Por Catherine Samary
Al comienzo de la invasión, personas de todas las clases sociales hacían cola ante los centros de reclutamiento. Casi dos años después, esto ya no es así (…). Para que la gente arriesgue su vida, tiene que estar segura de que es lo correcto (…). Tienen que tener la oportunidad de participar en la definición del futuro del país[1].
Como miembro de la organización ucraniana Sotsialny Rukh (Movimiento Social)[2], Oleksandr Kyselov comienza recordando un rasgo esencial ignorado por muchos en la izquierda: la masiva movilización popular ante la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022. Frente a la dificultad de mantener este nivel de movilización en el contexto de una guerra asesina en curso y de los ataques sociales del régimen de Zelensky, Kyselov subraya a continuación el doble desafío: democrático y social. Esta es la sustancia de lo que él llama una «agenda para la izquierda», que debemos aprovechar[3] escuchando lo que expresan la izquierda ucraniana y las organizaciones de esta sociedad directamente afectadas por la guerra.
Esta ha sido y sigue siendo la orientación de la red de izquierda europea RESU/ENSU[4], creada en la primavera de 2022: su plataforma expresa el apoyo a la resistencia popular ucraniana contra la invasión rusa, rechazando todas las formas de colonialismo y basada en la independencia de todos los gobiernos. Esta orientación nos distingue de otros programas antibelicistas de corrientes que se reclamaban de la izquierda: nos desmarca de quienes sitúan al mismo nivel Ucrania y a Rusia, donde prepondera el capitalismo oligárquico, porque su internacionalismo no ve las relaciones de dominación neocoloniales e imperiales de Rusia. Criticamos las posturas que ignoran la dimensión esencial de la lucha de liberación nacional de Ucrania contra la ocupación rusa. Esto también les lleva a ocultar (o denigrar) el papel clave de la resistencia armada y no armada de Ucrania, considerada como un mero corre-vete-y-dile de los intereses de las potencias occidentales. Cierto, pueden sentir lástima por el pueblo ucraniano, condenado a no ser más que carne de cañón para una causa extranjera (los objetivos del imperialismo occidental), una víctima pasiva en cuyo nombre reclaman el derecho a decretar el cese de los combates. A esta posición se le añadieron dos variantes: si se reconocía la existencia del imperialismo ruso, se denunciaba la guerra como interimperialista, es decir, que Estados Unidos y la OTAN rivalizaban con Rusia por el control de Ucrania. Y otras corrientes consideran que los argumentos rusos estaban bien fundados (incluso si la invasión les pare abusiva): hicieron de la OTAN la razón de la guerra lanzada por Rusia para protegerse de la OTAN, retomando, de ese modo, la opinión de que la caída del presidente ucraniano Yanukóvich (del que se decía que era prorruso en 2014) habría sido una especie de golpe de Estado fascista y antirruso apoyado por la OTAN[5]. Un manifiesto feminista de marzo de 2022 también defendió una postura pacifista frente a la guerra, ignorando el punto de vista de las feministas ucranianas. Me negué a firmarlo por esta razón[6], aunque obviamente comparto el apoyo a las feministas rusas pacifistas. Como crítica a este Manifiesto, el taller feminista de la RESU/ENSU se puso en contacto con las mujeres ucranianas y apoyó su Manifiesto feminista El derecho a resistir[7]. Esta fue la primera acción internacional que ilustró la agenda de izquierdas por una Ucrania independiente y democrática, ampliada por numerosas iniciativas de colectas y convoyes sindicales que se realacionan directamente con las organizaciones de la sociedad civil ucraniana.
Hacer visibles las causas de la guerra y de la resistencia ucraniana
Varias características de esta guerra explican –sin justificarlas– la tendencia dominante en la izquierda a ocultar Ucrania y su resistencia popular a la invasión imperial rusa. Se pueden explicar por la dificultad de existir como izquierda en Ucrania porque hay que luchar en varios frentes[8],: desvincularse del pasado estalinista (alabado por Putin); oponerse a la invasión y a la voluntad imperial gran rusa impugnando al mismo tiempo los ataques sociales del régimen neoliberal de Zelensky y sus posiciones ideológicas tanto más apologéticas de los valores occidentales cuanto que el país necesitaba imperiosamente la ayuda financiera y militar de Occidente frente a la potencia rusa y el hecho de que la guerra ha consolidado la OTAN y ha favorecido la militarización de los presupuestos.
Pero además de estas dificultades, hay un factor ideológico y político esencial en la posición de la izquierda ante esta guerra: ¿cómo tratan la cuestión nacional en general, y la cuestión ucraniana en particular, los marxistas y, más ampliamente, los movimientos que se reclamaban emancipadores[9]? ¿La defensa de la identidad ucraniana es reaccionaria o pequeñoburguesa en esencia? En vísperas de la invasión de febrero de 2022, Putin reivindicó a Stalin frente a Lenin que habría inventado Ucrania, una narrativa que Hanna Perekhoda cuestiona enérgicamente[10]. Por otra parte, para la evolución del pensamiento de Lenin, Ucrania fue sin duda lo que Irlanda había sido para Marx[11] en el rechazo de un seudo universalismo proletario autodenominado marxismo, ciego a las relaciones de dominación y opresión combinadas con las relaciones de clase. El reconocimiento del derecho de los pueblos a la autodeterminación y, por tanto, de la realidad de una lucha por la liberación nacional, era y sigue siendo esencial –y profundamente relevante– hoy en día contra la invasión imperial rusa de Ucrania[12].
El programa de izquierdas que aquí se defiende implica, por tanto, una tarea esencial: verificar/demostrar la realidad de la resistencia popular ucraniana a la guerra. Laurent Vogel (miembro de la red belga RESU/ENSU) subraya en un texto que analiza el trabajo y la guerra[13] en la sociedad ucraniana «hasta qué punto la resistencia es global: en el frente contra el ocupante, en la retaguardia por una sociedad más igualitaria y democrática. En varias pequeñas empresas han surgido formas de autogestión (…). Para todas las actividades esenciales, como la sanidad, la educación y el transporte, la creatividad de los grupos de trabajo ha tenido que improvisar soluciones de emergencia que han resultado más eficaces que las propuestas por la dirección».
Como analiza Oksana Dutchak, miembro del consejo editorial de la revista ucraniana Commons[14], tras dos años de guerra, la fragilidad de la resistencia popular es real. Destaca un sentimiento de injusticia: «injusticia en relación con el proceso de movilización, en el que las cuestiones de riqueza y/o corrupción conducen a la movilización principalmente (pero no exclusivamente) de las clases trabajadoras, lo que va en contra de la imagen ideal de la guerra popular en la que participa toda la sociedad». Por otra parte, añade, «la ausencia de una realidad y de perspectivas de futuro relativamente atractivas y socialmente justas desempeña un papel importante en las opciones individuales de todo tipo». Pero, prosigue, «esto no significa que la sociedad en su conjunto haya decidido abstenerse de luchar contra la agresión rusa, sino todo lo contrario: la mayoría comprende las sombrías perspectivas que impondría una ocupación o un conflicto enquistado, que podrían intensificarse con los renovados esfuerzos [de Rusia]». Aunque la mayoría se opone a muchas decisiones gubernamentales y puede que incluso que las deteste (una actitud tradicional en la realidad política de Ucrania desde hace décadas), la oposición a la invasión rusa y la desconfianza ante cualquier posible acuerdo de paz con el gobierno ruso (que ha violado y sigue violando desde los acuerdos bilaterales hasta el derecho internacional y el derecho humanitario internacional) son más fuertes, y es muy poco probable que esta situación cambie en el futuro». Por esta razón, «una visión socialmente justa de las políticas aplicadas durante la guerra y la reconstrucción de posguerra es un requisito previo para canalizar las luchas individuales por la supervivencia hacia un esfuerzo consciente por librar una lucha comunitaria y social: contra la invasión y por la justicia socioeconómica».
La lucha en varios frentes, contra todas las formas de campismo
Es esa lucha en varios frentes la que da a nuestro programa de izquierdas vías de acción social y sindical para ayudar a la resistencia ucraniana. Pero es también con esta lógica con la que debemos tratar concretamente la cuestión de la ampliación de la UE a Ucrania y el apoyo a la lucha armada ucraniana, fuente de las principales divergencias[15]. Esto debería ayudar a superar los diversos campismos[16], o la elección de un enemigo principal que lleva a apoyar al enemigo de mi enemigo mientras se guarda silencio sobre las propias políticas reaccionarias.
No sólo nos enfrentamos al histórico imperialismo occidental, encarnado en particular por Estados Unidos y la OTAN. En Europa del Este, el agresor o la amenaza directa es el imperialismo ruso de Putin[17], apoyado por todos los antiguos ultraderechistas del mundo. El impacto de la propaganda de Putin en la izquierda o en las poblaciones alejadas de Rusia es su denuncia de las pretensiones hegemónicas del imperialismo occidental, como hacen los demás autócratas reaccionarios a la cabeza de los BRICS+. Lo que en realidad rechazan de Occidente no es la política imperialista de dominación, sino el monopolio occidental de esas relaciones. Lo que denuncian de Occidente no es todo lo que oculta las diferencias entre las libertades y los derechos reconocidos (para las mujeres, LGBT+, etc.) y la realidad, sino esos mismos derechos.
Pero también en contra de un campismo antirruso, una apología de Occidente. Esta no es la lógica de la plataforma RESU/ENSU[18]. Por otra parte, los frentes amplios de solidaridad con Ucrania pueden incluir –y esto es importante– una inmigración ucraniana antirrusa (entendemos por qué) que apoye las políticas neoliberales (como las de Zelensky) y a-crítica en relación a la UE y la OTAN. Es esencial trabajar por el respeto del pluralismo dentro de estos frentes, permitiendo a la RESU/ENSU y a las corrientes sindicales[19] preservar su autonomía de expresión. Pero también es necesario impulsar los debates en el seno de las corrientes de izquierda sobre cómo hacer avanzar una alternativa a las soluciones prácticas ofrecidas al pueblo ucraniano para protegerse de las amenazas de gran rusas.
De la UE a la OTAN: ¿qué tipo de Europa igualitaria basada en la solidaridad?
Las respuestas concretas basadas en la solidaridad y desde abajo a los ataques sufridos por la sociedad ucraniana son a menudo suplantadas en la izquierda por pseudo-orientaciones que se reducen a calificar a la UE y a la OTAN de capitalistas, y a calificar de pro (pro-UE o pro-OTAN) cualquier aceptación de la adhesión de Ucrania a estas instituciones. Sin embargo, la mayoría de estas mismas corrientes de izquierda se encuentran en países que son miembros de estas instituciones. Y no siempre se les oye hacer campaña para abandonarlas. Lo que no significa que hayan renunciado a analizarlas y combatirlas. La cuestión es ¿cómo hacerlo?
Independientemente de la guerra de Ucrania y de sus efectos, la izquierda anticapitalista se enfrenta desde hace décadas a la necesidad de un análisis crítico de estas instituciones (cada una con su historia y sus especificidades, pero todas marcadas por estar bajo la dominación de las fuerzas que dirigen el mundo capitalista), sin que sea posible ni eficaz hacer campaña para salirse de ellas independientemente de las crisis que las afectan.
Por lo que respecta a la UE: el Brexit está lejos de haber encarnado o permitido una orientación de izquierda convincente; como tampoco lo está la capitulación de Tsipras a los dictados de la Comisión Europea. Necesitamos construir una lógica de propaganda y lucha dentro/contra/fuera de la UE[20], con sus dimensiones tácticas transitorias, a actualizar en función de los contextos. La UE se enfrenta a contradicciones que se han agudizado con la crisis de la Covid, las emergencias medioambientales y la guerra de Ucrania. Analicémoslas y debatámoslas concretamente. En lugar de rechazar la adhesión de Ucrania –como planteó dramáticamente Jean-Luc Mélenchon–, debemos plantear a escala europea las mismas batallas que libra la izquierda ucraniana: por la justicia social y medioambiental, la democracia y la solidaridad en la gestión de los bienes comunes, y la derrota de todas las relaciones neocoloniales de dominación.
Es necesario que las aspiraciones populares que se expresan en Ucrania -ampliamente compartidas por los pueblos de Europa- sirvan para cuestionar la gobernanza de la UE, dispuesta a ampliarse, con el objetivo de hacer avanzar una alternativa progresista en todo el continente. Por lo tanto, hagamos balance de las políticas neoliberales de dum-ping fiscal y social que han acompañado a las ampliaciones anteriores y que se están aplicando en Ucrania: ¿son capaces de derrotar la invasión rusa y de garantizar que la UE funcione de forma eficaz y solidaria? ¿O son una fuente de desunión, de aumento de las diferencias y de fracaso explosivo?
La victoria contra la invasión rusa no puede ser simplemente militar, pero no puede prescindir de las armas. Las armas son desesperadamente necesarias para proteger a la población civil, las infraestructuras del país y las exportaciones a través del Mar Negro. Pero la paz sólo es posible si es justa porque es decolonial, respetando el derecho de los pueblos a la autodeterminación y, por tanto, también sus aspiraciones a la igualdad y la dignidad. Por ello, la decisión de construir una unión ampliada a Ucrania y a los demás países candidatos debe combinarse con un replanteamiento radical de las políticas basadas en la competencia de mercado y la privatización. La financiación pública debe destinarse prioritariamente a los servicios públicos (nacionales y europeos, en transporte, educación y sanidad), sobre todo en lo que respecta a los fondos de ampliación. Exigen otra forma de gobernanza para la Unión y una revisión a fondo de los Tratados para hacer viable una Unión ampliada y más heterogénea. Esto debe afectar también a la salida que se le dé a la guerra.
Sobre la OTAN
La izquierda europea perdió la oportunidad de hacer campaña por la disolución de la OTAN cuando estaba en el orden del día (en 1991 ante la disolución de la URSS y del Pacto de Varsovia). Pero también se encierra en escenarios míticos. Estados Unidos mantuvo la OTAN no contra Rusia, sino para controlar la unificación alemana –y la creación de la UE con la inclusión de una Alemania unificada–. Una OTAN que de repente se encontró sin enemigo: porque fue el propio Yeltsin quien desmanteló la URSS y lanzó las privatizaciones. Además, la Rusia de Yeltsin y luego la de Putin al inicio, fue uno de los socios de la OTAN y compartió la definición de su nuevo enemigo –el islamismo– en las guerras sucias libradas en Chechenia…
Fue tanto la consolidación de un Estado ruso fuerte, en frente interno como externo, como su temor a las revoluciones de colores y a la desconexión de los autócratas lo que tensó las relaciones con los vecinos de Rusia y con las potencias occidentales en la segunda mitad de la década de 2000. Estas tensiones no eliminaron la interdependencia entre la UE y Rusia en términos de energía, finanzas, comercio e incluso la seguridad. Al mismo tiempo, tras las crisis de Bielorrusia y Kazajstán (en 2021 y principios de 2022), Putin esperaba consolidar la Unión Euroasiática con la participación de Ucrania en el comercio con la UE, por una parte, y ofrecer a Occidente los servicios de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) tras el colapso de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán. La OTAN (liderada por EE UU) estaba «en muerte cerebral» [Macron dixit] y no constituía una amenaza en vísperas de la invasión rusa. EE UU y las potencias occidentales esperaban, al igual que Putin, una rápida caída de Zelensky.
Pero si la Ucrania de 2014 estaba polarizada en sus intercambios y su proximidad entre la UE y Rusia, la invasión de Ucrania ha profundizado radicalmente el odio antirruso, incluso en las regiones más rusoparlantes que están siendo bombardeadas y ocupadas. Y la guerra ha dado una nueva razón de ser a la OTAN y a la industria armamentística, y ha reforzado el peso de Estados Unidos en la UE.
Sin embargo, nada de esto es estable: lo atestigua los intereses divergentes y en materia de energía en relación a China, la presión del Estado Mayor de la OTAN para presionar a Ucrania para que detenga la guerra y ceda algún territorio, o las incertidumbres de las elecciones estadounidenses… La noción de Gilbert Achcar[21] de una nueva Guerra Fría está abierta al debate. Pero es cierto que la guerra en Ucrania ha tenido efectos globales, aunque no se trate de una guerra mundial, y que ha desencadenado una nueva carrera armamentística que recuerda a la Guerra Fría. El ascenso de los BRICS+ no les da coherencia sin conflictos; incluso entre Rusia y China. Marca el final de un periodo histórico de dominación occidental, pero sin eliminar el legado de interdependencia económica y financiera heredado de la era posterior a 1989, si bien la crisis financiera de 2008/9 y la de la covid han provocado nuevas reubicaciones regionales. Las relaciones de Alemania con Rusia se han visto profundamente perturbadas por las sanciones contra Rusia. Pero el peso y la dependencia de Estados Unidos y de la OTAN en Europa cambiarán en función de las futuras elecciones en Estados Unidos, y no se perciben de la misma manera en el sur de la UE o en los países de Europa central y oriental próximos a Rusia.
¿Qué movimiento contra la guerra?
La UE (todos sus Estados miembros e instituciones comunitarias) se ha convertido en el mayor contribuyente de la ayuda financiera, militar y humanitaria a Ucrania (por delante de Estados Unidos). Las mayores contribuciones en % de los respectivos PIB (entre el 1 y el 1,5% del PIB del país) proceden de los países bálticos, nórdicos y centroeuropeos, los más directamente sensibles a la amenaza rusa para ellos mismos. ¿Podemos culparles? Por supuesto, esta amenaza se explota hipócritamente para poner en tela de juicio los criterios ecológicos y sociales de las políticas europeas y para aumentar los presupuestos militares. La forma en que se evalúan las contribuciones, la distancia entre las promesas y las entregas son todo menos transparentes, al igual que lo es la proporción de los presupuestos de defensa que se destina realmente a Ucrania: debemos esforzarnos por impulsar un control social y democrático de las opciones presupuestarias y de producción, así como de la ayuda real que se presta a Ucrania, a nivel de cada país y de la UE. Esto choca con el afán de lucro de las industrias armamentísticas, que se escuda tras los secretos de defensa que rodean a los presupuestos. Eso es lo que debe abordar un movimiento antibelicista basado en el derecho de los pueblos a la autodeterminación, que podría defender la ayuda a Ucrania al mismo tiempo que un control social general sobre la producción y el uso de armamento[22].
De Ucrania a Palestina: “la ocupación es un crimen»[23]. Esto es lo que podemos avanzar con nuestros camaradas ucranianos. Un movimiento de izquierdas «a favor de una paz decolonial» debe enfrentarse a la mercantilización de las armas para controlar su uso cuestionando la lógica del beneficio ciego de los países receptores, como Israel o las autocracias reaccionarias. Del mismo modo, debemos emprender una campaña urgente para poner en tela de juicio el poder nuclear y denunciar todos los chantajes nucleares llevados a cabo por Putin.
El hecho de que Ucrania haya recurrido a la OTAN y a la UE para defender su soberanía no niega la realidad de la resistencia popular armada y desarmada, que hay que apoyar: si Rusia se retira, se acabó la guerra. Si Ucrania no resiste –sea cual sea el origen de las armas que utilice– ya no hay Ucrania independiente. Y otros países fronterizos con Rusia están amenazados. La derrota de Rusia por la resistencia popular es una condición previa para poner en el orden del día otras relaciones europeas, disolver todos los bloques militares y poner en tela de juicio cualquier lógica de reparto de las esferas de influencia.
¿Qué alternativa anticapitalista, qué visión de otra Europa y de otro mundo (ecosocialista) puede pretender ofrecer la izquierda si acepta la invasión rusa y no ayuda a la resistencia popular?
Notas
[1] Extracto de “La Guerra en Ucrania: una agenda para la izquierda» del académico ucraniano Oleksandr Kyselov. Versión original en inglés en la revista ucraniana Commons/Spilne 21/12/2023.
[2] Véase «Quiénes somos» https://rev.org.ua/Sotsialnyii-rukh-who-we-are/
y la página web de la organización creada en 2019, en ucraniano e inglés: https://rev.org.ua/english/.
[3] Ver “La Guerra en Ucrania: una agenda para la izquierda»
[4] La NPA es miembro de esta red, en la que vengo participando desde el principio. Consulte su plataforma y actividades en la página web de ENSU (Red Europea de Solidaridad con Ucrania) (en varios idiomas) https://ukraine-solidarity.eu/.
[5] Ver Daria Saburova “Preguntas sobre Ucrania”
[6] Catherine Samary ¿Por qué no he firmado el Manifiesto Feminista contra la guerra en Ucrania?
[7] Feministas de Ucrania. El derecho a resistir.
[8] Catherine Samary La izquierda ucraniana se construye en varios frentes.
[9] Lowy, Michale, Haupt, Georges (1980) Los marxistas y la cuestión nacional. Barcelona: Fontamara.
[10] Para contrarrestar esta falsa narrativa, leáse a Hanna Perekhoda, «Lénine a-t-il inventé l’Ukraine ? Poutine et les impasses du projet impérial russe», en el trabajo colectivo L’invasion de l’Ukraine: conflits histoires et résistances populaires
[11] Anderson, Kevin B. (2024) Marx en los márgene: nacionalismo, etnicidad y sociedades no occidentales. Madrid: Verso.
[12] Cf. Lenin, Vladimir I. «La revolución socialista y el derecho de los pueblos a la autodeterminación”, Cf. También mi contribución “Le prisme de l’autodétermination des peuples. L’enjeu ukrainien” en el libro colectivo, L’invasion de l’Ukraine.
[13] Publicado en la revista del Institut syndical européen n° 28 (2º semestre de 2023) reproducido en la web Solidarité Ukraine Belgique
[14] Entrevista realizada por Patrick Le Tréhondat –
[15] Ver en Contretemps las diversas controversias, sobre todo entre Gilbert Achcar y Stathis Kouvélakis, o el debate entre entre Taras Bilous (miembro de Sotsialny Rukh en Ukraine) et Suzan Watkins ; la contribución de Andreu Coll
https://www.contretemps.eu/gauche-anticapitaliste-guerre-ukraine-russie-otan/. Ver también el debate “La gauche doit-elle soutenir l’envoi d’armes à l’Ukraine?” entre Taras Bilous y Dimitri Lascaris organizado por la web Passage, publicado en français et anglais sur ESSF https://europe-solidaire.org/spip.php?article66254
[16] Ver sobre el Medio Oriente, Gilbert Achcar, Y en relación a la criss del Kosovo (1999) y de Ucrania (2014) ¿Qué internacionalismo ante la crisis de Ucrania?
[17] CF. Zbigniew Marcin Kowaleski La conquista de Ucrania y la historia del imperialismo ruso
[18] Cf. su plataforma en distintas lenguas https://ukraine-solidarity.eu/manifestomembers
[19] Ver la Lettre d’information regular de las actividades sindicales puyblicada por la red.
[20] https://www.cadtm.org/Pas-de-LEXIT-sans-Une-autre-Europe
[21] Leer Achcar, Gilbert (2023) La nouvelle guerre froide, Paris: Éditions du Croquant.
[22] Cf. Johnson, Mark y Rousset, Pierre En esta hora grave, en solidaridad…
[23] Es el título de la declaración adoptada por el Movimiento social el 31/01/2024 https://rev.org.ua/from-ukraine-to-palestine-occupation-is-a-crime/