Do you remember revolution?

por Lucio Castellano, Arrigo Cavallina, Giustino Cortiana, Mario Dalmaviva, Luciano Ferrari Bravo. Chicco Funaro, Antonio Negri, Paolo Pozzi, Franco Tommei. Emilio Vesce, Paolo Virno.

[Propuesta de lectura histórico-política para el movimiento de los años Setenta: Estas páginas, escritas por 11 detenidos del 7 de abril en Rebibbia, no son un documento para la defensa. Son un trazado de identidad y una propuesta de interpretación de lo que era la Autonomía en la realidad política y social de la Italia de los años 70’s. Es necesario iniciar una discusión, que nosotros ya hemos iniciado.

De ahora en adelante nos gustaría decir dos cosas. La primera es que este escrito es un acto de lealtad; los acusados ​​del 7 de abril no se presentan como víctimas y mucho menos como arrepentidos, aunque se pregunten por una derrota; a pesar de saber que esto no les granjeará la benevolencia de una opinión que hoy rechaza toda memoria (de ahí el título irónico y autocrítico que eligieron). La segunda es que todo lo relacionado con este documento suyo, nos parece, se puede discutir, e incluso radicalmente, pero con honestidad, reubicando las palabras y su significado en el contexto de los años a los que se refieren («violencia «Será la prueba del buen teórico). Después de eso, también puedes estar en desacuerdo con todo. El manifiesto está abierto a cualquier aportación que tenga este espíritu. (rr)]1

 

Mirando hacia atrás, reexaminando una vez más los años setenta con memoria y razón, estamos seguros de al menos una cosa: que la historia del movimiento revolucionario, de la oposición extraparlamentaria primero y de la autonomía después, no ha sido distorsionada por los marginados o los excéntricos, crónica de alucinaciones sectarias, sucesos de catacumbas o furia del ghetto. Creemos realista afirmar, por otra parte, que esta historia ¾parte de la cual se ha convertido en un «asunto procesal» está indisolublemente entrelazada con la historia general del país, con los pasajes y cesuras cruciales que la marcaron.

Manteniendo firme este punto de vista (de por sí banal, pero, en estos tiempos, temerario e incluso provocador), planteamos un bloque de hipótesis histórico-políticas sobre la última década, que van más allá de las preocupaciones de la defensa judicial inmediata. Las consideraciones que siguen, a menudo en forma de simple exposición de problemas, no están dirigidas a los jueces, que hasta ahora sólo se han interesado por la mercancía de los «arrepentidos», sino a todos aquellos que han luchado en los últimos años: a los camaradas del 68, a los del 77, a los intelectuales que «disienten» (¿es eso lo que dicen ahora?) juzgando racional la revuelta. Para que ellos a su vez intervengan, rompiendo el círculo vicioso de represión y nuevo conformismo.

Creemos que ha llegado el momento de volver a afrontar la verdad histórica de los años setenta. Contra el arrepentido, la verdad. Después y contra los arrepentidos, un juicio político. Una asunción global de responsabilidad es hoy posible y necesaria: es uno de los pasos funcionales hacia la plena afirmación del «post-terrorismo» como dimensión específica de la confrontación entre nuevos movimientos e instituciones.

Es obvio que no tenemos nada que ver con el terrorismo; que hemos sido «subversivos» lo es igualmente. Nuestro juicio se desarrolla entre estas dos «cosas obvias». Nada se da por sentado, el deseo de los jueces de uniformar la subversión y el terrorismo es conocido, es intenso: llevaremos la batalla defensiva con los medios técnico-políticos adecuados. Pero la reconstrucción histórica de los años 1970 no puede desarrollarse cómodamente sólo en la sala del Foro Itálico: debe abrirse un debate franco y amplio, en paralelo al juicio, entre los sujetos reales que fueron protagonistas de la «gran transformación». Éste es, entre otras cosas o sobre todo, un requisito indispensable para hablar en términos adecuados de las tensiones que impregnan nuestros años 80.

1– La característica específica del 68 italiano es la mezcla entre fenómenos sociales innovadores y disruptivos ¾en muchos sentidos típicos de la industrialización madura¾ y el paradigma clásico de la revolución política comunista.

La crítica radical del trabajo asalariado fue la fuerza impulsora central detrás de las luchas de masas, la matriz de un antagonismo fuerte y duradero, el contenido material de toda la esperanza futura que el movimiento representa. Esto dio sustancia al desafío masivo dirigido contra roles y jerarquías; hacia lucha por la igualdad salarial, por los ingresos separado de la productividad; al ataque sobre la organización del conocimiento social; a las exigencias cualitativas por cambios en la estructura de vida cotidiana ¾en una palabra, al esfuerzo general por lograr objetivos concretos, formas de libertad.

En otros países del Occidente capitalista (Alemania, EE.UU.), estas mismas fuerzas transformadoras se habían desarrollado como un cambio molecular en las relaciones sociales, sin plantear directa e inmediatamente el problema del poder político, de una gestión alternativa del Estado.

En Francia e Italia, debido a las rigideces institucionales y a la forma muy simplificada de regular los conflictos, el tema del poder, de su «toma», se vuelve inmediatamente preeminente.

En Italia, especialmente, a pesar de que en muchos aspectos el año 1968 marcó una aguda discontinuidad con la tradición «laborista» y estatista del movimiento obrero histórico, el modelo político comunista fue injertado de manera vital en el cuerpo de los nuevos movimientos. La extrema polarización del conflicto de clases y la pobreza de un tejido de mediación política (por un lado, las comisiones internas, por otro, antes del nacimiento de las autoridades locales, un Estado de Bienestar aún hipercentralista) favorecen un entrelazamiento efectivo entre las peticiones de mayores ingresos y mayor libertad y el objetivo leninista de » destruir la máquina estatal».

2– Entre el 68 y principios de los 70, el problema de encontrar una salida política y un resultado para las luchas estuvo en la agenda de toda la izquierda, tanto la «vieja» como la «nueva».

Tanto el PCI como los sindicatos, así como los grupos extraparlamentarios, aspiraban a un cambio drástico en el equilibrio del poder, que completaría y estabilizaría el cambio en las relaciones de fuerza que ya se había producido en las fábricas, en la industria y en el mercado del trabajo. Hubo una larga y atormentada batalla por la hegemonía dentro de la izquierda en relación a la naturaleza y la calidad de esta solución política (comúnmente considerada necesaria y decisiva).

Los grupos revolucionarios, mayoritarios en escuelas y universidades, pero arraigados también en las fábricas y en los servicios, tenían muy claro que el reciente impulso de transformación había coincidido con una deslumbrante ruptura del anterior marco de legalidad, y pensaba insistir en ese camino, impidiendo una recuperación institucional de los márgenes de mando y de beneficio. La extensión de las luchas al interior de todo el territorio metropolitano y la construcción de formas de contrapoder eran consideradas necesarias para contrarrestar el chantaje de la crisis económica. PCI y sindicato, en cambio, veían en el desmoronamiento de la centro-izquierda y en las “reformas de estructura” el resultado moral del 68. Un nuevo “marco de compatibilidades” y una red de mediación institucional más compleja y articulada hubieran debido garantizar una especie de protagonismo obrero en el relanzamiento del desarrollo económico.

Si la polémica más áspera se ha planteado entre organizaciones extraparlamentarias e izquierda histórica, no es menos cierto que la lucha ideal para cualificar el resultado del movimiento ha atravesado, también, horizontalmente estas dos formaciones. Basta con recordar aquí, a título de ejemplo, la crítica formulada por Amendola a la Federación Unitaria de Metalúrgicos (F.L.M.) de Turín, y, en general, al “sindicato del movimiento». O bien las diversas interpelaciones que daban los componentes del sindicato unitario del naciente fenómeno de los «consejos de zona». Del mismo modo, en la otra vertiente, basta con citar la diferencia entre el filón “obrerista” y el marxista-leninista. Así y todo, la división de las orientaciones se producía, como ya se ha dicho, en torno a un único, esencial problema: la traducción en términos de poder político de la conmoción que se produjo en las relaciones sociales a partir del 68.

3– Al principio de los años 70, los grupos extraparlamentarios plantearon el problema del empleo de la fuerza, de la violencia, en absoluta coherencia con la tradición comunista revolucionaria: o sea, considerándola uno de los instrumentos necesarios para incidir en el terreno del poder.

No hay ahí fetichismo alguno de la violencia como medio, sino por el contrario su estrecha subordinación al avance del enfrentamiento de masas; y al mismo tiempo, aceptación plena de su pertinencia. Respecto al tejido mismo de la conflictividad social, la cuestión del poder político ofrecía una indudable discontinuidad, un carácter no lineal, especifico. Después de Avola, de Corso Traiano, de Battipaglia, “el monopolio estatal de la fuerza” aparecía un obstáculo ineludible con el que confrontarse sistemáticamente.

Desde un punto de vista programático, entonces, la ruptura violenta de la legalidad se concibe en términos ofensivos, como manifestación de un contrapoder: consignas como “tomarse la ciudad” o “insurrección” sintetizaban esta perspectiva, considerada inevitable, pero no inmediata.

Desde un punto de vista concreto, en cambio, la organización sobre el plano de la ilegalidad es una cosa muy modesta, con una finalidad exclusivamente defensiva y contingente: defensa del piquete, de las ocupaciones de casas, de la manifestación, medidas de prevención y de seguridad ante un eventual ataque de la derecha (que, desde el atentado de Piazza Fontana, no se podía excluir).

En definitiva: una teoría de ataque, de ruptura, correspondiente a la fusión de un nuevo sujeto político, el del 68, con la cultura comunista, y por otra parte realizaciones prácticas minimalistas. Sin embargo, es claro que, tras el “bienio rojo” 68-69, para miles y miles de militantes, incluidos los cuadros de base del sindicato, fuese absolutamente un hecho de sentido común el organizarse en el terreno de la “ilegalidad”, así como debatir públicamente tiempo y modo del choque con las estructuras represivas del Estado.

4– En aquellos años, el rol de las primeras organizaciones clandestinas (GAP [Grupos de Acción Partisana-Ejército Popular de Liberación], BR [Brigadas Rojas]) es absolutamente marginal y ajeno a la temática del movimiento.

La clandestinidad, la evocación obsesiva de la tradición partisana, la referencia al obrero profesional, no tienen nada que ver con la organización de la violencia por parte de las vanguardias de clase y de los grupos revolucionarios.

El GAP, remitiéndose al antifascismo de la resistencia y a la tradición comunista de la “doble vía” de los años 50’s, propugnaba la adopción de medidas preventivas ante un golpe que se daba por inminente. Las BR formadas por la confluencia de los marxistas-leninistas de Trento, con los ex PCI de las bases milanesas y de los ex FGCI [Federazione Giovanile Comunista Italiana] de la Reggio Emilia  buscaron, durante toda la primera fase, simpatía y contacto en la base comunista, no en el movimiento revolucionario. Antifascismo y “lucha armada por las reformas” caracterizaban su accionar.

Paradojalmente, la propia aceptación de una perspectiva de lucha, incluso, ilegal y violenta por parte de la vanguardia comunista del movimiento, volvía absoluta e insuperable la distancia respecto a la clandestinidad y a la “lucha armada” como opción estratégica. Los esporádicos contactos que hubo entre “grupos” y las primeras organizaciones armadas, no solo no atenuaron, sino que, muy por el contrario, acentuaron, exponencialmente, lo irreconciliable de la cultura y línea política de ambos bandos.

5– En el ’73-’74, el trasfondo político global en el que durante años había crecido el movimiento estalla. En un breve arco de tiempo se producen múltiples rupturas de las continuidades existentes, mutando perspectivas y comportamientos, se alteran las propias condiciones del conflicto social. Este brusco viraje se explica en base a numerosas causas concomitantes e interdependientes. La primera está constituida por el juicio del PCI sobre el cierre de espacios a nivel internacional, con la consiguiente urgencia de encontrar una “salida política” inmediata en base a las condiciones existentes.

Ello conlleva una fractura, destinada a ampliarse, en el interior de ese medio político-social compuesto, pero hasta entonces sustancialmente unitario, que había buscado, tras el 68, un aterrizaje en el terreno del poder que reflejase la radicalidad de las luchas y de sus contenidos transformadores. Una parte de la izquierda (PCI y sindicatos confederados) empieza a aproximarse al terreno gubernamental, en contra de amplios sectores del movimiento.

La oposición extraparlamentaria se ve obligada a volver a definirse sobre el “compromiso” perseguido por el PCI. Y esta redefinición significa crisis, y progresiva pérdida de identidad. En efecto, la lucha por la hegemonía en la izquierda, que en cierta medida había justificado la existencia de los “grupos”, parece ahora resolverse mediante una decisión unilateral, que rompe, separa las perspectivas, pone fin a la dialéctica.

De ahora en adelante el tema de la “salida política”, de la gestión alternativa del Estado, se identifica con la moderación de la política del PCI. Las organizaciones extraparlamentarias, aún decididas a moverse en ese territorio, sólo pueden tratar de perseguir y condicionar la trayectoria del “compromiso”, constituyendo su “versión extremista” (recuérdese la presentación de listas “revolucionarias” a las elecciones administrativas de 1975, y a las legislativas de 1976). Otros grupos, en cambio, comprueban los límites de su experiencia, y antes o después caminan hacia su disolución.

6.- En segundo lugar, con los contratos del 72-73, la figura central de las luchas en las fábricas, el obrero de la cadena de montaje, el obrero-masa, pierde su papel ofensivo y unificado. Comienza la restructuración de la gran empresa.

El uso de indemnizaciones por despido y la primera renovación parcial de las tecnologías cambiaron fundamentalmente la estructura de producción, mitigando la intensidad de las formas de lucha anteriores, incluidas las huelgas. Los “grupos hegemónicos” y su poder sobre la organización del trabajo se ven desplazados por la reestructuración de la maquinaria y de la jornada laboral. La representatividad de los consejos de fábrica, y por tanto, la dialéctica entre “derecha” e “izquierda” que existía en su interior, se encoge rápidamente.

El poder del obrero de línea no se debilita por la presión de un “ejército industrial de reserva” tan tradicional como fantasmático, o sea, por la competencia de los parados. El punto es que la reconversión industrial privilegia inversiones en sectores ajenos a la producción de masa, convirtiendo así en centrales, de relativamente marginales, a otros segmentos de fuerza trabajo (mujeres, jóvenes, y diplomados), con menor historia organizativa a sus espaldas. Ahora el terreno de enfrentamiento concierne siempre más a los equilibrios globales del mercado de trabajo, el gasto público, la reproducción del proletariado y la juventud, la distribución de cuotas de renta independientes de la prestación laboral.

7– En tercer lugar, se produce un cambio interior en la subjetividad del movimiento, de su “cultura”, de su horizonte proyectual. En resumen: se consuma una ruptura con la tradición interna del movimiento obrero, con la idea de la “toma del poder”, con el objetivo canónico de la “dictadura del proletariado”, con los últimos destellos del “socialismo real”, con toda vocación de gestión.

Lo que ya chirriaba en el matrimonio sesentayochista entre contenidos innovadores del movimiento y modelo de la revolución política comunista, se convierte ahora en abismo total. El poder es visto como una realidad ajena y hostil, de la que hay que defenderse, pero a la que no se puede conquistar o derribar, sino sólo reducir, mantener alejada. El punto crucial está en la afirmación de sí mismo como sociedad alternativa, como riqueza de comunicación, de libre capacidad productiva, de formas de vida. Conquistar y gestionar “espacios” propios: ésta es la práctica dominante de los sujetos sociales para los que el trabajo asalariado ha dejado de ser punto y simple “episodio”, contingencia, disvalor.

El movimiento feminista, con su práctica de comunidad, y su separación del resto de la sociedad, con su crítica de la política y de los poderes, con su áspera desconfianza hacia toda representación institucional y “general” de necesidades y deseos, con su amor por la diferencia, es emblemático de la nueva fase. En él se inspirará más o menos explícitamente la trayectoria del proletariado juvenil a mediados de los años 70.

El propio referéndum sobre el divorcio es un indicio de gran significado de la tendencia a la “autonomía de lo social”. Imposible seguir hablando del “álbum de familia”, ni siquiera de una familia mal avenida. La nueva subjetividad de masa es ajena al movimiento obrero: lenguajes y objetivos han dejado de comunicarse. La propia categoría de “extremismo” no explica ya nada, todo lo contrario, confunde y enturbia. Se puede ser “extremista” sólo en relación con algo semejante: pero es precisamente esa “semejanza” la que va desapareciendo rápidamente. Quien busca continuidad, quien aprecia el “álbum”, sólo puede dirigirse al universo separado de las “organizaciones combatientes” marxistas-leninistas.

8.- Los tres aspectos del giro que se dio entre 1973 y 1975, pero en particular el último, concurren en el nacimiento de la “Autonomía Obrera”.

La Autonomía se forma contra el proyecto del “Compromiso”, en respuesta al fracaso de los grupos, más allá del obrerismo, mediante una interacción conflictual permanente con la reestructuración productiva. Pero sobre todo expresa la nueva subjetividad, la riqueza de sus diferencias, su distanciamiento de la política formal y de los mecanismos de representación. No ya “salida política”, sino potencia articulada y concreta de lo social.

En ese sentido, el localismo es una característica definitoria de la experiencia autónoma. La profunda distancia de la perspectiva de una posible gestión alternativa del Estado, excluye una centralización del movimiento. Cada corriente regional de la Autonomía reproduce las particularidades concretas de la composición de clase, sin sentir esto como una limitación, sino más bien como una razón de ser. Es literalmente imposible, por tanto, trazar una historia unitaria de la Autonomía romana o milanesa, la del veneto o la meridional.

9– De 1974 a 1976 se intensifica y difunde la práctica de la ilegalidad y de la violencia. Pero esta dimensión del antagonismo, desconocida en el período precedente, carece de toda finalidad global antiestatal, no prefigura ninguna “ruptura revolucionaria”. Éste es el aspecto esencial. En las metrópolis la violencia aumenta, en función de una satisfacción inmediata de necesidades, de la conquista de “espacios” que gestionar con total independencia, y como respuesta a las reducciones de los gastos públicos.

En 1974 la “autorreducción” de las tarifas del trasporte, organizada en Turín por el sindicato, vuelve a lanzar de modo clamoroso la “ilegalidad de masas” ya experimentada antes, sobre todo en el campo de los alquileres. Casi en todas partes, y en relación con todo el abanico de los gastos sociales, se pone en práctica esta particular forma de garantía de la renta. Si el sindicato había considerado la autorreducción como un gesto simbólico, el movimiento la convierte en un camino material generalizado.

Pero más aún que la autorreducción, es la ocupación de casas en San Basilio, en octubre de 1974, lo que señala un punto de inflexión, al presentar un alto grado de “militarización” espontánea, de defensa de masas en respuesta a la sanguinaria agresión policial. La otra etapa decisiva para el movimiento es la de las grandes manifestaciones de la primavera de 1975 en Milán, tras el asesinato de Varalli y Zibecchi a manos de fascistas y carabineros. Los durísimos enfrentamientos en la calle son el punto de partida de una secuencia de luchas que atacan las medidas económicas de la austeridad, la que ya se empieza a llamar “política de los sacrificios”. A lo largo de todo el 75 y 76 se conforma el tránsito -en muchos aspectos “clásico” en la historia del welfare- de la autorreducción a un comportamiento de apropiación: de un comportamiento defensivo en relación con los continuos aumentos de los precios, a una práctica ofensiva de satisfacción colectiva de las necesidades, tendente a subvertir los mecanismos de la crisis.

La apropiación -cuyo máximo ejemplo a nivel internacional fue la noche del black-out neoyorkino- alcanza todos los aspectos de la existencia metropolitana: es “gasto político”, ocupación de locales para actividades asociativas libres, es el “tranquilo hábito” del proletariado juvenil de no pagar la entrada en el cine o en los conciertos, es el rechazo de las horas extraordinarias, y la dilatación de las pausas en la fábrica. Pero es sobre todo apropiación del “tiempo de vida”, la liberación del mando de la fábrica, la búsqueda de comunidad.

10- A mediados de los 70 se perfilan dos tendencias distintas en la reproducción ampliada de la violencia. Esquematizando, con una satisfactoria aproximación, se pueden distinguir dos génesis diferentes del impulso hacia la militarización del movimiento. La primera es la resistencia a ultranza frente a la restructuración productiva en las grandes y medianas empresas

10– A mediados de los 70 se perfilan dos tendencias distintas en la reproducción ampliada de la violencia. Esquematizando con una satisfactoria aproximación, se pueden distinguir dos génesis diferentes del impulso hacia la militarización del movimiento. La primera es la resistencia a ultranza frente a la restructuración productiva en las grandes y medianas empresas.

Sus protagonistas son muchos cuadros obreros formados políticamente entre el 68 y el 73, decididos a defender a toda costa las bases materiales de su fuerza contractual. La reconstrucción es vivida como catástrofe política. Sobre todo los militantes de fábrica que se habían comprometido más a fondo con la experiencia de los consejos, tienden a identificar restructuración con derrota, encontrando confirmación a su postura en las repetidas concesiones sindicales en el tema de las condiciones de trabajo. La sustancia de su postura estaba en dejar la fábrica como era, para preservar así una relación de fuerza favorable. Entre este núcleo de problemas, y entre las filas de este personal político-sindical, las Brigadas Rojas, del 74 al 75 y en adelante, despiertan simpatías y alcanzan cierto nivel de implantación

11– La otra corriente ilegal -en muchos aspectos diametralmente opuesta a la primera- está formada por los sujetos sociales que son el resultado de la restructuración, de la descentralización productiva, de la movilidad. La violencia se genera aquí por la ausencia de garantías, por las formas fragmentadas y precarias de conseguir la renta salarial, por el choque inmediato con la dimensión social, territorial, global del mando capitalista.

La figura proletaria que emerge de la restructuración choca violentamente con la organización urbana, con la administración de los flujos de beneficios, y se bate por el autogobierno de la jornada laboral. Este segundo tipo de ilegalidad, que a grosso modo puede conectarse con la experiencia autónoma, no posee nunca el carácter de un proyecto orgánico, y se distingue por la total coincidencia entre la forma de lucha y la consecución del objetivo. Esto conlleva a la ausencia de “estructuras” o “funciones” separadas, específicas, predispuestas al empleo de la fuerza.

A menos que se quiera aceptar el “pasolinismo” como categoría suprema de comprensión sociológica, resulta inevitable resaltar que la violencia difusa del movimiento de aquellos años era un instrumento necesario de autoidentificación y de afirmación de un nuevo y poderoso sujeto productivo, nacido del declinar de la centralidad de la fábrica, y sometido a las fuertes presiones de la crisis económica.

12– El movimiento del 77 expresa, en sus connotaciones esenciales, una nueva composición de clase, y no fenómenos de marginación.

La “segunda sociedad” es, o va camino de serlo, la “primera” en cuanto a capacidad productiva, inteligencia técnico-científica, riqueza de cooperación. Los nuevos sujetos de las luchas reflejan, o anticipan, la identificación creciente entre proceso de trabajo material y actividad comunicativa, en breve, la realidad de la fábrica informatizada y del terciario avanzado. El movimiento es fuerza productiva rica, independiente, conflictual. La crítica del trabajo asalariado muestra ahora una vertiente positiva, creativa, bajo la forma del “autoempleo”, y de gestión parcial desde la base de los mecanismos del welfare. La “segunda sociedad”, que ocupa el escenario en 1977, es “asimétrica” en relación con el poder estatal: no busca oposición frontal, sino elusión, es decir, en concreto, busca espacios de libertad y de renta donde consolidarse y crecer. Esta “asimetría” era un dato inestimable, que testimoniaba la consistencia del proceso social en marcha. Pero necesitaba tiempo. Tiempo y mediación. Tiempo y negociación.

13– En cambio, la operación restauradora del Compromiso histórico niega al movimiento tiempo y espacios, al volver a proponer un antagonismo simétrico en relación con el Estado.

El movimiento se ve sometido a un espantoso proceso de aceleración, que bloquea su potencial articulación, y lo deja sin márgenes de mediación. Contrariamente a lo que ocurre en otros países europeos, y en especial en Alemania, donde la operación represiva se acompaña de formas de negociación con los movimientos, y no incide en su reproducción, el compromiso histórico procede con un largo mazo, negando legitimidad a todo lo que escapa y se opone a la nueva reglamentación corporativa del conflicto. La intención represiva posee en Italia tal generalidad, que se resuelve directamente contra los impulsos sociales espontáneos.

Sucede entonces que la adopción sistemática de medidas político-militares por parte del Gobierno reintroduce de modo “exógeno” la necesidad de la lucha política general, a menudo como pura y simple “lucha por la supervivencia”, mientras que margina y condena al ghetto a las prácticas emancipadoras del movimiento, así como a su densa positividad en el terreno de la calidad de vida y de la satisfacción directa de las necesidades.

14– – La Autonomía organizada se encuentra atenazada entre el ghetto y el enfrentamiento inmediato con el Estado. Su “esquizofrenia” y después su derrota nacen de su intento de escapar a esta tenaza, manteniendo una relación entre riqueza y articulación social del movimiento, por una parte, y las necesidades propias del enfrentamiento antiestatal por otra.

Esta tentativa resulta, al cabo de pocos meses, del todo imposible y fracasa en ambos frentes. La “aceleración” sin precedentes del 77 lleva a la Autonomía organizada a perder lentamente los contactos con estos sujetos que, sustrayéndose de la lucha política tradicional, recorren senderos diversificados ¾unas veces individuales, otras incluso de cogestión ¾ para trabajar menos, vivir mejor, producir libremente. Por otra parte, la propia “aceleración” lleva a la Autonomía a cortar todo contacto con aquellas pulsiones militaristas que estaban presentes en el movimiento, y en la propia Autonomía, y que se convierten, en poco tiempo, en tendencia separada hacia la formación de bandas armadas.

La tenaza, en lugar de abrirse, se cierra aún más. La forma organizativa de la Autonomía, su discurso político sobre el poder, su concepción de la política, son duramente cuestionadas tanto por el ghetto como por las formaciones “militaristas”.

Hay que añadir, sin embargo, que la autonomía también paga todas las debilidades de su propio modelo político-cultural, centrado en el crecimiento lineal del movimiento, en su continua expansión y radicalización. Es un modelo en el que lo viejo y lo nuevo se entrelazan: el «viejo» extremismo anti institucional y las nuevas necesidades emancipadoras. La separación y la «otredad» que distinguen a los nuevos sujetos y sus luchas son a menudo interpretadas por la autonomía como una negación de cualquier mediación política, más que como un apoyo a ella. El antagonismo inmediato contrasta con cada interlocución, con cada «negociación», con cada «uso» de las instituciones.

15– Al finalizar el 77 y a lo largo de todo el 78 se multiplican las formaciones organizadas que operan en un terreno específicamente militar, mientras se acentúa la crisis en la Autonomía organizada.

Para muchos la ecuación: “lucha política = lucha armada”, aparece como la última respuesta realista al cepo que el Compromiso histórico ha cerrado en torno al movimiento. En una primera fase ¾según un esquema repetido innumerables veces ¾ grupos de militantes al interno del movimiento realizan el así llamado “salto” de la violencia endémica a la lucha armada, aun concibiendo esta elección y sus pesadas obligaciones, como “articulación” de las luchas, como creación de una especie de “estructura de servicios”. Pero una forma de organización destinada específicamente a la acción armada se revela estructuralmente inadecuada a las prácticas del movimiento, y no puede dejar de separarse de él en un tiempo más o menos breve.

Ocurre entonces que las numerosas siglas de “organizaciones combatientes” nacidas entre el 77 y 78, terminan por imitar el modelo, al principio combatido, de las Brigadas Rojas, o incluso por entrar en ellas. Los guerrilleros históricos, las BR, precisamente como detentadores de una “guerra contra el Estado” completamente aislada de la dinámica del movimiento, acaban por ampliarse de forma “parasitaria” a costa de las derrotas de la lucha de masas.

En particular en Roma, a finales del 77, las BR reclutan de forma masiva entre las filas de un movimiento en crisis. La Autonomía, a lo largo de ese año, había constatado sus propias graves limitaciones, oponiendo al militarismo de Estado una radicalización iterativa del enfrentamiento en la calle, que no le permitía consolidarse, sino más bien dispersaba la potencialidad del movimiento. El acentuarse de la represión y los errores cometidos por la Autonomía en Roma y en alguna que otra ciudad han allanado el camino a las B.R. Esta última organización, que había criticado violentamente las luchas del 77, se encuentra, paradójicamente, recogiendo sus frutos más visibles en términos de reforzamiento organizativo. La represión y los errores de la autonomía en Roma y en algunas otras ciudades allanaron el camino a las BR. Esta última organización, que había criticado duramente las luchas del 77, se encontró, paradojalmente, cosechando conspicuos frutos, en términos de fortalecimiento organizativo.

16– La derrota del movimiento de 1977 comienza con el secuestro y asesinato de Aldo Moro.

Las BR, de manera análoga, aunque trágicamente paródica de lo que había hecho la izquierda histórica a mediados de los años 70, persiguen una “salida política” propia, separada y a expensas del antagonismo social.

La “cultura” de las BR con sus tribunales, cárceles, prisioneros, procesos ¾ y su práctica de “fracción armada” en la autonomía de lo político, se empleaban tanto en contra de los nuevos sujetos del conflicto, como contra el aparato institucional.

Con la “operación Moro” la unidad del movimiento se quiebra de manera definitiva, y comienza una fase de crepúsculo y de deriva, caracterizada por la lucha frontal de la Autonomía contra el brigadismo, pero también por la regresión de la lucha política de amplios sectores proletarios y juveniles. . La «emergencia», que el Estado y el PCI enarbolan con bombos y platillos, golpea en la oscuridad y, de hecho, elige lo que ha surgido y es público y «subversivo» como cabeza de turco sobre la que ejercer su destructividad en primera instancia. La autonomía se ve así sometida a un ataque violentísimo que pretende, en primer lugar, crear tierra arrasada en las grandes fábricas del norte. Y así los “colectivos autónomos” de fábrica son en seguida acusados de probable filo terrorismo por parte del sindicato y del PCI, y convertidos en sospechosos, denunciados, fichados. Y cuando, precisamente en los días del secuestro de Moro, la Autonomía lanza la lucha contra el restablecimiento del sábado como día laboral en Alfa Romeo, la respuesta de la izquierda histórica es una respuesta “antiterrorista”, militar, demonizante. Comienza así el proceso de expulsión de la fábrica de la nueva generación de vanguardia de las luchas ¾proceso que culminará con el despido de 61 obreros de la FIAT en otoño de 1979.

17–Después de Moro, en el escenario desolado de una sociedad civil militarizada, Estado y BR se enfrentan con lógica especular.

Las BR recorren rápidamente esa parábola irreversible que conduce a la lucha armada a convertirse en “terrorismo” en su auténtico sentido: comienzan las campañas de aniquilamiento. Carabineros, jueces, magistrados, dirigentes de empresa, sindicalistas son asesinados ya únicamente por la “función” que ocupaban, como explicaron más adelante los “arrepentidos”. Los “peinados” policiales sistemáticos contra la Autonomía, en el 79, han eliminado el único tejido colectivo político del movimiento con capacidad de combatir con eficacia la lógica terrorista. Así, entre 1979 y 1981, las BR pueden por vez primera reclutar militantes no sólo entre las “organizaciones combatientes” menores, sino directamente entre jóvenes y adolescentes, apenas politizados, cuyo descontento y rabia carecen ya de toda mediación política y programática.

18– Los “arrepentidos”, como fenómeno de masa, son la otra cara el terrorismo, igualmente militarizada, igualmente horrible.

El “arrepentidismo” es la variante extrema del terrorismo, su pavloviano “reflejo condicionado”, el testimonio último de su total extrañeza y abstracción con respecto al tejido del movimiento. La incompatibilidad entre el nuevo sujeto social y la lucha armada se manifiesta de manera distorsionada y terrible en las confesiones pactadas de los arrepentidos.

El “arrepentidismo” es “lógica de aniquilamiento” judicial, venganza indiscriminada, celebración de la ausencia de memoria histórica, precisamente cuando, de manera perversa y manipulada, se pone en funcionamiento una “memoria individual”. Los “arrepentidos” mienten incluso cuando dicen la “verdad”, unificando lo que está dividido, eliminando las motivaciones y el contexto, evocando los efectos sin las causas, estableciendo presuntos nexos, interpretando la realidad con las lentes de los diversos “teoremas”.

El “arrepentidismo” es terrorismo introyectado en las instituciones. No hay post-terrorismo sin una superación paralela de la cultura del arrepentimiento.

19– La derrota seca y definitiva de las organizaciones políticas de movimiento, a finales de los 70, no ha coincidido ni de forma parcial con una derrota del nuevo sujeto político y productivo, que en el 77 había realizado su “ensayo general”.

Este sujeto político ha realizado una larga marcha en los lugares de trabajo, en la organización del saber social, en la “economía alternativa”, en las instancias locales, en el aparato administrativo. Se ha propagado a ras de tierra, rehuyendo el enfrentamiento político directo, maniobrando entre ghetto y negociación, entre separación y cogestión. Aunque comprimido y obligado a menudo a la pasividad, constituye, hoy más que ayer, el nudo no resuelto de la crisis italiana.

La reorganización de la jornada laboral, la presión sobre el gasto público, las cuestiones de la defensa del ambiente y la elección de tecnologías, la crisis del sistema de partidos y el problema de un nuevo pacto constitucional: detrás de todo esto, y no sólo en los pliegues del Informe Censis, vive intacta la densidad de un sujeto de masa con sus exigencias de salario, de libertad, de paz.

20– Tras el Compromiso histórico y después del terrorismo, otra vez se trata, exactamente como en 1977, de abrir espacios de mediación, que permitan a los movimientos expresarse y crecer.

Lucha y mediación política. Lucha y negociación con las instituciones. Esta perspectiva ¾aquí como en Alemania ¾ se hace posible y necesaria no por la timidez y el atraso del conflicto social sino, por el contrario, por la extrema madurez de sus contenidos.

Contra el militarismo estatal, y contra toda nueva propuesta de “lucha armada” (de la que no existe una versión “buena”, alternativa a la ideología de la Tercera Internacional de las BR, ya que resulta, como tal, inadecuada y hostil a los nuevos movimientos), es necesario retomar y desarrollar la línea del 77. Una potencia productiva, colectiva e individual, que se sitúa en contra y más allá del trabajo asalariado, y con la que el Estado debe medirse también en términos administrativos y econométricos, debe ser capaz de ser al mismo tiempo autónoma, antagonista y capaz de mediaciones.

Prision de Rebibbia, Rome

Traducción del italiano de Santiago Arcos-Halyburton

Notas

1.- Nota de los redactores de https://archivioautonomia.it/

«Los sirios celebran que en Ucrania se mate a generales rusos implicados en crímenes de guerra en Siria”

por Mariia Shynkarenko

Entrevista con Leila Al-Shami

 

Para la gran mayoría de los ucranianos, Siria antes de 2011 probablemente era solo otro país árabe, pero después de que comenzó la guerra, pasó a simbolizar el curso de acción que no queremos que se repita en Ucrania. ¿Qué distingue al régimen de Assad de regímenes similares en el norte de África?

A lo largo de su historia, la respuesta del régimen de Assad a cualquier tipo de disidencia ha sido siempre la represión violenta. En la década de 1970, hubo un movimiento contra el régimen de Hafez Al Assad (el padre del actual presidente). Lo que en un principio comenzó como un movimiento diverso, acabó concentrándose en la ciudad de Hama y liderado por los Hermanos Musulmanes. La respuesta del régimen fue enviar la fuerza aérea y destruir completamente la ciudad. Entre 20.000 y 40.000 civiles fueron asesinados y miles más desaparecieron en las cárceles del régimen.

Cuando estalló la revolución contra el régimen en 2011, muchos sirios eran optimistas y pensaban que Bashar Al Assad traería reformas. Llevaba una década en el poder y muchos creían que era fundamentalmente diferente de su padre; que era un modernizador más abierto. Cuando llegó al poder habló mucho de la necesidad de reformas, aunque se centró principalmente en reformas económicas más que políticas. Al final, respondió a las demandas del pueblo de la única manera que este régimen conoce: aterrorizándolos para que se sometieran.

Habiendo trabajado en el campo de los derechos humanos en Siria –con prisioneros políticos, durante la primera década de Bashar en el poder–, esperaba que la respuesta a la revolución que comenzó en 2011 fuera la represión. Aunque no esperaba la magnitud del horror que se desató, tampoco era optimista en cuanto a que Assad dimitiera rápidamente, como vimos hacer a los dictadores en Túnez y Egipto.

En Egipto, el régimen militar estaba en el poder, y su rostro era Mubarak. Así que les resultó fácil sacrificar a Mubarak y mantener a los militares en el poder. En Túnez fue similar y pudieron sacrificar a Ben Ali: hubo una transición a la democracia, pero la antigua clase dirigente estaba esperando para volver. En Siria es un poco diferente. En Siria, la cabeza del régimen es el régimen. El poder está muy concentrado en manos de la familia Assad. Además, el régimen jugó la carta sectaria –es de la secta minoritaria alauita–, por lo que logró mantener el apoyo de muchas minorías contra la oposición predominantemente sunita contra la que estaba dispuesto a llevar a cabo una violencia genocida. Además, el régimen contó con el apoyo de Rusia e Irán, que intervinieron para protegerlo.

¿El apoyo ruso jugó un papel importante para ayudar a Assad en el momento más difícil para él?

Tanto Rusia como Irán intervinieron para apoyar al régimen en momentos en que estaba cerca del colapso y parecía que la revolución podría triunfar. Irán ha brindado a Siria un apoyo financiero y económico masivo y ha enviado muchas milicias a luchar en Siria, lo que le dio al conflicto una dimensión sectaria, ya que las milicias chiítas apoyadas por Irán luchaban contra la mayoría sunita siria. E Irán intervino directamente en 2013, lo que permitió al régimen hacer avances significativos contra la oposición.

Rusia proporcionó aviones y bombas y brinda apoyo político al régimen en foros internacionales. Y Rusia intervino militarmente directamente en 2015 y ha bombardeado muchas partes del país.

Si Rusia e Irán no hubieran intervenido, Assad se habría visto obligado a abandonar el poder hace mucho tiempo. Es el apoyo extranjero y las bombas extranjeras lo que mantiene al régimen en el poder, en contra de los deseos de la gran mayoría de la población siria.

Cuando leí su libro Burning Country: Syrians in Revolution and War, no podía creer que una tragedia así pudiera ocurrir a semejante escala. Al ver los horrores que se desarrollan en Ucrania, las atrocidades que enfrentan los sirios se vuelven más tangibles para nosotros, por lo que realmente empatizo con el pueblo de Siria.

Sí, es devastador. Es aún más difícil porque este horror comenzó desde una posición de gran esperanza y fe en la revolución. La revolución tuvo tantos éxitos. Vimos, en todo el país, a la gente autoorganizarse para administrar sus asuntos diarios, creando Consejos Locales independientes y eligiendo a sus miembros: su primera experiencia de democracia en décadas. La gente dirigió escuelas, instalaciones de agua y saneamiento, hospitales. Crearon periódicos y estaciones de radio independientes. Se establecieron muchos centros de mujeres para alentar a las mujeres a desempeñar un papel activo en la revolución y la vida comunitaria. Nada de esto fue posible bajo el totalitarismo de Assad, donde se restringió toda la sociedad civil. Esta fue siempre la mayor amenaza para el régimen –porque demostraba que era posible una alternativa democrática– y por eso fue tan salvajemente reprimida.

¿Podrías hablarnos un poco sobre la política internacional del régimen sirio antes de 2011? ¿Cómo eran las relaciones con la URSS durante la Guerra Fría? ¿Cómo afectó esto al régimen?

Siria mantuvo una relación estrecha con la URSS durante la Guerra Fría, a pesar de que el régimen sirio reprimía brutalmente a los comunistas. La URSS patrocinó a Hafez Al Assad, mientras establecía relaciones para ampliar su esfera de influencia en oposición a las potencias occidentales. Proveyó armas, entrenamiento e inteligencia al ejército sirio. Muchos sirios viajaron a la URSS para estudiar durante este período.

La URSS utilizó este tipo de intercambio cultural como una táctica para adoctrinar a los ciudadanos de los países aliados con su ideología. Recientemente, hablé con activistas de África Occidental y compartieron historias similares sobre el apoyo de la URSS a los africanos para que estudiaran allí. Algunos de esta generación de africanos ahora apoyan las intervenciones de Putin en África, viéndola como un baluarte contra el imperialismo occidental/francés, por lo que esta táctica funcionó.

Cuando la Unión Soviética colapsó, Hafez Al Assad se apresuró a orientarse hacia los Estados del Golfo y comenzó a implementar reformas neoliberales para abrir el país a los inversores del Golfo. Pero las relaciones con Rusia se mantuvieron y cuando Putin llegó al poder quiso reactivar las relaciones con Oriente Medio, considerándolo una región útil en la lucha geopolítica de Rusia contra Occidente.

No creo que Rusia vea ninguna afinidad ideológica con el régimen sirio y no lo percibe como un socio importante. Creo que el apoyo de Rusia a Assad se ha utilizado como una forma de contrarrestar la influencia occidental y, en el caso de Siria, Rusia es ahora más influyente que las potencias occidentales.

También me preguntaba si Rusia aprovecha las oportunidades educativas que ofrece el Sur global para propagar sus ideas. Uno de mis médicos aquí en Viena es sirio y acepta pacientes ucranianos en particular porque habla ruso. Tuvimos una conversación política y me dijo que era de Siria, así que intercambiamos nuestras muestras de solidaridad. Pero lo primero que me resultó interesante fue que se fue a estudiar a Rusia, donde aprendió ruso. Y su país sufrió la intervención y los bombardeos rusos. Por lo tanto, me pregunto cómo ven los sirios a Rusia ahora.

La respuesta a esta pregunta depende de a qué sirios se le pregunte. Porque los sirios que están afiliados al régimen verán a Rusia como un aliado, aunque incluso dentro de ese grupo existe preocupación por la influencia externa ahora, ya sea de Rusia o de Irán.

Pero para el resto de nosotros, la mayoría, Rusia es una potencia imperialista. Ha intervenido para apoyar a una dictadura fascista para llevar a cabo un genocidio contra el pueblo sirio. El bombardeo aéreo ruso ha destruido grandes partes del país y ha apuntado específicamente a la infraestructura civil, como hospitales, en áreas controladas por la oposición. Rusia ha sido recompensada por su apoyo con lucrativos contratos de petróleo y gas. La empresa rusa Stroytransgaz, propiedad de un oligarca vinculado al Kremlin, ha recibido el 70 por ciento de todos los ingresos de la producción de fosfatos durante los próximos cincuenta años. Siria tiene una de las mayores reservas de fosfatos del mundo. Se han establecido bases militares rusas y ahora se «celebran» las fiestas nacionales rusas en Siria.

El apoyo que Rusia da al régimen no es sólo militar, sino también político. Por ejemplo, en el escenario internacional, Rusia desempeña en Siria el mismo papel que Estados Unidos desempeña en Israel. Todas las mociones que se presentan ante el Consejo de Seguridad o ante los organismos de la ONU son siempre vetadas por Rusia. Rusia otorga esa protección política para impedir cualquier medio de rendición de cuentas internacional o para avanzar con un acuerdo de paz que no se ajuste a los términos del régimen. Rusia ha sido muy activa en sus intentos de conseguir “acuerdos de paz”, pero en realidad no son acuerdos de paz. Están tratando de obligar a los sirios a capitular ante los términos del régimen.

Usted ha mencionado que hay diferentes sirios y personas con diferentes opiniones. Y hoy en día Siria se asocia en gran medida con el yihadismo y la lucha sectaria de todos contra todos. Pero la revolución siria comenzó como una protesta democrática masiva que en realidad unió a ciudadanos de diferentes orígenes étnicos y confesiones.

Entonces, ¿cuánto de la actual fragmentación y sectarismo de la lucha se debe a las políticas del régimen de “dividir y vencer”, a los yihadistas y a la incapacidad de la oposición democrática para realmente trascender los prejuicios y las mezquinas ambiciones de una solidaridad más amplia?

Para que quede claro la estructura del régimen: la familia Assad proviene de la secta alauita, que es una minoría en Siria. La mayoría de la población es musulmana sunita, pero también hay chiítas, cristianos, drusos y otros. Cuando comenzó el levantamiento, era un movimiento muy diverso. Incluía a hombres y mujeres de todos los estratos sociales, de todos los grupos religiosos y étnicos. Hubo muchos intentos de no caer en el sectarismo. En las protestas, la gente llamaba a la unidad entre todos los sirios, sostenía carteles y pancartas que hacían llamamientos a las comunidades minoritarias, etc.

Por supuesto, un movimiento democrático fuerte y no sectario era la mayor amenaza para el régimen de Assad porque podía ganar apoyo internacional. Así que el régimen de Assad tuvo que sectarizar e islamizar el conflicto. Y lo hizo muy deliberadamente, una ingeniería sectaria, por así decirlo. Por ejemplo, en 2011-2012, cuando el régimen estaba deteniendo a todos esos manifestantes pacíficos en favor de la democracia, liberó a muchos extremistas islámicos de la prisión. Y muchos de los liberados pasaron a encabezar algunas de las brigadas más radicales que existían. Por ejemplo, Hassan Aboud, uno de los fundadores de Ahrar al-Sham, fue liberado, y Zahran Alloush, el ex líder de Jaysh al-Islam, así como personas que se convirtieron en figuras importantes de Jabhat al-Nusra, que era la filial de Al-Qaeda, y también de ISIS.

La razón por la que el régimen hizo esto fue para enviar un mensaje tanto a una audiencia externa como a una interna. Externamente, quería decir: mira, esto es parte de la guerra contra el terrorismo, estamos luchando contra extremistas islámicos, puede que yo no te guste, pero estos tipos con barba son diez veces peores. En el plano interno, se enviaba un mensaje a los grupos minoritarios, a la comunidad alauita, a los grupos cristianos: se decía de nuevo que tal vez no les gustara, pero la alternativa es peor y que si estos extremistas islámicos llegan al poder, las minorías no estarán seguras.

Así que fue una táctica que funcionó tanto en el plano interno como en el internacional. El régimen también creó conflictos sectarios enviando bandas armadas de grupos alauitas conocidos como Shabiha a las comunidades sunitas para que llevaran a cabo masacres. La idea era provocar una respuesta y conseguir que las comunidades sunitas fueran a las comunidades alauitas y chiítas y también cometieran masacres. Y en ocasiones eso funcionó, hubo represalias.

Pero exactamente como usted dice, es una política de “dividir y gobernar”. Y lamentablemente, hoy en día hay muchos grupos minoritarios que no necesariamente apoyarían al régimen, pero se sienten más seguros estando del lado del régimen que del lado de la oposición. Y con el tiempo, especialmente debido a la intervención de Irán, el conflicto se ha vuelto cada vez más sectario.

¿Cómo afectó la militarización a la revolución? ¿Había alternativas?

En primer lugar, creo que es importante reconocer que la militarización era inevitable. El régimen utilizó la violencia masiva contra quienes se oponían a él y la gente tuvo que defenderse a sí misma y a sus comunidades. Se convirtió en una lucha por la supervivencia. Los métodos pacíficos de lucha son inadecuados cuando un régimen está dispuesto a utilizar tácticas de exterminio contra una población civil.

Pero la militarización trae consigo toda una serie de problemas. Margina a los activistas civiles, a quienes trabajan en sus comunidades, que son la columna vertebral de la revolución. Da poder a los señores de la guerra y a los grupos autoritarios y permite que las potencias extranjeras (que proporcionan armas) influyan en el movimiento, siempre de una manera que sirva a sus intereses, no a los intereses de los revolucionarios.

Siempre hubo una alternativa: brindar apoyo a la oposición democrática, a quienes estaban construyendo alternativas al régimen en sus comunidades, incluso bajo bombardeos salvajes. Si estas personas hubieran recibido la solidaridad que merecían, el aspecto militar no se habría vuelto tan dominante y la resistencia civil habría tenido más fuerza.

¿Cuál es el papel de la izquierda en la revolución siria? Sé que hay muchas voces destacadas, como Yassin al-Haj Saleh, Riyad al-Turk y Omar Aziz. ¿Qué puede decirnos de la izquierda?

En Siria no había una izquierda grande, independiente y organizada por dos razones. En primer lugar, el régimen de Assad reprimía a todos los izquierdistas independientes, que acababan en prisión o huían del país. El régimen luego cooptó a un gran sector de la izquierda tradicional, el Partido Comunista Sirio, que más tarde se unió al gobierno en el Frente Progresista Nacional. Se trata de una coalición de diferentes partidos, pero en general es sólo una imagen sin participación real en ella: todo está controlado por el Partido Baaz y el presidente. En segundo lugar, la estructura de la economía siria fue un factor en la ausencia de sindicatos y la formación de una cultura y una política de clase trabajadora, ya que la mayoría de los lugares de trabajo son pequeñas empresas familiares.

Así que realmente no había una base de izquierda fuerte, independiente y organizada desde la que empezar, aparte del partido de Riad Al-Turk, que se escindió del Partido Comunista Sirio, y algunos otros partidos más pequeños y kurdos que fueron perseguidos. Cuando se produjo la revolución, muchos jóvenes izquierdistas que formaban parte del Partido Comunista Sirio abandonaron el partido y se unieron a la revolución. Fueron muy francos al afirmar que sus supuestos camaradas de izquierda (tanto en Siria como a nivel internacional) traicionaron a los sirios y la lucha del pueblo. Hay una serie de grupos independientes más pequeños y luego individuos influyentes como el escritor e intelectual Yassin Al Haj Saleh y Omar Aziz, quien fue el ideólogo detrás de la idea de los Consejos Locales que se establecieron para autogobernar el territorio controlado por la oposición. Omar Aziz terminó siendo arrestado y murió en prisión, y Yassin Al Haj Saleh huyó del país y ahora vive en el exilio.

¿Cree usted que esta situación de la izquierda desorganizada en Siria podría ser la razón de la falta de solidaridad y apoyo a la revolución siria por parte de la izquierda estadounidense y europea?

Podría ser un factor, pero la ignorancia también lo es. Por ejemplo, hace unos años, sindicalistas e “izquierdistas” de todo el mundo viajaron en misión de solidaridad a Siria en apoyo del régimen. ¡Parecen ignorar por completo que los izquierdistas independientes están reprimidos y que los sindicatos independientes no existen!

La izquierda occidental en su conjunto no ha apoyado a los sirios en su lucha por la libertad. En parte, esto se debe al problema del “campismo” que se ha vuelto dominante en el pensamiento de izquierda. Estos llamados “antiimperialistas” creen que las únicas potencias imperialistas son Estados Unidos y Occidente, no ven que existen otros imperialismos, como Rusia e Irán. Por lo tanto, han apoyado al régimen, viéndolo, incorrectamente, como un baluarte contra el imperialismo occidental. No escucharon las voces sirias sobre el terreno y difundieron todo tipo de desinformación sobre lo que estaba sucediendo, negando incluso que el régimen llevara a cabo masacres químicas y absolviéndolo de toda responsabilidad.

Suena muy familiar en el contexto ucraniano.

Los partidarios de la revolución siria también suelen expresar su solidaridad con los palestinos y usted también firmó una carta en apoyo de Gaza. ¿Cuál es la relación entre los partidarios de una Siria democrática y los palestinos, especialmente teniendo en cuenta que una parte de la izquierda palestina participa en el campismo?

Desde el 7 de octubre, hemos visto muchos intentos de los sirios de acercarse a los palestinos y mostrar solidaridad. No sólo declaraciones, sino también en las habituales manifestaciones de los viernes contra el régimen, la gente lleva banderas palestinas y ha decorado las paredes con murales en apoyo a Palestina. En la ciudad de Idlib, han rebautizado una plaza central como Plaza de Gaza y la han decorado con la bandera palestina.

Los sirios sienten mucha afinidad con la gente de Palestina. Estamos conectados, históricamente, ya que la gente de Palestina, Siria, Jordania y Líbano estaban todos unidos en Bilad al Sham, nuestra cultura es muy similar. Además, la ocupación de Palestina es un tema central para los árabes y los musulmanes, debido a la magnitud de la injusticia allí y porque nuestros regímenes han utilizado la causa palestina como una forma de reforzar su apoyo entre sus propias poblaciones.

Los palestinos también se han solidarizado con los sirios desde el estallido de la revolución; lo vi yo misma, especialmente entre la gente de Gaza cuando estuve allí. Sin embargo, también hay muchos palestinos que han caído en la política campista. Muchas voces prominentes en Palestina, especialmente entre la gente de Occidente, han calumniado y desacreditado la revolución siria, apoyando esencialmente al régimen. En las protestas por Palestina que ahora tienen lugar en los campus universitarios de Estados Unidos, vemos a gente que sostiene la bandera de la milicia libanesa Hezbolá, apoyada por Irán, y la ven como parte de la resistencia a Israel. Hezbolá ha participado activamente en el genocidio contra los sirios: implementó asedios de hambre en comunidades de la oposición similares a lo que Israel está haciendo ahora en Gaza. Estos no son aliados para la liberación. Nuestra solidaridad debe basarse en principios comunes, no en qué estados participan en un conflicto. Debe basarse en las luchas de los pueblos por la libertad y la justicia social, de lo contrario no tiene sentido. Como decía la declaración a la que se refirió antes de los sirios revolucionarios en apoyo de Palestina: «la solidaridad mutua e interseccional es esencial, nuestras luchas son una, nuestra libertad depende de la libertad de cada uno de los otros».

¿Podrías contarnos algo más sobre el bando izquierdista árabe?

Tradicionalmente, en el mundo árabe hay tres corrientes políticas principales: el islamismo, el arabismo/nacionalismo y los izquierdistas. Muchos de los que crecieron y no se sintieron representados por el islamismo o el arabismo de los regímenes nacionalistas (como los grupos minoritarios en Siria) se hicieron izquierdistas. Hay una división similar a la que se observa en la izquierda global. La izquierda árabe tradicional cayó en una política campista similar, en la que el imperialismo estadounidense e Israel son el enemigo final. Muchos de ellos apoyaron la dictadura de Assad, viéndola como parte del «eje de la resistencia». Por supuesto, siempre hubo excepciones, aquellos que eran izquierdistas antiautoritarios, como los del Partido Comunista de Riad Al-Turk que mencionamos anteriormente y que lucharon por la democracia y las libertades civiles. Sin embargo, también hay una nueva generación que surgió de las revoluciones y tiene un análisis mucho más sofisticado que se corresponde con la realidad del mundo en el que vivimos, un mundo de imperialismos en competencia, que se opone a todos los opresores y apoya todas las luchas por la dignidad. Tengo muchas esperanzas en esta nueva generación, aunque hemos vivido una contrarrevolución violenta y actualmente estamos derrotados, desorganizados y traumatizados.

¿Cómo ha afectado la guerra ruso-ucraniana a Siria?

Ha habido mucha solidaridad y apoyo de los sirios hacia los ucranianos, y viceversa, ha sido hermoso de ver. Creo que nos identificamos mucho con las luchas de cada uno por varias razones. Ambos tenemos un enemigo común en el estado ruso, ambos hemos pasado por levantamientos populares antes de entrar en una situación de conflicto y ambos hemos tenido que lidiar con algunas de las políticas campistas de las que hemos estado hablando, donde nuestras luchas han sido desacreditadas y nuestros enemigos apoyados. Esto, y nuestro trauma colectivo, nos ha unido. Muchos sirios han viajado a Ucrania en misiones de solidaridad y, al comienzo del conflicto, se acercaron para dar consejos prácticos, como por ejemplo sobre cómo protegerse de los ataques de “doble toque”, que es una táctica favorita que usa Rusia para matar a tantos civiles como sea posible (después de un bombardeo, Rusia vuelve a bombardear la zona una vez que los equipos de rescate han llegado). Y he llegado a conocer a muchos ucranianos a través de su solidaridad con Siria. Los sirios celebran cuando ven a generales rusos, que estuvieron involucrados en crímenes de guerra en Siria, siendo asesinados en Ucrania; para nosotros es una pequeña muestra de justicia. Esperamos que algún día Ucrania se libere del imperialismo ruso, como esperamos que Siria también se libere.

Pero en un nivel más amplio, la guerra ruso-ucraniana no afectó tanto a Siria. Rusia tuvo que retirar algunas tropas de Siria para trasladarlas a Ucrania, pero no hizo mucha diferencia dado el momento en que se produjo, cuando la mayoría de las grandes batallas ya habían terminado.

Intentamos demostrar en el discurso global por qué es importante derrotar a Rusia, en particular porque Ucrania no es el primer país atacado por Rusia. Antes lo fueron Siria, Georgia y Chechenia. De modo que se podría delimitar un patrón de invasión. Así podríamos construir una solidaridad en torno al argumento antiimperialista de que defender y ayudar a Ucrania implica defender y ayudar a Siria y viceversa. ¿Cree que esto sucederá?

Definitivamente, tenemos que seguir avanzando en este tema. No sólo hoy, sino también a lo largo de la historia, Rusia no es una potencia imperialista. Los occidentales desconocen por completo el papel histórico de Rusia. Basta con mirar el mapa para saber que Rusia es un Estado creado a partir de una conquista colonial. Si no desafiamos la visión del mundo de la gente –en la que Occidente está en el centro de todo– no podremos responder a algunos de los desafíos que enfrentamos actualmente a nivel global.

Desde fuera parece que la revolución siria está perdida, pero en agosto del año pasado se produjo una nueva oleada de protestas en el sur de Siria. ¿Cómo valora la situación actual y las esperanzas de que finalmente se pueda derrocar a Assad?

En las zonas del país que no están bajo el control del régimen de Assad, como la provincia de Idlib y algunas partes del norte de Siria, las protestas semanales contra el régimen han continuado desde 2011 hasta hoy. Esto demuestra que la gente todavía no ha renunciado a los valores y las demandas de la revolución.

Desde agosto, ha habido un levantamiento en la provincia meridional de Sweida. Esto es interesante porque Sweida es una población mayoritariamente drusa, y su gente adoptó una posición de neutralidad cuando comenzó la revolución. No se unieron a la revolución, pero tampoco apoyaron al régimen. Sin embargo, las condiciones de vida se deterioraron mucho en los últimos años a medida que la economía se derrumbaba y esto hizo que la gente saliera a las calles a protestar. Y ahora están pidiendo claramente la caída del régimen y se identifican con otras áreas de Siria que luchan por la libertad -oímos cánticos en solidaridad con Idlib y viceversa- y ha habido muchos asaltos a las oficinas del gobernante Partido Baath y a puestos del régimen. Como son un grupo minoritario, el régimen no respondió con la violencia masiva y las detenciones que vimos en otras zonas de mayoría sunita –por las razones que mencionamos antes–, que el régimen quiere presentarse como un “defensor de las minorías”, por lo que las protestas han continuado hasta hoy.

También en el norte de Siria en los últimos meses ha habido un levantamiento contra Hayat Tahrir Al Sham, que formalmente era Jabhat Al Nusra. Se trata de una milicia islamista autoritaria que tiene mucho poder y gobierna partes del noroeste del país. Está muy claro que los sirios rechazan todas las formas de autoritarismo, ya sea del régimen o de cualquier otro grupo. La lucha sigue siendo por la libertad y la democracia.

Durante muchos años ha escrito sobre la revolución siria, que cada vez parecía más desesperanzada.

Me sentí descorazonada cuando leí su libro porque parece que no se puede hacer nada y, además, los sirios no tienen tanto apoyo en la arena internacional como, por ejemplo, Palestina o Ucrania. ¿Cómo ha logrado sobrevivir todos estos años sin desesperarse? Creo que los ucranianos necesitamos este tipo de ideas.

Los últimos años han sido muy traumáticos para los sirios. Nuestro país ha sido destruido y nuestros seres queridos han sido detenidos, asesinados o desplazados. Los que están en el exilio se enfrentan a la hostilidad, la violencia e incluso a la amenaza de ser devueltos a la fuerza a Siria. Y ahora el mundo se está normalizando con el tirano que creó nuestra miseria. A veces es difícil tener la fuerza para seguir luchando, pero ¿qué podemos hacer? La situación continúa y nosotros también debemos hacerlo.

Los sirios en el terreno no han abandonado su lucha. Por eso, los que estamos fuera debemos seguir apoyándolos, para generar conciencia sobre lo que está sucediendo en Siria. Tenemos el lujo de la distancia y el espacio para respirar. Y lo más importante, podemos organizarnos, para construir conexiones con personas que luchan en otros lugares, como estamos tratando de hacer con esta conversación.

Durante la última década y media, he establecido conexiones con personas de todo el mundo. Muchas de las cuales se sienten excluidas del discurso dominante de la izquierda por muchas de las razones de las que hemos hablado. Esto me da mucha energía para conectarme con otros, para trabajar en comunidad con personas que piensan como yo, para intentar construir una nueva visión del internacionalismo, entre los que están en las periferias, una visión que se centre en las personas, no en los Estados, y que esté en contra de todos los autoritarismos y todos los imperialismos. Ojalá que en el futuro podamos construir juntos un nuevo movimiento.

Traducido del ingles por Santiago Arcos-Halyburton

Publicado en commons.com.ua.

Leila Al-Shami es una autora y activista sirio-británica. Trabajó en el campo de la protección de los derechos humanos en Siria, participa en movimientos de solidaridad internacional y es coautora del libro «Burning Country: Syrians in Revolution and War» junto con Robin Yassin-Kassab. También se hizo conocida por sus críticas al «antiimperialismo idiota» de la izquierda occidental.

Maria Shinkarenko: politóloga, investigadora asociada en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena.

Instituciones sólidas, instituciones fluidas y más-allás

por Pablo Hupert

[1]

Buenas tardes a todes. Soy historiador, soy docente, escribo. Pero soy historiador no como los historiadores que dicen “esto ya pasó” o “esto se está repitiendo”, estoy más en la línea del que fue mi maestro, Ignacio Lewkowicz: La historia no piensa el pasado, la historia piensa los cambios. Y me fui abocando a los cambios en las instituciones y en el Estado.

Entonces la idea hoy es hablar un poco sobre las instituciones contemporáneas, y hablar también del Estado, mostrando cómo el Estado le va dando un marco a las instituciones, que hace que tengan que funcionar de diferente manera si el funcionamiento del Estado cambia.

Si vamos a uno de los fundadores de la sociología llamado Durkheim, encontramos que dice que las instituciones son algo “completamente instituido”, completamente establecido, que “se nos impone”. Hoy, en cambio, las instituciones son algo más maleable, que va cambiando, que trata de ir adaptándose a las situaciones. En ese marco general, de lo completamente instituido a lo más maleable, voy a ubicar toda mi charla y voy a contarles algunos ejemplos.

Pero empiezo por algo un poco más abstracto que es la forma del Estado para después pasar a la forma de las instituciones.

Siglos XIX-XX 1990-2001 Principios del siglo XXI
Estado-nación Estado técnico-administrativo Estado posnacional
“inconsciente” “ausente” “presente”
Suelo articulador Suelo fijador Desregulador Desarticulador Conectador Financiador
Solidez Fluidez 1 Fluidez 2
Institución “Galpón” o destitución Astitución

Tabla orientadora de tres momentos que también son tres lógicas de funcionamiento

 

Vamos a hablar de tres tipos de Estado: el Estado-nación, que se da en el siglo XX; lo que Ignacio Lewkowicz llamó Estado técnico-administrativo, que serían los ’90 del siglo pasado y lo que llamo, ya para este siglo, Estado posnacional. Siempre se siguió llamando a sí mismo “Estado nacional” pero la verdad es que fue funcionando de diferentes maneras. Vamos a empezar por el posnacional, al que le dicen “Estado presente”, ¿no? Siempre hay algo para reclamarle, nunca está lo suficientemente presente, siempre tiene algo más para hacer o para gestionar.

Pero también va variando, según el gobierno, a qué se llama “presente”; a mí me parece que durante el gobierno de Macri el “presente” era más estar presente en el tema de la seguridad, en la lucha contra el narcotráfico; en los gobiernos llamados progresistas, por ahí la idea era estar más presente en las cuestiones sociales y algunas cuestiones económicas de desarrollo del mercado interno. Pero, en general, en un Estado presente, el Estado da capacitaciones o programas para incluirse en el mundo, en la sociedad, en el mercado. Al de los ’90 se lo llama, por contraste retroactivo, Estado ausente, un Estado que se retiró de la regulación de lo social y de la intervención económica, que trataba de limitarse a impartir justicia y a dar educación y salud, con bajo presupuesto. Y el tercero, el Estado-nación, del que se dice ahora que era un Estado presente pero, vamos a ver, no era solamente un Estado presente y visible; yo le digo Estado inconsciente porque hay un institucionalista francés que tiene un libro que se llama El Estado y el inconsciente y decía, en la década del ’70, “el inconsciente es el Estado”. Así que era un Estado inconsciente no porque no sabía lo que hacía sino porque era…

-Inmanente.

Inmanente, sí, está buena esa palabra. Estaba en el inconsciente de la población, o en el inconsciente de las instituciones también. Este Estado era un Estado que articulaba las diferentes instituciones, les daba un marco para articularse. Por ejemplo, la familia apoya a la o el docente de la escuela; no como hoy que la familia le reclama al docente que sea entretenido, o le dice que si el alumno fue bochado fue por su culpa; eso sería un ejemplo de articulación entre dos instituciones, la familia y la escuela. Pero la articulación también se daba por ejemplo entre la fábrica y el hospital. Ahora, el supuesto de esas articulaciones del Estado no era algo explícito; en la ley de educación de 1884, la primera ley de educación pública, gratuita y obligatoria, dice “los chicos deberán ir a la escuela”, pero no dice “las familias deberán apoyar a las maestras”; eso se daba. En este sentido digo que era inconsciente: el Estado estaba presente como un suelo que no se veía ni se publicitaba (mientras que el posnacional se publicita a sí mismo todo el tiempo) y que le daba el marco a las instituciones para articularse entre sí. Ignacio Lewkowicz dice que el Estado-nación era una “paninstitución” y una “metainstitución”, pues funcionaba como el suelo de las instituciones (incluyendo como instituciones tanto el cuartel como la madre, etc.). Me han contado, por ejemplo, que este CeSAC hace alguna articulación con otro CeSAC o alguna articulación con algún jardín de infantes, o alguna escuela. Por su parte, la universidad donde trabajo, en José C. Paz, hace articulaciones con otras universidades del conurbano o del exterior, con alguna empresa… en fin: estas articulaciones que surgen de cada institución es algo muy propio de este siglo. En el siglo XX, las articulaciones interinstitucionales estaban dadas de antemano, sostenidas desde el centro estatal, podría decirse que de una vez y para siempre (pues así se representaban a sí mismas); en los ’90, las articulaciones se perdían; y, en el siglo XXI, las articulaciones las hace cada institución. Las articulaciones eran fijas en el siglo XX, entre el sindicato y la fábrica, o entre el sindicato y el Ministerio de Trabajo; así, ese Estado no era solo un Estado que articulaba, era un Estado que fijaba. El problema en ese tiempo con ese Estado-nación era la repetición de las rutinas, era que era difícil cambiar las cosas; era un Estado que disciplinaba, disciplinaba al chico que se quedaba sentado mirando hacia adelante a las maestras, disciplinaba al trabajador que obedecía al jefe y al paciente que obedecía al médico, que a su vez obedecía al jefe y a los libros, etc.

-Sí, por ahí esta cosa de los valores, la moral y los valores, como que estaban más enfocados en el deber ser del ciudadano.

-Sí, era como que había reglas muy claras para todo que te antecedían, entonces en las articulaciones ya sabías por dónde ir, por esta cosa fija que vos decías.

Claro. Voy a hacer un esquema de esto: a todo el siglo XX, lo llamamos “solidez”, Ignacio Lewkowicz al momento de los ’90 (la segunda columna en nuestro cuadro) lo llamó “fluidez” y este tiempo (el siglo XXI, la tercera columna del cuadro), que también es fluido, yo le digo “segunda fluidez”. Lo que pasa en el siglo XXI es que las instituciones tienen que moverse sin tener el suelo que tenían en el siglo XX.

-A ver, se me ocurre un ejemplo. Me acuerdo de una situación con un odontólogo, digo, podría ser cualquier disciplina pero me acuerdo de ese caso en particular. A partir de las transformaciones que se vienen produciendo en la administración pública de la Ciudad, de pronto, nuestros compañeros no sabían con quién tenían que hablar para solicitar los insumos o los controles, o las cuestiones que necesitaban para poder hacer su tarea de manera sanitariamente correcta. Ese podría ser un ejemplo de lo que estás diciendo, como no tener con quién hablar, no saber quién está regulando, de dónde vienen las reglas o a quién le puedo reclamar.

Claro, eso, y además que, cuando encontrás con quién hablar, puede pasar que un día esa persona deje de trabajar o se tome licencia y de vuelta tenés que averiguar con quién tenés que hablar; no es que viene un reemplazo -como si no hablaras con un cargo, con un rol instituido, sino con una persona puesta ad hoc. Dicho en pocas palabras, las conexiones entre instituciones se descalabran, a la vez que se gestionan cada vez (la gestión ad hoc es un rasgo saliente del Estado posnacional). Ahora más resumen todavía…en el siglo XX hay capitalismo industrial y en el siglo XXI hay capitalismo financiero. Lo que importa es que el capitalismo industrial era un capitalismo que generaba lazos y las fábricas duraban más tiempo abiertas; en el capitalismo financiero los capitales entran y se retiran según cómo estén los ciclos económicos; los ciclos económicos se suceden más rápidamente que en el capitalismo industrial y cuando se retiran los capitales se rompen las relaciones laborales y se rompe la capacidad del trabajo de armar sociedad, de armar vínculo social.

-Y se desterritorializa también.

Sí, se desterritorializa. El capital se desterritorializa porque puede ir de un país a otro según como convenga pero también nos desterritorializamos nosotres que andamos de un trabajo para otro; antes uno tenía su trabajo, ahora uno tiene varios trabajos, ¿cuál es su trabajo? ¿Cuál es el lugar que te constituye subjetivamente, que te arma la vida? Por ahí es la dispersión del trabajo lo que te constituye en la vida. Justamente, como es una dispersión, no te la arma mucho, no tanto como en el siglo XX, digamos. Que la vida te la arme una fijación o que te la arme una dispersión es un mundo de distancia.

Ahora resumamos conceptualmente los tres momentos. En la solidez había un Estado que funcionaba como metainstitución, una subjetividad disciplinada que llamamos ciudadano y una institución completamente establecida que se le imponía. En la primera fluidez había un Estado que dejó de ser metainstitución (y ninguna otra instancia funcionaba como tal) y la subjetividad que aparece es la del consumidor. En la segunda fluidez (al menos hasta la llegada de Milei; deberemos ver qué se configura a partir de ahora) viene habiendo un Estado que es más una red que un suelo metainstitucional, la subjetividad sigue siendo la del consumidor (con cambios en los que no entraré hoy) y las instituciones se fluidifican.

Bien. Después veremos si hace falta agregar algo más; ahora vamos a hablar de algunas instituciones.

Voy a empezar dando ejemplos de instituciones fluidas, a las que llamo “astituciones”. Una la voy a llamar “la feria judía” (yo soy judío y hubo un tiempo en que me dediqué a estudiar estas cosas). De 2007-2008 en adelante, se empezaron a hacer las festividades judías en plazas, en Palermo; no hacía falta ser judío para ir. Había un stand donde comprabas remeras, otro stand donde comprabas comida judía, otro stand donde podías charlar con un rabino, otro stand donde había un cómico, etc. Uno paseaba por ahí. Esta forma de festejar es una ¿institución? que se da a cielo abierto, no bajo techo y entre cuatro paredes como se hubiera dado en el siglo XX. Además, cuando uno entraba a una institución del siglo XX, los recorridos estaban reglados, normados, uno sabía por dónde tenía que ir según el grupo al que perteneciera dentro de la institución (por ejemplo, alumno o socio o comisión directiva, etc.). En cambio, en la feria, los recorridos son los recorridos del consumidor que va de un stand a otro, no grupal sino individualmente, según sus gustos. (Escribí sobre esto en Una interfaz judía). Yo no sé, esto lo verán ustedes, pero estaría bueno que pensemos o que traten de pensar si los recorridos que se dan dentro del CeSAC son como los recorridos que se daban en un hospital clásico…

-No, bajás del auto y ya atendés en la vereda, no sería lo más convencional. O, si no hay lugar adentro, atendés afuera o en la plaza…

-No hay recorridos establecidos acá.

-Claro, porque ni siquiera hay lugares fijos de atención por disciplina, entonces es como que todo circula.

-No hay servicios como en los hospitales. Ningún centro de salud tiene servicios. A diferencia de los hospitales que tienen servicios separados…

¿Ediliciamente separados?

-Claro, no hay servicios. Pero para una mamá que viene con su hijo enfermo, pide un turno, lo atendemos, pide la medicación y se va a su casa, es un recorrido fijo. Quizás en alguna otra disciplina no es fijo pero en muchas sí.

-A lo mejor antes había algo más homogéneo de funcionamientos como de los hospitales o incluso de los centros de salud, bastante cortados por la misma tijera.

Eso es importante. “Fijo” también incluía la idea de homogeneidad que dice Daniela.

-Igual pensaba esto que decía Belén; suponete que viene una mamá con un niño para atender por una cuestión aguda, por ejemplo, que está con fiebre, pero en la consulta comenta algo más (suponete que comenta una situación de violencia de género o no sé). Tal vez en el consultorio externo del hospital te dicen “bueno, venga a hablar con Servicios sociales”, “va a tener que sacar turno”.  Acá, lo que pasa es que, si Belén escucha eso en la consulta, por ahí probablemente le preguntás algo más a la señora, vas a la cocina y hablás con Vero, etc.: digo, se arma como un dispositivo.

-Claro, se arma ahí sobre la marcha como…

Hay una gestión ad hoc del tratamiento, pero es una gestión colectiva, no febril y automática.

-Tal vez en otro lado, no digo que no se arma, digo que tal vez es más complicado que se arme. En el hospital no es tan seguro. Por ahí el médico no va a buscar a la trabajadora social, no lo hace.

-Depende dónde. En algunos hospitales sí, en otros no, pero es más difícil ir de un lugar a otro, acompañar eso…

Por lo que vengo escuchando en otros lados, hay una práctica de buscar la derivación: tampoco está tan preestablecido a dónde voy a mandar al paciente. Tengo que buscar a un profesional o buscar un servicio en otro hospital, “hacer red”, como se dice, para lograr la derivación. Entonces, el hospital también se fluidifica; no solo se fluidifica el nivel de atención primaria. Ocurre que tampoco el hospital tiene el suelo estatal-nacional del siglo XX. Para seguir funcionando, todas las instituciones deben encontrar la manera de devenir astituciones. Quizás lo que cuentan ustedes (esto de ir a la cocina a charlar con alguien más cómo atender una situación) le da una vuelta de tuerca a la derivación, porque no es un desentenderse sino un armar equipo para atender esa situación; van más allá de la típicamente astitucional atención de la demanda.

Tenemos entonces un primer conjunto de ejemplos donde los recorridos no están prestablecidos como dentro y entre las instituciones sólidas. Paso a otra institución. Yo doy clases de psicología institucional en UNPAZ, en José C. Paz; ahí, como segundo parcial las chicas (suelen ser chicas) tienen que hacer un informe sobre una institución y de ahí que trajeron un caso de un Centro de Atención Primaria de Salud (CAPS) cercano. El CAPS tenía varios profesionales. Había una enfermera, una trabajadora social, un médico clínico (que a la vez era el director del CAPS), un pediatra, una especialista de estimulación temprana, una obstetra-ginecóloga, una odontóloga… Eran 7 u 8 especialidades, pero con algunas características: el médico solamente atendía dos veces por semana y era el director, pero no había un momento donde trabajara de director. Ocupaba formalmente ese cargo, pero su único horario en el CAPS era dos veces por semana atendiendo pacientes. Cuando había que plantear problemas o dificultades, no se sabía bien a quién reclamar; la trabajadora social trataba de gestionar alguna cosa, de elevarlo al municipio sin pasar por el director de su Centro… Además, esos dos días que el clínico atendía no alcanzaban para atender a todos los pacientes, que debían ir a las 05:00 AM a pedir turno; el tipo tenía el consultorio privado al lado del CAPS y les daba el celular a los pacientes para que le pidieran turno privado. Como una confusión entre lo público y lo privado, una mezcla ahí medio turbia.

También pasaba que la pediatra y la ginecóloga habían dejado de recibir sus salarios, y entonces dejaron de atender; esas especialidades ya no estaban funcionando. Pero no hubo un movimiento institucional para decir “páguenles a nuestras compañeras” o, si no las consideran compañeras, “páguenles a las dos especialistas que el Centro necesita funcionar y dar todos los servicios”. A la odontóloga se le había roto el equipamiento y tampoco podía atender y no había un momento en que hablar con el director para que hiciera el reclamo al municipio; la odontóloga, hasta el momento, iba pero no atendía. Lo que les estoy intentando contar, más allá de cosas que parecen de negligencia o abandono o lucro, es que no hay un espacio común fuera de la atención de cada profesional, no había un espacio que fuera un espacio de tiempo propio de la institución. Esto se puede contrastar con lo que pasaba en los actos escolares hace muchas décadas, en tiempos sólidos: iban todos los padres de todos los grados al acto el día feriado; cuando yo era chico ya no era el día feriado pero sí eran los siete grados, los siete años. En cambio, ya cuando mis hijes iban a la escuela, en el tercer lustro de este siglo, iba solamente el grado que actuaba.

-Los otros padres no quieren ver a tu hijo actuar… (risas)

Claro, la institución empieza a comprender que cada uno tiene su trabajo, sus ocupaciones, y los padres dejan de pensar que tienen que ir al acto patrio. En otras palabras, la institución no puede ya moldear las conductas y las expectativas de su población. Por otra parte, cuando a los actos patrios iba todo el colegio, ahí toda la comunidad escolar se veía a sí misma reunida y tomaba cuerpo como comunidad escolar. Había ahí un espacio de tiempo que es de la institución y no de cada maestra o cada grado. Además, esa comunidad escolar así reunida era la representación de toda la Nación, que no está toda junta cotidianamente en la escuela pero ese día sí funciona como símbolo, como representación de ella.

-¿La fluidez tiene que ver, pregunto, con algo de esta fragmentación de los procesos?

La fluidez se asocia muchas veces más bien con la flexibilidad, pero lo que quiero señalar hoy es esto que dice ella: que se descompone o se fragmenta lo común. La entrevista que me hicieron, que mencionó Cecilia al presentarme, se llama “Satisfacer demandas no produce común”. Lo que digo allí es que las instituciones fluidas van corriendo detrás de satisfacer las demandas individuales o familiares al tiempo que los miembros de la institución van corriendo detrás de cumplir la tarea de su metro cuadrado, y lo común no se produce. Así que, lo que pasa acá en este CeSAC, este momento que tienen todes juntes una vez por semana, y otros momentos que me cuentan que tienen, no es tan común en la generalidad de los casos. Así que, ustedes están haciendo más allá de lo que hay -después vamos a hablar de los más-allás.

Otro ejemplo de astitución puede ser un Centro de Formación Profesional. Los CFP son escuelas de oficios para adultos que dan cursos cuatrimestrales. Los amigos del CFP 24 dicen que los CFP se convierten generalmente en “cursaderos”. ¿Cuál sería la imagen de un cursadero? Va cada persona que quiere aprender un oficio, hace los cuatro meses de plomería o de lo que sea y se va, intenta insertarse en el mercado por sí misme, pero en el camino no tiene ningún contacto con la institución en tanto institución. Les profes también: van a dar los cursos que dan y se van a otras escuelas a trabajar para completar un ingreso.

-Yo te iba a dar ese ejemplo justamente, no solo lo docentes de formación profesional; en las escuelas secundarias también ocurre que los profesores se llaman “profesor taxi” y van a un montón de instituciones y no tiene permanencia institucional ni diálogo con el proyecto escolar; se ve mucho en la escuela secundaria.

Se ve mucho la no permanencia institucional, y, si hay permanencia, se ve la no pertenencia institucional. También en las cátedras universitarias suele pasar algo así, donde cada profesor elige qué textos dar en su comisión. Pasa que hablan entre les integrantes “¿A vos qué te gusta dar? Bueno, está bien vos da eso…”. Quiero subrayar una cosa. En el mundo fluido, siempre hay un caso diferente, no es como en el siglo XX que por ahí una escuela funcionaba igual o muy parecido en Jujuy y en la Capital o en La Pampa.

-Al menos respondía a los mismos estándares. Mismo programa, mismo manual…

Mismo programa, no era que cada docente armaba su proyecto pedagógico.

-Ni te digo en los equipos de los estudiantes que dicen “bueno, vos hacés tal parte, yo hago tal parte, y juntamos todo” y hacen un Frankenstein.

Ah sí, en estos trabajos que me presentaron las alumnas, como lo hacen en el Google Drive, se ve que no funciona bien lo de la leída final…(risas). No funciona muy bien lo de armar una versión común del equipo o grupo.

-Se ve que hablaron sobre fragmentación fragmentando el trabajo.

Exactamente. Así que, el trabajo, que se supone que es algo común, era más bien un patchworkAsí, en ese trabajo estaba dicho como cuatro veces que el médico iba dos veces por semana.

-Era para que te quede claro. (risas)

Sí, me quedó clarísimo (risas). Quiero decir que en el siglo XX también habían CFPs, pero la gran diferencia es que había un mundo del trabajo con el cual el CFP tenía un nexo, nexo dado por el marco estatal-nacional, y no un nexo como hoy, tendido a tientas por cada cursante.

Entonces el rasgo más saliente de la astitución, de la institución fluida, es que no crea común o que lo desarticula. Otros dos rasgos salientes son su precariedad y la fiebre restitutiva. Con precariedad me refiero tanto al caso de que una articulación interinstitucional o una derivación sanitaria pueden no durar más que una o dos veces como a que la institución fluida misma puede no durar (casos del Plan FinES y del Programa Conectar Igualdad), como así también a que sus trabajadores sean contratades por un tiempo limitado y no de manera vitalicia, entre otras precariedades posibles, entre las que no es la menos relevante la precariedad de los logros alcanzados (un centro de salud o un servicio hospitalario logran armar un equipo, pero no se sabe por cuánto tiempo, o un centro cultural que trabaja con talleres para adolescentes de sectores vulnerables logra que uno de ellos vaya a la escuela pero ese adolescente no tiene garantizadas las condiciones necesarias para sostener la escolaridad, se trate de buena alimentación o de acompañamiento familiar). La precariedad (de los logros tanto como de los recursos humanos y presupuestarios) instala otro rasgo saliente de las astituciones, que es la fiebre restitutiva. El trabajador astitucional intenta todo el tiempo restituir la estabilidad de los viejos establecimientos, las instituciones sólidas. Todo logro puede desvanecerse y debe ser restituido todo el tiempo. Así, el trabajador astitucional funciona un poco como la subjetividad heroica de la que hablan Ignacio Lewkowicz y Elena de la Aldea. Les leo:

“Desde su omnipotencia, el héroe cree que no hay dificultad que no se pueda enfrentar con buena voluntad y esfuerzo. Todo problema debe ser resuelto. Para la subjetividad heroica, los problemas podrían no existir; entonces es claro qué hay que hacer frente a un problema: eliminarlo. Todo lo que no se puede entender lo explica en términos de falta, de carencia, de limitación: falta capacitación, o falta formación, o faltan conocimientos, o falta tiempo, o dinero, o recursos, o presupuesto, o etc. Y habitualmente todo junto. Y el problema se soluciona eliminando la falta con más trabajo, más recursos, más conocimientos, más…  Si hay un problema es porque hay algo diferente a lo que debería haber. Si hay un elemento en la situación que no debería estar, hay que eliminarlo. Si debiera haber algo que no hay, si falta algo para que las cosas sean como deben ser, hay que añadirlo y eliminar la falta […]

“La subjetividad heroica no necesita pensar qué hay que hacer… ya sabe. Y si el tiempo apremia, no hay tiempo para pensar: se necesita un héroe […] El héroe mismo no puede negarse a nada porque él mismo es un objeto: “un objeto de servicio” […] También el héroe pierde su potencia como sujeto.”[2]

Si tomamos estos tres rasgos de la astitución (la descomposición de lo común, la precariedad y la fiebre restitutiva), queda claro que se trata de un dispositivo de captura de nuestra potencia, un inhibidor de una subjetivación, un obstáculo a la invención de posibles y a la composición de común. Me dirán que las antiguas instituciones sólidas también eran todo eso, y no lo puedo negar, pero lo eran de otra manera. Las sólidas lo hacían por fijación y repetición; las fluidas lo hacen por movimiento y repentización. Así las cosas, surge la pregunta por cómo zafar de su captura, y vengo viendo que se puede ir más allá de esas prácticas descomponedoras con prácticas que practican ideas heterogéneas a las ideas practicadas por las prácticas astitucionales. Les voy a contar algunas de ellas, algunas prácticas que van más allá de la captura astitucional.

Comienzo por la Escuela n°4 de Chubut, es una escuela primaria en Rawson, Chubut. Había una nena, Frida, que no iba; cuando fueron a ver qué pasaba que no iba Frida (esto está contado en un libro que escribió la directora de la escuela, Teresa Punta), vieron que Frida vivía en una isla y cuando subía la marea no podía ir a la escuela. El punto era qué hacer acá. Una opción, la opción astitucional, fluida, hubiera sido pedir un bote y adaptar las cosas para que ella pueda estar incluida en la escuela. La escuela hizo otra cosa.

Instituciones sólidas Institución fluida o astitución Más-allás
Club judío Feria judía  ?
Cátedra Comisiones conectadas  ?
Exclusión de Frida Bote para Frida (reclamo restitutivo-inclusivo) Escuela heterogénea
Hospital público CAPS JCP policonsultorio CESAC Salud comunitaria
Escuela CFP “cursadero” CFP 24
Consorcio en vivienda social “reclamadero” Común-consorcio
Alimenta una abstracción Crea un común ligado a esa abstracción Atiende demandas[3] Crea comunes ligados a problema-tarea

Versión sólida, versión fluidificada y versión más-allá-de-la-fluidificada de distintas instituciones

 

En el siglo XX, probablemente, esta nena Frida, si hubiera vivido en una isla, hubiera quedado excluida de la escuela porque había una escuela homogénea. Esto de la escuela adaptada para cada chico también está en la maestra integradora; no se manda ahora a un chico con alguna discapacidad a una escuela especial; se lo pone con maestra integradora en una escuela común. No estoy diciendo cosas que estén mal que pasen; estoy señalando cómo la institución homogénea, sólida del siglo XX, se va fluidificando. La idea de que había un solo docente por aula ha cambiado y de que el alumnado era homogéneo, también. La forma de personalizarle la escuela a Frida por ahí hubiera sido ponerle un bote pero lo que ellas, directora y maestras de la escuela n°4, hicieron fue decirle “bueno, vení cuando baje la marea”. Era una nena que tenía que hacer primer grado y, cuenta la directora, «Frida hace escuela con las mareas», y cuando puede está con su grado, cuando está con la persona que limpia por ahí la persona que limpia le enseña algo o en otros momentos está con la bibliotecaria y la bibliotecaria le enseña algo, en otros momentos está con la secretaria… según la hora a la que pueda venir. Pero no desarmaron el grado para armárselo a Frida. Entonces, lo que arman es una escuela en la heterogeneidad. Hay una invención interesante, que es que la heterogeneidad no desarma la escuela sino que la arma; la escuela se compone en y con la diversidad de situaciones que se le presentan. Por eso este es un más-allá de la institución fluida o astitución.

En el caso del CFP de Flores, que es el CFP 24, este empezó a hacer milongas una vez por mes, cine- debate, a hacer que los emprendedores que hay en los cursos puedan vender lo que producen no individualmente sino en una feria que organiza la escuela y que organizan los mismos cursantes cortando la calle un fin de semana por mes. La escuela sale al barrio, y sale como escuela. Así, empieza a armar común con el barrio y empieza a armar común entre les cursantes. Se convierte en un más-allá del cursadero. Les cursantes, además, se convierten en cursantes “crónicos”, pues quieren seguir en la escuela, y se anotan en el curso donde haya vacantes con tal de seguir en la escuela porque se generó un clima muy lindo, de mucha pertenencia, gracias al cual no les importa anotarse en un curso distinto al que habían planeado, pues quieren seguir vinculados.

No sé cuál puede ser el más allá de la feria judía o de la cátedra fragmentada, pero me gustaría después sugerir que este CeSAC propone un más allá de ese CAPS de José C. Paz.

El CFP 24 y varios centros de formación profesional eran centros que se abrieron en la década del ’40 del siglo XX, donde se trataba de formar en oficios para que hubiera obreros que pudieran estar capacitados para las fábricas que se abrían. Eran una respuesta a la falta de mano de obra calificada. El CFP 24 dice “hoy ya no existe ese mundo del trabajo, ya no existe esa fábrica”; entonces empiezan a hacer proyectos cooperativos, organizan esa feria una vez por mes en la puerta de la escuela, en la calle, empiezan a amalgamarse los talleres o los cursos que se dan dentro del CFP, etc. Así, empieza a haber una nueva relación entre el trabajo y la escuela.

-¿Sabés que a nosotros el CFP 24 nos donó máscaras? ¿Se acuerdan? Cuando empezó la pandemia. Ellos tenían una impresora 3D entonces empezaron a hacer las máscaras.

Sí, el CFP hace muchas cosas por el estilo. En un momento diseñó unos carritos plegables para los cartoneros… Está bueno porque es un caso donde tejer red también hace algo, ¿no?, tiene efectos. En otro momento fueron a una escuela de Misiones a construirle un baño y un tanque de agua; le servía por supuesto a la escuela y le servía a la gente que hizo plomería en el CFP para ver cómo se construía un baño en la práctica, pero además quedaba una red.

-Bueno, a nosotros el proyecto de ampliación del CeSAC nos lo dibujaron los chicos de la Universidad de Avellaneda, y lo hicieron como trabajo de graduación, quiero decir, nos servía a nosotros y les servía a ellos también.

Pero también se tejieron conexiones; se compuso un común que puede ser incubadora de otras cosas.

-Estaba pensando en algunos dispositivos también, en esto de ir más allá, como en la movida de los martes que después termina siendo que hay gente que se queda a la huerta, como que empieza a haber algo de eso ahí. En dispositivos que se hacen acá al lado en el predio, actividad física y con otras cosas también. Y generó una muy buena asistencia. (…) y que de ahí surgió después una señora que fue a buscar la tierra para la huerta y otras cosas también.

¿Hay una huerta en este momento?

-Casi. Está en proceso.

Quiero dar un ejemplo más de astitución y su más-allá. Hay una asociación civil que trabaja con consorcios de viviendas sociales. Se trata de viviendas que los municipios hacen y a donde relocalizan a gente que vive en barrios carenciados informales (“villas”). En Argentina hay una ley que dice que en la propiedad horizontal tenés que formar un consorcio. Esta asociación civil ayuda a los vecinos y vecinas a armar un consorcio. Cuando me leyeron en Esto no es una institución, lo del “cursadero” les resultó muy ilustrativo de la captura astitucional, y entonces dijeron “que el consorcio no se convierta en un administradero” (porque un consorcio podría ser simplemente pagar las expensas y armar un excel para administrarlas), ni tampoco en un “reclamadero” (porque generalmente la vivienda social tiene vicios de construcción lamentablemente y entonces les vecinos se limitan a usar el consorcio como espacio donde quejarse a la municipalidad).

Esta asociación civil crea, con les vecines, un común en el consorcio. Si ustedes conocen un poquito de consorcios, saben que las asambleas se reúnen en primera convocatoria y en segunda convocatoria. La segunda convocatoria no hace falta que tenga quórum. Como nunca van todos los vecinos y van cinco o seis, siempre las asambleas consorciales se reúnen en segunda convocatoria. Media hora después del primer llamado, la asamblea puede empezar a sesionar sin quórum. Estas chicas de la asociación civil no hacen segunda convocatoria; si no hay quórum la asamblea se suspende y se convoca para otro día. Se trata de que los vecinos y vecinas puedan atender sus problemas comunes en común. Además de reclamos empezaron a surgir ideas como, por ejemplo, embellecer los espacios comunes. Los espacios comunes que muchas veces se convierten en depósitos donde se arrumban el carrito del cartonero, basura, trastos viejos, etc. Un grupo de vecines dijo “queremos parquizar este espacio”. Lo que pasa es que no ocurre lo que prejuzgamos, que parquizar es algo aristocrático, que embellecer el jardín es algo aristocrático. Pues no: la gente de una vivienda social o de una villa también quiere tener bellos los espacios comunes. Hicieron contacto con la cátedra de paisajismo de la UBA y encararon el embellecimiento de su espacio común, experiencia que luego tomaron otros consorcios de vivienda social. En estas experiencias -y otras como estas- empieza a haber una relación social, el vecino deja de ser alguien hostil, alguien del que desconfiar, y empieza a haber más una atmósfera de confianza; no es que todos se hagan amigos pero se da esa atmósfera de confianza y una tendencia a un hacer conjunto, a un hacer común.

Y ahora viene cuál puede ser el más allá del policonsultorio que vimos en ese CAPS; es un CeSAC que ustedes conocen (risas). CeSAC significa “centro de salud y acción comunitaria”. Hace un tiempo, el Gobierno de la Ciudad cambió “acción comunitaria” por “atención comunitaria”. Pero este CeSAC del barrio de La Boca hace acción comunitaria y sale del edificio y hace atención de salud extramuros, pero no tanto para atender individualmente a tal o cual paciente como para abordar la complejidad y diversidad social de la enfermedad y considerar las condiciones habitualmente no consideradas por la medicina hegemónica, como las habitacionales o las familiares y las biográficas, además de trabajar con organizaciones, esto es con colectivos del barrio (un club, un jardín de infantes, un comedor, una agrupación política), y no solo con pacientes individuales. Se trata entonces de un cambio en el paradigma biomédico, en el que ya se sabe qué enfermedades hay, se sabe qué demandas van a traer les pacientes, qué tratamientos se les va dar a esas enfermedades, tanto en el sentido de los medicamentos que se van a necesitar como en el sentido del dispositivo que montar para efectivizar el tratamiento (en el paradigma biomédico, el dispositivo ya está montado, en general es el hospital, pero puede ser otro efector, incluido un CeSAC que no hace todo este trabajo de pensar colectivamente qué dispositivo montar cuando un actor colectivo del barrio plantea una problemática colectiva de salud). Este CeSAC que ustedes conocen va, charla, se reúne con organizaciones de La Boca (organizaciones territoriales, organizaciones religiosas, organizaciones políticas, clubes, escuelas, agrupaciones de inquilinos). A veces es un problema que tiene que ver con la vivienda. Hace poco fueron problemas que tenían que ver con la sexualidad de les adolescentes, una problemática planteada por un club del barrio; entonces diseñaron un dispositivo para trabajar eso en el club. Les adolescentes no van al CeSAC, sino que el CeSAC sale a buscarlos a ese club del barrio que le planteó la problemática, pero que se la planteó porque el CeSAC piensa en términos de salud comunitaria y territorial. Esto es, sale a enterarse qué problemáticas hay en su barrio y no espera que lleguen por sí mismas y previamente configuradas a su sala de espera; esto es, sale a configurar esas problemáticas en términos de salud comunitaria y territorial, pues no vienen tipificadas. Al mismo tiempo, se entera de esas problemáticas que no llegan a la sala de espera ni se configuran previamente porque teje redes con organizaciones, es decir, teje territorio.

Otra forma que ha encontrado este CeSAC de ir más allá del policonsultorio es el largo proceso que elles llaman “recuperación del predio”. Se trata de un predio que pertenecía al Ministerio de Deportes de la Ciudad y que, luego de años de lucha (que incluyó el cierre del CeSAC por tres días), el CeSAC y las organizaciones del barrio consiguieron, en 2020, que pasara al Ministerio de Salud y quedara a cargo de la directora del CeSAC. Durante 2020 y 2021, iniciaron un proceso en el que pensaron el uso de ese predio: no se limitaron a decir “hagamos más consultorios y más sala de espera”, no cayeron en ese automatismo (el que responde a la demanda de satisfacer las demandas). Al contrario, durante ese tiempo tejieron red, armando una mesa de trabajo donde se reunían quincenalmente los actores colectivos[4] del barrio, incluido el CeSAC y un grupo de estudiantes de arquitectura de la UNDAV (Universidad Nacional de Avellaneda). En ese espacio, tomaron distancia del automatismo de satisfacer la demanda de cada paciente que llega al lugar y pensaron cómo usar el predio haciéndole lugar al territorio que se produce al interactuar con el barrio. Y pensaron que, además de más consultorios y más sala de espera, más espacio para la farmacia y la administración, también hacían falta espacios de la comunidad. El resultado es un proyecto arquitectónico que tiene un patio donde se pueden hacer festivales o peñas barriales, un salón de usos múltiples donde se pueden hacer actividades colectivas y una terraza acondicionada como huerta a trabajar comunitariamente. Ese proyecto fue declarado de interés por la Legislatura de la Ciudad, y ahora se viene la lucha para que el Gobierno de la Ciudad lo construya. Me detuve en este proyecto y su historia (que por supuesto abrevié muchísimo) para mostrar un más-allá de la astitución que va más allá en más de un sentido: primero, forma común al reclamar que el predio pase al área de salud, luego, forma común (la mesa de trabajo) al pensar qué construir en el predio, un común que se mantiene reclamando que el proyecto arquitectónico se construya, y finalmente propicia espacios comunes en el edificio que el común proyectó. En un más-allá no se sabe si el sujeto son las personas o es, más bien, el encuentro colectivo, el común. El sujeto en este más-allá no es ni la médica ni la paciente, ni el docente ni el cursante, sino el encuentro entre elles, el territorio que se teje entre la institución y el barrio.

Redondeando, estos tres casos de más-allás que les cuento son casos muy singulares pero justamente valen porque son singulares, porque nos sacan de la corriente general. Hay una posibilidad de ir más allá de la “demandificación” de lo social: no es todo atender demandas; es también que lo social mismo encuentre problemas comunes que trabajar comúnmente. Se trata de armar común, pero de armar común alrededor de alguna idea o concepto que poner a trabajar en la situación. No es decir, “ah, como somos todos de La Boca, ya está, somos comunidad”; con eso no alcanza. La Boca es una geografía que no necesariamente hace territorio; las actividades del CeSAC y actividades culturales como murgas o clubes, van creando territorio, hacen territorio en el sentido de hacer relaciones sociales que sí hacen una geografía social, no una geografía objetiva. Bueno, todo eso que hace el CESAC es un proceso de salud comunal, pero ahí hay una idea de salud colectiva, que se va gestando en las prácticas de salud comunitaria, como en el CFP hay una idea de relación entre trabajo y escuela que se va gestando al relacionarlos, como en los consorcios hay una idea de paisaje popular o de consorcio común, de un consorcio que no es solamente administración y reclamo, sino también relación de confianza entre vecines, producción de hospitalidad común.

Bien. Voy a tratar de redondear diciendo qué hace cada tipo de institución. La institución sólida creaba común pero el común era más bien trascendente, porque no estaba adentro de la institución sino que estaba fuera, era la Nación; entonces el común era un común abstracto, y la institución ligaba con ese común. Quiero distinguir ese común del mercado. El mercado nos atraviesa a todos, pero el común nacional es un común simbólico. El mercado y su lógica la compartimos todos pero, en tiempos de solidez, había una representación de lo común. En el mercado no nos representamos que compartimos algo con los demás.

-Es más como una competencia por ahí.

Hay una competencia. También hay una cooperación porque está la cooperación entre quienes potabilizan el agua y los que la usamos, pero no se ve la cooperación, o tenemos una cooperación con los colectiveros y los mecánicos que arreglan los colectivos, pero tampoco hay una representación de esa cooperación.

Pasemos a la institución fluida, a la que le digo astitución. Esta es una palabrita que inventé para acortar y para diferenciar de la institución clásica, para diferenciar de institución sólida y también para decir que no pasa algo que pasaba en los ’90, que era la destitución, ni tampoco lo que se imaginaba en los años kirchneristas, una restitución. No sabía qué prefijo ponerle y le puse la a-; no suena muy bien pero es para decir que no hay destitución ni tampoco restitución. Pero antes de decir algo más sobre la astitución quiero detenerme en esas instituciones destituidas de los ’90 que Ignacio Lewkowicz llamó “galpones”. Les leo:

“La velocidad del mercado amenaza la consistencia ya fragmentada de las instituciones, nacidas para operar en terrenos sólidos. De esta manera -sin función ni capacidad a priori de adaptarse a la nueva dinámica-, se transforman en galpones. Esto es, en un tipo de funcionamiento ciego a la destitución de la lógica estatal y a la instalación de la dinámica de mercado. Vale decir que esta ceguera compone un cuadro de situación donde prosperan suposiciones que no son tales, subjetividades desvinculadas, representaciones e ideales anacrónicos, desregulaciones legitimadas en nombre de la libertad, opiniones varias, etcétera. Se trata, en definitiva, de configuraciones anómicas que resultan de la destitución de las regulaciones nacionales, de reductos hostiles donde la posibilidad de producción vincular deviene, a priori, imposible.” (“Escuela y ciudadanía”, En Pedagogía del aburrido, p. 32-3, subrayados míos)

Las astituciones o instituciones fluidas son las que vienen de esa destitución o directamente nacieron después de ella, ya en tiempos mercantiles, y cuyo funcionamiento ya no es ciego a la dinámica de mercado. No son una destitución ni tampoco una restitución, sino organizaciones fluidas que renuevan sus servicios para satisfacer nuevas demandas, recurren a las redes sociales o piden financiamiento a organismos internacionales y a organizaciones del “tercer sector”. Al mismo tiempo, se adaptan a condiciones cambiantes (fluidas) y a la incertidumbre y a que vuelta a vuelta se les derrumbe lo que trabajosa y febrilmente van armando. Por eso, al mismo tiempo pasa algo en los miembros de las instituciones fluidas que es querer todo el tiempo recomponer lo que todo el tiempo se está desarmando. Entonces, hay una idea de restitución, pero es una zanahoria detrás de la cual corremos; no es una institución como antes ni que va a volver a ser como antes. Entonces, la astitución corre detrás de satisfacer demandas y, justamente por satisfacerlas, justamente por necesitar funcionar en sintonía con la lógica del mercado, no crea común. Ocurriría, por ejemplo, si acá no hubiera huerta y solamente le dieras al paciente el medicamento o el tratamiento para que lo retire y que se vaya: no arma ningún tipo de vinculación del CeSAC con el barrio, ni del barrio con el CeSAC. O satisfacer demandas sería que un CFP sea solamente un cursadero o que un consorcio sea un reclamadero o un festejo étnico sea un paseo de entretenimiento o que un CAPS sea solamente un policonsultorio. En los más-allás, en cambio, se crea un común, pero es un común local, no es el común nacional, es un común abierto a que entre más gente, es un común abierto a articularse con otros comunes.

Entonces, para resumir, hubo un tiempo de solidez donde en las instituciones se formaban grupos, que eran los tiempos del capital industrial y de Estado-nación, hubo otro tiempo de primera fluidez donde nos desorientamos porque no sabíamos cómo manejarnos en el mercado y las instituciones fueron destituciones, y hubo o viene habiendo un tercer momento donde las instituciones son astituciones o instituciones fluidas, que aprenden a manejarse con recursos mercantiles y manageriales, proactivos. Y justamente porque atienden demandas de manera proactiva no crean común. Este común se crea cuando logramos desarrollar espacios más allá de la astitución, donde la institución fluida o astitución se convierte en una plataforma -porque lo que hace el CFP 24 o lo que hace el CeSAC de La Boca no lo pueden hacer si no existe el CeSAC y el CFP 24-, plataforma para un común, pero este común ya no es como la nación, que estaba por encima de todos nosotros y que era trascendente, que era una mediación externa; es un común que formamos los cuerpos haciendo juntos, haciendo trama consecuente.

Debo decir algo más sobre los “más-allás” de la astitución; son “más-allás” porque lo que hay no es una atención febril de demandas, es un parar la pelota y juntarnos entre otros para ver qué surge. Lo colectivo, si logra evitar el reclamadero, el cursadero y otros “-aderos”, es un espacio de potencia, un espacio donde aparecen posibles imprevistos e imprevisibles en los “-aderos” que disuelven lo común (o directamente -como el policonsultorio- evitan que se forme). La expresión “ver qué surge” parece una forma de decir, pero encierra una apuesta y unos procedimientos: procedimientos de reunión, de reflexión, de acompañamiento en el no-saber, de acompañamiento en el entusiasmo, etc., así como una apuesta a la potencia de lo colectivo. Se van construyendo lazos colectivos que van produciendo ideas, proyectos, iniciativas, acciones comunitarias que producen común, común que a su vez produce ideas, proyectos, iniciativas, acciones comunitarias.

[Ver el intercambio con les asistentes donde se palpa lo potente y saludable de hacer común]

[1] Este texto reúne dos conferencias pronunciadas el 5/12/23 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en un Centro de Salud y Atención Comunitaria (CeSAC) y el 17/5/24 en el Encuentro Marplatense de Configuraciones vinculares y Análisis institucional «Lo vincular como escenario: intervenciones posibles en lo diverso y adverso», Facultad de Psicología, UNMdP.

[2] https://lobosuelto.com/wp-content/uploads/2019/09/la_subjetividad_heroica_escrito_por_elena_de_la_aldea.pdf

[3] Para ver la demandificación como dinámica propia de las astituciones, clic aquí: www.pablohupert.com.ar/index.php/demandificacion-en-el-trabajo-sanitario/.

[4] Esta lista da una idea de la diversidad de actores reunida alrededor de esa mesa: Comisión Unidad Ejecutora PRUA La Boca- CCC, La Boca Resiste y Propone , Red Solidaria de La Boca, Grupo de Vivienda y Hábitat de La Boca, Merendero Madres Sembrando Conciencia, Frente Popular Darío Santillán , Mutual Casa Tasso, Club Bohemios, Centro comunitario Actuarte, Agrupación Peronista Descamisados, Agrupación Vecinos de La Boca, Centro Comunitario Copitos, Frente Social Peronista, Club Social Nápoles, Promotoras de Salud Movimiento Evita, Movimiento Popular Los Pibes, FM Riachuelo, La Campora La Boca, Casa Salesiana San Juan Evangelista , Escuela Popular de Arte Esther Ballestrino, Escuela Popular de Salud Comunitaria, Fundación CasaSan, Centro Cultural Expreso Imaginario , Centro de Jubilados Esther Nieves, Trabajadores y trabajadoras del CeSAC Nº 46, Trabajadores y trabajadoras del CeSAC Nº 9, Asociación Civil CICOPS, Colectiva Migrante Kuña Atype, Frente Patria Grande, Grupo Comunitario Los Niños Primero, Asociación Civil Nuestro Hogar, Asociación Civil san Jorge, Centro Comunitario 4 de Octubre, Comedor Esperanza de La Boca, UTE D.E. Nº 4, Maestros de La Boca , Casa del niño, niña y adolescentes La Boca (tomada de un documento presentado por el CeSAC y estos “adherentes” al Ministerio de Salud de la Ciudad en 2024).

Publicado en https://www.pablohupert.com.ar/index.php/instituciones-solidas-instituciones-fluidas-y-mas-allas/#_ftn1

 

Abolir el antirracismo capitalista

por Helios F. Garcés

 

«Lo decolonial es una moda, lo postcolonial un deseo y lo anticolonial una lucha», dejaría dicho en 2019 la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui. La primera vez que leí estas palabras me parecieron tan justas como hermosas. Me lo siguen pareciendo. En cierta medida, describen una parte importante de la realidad. Una realidad con la que nos encontramos en nuestro deseo de utilizar marcos útiles para analizar la herencia colonial del racismo moderno con el sencillo objetivo de combatirlo mejor. Pero no estoy del todo de acuerdo con la premisa. Me explicaré por medio de dos ejemplos ilustrativos. 1: ¿se pueden equiparar enfoques como los del académico Walter Mignolo, elaborados desde y para la academia yankee, y prácticas políticas como las del Partido de los Indígenas de la República, que emergen desde las calles de Francia para enfrentar el racismo de Estado? En absoluto. Sin embargo, en los dos casos existe la reivindicación de un enfoque decolonial. Sigo preguntando, esta vez sobre una realidad que salpica a las universidades del Estado español, 2: ¿entran en un mismo cajón de sastre la instrumentalización de marcos decoloniales, postcoloniales e incluso «anticoloniales» por parte de personalidades de poder de la academia y los trabajos defendidos, desde tales enfoques, por decenas de investigadoras no blancas de clase trabajadora? Me refiero a investigadoras y militantes provenientes del Sur Global -donde nace lo decolonial- comprometidas con la articulación de proyectos emancipatorios para la liberación de sus pueblos que enfrentan, fuera y dentro de la academia, múltiples violencias racistas y patriarcales. Imposible establecer dicha similitud. Es por eso que, quizá, lo que está en juego desde una lucha antirracista transformadora es la disputa entre el deseo real de trastocar un sistema de injusticias y el deseo de integrarse en él. Existe un antirracismo neoliberal, capitalista, que se enmascara de las maneras más perversas. Y la batalla por desenmascararlo va más allá de los marcos intelectuales empleados.

En el ensayo De la integración a la reparación o ¿por qué a la izquierda anticapitalista le gusta el antirracismo neoliberal?, parte del libro Racismo de Estado. Una mirada colectiva desde la autonomía y la justicia racial (Txalaparta, 2023), intentaba volver sobre la cuestión. En dicho texto, explicaba que otra de las razones por la que disiento con Cusicanqui es porque lo postcolonial se convirtió en una moda académica en las altas esferas de la universidad anglosajona mucho antes que lo decolonial. De hecho, se podría incluso decir que nació como moda. Es decir, nadie se salva o se condena por usar estas metodologías o marcos analíticos. Ahora bien, podemos coincidir en que determinada utilización academicista de estos conceptos -decolonial, postcolonial, colonialidad, raza, etcétera- y de sus correspondientes códigos, ha cumplido un rol de despolitización.

La situación nos indica que los debates puramente abstractos ocultan la renuncia a la posibilidad de transformar el mundo en el que vivimos, a construir una sociedad más allá del capitalismo. Es quizá por ello que el pensador Vijay Prashad, afirmaba en su Diez tesis sobre marxismo y descolonización que «la única descolonización real es el antimperialismo y el anticapitalismo», para terminar apuntando que «no se puede descolonizar la mente a menos que se descolonicen también las condiciones de producción social que refuerzan la mentalidad colonial». Palabras certeras, sin duda. Sin embargo, ¿acaso el horizonte de una liberación radical, desde un punto de vista anticolonial y anticapitalista, no debería incluir, como diría Frantz Fanon, nuestras propias mentes? ¿No construye su poder el proyecto imperial moderno asentándose también en lo más hondo de nuestro sentido común y sensibilidad? En ese terreno también es necesario combatirlo, desde el principio. Prashad apunta hacia esta relación. Sin ello, descolonizar las condiciones de producción social será imposible. El imperio, el capital, el proyecto colonial, se fortalecen en los territorios y en las mentalidades: «ese imperialismo que hoy lucha contra una verdadera liberación de la humanidad deja a su paso aquí y allá tintes de decadencia que debemos buscar y expulsar sin piedad de nuestra tierra y de nuestros espíritus», escribiría Fanon.

LA DISPUTA EN TORNO AL ANTIRRACISMO

Este debate inicial sobre nomenclaturas, marcos de análisis y horizontes nos sirve para alumbrar el problema de fondo. Hemos de seguir advirtiendo que existe un enfoque interesado, dominante, de la lucha contra el racismo que banaliza términos, gestos rebeldes y luchas que todavía hoy nos resultan imprescindibles, convirtiendo el antirracismo en una cuestión identitaria afín al imperio y al gran capital. Pero el racismo nace al calor del imperio y del capital. Es imposible abordarlo en su raíz y complejidad sin tener esto en cuenta. La acusación de identitarismo ha sido usada para deslegitimar la lucha antirracista en su totalidad. Pero, al mismo tiempo, es necesario reconocer que hay quienes abren la puerta a tales reclamos. Existe un discurso antirracista de consumo, neoliberal, que copa determinados espacios de visibilidad porque sirve para demonizar la posibilidad de un antirracismo que incomoda. ¿Pero por qué incomoda? ¿Porque ostenta alguna clave moral, porque se centra en individuos, en actitudes singulares? En absoluto. Porque es un antirracismo anticapitalista, anticolonial y antimperialista.

No obstante, más allá del eslogan, si se nos pidiese que definiéramos de manera clara cuál es la diferencia fundamental entre estas dos maneras de encarar la lucha contra el racismo, diríamos lo siguiente. El horizonte no es mejorar la inclusión de nuestras comunidades en los marcos económicos, morales y filosóficos del imperio, lo cual apagará los deseos de liberación de las generaciones venideras, promoviendo al interior de las mismas un enfermizo deseo de integración que, al mismo tiempo, nunca llegará a completarse. Estamos hablando, por lo tanto, de estimular el deseo de construir una sociedad realmente justa y sana para los pueblos, la humanidad y el planeta. Es decir, hablamos de quienes resisten al imperio, de quienes se revuelven contra el imperio y de quienes provocan, también desde dentro del mismo, tensiones con potencial revolucionario. Lo cual implica necesariamente señalar las estrategias del capital y del proyecto neocolonial por mantenerse a flote, utilizando también caras de todos los colores y cuerpos de todas las etnicidades.

 

RAZA, CAPITAL E IMPERIO SON UNO

Hablar sobre racismo no es, por lo tanto, hablar únicamente sobre identidades. La raza, -que nunca se da sin clase ni género- también palpita tras la división internacional del trabajo y se manifiesta en todos y cada uno de los ámbitos en los que se produce la lucha de clases. Los ejemplos son innumerables: en la lucha contra la especulación inmobiliaria, contra la explotación laboral, contra la violencia policial y la ley mordaza. En las luchas contra la segregación urbanística y escolar; en las luchas por una sanidad pública y universal, por legislaciones igualitarias y por la memoria histórica, etc. Y, al mismo tiempo, la lucha contra el capitalismo encuentra su hueso más duro de roer en la lucha contra la existencia de espacios de no-derechos como los asentamientos chabolistas de los campos de Huelva, Almería, Lérida; en espacios de no-derechos como los CIE. El nervio de la lucha contra el capitalismo se rompe en barrios como la Cañada Real, en Madrid, o el Polígono Sur, en Sevilla. El corazón de la lucha contra el capital se produce allá donde los cuerpos de las personas migrantes no blancas provenientes de las ex-colonias, y muy particularmente de las mujeres africanas, magrebíes, romaníes, asiáticas, de Abya Yala, son usados para ahondar en las condiciones de deshumanización, explotación y desposesión de las que se nutre el capitalismo.

En su obra, Frantz Fanon nos habla de cómo la situación colonial imposibilita en si misma la puesta en marcha de cualquier relación de igualdad. Si aceptamos que vivimos en un mundo fundamentalmente neocolonial, que pueblos como el palestino resisten, de hecho, en una situación colonial, hemos de cuestionar la manera en la que, desde el Norte Global -cuyo liderazgo político sostiene dicha situación- usamos nuestros marcos decoloniales, postcoloniales, etc, sea cual sea la situación de nuestros pueblos en él. No para dejar de usarlos porque estén irremediablemente «manchados», enfoque moralista que genera imposturas y circunloquios inútiles, sino para hacerlo con mayor honestidad, al servicio de luchas dignas como las mencionadas. Así, esta batalla no es una pugna entre individuos desde la que se condena a unos y se salva a otros supuestamente libres de contradicciones. Es una lucha colectiva basada en la ruptura real con un recetario político que, en última instancia, está al servicio del neoliberalismo, al servicio de consensos a través de los que se deslegitima a quienes luchan por adquirir una igualdad material y vital real.

  • Helios F. Garcés ha escrito en medios de comunicación y revistas críticas como DiagonalEl SaltoLa MareaCtxt o Tabula Rasa. Ha formado parte, como militante, organizador y formador, de diversos proyectos políticos de lucha contra el racismo en el Estado español.

Publicado originalmente en https://blogs.publico.es/dominiopublico/65797/abolir-el-antirracismo-capitalista/#google_vignette

Los levantamientos democráticos que nos faltan

por Giuseppe Cocco

 

Impureza de las sublevaciones, geometría de las revoluciones     

En la introducción de su libro “Revolution»[1], el historiador Enzo Traverso critica duramente la exposición «Soulèvements» organizada por Didi-Huberman[2]. Le molesta, profundamente, la fotografía de Gilles Caron que ilustra la tapa del catálogo, y aún más, le molesta, la bajada de foto: «manifestantes anticatólicos». Estamos en la batalla de Bogside entre católicos y protestantes en Londonderry, agosto de 1969: dos jovencitos lanzan piedras como si ejecutasen la coreografía de un ballet. Esta imagen seria una desviación, pues muestra, no una sublevación, sino que una sumisión: “la danza mortal de la segregación que, por muchos siglos, sufrieron los católicos”[3]. Aunque la imagen es estéticamente muy poderosa, “la elegancia de un gesto que evoca a la belleza de una performance atlética no esclarece su significado político»[4]. Didi-Huberman responde a la crítica con por lo menos tres argumentos: primero, él la define como “sectaria”, porque ambos autores estarían del “mismo lado de la barricada”; en segundo lugar, el afirma que la distinción clásica formulada por Arno J. Mayer, y utilizada por Traverso, entre rebelión y revolución establece una jerarquía política cuestionable entre las sublevaciones (irracionales, deseadas, desesperadas) y las revoluciones (esperanza organizada en torno a un proyecto); finalmente, el pie de foto de Gilles Caron estaría equivocado, los manifestantes en realidad serian católicos, los oprimidos[5]. Traverso, entonces, seria víctima de una “negligencia de lectura”: no se toma el tiempo necesario para captar una sensibilidad que se subleva “contra toda pureza»[6].

Traverso responde y radicaliza el dialogo: al producir “imágenes de pensamiento” que “rechazan separar la corporalidad de las luchas de su intencionalidad política”, se cae en la estetización de lo político en lugar de promover una politización de la cultura, según la famosa formula de Walter Benjamin[7]. Didi-Huberman nuevamente responde. Ya no estamos del “mismo lado de la barricada»[8]. Tenemos, entonces, dos campos que se confrontan en torno a la iconología que atraviesa la historia cultural a partir de concepciones opuestas de la dialéctica de la imagen: de un lado, la belleza del gesto de la sublevación; del otro, la geometría de la revolución. Las sublevaciones serian emocionales y corpóreas en tanto que las revoluciones se situarían mas del lado de la racionalidad. Mientras Didi-Huberman se concentra más en las imágenes en sí, Traverso examina las imágenes explicadas.

  1. Más allá de la pausa, la potencia de un soplo

En el catálogo de la misma exposición, para hablar sobre sublevaciones, Antonio Negri usa la metáfora y la mitología del halterofilismo: el atleta que levanta pesas, Atlas que sostiene los cielos sobre sus hombros. El punto central de su reflexión es la pausa que separa la performance en dos momentos: levantar la barra del piso hasta el pecho y luego intentar elevarla por encima de su cabeza, con los brazos extendidos hacia el cielo[9]. El levantamiento gestiona la potencia del portador y el sufrimiento que soporta bajo la carga que levanta[10]. Cuando la pausa no se transforma en una interrupción —continua Negri — acontece algo como la creación del mundo, un exceso del ser: «un gesto de fuerza, pero realizado como un soplo«[11]. El levantamiento se torna revolución. Cuando eso ocurre en la dinámica colectiva, cuando estamos “todos juntos, (…) todo es alegría«[12]. Es el milagro de la transfiguración de la fuerza y de la violencia en su opuesto: el soplo y la alegría.

A partir de esa poética del soplo colectivo como creación revolucionaria, Negri propone una reflexión sobre las trampas y los limites de la acción. El limite seria la derrota: la trampa, a su vez, se encontraría en una ontología negativa. La ontología negativa ocurre cuando “el peso del levantamiento no puede ser más soportado”, pudiendo acontecer que se huya “de la materialidad de ese proceso (y) se instale de ese modo un deseo derrotado, frustrado, triste (…)[13]«. Este es un tema que encontramos en un análisis de «L’uso dei corpi” de Giorgio Agamben[14]. Negri escribe: «su investigación no conduce ni a la construcción de una comunidad posible, ni a una definición de un poder, sino que apenas a un poder destituyente, a una comunidad inoperante»[15]. Para Agamben, el poder constituyente es consubstancial al poder constituido[16]. En contraste, según Negri, el poder constituyente es siempre una «lucha contra el poder constituido», una ontología positiva y alegre. Pero, ¿cómo funciona esta ontología alegre?

  1. La potencia del soplo, contra las derivas autoritarias

En marzo de 2023, exactamente diez años después de la gran sublevación de junio de 2013[17], un periodista destacado, del mayor periódico brasileño critico la propuesta de una “asamblea constituyente exclusiva” formulada por un senador del Partido de los Trabajadores[18]: «Todo este debate (sobre asambleas constituyentes) fue socavado por las experiencias en América Latina, donde varios gobiernos las utilizaron (…) para aumentar el poder del ejecutivo, como ocurrió en la Venezuela de Hugo Chávez, en la Bolivia de Evo Morales y en el Ecuador de Rafael Correa”. En el mismo artículo destaca que, la “base teórica para la manipulación de referendos y del propio instrumento de la asamblea constituyente para dar mas poder a los presidentes de turno, es el libro El poder constituyente¾ensayo sobre las alternativas de la modernidad, del filosofo italiano Antonio (Toni) Negri»[19]. También menciona que, diez años atrás, en el tumulto de la rebelión, el mismo periodista había publicado un artículo sobre la misma propuesta con los mismos argumentos. La convocatoria de Asambleas Constituyentes, enfatizó, es un “tipo de acción fundamentalmente antidemocrática, pues una cosa es criticar las acciones del Congreso y exigir cambios en su acción política para acercarse a aquellos que representa, es decir, los ciudadanos (…), otra es querer sortear el poder legislativo, estableciendo un vinculo directo con el electorado por medio de un gobierno plebiscitario, que conduce al populismo y al autoritarismo»[20]. En aquella época, él también denunciaba explícitamente el papel de la filosofía política de Negri.

Hoy sabemos que la experiencia chavista se transformo en una dictadura y en una pesadilla para los venezolanos, justamente por haber conseguido quebrar la independencia de las otras esferas institucionales. Los plebiscitos y las asambleas constituyentes servirán a una nueva y perversa forma de bonapartismo. Por otro lado, en Brasil, la resiliencia democrática ante el fascismo bolsonarista puede contar con los poderes constituidos (en particular con la Corte Suprema) [21].

¿Significa, acaso, esto que el poder constituyente es una amenaza para la democracia? ¿Coincide con las llamadas asambleas constituyentes o se trata de algo diferente, como lo demuestra el caso chileno? ¿Puede la controversia, en torno a esta noción, ayudarnos a resolver el debate sobre las revoluciones y levantamientos, o será el contrapunto entre Traverso y Didi-Huberman lo que puede permitirnos entender mejor los enigmas del poder constituyente?

  1. Después de la imagen

Curiosamente, la polémica sobre revolución y levantamientos se da sin poner mucha atención a la historicidad del conflicto que acontecía, en la época de la fotografía, entre católicos segregados y unionistas opresores en Irlanda del Norte. ¿Qué paso después? ¿En los términos de Negri, hubo una derrota o los pesos del levantamiento cayeron en la trampa de la ontología negativa? Si bien Irlanda del Norte paso por un largo calvario de violencias entre católicos y unionistas, esos conflictos fueron de hecho transformados en el establecimiento de un acuerdo de paz. Más allá de las leyendas y de los pies de foto (de la exposición y de la fotografía), católicos y unionistas hoy disputan en las dinámicas de la democracia: sus conflictos han transformado las formas de vida[22]. Los levantamientos irlandeses no estuvieron exentos de consecuencias, pero estas no solamente fueron represivas, ni realmente constituyentes y mucho menos revolucionarias. Fue en el terreno instituyente que esa transformación se pudo afirmar al punto de que, en febrero de 2024, una líder nacionalista (del Sinn Fein), fue electa Primera Ministra del Ulster[23]. Por lo tanto, cabe preguntarse, si en sus respuestas a Traverso, Didi-Huberman no estaba demasiado preocupado por mantenerse “del mismo lado de la barricada”. No son las barricadas las que permiten sustentar posiciones diferentes, sino la democracia como producto y terreno de un conflicto que no termina en lo absoluto. Cuando el cañón no encuentra limites, es el terror lo que surge. Y no es la critica de Arno Mayer a los levantamientos la que podría salvar a los regímenes producidos por las “revoluciones” en Rusia, así como en China o en Cuba[24]. Al contrario de lo que dice Traverso, el comunismo-régimen no es diferente del comunismo-revolución y no hay nada que lamentar de su colapso[25]. Al contrario, los levantamientos democráticos quedan así, liberados.

El debate no es entre “rebelión deseante” y “revolucion racional”, sino sobre el lugar o el papel de lo que Macchiaveli llama necesidad. La democracia es la forma de gobierno y de vida capaz de revertir la relación con la necesidad: los fines se encuentran con los medios, sin embargo (nondimanco), este encuentro institucionaliza la tensión entre los dos, o sea, entre la regla y su derogación[26].

 

  1. 4. La democracia instituyente, todavía

Sin embargo, del mismo que Didi-Huberman duda en recordar la larga serie de tragedias que marcan la historia de las revoluciones, en su ensayo sobre halterofilismo, Negri basa su ontologia de la alegría en una sedimentación jerarquizada de los diferentes levantamientos. Nos habla que las revueltas americanas, la de los jóvenes londinenses o las de los hijos de los inmigrantes en Francia. El levantamiento brasileño de junio de 2013, la revolución de las multitudes ucranianas en Maidan, las calles de Caracas contra la dictadura chavista, las revueltas de Nicaragua contra la dictadura sandinista o en Cuba contra el hambre, ni siquiera merecen una mención. Claro, se puede decir que son omisiones en una lista aleatoria y no exhaustiva. Aun así, da la impresión de que se trata de revueltas canonizadas, algo como las cuentas de un rosario, la liturgia de una respiración que continuaría “alentando desde la Comuna a los soviets, de las insurrecciones metropolitanas a las primaveras del nuevo proletariado»[27]. Una conferencia de Negri en Oxford (2012) confirma que se trata de una doxa. La Guerra Fría, afirma, era una invención destinada a “mantener el aislamiento de la URSS”[28] y la caída del Muro de Berlín solo tendría un efecto positivo, el permitir una construcción europea antiamericana. Del mismo modo que en su geología de los levantamientos no hay espacio para la geopolítica de las contestaciones no rotuladas “de izquierda”, en esta Europa antiamericana pensada por Negri no hay espacio para los deseos democráticos de las multitudes de los países del Este. Paradoja en el abismo: La Europa antiamericana que Negri sueña es puramente occidental. Para el, la búsqueda de los países Bálticos, de los polacos, de los rumanos (y más recientemente de Finlandia y Suecia) de protegerse en la alianza atlántica sería el resultado del imperialismo yankee. La resistencia ucraniana, escribe junto a Nicolas Guilhot, es “una guerra por el poder entre potencias nucleares (…)»[29] . Las multitudes de Maidan, aparentemente no sedimentaron nada, y su resistencia es más temida que el fascismo ruso[30].

  1. Los levantamientos democráticos que nos faltan

Los levantamientos radicalmente democráticos que hoy nos faltan ante la ascensión, casi, inexorable de los nuevos fascismos, y de la guerra en gran escala, que ellos fomentan, están atrapados en la trampa de esas inversiones de significado. Pero es precisamente en las calles de Tbilisi, Budapest, Varsovia y Odesa, donde estas energías se manifiestan. Lo mejor de Europa esta fuera de Europa, en los jóvenes ucranianos que resisten al fascismo ruso. De la misma forma, lo mejor de Occidente esta fuera de Occidente, en las jóvenes mujeres iranies que liberan sus cabellos, corriendo el riesgo de ser asesinadas por hacerlo. Tal vez sea en la vitalidad de estos levantamientos democráticos que el debate sobre la revolución sea superado, así como la oposición entre poder constituyente y poderes constituidos. De cualquier modo, nos encontramos en el corazón de la famosa reflexión “gatopardesca” de Giuseppe Tommasi di Lampedusa: «Si queremos que to se quede como esta, es necesarios que todo cambie. ¿Está claro?». Carlo Ginzburg recuerda que esa frase es una derivación invertida de Maquiavelo en los Discursos: «Quien, en una ciudad libre, quiere reformar un gobierno antiguo, que conserve al menos la sombra de las costumbres antiguas». La inversión es evidente: por un lado, «si queremos que todo cambie, es necesario que algo permanezca como está (Discursos); por el otro, «si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie» ( Gattopardo). «El fin es opuesto: revolución en el primer caso, conservación en el segundo. Los medios son idénticos: cambio (parcial en el primer caso, total en el segundo)». Aquí está la paradoja: «es el conservador, y no el revolucionario, quien lleva el cambio hasta sus últimos extremos (‘todo… todo’)», concluye Ginzburg, como acabamos de hacer con Irlanda del Norte, analizando lo ocurrido en Sicilia después del Gattopardo: «(…) a mil leguas del ‘refus du changement en soi‘ (…), el cambio político existe, tal como existe, en un nivel más profundo, la ‘lenta sustitución de las clases’ (…)». Pero mientras Ginzburg termina con una nota melancólica, colocando la especificidad histórica en el horizonte de su contingencia cósmica, nosotros necesitamos multiplicar los esfuerzos para movilizar los levantamientos democráticos que nos faltan.

** Giuseppe Cocco, es profesor titular de la UFRJ. Coordinador del Laboratorio Territorio y Comunicación (LabTeC/UFRJ)

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton

NOTAS:

[1] Enzo Traverso, Révolution. Une histoire culturelle. Tradução do inglês de Damien Tissot, La Découverte, Paris, 2021.

[2] Jeu de Paume, Paris, 2016.

[3] Guillaume Blanc-Marianne https://aoc.media/analyse/2023/05/03/image-legendee-histoire-legendaire-coda-a-la-querelle-didi-huberman-traverso-1-2/

[4] Traverso, Révolution, cit., p. 21.

[5] “Prendre Position (politique) et prendre le temps (de regarder)”, Analyse Opinion Critique AOC, 5 mai 2022.

[6] Georges Didi-Huberman, Atlas ou la Gai savoir inquiet. Cit., p. 13.

[7] Enzo Traverso, “Soulèvements/égarements”, AOC, 2 de julho de 2022

[8] « Qu’est-ce qu’une image de gauche ? », AOC, 18 juillet 2022.

[9] Negri, “L’événement”, in Didi-Huberman, Soulèvements, Cit.

[10] Georges Didi-Huberman, Atlas ou la Gai savoir inquiet. L’œil de l’histoire, 3. Minuit, Paris, 2011, p.88.

[11] Negri, “L’événement”, cit.

[12] Ibid.

[13] Ibid., p. 40.

[14] Neri Pozza, Vicenza, 2014. O Uso dos Corpos,, Boitempo, São Paulo, 2017.

[15] Antonio Negri, “Giorgio Agamben, quando l’inoperosità è sovrana”, Il Manifesto, 2014.

[16] A. Negri, “Ce divin ministère des affaires de la vie sur terre”, La Revue Internationale des Livres e des Idées, Janeiro de 2008.

[17] Giuseppe Cocco et Yann Moulier Boutang, “La première révolte de la multitude du travail métropolitain”, Multitudes, 2013/3 (n. 54), pp.19-31. Ver tambien  Giuseppe Cocco: “Lula, 10 ans après juin 2013”, Multitudes, 2023/2, n. 90.

[18] Murilo Fagundes, “Humberto Costa sugere novas Constituinte para reforma política”, Poder360, 12 de março de 2023.

[19] Merval Pereira, “Buscando atalhos”, O Globo, 14 de março de 2023, p. 2.

[20] Merval Pereira, “Democracia Direta”, O Globo, 25 de junho de 2013.

[21] Jeudiel Martinez, “Chavez est vivant, la lutte continue”, Multitudes, 2019/3, pp. 7-11.

[22] Para obtener una cronología detallada de los acuerdos de paz, consulte The Irish Peace Process – Chronology of Key Events (April 1993 – April 1998), disponible en https://cain.ulster.ac.uk/events/peace/pp9398.htm

[23] “Irlande du Nord: Michelle O’Neill, issue du Sinn Fein, élue officiellement première ministre, Le Monde, 3 février 2024.

[24] Arno Mayer, The Furies: Violence and Terror in the French and Russian Revolutions, Princeton, Princeton 2000.

[25] Enzo Traverso, Révolution, cit., p. 494.

[26] Carlo Ginzburg, Néanmoins, traduzido do italiano por Martin Rueff, Verdier, Paris, 2018.

[27] Negri, “Événement”, Cit., p. 44.

[28] Antonio Negri, Intervento Volcano, Oxford, 12 de maio de 2012 (manuscrito).

[29] Toni Negri et Nicolas Guilhot, « New Reality ? », New Left Review, 19 août 2022

[30] Cf. Bruno Cava et Giuseppe Cocco, “Est-il plus facile d’imaginer la fin du monde que la fin de Poutine?”, AOC, 5 décembre 2022, disponible https://aoc.media/opinion/2022/12/04/est-il-plus-facile-dimaginer-la-fin-du-monde-que-la-fin-de-poutine/

La paradoja de la democracia

por Jack Daniel (seudónimo)

 

Esta es la paradoja de las democracias: ¿Qué sucede cuando un pueblo, de forma democrática (o sea, por mayoría), elige a un enemigo de la propia democracia?

En los próximos días y semanas, discutirán sobre la debilidad de Kamala Harris, su insuficiencia y su descuidada, rocambolesca, entrada en la carrera presidencial. Hablaran de los blancos pobres en busca de status, de la inflación y de la emigración, van a mencionar Gaza; cada uno intentara explicarnos por qué Kamala Harris perdió. Claro, van a mencionar el hecho de que ella es mujer y negra, y concluirán que los Estados Unidos aun no estaban preparados para eso. Seran, ya puedo predecirlo, explicaciones interesantísimas que, en el intertanto, no nos aclararan el punto principal, o sea, ¿cómo es posible que la mitad (o más) de los norteamericanos haya votado a Trump?

En la noche del 6 de enero de 2021, levanten la mano los que previeron el resultado de hoy: ninguno, y si alguien dice que lo previo, probablemente está exagerando. Decir que Trump es un peligro para la democracia no es un slogan; es solo constatar lo hechos, lo que paso en ese momento, lo que, él, viene afirmando a lo largo de los años. Deportaciones, prisiones de los adversarios, amenazas a la prensa, el proyecto 2025 ¾lo hemos visto y oído todo. Y, aun así, el gano, asegurando la presidencia, el parlamento y teniendo ya a la Suprema Corte en sus manos. Raramente alguien ha tenido tanto poder en la democracia norteamericana, un hombre que, como dije, hace de todo para mostrar al mundo cuanto le importa la democracia, sus ritos, controles y equilibrios: nada

Nos estamos volviendo a una caricatura de la democracia, hacia el plebiscitarismo, la enfermedad senil de las democracias que no solo afecta a Estados Unidos, basta mirar alrededor y, tal vez, muy cerca de nosotros. La prensa y el poder judicial son acusadas de ir en contra, las quejas diarias sobre los obstáculos que limitarían la acción del gobierno escogido por el pueblo, propuestas de “premierato” son nuestro pan de cada dia, pan italiano y común también a varios países europeos. A fin de cuentas, en la era contemporánea, podemos decir que fuimos nosotros, con Berlusconi, los inventores del plebiscitarismo contemporáneo en un país democrático: un país de santos, navegadores e inventores de formas de gobierno que minan la democracia. La primera vez como tragedia, el fascismo, la segunda vez como comedia, el “bunga bunga”.

Pero la pregunta permanece: ¿qué tipo de anticuerpos pueden ser activados cuando este tipo de gobierno, declaradamente hostil al método y a la practica democrática, que presuponen el respeto de las minorías, controles y equilibrios, es elegido por la mayoría? En la postguerra, nos esforzamos para creer que la crisis de las democracias de un siglo atrás ocurrió, comenzando aquí, en el país de los Santos y Navegadores debido a conspiraciones y golpes de estado bien articulados por una minoría contra la mayoría. Nos autoconvencimos por décadas de que los regímenes totalitarios no tenían apoyo popular y, si lo tenían, era porque lo obtuvieron por coerción o mediante una propaganda asfixiante, o por la eliminación de los opositores. Nos convencimos, con confianza, de que una democracia no podría ser debilitada de forma democrática, ya que, naturalmente, el gobierno de la mayoría (la democracia) siempre seria preferido por la mayoría al gobierno de un hombre o de un pequeño grupo al mando. Creíamos que nunca se elegiría la autocracia, democráticamente, frente a la democracia, que tendría que imponerse manu militari, con un golpe de estado o con un “putsch”.

Y, sin embargo, estamos viendo que no es así (y ni siquiera hace un siglo, de hecho): la mayoría puede, si, preferir la autocracia y a ese hombre solo en el mando; la democracia puede cansar, envejecer o parecer vieja, sino decrepita. Orbán, Putin, Xi, Trump (y los nuestros) son lo “nuevo” que avanza.

¿Qué anticuerpos? No se ve ninguno, más allá de slogans dignos de Pangloss, como “es preciso fortalecer la democracia” o “revitalizar los partidos, participación fortalecer los organismos intermedios”. Cierto, pero ¿cómo? Porque el problema es precisamente ese: es como decir que la solución para una enfermedad seria la buena salud del enfermo. Excelente, pero ¿con qué tratamiento podemos recuperar la buena salud si el tratamiento en si es considerado como fuente de enfermedades? ¿Cómo revitalizar los organismos intermedios y partidos si justamente son considerados como un obstáculo para la voluntad popular, expresada por un plebiscito que elige al “Campeón” que se encarga de atacar a cualquiera que obstaculice sus proyectos? Los controles y contrapesos son vistos como ataduras y limites a la voluntad popular y, por ende, algo a ser reducido, sino eliminado.

Un siglo atrás, la crisis de las democracias condujo a la catástrofe y, después de darnos de cabezazos, reconocimos el valor de la democracia misma. Fue necesaria la nemesis de la guerra que funciono como vacuna y genero anticuerpos que nos han protegido hasta ahora. ¿Pero ahora? ¿Qué o cual es el “refuerzo de la vacuna”? ¿Qué tiene que acontecer para convencernos de que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás?

 

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton