Por Aldo Conway
Pasa mucho más de lo que uno pueda imaginarse, y la secuencia varía un poco, aunque siempre es la misma: el gobierno te oprime, o eso dices tú; te fríen a impuestos, cuatrocientos euros tienen la culpa; miras el mapa y buscas un remoto lugar en la costa noreste de Estados Unidos para emprender una utopía libertaria que pondría a Juan Ramón Rallo a probarse monos de granjero; el tiempo pasa y eres feliz, todo lo feliz que puede ser alguien que no paga impuestos y lava su ropa en un riachuelo; todo lo feliz que puede vivir alguien sin servicios públicos. En otros lugares lo llamarían infravivienda, o chabolismo, pero aquí no. Aquí cada vecino es amo de su destino. Aquí no hay farolas porque no queremos. Pasa más tiempo. Resulta que todos querían ser bomberos o policías voluntarios, y nadie dijo nada de hacer algo con la basura. Luego llegaron los osos y, donde antes todo eran risas, ahora, bueno…
Ahora hay un libro de Matthew Hongoltz-Hetling (Nueva York, 1973) editado y traducido al español por Capitán Swing: Un libertario se encuentra con un oso: el utópico plan para liberar a un pueblo (y a sus osos). El periodista estadounidense, finalista del premio Pulitzer en 2012 y ganador del Premio George Polk, trabaja en el diario local Valleys News de Lebanon, New Hampshire.
La historia del pequeño pueblo de Grafton, en New Hampshire, es tan antigua como el propio Estado, y su recorrido por el tiempo es tan singular como la culminación de sus más de doscientos años de tradición libertaria en una invasión de osos negros. En 2004, cerca de 200 espíritus rebeldes se lanzaron a la aventura de establecerse en la localidad para llevar a cabo su utopía anarcocapitalista: nada de impuestos, nada de normas; laissez faire. Al principio, la anarquía se mostró en sus formas más pintorescas –socavones sin reparar, incendios descontrolados y hasta un asesinato vecinal– como preludio de lo que vendría. En el año 2010, unos osos negros, seducidos por el embriagador aroma de la basura, se colaron en el territorio, multiplicándose y volviéndose cada vez más salvajes, transformando el sueño de autogestión en una verdadera pesadilla de osos devoradores –porque se lo pusieron fácil– de carne humana. Finalmente, en 2014, la locura libertaria llegó a su fin: algunos se fueron y otros permanecieron, pero el pueblo, ya cansado de su insólito despropósito de destruirse a sí mismo, acordó restaurar un presupuesto municipal que superaba en un 50% el original, como triste epílogo a un experimento que pretendía ser la encarnación de la “arcadia de la libertad”.
¿Entienden lo mismo por libertad un europeo y un estadounidense? Un europeo podría ver algunas percepciones estadounidenses de la libertad como antagónicas a las propias, y viceversa. ¿Cuáles cree que son las diferencias fundamentales entre estas concepciones culturales de la libertad?
Esa pregunta va de lleno al corazón del asunto. Cuando los estadounidenses hablan de “libertad”, casi siempre se refieren al derecho [o derechos] del individuo sobre el colectivo. Se refieren con libertad a la libertad de expresión, de portar armas, a la libertad económica y, de un tiempo a esta parte, libertad médica [un movimiento anarcocapitalista que aboga por una laxa –por no decir nula– regulación en competencias sanitarias]. Y, por supuesto, [también creen en] el ejercicio irresponsable de esas libertades, que puede resultar en problemas para la salud y en riesgos para la integridad de otras personas. Desde mi perspectiva, los europeos tienden a creer que un entorno seguro y regulado garantiza el ejercicio de las libertades con más eficacia. Hace apenas diez años en Estados Unidos, el candidato libertario a la presidencia era un firme defensor de las vacunas; hoy día se ha convertido en un grupo extremista muy a la derecha de lo que ya era una ideología extremista.
Cuando los estadounidenses hablan de “libertad”, casi siempre se refieren al derecho del individuo sobre el colectivo
Hace poco leí [a Jorge Dioni] decir: “La burocracia quiere decir que el aceite no te mate”.
¡Ja! Esa es buena, y muy cierto. Creo que tanto la extrema izquierda como la extrema derecha se oponen a la imposición de unas élites sobre el pueblo llano. Lo que pasa es que para la derecha esas élites son el gobierno, y para la izquierda son las élites capitalistas. Por supuesto, creo que la izquierda tiene razón: ¿por qué deberíamos reemplazar un poder gubernamental que es imperfectamente responsable y transparente con una estructura de poder que no tiene responsabilidad y ninguna transparencia?
¿Realmente nos referimos a ‘libertad’ cuando pedimos libertad? La era de la posverdad ha despojado a cada concepto de sus atributos.
A veces parece que lo que quieren decir los estadounidenses es “déjame en paz”, y se me hace irónico que la actual derecha populista de Estados Unidos se haya alineado detrás de Donald Trump, cuya presidencia autoritaria es la antítesis misma de la libertad. Desde que escribí este libro [en 2018], mi forma de pensar ha evolucionado mucho y, para mí, lo que llamas posverdad es, en gran medida, un rechazo a la experiencia y la sabiduría compartida en favor de la experiencia y el saber individual. Cuando contamos con instituciones que se fundamentan en una verdad basada en la evidencia, mientras que la sociedad se orienta por la experiencia individual, ese desajuste genera todo tipo de problemas.
¿Se ha convertido la libertad en una obsesión en los países occidentales? ¿No caemos demasiado en el falso dilema de la libertad frente a un enemigo de paja?
Occidente ciertamente está obsesionado con algo, pero no estoy seguro de que “libertad” sea el término correcto para ello. La libertad se ha convertido en una marca de la derecha que quizás se refiere más al poder, la identidad personal y la lucha contra molinos de viento comunistas.
¿Crees que estos experimentos a pequeña escala sirven para concluir que una ideología es fallida? ¿Qué lecciones positivas podemos extraer de Grafton?
Creo que el ejemplo de Grafton es instructivo, aunque solo sea porque no hay otro ejemplo de una sociedad, grande o pequeña, que emplee métodos libertarios, aunque ahora también tenemos a Argentina para observar lo que ocurre. Aunque Grafton fue único en muchos aspectos, representa uno de al menos una docena de intentos fallidos de fundar una sociedad utópica y libertaria; y se ha intentado de todo: islas, ciudades flotantes, otros que se van al desierto… Pero creo que la verdadera lección es quizás más amplia que el libertarismo: fundar cualquier sociedad sobre un conjunto puro y restringido de principios políticos es poco probable que funcione, porque siempre dependes de que los ciudadanos se adhieran a una filosofía particular. Y la única forma de hacer cumplir esa uniformidad de pensamiento es reprimir al pueblo, lo cual es insostenible e indefendible. En cuanto a las lecciones positivas de Grafton, supongo que podemos aprender de sus errores: solo una pequeña inversión en gastos comunitarios merece mucho la pena.
La acumulación no regulada de capital conduce predeciblemente a monopolios. ¿Mueren los libertarios a los pies de un señor feudal?
¡Sí! Al menos, en algunos sectores. En una sociedad libertaria inmadura, el poder podría residir quizás en los miembros de la población local que pudieran reunir más recursos. Pero a largo plazo, esos monopolios se apoderan de todo, como lo han hecho en varios momentos de la historia cuando no se les controla ni regula.
¿Qué aspectos del libertarismo crees que deberían revisarse o matizarse para evitar que las contradicciones observadas en este caso se repitan en la práctica?
Existen argumentos libertarios en favor de las vacunas y de las regulaciones sanitarias u otras medidas de salud pública, y creo que esos argumentos deberían situarse en un punto más central de su discurso. Pero, sinceramente, creo que toda su idea en sí es inviable como principio rector de una sociedad, por lo que no creo que haya solución que les pueda permitir gobernar con éxito. Sí creo, sin embargo, que tienen una perspectiva única de las cosas, y en algunos casos es hasta válida, y tienen derecho a formar parte del debate público.
En los últimos años, el anarcocapitalismo ha ganado mucha popularidad, pero sorprende que el anarquismo de izquierda no haya recibido el mismo nivel de atención. ¿Qué cree que explica esta diferencia en la percepción y aceptación de estas dos corrientes dentro del pensamiento anarquista? ¿Por qué Milei y no Durruti?
En Estados Unidos al menos, los sindicatos y los colectivos laborales han sido completamente incapaces de abogar por sí mismos políticamente. Los afiliados de los sindicatos más grandes de Estados Unidos están convencidos de que la amenaza a su bienestar radica en personas de piel morena y en los universitarios, en lugar de en la muy obvia causa de sus problemas que son las ganancias exorbitadas de las grandes empresas. Creo que esto nos lleva de nuevo a lo que dijimos al principio: en la era de la posverdad, la desinformación y las percepciones erróneas han reemplazado completamente a la realidad, y esto representa un triunfo para las élites del capital.