad. En efecto, la lucha por la hegemonía en la izquierda, que en cierta medida había justificado la existencia de los “grupos”, parece ahora resolverse mediante una decisión unilateral, que rompe, separa las perspectivas, pone fin a la dialéctica.

De ahora en adelante el tema de la “salida política”, de la gestión alternativa del Estado, se identifica con la moderación de la política del PCI. Las organizaciones extraparlamentarias, aún decididas a moverse en ese territorio, sólo pueden tratar de perseguir y condicionar la trayectoria del “compromiso”, constituyendo su “versión extremista” (recuérdese la presentación de listas “revolucionarias” a las elecciones administrativas de 1975, y a las legislativas de 1976). Otros grupos, en cambio, comprueban los límites de su experiencia, y antes o después caminan hacia su disolución.

6.- En segundo lugar, con los contratos del 72-73, la figura central de las luchas en las fábricas, el obrero de la cadena de montaje, el obrero-masa, pierde su papel ofensivo y unificado. Comienza la restructuración de la gran empresa.

El uso de indemnizaciones por despido y la primera renovación parcial de las tecnologías cambiaron fundamentalmente la estructura de producción, mitigando la intensidad de las formas de lucha anteriores, incluidas las huelgas. Los “grupos hegemónicos” y su poder sobre la organización del trabajo se ven desplazados por la reestructuración de la maquinaria y de la jornada laboral. La representatividad de los consejos de fábrica, y por tanto, la dialéctica entre “derecha” e “izquierda” que existía en su interior, se encoge rápidamente.

El poder del obrero de línea no se debilita por la presión de un “ejército industrial de reserva” tan tradicional como fantasmático, o sea, por la competencia de los parados. El punto es que la reconversión industrial privilegia inversiones en sectores ajenos a la producción de masa, convirtiendo así en centrales, de relativamente marginales, a otros segmentos de fuerza trabajo (mujeres, jóvenes, y diplomados), con menor historia organizativa a sus espaldas. Ahora el terreno de enfrentamiento concierne siempre más a los equilibrios globales del mercado de trabajo, el gasto público, la reproducción del proletariado y la juventud, la distribución de cuotas de renta independientes de la prestación laboral.

7– En tercer lugar, se produce un cambio interior en la subjetividad del movimiento, de su “cultura”, de su horizonte proyectual. En resumen: se consuma una ruptura con la tradición interna del movimiento obrero, con la idea de la “toma del poder”, con el objetivo canónico de la “dictadura del proletariado”, con los últimos destellos del “socialismo real”, con toda vocación de gestión.

Lo que ya chirriaba en el matrimonio sesentayochista entre contenidos innovadores del movimiento y modelo de la revolución política comunista, se convierte ahora en abismo total. El poder es visto como una realidad ajena y hostil, de la que hay que defenderse, pero a la que no se puede conquistar o derribar, sino sólo reducir, mantener alejada. El punto crucial está en la afirmación de sí mismo como sociedad alternativa, como riqueza de comunicación, de libre capacidad productiva, de formas de vida. Conquistar y gestionar “espacios” propios: ésta es la práctica dominante de los sujetos sociales para los que el trabajo asalariado ha dejado de ser punto y simple “episodio”, contingencia, disvalor.

El movimiento feminista, con su práctica de comunidad, y su separación del resto de la sociedad, con su crítica de la política y de los poderes, con su áspera desconfianza hacia toda representación institucional y “general” de necesidades y deseos, con su amor por la diferencia, es emblemático de la nueva fase. En él se inspirará más o menos explícitamente la trayectoria del proletariado juvenil a mediados de los años 70.

El propio referéndum sobre el divorcio es un indicio de gran significado de la tendencia a la “autonomía de lo social”. Imposible seguir hablando del “álbum de familia”, ni siquiera de una familia mal avenida. La nueva subjetividad de masa es ajena al movimiento obrero: lenguajes y objetivos han dejado de comunicarse. La propia categoría de “extremismo” no explica ya nada, todo lo contrario, confunde y enturbia. Se puede ser “extremista” sólo en relación con algo semejante: pero es precisamente esa “semejanza” la que va desapareciendo rápidamente. Quien busca continuidad, quien aprecia el “álbum”, sólo puede dirigirse al universo separado de las “organizaciones combatientes” marxistas-leninistas.

8.- Los tres aspectos del giro que se dio entre 1973 y 1975, pero en particular el último, concurren en el nacimiento de la “Autonomía Obrera”.

La Autonomía se forma contra el proyecto del “Compromiso”, en respuesta al fracaso de los grupos, más allá del obrerismo, mediante una interacción conflictual permanente con la reestructuración productiva. Pero sobre todo expresa la nueva subjetividad, la riqueza de sus diferencias, su distanciamiento de la política formal y de los mecanismos de representación. No ya “salida política”, sino potencia articulada y concreta de lo social.

En ese sentido, el localismo es una característica definitoria de la experiencia autónoma. La profunda distancia de la perspectiva de una posible gestión alternativa del Estado, excluye una centralización del movimiento. Cada corriente regional de la Autonomía reproduce las particularidades concretas de la composición de clase, sin sentir esto como una limitación, sino más bien como una razón de ser. Es literalmente imposible, por tanto, trazar una historia unitaria de la Autonomía romana o milanesa, la del veneto o la meridional.

9– De 1974 a 1976 se intensifica y difunde la práctica de la ilegalidad y de la violencia. Pero esta dimensión del antagonismo, desconocida en el período precedente, carece de toda finalidad global antiestatal, no prefigura ninguna “ruptura revolucionaria”. Éste es el aspecto esencial. En las metrópolis la violencia aumenta, en función de una satisfacción inmediata de necesidades, de la conquista de “espacios” que gestionar con total independencia, y como respuesta a las reducciones de los gastos públicos.

En 1974 la “autorreducción” de las tarifas del trasporte, organizada en Turín por el sindicato, vuelve a lanzar de modo clamoroso la “ilegalidad de masas” ya experimentada antes, sobre todo en el campo de los alquileres. Casi en todas partes, y en relación con todo el abanico de los gastos sociales, se pone en práctica esta particular forma de garantía de la renta. Si el sindicato había considerado la autorreducción como un gesto simbólico, el movimiento la convierte en un camino material generalizado.

Pero más aún que la autorreducción, es la ocupación de casas en San Basilio, en octubre de 1974, lo que señala un punto de inflexión, al presentar un alto grado de “militarización” espontánea, de defensa de masas en respuesta a la sanguinaria agresión policial. La otra etapa decisiva para el movimiento es la de las grandes manifestaciones de la primavera de 1975 en Milán, tras el asesinato de Varalli y Zibecchi a manos de fascistas y carabineros. Los durísimos enfrentamientos en la calle son el punto de partida de una secuencia de luchas que atacan las medidas económicas de la austeridad, la que ya se empieza a llamar “política de los sacrificios”. A lo largo de todo el 75 y 76 se conforma el tránsito -en muchos aspectos “clásico” en la historia del welfare- de la autorreducción a un comportamiento de apropiación: de un comportamiento defensivo en relación con los continuos aumentos de los precios, a una práctica ofensiva de satisfacción colectiva de las necesidades, tendente a subvertir los mecanismos de la crisis.

La apropiación -cuyo máximo ejemplo a nivel internacional fue la noche del black-out neoyorkino- alcanza todos los aspectos de la existencia metropolitana: es “gasto político”, ocupación de locales para actividades asociativas libres, es el “tranquilo hábito” del proletariado juvenil de no pagar la entrada en el cine o en los conciertos, es el rechazo de las horas extraordinarias, y la dilatación de las pausas en la fábrica. Pero es sobre todo apropiación del “tiempo de vida”, la liberación del mando de la fábrica, la búsqueda de comunidad.

10- A mediados de los 70 se perfilan dos tendencias distintas en la reproducción ampliada de la violencia. Esquematizando, con una satisfactoria aproximación, se pueden distinguir dos génesis diferentes del impulso hacia la militarización del movimiento. La primera es la resistencia a ultranza frente a la restructuración productiva en las grandes y medianas empresas

10– A mediados de los 70 se perfilan dos tendencias distintas en la reproducción ampliada de la violencia. Esquematizando con una satisfactoria aproximación, se pueden distinguir dos génesis diferentes del impulso hacia la militarización del movimiento. La primera es la resistencia a ultranza frente a la restructuración productiva en las grandes y medianas empresas.

Sus protagonistas son muchos cuadros obreros formados políticamente entre el 68 y el 73, decididos a defender a toda costa las bases materiales de su fuerza contractual. La reconstrucción es vivida como catástrofe política. Sobre todo los militantes de fábrica que se habían comprometido más a fondo con la experiencia de los consejos, tienden a identificar restructuración con derrota, encontrando confirmación a su postura en las repetidas concesiones sindicales en el tema de las condiciones de trabajo. La sustancia de su postura estaba en dejar la fábrica como era, para preservar así una relación de fuerza favorable. Entre este núcleo de problemas, y entre las filas de este personal político-sindical, las Brigadas Rojas, del 74 al 75 y en adelante, despiertan simpatías y alcanzan cierto nivel de implantación

11– La otra corriente ilegal -en muchos aspectos diametralmente opuesta a la primera- está formada por los sujetos sociales que son el resultado de la restructuración, de la descentralización productiva, de la movilidad. La violencia se genera aquí por la ausencia de garantías, por las formas fragmentadas y precarias de conseguir la renta salarial, por el choque inmediato con la dimensión social, territorial, global del mando capitalista.

La figura proletaria que emerge de la restructuración choca violentamente con la organización urbana, con la administración de los flujos de beneficios, y se bate por el autogobierno de la jornada laboral. Este segundo tipo de ilegalidad, que a grosso modo puede conectarse con la experiencia autónoma, no posee nunca el carácter de un proyecto orgánico, y se distingue por la total coincidencia entre la forma de lucha y la consecución del objetivo. Esto conlleva a la ausencia de “estructuras” o “funciones” separadas, específicas, predispuestas al empleo de la fuerza.

A menos que se quiera aceptar el “pasolinismo” como categoría suprema de comprensión sociológica, resulta inevitable resaltar que la violencia difusa del movimiento de aquellos años era un instrumento necesario de autoidentificación y de afirmación de un nuevo y poderoso sujeto productivo, nacido del declinar de la centralidad de la fábrica, y sometido a las fuertes presiones de la crisis económica.

12– El movimiento del 77 expresa, en sus connotaciones esenciales, una nueva composición de clase, y no fenómenos de marginación.

La “segunda sociedad” es, o va camino de serlo, la “primera” en cuanto a capacidad productiva, inteligencia técnico-científica, riqueza de cooperación. Los nuevos sujetos de las luchas reflejan, o anticipan, la identificación creciente entre proceso de trabajo material y actividad comunicativa, en breve, la realidad de la fábrica informatizada y del terciario avanzado. El movimiento es fuerza productiva rica, independiente, conflictual. La crítica del trabajo asalariado muestra ahora una vertiente positiva, creativa, bajo la forma del “autoempleo”, y de gestión parcial desde la base de los mecanismos del welfare. La “segunda sociedad”, que ocupa el escenario en 1977, es “asimétrica” en relación con el poder estatal: no busca oposición frontal, sino elusión, es decir, en concreto, busca espacios de libertad y de renta donde consolidarse y crecer. Esta “asimetría” era un dato inestimable, que testimoniaba la consistencia del proceso social en marcha. Pero necesitaba tiempo. Tiempo y mediación. Tiempo y negociación.

13– En cambio, la operación restauradora del Compromiso histórico niega al movimiento tiempo y espacios, al volver a proponer un antagonismo simétrico en relación con el Estado.

El movimiento se ve sometido a un espantoso proceso de aceleración, que bloquea su potencial articulación, y lo deja sin márgenes de mediación. Contrariamente a lo que ocurre en otros países europeos, y en especial en Alemania, donde la operación represiva se acompaña de formas de negociación con los movimientos, y no incide en su reproducción, el compromiso histórico procede con un largo mazo, negando legitimidad a todo lo que escapa y se opone a la nueva reglamentación corporativa del conflicto. La intención represiva posee en Italia tal generalidad, que se resuelve directamente contra los impulsos sociales espontáneos.

Sucede entonces que la adopción sistemática de medidas político-militares por parte del Gobierno reintroduce de modo “exógeno” la necesidad de la lucha política general, a menudo como pura y simple “lucha por la supervivencia”, mientras que margina y condena al ghetto a las prácticas emancipadoras del movimiento, así como a su densa positividad en el terreno de la calidad de vida y de la satisfacción directa de las necesidades.

14– – La Autonomía organizada se encuentra atenazada entre el ghetto y el enfrentamiento inmediato con el Estado. Su “esquizofrenia” y después su derrota nacen de su intento de escapar a esta tenaza, manteniendo una relación entre riqueza y articulación social del movimiento, por una parte, y las necesidades propias del enfrentamiento antiestatal por otra.

Esta tentativa resulta, al cabo de pocos meses, del todo imposible y fracasa en ambos frentes. La “aceleración” sin precedentes del 77 lleva a la Autonomía organizada a perder lentamente los contactos con estos sujetos que, sustrayéndose de la lucha política tradicional, recorren senderos diversificados ¾unas veces individuales, otras incluso de cogestión ¾ para trabajar menos, vivir mejor, producir libremente. Por otra parte, la propia “aceleración” lleva a la Autonomía a cortar todo contacto con aquellas pulsiones militaristas que estaban presentes en el movimiento, y en la propia Autonomía, y que se convierten, en poco tiempo, en tendencia separada hacia la formación de bandas armadas.

La tenaza, en lugar de abrirse, se cierra aún más. La forma organizativa de la Autonomía, su discurso político sobre el poder, su concepción de la política, son duramente cuestionadas tanto por el ghetto como por las formaciones “militaristas”.

Hay que añadir, sin embargo, que la autonomía también paga todas las debilidades de su propio modelo político-cultural, centrado en el crecimiento lineal del movimiento, en su continua expansión y radicalización. Es un modelo en el que lo viejo y lo nuevo se entrelazan: el «viejo» extremismo anti institucional y las nuevas necesidades emancipadoras. La separación y la «otredad» que distinguen a los nuevos sujetos y sus luchas son a menudo interpretadas por la autonomía como una negación de cualquier mediación política, más que como un apoyo a ella. El antagonismo inmediato contrasta con cada interlocución, con cada «negociación», con cada «uso» de las instituciones.

15– Al finalizar el 77 y a lo largo de todo el 78 se multiplican las formaciones organizadas que operan en un terreno específicamente militar, mientras se acentúa la crisis en la Autonomía organizada.

Para muchos la ecuación: “lucha política = lucha armada”, aparece como la última respuesta realista al cepo que el Compromiso histórico ha cerrado en torno al movimiento. En una primera fase ¾según un esquema repetido innumerables veces ¾ grupos de militantes al interno del movimiento realizan el así llamado “salto” de la violencia endémica a la lucha armada, aun concibiendo esta elección y sus pesadas obligaciones, como “articulación” de las luchas, como creación de una especie de “estructura de servicios”. Pero una forma de organización destinada específicamente a la acción armada se revela estructuralmente inadecuada a las prácticas del movimiento, y no puede dejar de separarse de él en un tiempo más o menos breve.

Ocurre entonces que las numerosas siglas de “organizaciones combatientes” nacidas entre el 77 y 78, terminan por imitar el modelo, al principio combatido, de las Brigadas Rojas, o incluso por entrar en ellas. Los guerrilleros históricos, las BR, precisamente como detentadores de una “guerra contra el Estado” completamente aislada de la dinámica del movimiento, acaban por ampliarse de forma “parasitaria” a costa de las derrotas de la lucha de masas.

En particular en Roma, a finales del 77, las BR reclutan de forma masiva entre las filas de un movimiento en crisis. La Autonomía, a lo largo de ese año, había constatado sus propias graves limitaciones, oponiendo al militarismo de Estado una radicalización iterativa del enfrentamiento en la calle, que no le permitía consolidarse, sino más bien dispersaba la potencialidad del movimiento. El acentuarse de la represión y los errores cometidos por la Autonomía en Roma y en alguna que otra ciudad han allanado el camino a las B.R. Esta última organización, que había criticado violentamente las luchas del 77, se encuentra, paradójicamente, recogiendo sus frutos más visibles en términos de reforzamiento organizativo. La represión y los errores de la autonomía en Roma y en algunas otras ciudades allanaron el camino a las BR. Esta última organización, que había criticado duramente las luchas del 77, se encontró, paradojalmente, cosechando conspicuos frutos, en términos de fortalecimiento organizativo.

16– La derrota del movimiento de 1977 comienza con el secuestro y asesinato de Aldo Moro.

Las BR, de manera análoga, aunque trágicamente paródica de lo que había hecho la izquierda histórica a mediados de los años 70, persiguen una “salida política” propia, separada y a expensas del antagonismo social.

La “cultura” de las BR con sus tribunales, cárceles, prisioneros, procesos ¾ y su práctica de “fracción armada” en la autonomía de lo político, se empleaban tanto en contra de los nuevos sujetos del conflicto, como contra el aparato institucional.

Con la “operación Moro” la unidad del movimiento se quiebra de manera definitiva, y comienza una fase de crepúsculo y de deriva, caracterizada por la lucha frontal de la Autonomía contra el brigadismo, pero también por la regresión de la lucha política de amplios sectores proletarios y juveniles. . La «emergencia», que el Estado y el PCI enarbolan con bombos y platillos, golpea en la oscuridad y, de hecho, elige lo que ha surgido y es público y «subversivo» como cabeza de turco sobre la que ejercer su destructividad en primera instancia. La autonomía se ve así sometida a un ataque violentísimo que pretende, en primer lugar, crear tierra arrasada en las grandes fábricas del norte. Y así los “colectivos autónomos” de fábrica son en seguida acusados de probable filo terrorismo por parte del sindicato y del PCI, y convertidos en sospechosos, denunciados, fichados. Y cuando, precisamente en los días del secuestro de Moro, la Autonomía lanza la lucha contra el restablecimiento del sábado como día laboral en Alfa Romeo, la respuesta de la izquierda histórica es una respuesta “antiterrorista”, militar, demonizante. Comienza así el proceso de expulsión de la fábrica de la nueva generación de vanguardia de las luchas ¾proceso que culminará con el despido de 61 obreros de la FIAT en otoño de 1979.

17–Después de Moro, en el escenario desolado de una sociedad civil militarizada, Estado y BR se enfrentan con lógica especular.

Las BR recorren rápidamente esa parábola irreversible que conduce a la lucha armada a convertirse en “terrorismo” en su auténtico sentido: comienzan las campañas de aniquilamiento. Carabineros, jueces, magistrados, dirigentes de empresa, sindicalistas son asesinados ya únicamente por la “función” que ocupaban, como explicaron más adelante los “arrepentidos”. Los “peinados” policiales sistemáticos contra la Autonomía, en el 79, han eliminado el único tejido colectivo político del movimiento con capacidad de combatir con eficacia la lógica terrorista. Así, entre 1979 y 1981, las BR pueden por vez primera reclutar militantes no sólo entre las “organizaciones combatientes” menores, sino directamente entre jóvenes y adolescentes, apenas politizados, cuyo descontento y rabia carecen ya de toda mediación política y programática.

18– Los “arrepentidos”, como fenómeno de masa, son la otra cara el terrorismo, igualmente militarizada, igualmente horrible.

El “arrepentidismo” es la variante extrema del terrorismo, su pavloviano “reflejo condicionado”, el testimonio último de su total extrañeza y abstracción con respecto al tejido del movimiento. La incompatibilidad entre el nuevo sujeto social y la lucha armada se manifiesta de manera distorsionada y terrible en las confesiones pactadas de los arrepentidos.

El “arrepentidismo” es “lógica de aniquilamiento” judicial, venganza indiscriminada, celebración de la ausencia de memoria histórica, precisamente cuando, de manera perversa y manipulada, se pone en funcionamiento una “memoria individual”. Los “arrepentidos” mienten incluso cuando dicen la “verdad”, unificando lo que está dividido, eliminando las motivaciones y el contexto, evocando los efectos sin las causas, estableciendo presuntos nexos, interpretando la realidad con las lentes de los diversos “teoremas”.

El “arrepentidismo” es terrorismo introyectado en las instituciones. No hay post-terrorismo sin una superación paralela de la cultura del arrepentimiento.

19– La derrota seca y definitiva de las organizaciones políticas de movimiento, a finales de los 70, no ha coincidido ni de forma parcial con una derrota del nuevo sujeto político y productivo, que en el 77 había realizado su “ensayo general”.

Este sujeto político ha realizado una larga marcha en los lugares de trabajo, en la organización del saber social, en la “economía alternativa”, en las instancias locales, en el aparato administrativo. Se ha propagado a ras de tierra, rehuyendo el enfrentamiento político directo, maniobrando entre ghetto y negociación, entre separación y cogestión. Aunque comprimido y obligado a menudo a la pasividad, constituye, hoy más que ayer, el nudo no resuelto de la crisis italiana.

La reorganización de la jornada laboral, la presión sobre el gasto público, las cuestiones de la defensa del ambiente y la elección de tecnologías, la crisis del sistema de partidos y el problema de un nuevo pacto constitucional: detrás de todo esto, y no sólo en los pliegues del Informe Censis, vive intacta la densidad de un sujeto de masa con sus exigencias de salario, de libertad, de paz.

20– Tras el Compromiso histórico y después del terrorismo, otra vez se trata, exactamente como en 1977, de abrir espacios de mediación, que permitan a los movimientos expresarse y crecer.

Lucha y mediación política. Lucha y negociación con las instituciones. Esta perspectiva ¾aquí como en Alemania ¾ se hace posible y necesaria no por la timidez y el atraso del conflicto social sino, por el contrario, por la extrema madurez de sus contenidos.

Contra el militarismo estatal, y contra toda nueva propuesta de “lucha armada” (de la que no existe una versión “buena”, alternativa a la ideología de la Tercera Internacional de las BR, ya que resulta, como tal, inadecuada y hostil a los nuevos movimientos), es necesario retomar y desarrollar la línea del 77. Una potencia productiva, colectiva e individual, que se sitúa en contra y más allá del trabajo asalariado, y con la que el Estado debe medirse también en términos administrativos y econométricos, debe ser capaz de ser al mismo tiempo autónoma, antagonista y capaz de mediaciones.

Prision de Rebibbia, Rome

Traducción del italiano de Santiago Arcos-Halyburton

Notas

1.- Nota de los redactores de https://archivioautonomia.it/

«Los sirios celebran que en Ucrania se mate a generales rusos implicados en crímenes de guerra en Siria”

por Mariia Shynkarenko

Entrevista con Leila Al-Shami

 

Para la gran mayoría de los ucranianos, Siria antes de 2011 probablemente era solo otro país árabe, pero después de que comenzó la guerra, pasó a simbolizar el curso de acción que no queremos que se repita en Ucrania. ¿Qué distingue al régimen de Assad de regímenes similares en el norte de África?

A lo largo de su historia, la respuesta del régimen de Assad a cualquier tipo de disidencia ha sido siempre la represión violenta. En la década de 1970, hubo un movimiento contra el régimen de Hafez Al Assad (el padre del actual presidente). Lo que en un principio comenzó como un movimiento diverso, acabó concentrándose en la ciudad de Hama y liderado por los Hermanos Musulmanes. La respuesta del régimen fue enviar la fuerza aérea y destruir completamente la ciudad. Entre 20.000 y 40.000 civiles fueron asesinados y miles más desaparecieron en las cárceles del régimen.

Cuando estalló la revolución contra el régimen en 2011, muchos sirios eran optimistas y pensaban que Bashar Al Assad traería reformas. Llevaba una década en el poder y muchos creían que era fundamentalmente diferente de su padre; que era un modernizador más abierto. Cuando llegó al poder habló mucho de la necesidad de reformas, aunque se centró principalmente en reformas económicas más que políticas. Al final, respondió a las demandas del pueblo de la única manera que este régimen conoce: aterrorizándolos para que se sometieran.

Habiendo trabajado en el campo de los derechos humanos en Siria –con prisioneros políticos, durante la primera década de Bashar en el poder–, esperaba que la respuesta a la revolución que comenzó en 2011 fuera la represión. Aunque no esperaba la magnitud del horror que se desató, tampoco era optimista en cuanto a que Assad dimitiera rápidamente, como vimos hacer a los dictadores en Túnez y Egipto.

En Egipto, el régimen militar estaba en el poder, y su rostro era Mubarak. Así que les resultó fácil sacrificar a Mubarak y mantener a los militares en el poder. En Túnez fue similar y pudieron sacrificar a Ben Ali: hubo una transición a la democracia, pero la antigua clase dirigente estaba esperando para volver. En Siria es un poco diferente. En Siria, la cabeza del régimen es el régimen. El poder está muy concentrado en manos de la familia Assad. Además, el régimen jugó la carta sectaria –es de la secta minoritaria alauita–, por lo que logró mantener el apoyo de muchas minorías contra la oposición predominantemente sunita contra la que estaba dispuesto a llevar a cabo una violencia genocida. Además, el régimen contó con el apoyo de Rusia e Irán, que intervinieron para protegerlo.

¿El apoyo ruso jugó un papel importante para ayudar a Assad en el momento más difícil para él?

Tanto Rusia como Irán intervinieron para apoyar al régimen en momentos en que estaba cerca del colapso y parecía que la revolución podría triunfar. Irán ha brindado a Siria un apoyo financiero y económico masivo y ha enviado muchas milicias a luchar en Siria, lo que le dio al conflicto una dimensión sectaria, ya que las milicias chiítas apoyadas por Irán luchaban contra la mayoría sunita siria. E Irán intervino directamente en 2013, lo que permitió al régimen hacer avances significativos contra la oposición.

Rusia proporcionó aviones y bombas y brinda apoyo político al régimen en foros internacionales. Y Rusia intervino militarmente directamente en 2015 y ha bombardeado muchas partes del país.

Si Rusia e Irán no hubieran intervenido, Assad se habría visto obligado a abandonar el poder hace mucho tiempo. Es el apoyo extranjero y las bombas extranjeras lo que mantiene al régimen en el poder, en contra de los deseos de la gran mayoría de la población siria.

Cuando leí su libro Burning Country: Syrians in Revolution and War, no podía creer que una tragedia así pudiera ocurrir a semejante escala. Al ver los horrores que se desarrollan en Ucrania, las atrocidades que enfrentan los sirios se vuelven más tangibles para nosotros, por lo que realmente empatizo con el pueblo de Siria.

Sí, es devastador. Es aún más difícil porque este horror comenzó desde una posición de gran esperanza y fe en la revolución. La revolución tuvo tantos éxitos. Vimos, en todo el país, a la gente autoorganizarse para administrar sus asuntos diarios, creando Consejos Locales independientes y eligiendo a sus miembros: su primera experiencia de democracia en décadas. La gente dirigió escuelas, instalaciones de agua y saneamiento, hospitales. Crearon periódicos y estaciones de radio independientes. Se establecieron muchos centros de mujeres para alentar a las mujeres a desempeñar un papel activo en la revolución y la vida comunitaria. Nada de esto fue posible bajo el totalitarismo de Assad, donde se restringió toda la sociedad civil. Esta fue siempre la mayor amenaza para el régimen –porque demostraba que era posible una alternativa democrática– y por eso fue tan salvajemente reprimida.

¿Podrías hablarnos un poco sobre la política internacional del régimen sirio antes de 2011? ¿Cómo eran las relaciones con la URSS durante la Guerra Fría? ¿Cómo afectó esto al régimen?

Siria mantuvo una relación estrecha con la URSS durante la Guerra Fría, a pesar de que el régimen sirio reprimía brutalmente a los comunistas. La URSS patrocinó a Hafez Al Assad, mientras establecía relaciones para ampliar su esfera de influencia en oposición a las potencias occidentales. Proveyó armas, entrenamiento e inteligencia al ejército sirio. Muchos sirios viajaron a la URSS para estudiar durante este período.

La URSS utilizó este tipo de intercambio cultural como una táctica para adoctrinar a los ciudadanos de los países aliados con su ideología. Recientemente, hablé con activistas de África Occidental y compartieron historias similares sobre el apoyo de la URSS a los africanos para que estudiaran allí. Algunos de esta generación de africanos ahora apoyan las intervenciones de Putin en África, viéndola como un baluarte contra el imperialismo occidental/francés, por lo que esta táctica funcionó.

Cuando la Unión Soviética colapsó, Hafez Al Assad se apresuró a orientarse hacia los Estados del Golfo y comenzó a implementar reformas neoliberales para abrir el país a los inversores del Golfo. Pero las relaciones con Rusia se mantuvieron y cuando Putin llegó al poder quiso reactivar las relaciones con Oriente Medio, considerándolo una región útil en la lucha geopolítica de Rusia contra Occidente.

No creo que Rusia vea ninguna afinidad ideológica con el régimen sirio y no lo percibe como un socio importante. Creo que el apoyo de Rusia a Assad se ha utilizado como una forma de contrarrestar la influencia occidental y, en el caso de Siria, Rusia es ahora más influyente que las potencias occidentales.

También me preguntaba si Rusia aprovecha las oportunidades educativas que ofrece el Sur global para propagar sus ideas. Uno de mis médicos aquí en Viena es sirio y acepta pacientes ucranianos en particular porque habla ruso. Tuvimos una conversación política y me dijo que era de Siria, así que intercambiamos nuestras muestras de solidaridad. Pero lo primero que me resultó interesante fue que se fue a estudiar a Rusia, donde aprendió ruso. Y su país sufrió la intervención y los bombardeos rusos. Por lo tanto, me pregunto cómo ven los sirios a Rusia ahora.

La respuesta a esta pregunta depende de a qué sirios se le pregunte. Porque los sirios que están afiliados al régimen verán a Rusia como un aliado, aunque incluso dentro de ese grupo existe preocupación por la influencia externa ahora, ya sea de Rusia o de Irán.

Pero para el resto de nosotros, la mayoría, Rusia es una potencia imperialista. Ha intervenido para apoyar a una dictadura fascista para llevar a cabo un genocidio contra el pueblo sirio. El bombardeo aéreo ruso ha destruido grandes partes del país y ha apuntado específicamente a la infraestructura civil, como hospitales, en áreas controladas por la oposición. Rusia ha sido recompensada por su apoyo con lucrativos contratos de petróleo y gas. La empresa rusa Stroytransgaz, propiedad de un oligarca vinculado al Kremlin, ha recibido el 70 por ciento de todos los ingresos de la producción de fosfatos durante los próximos cincuenta años. Siria tiene una de las mayores reservas de fosfatos del mundo. Se han establecido bases militares rusas y ahora se «celebran» las fiestas nacionales rusas en Siria.

El apoyo que Rusia da al régimen no es sólo militar, sino también político. Por ejemplo, en el escenario internacional, Rusia desempeña en Siria el mismo papel que Estados Unidos desempeña en Israel. Todas las mociones que se presentan ante el Consejo de Seguridad o ante los organismos de la ONU son siempre vetadas por Rusia. Rusia otorga esa protección política para impedir cualquier medio de rendición de cuentas internacional o para avanzar con un acuerdo de paz que no se ajuste a los términos del régimen. Rusia ha sido muy activa en sus intentos de conseguir “acuerdos de paz”, pero en realidad no son acuerdos de paz. Están tratando de obligar a los sirios a capitular ante los términos del régimen.

Usted ha mencionado que hay diferentes sirios y personas con diferentes opiniones. Y hoy en día Siria se asocia en gran medida con el yihadismo y la lucha sectaria de todos contra todos. Pero la revolución siria comenzó como una protesta democrática masiva que en realidad unió a ciudadanos de diferentes orígenes étnicos y confesiones.

Entonces, ¿cuánto de la actual fragmentación y sectarismo de la lucha se debe a las políticas del régimen de “dividir y vencer”, a los yihadistas y a la incapacidad de la oposición democrática para realmente trascender los prejuicios y las mezquinas ambiciones de una solidaridad más amplia?

Para que quede claro la estructura del régimen: la familia Assad proviene de la secta alauita, que es una minoría en Siria. La mayoría de la población es musulmana sunita, pero también hay chiítas, cristianos, drusos y otros. Cuando comenzó el levantamiento, era un movimiento muy diverso. Incluía a hombres y mujeres de todos los estratos sociales, de todos los grupos religiosos y étnicos. Hubo muchos intentos de no caer en el sectarismo. En las protestas, la gente llamaba a la unidad entre todos los sirios, sostenía carteles y pancartas que hacían llamamientos a las comunidades minoritarias, etc.

Por supuesto, un movimiento democrático fuerte y no sectario era la mayor amenaza para el régimen de Assad porque podía ganar apoyo internacional. Así que el régimen de Assad tuvo que sectarizar e islamizar el conflicto. Y lo hizo muy deliberadamente, una ingeniería sectaria, por así decirlo. Por ejemplo, en 2011-2012, cuando el régimen estaba deteniendo a todos esos manifestantes pacíficos en favor de la democracia, liberó a muchos extremistas islámicos de la prisión. Y muchos de los liberados pasaron a encabezar algunas de las brigadas más radicales que existían. Por ejemplo, Hassan Aboud, uno de los fundadores de Ahrar al-Sham, fue liberado, y Zahran Alloush, el ex líder de Jaysh al-Islam, así como personas que se convirtieron en figuras importantes de Jabhat al-Nusra, que era la filial de Al-Qaeda, y también de ISIS.

La razón por la que el régimen hizo esto fue para enviar un mensaje tanto a una audiencia externa como a una interna. Externamente, quería decir: mira, esto es parte de la guerra contra el terrorismo, estamos luchando contra extremistas islámicos, puede que yo no te guste, pero estos tipos con barba son diez veces peores. En el plano interno, se enviaba un mensaje a los grupos minoritarios, a la comunidad alauita, a los grupos cristianos: se decía de nuevo que tal vez no les gustara, pero la alternativa es peor y que si estos extremistas islámicos llegan al poder, las minorías no estarán seguras.

Así que fue una táctica que funcionó tanto en el plano interno como en el internacional. El régimen también creó conflictos sectarios enviando bandas armadas de grupos alauitas conocidos como Shabiha a las comunidades sunitas para que llevaran a cabo masacres. La idea era provocar una respuesta y conseguir que las comunidades sunitas fueran a las comunidades alauitas y chiítas y también cometieran masacres. Y en ocasiones eso funcionó, hubo represalias.

Pero exactamente como usted dice, es una política de “dividir y gobernar”. Y lamentablemente, hoy en día hay muchos grupos minoritarios que no necesariamente apoyarían al régimen, pero se sienten más seguros estando del lado del régimen que del lado de la oposición. Y con el tiempo, especialmente debido a la intervención de Irán, el conflicto se ha vuelto cada vez más sectario.

¿Cómo afectó la militarización a la revolución? ¿Había alternativas?

En primer lugar, creo que es importante reconocer que la militarización era inevitable. El régimen utilizó la violencia masiva contra quienes se oponían a él y la gente tuvo que defenderse a sí misma y a sus comunidades. Se convirtió en una lucha por la supervivencia. Los métodos pacíficos de lucha son inadecuados cuando un régimen está dispuesto a utilizar tácticas de exterminio contra una población civil.

Pero la militarización trae consigo toda una serie de problemas. Margina a los activistas civiles, a quienes trabajan en sus comunidades, que son la columna vertebral de la revolución. Da poder a los señores de la guerra y a los grupos autoritarios y permite que las potencias extranjeras (que proporcionan armas) influyan en el movimiento, siempre de una manera que sirva a sus intereses, no a los intereses de los revolucionarios.

Siempre hubo una alternativa: brindar apoyo a la oposición democrática, a quienes estaban construyendo alternativas al régimen en sus comunidades, incluso bajo bombardeos salvajes. Si estas personas hubieran recibido la solidaridad que merecían, el aspecto militar no se habría vuelto tan dominante y la resistencia civil habría tenido más fuerza.

¿Cuál es el papel de la izquierda en la revolución siria? Sé que hay muchas voces destacadas, como Yassin al-Haj Saleh, Riyad al-Turk y Omar Aziz. ¿Qué puede decirnos de la izquierda?

En Siria no había una izquierda grande, independiente y organizada por dos razones. En primer lugar, el régimen de Assad reprimía a todos los izquierdistas independientes, que acababan en prisión o huían del país. El régimen luego cooptó a un gran sector de la izquierda tradicional, el Partido Comunista Sirio, que más tarde se unió al gobierno en el Frente Progresista Nacional. Se trata de una coalición de diferentes partidos, pero en general es sólo una imagen sin participación real en ella: todo está controlado por el Partido Baaz y el presidente. En segundo lugar, la estructura de la economía siria fue un factor en la ausencia de sindicatos y la formación de una cultura y una política de clase trabajadora, ya que la mayoría de los lugares de trabajo son pequeñas empresas familiares.

Así que realmente no había una base de izquierda fuerte, independiente y organizada desde la que empezar, aparte del partido de Riad Al-Turk, que se escindió del Partido Comunista Sirio, y algunos otros partidos más pequeños y kurdos que fueron perseguidos. Cuando se produjo la revolución, muchos jóvenes izquierdistas que formaban parte del Partido Comunista Sirio abandonaron el partido y se unieron a la revolución. Fueron muy francos al afirmar que sus supuestos camaradas de izquierda (tanto en Siria como a nivel internacional) traicionaron a los sirios y la lucha del pueblo. Hay una serie de grupos independientes más pequeños y luego individuos influyentes como el escritor e intelectual Yassin Al Haj Saleh y Omar Aziz, quien fue el ideólogo detrás de la idea de los Consejos Locales que se establecieron para autogobernar el territorio controlado por la oposición. Omar Aziz terminó siendo arrestado y murió en prisión, y Yassin Al Haj Saleh huyó del país y ahora vive en el exilio.

¿Cree usted que esta situación de la izquierda desorganizada en Siria podría ser la razón de la falta de solidaridad y apoyo a la revolución siria por parte de la izquierda estadounidense y europea?

Podría ser un factor, pero la ignorancia también lo es. Por ejemplo, hace unos años, sindicalistas e “izquierdistas” de todo el mundo viajaron en misión de solidaridad a Siria en apoyo del régimen. ¡Parecen ignorar por completo que los izquierdistas independientes están reprimidos y que los sindicatos independientes no existen!

La izquierda occidental en su conjunto no ha apoyado a los sirios en su lucha por la libertad. En parte, esto se debe al problema del “campismo” que se ha vuelto dominante en el pensamiento de izquierda. Estos llamados “antiimperialistas” creen que las únicas potencias imperialistas son Estados Unidos y Occidente, no ven que existen otros imperialismos, como Rusia e Irán. Por lo tanto, han apoyado al régimen, viéndolo, incorrectamente, como un baluarte contra el imperialismo occidental. No escucharon las voces sirias sobre el terreno y difundieron todo tipo de desinformación sobre lo que estaba sucediendo, negando incluso que el régimen llevara a cabo masacres químicas y absolviéndolo de toda responsabilidad.

Suena muy familiar en el contexto ucraniano.

Los partidarios de la revolución siria también suelen expresar su solidaridad con los palestinos y usted también firmó una carta en apoyo de Gaza. ¿Cuál es la relación entre los partidarios de una Siria democrática y los palestinos, especialmente teniendo en cuenta que una parte de la izquierda palestina participa en el campismo?

Desde el 7 de octubre, hemos visto muchos intentos de los sirios de acercarse a los palestinos y mostrar solidaridad. No sólo declaraciones, sino también en las habituales manifestaciones de los viernes contra el régimen, la gente lleva banderas palestinas y ha decorado las paredes con murales en apoyo a Palestina. En la ciudad de Idlib, han rebautizado una plaza central como Plaza de Gaza y la han decorado con la bandera palestina.

Los sirios sienten mucha afinidad con la gente de Palestina. Estamos conectados, históricamente, ya que la gente de Palestina, Siria, Jordania y Líbano estaban todos unidos en Bilad al Sham, nuestra cultura es muy similar. Además, la ocupación de Palestina es un tema central para los árabes y los musulmanes, debido a la magnitud de la injusticia allí y porque nuestros regímenes han utilizado la causa palestina como una forma de reforzar su apoyo entre sus propias poblaciones.

Los palestinos también se han solidarizado con los sirios desde el estallido de la revolución; lo vi yo misma, especialmente entre la gente de Gaza cuando estuve allí. Sin embargo, también hay muchos palestinos que han caído en la política campista. Muchas voces prominentes en Palestina, especialmente entre la gente de Occidente, han calumniado y desacreditado la revolución siria, apoyando esencialmente al régimen. En las protestas por Palestina que ahora tienen lugar en los campus universitarios de Estados Unidos, vemos a gente que sostiene la bandera de la milicia libanesa Hezbolá, apoyada por Irán, y la ven como parte de la resistencia a Israel. Hezbolá ha participado activamente en el genocidio contra los sirios: implementó asedios de hambre en comunidades de la oposición similares a lo que Israel está haciendo ahora en Gaza. Estos no son aliados para la liberación. Nuestra solidaridad debe basarse en principios comunes, no en qué estados participan en un conflicto. Debe basarse en las luchas de los pueblos por la libertad y la justicia social, de lo contrario no tiene sentido. Como decía la declaración a la que se refirió antes de los sirios revolucionarios en apoyo de Palestina: «la solidaridad mutua e interseccional es esencial, nuestras luchas son una, nuestra libertad depende de la libertad de cada uno de los otros».

¿Podrías contarnos algo más sobre el bando izquierdista árabe?

Tradicionalmente, en el mundo árabe hay tres corrientes políticas principales: el islamismo, el arabismo/nacionalismo y los izquierdistas. Muchos de los que crecieron y no se sintieron representados por el islamismo o el arabismo de los regímenes nacionalistas (como los grupos minoritarios en Siria) se hicieron izquierdistas. Hay una división similar a la que se observa en la izquierda global. La izquierda árabe tradicional cayó en una política campista similar, en la que el imperialismo estadounidense e Israel son el enemigo final. Muchos de ellos apoyaron la dictadura de Assad, viéndola como parte del «eje de la resistencia». Por supuesto, siempre hubo excepciones, aquellos que eran izquierdistas antiautoritarios, como los del Partido Comunista de Riad Al-Turk que mencionamos anteriormente y que lucharon por la democracia y las libertades civiles. Sin embargo, también hay una nueva generación que surgió de las revoluciones y tiene un análisis mucho más sofisticado que se corresponde con la realidad del mundo en el que vivimos, un mundo de imperialismos en competencia, que se opone a todos los opresores y apoya todas las luchas por la dignidad. Tengo muchas esperanzas en esta nueva generación, aunque hemos vivido una contrarrevolución violenta y actualmente estamos derrotados, desorganizados y traumatizados.

¿Cómo ha afectado la guerra ruso-ucraniana a Siria?

Ha habido mucha solidaridad y apoyo de los sirios hacia los ucranianos, y viceversa, ha sido hermoso de ver. Creo que nos identificamos mucho con las luchas de cada uno por varias razones. Ambos tenemos un enemigo común en el estado ruso, ambos hemos pasado por levantamientos populares antes de entrar en una situación de conflicto y ambos hemos tenido que lidiar con algunas de las políticas campistas de las que hemos estado hablando, donde nuestras luchas han sido desacreditadas y nuestros enemigos apoyados. Esto, y nuestro trauma colectivo, nos ha unido. Muchos sirios han viajado a Ucrania en misiones de solidaridad y, al comienzo del conflicto, se acercaron para dar consejos prácticos, como por ejemplo sobre cómo protegerse de los ataques de “doble toque”, que es una táctica favorita que usa Rusia para matar a tantos civiles como sea posible (después de un bombardeo, Rusia vuelve a bombardear la zona una vez que los equipos de rescate han llegado). Y he llegado a conocer a muchos ucranianos a través de su solidaridad con Siria. Los sirios celebran cuando ven a generales rusos, que estuvieron involucrados en crímenes de guerra en Siria, siendo asesinados en Ucrania; para nosotros es una pequeña muestra de justicia. Esperamos que algún día Ucrania se libere del imperialismo ruso, como esperamos que Siria también se libere.

Pero en un nivel más amplio, la guerra ruso-ucraniana no afectó tanto a Siria. Rusia tuvo que retirar algunas tropas de Siria para trasladarlas a Ucrania, pero no hizo mucha diferencia dado el momento en que se produjo, cuando la mayoría de las grandes batallas ya habían terminado.

Intentamos demostrar en el discurso global por qué es importante derrotar a Rusia, en particular porque Ucrania no es el primer país atacado por Rusia. Antes lo fueron Siria, Georgia y Chechenia. De modo que se podría delimitar un patrón de invasión. Así podríamos construir una solidaridad en torno al argumento antiimperialista de que defender y ayudar a Ucrania implica defender y ayudar a Siria y viceversa. ¿Cree que esto sucederá?

Definitivamente, tenemos que seguir avanzando en este tema. No sólo hoy, sino también a lo largo de la historia, Rusia no es una potencia imperialista. Los occidentales desconocen por completo el papel histórico de Rusia. Basta con mirar el mapa para saber que Rusia es un Estado creado a partir de una conquista colonial. Si no desafiamos la visión del mundo de la gente –en la que Occidente está en el centro de todo– no podremos responder a algunos de los desafíos que enfrentamos actualmente a nivel global.

Desde fuera parece que la revolución siria está perdida, pero en agosto del año pasado se produjo una nueva oleada de protestas en el sur de Siria. ¿Cómo valora la situación actual y las esperanzas de que finalmente se pueda derrocar a Assad?

En las zonas del país que no están bajo el control del régimen de Assad, como la provincia de Idlib y algunas partes del norte de Siria, las protestas semanales contra el régimen han continuado desde 2011 hasta hoy. Esto demuestra que la gente todavía no ha renunciado a los valores y las demandas de la revolución.

Desde agosto, ha habido un levantamiento en la provincia meridional de Sweida. Esto es interesante porque Sweida es una población mayoritariamente drusa, y su gente adoptó una posición de neutralidad cuando comenzó la revolución. No se unieron a la revolución, pero tampoco apoyaron al régimen. Sin embargo, las condiciones de vida se deterioraron mucho en los últimos años a medida que la economía se derrumbaba y esto hizo que la gente saliera a las calles a protestar. Y ahora están pidiendo claramente la caída del régimen y se identifican con otras áreas de Siria que luchan por la libertad -oímos cánticos en solidaridad con Idlib y viceversa- y ha habido muchos asaltos a las oficinas del gobernante Partido Baath y a puestos del régimen. Como son un grupo minoritario, el régimen no respondió con la violencia masiva y las detenciones que vimos en otras zonas de mayoría sunita –por las razones que mencionamos antes–, que el régimen quiere presentarse como un “defensor de las minorías”, por lo que las protestas han continuado hasta hoy.

También en el norte de Siria en los últimos meses ha habido un levantamiento contra Hayat Tahrir Al Sham, que formalmente era Jabhat Al Nusra. Se trata de una milicia islamista autoritaria que tiene mucho poder y gobierna partes del noroeste del país. Está muy claro que los sirios rechazan todas las formas de autoritarismo, ya sea del régimen o de cualquier otro grupo. La lucha sigue siendo por la libertad y la democracia.

Durante muchos años ha escrito sobre la revolución siria, que cada vez parecía más desesperanzada.

Me sentí descorazonada cuando leí su libro porque parece que no se puede hacer nada y, además, los sirios no tienen tanto apoyo en la arena internacional como, por ejemplo, Palestina o Ucrania. ¿Cómo ha logrado sobrevivir todos estos años sin desesperarse? Creo que los ucranianos necesitamos este tipo de ideas.

Los últimos años han sido muy traumáticos para los sirios. Nuestro país ha sido destruido y nuestros seres queridos han sido detenidos, asesinados o desplazados. Los que están en el exilio se enfrentan a la hostilidad, la violencia e incluso a la amenaza de ser devueltos a la fuerza a Siria. Y ahora el mundo se está normalizando con el tirano que creó nuestra miseria. A veces es difícil tener la fuerza para seguir luchando, pero ¿qué podemos hacer? La situación continúa y nosotros también debemos hacerlo.

Los sirios en el terreno no han abandonado su lucha. Por eso, los que estamos fuera debemos seguir apoyándolos, para generar conciencia sobre lo que está sucediendo en Siria. Tenemos el lujo de la distancia y el espacio para respirar. Y lo más importante, podemos organizarnos, para construir conexiones con personas que luchan en otros lugares, como estamos tratando de hacer con esta conversación.

Durante la última década y media, he establecido conexiones con personas de todo el mundo. Muchas de las cuales se sienten excluidas del discurso dominante de la izquierda por muchas de las razones de las que hemos hablado. Esto me da mucha energía para conectarme con otros, para trabajar en comunidad con personas que piensan como yo, para intentar construir una nueva visión del internacionalismo, entre los que están en las periferias, una visión que se centre en las personas, no en los Estados, y que esté en contra de todos los autoritarismos y todos los imperialismos. Ojalá que en el futuro podamos construir juntos un nuevo movimiento.

Traducido del ingles por Santiago Arcos-Halyburton

Publicado en commons.com.ua.

Leila Al-Shami es una autora y activista sirio-británica. Trabajó en el campo de la protección de los derechos humanos en Siria, participa en movimientos de solidaridad internacional y es coautora del libro «Burning Country: Syrians in Revolution and War» junto con Robin Yassin-Kassab. También se hizo conocida por sus críticas al «antiimperialismo idiota» de la izquierda occidental.

Maria Shinkarenko: politóloga, investigadora asociada en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena.