por Bruno Cava & Alexandre Mendes
Cuando Paolo Virno, analizando la fuerza de trabajo a partir de la lectura de la sección II del primer volumen de El Capital (sobre la transformación del dinero en capital) recuerda la definición de Marx sobre la fuerza de trabajo (o la capacidad de trabajo), que es cualificada como “el conjunto de actitudes físicas e intelectuales que existe en la corporeidad, o sea, en la persona viviente de un hombre, que se moviliza toda vez que se produce valor de uso de cualquier especie”. Por tanto, por “fuerza de trabajo” debemos entender, según Virno, no solamente la ejecución de un trabajo específico (un acto), sino que, especialmente comprenderla como una capacidad general expresada por el conjunto de sujetos puestos a trabajar por el capital. Por esto, lo que es vendido por la constitucion de la fuerza de trabajo como una mercadería es una “actividad en potencial”, en resumen, la propia posibilidad de producir. Aquí es válida la diferencia entre acto y potencia, en el sentido de que la fuerza de trabajo es, antes que nada, “potencia de trabajar”, luego, un compromiso general de las potencialidades de vida en el proceso de trabajo capitalista. “Siendo potencia, no posee una manifestación propia, sino que se expresa factualmente en la vida del ser humano” (ídem, p.112). Con el capitalismo, es la vida entera, como substrato material productivo, que se presenta como potencia para producir valor.
Jason Read, establece un importante punto de contacto entre Marx y aquello que Foucault definió como dispositivo disciplinar y biopolítico. En el primero, se trata de garantizar una disciplina adecuada para que el acto del trabajador sea realizado de forma eficiente, útil y al mismo tiempo se presente como figura dócil al capital. El segundo, es la potencia general de una población que se ofrece como objeto de las tácticas de gobierno y las intervenciones biopolíticas. En tanto el acto y la subjetividad del trabajador son disciplinados, la población, como un todo, es regulada y atraviesa por dispositivos que la transforman en una fuerza productiva general, indispensable, para el desarrollo del capitalismo.
Por lo tanto, a pesar de algunas diferencias entre pensadores, Marx y Foucault visualizan en la constitucion del modo capitalista de producción, en primer lugar, la formación de una fuerza social que se considerara inmediatamente productivo. Se trata de un “potencial subjetivo abstracto”, del cual depende el capital, y, por eso, se busca desarrollar y, al mismo tiempo, controlar ese potencial; según, la constitucion del trabajador como hombre útil, productivo y disciplinado, que internaliza los comandos del capital de la dimensión del hábito y de su cotidiano. En ambos casos, la subjetividad aparece en su inmanencia con relacion al modo de producción capitalista, constituyendo no solamente el terreno del comando capitalista, sino que también la posibilidad de desencadenar una resistencia contra ese comando. “La subjetividad no es exterior a las relaciones de poder, sino que constituye una dimensión correlata, que deviene posibilidad de resistencia y de una invención irreductible a sus propias condiciones.
En esa línea, teniendo sedimentado el terreno de la producción de la subjetividad en el desarrollo del capital, Read interpreta la famosa frase de Marx en la Ideología Alemana –“comunismo es el movimiento real que destruye el estado actual de las cosas”- como el reconocimiento de que la ruptura se debe dar en el ámbito de la producción de subjetividad, i.e., no como la utopía de una sociedad futura emancipada, pero con un continuo y real movimiento de la lucha contra las formas de control que tienden a “amoldar” la fuerza de trabajo y el trabajo vivo. En ese sentido, el concepto de trabajo vivo aparece en los Grundisse de Marx como “fuerza de trabajo definida en oposición al capital. Si el modo capitalista de producción está fundado en la valorización, en el aumento de más valor, el trabajo vivo es autovalorización”.
La autovalorización del trabajo vivo, por lo tanto, es definida a partir de la resistencia al proceso de subjetivacion que busca transformar la fuerza de trabajo en un conjunto dócil y productivo. Ese rechazo en relacion al proceso de subjetivación y la autovalorización del trabajo vivo impone al capital la necesidad de invertir, cada vez más, en la propia vida social y en sus relaciones. Esto porque la autovalorización del trabajo vivo va siempre junto a la cooperación social, que posee, según Read, el estatuto ambiguo de ser, tanto un presupuesto para la acumulación, como una posibilidad de ruptura entre la fuerza de trabajo y los mecanismos de explotación. La cooperación social del trabajo vivo se transforma, entonces, en la posibilidad de producción de riqueza en el modo capitalista de producción y, al mismo tiempo, en la posibilidad de su propia ruina.
El concepto de autovalorización del trabajo vivo nos lleva directo a la lectura de Antonio Negri de los Grundisse de Marx. Read, es preciso decirlo, sigue, en los exactos términos, el análisis del tema de la autovalorización del trabajo vivo tal cual fue formulado por Negri desde los años1970, en La forma Stato; per la critica dell’economia política della Constituzione (1977), en Il dominio e il sabotaggio: sul metodo marxista della transformazione sociale (1978) y en el conocidoc libro Marx oltre Marx: qudaerno di lavoro sui Grundisse (1979).
Negri presenta la autovalorización obrera como el momento en que el capital no logra más unir la fuerza de trabajo a los mecanismos de desarrollo del capital. Se trata de una liberación de la vida que, en el mismo movimiento, es capaz de interrumpir el proceso de valorización capitalista y constituirse como una potencia inventiva, como capacidad de construir nuevas relaciones: “Aquí, entonces la vida ya no se detiene: lo que la clase obrera no cede al capital lo desarrolla como autovalorización, como liberación de si misma. Enriquece su composición, esto es, el valor del trabajo necesario, su capacidad de lucha, su fuerza de resistencia, su fuerza de invención. El rechazo del trabajo es aquí una categoría densa y constructiva”.
En Marx oltre Marx (1979) encontramos un último resultado del esfuerzo emprendido por Negri en los años anteriores, para ofrecer una lectura política de Marx, que rompiese con el determinismo, el objetivismo, el mecanicismo y el organicismo de lo que él denomina marxismo vulgar. Este flujo creativo encuentra en los Grundisse un suelo fértil y abierto a nuevas interpretaciones que fuesen adecuadas a las luchas contra el capitalismo fuertemente desencadenadas en aquella década.
Podemos afirmar que Marx oltre Marx (1979), curiosamente publicado en el mismo año de Naissance de la Biopolitique, es un texto seminal para una comprensión marxista, avant la lettre del común, a partir de claves conceptuales que continúan siendo provechosas. Afirma Negri: “Los Grundisse buscan una teoría de la subjetividad de la clase trabajadora contra la teoría del lucro y de la subjetividad capitalista”.
La primera característica que Negri encuentra en los manuscritos de 1857-58, ya resaltada en Read y Virno, es exactamente la presencia de una concepción de capitalismo como enfrentamiento entre el comando capitalista y la subjetividad de los trabajadores forzados a trabajar y garantizar la efectividad de la ley de plusvalía (surplus value). En Marx oltre Marx, colocando el acento en la concepción subjetiva presente en varios pasajes de los Grundrisse, Negri desarrolla el reconocimiento de un antagonismo inmanente al desarrollo del capitalismo; la posibilidad de que, en el corazón del antagonismo, exista un proceso de autovalorización y emancipación de la clase trabajadora (subsunción real de la sociedad por el capital) que acaba por generalizar y potencializar el antagonismo y la posibilidad de constitucion del comunismo. Explorando el primer punto, en el capítulo inicial sobre el dinero, Negri percibe la constitución de una heterogeneidad entre capital y trabajo que es inmediatamente planteado como problema en la función que el dinero asume como forma del valor (es decir, de la explotación). De hecho, para Marx, el dinero es «comunidad real», es decir, «sustancia universal de la existencia para todos y el producto colectivo de todos. El dinero porta desde ya el antagonismo social, inmanente a su función de viabilizador de una «división absoluta del trabajo». Veamos el siguiente pasaje de los Grundrisse:
“El dinero como finalidad deviene aquí medio de El dinero como propósito deviene aquí medio de la laboriosidad universal. La riqueza universal se produce para apoderarse de su representante. Así son abiertas las fuentes efectivas de riqueza. Como la finalidad del trabajo no es un producto particular que este en relación particular con las necesidades particulares del individuo, sino que el dinero, la riqueza en su forma universal, entonces, en primer lugar, la laboriosidad del individuo no tiene ningún límite; es indiferente en relación con su particularidad y asume cualquier forma que sirve a la finalidad; es ingenioso en crear nuevos objetos para la necesidad social, etc. Por supuesto, que bajo la base del trabajo asalariado, el dinero no tiene efecto disolvente sino que productivo; mientras que la comunidad antigua ya en sí misma está en contradicción con el trabajo asalariado como fundamento universal. La industria universal sólo es posible allí donde cada trabajo produce la riqueza general, y no una forma determinada; donde, por lo tanto, también el salario del individuo es dinero”.
En este revelador párrafo de los Grundisse el dinero claramente aparece como medio para permitir una explotación universal y sin límite de los trabajadores (en la medida en que el trabajo no posee una finalidad asociada a un producto específico y una necesidad concreta) y medio para capturar la fuerza de trabajo que pasa a ser totalmente dependiente del dinero para satisfacer sus necesidades (trabajo como valor de cambio). Y luego, en un tercer sentido, Marx afirma que si “el dinero no es comunidad, tiene que disolver la comunidad” (ídem, p. 168), haciendo referencia al dinero como medio de disolver vínculos no capitalistas y universalizar el desarrollo de la sociedad burguesa.
Por eso, para Negri, el dinero, en los Grundisse, se expone directamente como comando capitalista –puro antagonismo-, por consiguiente, como conflicto entre capital y trabajo y también como “proceso de socialización del capital”. El dinero, entonces, es “la socialización de la explotación”, la explotación en su dimensión social (“capital social”) y tendiente a la universalización (ídem). Y es exactamente esa dimensión social y antagónica del dinero que coloca el valor en un permanente terremoto de oscilaciones, variaciones y crisis.
Para Marx, es exactamente en el momento en que el dinero es atravesado por una “relacion” –la relacion de producción capitalista – que él es subsumido por el capital. El dinero, por eso, “no es nada palpable” (ídem), él puede ser cualquier otra cosa (simples rentas, por ejemplo), y solo “ser” capital cuando es inserto en una trama de relaciones sociales, siempre conflictivas, que el capitalismo coloca en acción. En un pasaje extraordinario de los Grunsdisse, Marx evidencia que la producción de la relacion social entre capital y trabajo es “más importante”, inclusive, que la producción material capitalista. Ahora, siendo un movimiento continuo (“impulso” y “producto” que se coloca nuevamente en impulso), el capital es totalmente dependiente de la producción de una relación que produce su figura contrapuesta: la capacidad de trabajo vivo. Afirma Marx:
“Por fin, lo que aparece como resultado del proceso de producción y de valorización es, sobretodo, la reproducción y nueva producción de la propia relacion de producción, de la propia relacion entre capital y trabajo, entre capitalista y trabajador. Esa relacion social, relacion de producción, aparece de hecho como un resultado del proceso más importante aunque sus resultados materiales. En términos más precisos, al interior de ese proceso el trabajador se produce a sí mismo como capacidad de trabajo y el capital a él contrapuesto, del mismo modo que, por otro lado, el capitalista se produce como capital y la capacidad de trabajo vivo a él contrapuesta”
Marx deja claro, que en la producción y reproducción de la relacion social que define el modo de producción capitalista, “el trabajador se produce a sí mismo como capacidad de trabajo” (ídem). Por otro lado, desprovisto de sus condiciones objetivas (el trabajo muerto, subsumido por el capital) el trabajo aparece como “actividad”, “fuente viva de valor”, “vitalidad fecundante” y “posibilidad de la riqueza universal”. Antes de ser objetivado por el capital, el trabajo aparece, para Marx, en una “existencia puramente subjetiva”, “separado de toda su objetividad”, “existencia subjetiva del propio trabajo”.
Es notoriamente esa subjetividad, viva y fecundante, la que debe ser abolida por el capital para que ella devenga trabajo objetivado: «la simple subjetividad del trabajo, como mera forma tiene que ser abolida y objetivada en el material del capital. Para sobrevivir el capital, «como un vampiro, chupa constantemente el trabajo vivo como alma”.
El trabajo, en su dimensión subjetiva, aparece, entonces, como algo completamente
extraño al capital, al mismo tiempo que es su presupuesto. El trabajo vivo es aquello contra lo cual el capital necesita afrontar para mantener su valorización. En ese punto, la subjetivación capitalista plantea como imperativo la transformación del trabajo vivo (extraño) en capacidad de trabajo (valor de intercambio), y busca hacer que el trabajador se reproduzca como capacidad de trabajo.
Sin embargo, Marx evidencia que esa extrañeza a ser convertida es absolutamente amenazadora al capital. La relación entre el trabajo vivo y la capacidad objetivada del trabajo es una relación conflictiva, pero, sin embargo, es la relación capitalista por excelencia. Teniendo en cuenta que el trabajo objetivado es puesto como «objetividad de una subjetividad contrapuesta al trabajador, como propiedad de una voluntad que le es extraña, el capital es al mismo tiempo necesariamente capitalista.
Según Marx, si el capital pudiese pagar la capacidad de trabajo “sin tener que hacerlo trabajar”, ¡aceptaría el negocio con el mayor placer! Es exactamente en la subjetivacion del trabajo vivo como trabajo objetivado que reside todo el peligro para el capital. La “tragedia” para el capital, podríamos decir, es tener que relacionarse, a cada paso y cada vez más, con la extrañeza de la vida y del trabajo ajeno. Veamos:
La capacidad de trabajo comportase, en relacion al trabajo vivo, como algo extraño, y si el capital pudiese pagarle sin hacerlo trabajar, aceptaría el negocio con placer. Por consiguiente, su propio trabajo le es extraño –y lo es también en lo que dice respecto de su orientación etc. – en cuanto al material e instrumento [de trabajo]”
Ese potencial de emancipación del trabajo vivo es definido por Negri, como mencionamos, como autovalorización de la clase trabajadora a partir de su propia capacidad de generar riqueza, medios y condiciones de vida, potencialidades, etc. La autovalorización aparece como verdadero valor de uso de la clase trabajadora, no en un sentido naturalístico o humanista, sino que en la trama de las relaciones sociales y antagónicas del capitalismo:
Aquí el valor de uso no es nada más que la radicalidad de la oposición del trabajo y, por lo tanto, la subjetiva y abstracta potencialidad de toda riqueza, la fuente de toda posibilidad humana. Toda la multiplicación de riqueza y de poder. El capital succiona, exactamente, esa fuerza a través de la plusvalía (…) De este modo, esta etapa necesaria [de plusvalía] es continuamente restaurada por el capital. Tenemos el segundo punto: en el corazón de esta restauración, existe una relacion dinámica, una tentativa de la clase trabajadora de reafirmar consistencia indispensable y la necesidad de su propia composición, contrapartida constante de aquella fuerza capitalista que intenta subvalorar los trabajadores y sus necesidades.
Para Negri, el rechazo del trabajo y la autovalorización del trabajo son movimientos correlatos en los cuales el trabajador rompe la relacion de explotación del capital y, en la textura de esa misma ruptura, retoma para si la capacidad de inventar otros tipos de relacion más allá del capitalismo. Sí, como bien enseño Marx, el aspecto prioritario del capitalismo es producir la relacion que, de forma dinámica, produce y reproduce tanto el trabajo como el capital, la tarea primera de la lucha contra el capitalismo es destrozar exactamente esa relacion (social). Jason Read lo comprendió bien: la “ruptura” solo implosionará el “real movimiento de las cosas” cuando ocurra en el campo de la producción de subjetividad.
En dominio e il sabotaggio: sul metodo marxista della trasformazione sociale (1978), el pensador italiano afirma pensar la historia del capital precisamente como una “continuidad de operaciones de reorganización que el capital y el Estado colocan en acción contra una continua ruptura”. Esa ruptura, permanente sabotaje contra el capital, no es nada más que el esfuerzo del trabajo en emanciparse de la relacion de explotación definida por el capital (NEGRI. A. 1978, p. 18). Por eso la autovalorización marca una discontinuidad, operando por «un conjunto de saltos e innovaciones «, crea autodeterminación al mismo tiempo que desestructura el capital.
Desestructurar el capital aquí debe significar generar crisis en el interior del modo de producción capitalista. Ya en 1966, Martio Tronti, filósofo y marxista italiano, consideraba que la táctica de “rechazo al trabajo” generaba un bloqueo en todo el sistema de desarrollo capitalista. En el libro Operai e capitale (1966). Tronti afirma que la crisis generada por el rompimiento de los trabajadores al interior de la relacion (social) capitalista no produciría una simple crisis económica (cíclica), sino que produciría una verdadera crisis política en el interior del proceso de valorización capitalista
Negri retoma la hipótesis para dar nuevo aliento a la famosa ley elaborada por Marx sobre la tendencial caída de la tasa de lucro. Como se sabe Marx, presenta dos leyes referentes al lucro: la primera afirma que el lucro será siempre proporcionalmente menor que la plusvalía extraída inmediatamente. Esto ocurriría porque en el lucro el capitalista deduce los gastos en capital constante de la plusvalía inmediata. La plusvalía inmediata solo sería igual al lucro si el capital constante fuese igual a “cero”, lo que sería imposible tomando en cuenta los aspectos generales del capitalismo.
La segunda, según Marx, sería la de la tendencia a la caída de la taza de lucro, que ocurre en razon del desarrollo continuo de las fuerzas productivas del capital. En la medida en que el capital se va apropiando del trabajo vivo como trabajo objetivado o en la medida en que las fueras productivas se desarrollan, el capital empleado en la producción (capital constante) debe ser deducido de la plusvalía inmediata, lo que genera una tendencia proporcional de caída en la taza de lucro. Concluye Marx en El Capital: “La tendencia gradual, para caer, de la taza general del lucro es, por lo tanto, apenas expresion peculiar del modo de producción capitalista, del progreso de la productividad social del trabajo.
La inserción del tema del rechazo y el de la autovalorización del trabajo en la lectura de las leyes de Marx sobre el lucro, posibilita que Negri se desligue del mecanicismo economicista (prisionero de los cálculos objetivos sobre el capital constante y variable) y afirme: “la objetividad de la ley muestra la subjetividad de su curso”. Esto significa que, en el interior de la proporción decreciente descubierta por Marx, está la lucha de clases, i.e., el enfrentamiento y el extrañamiento entre trabajo y capital.
La ruptura y el extrañamiento, avancemos, hacen que el capital busque siempre el aumento de las fuerzas productivas incorporando nuevas máquinas, instrumentos y nuevas formas de producción, aumentando el capital fijo o constante.
Recordemos que según Marx, el capital “pagaría por no precisar a la capacidad de trabajo efectivamente trabajar, si pudiese”. Ese movimiento es el correlato, todavía, a un proceso de autovalorización del trabajador (“trabajo necesario”, o sea, aquel del cual el capital “no consigue librarse”) al interior de la producción que exige, cada vez más, una expansión en el campo de la satisfacción de sus necesidades. Según Negri: “de este modo emerge la tendencia de la tasa de ganancia en declinación, que combina proporcionalmente la disminución del valor del capital con una valorización independiente del proletariado”.
Vean que el énfasis “subjetivo”, la explicitación del antagonismo político entre subjetividades extrañas entre sí (capital y trabajo), direcciona la lectura marxista sobre la crisis hacia una pista en que las cuestiones como “súper-acumulación” (Harvey) o “subconsumo” (Luxemburgo) aparecen apenas como fenómeno del conflicto principal que atraviesa el modo de producción capitalista. Tal conflicto no solo produce la crisis, como indicara el camino seguido por el capital para su tentativa de restructuración. El itinerario de ese movimiento, como veremos, colocara el común en el centro del actual antagonismo.
La solución para la crisis, para la respuesta al proceso de sabotaje y autovalorización de la clase trabajadora, reside en la apuesta del capital en su capacidad de adquirir una dimensión social: “la circulación es la victoria del capital sobre la crisis” (NEGRI, A.). Los Grundrisse en el fragmento sobre la circulación, expone la tentativa desesperada del capital – “contradicción viva”- en superar sus propios obstáculos. La producción de “un circulo siempre ampliado de circulación” (MARX, K.), la formación de un mercado mundial (ídem, la creación de nuevas industrias “donde la relacion entre capital y trabajo se pone de forma nueva” (ídem), “la explotación de toda la naturaleza para descubrir nuevas propiedades útiles de las cosas” (ídem), “nuevas preparaciones (artificiales) de los objetos naturales” (Ídem) apuntan hacia:
Un sistema de explotación universal de las cualidades naturales y humanas, un sistema de utilidad universal, del cual la propia ciencia aparece como portadora tan perfecta cuanto que todas las cualidades físicas y espirituales, al paso que nada aparece elevado-en-si-mismo, legitimo-en-si-mismo fuera de ese círculo de producción e intercambios sociales. De este modo, es solo el capital que crea la sociedad burguesa y la apropiación universal de la naturaleza (MARX, K.)
En el momento en que el capital cumple su tendencia hacia la universalización de la producción y de la circulación, así como en la constitución de un sistema de explotación universal, acaba cualquier dualidad entre sociedad y capital. El capital ya no se enfrenta a la sociedad, como en Luxemburgo y en De Angelis, sino que pasa a constituir, él mismo, las relaciones sociales que atraviesan la sociedad (ahora burguesa). La circulación expandida produce la socialización del capital, el capital social.
Según Negri, aquí alcanzamos la denominada subsunción real de la sociedad por el capital. «Por la circulación y socialización el capital se vuelve realmente unificado. (…) El capital constituye la sociedad, el capital es enteramente capital social. (…) Aquí se establece la fundación para el paso de la manufactura a la gran industria y de la última a la fábrica social «(NEGRI, A.). El capital pasa a establecer su relación social de expropiación no más en relación al trabajo inmediato, sino como una «fuerza productiva general, su comprensión y su dominio de la naturaleza como cuerpo social (MARX, K.).
De hecho, en el Fragmento sobre las máquinas, Marx lanza en el texto una serie de insights potentes sobre la subsunción por el capital de toda la sociedad, sus relaciones sociales, su ciencia, sus saberes, su relación con la naturaleza: el capital «Extrae la vida a todas las fuerzas de la ciencia y de la naturaleza, así como de la combinación social y del intercambio social, para volver la creación de la riqueza (relativamente) independiente del tiempo de trabajo en ella empleado «(ídem).
En esta fase, el amplio desarrollo del capital fijo puede indicar hasta qué punto el «saber social general» devino «fuerza productiva inmediata» y hasta qué punto las «propias condiciones del proceso vital de la sociedad» quedaron bajo el control del intelecto general. Hasta qué punto las fuerzas productivas de la sociedad son producidas, no sólo en la forma de saber, sino que como órganos inmediatos de la praxis social; del proceso «real de la vida» (ídem).
¿Un Karl Marx biopolítico? Sin duda, con la publicación del curso Naissance de la biopolitique (1979), proliferan las lecturas que ponen a Marx y Foucault de la mano, articulando el «desarrollo» de las fuerzas productivas de la sociedad «con el análisis foucaultiana sobre el» arte de gobernar neoliberal «. De hecho, la «política de la vida» (Vitalpolitik) neoliberal, descrita por Foucault, puede ser perfectamente entrelazada al desarrollo de las fuerzas productivas como «proceso real de la vida», descrita en los Grundrisse. ambos describen el momento en que el capital subsume la propia vida social, en todos sus aspectos, para transformarla en una fuerza productiva, en un nuevo modo de producción que supere la crisis permanente del capitalismo impuesta por el con el trabajo entre el trabajo y el capital.
Pero hay que seguir avanzando en las posibilidades dejadas por los bellos pasajes de los Grundrisse sobre la introducción de la maquinaria y el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. Es que en ese fragmento, además de describir la inflexión de la producción en la dirección de la «praxis social», Marx apunta profundas diferencias en lo que se refiere a la relación social entre capital y trabajo, a partir del momento en que el «trabajo inmediato» pierde su centralidad para la «fuerza productiva general» (MARX, K. ).
Vamos a utilizar de nuevo a Negri para aclarar algunas nociones que se pueden extraer de los Grundrisse. La primera observación consiste en la percepción de que el surgimiento de un «individuo social» en Marx crea un nuevo tipo de subjetividad (una «fuerza colectiva») que es responsable de la creación de riqueza y se sitúa en el centro del antagonismo del capitalismo en su nuevo desarrollo. Según Negri: «la compresión del trabajo individual necesario es la expansión de un trabajo necesario colectivo que construye un individuo social, capaz de no sólo producir, sino también de usufructuar de la riqueza producida » (NEGRI, A.).
Veamos el guión argumentativo:
a.- El capital, en su extrañeza con relación al trabajo necesario, busca reducirlo con la introducción de la maquinaria y nuevas formas altamente desarrolladas de producción, además de promover la total socialización del capital por la circulación «el propio capital es la contradicción en proceso, por el hecho de que busca reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, al mismo tiempo que, por otro, lado, pone el tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza «(MARX, K.);
b.- La reducción del trabajo necesario crea las condiciones para la formación de un “trabajo social necesario” y que deviene “fuerza productiva inmediata” (ídem, p. 589);
c.- El capital para mantener la valorización busca apropiarse de esa fuerza productiva colectiva, pero enfrenta más de un límite consistente en la autovalorización colectiva del trabajo necesario y su tendencia a la emancipación. A esta altura, describiendo algo que podríamos llamar como una verdadera “revancha” de los trabajadores en relacion a los violentos procesos de acumulación primitiva, Marx pasa a imaginar la vuelta del vínculo entre las actividades creadoras, los medios de creación y la riqueza. Paradojalmente, en la subsunción real, o en el vocabulario foucaultiano, en el momento biopolítico per excellence, son creadas las condiciones para una real emancipación del trabajo y para el libre desarrollo de las individualidades:
Se da el libre desarrollo de las individualidades y, en consecuencia, la reducción del tiempo de trabajo necesario no para poner trabajo excesivo, sino para la reducción del trabajo necesario de la sociedad como un todo a un mínimo, que se corresponde entonces a la formación artística, científico, etc. de los individuos a través del tiempo liberado y de los medios creados para todos ellos. (MARX, K.)
(…) el capital aquí – deforma enteramente involuntaria – reduce el trabajo humano el gasto de energía, a un mínimo. Esto beneficiara el trabajo emancipado y es la condicion de emancipación (ídem, p. 585, cursivas nuestras)
La reducción del trabajo necesario en la industria, para Marx, lanza las condiciones para la liberación del tiempo y del propio trabajo, que deviene ahora en trabajo emancipado. Más allá de eso, la liberación del trabajo permite que los trabajadores creen medio para sí, propios. El “desarrollo libre de las individualidades” es el correlato a la autovalorización del trabajo emancipado que pasa a producir sus propios medios de vida y riqueza. Estamos nuevamente a las vueltas como una verdadera tecnología de lo común que, a su vez, avanza en la afirmación del antagonismo entre la emancipación del trabajo y el capital.
La contradicción ahora reside en la total dependencia del capital en relacion al trabajo emancipado, fuente de la fuerza productiva social que precisa ser apropiada: “por esa razon, el [el capital] disminuye el tiempo de trabajo en la forma del trabajo necesario para aumentarlo en la forma de lo superfluo; por esto, pone en medida creciente el trabajo superfluo como condicion –cuestión de vida y de muerte – del necesario” (ídem).
Para Negri, el pasaje del trabajo como “valor de cambio” al trabajo como “trabajo emancipado” significa nada menos que la total inutilidad del capital en la definición del nuevo modo de producción. La liberación del trabajo y el desarrollo de los medios de vida y riqueza por el “individuo social” irrumpen como una apertura inmediata hacia nuevos mundos, posibilidades y riquezas. El rechazo del trabajo y el movimiento que, más allá del trabajo, se reapropia de su capacidad de crear son, para Negri, “el centro, el corazón de la definición de comunismo” (NEGRI, A.). El comunismo, entonces, aparece, no como la transición estatal socialista, sino que bajo la forma de una práctica constituyente de los nuevos sujetos que se desarrollan autónomamente: el comunismo tiene la forma de la subjetividad, el comunismo es una práctica constituyente. (Ídem, p. 163).
Esta renovada concepción de comunismo será el eje para que Negri lance sus reflexiones sobre la producción del común en la contemporaneidad. A partir de los Grundrisse podemos situar el comunismo, en adelante en la producción del común, en el terreno de la emancipación del trabajo y de la producción de subjetividad. El revela, de forma semejante al concepto de libertad en Foucault, una “práctica constituyente” que vuelve posible una alternativa radical al capitalismo.
(Extracto del libro A constituição do comum, Río de Janeiro, Revan Editora, 2017)
Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton