por Jesús Sánchez Rodríguez
EL ENFRENTAMIENTO MUNDIAL ENTRE EL BLOQUE AUTORITARIO Y EL DEMOCRÁTICO
LA CONTRADICCIÓN PRINCIPAL EN LA ACTUAL COYUNTURA HISTÓRICA
Este artículo gira alrededor de una pregunta fundamental que los proyectos socialistas de inspiración marxista y los intelectuales de esta corriente se planteaban habitualmente como manera de orientarse en la acción política y definir la estrategia adecuada. La pregunta se formulaba más o menos de la siguiente manera, ¿Cual es la contradicción principal que atraviesa la sociedad en esta coyuntura histórica? Aunque la pregunta podría estar orientada a la formación social concreta de un Estado normalmente se utilizaba en forma más amplia y genérica para hacer referencia a la globalidad del modo de producción capitalista. Pero aunque la pregunta tiene un origen en el universo marxista es pertinente para poder plantearse por cualquier corriente intelectual o fuerza política para poder responde sobre las correlación de fuerzas en liza y las contradicciones fundamentales en una coyuntura histórica concreta.
Para responder a esta pregunta en la actualidad es necesario analizar previamente la situación socio-política existente en la tercera década del siglo XXI, y las fuerzas y tendencias políticas principales. Una vez aclarados estos dos puntos y definida la contradicción principal de esta época, la última parte del artículo se centra en examinar la posición de la izquierda mayoritaria en relación con esta contradicción y deducir si ha entendido esta contradicción y ha adoptado la postura correcta.
Cuando el marxismo era una poderosa fuerza intelectual y su paradigma gozaba aún de un importante crédito la respuesta a esta pregunta desde las fuerzas socialistas de inspiración marxista solía coincidir grosso modo en que la contradicción principal era entre las fuerzas expansivas del socialismo y las fuerzas reaccionarias de un capitalismo sentenciado a desaparecer bajo la lógica del determinismo histórico. Era, por supuesto, un esquema maniqueo, casi una consigna. Ni se tomaban en consideración las contradicciones internas de las fuerzas y el proyecto socialistas, ni sus fracasos e incluso sus crímenes, ni tampoco se quería ver que el capitalismo seguía vigente y superando evolutivamente sus crisis, y que albergaba en su seno fuerzas políticas democráticas y elementos más progresivos que en el socialismo realmente existente. Si se hubiese puesto atención seriamente a estas consideraciones posiblemente se hubiese podido plantear correcciones al rumbo de las experiencias del socialismo real que terminó llevándole a su bancarrota en la década de 1990. Mao utilizó habitualmente al análisis de las contradicciones, especialmente dedicadas a la situación interna de China, pero era un marxista herético y dogmático de manera que sus conclusiones fueron totalmente erróneas y le llevaron a los dos graves fracasos del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural que enterraron definitivamente al maoísmo en China.
Estos ejemplos nos sirven de advertencia contra dos sesgos presentes tanto en la izquierda de entonces como en la izquierda actual. El primer sesgo consiste en trasformar un instrumento teórico de análisis como puede ser el marxismo – a pesar de los enormes problemas acumulados con el tiempo – en una ideología que solo sirve para sostener dogmas. El segundo sesgo, fruto del anterior, es ver la realidad solo en su aspecto más superficial y, por lo tanto, posiblemente engañoso. Cuando hace unas décadas se hablaba de las fuerzas expansivas del socialismo se refería a esa realidad superficial, la de una cierta expansión del comunismo entre países del mundo no desarrollado y se obviaba las graves deformaciones y problemas que recorrían las experiencias del socialismo realmente existente. Y cuando se sentenciaba la desaparición inevitable del capitalismo reemplazado por el comunismo no se tomaba en consideración la fortaleza de este modo de producción y su capacidad evolutiva. El resultado es la realidad que hoy conocemos. En este sentido no vale la pena dedicar más espacio a este asunto.
La expansión mundial del capitalismo, ya presente desde décadas anteriores, fue facilitada completamente con la debacle del comunismo en la URSS y Europa oriental, y el basculamiento de China hacia una economía de mercado plenamente integrada en el sistema capitalista mundial. Actualmente el mundo se rige completamente por el capitalismo – con las excepciones de Cuba y Corea del Norte – con distintas variedades del mismo, y no es que no existan fuerzas socialistas expansivas, es que casi no hay fuerzas socialistas. De manera que esta enorme transformación socio-económica y política ya indica claramente que la contradicción principal en la actual coyuntura histórica es muy diferente de la indicábamos que se sostenía por las fuerzas socialista hace una décadas. Aquella contradicción principal se planteaba entre dos modos de producción diferentes – y no vamos a entrar en la clásica discusión sobre si lo que existió en la URSS era un modo de producción comunista o un simple capitalismo de Estado – pero en la actualidad, con el dominio pleno del modo de producción capitalista a nivel mundial, la contradicción principal hay que buscarla en la superestructura, es decir en el nivel político y cultural.
También se puede afirmar que en la tercera década del siglo XXI salvo pequeños partidos marginales y sectas no hay fuerzas políticas que defiendan un proyecto socialista entendido en el sentido clásico, es decir un proyecto de superación del capitalismo y de la sociedad de clases, y cuando lo defienden, su propuesta es un regreso a un pasado fracasado y al que nadie quiere volver.
Por lo tanto, la contradicción principal hoy, en el seno del capitalismo mundial, es la que enfrenta a un conjunto heterogéneo de fuerzas autoritarias y reaccionarias (desde Trump a Xi jinping, desde Putin a Le Pen, pasando por Orbán, etc.) contra los avances de las democracias avanzadas. Son dos campos crecientemente diferenciados y enfrentados, incluso militarmente como ocurre en el caso de la guerra de Ucrania, cuyo enfrentamiento tiende a agravarse debido al crecimiento y la agresividad del campo autoritario-reaccionario.
AUTORITARISMOS CONTRA DEMOCRACIAS
En el formato de un artículo no hay espacio para poder desarrollar extensamente las características de ese bloque autoritario-reaccionario ni el carácter progresivo contenido en las democracias avanzadas. Estos dos temas les he desarrollado ampliamente en tres de mis obras publicadas y en una cuarta ya prácticamente terminada y que espero se pueda publicar pronto. Las tres obras publicadas son Derecha radical. Auge de una ola reaccionaria mundial, Desafíos a la democracia. Nuevos autoritarismos y valores antidemocráticos, China: del comunismo al imperio del centro, y la obra a publicar sobre Rusia y la guerra contra Ucrania. De manera que si ahora solo hago una síntesis sobre estos temas, remito al lector interesado en profundizar sobre ellos a estas obras y a algunos artículos publicados en mi blog.
El bloque autoritario-reaccionario lo forman principalmente tres grandes espacios geopolíticos. En Occidente las fuerzas reaccionarias de extrema derecha que operan tanto en Europa como en Estados Unidos o América Latina, el segundo espacio es la Rusia de Putin y el tercero la China de Xi Jinping. A estos tres espacios principales se le pueden añadir la actual India de Narendra Modi o los regímenes sultanísticos o teocráticos del mundo islámico. Dada la heterogeneidad de regímenes de este bloque encuentran dificultades tanto para articular alianzas profundas y estables en su seno como para reconocer un liderazgo de alguna de sus partes. Existe una alianza implícita y efectiva entre la teocracia iraní, el autoritarismo conservador-ortodoxo de Rusia y el confuciano-comunismo de China. A nivel formal también se han articulado organizaciones que reúnen a los principales protagonistas de este bloque como la Organización para la Cooperación de Shanghái o los BRICS.
Sobre la naturaleza de la derecha radical señalaba sus características especiales en mi obra citada[1]. La primera sería el nativismo, como “(…) una ideología que sostiene que los Estados deberían ser habitados exclusivamente por miembros del grupo nativo (la nación) y que los elementos no-nativos (personas e ideas) son fundamentalmente una amenaza para un Estado-nación homogéneo.”[2] La segunda es el populismo, «sin embargo es necesario completarlo con un adjetivo que concreta claramente de qué tipo de populismo estamos hablando y, así, en nuestra definición de esta familia de partidos hablamos de populismo xenófobo, que creemos que es mucho más adecuado que el término nacional-populismo que emplean otros autores.
Otro concepto que define su ideología es el autoritarismo. Este concepto tiene tres vertientes claras. En principio, expresa una actitud anti-igualitaria, al exigir diferentes derechos basados en la exclusión entre la población autóctona y la inmigrante. En segundo lugar, expresa una actitud anti-pluralista, al buscar la consecución de sociedades culturalmente homogéneas y el rechazo a la convivencia con culturas diferentes en su seno En tercer lugar, expresa una actitud anti-democrática que se manifiesta en la descalificación del resto de los partidos políticos (partidocracia), la exaltación del liderazgo personal para relacionarse directamente con el pueblo, y la aceptación instrumental de las instituciones y valores democráticos con el objeto de evitar ser marginados o prohibidos y alcanzar objetivos anti-democráticos, una manifestación de ello es la primacía que dan a la política, expresando con ello que la ‘voluntad popular’ puede estar por encima de la ley. […] Otra característica que concurre en los partidos de la derecha radical populista y xenófoba (DRPX) es la exaltación del líder, en realidad esta característica no es exclusiva de estas formaciones políticas, más bien es común a la generalidad de populismos. […]
No obstante, el proyecto político de la DRPX es incoherente y contradictorio, como consecuencia lógica del electorado diverso al que se dirigen. Así, en sus programas económicos, de un lado se inclinan por el ultraliberalismo, por ejemplo atacando a la fiscalidad redistributiva dentro de su oposición al ‘igualitarismo redistributivo’, a la vez que, por otra parte, proponen una serie de medidas cuyo objetivo es proteger a las poblaciones autóctonas de sus respectivos países, defendiendo el mantenimiento de ayudas sociales para ellos, mediante una política que han definido con el nombre de ‘preferencia nacional’, a la vez que critican al Estado de Bienestar e, incluso, a veces, adoptan posiciones anticapitalistas, al menos en relación con la globalización neoliberal.
Por otro lado, mezclan posiciones muy conservadoras, como la demanda de mayor ley y orden, o su moral conservadora sobre el papel de la familia y la mujer en la sociedad, con otras radicales como el rechazo de las élites establecidas de tipo económico, político o cultural. O se muestran ultranacionalistas a la vez que defienden un proyecto europeo basado en las etnias. […]
El peligro que representan los partidos de la DRPX si consiguen alcanzar el poder no es el de que anulen los sistemas demoliberales actuales, como ocurrió en la década de 1930 con los fascismos clásicos, sino que introduzcan modificaciones y valores anti-democráticos en dichos sistemas que paulatinamente les vayan degradando hasta una situación difícil de pronosticar.»
En relación con el régimen putinista actual en Rusia[3] se presenta interna y externamente como el aspirante al liderazgo de un programa conservador defensor de los valores tradicionales frente al decadente Occidente. El caos social, económico y políticos de los primeros años post-soviéticos en Rusia también fue un caos ideológico y de proyectos de sociedad. Si el comunismo estaba fuertemente desprestigiado después de setenta años de experimentar con él, el liberalismo también se desacreditó bajo el gobierno de Yeltsin. En estas circunstancias, y con unos nacionalismos rusos en ascenso cuyo discurso era el de una Rusia humillada por Occidente, al que consideraban el enemigo contra el que volcar la ira y la frustración, pudieron extenderse fácilmente un conjunto de doctrinas y pensadores conservadores que, de un lado, bebían de la propia tradición conservadora rusa y, de otro lado, terminarían convergiendo con la nueva derecha radical en ascenso en Europa. Si el marxismo y el liberalismo quedaron desacreditados en Rusia, la única fuente ideológica de la que poder nutrirse fue el conservadurismo que, justamente, se mostraba en oposición y crítico con ambos. Así, el ascenso del conservadurismo ruso bajo el gobierno de Putin cumplió una doble función, por un lado, internamente, sirvió para cohesionar a una mayoría de la población en torno a valores conservadores tradicionales y en torno al liderazgo de quién los representaba políticamente, Putin, y, por otro lado, externamente, Rusia se presentó ante el mundo, y especialmente Europa, como la nación líder defensora de los valores tradicionales frente al decadente Occidente.
El conservadurismo que se ha desplegado en Rusia es heterogéneo, sus fuentes ideológicas son diversas y van desde el nazismo y el fascismo, hasta el conservadurismo de los exiliados rusos por la revolución bolchevique, pasando por los revolucionarios conservadores alemanes del período de entreguerras o la nueva derecha radical europea. En la actualidad destacan pensadores rusos como Alexander Dugin o Mikhail Nazarov, y entre los pensadores del pasado que les sirven de inspiración podemos encontrar a Iván Ilyín o Carl Schmitt.
Realmente el anti-occidentalismo de Putin, especialmente a partir de 2012, es civilizacionistas, cercano al eurasianismo, ahora se enfatiza la singularidad y el carácter diferenciador de la sociedad rusa, se pone de relieve las características propiamente rusas en contraste con las occidentales, siendo en este sentido un giro conservador, como la defensa del matrimonio y la familia tradicional, el patriotismo, la religión ortodoxa y la centralidad de un Estado fuerte.
Utilizando diferentes medios Moscú ha buscado debilitar las democracias occidentales y crear divisiones en su seno mediante expedientes diferentes. El primero fue la utilización de partidos y movimientos políticos simpatizantes de Putin que están situados en la extrema derecha y también en la izquierda. Los primeros por afinidad con el programa crecientemente conservador del Kremlin que defendía los valores cristianos tradicionales y se oponía a los valores pos-materialistas que se extendían por Occidente como el multiculturalismo, la igualdad de la mujer defendida por el feminismo, o los derechos de minorías como el movimiento LGTBI, además la extrema derecha occidental también coincidía con Putin en la crítica de la globalización, la defensa del nacionalismo, o en el rechazo de los inmigrantes. La alineación de los partidos de la izquierda con Moscú fue especialmente visible en América Latina, pero también en Europa, las razones de esta simpatía y apoyo iban desde asignar a Rusia un papel de opositor a Estados Unidos, a partir de una desfasada posición anti-imperialista que solo veía el imperialismo en Estados Unidos pero no en Rusia, ni siquiera cuando intervino en Siria o invadió Ucrania, o en China, con su expansión imperialista clásica por el mundo, y especialmente en África. Pero también existían otras razones en la izquierda como reconocer en Putin a un líder anti-liberal, obviando sus conexiones con oligarcas, y anti-globalización, coincidiendo en este punto con la extrema derecha. Todos estos partidos, a un lado y otro del espectro político, sirvieron al Kremlin como caja de resonancia de sus posiciones en el interior de las democracias occidentales.
Finalmente, el carácter autoritario y conservador en China tiene sus características especiales. «En realidad, es lo que hace el PC Ch en la práctica, introducir crecientemente elementos no comunistas de legitimidad ante la sociedad de manera que afiancen un gobierno autoritario de partido único, y estos elementos se toman de las propias tradiciones chinas como el confucianismo o el nacionalismo chino. […]
El recurso al confucionismo y el nacionalismo chino son utilizados, entonces, como elementos para crear un discurso que termine haciendo aceptables para la sociedad los problemas señalados y no deslegitimen al PC Ch. El confucianismo aporta los valores de un gobiernos benévolo, es decir, paternalista, que sirva para justificar un régimen autoritario, sin embargo el régimen chino desmanteló el sistema de protección ofrecido por el danwei y las comunas rurales sin ofrecer hasta el momento un sistema completo de protección como el Estado de Bienestar occidental, despidió a millones de trabajadores con la reestructuración de las empresas públicas, y explotó sin ofrecerles derecho ni protección a centenares de millones de inmigrantes del campo a las ciudades; la benevolencia también es desenmascarada en la brutal represión de los uigures, en el Tibet o de los movimientos democráticos en Hong Kong. Los gobiernos imperiales intentaron legitimarse con la benevolencia confucionista pero conocieron a lo largo de su historia continuas e incesantes rebeliones campesinas. El segundo aporte del confucianismo es el gobierno por la virtud, pero es difícil de lograr su aceptación en la China actual cuando la corrupción en un mal endémico y están a la vista los comportamientos de altos dirigentes y sus familias copando altos cargos en las empresas públicas y privadas y enriqueciéndose. Pero, sobre todo, el confucianismo aporta el concepto de una sociedad armoniosa con el cual el PC Ch intenta convencer al pueblo chino de que en nombre de la armonía y la estabilidad social debe tolerar sobretodo las inevitables desigualdades consustanciales a una economía capitalista sin ofrecer resistencias ni generar movimientos de protesta.
El nacionalismo es, como siempre ha sido en todas las partes, el expediente para ocultar los problemas sociales mediante la comunión en una causa colectiva trascendente, en este caso el renacimiento de China. […]
La segunda fuente de legitimidad fue la utilización del confucianismo como proveedor de valores funcionales a la dominación burocrática del PC Ch tales como el respeto a la autoridad, la valoración del orden social, etc. La doctrina del confucianismo se basa en un rígida jerarquía social con un papel subalterno de la mujer, es una doctrina reaccionaria que, sin embargo, es ampliamente utilizada por el PC Ch, muestra de ello es que para la promoción de la cultura y la expansión del poder blando de China se haya creado una red mundial de institutos Confucio por parte del gobierno. La tercera fuente, fue la intensificación del nacionalismo chino, presente desde el inicio del poder comunista, y común a todas las experiencias comunistas en el mundo, ese nacionalismo se vinculó a la recuperación de un papel importante de China en el mundo, contrastándolo con el siglo de la humillación, y vinculándolo a la historia milenaria china.»[4]
La democracia es un régimen político que ha pasado por un largo período de evolución hasta desembocar en el complejo sistema actual dónde se reconocen una amplia variedad de derechos y se establecen una amplia variedad de instituciones que garantizan extensas libertades para todos los ciudadanos. Esta evolución transformó la inicial «democracia oligárquica» del siglo XIX en el actual Estado democrático y social de derecho con la conquista de un Estado de Bienestar que añade un conjunto de derechos sociales a los anteriores derechos políticos y civiles ya consolidados.
«El Estado de Bienestar[5] se caracteriza por el reconocimiento de una serie de derechos sociales que pueden alcanzar el carácter de universales con prestaciones muy amplias. La ciudadanía social se convierte en la ideal central de este modelo. Esto significa que la ciudadanía ya no sólo está configurada a partir de la existencia y protección de los derechos civiles y de los derechos políticos sino que, además, incluye la categoría de los derechos sociales y económicos para todos los ciudadanos. Cuando se produce está expansión de los derechos sociales prácticamente estaban completados los derechos políticos, el sufragio se había convertido en universal, incluyendo a las mujeres, y otra serie de derechos – asociación, manifestación, etc. – se habían consolidado. Ello suponía la plena inclusión y participación de la ciudadanía en la política y, a su vez, los cambios en los criterios de legitimidad del Estado de Bienestar. Ahora esa legitimidad se debía obtener de un cuerpo de ciudadanos prácticamente universal. La legitimidad del Estado de Bienestar pasó de basarse como ocurría en el Estado liberal clásico en los límites impuestos a la actividad estatal, a estar centrada en sus funciones de bienestar.
La democracia ha conocido en los países dónde se ha asentado firmemente un proceso de enriquecimiento progresivo. En este sentido podríamos decir que es un proceso de extensión y profundización de todos los aspectos que concurren en la definición de una democracia, como el ejercicio de los derechos y libertades públicas, la extensión de los derechos sociales, el funcionamiento responsable bajo el imperio de la ley de los órganos ejecutivos, legislativos, judiciales y administrativos, o la existencia de un pluralismo político competitivo, y de medios de comunicación libres y plurales.
El régimen opuesto a una democracia plena es lo que la mayoría de los especialistas denominan como autoritarismo cerrado, y cuyas características son justamente las opuestas a las que definen a aquella y que recoge Szmolka Vida. Prohibición o persecución de los grupos políticos que representen intereses diferentes de los detentadores del poder con la imposibilidad, por lo tanto, de disputar el poder de manera no violenta al no celebrarse elecciones o no existir mecanismos de representación legitimados por el pueblo; el gobierno no está sujeto a responsabilidad política; ausencia de equilibrio y controles entre los poderes del Estado; existencia de altos grados de corrupción y clientelismo; ausencia de derechos civiles y políticos; ausencia de medios de comunicación independientes del Estado; indefensión legal o judicial ante los abusos y la arbitrariedad del Estado; y violación habitual de los derechos humanos por parte del Estado, que hace un uso arbitrario de la violencia.
Sin embargo, una vez fracasado el proyecto histórico del comunismo en la década de 1990, con el modelo de la democracia liberal dominando sin competidores reales en el mundo, la contra-ola autoritaria posterior que tuvo lugar no tomó la forma de dictaduras abiertas como en el pasado, sino de regímenes autoritarios enmascarados con la adopción de algunos rasgos formales de las democracias, especialmente la celebración de elecciones, lo que se ha denominado «la falacia del electoralismo»[6], mediante la cual se celebran elecciones periódicas que solo sirven para dar cierta apariencia de legitimidad democrática. Esto dio lugar a la extensión de regímenes híbridos de diferentes características que hicieron más complejo el estudio y clasificación de la nueva variedad de regímenes políticos. […] Esto dio lugar a la utilización de nuevos adjetivos que intentaban definir las nuevas variedades de regímenes, así se pueden encontrar definiciones como pseudo democracias, democracias defectivas, autoritarismos competitivos, autoritarismos electorales, autocracias pluralistas, etc.
Como analizan Linz y Stepan[7], en el período de entreguerras la democracia liberal conoció el desafío de cuatro alternativas no democráticas, evidentemente los más amenazantes de estos desafíos fueron el nazi-fascismo, que tuvo que ser derrotado militarmente en la segunda guerra mundial ante su avance anexionista-militarista; el comunista que perduró hasta la década de 1990 después de salir reforzado de la segunda guerra mundial; pero también otros dos desafíos tuvieron cierta importancia en ese período, al menos para restar apoyos a la democracia, el primero estuvo formado por diferentes movimientos «corporativistas e integralistas» impulsados por el catolicismo; finalmente, estaban los sueños conservadores de un regreso al tipo de «monarquía constitucional predemocrática y autoritaria» de la que había sido ejemplo la Alemania imperial.
Desaparecido cualquier proyecto alternativo al capitalismo con el fracaso histórico del comunismo, los movimientos populares solo pueden defender en su seno un enriquecimiento de la democracia en sus distintas aristas, pero si aquel no tiene alternativas que le enfrenten, la democracia sí. Los principales desafíos a la democracia provienen en primer lugar de los ascendentes populismos, especialmente de la derecha radical, pero también de una parte significativa de la izquierda, en segundo lugar de los nuevos y variados autoritarismos que se han instalados en países del antiguo espacio post-soviético entre otros, en tercer lugar de los esencialismos culturales en ascenso en Asia y, finalmente, del fundamentalismo islámico que ha extendido su influencia por el mundo árabe y otras partes del mundo.»
LA IZQUIERDA CONTRA LA CONTRADICCION PRINCIPAL ACTUAL
En las dos primeras partes de este artículo se han analizado, primero el concepto de contradicción principal para concluir que ésta en la etapa histórica actual es la que opone a los regímenes democráticos frente a un amplio y heterogéneo bloque de regímenes autoritarios y dictaduras. En la segunda parte se ha hecho una rápida caracterización de lo que suponen los regímenes y fuerzas autoritarias actuales, centrándonos en las tres zonas geopolíticas principales, igualmente se ha revisado el valor de la democracia y porque representa el sistema político más progresista. A continuación, y para finalizar este artículo, nos centraremos en el posicionamiento de la izquierda frente a la que hemos definido como contradicción principal de la actual etapa histórica.
Dejando aparte a la familia socialdemócrata, la izquierda actual es también muy heterogénea. Sobre su variedad y su comportamiento en las tres décadas posteriores al hundimiento del comunismo me ocupe extensamente en una obra publicada en 2021[8]. Debido al hundimiento del comunismo y la crisis del marxismo la izquierda se diversificó ideológicamente, subsistieron partidos marxistas con algunas de sus variantes anteriores, como los comunistas o los trotskistas, y se añadieron organizaciones de izquierda basadas en el autonomismo, el indigenismo, el populismo o en una mezcla de todos ellos. Algunas de estas organizaciones alcanzaron el poder, especialmente en América Latina, dónde le retuvieron a veces de manera autoritaria, como en Venezuela o Nicaragua, mientras que en Europa solo gobernaron brevemente en Grecia con Syriza, y formaron una parte minoritaria del gobierno como en Portugal o España. Esta variedad de organizaciones son en su mayoría pequeños partidos con apenas incidencia real ni política ni social. Por otro lado hay que hacer referencia a las experiencias de alianzas roji-pardas en el espacio ex-soviético, especialmente en Serbia y Rusia de manera explícita en la década de 1990. Estas experiencias roji-pardas tienen su antecedente más importante en el famoso pacto Molotov-Von Ribbentrop entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. En la actualidad subsiste en Rusia mediante la confluencia de comunistas, nacionalistas e incluso fascistas tras el programa del putinismo.
La contradicción principal a la que nos hemos estado refiriendo empezó a tomar forma con el ascenso de lo que se ha denominado tercera contra-ola democrática que siguió a la tercera ola democrática durante la que las democracias reemplazaron a las dictaduras en el sur de Europa, América Latina y, finalmente, en el este de Europa . Algunos de los componentes del bloque autoritario sin embargo estaban presentes desde hace décadas, como la dictadura confuciano-comunista china o la teocracia iraní, y ya antes del ascenso de los nuevos componentes de la extrema derecha en Occidente y del putinismo en Rusia, se produjeron acercamientos entre la izquierda y esos regímenes autoritarios, como por ejemplo la estrecha alianza entre la Venezuela de Chávez y la teocracia iraní.
Los regímenes y fuerzas democráticas de Occidente tampoco tomaron conciencia de la contradicción principal de nuestra época hasta una fecha reciente, solo cuando vieron llegar al poder a fuerzas de la derecha radical populista en Estados Unidos, Brasil y algunos países de Europa, o la victoria del Brexit, y cuando Putin se anexionó Crimea es cuando saltaron todas las alarmas y se empezaron a tomar algunas medidas contradictorias. Se han articulado medidas desde la UE contra las derivas autoritarias de los gobiernos húngaro y polaco, se ha establecido un no muy eficaz cordón sanitario contras las fuerzas de la extrema derecha europea, se ha prestado más atención a espacios que estaban siendo ocupados económicamente por China y, a partir de la anexión de Crimea, la promoción de la guerra por Rusia en el Donbás y a invasión de Ucrania, se desplegó una amplia cantidad de sanciones económicas contra Rusia y se apoyó militarmente a la resistencia ucraniana.
La izquierda inicialmente se opuso al ascenso de la ola reaccionaria mundial, pero dado que no formaban parte de los gobiernos europeos o norteamericanos y en América latina solo tenían el caso de Brasil con Bolsonaro, su papel era de oposición propagandística. Que esta situación no significaba una conciencia por parte de la izquierda sobre la contradicción principal de nuestra época se puso de manifiesto ya con la anexión de Crimea por Putin y mucho más con la invasión de Ucrania y la guerra. En ese momento una parte mayoritaria de la izquierda desligó el bloque autoritario, para considerar a Putin no como el protagonista que pretende convertirse en líder de ese bloque sino como el resistente frente al bloque atlantista. Los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba especialmente se mostraron alineados claramente con Putin, otros lo hicieron más tibiamente, como el gobierno del PT en Brasil, no condenando la invasión o buscando una posición de equidistancia entre el agresor y el agredido. Esta posición de la izquierda en el gobierno se reprodujo con más intensidad en otras formaciones de izquierda en la oposición. Sus anticuados y obsoletos puntos de vista ideológicos veían el imperialismo en Estados Unidos o la OTAN pero no veían el imperialismo en la expansión de China y las agresiones de Rusia. De esta manera, esa parte mayoritaria de la izquierda se colocó objetivamente de parte del bloque autoritario mundial, lo cual no era nada extraño porque gran parte de esa izquierda realmente formaba parte del bloque autoritario, antidemocrático, a escala mundial, son los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Corea del Norte y China. En el caso del PT de Brasil y otras fuerzas que apoyan abierta o tibiamente a Putin no se les puede considerar parte del bloque autoritario, pero al no comprender realmente la naturaleza de la contradicción principal de nuestra época se han terminado posicionando con el bloque autoritario. Finalmente, existe otra parte minoritaria de la izquierda que ha comprendido claramente la naturaleza del régimen putinista y ha condenado claramente la invasión de Ucrania pero no está claro que esta izquierda haya comprendido realmente la contradicción principal de la actual coyuntura histórica y haya extraído todas las consecuencias.
NOTAS
[1] Sánchez Rodríguez, Jesús, Derecha radical. Auge de una ola reaccionaria mundial, Editorial Popular, Madrid, 2019
[2] Mudde, Cas Populist Radical Right Parties in Europe, pág. 19
[3] Lo que sigue a continuación sobre Rusia está recogido del libro al respecto que estoy terminando y que espero sea publicado pronto.
[4] Sánchez Rodríguez, Jesús, China: del comunismo al imperio del centro, Editorial Popular, Madrid, 2023
[5] Sánchez Rodríguez, Jesús, Desafíos a la democracia. Nuevos autoritarismos y valores antidemocráticos, Editorial Popular, Madrid, 2022
[6] Karl, Terry Lynn y Philippe Schmitter (1996) “Qué es y qué no es la democracia”, en Diamond, Larry y Marc F. Plattner (comps.) El resurgimiento global de la democracia. México: Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, pp. 37-49.
[7] Linz, Juan J. and Stepan, Alfred, Problems Of Democratic Transition And Consolidation Southern Europe, South America, And Post Communist, pág. 146
[8] Sánchez Rodríguez, Jesús, La izquierda en su laberinto, Editorial Popular, Madrid, 2021
Jesus Sanchéz Rodríguez, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología y exprofesor por la UNED, tiene varias obras publicadas sobre movimientos sociales, marxismo, crítica política, etc.