Produciendo Relaciones Comunitarias frente al Estado y al Mercado

por Alejandro Marambio-Tapia

 

El propósito de este artículo es destacar el desarrollo de iniciativas económicas alternativas y la capacidad que tuvieron (y tienen) para producir y reforzar la emergencia de la comunitario en Chile, lo que resultó crucial para enfrentar la crisis sociosanitaria y socioeconómica de principios de esta década. A través del análisis de los casos, observaremos como estas iniciativas económicas de intercambio no convencionales colaboraron a producir y explicar relaciones comunitarias más allá de cercanías geográficas y emocionales. Consideramos que esto fue (es) factible por la fuerza relacional de la vida económica de escala comunitaria, y por la forma en que estas iniciativas económicas albergaron prácticas de consumo crítico. Nuestra propuesta de consumo crítico se define como una adquisición y apropiación de bienes y servicios orientada a la colectivización, que conlleva una reflexividad mínima sobre el consumo en sí mismo, lo que permite sostener tanto racionalidades alternativas al mercado desregulado como politizaciones que no toman como principal referente al Estado.

El contexto de la crisis sociosanitaria permitió observar la debilidad del mercado -en su versión hegemónica desregulada neoliberal- para proveer un marco coherente, constante y fluido para el intercambio, la provisión y el consumo a nivel micro. Luego, la emergencia de prácticas económicas fuera del mercado, parcial o completamente, constituye una experiencia en comunidad que logró ofrecer cohesión social en una sociedad. Este marco alternativo de provisión se dio en una sociedad caracterizada por una financiarización de la vida cotidiana (salud, educación, vivienda, consumo, etc.), por un endeudamiento de hogares normalizado, y un Estado usualmente ausente. Esto se sumó a la desconfianza y distanciamiento que impusieron los confinamientos en Chile, uno de los más extendidos de Latinoamérica, que implicó restricciones totales y parciales entre marzo de 2020 y julio de 2021 en los centros urbanos del país.

Este marco alternativo de provisión refiere a formas de consumo e intercambio que circulan en el ecosistema de la economía social-solidaria, esto es, el conjunto de ideas y prácticas individuales, colectivas y empresariales que abordan la economía desde una perspectiva más solidaria, colaborativa y ética que la economía marginalista o “convencional” (da Ros, 2007; Gibson-Graham, 2017) y que en ese sentido son alternativas a las que imperan en el actual sistema económico.

Para elaborar nuestro análisis, prestamos atención a cuatro experiencias ejemplares y representativas de las prácticas económicas a estudiar, todas ubicadas en ciudades intermedias de Chile: la plataforma de Trueque de Talca; el Banco de Tiempo de Talca; el colectivo Plantarte Newén de Chillán, y la Cooperativa de Ollas Comunes-Radio Popular de Rancagua. Entendemos que la agencia actúa como un catalizador de acciones entendidas solamente como individuales y económicas, de acuerdo a las comprensiones unívocas y convencionales del consumo (Warde, 2015), y que llegan a colectivizarse en lo comunitario. ¿Y cómo entendemos lo comunitario? En términos generales y operacionales: iniciativas localizadas, realizadas de manera asociativa, orientadas al bienestar, sin fines de lucro, sin dependencia exclusiva del Estado (Cubillos et al, 2022). Estas prácticas de consumo e intercambio funcionan como parte de un enjambre de prácticas -acciones distintas que se superponen al compartir materialidades, significados y habitualidades (Schatzki, 2012)- que van formando una constelación de entramados comunitarios (Gutiérrez, 2020). Esta forma de ver lo comunitario se desliga de referencias excesivamente territoriales, como un barrio, y se amplía hacia un funcionamiento más en red, que, no obstante, nunca deja de tener un asiento local en lo territorial, algo propio de ciudades intermedias. Finalmente, y más allá de una visión tradicional o idealizante, argumentamos que lo comunitario vino a permitir la reproducción material y simbólica de la vida, en alternativa a las deficiencias del Estado y el mercado, durante la pandemia.

Plataformas de trueque, bancos del tiempo, cooperativas de autoconsumo y colectivos de ollas comunes tienden a minimizar el uso del dinero como valor de cambio y realzan la relevancia de la necesidad y el valor de uso, creando mercados alternativos (Easton & Araujo, 1994) en algunos casos con tintes contrahegemónicos y de resistencia cotidiana (Johansson & Vinthagen, 2016). En términos prácticos, buscan operar desde una racionalidad de la reciprocidad, la cooperación y la simetría, aun cuando ello no está exento de tensiones. Incrustados en dichas relaciones comunitarias, no necesariamente personales, estos intercambios involucran lo material, pero también protección y contención. Esto considera el factor emergente de la crisis sociosanitaria, pero también nuevos vínculos que van desarrollándose a partir del despliegue comunitario en las ciudades, a pesar de las condiciones de confinamiento. A diferencia de lo que se ha sostenido respecto al mercado desregulado, se puede observar que ciertas versiones del mercado no corroen necesariamente lo comunitario (Block y Sommers, 2014).

 

VUELTA A LO COMUNITARIO: MÁS ALLÁ DE LAS PROXIMIDADES URBANAS

Durante las últimas décadas, se ha producido una recuperación de la relevancia de lo comunitario como modo de observar a la sociedad (Lash, 1997). Se trata de una comunidad ya no con un carácter tradicional ni monolítico, sino que plagada de fragmentaciones, políticas identitarias, expresiones relacionadas al consumo, y movilizaciones con distintas intensidades de organización (Edwards, 2009), que pueden situarse, o no, dentro del mercado, y que pueden dialogar, o no, con los Estados y la política convencional.

A partir de lo anterior, lo comunitario serían entramados que organizan relaciones sociales de cooperación para la reproducción material y simbólica de la vida (Gutiérrez, 2020; Cubillos-Almendra et al, 2022). Es una comunidad que se puede constituir desde vínculos de parentesco extendidos hasta organizaciones más o menos consolidadas o redes, como en los casos que analizamos en este texto. Se trata entonces de vínculos no determinados por la proximidad física ni por referencia unívoca al barrio, sino que más bien por ciertas adscripciones voluntarias (De Marinis, 2005) a redes que ocurren en las ciudades. Estos entramados permiten un entrar y salir de la mercantilización hacia la desmercantilización, y se orientan al bienestar para sus miembros, quienes pueden participar en estos múltiples entramados con el telón de fondo de lo territorial-local. En este operar, se van generando racionalidades y posibilidades de contra-agencia (Deville, 2016) que no siempre se procesan de manera consciente (Johansson & Vinthagen, 2016).

 

MERCADOS AUTORREGULADOS Y RELACIONES COMUNITARIAS

Uno de los puntos problemáticos de la decadencia de lo público-estatal es el giro político-cultural construido a partir de la ideología de los mercados autorregulados, que no es otra cosa que la entronización de la lógica de la ley de la oferta-demanda y su penetración en el resto de las esferas sociales (Polanyi, 1989). Sin embargo, el doble-movimiento polanyiano en su forma original -esto es, la sociedad organizada a través de un poder estatal, dominando al mercado salvaje- ya no rinde frutos, como se constató en la pandemia. El Estado y sus políticas, en particular en el caso chileno, donde se ha consolidado el retiro del Estado tras cuarenta años de tecnocracia neoliberal, pierde su rol de árbitro de la relación capital-trabajo, consolidando la individualización, desmovilización y precarización de las relaciones sociales y económicas. Sin embargo, la constatación histórica de la imposibilidad de un mercado desincrustado de la sociedad sigue vigente. La no “naturalidad” del mercado autorregulado abre las posibilidades de mirar la economía desde una perspectiva cultural. De hecho, la economía está instituida en instituciones sociales diversas (Polanyi, 1989), pero también está en las relaciones, a nivel micro (Zelizer, 2008; Bandelj, 2015). Esto quiere decir que nuestras prácticas económicas tienen justificaciones, motivaciones y racionalidades de índole moral, social, afectiva, y tienen relación con (des)confianzas, redes, (malos)entendidos, (pre)juicios. Luego, la economía está en la sociedad y está constituida por relaciones sociales y comunitarias. En este sentido relacional, recogemos la discusión respecto al poder “corrosivo” del mercado hacia las relaciones sociales al despojarlas de sentido más significativo y reemplazarlas por la mera instrumentalidad del intercambio de mercado (Block & Sommers, 2014). Por el contrario, apuntamos a testear el poder productor de relaciones (Zelizer, 2008) y entramados de la economía en su conjunto cuando precisamente es capaz de reconfigurar otro tipo de mercados, a través de las experiencias que abordamos en este artículo.

Finalmente, estas dinámicas relacionales permiten también la circulación de materialidades y discursos que sostienen modos alternativos para la economía produciendo iniciativas de economía social-solidaria y mercados con racionalidades alternativas, donde las formas de intercambio y consumo tendrán también otro sentido.

 

EXPERIENCIAS ECONÓMICAS CONTRAHEGEMÓNICAS EN TRES CIUDADES INTERMEDIAS

  1. Cooperativa de Ollas Comunes-Radio Popular

La Cooperativa de Ollas Comunes (COC) de la Radio Popular funcionó desde mayo hasta septiembre de 2020. Esta red de apoyo, provisión y distribución logró abastecer a 20 Ollas Comunes de Rancagua durante el gran confinamiento de 2020, que se prolongó entre 3 a 6 meses. En torno a ella se articulan otras actividades, como rifas y campañas de donación. Respecto a la Radio Popular de Rancagua, que actúa como iniciativa nodriza de esta red, se tiene registro de sus inicios de actividades a comienzos de 2020, visibilizando distintas actividades de protesta social y actividades políticas de la comuna, vinculadas a la revuelta social que tuvo lugar en octubre de 2019 en todo el país y que tuvo como resultado dos procesos de cambio constitucional, finalmente fallidos, en los años siguientes. Puede ser identificada como una práctica de economía solidaria, en el sentido más literal del concepto, puesto se origina como un espacio de acopio de alimentos y apoyo logístico a las ollas comunes surgidas solidariamente para proveer a la comunidad. Se evidencia una labor de comunicación, movilización y articulación comunitaria que busca promover instancias similares en el futuro.

  1. Trueque en Talca

Trueque en Talca (TT) es un grupo de Facebook que nace en marzo de 2020. Su objetivo es el intercambio de objetos, bienes y servicios, sin usar dinero. Durante los primeros meses alcanzan los 4 mil miembros. La creadora del grupo logra visibilidad pública al ser entrevistada por la televisión local. En mayo de 2020 alcanzan los 17 mil miembros y para 2021, se estabilizan en torno a los 24 mil miembros, quienes pueden intercambiar diversos tipos de bienes, y principalmente alimentos, ropa, electrodomésticos, y cualquier otro tipo de objetos. No se permite el intercambio de armas, drogas, medicamentos, y sustancias ilícitas.

La dinámica del grupo se basa en que las personas pueden publicar los objetos o servicios que tengan disponibles para intercambiar, sea por el motivo que sea. Al ofrecer algo se indica qué tipo de bienes necesita o quiere intercambiar. Las personas interactúan en las publicaciones del grupo, donde se realizan las ofertas y los intercambios de hacen de manera directa y presencial.

  1. Plantarte Newén

Plantarte Newén (PN) de Chillán es un espacio colectivo donde desde 2015 se promueven las huertas agroecológicas, soberanía alimentaria, distribución de semillas libres, talleres de huerta, arte callejero, sabiduría ancestral, intercambio de bienes, servicios y conocimientos, promoción de prácticas de consumo consciente y economía circular, y acopio de alimentos no perecibles, ropa y calzado. Sobre esta base, y considerando las consecuencias económicas de la pandemia, deciden realizar una campaña solidaria para ir en ayuda de los comerciantes de la feria de abastos Diagonal Las Termas de Chillán, quienes se vieron afectados por las restricciones del confinamiento para poder trabajar. Además de estas campañas de donaciones, también realizan trueques en donde ofrecen semillas y plantines de sus huertas comunitarias, a cambio de otras semillas, ropa, alimentos, etc. Participan de manera estable 15 personas, pero su alcance llega a las 40–50 personas.

  1. Banco del Tiempo

El Banco del Tiempo de Talca (BDT) opera como una plataforma digital ad hoc donde sus miembros intercambian servicios donde no se pone el acento en un valor monetario o en una medida equivalente y estandarizada, sino en el ofrecer y requerir ciertas habilidades, en forma de servicios o productos, a cambio de otras. En este sentido, la estructuración del BDT se sostendría en las necesidades y posibilidades de quienes forman parte de la organización, para así poder ver “que lo que yo hago te sirve a ti, y lo que tú haces me puede servir a mí” (Entrevista 1, BDT) y de este modo “se cubren necesidades entre las personas y se cobran con tiempo” (Entrevista 2, BDT). La organización del Banco de Tiempo de Talca, en principio es abierta, cualquier persona puede participar; en la medida que pueda ofrecer algo y a la vez sepa reconocer sus necesidades personales para así poder pedir otra cosa a cambio. Se realizan entrevistas a quienes desean formar parte del BDT, en las que se busca identificar los servicios o bienes que podrían entregarse para obtener horas y a la vez aquellos que se requerirían canjeando las horas acumuladas. Es posible observar que hay un flujo de participantes, que ingresan o se van de la organización, entre quienes se han encontrado: psicólogos, reikistas, electricistas, médicos, abogados, personas que practican permacultura, limpiadores, mueblistas, choferes, chefs.

 

NI ESTADO, NI MERCADO: DESAFIANDO ASISTENCIALISMO E INDIVIDUALISMO DESDE COMUNIDADES PRODUCIDAS POR MERCADOS ALTERNATIVOS

Las iniciativas aquí analizadas son diversas, perocomparten su vinculación con racionalidades económicas alternativas -un ethos colectivo-colaborativo- y orientación al consumo desde una perspectiva colectiva y reflexiva. Esto se basa, en primer término, en un rechazo a valores que se identifican como parte de la acción del Estado y del mercado desregulado neoliberal: asistencialismo e individualismo, respectivamente. Primero, rechazan discursivamente al asistencialismo, que asumen como perpetuador de opresiones. No obstante, las iniciativas se mueven en un eje que va desde lo asistencial a lo potencialmente transformador. Transitan desde un auxilio inmediato hacia una visualización de injusticias, y luego de formas de intercambiar y consumir como alternativas a esas injusticias. El consumo es reconfigurado en otros escenarios fuera de los imaginarios de la cultura de consumo, como el mall, y se repolitiza desde una perspectiva crítica: las decisiones de consumo pueden ayudar romper estructuras de exclusión y desigualdad, y a pensar y a discutir modos de vida reivindicativos. Es sacar al consumo (y a la economía doméstica en general) de la esfera privada y tratar de articularlo con un elemento productor de lo comunitario y del cambio social.

El rechazo al asistencialismo y al individualismo es coherente con la idea de un Estado y un Mercado que exasperan por la falta de integración y de respuestas a los problemas sanitarios y económicos. Así, por ejemplo, fruto de las observaciones, vemos que las experiencias de participación presencial directa, como la COC y Plantarte Newén se presentaron como una opción de supervivencia y resiliencia tanto para personas que no tenían ingresos -y que así podían acceder a alimentación e insumos básicos- como para quienes querían evitar la exposición a lugares de alta concurrencia como supermercados. Por otra parte, si bien no sostienen relaciones con el Estado y son críticos de las prácticas políticas por parte de partidos políticos tradicionales, comprenden la necesidad de institucionalidad y se muestran anuentes a vincularse con la esfera más pública electoral hacia el futuro. En el caso de Plantarte Newén, es una organización regular que implica mayor nivel de colectivización y conciencia de lo común, que no dialoga con el Estado y no tiene problemas de autonomía, pero sin duda tiene una articulación de vocación pública, ya que desea incidir en la acción de otros individuos, para sumarlos. Lo anterior se ve como el corolario colectivo-colaborativo que justifica la existencia misma de dichas organizaciones.

En el caso de la Radio Popular, que sostiene a la COC, se destaca como espacio de encuentro para la articulación y coordinación de marchas y acciones de protesta, y luego acciones económicas politizadas, tanto de un intento de desafío a la autoridad política como a la lógica individualista de supervivencia. “Tuvimos mucho cuidado al momento de hacer esta cooperativa y de dejar claro que nosotros somos cooperadores, no somos organizadores de ollas comunes, porque los organizadores son los pobladores; ellos la trabajan y la mantienen en función de las necesidades de cada población… Nosotros siempre presentándonos como una organización social-política, aclarando que para nosotros la olla era un acto político tomando en cuenta la situación social y económica que está viviendo el país en este momento”. (Entrevista 3, Radio Popular).

La COC es un proyecto auto-categorizado como político, pero que opera en la esfera de la distribución y el consumo, con lógicas económicas de circulación de recursos que son insoslayables. Sus organizadores sostienen que no es sólo la entrega de alimentos, sino que la misma forma cómo los consiguen y circulan es lo que quieren enfatizar. Lo ven como una forma distinta de hacer política y que contribuye a generar autonomía y capacidad de contra-agencia.

El TT y el BDT, que ocurre de manera presencial indirecta, puesto que sus intercambios se inician en una plataforma virtual, pero luego se concretan en lo presencial, ocurren fuera del mercado convencional, y constituyen un mercado otro que también discute contra el asistencialismo e individualismo. Sin embargo, no necesariamente implican una politización o una conciencia de aquello. En el caso del TT, sí hay una narrativa desde la creadora del grupo que piensa en un modo de hacer algo de “economía colaborativa y solidaria, circular y sustentable” (Entrevista 4, TT), que luego se expande por sus redes cercanas, como una bola de nieve, y que permitiría construir poco a poco esta suerte de “nuevo doble-movimiento” que contribuye a crear entramados comunitarios. No obstamte, sólo cuando la participación en estos mercados alternativos se hace más recurrente se producen una noción de colectividad reflexiva para cada individuo. “Se crea una mentalidad colectiva comunitaria y eso hace mirar los propios hábitos individuales, que nunca se dejan de lado, pero ahora uno los observa con más detención”. (Entrevista 20, COC).

Los organizadores del TT lo reconocen como algo no asistencial, aunque sí sirve para conectar a quienes trabajan en organizaciones e instancias de ayuda social con quienes la requieren. La acción estatal la vinculan con el clientelismo y el partidismo. Por ello, se intenciona que no haya proselitismo, aunque a través del trocamiento de ciertos productos, algunos integrantes pudieran leerlo así, ya que hay algunos productos con una carga política, porque transportan una visión de mundo (Marambio-Tapia, 2023). Aunque no hay un discurso político en su manera tradicional, si se promueve la práctica del trueque como una alternativa a las formas económicas dominantes. Esto es recogido por algunos participantes que consideran que la red de apoyo y conexiones derivadas de la iniciativa tienen la capacidad de hacer contra-agencia a lo hegemónico, y de producir y cohesionar lo comunitario. “El trueque hace frente a un modelo de sociedad que prioriza la competencia y la individualidad” (Entrevista 5, TT). Esta combinación de intercambios materiales con una significación reflexiva va constituyendo el consumo crítico como forma de participar en estos mercados alternativos.

 

CRÍTICA Y REPRODUCCIÓN MATERIAL: LA POLITIZACIÓN DEL CONSUMO

Respecto a su historicidad, muchas de estas experiencias no surgen tan solo como respuesta a la crisis sociosanitaria de 2020–2021 o a la revuelta social de 2019, sino que son trazables a momentos anteriores. Las surgidas en este momento de crisis sobre crisis están generalmente constituidas por actores con una cierta trayectoria anterior. Las trayectorias de las prácticas económicas son diferentes entre sí. En Plantarte Newénse confirma la hipótesis de que este tipo de prácticas económicas mostraba una mayor consciencia desde antes del 2019, ya que como ellos señalan en sus páginas, vienen trabajando desde hace ya cuatro años. En cambio, las iniciativas estudiadas en Talca y Rancagua surgen a partir de la crisis sanitaria, que sirve como motivación para su realización. Aun así, es posible que quienes impulsen estas prácticas tengan una trayectoria previa que les permita desplegarse con más fuerza en la crisis sanitaria.

En la perspectiva más política de estas iniciativas económicas se han identificado actores concretos, como el mall, a quienes le asignan una posición estructural en la desigualdad y un halo dominador en lo urbano. Sus acciones, entonces, están orientadas a interrumpir circuitos de desigualdad socioeconómica, como la predominancia en el consumo de malls y supermercados, como símbolos del modelo chileno y de un consumo irreflexivo. “Los productos que… están más controlados por un grupo de 5 o 6 empresas que determinan los valores de los productos etcétera e incluso generando como competencias injustas en contra de los almaceneros…”, (Entrevista 22, cooperativa) o “(es injusto que) hoy en día no haya gente que cultive una diversidad de hortalizas o muy pocas, sino que hayan territorios gigantes con monocultivos con pesticidas agro-tóxicos en dónde en el fondo lo más importante recibir la mayor ganancia al menor costo…” (Entrevista 23, cooperativa).

Esta revalorización de lo político a través de los modos y lugares de consumo es posible rastrearla a la revuelta de 2019. Tanto en TT como en los colectivos que promueven economías solidarias hay un espacio para la construcción del consumidor crítico, es decir, un consumidor que a lo menos considera la información de los productos para evaluar su completa trazabilidad: impacto ambiental, impacto social, la posición del producto en los circuitos y redes de intercambio y de producción. Una trazabilidad que opera en términos éticos y políticos, de una comprensión del ser humano como parte de un ecosistema integral y de que las formas en que se producen las cosas no son naturales. También implica el reconfigurar una práctica individual y llevarlo a un plano colectivo, en términos de consecuencias, y de un manejo común. No se trata sólo de modificar una conducta, sino que es prefigurar un nivel mínimo de una vida futura posible.

“…no verlo como consumismo… en el mismo trueque vamos a intercambiar un bien que nos va a beneficiar a las dos, y el no ver el dinero lo hace ver distinto, el incluir el reciclaje en esa práctica, nosotros tenemos un espacio en la casa un espacio libre donde recibimos ropa y de ahí nosotras podemos sacar tela para hacer las toallas o gente también que vienen a buscar, nosotras mismas nos vestimos de ahí. Yo creo que la diferencia es el interés y la noción que le damos a ese intercambio el que no sea tan importante el recurso monetario”. (Entrevista 6, usuario TT)

Se identifica una contra-agencia respecto al sistema materialista e individualista y que permite construir y cohesionar lo comunitario a través del consumo y lo económico, al dotar de sentido a estas acciones económicas. No hay expectativas de que ese mismo Estado les brinde condiciones de existencia distintas a las actuales, ni tampoco respecto al mercado, al que tienen a relacionar más con contaminación ambiental y destrucción de biodiversidad.

De acuerdo a lo visto en las notas de campo, los usuarios individuales del trueque se colectivizan a través de los intercambios del mismo trueque y de su pertenencia a dicha plataforma virtual y a las relaciones que van iniciando y consolidando. Hay nociones básicas de consumir fuera del mercado hasta de estar contribuyendo a experiencias “colaborativas y transformadoras”, como la denominan sus propios participantes. Al contextualizar el trueque en el marco de los colectivos más consolidados, las prácticas económicas de producción, intercambio y consumo, usualmente adjuntas a un estilo de vida más bien limitado, se transforman en una militancia que se dirige a lo público, y a lo político en cuanto a proponer nuevos modos de vida, nuevos modos de producir, nuevos modos de consumir. Cuestiones que desde los mercados o desde el Estado se tratan de mantener en lo privado y doméstico, como el consumo (Marambio-Tapia, 2020), experiencias como el TT, BDT y Plantarte Newén lo van llevando a lo público, en distintos niveles. Por ejemplo, en el trueque hay ciertas infraestructuras que son creadas más allá de los actores de mercado que desearían que no se produjera esa agencia. Y ese trueque por definición se da en lo público y se da en esferas que permiten construir y participar de un colectivo o de una comunidad con reglas y regulaciones propias y autoimpuestas.

 

LA ECONOMÍA DE LAS RELACIONES Y LOS PROYECTOS DE CONSUMO COLABORATIVOS

La economía de base funciona esencialmente sobre relaciones sociales, ya sean copresenciales o a través de canales digitales. Territorialmente, TT y BDT comparten el hecho de que potenciaron su funcionamiento en plataformas digitales, ya que antes sólo se difundían ocasionalmente en ferias. Como se ha constatado globalmente, la pandemia fortaleció la realización de actividades no presenciales. Muchos de los servicios ofrecidos por BDT y en parte por el centro Newén se adaptaban sin mayores problemas a este nuevo escenario relacional. Estas formas económicas constituyeron una forma de hacer comunidad, que va más allá de la proximidad geográfica, del barrio, de la junta de vecinos, pero que no por eso se desliga del territorio. Prueba de ello, es como el BDT se constituyó como un dispositivo de emergencia territorial en tiempos de pandemia. “Una vez pase la pandemia, va a tener que haber como una reconstrucción social/económica del país; porque la crisis nos ha golpeado fuerte y nos va a seguir golpeando dentro de los próximos meses. Entonces desde el banco de tiempo podemos fortalecer esta reconstrucción después de la pandemia.” (entrevista 12, coordinador BDT).

¿Prevalecerá la economía relacional post-pandemia (si cabe el término)? La respuesta no puede ser sólo sanitaria. Hay elementos sociopolíticos en juego. En relación con los vínculos estas iniciativas forman comunidad en el sentido de personas con intereses afines y que trascienden la vecindad local. Esto implica que hay expectativas en torno a este tipo de relaciones para cuando las cuarentenas y encierros salieran de lo habitual (“entonces como que se inscribían esperando a que pasara la pandemia para hacerlo como personal”, entrevista 12, coordinador/a BDT). Estas expectativas de establecer relaciones más allá de la virtualidad, y de establecer relaciones por afinidades que pueden llegar a ser políticas o éticas. “Yo creo que la pandemia, pasó, y permite que las condiciones sean propicias para fomentar un tipo de economía distinta” (Entrevista 16, participante COC). “…creo que las personas que participan en grupos de trueque pueden estar más abiertas a las ideas que se plantean en el Banco de Tiempo, porque ya están saliéndose un poco de la lógica media capitalista”, (entrevista 12, coordinador/a BDT).

Otra forma de responder la pregunta anterior es considerar las racionalidades económicas implicadas. En el caso del TT, hay concepciones tangenciales de valor de uso y cambio implícitos, pero que no coinciden con los valores de mercado. En concreto, quienes participan de un trueque en particular asumen que los productos intercambiados no son equivalentes en su valor de cambio. Por ello, la necesidad -o valor de uso- es el primer valor. Tiene ciertas reglas: la esencia es que no se puede comprar ni vender. Se basa indefectiblemente en un vínculo de confianza, mucho mayor que en el mercado desregulado. Por ejemplo, se habla de una “energía del trueque”, lo que circula con el trocar, un intercambio entre iguales, que se distancia tanto del regalar o de deshacerse de un “cachureo” [trasto viejo] y como también del comprar y del valor del cambio. No puede perderse la simetría de las relaciones. Por ello, es que las distinciones sociales producidas a partir de la disponibilidad del dinero son rechazadas.

En la perspectiva relacional de la economía hay espacio para tensiones entre las racionalidades colectivas-colaborativas que ayudan a producir comunidad, y aquellas más utilitarias-individualistas que perviven con fuerza, sobre todo en TT y BD, donde se reconoce una tensión entre lo individual y colectivo, puesto que la participación se inicia desde lo individual y es una práctica más espontánea que conscientemente transformadora. “Entiendo que que respondamos a lógicas más de lo individualista, capitalista, clientelares y nos cuesta de repente como tomarle el peso en el fondo a que un trabajo colectivo… algunos todavía no participan activamente o no todo lo constantemente que uno esperaría, y se generan algunas lagunas que tienen que ser apoyadas por los que sí están más vinculados” (Entrevista 21, COC).

Evidentemente, esta red de conexiones y relaciones no está exenta de tensiones. En general, no se puede idealizar lo comunitario ni en un sentido tradicional-pasado ni en un sentido prístino-futuro. Hay tensiones entre las racionalidades individuales y colectivas, o entre lo comunitario y el mercado. Esto se debe a que las motivaciones al entrar y salir de estos entramados económicos no son puras, sino que más bien diversas, donde en un extremo está lo individual (i.e. obtener un beneficio inmediato) y en el otro consolidar proyectos colectivos (i.e. crear orgánicas u emprendimientos colectivos transformadores), incluyendo el espectro intermedio. Incluso, en el caso del BDT hay un problema sobre cómo procesar la racionalidad esencial del banco del tiempo, en tanto intercambio diferido de servicios. Colisionan ahí las perspectivas de considerarlo una especie de voluntariado y no un intercambio simétrico. Aún más, de acuerdo a lo constatado en las observaciones y entrevistas, se generan problemas para valorar y medir los intercambios, respecto al entendimiento individual el intercambio como de servicios, donde concretamente algunos oferentes no consideran sus servicios como equivalentes, versus la propuesta colectiva de intercambiar tiempo, donde cada hora sería equivalente. De lo contrario, en el primer caso, el tiempo sería un mero dinero no monetario. En definitiva, el BDT es un tipo de mercado no corrosivo con las relaciones comunitarias. Va en contra el individualismo, pero vive tensionado por las subjetividades individualistas más normalizadas.

Respecto al manejo de recursos que sostienen la iniciativa Plantarte Newén, los intercambios se basan en la lógica de la reciprocidad y solidaridad (Letelier- Araya et al. 2019). Hay una orientación hacia al valor de uso, propia de trueques, bancos de tiempo y monedas sociales. Esto implica no sólo bienes y servicios, sino que la circulación de ciertos saberes y competencias También están incorporadas prácticas de economía circular. Esto implica que no todas las prácticas se pueden analizar por separado, sino que más bien ocurren como un enjambre de prácticas (Schatzki, 2012) que se coordinan constantemente, y que tienen materialidades, saberes y significados similares, como se puede apreciar cuando se articulan y analizan todas estas prácticas como una crítica a la sociedad de consumo, entendida por ellos como un espacio de crecimiento económico sin freno e insustentable, primacía del valor de cambio y circuitos lineales de la economía, antes que circulares.

El funcionamiento en red es significativo en todos los casos analizados. Las articulaciones se basan en la capacidad de agenciar recursos bajo las condiciones de restricción de la pandemia, y porque se comprende que de otra forma sería mucho más complejo cumplir objetivos. Se trata de una red de múltiples formatos, basada en canales virtuales, mediales y relacionales. En general, son prácticas económicas que dependen de vínculos relacionales es una economía incrustada en la comunidad, una plataforma de vínculos que funciona desde y para los vínculos relacionales de corte comunitario (no exclusivamente de parentesco/amistad). Evidentemente, algunas personas lo ven como una extensión a nivel comunitario de algo que podría darse a nivel mucho más reducido, casi familiar. La participación misma en los intercambios tiene el potencial de generar relaciones.

El intercambio está incrustado en relaciones sociales que involucran intercambio material, pero también protección y contención. Esto considera relaciones surgidas en el contexto de la crisis sociosanitaria, pero también nuevos vínculos que van desarrollándose a partir de la gestión de la plataforma del BDT, por ejemplo. Al igual que en TT, los administradores/moderadores tienen una función un tanto normativa, que apunta a preservar y cuidar las relaciones, en tanto, se asume que es un bien colectivo y/o común. A los lazos estables, que pueden ser intermitentes, se pertenece más por decisión propia que por una adscripción geográfica. Por lo mismo, se pueden superponer varias militancias. Se concentran en resolver problemas materiales, pero también emocionales. Se fundan en lo relacional.

 

CONSUMO CRÍTICO Y FORMACIÓN DE MERCADOS CONTRAHEGEMÓNICOS

El estallido social de 2019 en Chile fue origen y consolidación de algunas experiencias alternativas de consumo. Estas experiencias requieren ciertas competencias organizativas que se van adquiriendo a través de la misma operación de estas experiencias y a través de redes y relaciones, que producen comunidad, colectivos, colaboración y dotan de otros significados a las prácticas de consumo, sin que pierdan su sustrato manterial, como hemos observado a la luz de los datos. Sostenemos que estas experiencias cristalizan aspectos materiales, éticos y políticos del consumo, desde una perspectiva crítica.

Nuestra propuesta de consumo crítico pone atención en tres dimensiones: reflexiva, material y colectiva, con una subdimensión cultural y otra política. Lo reflexivo hace referencia a la posición que tomarían los consumidores para informarse y tomar conciencia respecto al origen, trazabilidad y efectos políticos y económicos que tienen los productos y servicios que adquieren y apropian, en particular, impactos en el sistema socioambiental, en los mercados del trabajo, las economías locales y las desigualdades socioeconómicas, financieras y de género (Marambio-Tapia, 2022; Pérez-Roa et al, 2022).

La dimensión material hace referencia a las acciones concretas que devienen de esta dimensión reflexiva; por ejemplo, preferir ciertos productos y dejar de preferir otros, relacionado con las dinámicas del boycott o buycott del Norte Global, aun cuando dichos conceptos resulten discutibles, puesto que involucran ciertas condiciones estructurales difícil de abordar desde la sola soberanía del consumidor. Esto se hace patente en las sociedades del Sur Global, y aún más, en los periodos críticos de la pandemia. Esto se materializó en la opción, por ejemplo, de preferir productores y distribuidores locales, como ferias, almacenes pequeños, los espacios de autoproducción y mercados alternativos como el TT y BST. Situándonos en la dimensión colectiva, el consumo crítico involucra no sólo acción u omisión relacionada con adquisición o apropiación, sino que incorpora aspectos 82

culturales y políticos. En la trama cultural, apunta a la formación de una cultura de consumo distinta a aquella propia del consumismo -he ahí la opción real de no consumir- que se relaciona con estilos de vida integralmente más críticos de la hegemonía económica. Esto se plasma en la resignificación que ocurre de las prácticas de consumo colaborativas como una forma de hacer comunidad. En la trama política, que opera sobre lo anterior, implica la organización y difusión de dichos estilos de vida, pasando de lo individual a lo colectivo, con una mayor conciencia de la politización que todos estos ciclos van produciendo. Lo anterior se observó en la noción de usar las intancias de reproducción material para la difusión de contenidos arrastrados desde el estallido social, que para el tiempo de la pandemia, todavía sonaba cercano en Chile. Aun más, el ejercicio mismo de consumo crítico fue visto como una forma de “resistir” las opresiones.

Estas prácticas, iniciativas y plataformas fueron un punto de entrada para algunos participantes a expresar formas de lealtad, de forma consciente y voluntariosa, que luego pudieren encontrarse más explícitamente por movimientos sociales consolidados (Yates, 2011) o movimientos sociales económicos (Portilho, 2009). Esta “acción colectiva individualizada” que podemos encontrar en el consumo, no es mediada por representantes ni acciones convencionales, y se distingue de la acción colectiva pura, porque opera en arenas distintas a la participación política grupal (Micheletti, 2003).

La mirada del consumo crítico recoge también los devenires de la crisis de representación del sistema político tradicional, y la desconfianza creciente en las instituciones del Estado y del mercado (Edwards, 2009), que como vimos en observaciones y entrevistas, se extremó en el periodo de crisis sociosantiaria. El consumo, ahora desde una perspectiva crítica, es una fuente de identidades colectivas y politizadas, que le disputa espacios a la política representativa. En ese sentido, estos espacios de consumo crítico pueden ser considerado como una alternativa a las formas políticas convencionales en sociedades donde la desafección con el sistema político es alta (Micheletti, 2003). En términos más amplios, el consumo crítico opera bajo el supuesto que el involucramiento en política es mediado por formas de acción individualizadas y organizadas en términos de afinidad, redes y horizontalidad (Tormey, 2007). En este sentido, las experiencias comunitarias de consumo e intercambio combinarían lo doméstico-privado del consumo con el cambio social de gran escala, a través de colectivizar lo individual y politizar estas esferas de consumo. Esta colectivización de lo individual conduce a reflexiones acerca de los modos de consumo en el principio de la pandemia, y su relación con nociones de sustentabilidad, precarización laboral y social, y la instalación de acciones y discursos que ven la crisis sociosanitaria como una oportunidad para levantar y/o potenciar modos de vida distintos a los que circulaban en el periodo previo a la pandemia. Para el caso chileno, esto se hibridó, a nivel comunitario, con el escenario de repolitización que trajo la revuelta social iniciada en octubre de 2019. La instalación de competencias y perspectivas de consumo crítico puede llegar a producir escalamiento de las iniciativas que trascienden la pandemia, y afincar redes y entramados comunitarios que antes no existían o que lo hacían tenuemente.

Asimismo, pudimos observar empíricamente la formación de mercados con otras lógicas distintas a las imperantes, esto es, basados en nociones de horizontalidad, colaboración y valor de uso, al referirnos en particular a las plataformas de trueque, los bancos de tiempo y los circuitos locales de intercambio. Argumentamos que estos mercados también tienen el poder de levantar lo comunitario al reforzar sus entramados y propiciar cohesión social. De esta forma contribuimos a la discusión sobre la naturaleza de los mercados. Un intercambio de mercado, basado en la maximización de intereses, es una forma posible, pero no excluyente, que una comunidad en un momento dado tiene para resolver el problema de distribución de bienes. El mercado desregulado implica que sus precios sólo se determinan por una lógica interna, esto es por la ley de la oferta y la demanda. Cuando todo trabajo, naturaleza y dinero están sometido a ello, para Polanyi se trata de una “sociedad de mercado”. Sin embargo, hay otras formas posibles, y que no sólo corresponden a momentos históricos anacrónicos, sino que a relaciones de reciprocidad, redistribución y los vínculos comunitarios, que forman otro de tipo de mercados (Easton & Araujo, 1994) como los que reseñamos en este artículo. Estos vínculos poseen y agencian una capacidad de coordinación significativa, y que en parte se presentaron como un recurso vivo para enfrentar la pandemia. De todas maneras, estas formas conviven y ninguna se sostiene a sí misma como la única forma “natural” de realizar estos intercambios y acceder al bienestar.

Todas estas iniciativas de ciudades intermedias son distintas experiencias en que la comunidad se protege del mercado autorregulado, como telón de fondo de la crisis global y permanente. Los intercambios económicos –la economía- no necesariamente corroe a la comunidad. Hay algo en común que se va proyectando y creciendo, más allá de los intercambios. Es, básicamente, rehacer, reconstituir y ampliar el tejido comunitario y la sensación misma de comunidad. Estas iniciativas comunitarias, de alguna forma, vienen a cuestionar con voz alta ese sentido de naturalidad que se ha atribuido al mercado, y demuestran con la práctica, de que son posibles otras formas de intercambio y consumo, que estén más en correspondencia con la naturaleza social de estas prácticas económicas y sean a su vez no corrosivas de lo comunitario, y que además se alinean con los objetivos de inclusión y justicia social que teóricamente Estado y mercado persiguen (Arun, 2022). El intercambio está incrustado en relaciones sociales, no necesariamente personales, pero sí involucran intercambio material, y también protección y contención. Esto incluye el factor emergente de la crisis sociosanitaria, pero también nuevos vínculos que van desarrollándose a partir de la gestión de esta plataforma. Se configura un nuevo “doble-movimiento”, esta vez desde las experiencias de colectivización comunitarias, ya que el mercado nunca terminó de corroer lo comunitario, y esto permite que se configuren otras reacciones posibles ante la impotencia del Estado.

Finalmente, la crisis sociosanitaria y su demanda de resiliencia invita a repensar la concepción de consumidores y los valores de mercado. Está siendo una contraposición entre la (desigual) sobreproducción capitalista, su desconexión con las necesidades y falta de agencia de los consumidores en este sistema, y entre las economías que se guíen por la solidaridad y la consideración de las necesidades y derechos de sujetos concretos, sus hogares y sus vínculos sociales. En la crisis sociosanitaria el consumo se vio restringido, lo que llevó a evaluar sus decisiones teniendo en cuenta la utilidad de los bienes, su bienestar y el beneficio generado por su uso. Con mayores o menores niveles de conciencia se tiene en consideración la circularidad de los bienes (Pego-Monteiro, 2020). Esto no significa que se aparte de la racionalidad del consumo, sino que prosigue otros caminos. La crisis sociosanitaria marca un hito en este tipo de experiencias. O bien consolida iniciativas que vienen gestándose, y las determina a realizar acciones de adaptación, o bien, marca el inicio de nuevas experiencias, a nivel colectivo o desde la decisión individual de sumarse a lo colectivo, en el marco de la detección de necesidades emergentes que trae la situación de confinamiento, desempleo y restricciones en general. Se trata de una constatación de forma práctica de lo que anuncian discursos de la esfera política: el retiro o ausencia del Estado, y la ineficacia y segregación del mercado como asignador de recursos. Sin duda estos proyectos son iniciativas potencialmente transformadoras -algunas incluso dialogan con los discursos del buen vivir (Vanhulst y Beling, 2014), y que pueden ser tanto mercados no corrosivos como instancias de construcción de lo comunitario por medio de la colectivización de lo que aparentemente se sitúa como una acción económica individual.

 

CONCLUSIONES

Los cuatro estudios de caso presentados aquí ejemplifican las diversas formas en que el consumo crítico y las prácticas económicas alternativas surgieron en respuesta a la crisis sociosanitaria durante la pandemia en Chile. Cada estudio de caso refleja diferentes niveles de participación comunitaria, politización e historicidad, lo que proporciona información valiosa sobre cómo estas iniciativas operan fuera de los sistemas económicos convencionales. Cada estudio de caso ilustra cómo estas iniciativas sirven como respuestas potencialmente transformadoras a las prácticas económicas dominantes desde el consumo crítico y su capacidad para fomentar la cohesión comunitaria en medio de las crisis. Replantean el consumo como una actividad colectiva, en lugar de ser exclusivamente individual, lo que es vital para la construcción de la comunidad. También destacan cómo estas iniciativas respondieron a las debilidades del sistema de mercado durante la pandemia, ilustrando las formas en que los enfoques basados en la comunidad pueden brindar resiliencia y apoyo cuando las estructuras estatales y de mercado fallan.

El artículo ha explorado las experiencias de consumo crítico y economía social que emergieron durante la pandemia en tres ciudades intermedias de Chile, destacando su capacidad para articular alternativas autónomas frente a las prácticas hegemónicas del sistema económico dominante. Los hallazgos indican que estas iniciativas no solo han respondido a las necesidades inmediatas generadas por la crisis sanitaria, sino que también han potenciado el fortalecimiento de vínculos comunitarios, la re-politización del consumo y la reflexión sobre modos de vida más sostenibles y equitativos. A través de la colectivización de prácticas que antes eran percibidas como acciones individuales, se ha evidenciado un potencial transformador significativo que invita a vislumbrar nuevas comprensiones de la economía y de las relaciones sociales.

El estudio presenta limitaciones, por cierto, principalmente relacionadas con la representatividad geográfica y el alcance de los casos analizados. Dado que se concentró en un contexto específico y temporal, podrían surgir variaciones en otras regiones o bajo diferentes condiciones socioeconómicas. Además, la investigación tuvo que lidiar con la dificultad de capturar iniciativas que operan en la informalidad, lo que podría haber limitado la exhaustividad del análisis.

Se sugiere la necesidad de realizar estudios que amplíen el foco geográfico y temporal, incorporando experiencias de iniciativas similares en otros contextos post-pandemia. Asimismo, se podría profundizar en el impacto a largo plazo de estas alternativas en la configuración de economías locales y en las dinámicas de empoderamiento comunitario. Una investigación de corte longitudinal podría ofrecer luces sobre cómo institucionalizar y escalar estas iniciativas, creando así un marco más robusto para la economía social y solidaria en Chile y más allá. Estas líneas de desarrollo futuro podrán contribuir a fortalecer la discusión sobre alternativas al modelo económico dominante y a fomentar un consumo más crítico y consciente en la sociedad.

Coordinador de Postgrado y Extensión de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile; Académico de la Escuela de Sociología e investigador del Centro de Estudios Urbano-Territoriales (CEUT) de la Universidad. Católica del Maule Licenciado en Información Social con Minor en Sociología, Periodista, Pontificia Universidad Católica de Chile; Magíster en Comunicación Pública, Universidad de Chile; Magíster en Sociología de la Modernización, Universidad de Chile; Doctor en Sociología, The University of Manchester. Sus líneas de investigación son: Estudio social de la economía; consumo y sociedad; consumo sostenible; financiarización y endeudamiento; desigualdades y clases sociales.

 

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Lo que el «neoliberalismo» ya no explica: sobre cegueras conceptuales, luchas en curso y la necesidad de una reinvención democrática

por Felipe Fortes

La insistencia en tratar al “neoliberalismo” como la llave maestra para comprender una serie de transformaciones y rupturas históricas, que se intensifican con la emergencia y los efectos ya visibles del gobierno de Trump 2.0, se ha repetido, justamente, cuando esa llave se revela cada vez más ineficaz para abrir cualquier puerta. El propio escenario político ya apunta hacia mutaciones mas profundas y peligrosas. Aun así, se busca, con frecuencia, reactualizar el concepto, como si el aun pudiese dar cuenta de las nuevas formas de dominación y de las rupturas institucionales en curso.
El diagnostico de una ruptura con el neoliberalismo, para nosotros, ya no es sorprendente: vivimos, de hecho, una crisis inminente que atraviesa tres dimensiones interconectadas —de la democracia, de la globalización y de los ciclos de lucha democráticos que, en la última década, venían democratizando y globalizando, además, al propio neoliberalismo. Sin embargo, los conceptos que heredamos para describir el desorden mundial parecen cada vez menos adecuados para definir esas nuevas mutaciones. Lo que nos sorprende, entonces, es que tantos sigan repitiendo “neoliberalismo” como si aun nombrasen algo latente y vivo. De este modo, la pregunta que hacemos hoy es: ¿por qué aun insistimos en ese concepto, cuando los propios autodenominados “neoliberales” parecen haberlo abandonado como horizonte de su política? Al fin y al cabo, nos hace girar en círculos -como la danza de un trompo, que gira hasta que pierde su eje y cae- y ya no es capaz de hacer frente a la crisis actual.
Responder esta pregunta exige más que una polémica terminológica. Se trata de interrogar al propio vocabulario que compone la caja de herramientas de la crítica contemporánea y sus visibles limitaciones. El termino “neoliberalismo”, al permanecer como centro gravitacional de explicación de las transformaciones de las políticas globales, puede producir un efecto paralizante: el de mantener el análisis prisionero de un pasado -reciente, es verdad-, pero que ya no esta más en disputa, en cuanto el presente se reorganiza mediante nuevas dinámicas, más violentas, más rápidas, más difíciles de nombrar y, en nuestra perspectiva, antineoliberales (1).
Esta parálisis se torna aun mas evidente cuando recordamos que gran parte de la doxa de izquierda asimilo, voluntaria o involuntariamente, el neoliberalismo como uno de los simulacros del fin de la historia: un ciclo únicamente de derrotas, cierres y regresión, en el cual ya no habría espacio para antagonismos vivos. Con eso, se volvió incapaz de percibir la potencia de resistencia e invención que emergía, justamente, al interior de las formas ambiguas de gubernamentalidad neoliberal. Ante las transformaciones actuales, seguir usando ese termino es como intentar leer el nuevo mapa del poder con el blueprint de un edificio que acaba de colapsar.
Nuestra intención aquí no es negar la existencia o los efectos del neoliberalismo, mucho menos ignorar hasta que punto fue, por décadas, una matriz eficaz de gubernamentalidad capitalista global. En la mejor de las lecturas, inspirada en Foucault, el neoliberalismo puede ser comprendido como un dispositivo de gubernamentalidad política que, si por un lado profundizaba una lógica de comando, por el otro abría campos inesperados de subjetivación, movilización y antagonismo. No sólo la lógica de la producción de subjetividad, sino la subjetividad pensada dinámicamente como producción. Sin embargo, a diferencia de Foucault —quien lamentablemente solo vivió los albores de este proceso—, lo experimentamos en su enésima potencia y también en su inminente crisis terminal. Y esto nos permite percibir con mayor claridad la ambivalencia de su matriz.
La paradoja es conocida, pero precisa ser reafirmada: el neoliberalismo fue también el terreno de emergencia de una serie de ciclos de luchas que, en su pluralidad, dieron forma -aunque disforme – a las dinámicas que, en esa época, llamamos como alterglobalizacion. Del Occupy a la Primavera Árabe, pasando por Junio de 2013 y Maidan, lo que llamábamos neoliberalismo aparecía menos como una totalidad cerrada y mas como un campo de gubernamentalidad inestable, llena de disputas, resistencias, antagonismos e invenciones.
El problema es que es ciclo parece haberse agotado. Y tal vez -no por casualidad – 2013 haya sido el canto del cisne del neoliberalismo -del punto de vista del Brasil – en cuanto que campo de experimentación productiva de ambivalencias, en el cual, por método, interpretábamos las crisis como desestabilizaciones del sistema que proyectaban aun más lejos sus propias contradicciones, abriendo, así, brechas democráticas a lo largo del recorrido. Desde entonces, a lo que asistimos es al bloqueo de esas derivas y su inversión: la aceleración de dinámicas que ya no operan según la ambivalencia o la ambigüedad, sino que según una tentativa de cierre y destitución de ese espacio global que antes pretendíamos liberar en toda su potencia y que ahora necesitamos, ante todo, reconstruir.
Entonces, antes de definir lo que esta por venir, tenemos que preguntarnos lo que ese concepto esconde hoy. Cuando un concepto sobrevive mas por inercia que por precisión, corre el riesgo de tornarse un obstáculo: en lugar de rastrear el presente, lo encubre; en vez de abrir posibilidades, las cierra. Es este punto ciego el que no interesa explorar.
Esta reflexión nace, no de una polémica dirigida, sino que a la urgencia critica de reevaluar los nombres con que describimos las aporías del presente. Porque, en ciertos momentos, la fidelidad a la realidad exige infidelidad al vocabulario que heredamos. La pregunta, finalmente, no es mas ¿“que es el neoliberalismo?”, sino: ¿qué nos impide ver nuestro apego a este concepto? Y, más aún, ¿qué luchas reales no reconocemos cuando seguimos describiendo el mundo a través de la misma lente que ha sido arañada por los últimos veinte años?
Tal vez sea hora de retomar el gesto de Spinoza -aquel que, al pulir lentes, no solo miraba mas lejos, sino que miraba mejor, enseñando que ver el mundo exige fabricar nuevas superficies de reflexión.
“Neoliberalismo” fue, a pesar de su inflación, durante décadas, un concepto eficaz: nominó políticas, estrategias y racionalidades especificas de gobierno que marcaran la reestructuración global del capitalismo posfordista desde los años 1970. Fue, sin duda, una herramienta importante para describir una fase determinada de la articulación entre mercado, Estado y subjetividad.
Nomino con precisión los dispositivos de desregulación -conducida, contra la propia ideología del mercado, por medio de la intervención directa del Estado, en momentos específicos, como regulador de la liberalización -, de la financiarización, de la privatización de la vida y de la modulación de la conducta individual bajo la forma del emprendedurismo difuso. Pero, para cada uno de esos dispositivos, descubríamos -alegremente – sus contrarios: formas transversales de cooperación, producción y saberes no capturables, explosiones subjetivas y líneas de fuga que atravesaban los propios mecanismos de control.
El crédito, por ejemplo -aunque operase como motor de la deuda -, cargaba también una tensión interna: podía servir a la lógica de la culpabilización individual, pero igualmente abrir espacio para experimentaciones colectiva basadas en la confianza, afecto y riesgo compartido. En los barrios periféricos, entre migrantes y poblaciones racializadas, surgirán practicas informales de rotación del crédito, asociaciones de microcrédito, solidaridades financieras que desafiaban la lógica de la escasez y de la responsabilización individual. La figura del “pobre endeudado”, lejos de ser solo pasiva, rebelaba una potencia de organización económica desde abajo -que, muchas veces, escapaba al radar de la critica y a la captura institucional e, infelizmente, tampoco encontró resonancia en dinámicas institucionales capaces de traducirlas en nuevos derechos. Las instituciones, en este caso, fallaron en reconocer y acompañar la emergencia de esas subjetividades, dejando sin traducción jurídica y política formas vivas de invención social.
A contrapelo de la precarización, se abrió espacio para una multiplicidad de subjetividades móviles, femeninas, migrantes, cognitivas, que comenzaron a reconocer y polinizar mutuamente sus luchas, atravesando el desierto de las garantías en las disputas por los nuevos derechos. Plataformas y redes fueron, desde el inicio, zonas ambiguas: simultáneamente vehículos de invención política e infraestructuras de captura. Y, si su potencia de circulación y conexión nunca existió separada de la lógica de extracción y modulación, eso no impidió que fuesen atravesadas por prácticas de cooperación, creación y organización democrática descentralizada
La tensión, entonces, estaba inscrita en la propia forma del neoliberalismo. Esta era la ambivalencia radical del neoliberalismo en tanto que campo de gubernamentalidad: producía antagonismo junto a modulación, resistencia junto a captura, deseo de libertad y autonomía junto a difusión social del mando. No era un régimen de pura dominación, sino que un terreno inestable de luchas.
Hoy, sin embargo, esa fase esta en crisis, una crisis tríptica, que atraviesa simultáneamente la globalización, la democracia y las formas contemporáneas de subjetivación política. Los lazos institucionales del orden internacional se rompen a cada nuevo decreto de excepción -como los de Trump – y cada vez que los representantes electos de las democracias liberales flirtean con la fuerza bruta de regímenes autoritarios. Fue el caso de la vergonzosa ceremonia en que el presidente Lula, electo democráticamente, asistió al desfile militar de Putin, en Moscú, un gesto simbólico que, en nombre de una diplomacia pretendidamente “equilibrada”, acaba por normalizar un régimen que ataca frontalmente la soberanía y la vida democrática de otros pueblos (2).
Al mismo tiempo, muchos movimientos sociales enfrentan un impasse interno: en lugar de la continua producción de nuevos puntos de vista -un perspectivismo radical de las luchas, capaz de abrir composiciones y reorganizar estrategias -, observase frecuentemente la cristalización del gesto político de la cooperación transversal en lógicas identitarias de autodefensa, que reproducen fronteras y bloquean la creación de dinámicas comunes. La diferencia, que podría ser fuerza de invención, es transmutada en la repetición de la identidad; y la cooperación, antes experimentada como motor político, cede lugar al aislamiento estratégico y al agotamiento de las luchas en el atrincheramiento simbólico, lo que, paradojalmente, refuerza las dinámicas xenófobas y racistas de la extrema derecha.
Esas infraestructuras hibridizan lo artificial y lo orgánico -un proceso que, en sí, carga potenciales expresivos y cooperativos -, pero que hoy viene siendo capturado por una nueva arquitectura de poder orientada al cierre de las derivas democráticas. Esta reorganización opera mediante la saturación de los espacios de decisión y por la modulación de los afectos, del lenguaje y de la percepción, estrechando los horizontes de lo posible en la tentativa de someter la inteligencia algorítmica a una arquitectura de control (3). Lo que esta en curso es la explotación de un nuevo nomos global -aún inestable y no completamente mapeado-, en el cual las alianzas entre regímenes autoritarios y conglomerados tecnológicos moldean, en tiempo real, los limites de la política, del lenguaje y de la vida.
Es importante dejar claro: el problema no es la algorítmica en si -ella es, cada vez más, el nuevo campo de lucha. Es en ese plano que se reorganiza hoy la disputa por la democracia, por el lenguaje y por la imaginación política. Se trata, entonces, de una configuración emergente entre autoritarismo y tecnologías de control- algo que, por aproximación, podemos denominar como tecno fascismo. La palabra es provisoria y ya aparece en muchos contextos diferentes, pero nos parece mas que adecuada para abrir la caja-negra del presente que seguir insistiendo en un concepto -”neoliberalismo” – que ya no lo describe (4).
El efecto del uso inercial de ese concepto es el de una critica que gira en falso: ella continúa describiendo al enemigo con los mismos términos, aun cuando ya admite que las formas de dominación, los dispositivos de gubernamentalidad y, por consecuencia, los focos de resistencia se han transformado radicalmente. Persistir en una critica a lo “neoliberal” cuando ya se opera en un régimen tecno-político que, al mismo tiempo, se declara post-global -y lo hace no a través de la complacencia de las democracias liberales (que todavía están tratando de contener la marea), sino a través de la militarización y la multiplicación de zonas de guerra —, es como intentar descifrar el presente con un mapa antiguo, donde las nuevas fronteras aun no fueron trazadas.
El problema, entonces, no está en haber usado el termino, sino que en seguir usándolo como si el presente aun estuviese contenido en él. El apego a lo familiar produce un efecto de seguridad, pero también de ceguera: al mantener la critica donde ella ya no opera con eficacia, no se ve lo que esta emergiendo. Como toda lente desgastada, el concepto comienza a distorsionar en lugar de aclarar. Y, peor: se corre el riesgo de no reconocer como política y resistencia a aquello que ya esta aconteciendo, simplemente porque acontece fuera del vocabulario autorizado de la crítica. Es el caso de la resistencia ucraniana que no usa el rojo porque allí, el rojo, es el color favorito de sus verdugos.
La guerra de Ucrania representa, hoy, un divisor tanto conceptual como político. Contra toda tentación de verla apenas como un “conflicto geopolítico entre imperialismos”, lo que sucede allí es mucho mas profundo y urgente: una resistencia real, material y organizada, de una población que se moviliza para recomponer instituciones democráticas en medio de la destrucción. La resistencia ucraniana, en este caso, recoloca la política en el terreno de la inmanencia no como ideología, sino que como practica cotidiana de defensa de un deseo democrático claro: el de vivir en libertad, reconstruir instituciones y escoger sus propios aliados, inclusive el ingreso en la Unión Europea y en la OTAN. Zelensky fue electo justamente con ese mandato, que, nos guste o no, expresa un proyecto político legitimo ante un régimen autoritario que niega a Ucrania hasta el mismo derecho de existir en tanto país soberano.
Al acusar a Zelensky de ser un “payaso neoliberal”, es la propia izquierda la que acaba vistiendo la nariz roja del payaso. No se trata allí de un proyecto revolucionario trascendente, sino que, de la defensa, con las herramientas disponibles, de la continuidad de un proceso democrático ya instituido, así como precario, incompleto y marcado por contradicciones. Reconstruir las ciudades, mantener escuelas y hospitales funcionando, sustentar el vinculo colectivo bajo el trauma: ese es el gesto radical de la política en Kiev, Mykolaiv o Kharkiv.
Incluso en contextos diferentes, como la Franja de Gaza, reconocemos fuerzas que resisten a la destrucción absoluta, incluso sin un marco democrático ya establecido y atravesadas por mediaciones trágicas, como el ataque de Hamas a civiles israelíes: expresión de un fundamentalismo religioso que, en sí mismo, debería preocupar seriamente a la izquierda. La extrema violencia de los bombardeos ordenados por Netanyahu contra los palestinos -las masacres sobre la población civil, los cercos prolongados, los cortes de agua, luz y comida – y la catástrofe humanitaria en curso producen, bajo los escombros, redes de solidaridad, formas elementales de organización colectiva, tentativas concretas de sustentar la vida.
Estas formas de resistencia -diversas en sus condiciones, estrategias y horizontes – tienen en común la tentativa de sustentar la vida y recomponer vínculos políticos bajo las ruinas. Pero es justamente en Ucrania donde esa resistencia asume, de manera mas explicita, la tarea de reconstruir instituciones democráticas ya existentes, aunque frágiles y atravesadas por contradicciones. Es en ese terreno que se torna indispensable reconocer el gesto político que allí se afirma.
Reconocer ese proceso no es romantizar ningún nacionalismo, tampoco apagar las contradicciones internas de la democracia en Ucrania. Se trata de comprender que, ante la destrucción militar y simbólica conducida por Putin, la sociedad ucraniana produjo redes, formas de gobierno descentralizadas, alianzas democráticas y practicas tecno-políticas de resistencia (5). De modo paradojal, la guerra se transformó en un laboratorio de reinvención política —en que la defensa de la democracia no es una bandera abstracta, sino que un acto de sobrevivencia y de creación institucional. Incluso en medio de los escombros y los asedios, hay un gesto a la vez constituyente e instituyente —real, inmanente, político— que se opone tanto al imperialismo ruso como a la normalización de la excepción como régimen global.
Es por la lucha en Ucrania que pasa el futuro de Europa, no porque ella represente un ideal de pureza ideológica o un nuevo mesianismo, sino porque allí se torna visible la posibilidad concreta de recomponer un espacio político común en medio del colapso. La defensa de Ucrania es, en este sentido, también la defensa de Europa, en tanto proyecto federativo inconcluso y como campo en disputa donde la democracia aun puede ser ampliada, reinventada y pluralizada. Frente al ascenso de la extrema derecha, la crisis migratoria manipulada por intereses xenófobos y la erosión de la solidaridad transnacional, la experiencia ucraniana recoloca la cuestión europea como tarea política -no como bloque geo-económico cerrado, sino que como horizonte federativo abierto a la recomposición democrática entre pueblos, lenguas, culturas y luchas.
Su lucha opera en el plano de la urgencia: reconstruir ciudades, defender lenguas, mantener redes eléctricas, proteger a los niños, conectar redes civiles, reorganizar la vida común bajo bombardeo. Esta dimensión material de la resistencia es justamente lo que la crítica abstracta no consigue nominar porque no cabe en el vocabulario consagrado de la izquierda “antiimperialista” y de su foco monotemático sobre el neoliberalismo.
La negativa de amplios sectores de la crítica global, en reconocer esta lucha como política revela más sobre sus prisiones conceptuales que sobre la realidad concreta en la que la defensa de la democracia solo se vuelve posible enfrentando la brutalidad de la guerra desde dentro. Y quienes se niegan a armar a Ucrania en nombre del pacifismo abstracto también se convierten en corresponsables de la erosión del espacio democrático.
La preocupación de “no legitimar el Occidente neoliberal” se transforma, en este caso, en parálisis analítica y, en ultima instancia, en complicidad pasiva con la destrucción de los espacios que aun sostienen derechos e instituciones. Se trata no solo de un error político, sino que de una traición a la propia pretensión de pensar lo real a partir de la dinámica de las luchas y de la producción de derechos.
La pregunta, por lo tanto, no es «¿cuál es el lado correcto de la geopolítica?», sino: ¿dónde están hoy las fuerzas que intentan reconstruir, tras el colapso, las condiciones constituyentes e institucionales de la democracia?
Lo mismo aplica a la crítica de las plataformas digitales, la inteligencia artificial y la aceleración algorítmica. La tentación de fusionarlos bajo la etiqueta de «neoliberalismo digital» —o «capitalismo de vigilancia»— bloquea la pregunta más difícil y urgente: ¿qué tipo de intervención política es posible en este nuevo régimen de abstracción, control y mando? ¿Cómo podemos disputar el poder que se ejerce no solo sobre los cuerpos, sino también sobre las mentes, los datos, las conexiones, los afectos y los modelos de predicción?
La respuesta, si ha de ser estratégica, no puede basarse en la nostalgia de un Afuera. Lo que la perspectiva «afuera del neoliberalismo» nos trajo, como un caballo de Troya, fueron los regímenes de Trump y Putin. Exige, pues, la afirmación de un punto de vista inmanente en las luchas que ya están en curso: en los movimientos migratorios que escapan a la vigilancia —y a los que les importa poco o nada si están “reproduciendo una lógica neoliberal” cuando, en sus luchas, más allá de las ideologías, van a América a pelear por un pedazo del futuro, por la constitución e institución de sus derechos—; en las redes de solidaridad en medio de la multiplicación de las guerras; en los experimentos aún no nacidos de luchas algorítmicas; en los choques contra el cierre territorial y epistémico.
La política actual no se resume en la resistencia a la dominación- pasa por la invención de formas de vida que desafíen el colapso. Y esto no ocurre desde fuera, sino desde dentro de la crisis, desde dentro de la guerra, incluso para que esta no se extienda ni alcance los «márgenes» donde la paz, más que una opinión, sigue siendo, con todos sus problemas, un derecho establecido.
De esta manera, la política no solo se hace nombrando a los enemigos del pasado, sino reconociendo los conflictos del presente.
Finalmente, lo que escapa al «neoliberalismo» es la dimensión completa de la reconfiguración planetaria de las infraestructuras algorítmicas, ahora concentradas en formas del monopolio y oligopolio, operadas por las Big Tech: formas privadas post-soberanas que, no solo extraen datos, sino que modulan el deseo, el lenguaje, los comportamientos y las decisiones. Esta reorganización está vinculada al regreso de los nacionalismos como barreras activas al mercado global, produciendo una estriación del espacio mundial que interrumpe los circuitos de circulación e interdependencia que han marcado abiertamente las últimas décadas. Al mismo tiempo, se intensifica el intento de derrumbar el régimen de derechos universales, sustituyéndolo por formas selectivas de excepción y un apartheid jurídico-tecnológico. La multiplicación de zonas de guerra de alta intensidad —desde Europa del Este hasta Oriente Medio— se entrelaza con guerras comerciales, expresadas en aumentos arancelarios, sanciones unilaterales y embargos cruzados. En este escenario, el dólar —la moneda global por excelencia, sustentada por una hegemonía construida no solo sobre la fortaleza económica, sino también sobre la estabilidad institucional y la confianza depositada en las democracias liberales— comienza a perder su centralidad. Su papel no se limitaba a la convertibilidad o la reserva de valor: funcionaba como ancla monetaria para un cierto horizonte de previsibilidad global, basado en acuerdos legales, marcos multilaterales y, aunque de forma desigual, en la referencia a una base institucional democrática mínima.
El debilitamiento del dólar, en este sentido —sin que ninguna otra moneda pueda sustituirlo, ya que una moneda no se crea por decreto— no solo es un síntoma del declive de un dispositivo técnico-financiero asociado al desmoronamiento de la hegemonía estadounidense. Es, sobre todo, un indicio de la erosión de las condiciones políticas que sustentaban un tipo de articulación planetaria abierta a las disputas democráticas, a la circulación y negociación de diferencias, y que permitió el surgimiento de formas políticas transnacionales, redes insurgentes y experimentos democráticos globales.
Lo que amenaza con surgir en su lugar es un sistema fragmentado, guiado por esferas de influencia, sostenido por fuerzas mucho más letales que el dólar —o cualquier moneda—, como el pánico nuclear, eficaz precisamente en la medida en que erosiona la confianza en la democracia.
A esto se suma el surgimiento de formas de resistencia que, paradójicamente, también son acusadas de neoliberales, precisamente porque despojan a la sociedad de las apariencias ideológicas consagradas por las tradiciones. Estas son luchas que no se reconocen en fórmulas heredadas, sino que operan en un plano concreto: supervivencia, recomposición institucional, cuerpos asediados, y, por esta misma razón, escapan a la crítica que insiste en guiarse por una cartografía conceptual obsoleta.
Si hay un nombre que deba reinscribirse en el centro del debate, quizás sea otro: democracia. No como una fórmula vacía o un fetiche institucional, sino como un campo inestable de experimentación, defensa y reconstrucción. La democracia como tarea. Como proceso. Como riesgo, pero también como una garantía mínima de que es posible competir sin miedo a la muerte ni al asesinato político.
Los procesos democráticos pueden perderse, capturarse, derrotarse, pero hay que luchar por ellos y vivirlos como lo que son: campos de lucha y experimentación de la libertad, expresiones de poder constituyente e instituyente. Y por esta misma razón, necesitan ser defendidos en los lugares concretos donde se ven amenazados y reinventados: dentro de la guerra, y no fuera de ella; En Ucrania, en las batallas de las redes, con los migrantes, con quienes sufren bombardeos, en las brechas de las infraestructuras algorítmicas.
Más que acertar con el nombre, se trata de reabrir la escucha hacia dónde se mueve algo, y nombrar, aquí, no es describir: es elegir un campo de intervención inmediata. Y quizás, en este momento, el nombre más incómodo, más exigente, más olvidado, es precisamente el que más importa.
Repitámoslo, entonces: DEMOCRACIA

Felipe Fortes: es Doctor en Filosofía; investigador del pos-doctorado en el Programa Pós-Graduação de Comunicação e Cultura da UFRJ, con beca de la FAPERJ. Es miembro de los grupos de investigación Laboratório Território e Comunicação (LABTeC) y de la Rede Universidade Nômade. Con Giuseppe Cocco, dicta la catedra “Aceleração Algorítmica, Democracia e Trabalho” en el Colégio Brasileiro de Altos Estudos da UFRJ (CBAE).

Traducción del portugués: Santiago Arcos-Halyburton

NOTAS:

1.- Ideológicamente, muchas de las nuevas dinámicas pueden incluso presentarse bajo formas neoliberales: discursos de mercado, lenguaje empresarial, retórica de la eficiencia o la libertad individual. Pero lo que importa no es la forma ideológica en que se anuncian, sino sus implicaciones materiales. La forma de gobierno de Trump es un ejemplo paradigmático: aunque a menudo se le asocia con el «neoliberalismo», rompió con los pilares centrales de las prácticas neoliberales, adoptando políticas proteccionistas agresivas —como aranceles unilaterales contra China, Europa y México—, desmantelando acuerdos multilaterales y reestructurando el papel del Estado como agente económico nacionalista. Esto no es, por lo tanto, una continuación del neoliberalismo ni un simple cambio, sino una ruptura efectiva con su lógica —económica, jurídica y geopolítica—.

2..- Lula representa, ejemplarmente, el impasse conceptual y político que este texto pretende criticar. Al mismo tiempo que denuncia, con razón, la violencia perpetrada por Israel en Gaza, flirtea sistemáticamente con el putinismo, ya sea minimizando la responsabilidad de Rusia en la guerra en Ucrania o reiterando críticas asimétricas a Zelenski y la resistencia ucraniana. Esta postura, disfrazada de diplomacia «equilibrada», revela no neutralidad, sino una división cínica y selectiva que se niega a reconocer como política legítima la lucha de un pueblo por la autodeterminación democrática.

3.- Hemos llamado a esta forma de poder noopoder. En: COCCO, Giuseppe; FORTES, Felipe. Aceleración algorítmica, crisis de soberanía y noopolítica: la batalla por el control de las redes. Common Place – Estudios de medios, cultura y democracia, Río de Janeiro, n.º 72 (Guerras), sección “Rede Moitará”, pp. 43–70, 30 de abril de 2025. Disponible en:
https://revistas.ufrj.br/index.php/lc/article/view/68200/43224

4.- Como nos recuerda Marx, es el ser humano quien explica al mono, y no al revés. Del mismo modo, no son los residuos del neoliberalismo los que explican las transformaciones actuales del capitalismo, sino estas mismas transformaciones las que reconfiguran el significado de los elementos heredados. El emprendimiento difuso, por ejemplo, persiste, pero ya no es un vector de reorganización estructural: es un punto de partida, no un punto final. Las dinámicas que importan aquí son aquellas que desestabilizan la forma consolidada del sistema, no aquellas que, aunque incorporadas, persisten como residuos dentro de un nuevo orden social, un nuevo modo de acumulación, un nuevo nomos. Lo mismo ocurre en el campo de la inteligencia: es la hibridación entre la inteligencia humana y la artificial la que desafía y redefine lo que entendemos por inteligencia, y no al revés.

5.- Un ejemplo concreto de estas prácticas tecnopolíticas de resistencia es el desarrollo, en plena guerra, de tecnologías de desminado territorial, llevadas a cabo mediante colaboraciones público-privadas entre el gobierno ucraniano y startups locales. Estas innovaciones se guían no solo por objetivos militares, sino también por la reconstrucción civil y la protección de la población. Véase: Innovation Under Fire: Inside Ukraine’s Race to Reinvent Demining, disponible en:
https://tech.eu/2025/06/04/innovation-under-fire-inside-ukraines-race-to-reinvent-demining/

Los dos cuerpos de Elon Musk: Sobre la suspensión de X/Twitter en Brasil

por Allan Deneuville y Giuseppe Cocco

 

Desde el inicio de su libro autobiográfico, Tristes tropiques, Claude Lévi-Strauss describe las emociones que le produce su llegada a Río de Janeiro: “Camino por la Avenida Rio Branco, donde alguna vez estuvieron las aldeas tupinambas, pero tengo en mi bolsillo el breviario del etnólogo de Jean de Léry[1]”. Es a Léry a quien debemos las primeras descripciones de estos “tupinambos (que) viven en perfecta salud, despreocupación y desnudez[2]”. En su relato, Léry habla del canibalismo, pero también del asombro de los amerindios ante los increíbles volúmenes de Arabotan (una madera brasileña) que los europeos llevan a Europa. También relata la travesía del Atlántico, marcada por episodios de piratería y tormentas: “Vi lo que más a menudo se hace en tierra practicado en el mar. Es decir, que quien tiene armas en la mano y es más fuerte, vence y dicta la ley a su compañero[3]”. La construcción europea de Brasil estuvo, desde el principio, marcada por estas dinámicas de depredación que atravesaron los océanos. Como señala Carl Schmitt, sin ocultar su admiración, sin los “rudos aventureros y la escoria del mar, […] el simple descubrimiento de continentes y océanos hasta ahora desconocidos no habría sido suficiente por sí solo para fundar un dominio más allá de los mares del mundo[4]”.

Dos siglos después de Léry, en su penúltimo discurso, Maximilien de Robespierre habla también de un “mundo [que] apareció más allá de los límites del mundo [y de] los habitantes de la tierra que añadieron los mares a su inmenso dominio[5]”. Portugueses y españoles se opusieron a la libertad de los mares teorizada por Grocio: la noción de soberanía moderna aún no se había inventado, pero los conflictos que acabaron definiéndola se multiplicaron. Esta vez de manera melancólica, Schmitt escribe que “el mar es libre”, porque “no constituye territorio estatal y […] debe permanecer abierto a todos por igual[6]”. Sin embargo, esto “significa que la línea define un ámbito donde se afirma el uso libre y despiadado de la violencia[7]”.

Podemos imaginar Internet como los océanos de esta era en la que navegamos, las plataformas digitales serían las carabelas que los surcarían. ¿Sería Elon Musk, el hombre más rico del mundo, un corsario? En lugar de madera, son los datos lo que extraemos: la información donde cristalizan nuestras decisiones, nuestras sinapsis sociales, nuestras subjetividades. El trabajo de las líneas, el nuevo nomo de la tierra, intenta escribirse sobre las olas de estos océanos de nuevo tipo. El conflicto entre X, ex-Twitter, y la Corte Suprema de Brasil es un episodio, tal vez una aceleración, de estas transformaciones[8].

Incluso antes de que la explosión del conexionismo alimentara la ola de Inteligencia Artificial conocida como deep learning, varios investigadores señalaron los desafíos que el capitalismo de plataforma planteaba a la soberanía de los Estados, incluidos los grandes Estados continentales. En 2015, Benjamin Bratton situó el conflicto entre China y Google en el centro de su reflexión sobre la máquina digital global. Incluso habló de la “primera guerra entre China y Google” y del surgimiento de un nuevo tipo de crisis geopolítica: un gran Estado frente a una gran empresa tecnológica. Esto tuvo lugar en 2009 y supuso la salida del gigante americano del mercado chino. Bratton especificó que se trataba del choque entre dos modos de soberanía radicalmente diferentes: “Esta guerra se desarrolla menos entre dos superpotencias (o por poderes entre ellas) que entre dos lógicas irreconciliables en cuanto a la forma en que los regímenes y los públicos son convocados en función de los espacios soberanos[9]”. Es un nuevo tipo de guerra sobre quién gobierna y qué se gobierna en la sociedad globalizada. Para China, dice Bratton, “Internet [es una] extensión del cuerpo del Estado”, para Google, constituye una “sociedad civil transterritorial, viva y casi autónoma, controlada y capitalizada de forma privada”. Así, escribe, “Google es un actor no estatal que opera con la fuerza de un Estado pero que, a diferencia de los Estados modernos, no está definido por una única contigüidad territorial específica[10]”. Desde esta perspectiva, analizada como un conjunto de capas de infraestructura técnica y social (el Stack), Internet constituye una especie de enigma de soberanía para la polis emergente de la Cloud: ¿cómo podemos lidiar con los datos “generados en Beijing por un ciudadano japonés” ciudadano, subido a un servidor frente a la costa de Vladivostok, en aguas extraterritoriales, y luego utilizado por un joven en un cibercafé de Las Vegas para finalmente cometer un delito en Brasil[11]?». Las empresas tecnológicas gobiernan de facto tecnologías que tienen un gran impacto geopolítico.

¿Ha terminado el enfrentamiento entre la Corte Suprema de Brasil y Elon Musk en torno a X, se trata de una batalla más en esta guerra, desencadenada en 2009, entre una empresa de la Big Tech y un Estado soberano o, simplemente, se trata de un nuevo tipo de guerra?  En caso afirmativo, ¿cuáles son las reglas de este nuevo jus ad bellum? ¿Y cómo reflexionan los Estados y los ciudadanos que los componen sobre estas nuevas normas conflictivas, tanto en términos de soberanía como de libertad democrática, de la que forma parte el derecho a la información?

Volvamos a la dinámica de esta suspensión. Después de los asaltos a los palacios de las instituciones democráticas brasileñas, la Plaza de los Tres Poderes, el 8 de enero de 2023 en Brasilia, el juez Alexandre de Moraes (del Tribunal Supremo de Brasil), pide a X que borre cientos de cuentas involucradas en el intento de golpe de Estado. y en la propagación de noticias falsas. Dos de estas cuentas son particularmente sensibles: la del senador bolsonarista Marcos do Val y la del YouTuber Ed Raposo. Los dos están procesados ​​como organizadores de la invasión del Planalto (el palacio presidencial) y por haber liderado una campaña de difamación y ciberacoso contra Fabio Alvarès Shor, comisario de la policía federal, encargado de las investigaciones por fraude contra el ex presidente Jair Bolsonaro y sus familiares. Además, desde su compra por parte de Musk, la plataforma ha albergado innumerables cuentas nazis, y los estudios destacan los riesgos que la polarización y la extrema derechización de X suponen para nuestras democracias[12].

Ante esta petición del Tribunal Supremo de Brasil, Elon Musk se niega a cumplir y alega censura. Él mismo es muy activo en la difusión sistemática de noticias falsas[13] o en el ciberacoso de personalidades que le desagradan políticamente. Así, ya no podemos contar el número de memes difundidos por el multimillonario comparando al juez Moraes con el enemigo jurado de Harry Potter, Voldemort, o con los Sith de la saga Star Wars. El uso de estas referencias culturales populares le permite transmitir un mensaje simplista a una audiencia que puede perderse en el funcionamiento de la justicia brasileña. Aparte de estas referencias mainstream, se abre, hoy en día, en la plataforma, una cuenta X llamada «Alexandre Files» con 400.000 seguidores para denunciar los «horribles abusos de Alexandre de Moraes», como anuncia la presentación del perfil.

El 15 de agosto, cuando se impuso a X una multa de 200.000 reales (32.000 euros) por día por negarse a cumplir, el multimillonario prefirió cerrar las oficinas de juego en la dimensión transnacional de su plataforma: sin oficinas en Brasil, no hay forma de que el sistema de justicia de este país se ponga a su altura. Pero ahora, a partir de ahí, la empresa de Elon Musk viola una ley brasileña que exige un representante legal en el país para que la red social siga funcionando. El 28 de agosto, el juez le dio un ultimátum y le ordenó declarar un representante legal en el país, a lo que Musk volvió a negarse. Prefirió continuar su campaña contra Alexandre de Moraes, precisamente en… X y pagar para ver si el juez seguiría adelante con sus amenazas. El juez suspendió a X el 30 de agosto y anticipo las eventuales derivaciones de la suspensión, por ejemplo, una multa de 50.000 reales (8000 euros) a los internautas que se conectaran por intermedio de una VPN[14]. Una decisión que no dudó en dejar a una veintena de millones de brasileños sin “sus” redes sociales. X provocó tanta acritud, que las reacciones del campo progresista fue un manto de silencio ante la suspensión de esta plataforma, mientras que se manifestaron durante la suspensión de TikTok, una plataforma tan problemática como X, en Nueva Caledonia en mayo de 2024.

No se detiene ahí. Además de la suspensión de manera “inmediata, completa e integral”, el juez designó a Starlink como garante de X y estableció una conexión directa entre dos facetas de la corporación Musk.

Elon Musk cambia entonces de postura, parece que ha llegado “el momento de retroceder[15]”. El New York Times anuncia: “La X de Elon Musk retrocede en Brasil[16]”. Por lo tanto, Musk se retiraría. La implicación de Starlink en el conflicto por X parece obstaculizar el compromiso libertario y ultraderechista del jefe de Tesla. De hecho, en Brasil, las antenas Starlink están en todas partes, en las minas ilegales de los mineros y traficantes de oro, así como en las aldeas indígenas más remotas, en hospitales o escuelas aisladas, e incluso entre los militares y las fuerzas especiales. Starlink se ha extendido en Brasil a una velocidad impresionante: de 20.000 suscriptores en febrero de 2023 a los 250.000 actuales. La empresa ofrece una conexión económica y de alta calidad (gracias a los satélites de baja altitud). Las implicaciones geopolíticas de Starlink son mucho más importantes y, sobre todo, mucho más directas que las de X. Fue en la guerra de Rusia contra Ucrania donde esta dimensión apareció explícitamente, 42.000 terminales constituyen la infraestructura de defensa fundamental de los ucranianos contra la invasión. Sin embargo, además de las amenazas de Musk de dejar de soportar los costes operativos del sistema en Ucrania, existen varios conflictos entre el ejército ucraniano y Starlink sobre los límites territoriales de su uso. Si la transformación de X en un arma política es una fuente indirecta de problemas a nivel de representación política, las consecuencias de las decisiones de Starlink parecen ser una verdadera interferencia geopolítica por parte de un actor no estatal. Paradójicamente, los dos cuerpos de Musk, el del chico malo que hace berrinches con sus redes sociales compradas con este fin, y el del gran industrial de la industria aeroespacial, corren el riesgo de matarse mutuamente al fusionarse.

En Brasil, ante los desafíos del cierre de X, distinguimos tres posiciones: la previsible de la extrema derecha clamando censura y tratando de movilizar manifestaciones por la destitución del juez (unos pocos miles de manifestantes en São Paulo el 7 de septiembre, para escuchar a Jair Bolsonaro); la de la izquierda, que apoya la decisión en nombre de una defensa de la soberanía estatal, cada vez más amenazada por las Big Tech; y la de un sector liberal que, al tiempo que defiende la soberanía del poder judicial brasileño, protesta tanto contra una medida considerada excesiva y contra los superpoderes del juez de Moraes[17].

La posición de la izquierda soberanista se resume en una carta abierta publicada el 17 de septiembre de 2024 titulada Contra el Ataque de las Big Techs a la Soberania Digital (Contra el ataque de las Big Techs a la soberanía digital) y firmada por académicos como Thomas Piketty, Daron Acemoglu, Mariana Mazzucato y brasileños vinculados al gobierno de Lula. Esta carta abierta afirma que “el caso brasileño se ha convertido en el frente principal de un importante conflicto global entre las grandes corporaciones tecnológicas y quienes intentan construir un panorama digital democrático, centrado en las personas y preocupado por el desarrollo económico y social[18]”. En palabras de la ex eurodiputada holandesa Marietje Shaake, “el caso brasileño nos recuerda que no es demasiado tarde. Las autoridades democráticas pueden reclamar su soberanía y afirmarse efectivamente en el campo de la tecnología, si deciden mostrar sus músculos[19]”.

Un episodio similar ya se había producido en mayo de 2023, cuando el holding de Google, Alphabet, llevó a cabo una agresiva campaña publicitaria, en su buscador y en los principales medios de comunicación, para criticar las medidas que estaba tomando el gobierno brasileño para regular las redes sociales en Internet. Fue el juez Flavio Dino, recién nombrado por Lula para el Tribunal Supremo, quien obligó a Google a modificar el enlace de su página de inicio, so pena de una multa de 200.000 dólares por hora. Los llamados a regular Internet se confirman en el debate más general sobre la necesidad de desarrollar políticas adecuadas frente al auge de la inteligencia artificial. Podemos destacar la propuesta de una política de “contención” (inspirada en las políticas desarrolladas durante la Guerra Fría) de Suleyman Mustafa, fundador de Deep Mind[20]. En nuestro contexto geopolítico y ecológico, este llamado a la regulación es comprensible y potencialmente deseable. La pregunta que surge es: ¿a qué costo?

Los liberales, si bien reconocen que Musk es un “demagogo al servicio del movimiento antidemocrático de derecha en todo el mundo”, enfatizan que “la decisión de cerrar X es una tragedia”. Veinte millones de brasileños con cuentas activas en la plataforma fueron privados del espacio donde discutían periódicamente todo tipo de argumentos[21]”. La preocupación es que se esté instaurando una especie de “censura preventiva” que perjudica la libertad de expresión: “la libertad y la democracia implican riesgos que deben ser controlados”. El proceso de suspensión de la red debe ser “abierto y transparente[22]”. Por tanto, los liberales coinciden en que Musk es una amenaza para la democracia, pero temen que la suspensión sea también un precedente perjudicial para la libertad de expresión y el derecho a la información y, por tanto, para la propia democracia. Estas divisiones parecen muy marcadas a nivel de opinión. Si bien el juez se ha convertido en el centro de la polarización política en el país[23], una encuesta de opinión muestra que el 96% de los votantes de Bolsonaro no está de acuerdo con su decisión, mientras que el 92% de los votantes de Lula la apoyan[24].

Hoy, gracias a Moraes ex machina, X reapareció en las pantallas de los ciudadanos brasileños. Tras cuarenta días de suspensión, Elon Musk pagó los 28 millones de reales (unos cinco millones de euros) en multas, bloqueó las cuentas afectadas y nombró un representante legal en Brasil. Este regreso fue celebrado por los usuarios, con tendencias top como “Voltamos” (Estamos de vuelta) y “Como é bom estar de volta” (Qué bueno es estar de vuelta). Si bien esta suspensión fue temporal, marca un punto de inflexión en la regulación de las plataformas y en el ejercicio del poder judicial en Brasil. Este momento debería animar a los ciudadanos a abordar el tema y reflexionar sobre el nuevo equilibrio entre regulación y libertad de expresión. Como señaló un artículo del New York Times, no se trata simplemente de un conflicto entre una empresa de tecnología y un tribunal, sino de un cuestionamiento de la forma en que las sociedades democráticas enmarcan y dan forma legal y democráticamente a los espacios digitales. Como escribe Jack Nicas: “Durante los últimos cinco años, la Corte Suprema del país ha ampliado su poder para liderar una amplia campaña para proteger a las instituciones brasileñas de ataques, muchos de ellos en línea. Para la izquierda brasileña, la ofensiva ayudó a salvar la democracia brasileña. Para la derecha, ha convertido a la Corte en una amenaza para la democracia misma. Ambos podrían tener razón[25]

El ascenso al poder de un juez no electo plantea entonces una cuestión candente en la democracia brasileña. Sin embargo, no queremos escribir un alegato a favor de un modelo estadounidense de absoluta libertad de expresión: cada país, incluido Brasil, tiene el derecho soberano de determinar los límites de lo que se puede decir. Sin embargo, cuando 20 millones de ciudadanos se ven privados de un espacio de intercambio y, por tanto, de la posibilidad de unirse políticamente, el campo progresista debe preocuparse y no aplaudir. Ponerse del lado de quienes temen al pueblo, incluso cuando se expresan excesivamente, no es más que admitir el miedo a las fuerzas democráticas. El acontecimiento que nos ocupa nos recuerda que la mediación nunca es neutral, pero que la libertad de expresión no debe limitarse a una crítica moderada a las instituciones; debe ser la base de un espacio político abierto, no una herramienta de confinamiento. En este contexto, la Corte Suprema de Brasil, al tratar de protegerse, a veces parece invadir esta libertad esencial, poniendo en tensión la protección de las instituciones y el necesario debate público que las rodea.

De hecho, Musk es quizás sólo la parte más visible de un cambio más general entre los jefes de las Big Tech estadounidenses, incluso si Paul Krugman piensa que esto todavía es una minoría[26]. Podemos medirlo por su deriva política: del apoyo que dieron a la candidatura de Joe Biden en 2020 al apoyo a Donald Trump en 2024[27]. Mientras que los firmantes de la carta abierta contra los actores de las Big Tech todavía se dejan seducir por un cierto tipo de antiamericanismo al afirmar que la “disputa entre el gobierno brasileño y Elon Musk es sólo el último ejemplo de un esfuerzo importante para restringir la capacidad de las naciones soberanas de definir una agenda de desarrollo digital libre del control de las megacorporaciones con sede en Estados Unidos[28]”, sin embargo, es Estados Unidos el que hoy es el teatro del conflicto del que el caso brasileño representa sólo un acto.

De hecho, en los últimos tres años, la administración Biden ha implementado una serie de iniciativas que presagian un giro significativo hacia las Big Tech: el director del Consejo Económico Nacional declaró que, si bien las grandes empresas no son necesariamente malas, no pueden seguir monopolizando los mercados[29]. La Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia iniciaron procedimientos contra GAFAM, acusándolos de sofocar la competencia y violar los derechos de los consumidores[30]. Estamos incluso asistiendo a la instauración de un proceso antimonopolio contra Google que podría convertirse en la base jurisprudencial para muchos otros casos[31]. Las acciones de Elon Musk, al igual que las de muchos otros directores ejecutivos de Silicon Valley, van dirigidas contra las políticas emergentes de regulación de las Big Tech. El jefe de Tesla es quizá sólo el ejemplo más evidente[32].

Debemos constatar entonces que la dimensión soberana ya no es la única a tener en cuenta y que sin duda nos lleva por el camino equivocado. El conflicto no es entre Brasil y las Big Tech estadounidenses, sino que atraviesa tanto a Brasil como a Estados Unidos o a la Unión Europea. Se trata de trazar las líneas de este nuevo nomos digital, pero también el de la democracia. Cuando Donald Trump declaró su reelección, Elon Musk publicó en X: “Ahora ustedes son los medios”. Musk puso activamente su riqueza y su influencia mediática al servicio de Trump, fortaleciendo una alianza de intereses destinada a preservar el poder de las grandes empresas tecnológicas frente a la regulación. Paradójicamente, ciertos actores progresistas contribuyen a esta situación: promover una censura ilegítima de las redes sociales no suficientemente radical, particularmente en lo que respecta a la cuestión palestina. Estas posiciones, aunque motivadas por convicciones legítimas, parecen reforzar inevitablemente el resurgimiento del conservadurismo populista y reaccionario en Estados Unidos. Esta situación plantea la cuestión de la dinámica futura: ¿podrían otras naciones, como Brasil con Jair Bolsonaro o Pablo Marçal, e incluso Francia, caer en escenarios políticos similares, marcados por un ascenso en el poder de las fuerzas de derecha radical, apoyadas por multimillonarios influyentes al servicio de sus propios intereses políticos?

Por nuestra parte, estamos convencidos de que sólo la creatividad inimaginable de las movilizaciones sociales, inventando las instituciones democráticas supranacionales que nos faltan, será capaz de afrontar este desafío. Por último, no debemos olvidar la otra cara de la ilusión sobre Internet, es decir, pensar que es esto lo que explica la aparición de las noticias falsas y el nuevo tipo de fascismo. Mientras la difusión de Internet empezaba a democratizarse, el historiador Robert Darnton ya recordaba que “las redes de difamación existen desde hace cuatro siglos[33]”.

Traducción del francés por Santiago Arcos-Halyburton

 

Allan Deneuville: Profesor de la Universidad Bordeaux-Montaigne (laboratorio MICA). Su investigación se centra en la circulación de textos e imágenes desde y en las redes sociales. Es cofundador del grupo de investigación y creación After Social Networks (http://after-social-networks.com) y jefe del centro de investigación de la asociación de investigación de código abierto Open Facto (https://openfacto.fr

Giuseppe Cocco: Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) y miembro de la Red Universidade Nômade Brasil. Recientemente publicó, con Bruno Cava, New Neoliberalism and the Other: Biopower, Living Money and Anthropophagy (Lexington, 2018). Es miembro del colectivo editorial Multitudes.

NOTAS

[1] Levi-Strauss, C. (2008). Œuvres, Pléiade-Gallimard, p. 67.

[2] Léry (de), J. (1927). Le voyage au Brésil (1556-1558), Payot, p. 143.

[3] Ibid., p. 68

[4] Schmitt, C. (1942). Land und Meer. Traducción italiana de Giovanni Gurisatti : Schmitt, C. (2011). Terra e Mare, Adelphi, p. 30-31.

[5] Robespierre, M. (1972). Rapport, présenté par Robespierre au nom du comité de salut public, concernant le culte à l’Être Suprême, lors de la séance du 18 floréal an II (7 mai 1794). Archives Parlementaires de la Révolution Française, 90(1), 132140.

[6] Schmitt, C. (1974). Der Nomos der Erde. traducción italiana de Emanuele Castrucci : Schmitt, C. (2011). Il nomos dela terra, Adelphi, p. 20.

[7] Ibid., p. 93

[8] La idea de que Internet y su “economía en red” son grandes ilusiones es vieja. Ver, por ejemplo: Kerckhove (de), D. (2001). «Internet à l’heure du désenchantement », Le Monde Diplomatique, p. 15. o Morozov, E. (2011). The Net delusion : The dark side of internet freedom. PublicAffairs.

[9] Bratton, B. (2015). Le Stack. Plateformes, logiciels et souveraineté. Grenoble, UGA éditions, 2021. p. 46.

[10] Ibid.

[11] Ibid., p. 48. Destacamos

[12] Ingram, D. (2024, 16 abril). « Verified pro-Nazi X account flourish under Elon Musk », NBC News. www.nbcnews.com/tech/social-media/x-twitter-elon-musk-nazi-extremist-white-nationalist-accounts-rcna145020

[13] Thompson, S. A. (2024, 27 septiembre). «5  Days With Elon Musk on X : Deepfakes, Falsehoods and Lots of Memes ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/27/technology/elon-musk-x-posts.html

[14] El juez de Moraes pidió inicialmente a Apple y Google que eliminaran las aplicaciones VPN de sus tiendas online, antes de su retractación. Tal decisión, si se hubiera implementado, habría sido una importante señal de advertencia sobre las libertades digitales en este país.

[15] Doria, P. (2024, 24 septiembre). «Hora de voltar », O Globo.

https://oglobo.globo.com/opiniao/pedro-doria/coluna/2024/09/a-hora-de-o-x-voltar.ghtml

[16] Nicas, J., & Ionova, A. (2024, 21 septiembre). «Elon Musk’s X Backs Down in Brazil ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/21/world/americas/elon-musk-x-brazil.html

[17] Esta es más o menos la posición de dos grandes periódicos de São Paulo, con audiencia nacional, Folha de São Paulo y el Estado de São Paulo.

[18] La Carta Abierta está disponible en: https://portal.jota.info/wp-content/uploads/2024/09/carta-publica-contra-os-ataques-das-big-techs-contra-a-soberania-digital-do-brasil.pdf

[19] Schaake, M. (2024, 26 septiembre). «Big Tech’s Coup». Foreign Affairs. www.foreignaffairs.com/brazil/big-techs-coup

[20] Suleyman, M. (2023). The Coming Wave. Bodley Head.

[21] Doria, P. (2024, 3 septiembre). «O espírito da democracia». O Globo, p. 3.

[22] Sardenberg, C. A. (2024, 7 septiembre). «Danos Colaterais». O Globo, p. 2.

[23] Pereira, M. (2024, 8 septiembre). «As voltas que o STF dá», O Globo, p. 2.

[24] Ortellado, P. (2024, 7 septiembre). «Justiça com lado?», O Globo, p. 3.

[25] Nicas, J. (2024, octubre 16). «Is Brazil’s Supreme Court Saving Democracy or Threatening It?» The New York Times. www.nytimes.com/2024/10/16/world/americas/brazil-supreme-court-expanded-powers-democracy.html

[26] Krugman, P. (2024, 26 septiembre). Opinion  «The Tech Bro Style in American Politics ». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/26/opinion/cryptocurrency-election-moreno-vance.html

[27] 27Sosa, A., Meta, S., Ann. A. & Pinho, F. E. (2024, 7 juin). «In Silicon Valley, more support for Trump is trickling in. Is it a big threat to Biden?», Los Angeles Times. www.latimes.com/politics/story/2024-06-07/2024-election-silicon-valley-and-the-push-for-trump

[28] Op. cit.

[29] Ver el comunicado de la Casa Blanca del 14 de julio de 2022 titulado «Brian Deese Remarks on President Biden’s Competition Agenda». www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2022/07/14/brian-deese-remarks-on-president-bidens-competition-agenda/

[30] Hughes, C. (2024, 25 septiembre). Opinión «¿Why Do People Like Elon Musk Love Donald Trump? It’s Not Just About Money». The New York Times. www.nytimes.com/2024/09/25/opinion/silicon-valley-trump.html. Hay que recordar que Chris Hughes es uno de los co-fundadores de Facebook.

[31] McCabe, D. (2024, 5 agosto). «“Google Is a Monopolist,” Judge Rules in Landmark Antitrust Case». The New York Times. www.nytimes.com/2024/08/05/technology/google-antitrust-ruling.html

[32] Schaake, M. (2024, 26 septiembre). op. cit.

[33] Darnton, R. (1995, 17 septiembre). Armadilha da Mídia, Folha de São Paulo, p. 5-10. www1.folha.uol. com.br/fsp/1995/9/17/mais!/16.html

Por Toni Negri (1933-2023). Notas para una biografia de su obra

por Sandro Mezzadra

 

Ante la obra de Toni Negri, compuesta por decenas de libros y cientos de artículos escritos a lo largo de setenta años, la búsqueda de algunos criterios interpretativos es tan necesaria como ardua. En una hermosa entrevista de 2018, editada por Vittorio Morfino y Elia Zaru, Negri aceptó, básicamente, la división en tres fases principales de su pensamiento, marcadas respectivamente por la presencia dominante de Marx, Spinoza y el encuentro con Deleuze, Guattari y Foucault [1]. Sin embargo, uno no puede evitar notar que el Marx de Negri en los años 1960 es muy diferente del de los años 1970, mientras que su trabajo sobre Spinoza también está temporalmente entrelazado con su diálogo con la filosofía francesa contemporánea. Entre la publicación del primer gran libro de Negri sobre Spinoza, escrito en prisión y publicado en 1981, y su muerte, transcurrieron más de cuarenta años, marcados especialmente por su encuentro con Michael Hardt y la redacción de Imperio que, también desde un punto de vista filosófico, constituye un importante punto de inflexión. Además, desde el principio, la obra intelectual de Negri ha sido una expresión irreductible de militancia radical y pasión política ¾no por casualidad tituló su autobiografía Historia de un comunista: y aquí se presentan otros giros y vueltas para marcar las etapas de su vida, los Quaderni Rossi, Potere Operaio, la Autonomía, las grandes huelgas francesas de 1995, el movimiento global entre Seattle y Génova, la participación en las luchas y debates latinoamericanos de los últimos veinte años, por nombrar sólo algunos. Es en este sentido que, según sus propias palabras, “la presencia de Marx une todas las fases” de su pensamiento [2]. Al trazar un breve esbozo de la formidable trayectoria de Negri, me gustaría intentar entrelazar el plano de la teoría y el plano de la militancia que él nos enseñó a mantener juntos, aunque en condiciones que, a lo largo de su vida (tanto por razones históricas como biográficas) también han cambiado drásticamente.

 

COMUNISTA ANTES DE SER MARXISTA

Empecemos recordando que Negri no nació marxista. En el contexto cultural de la Universidad de Padua, donde ingresó en la Facultad de Filosofía en 1952, sus estudios se orientaron hacia temas clásicos de la filosofía alemana, a los que dedicó sus tres primeros libros: el historicismo del joven Hegel, el formalismo jurídico de Kant y sus trastornos posrevolucionarios [3]. Se trataba de obras importantes, destinadas a dejar huellas duraderas. De Wilhelm Dilthey, en particular, Negri retomó un concepto de historicidad y de expresión histórica que marcaría su pensamiento durante mucho tiempo, mientras que su investigación sobre los orígenes del formalismo jurídico constituiría una base sólida para su obra fundamental sobre la crítica del derecho en las décadas de 1960 y 1970. La filosofía del derecho, en la particular declinación que, en esos años, en las universidades italianas, asumió el nombre de Doctrina del Estado, fue, en cualquier caso, el terreno principal en el que se desarrolló el trabajo teórico de Negri entre la década de 1950 y principios de la década siguiente. Fue su activismo político socialista y, sobre todo, su encuentro con la clase obrera en Porto Marghera [4] lo que determinó un primer punto de inflexión en sus estudios. “Yo era comunista antes de ser marxista”, solía decir Negri. Pero poco después se hizo marxista, estudiando especialmente el primer libro de El Capital y verificando sus categorías y análisis en la fábrica mediante encuestas [5] y un intercambio continuo con aquellos trabajadores que, en el Véneto [6] a principios de los años 1960, , estaban descubriendo la explotación y reinventando la lucha de clases. El resultado fue una lectura de Marx muy diferente de la lectura frankfurtiana o althusseriana, por nombrar dos de las más influyentes en la Europa de los años sesenta.

Esa fue la época en que nació el operaismo italiano, a través de publicaciones periódicas como “Quaderni rossi” (1961-1966) y “Classe operaia” (1964-1967), en las que Negri participó apasionadamente, en diálogo con -entre otros- Raniero Panzieri y Mario Tronti, Romano Alquati y Guido Bianchini, y contribuyendo con sus intervenciones a delinear el perfil de un nuevo sujeto obrero. Mientras tanto, su lectura de Marx también reorientó su trabajo en el campo del derecho, como puede verse, en particular, en un largo ensayo sobre el trabajo y Constitución, escrito en 1964 pero publicado más de diez años después [7]. Adoptando sugerencias fundamentales de la doctrina constitucionalista italiana y alemana, Negri sigue las diversas formas en que el capital se ve obligado a enfrentar la insurgencia obrera y proletaria, transfiriendo al Estado y a la Constitución –y, por tanto, socializando– el conjunto de contradicciones que la constituyen. Se sentaron así las bases para las intervenciones de los años 1970 en los debates sobre la teoría marxista del Estado, mientras que, un conjunto de estudios históricos sobre el origen del Estado moderno que serían retomados muchos años después en un libro como Il potere costituente.[8]. Este es uno de los aspectos más importantes de la obra de Negri, que combina el rechazo militante del reformismo socialista en relación con el Estado con la identificación de ciertas líneas de crisis en este último (particularmente en la figura que define como el “Estado-plan”). que sólo en el contexto de los debates sobre la globalización emergería finalmente con claridad.

 

LOS AÑOS DE LA AUTONOMIA OBRERA

Si el encuentro con la clase trabajadora en Marghera ya había introducido una discontinuidad en esta primera fase de la trayectoria de Negri, instalando en su centro el diálogo con Marx, el bienio rojo de 1968/69 –la combinación de la insurgencia estudiantil global y la lucha obrera La insurgencia en las fábricas del norte de Italia determinó un nuevo punto de inflexión, lleno de consecuencias a nivel político, teórico e incluso biográfico. En el “largo 68 italiano” la militancia se convirtió para Negri, así como para miles de mujeres y hombres, en un criterio para reinventar la vida. Aquí hay continuidad con la experiencia “operaista” de años anteriores, pero también hay elementos nuevos. La militancia se volvió entonces –con el nacimiento del “Potere operaio”– definitivamente política, basada en la convicción de que la posibilidad de una revolución comunista estaba de hecho abierta en Italia. En el espacio de unos pocos años, en el seno de esta organización se desarrolló un debate, ciertamente no exento de simplificaciones y aceleraciones voluntaristas, pero extremadamente avanzado sobre temas como la relación entre las luchas de masas y la acción partidaria, las transformaciones de la composición de clases a raíz de de las grandes luchas de 1969 y del uso de la violencia. La historia del “Potere operaio” llegó a su fin en 1973, cuando, por iniciativa de Negri y de algunas asambleas autónomas de fábricas del Norte, cobró impulso el desarrollo de la “Autonomia operaia”.

A finales de los años 1960 y 1970, Negri transformó el Instituto de Doctrina del Estado de la Universidad de Padua en una especie de cerebro colectivo al servicio del movimiento. Es una historia aún por escribir, en la que participaron personajes importantes como Alisa Del Re y Maria Rosa Della Costa, Luciano Ferrari Bravo y Ferruccio Gambino. La práctica de la encuesta se llevó a cabo a través de proyectos de investigación de absoluto relieve académico y, al mismo tiempo, decididamente militantes, mientras dos series de la editorial Feltrinelli –los “Materiali Marxisti” y los “Opuscoli Marxisti”- garantizaron la publicación de los textos producidos en el Instituto de Padua (incluidos los de Negri) y documentación del debate internacional. Fue dentro de las actividades del Instituto que Negri impartió un curso (“33 conferencias”) sobre Lenin en 1972/73. El libro que reúne estas conferencias ofrece un punto de vista especialmente eficaz sobre su activismo político en esos años, también porque –concebido a partir de la experiencia del “Potere operaio”– fue publicado en 1977, cuatro años después de la disolución del grupo. y mientras la experiencia de la Autonomía Obrera Organizada estaba en pleno apogeo [9]. La Fabbrica della strategia, de hecho, exalta, contra cualquier lectura dogmática del leninismo, la tendencia de Lenin hacia la innovación teórica y política, y propone un conjunto de consideraciones originales sobre la relación entre la dinámica autónoma de las luchas y su dirección política, tema que en ese momento estaba en el centro de los debates en el movimiento italiano.

Los años de Autonomía fueron, para Negri, que se trasladó a Milán y coordinaba la labor editorial de la revista “Rosso”, tan frenéticos desde el punto de vista político como fértiles desde el punto de vista teórico. La hipótesis del “obrero social” capta con antelación el fin de la centralidad de la fábrica e intenta leerlo de manera ofensiva, como una nueva oportunidad, apostando por la distensión social –en los barrios, en el sector terciario, en las formas de vida – de las luchas y de los comportamientos obreros que ponen en crisis el “fordismo” [10]. Marx es aquí adaptado según una lectura antagónica de la socialización de la relación capital, según una línea interpretativa establecida en los seminarios parisinos de 1978 y posteriormente en Marx más allá de Marx [11]. Si, ya en los años 1960, como se mencionó anteriormente, la dimensión de la subjetividad obrera estaba en el centro de la investigación de Negri, ahora –fuera de la fábrica– se trata de comprender una pluralidad de procesos de subjetivación que desplazan el análisis marxista y político comunista. Registrar esta desorientación y, aun así, insistir tenazmente en la recalificación de ambos: éste es, al fin y al cabo, el programa de trabajo que seguiría Negri en las décadas siguientes. Sus investigaciones de los años 1970, además, presentan otros aspectos destinados a marcar su pensamiento durante mucho tiempo: por citar sólo uno, la reanudación del tema operaista del “rechazo del trabajo” –del sabotaje, de la huelga, de la acción directa– está cargada. incluso en sus escritos más militantes, con tonos afirmativos, que prefiguran su obra posterior en torno al concepto de “poder constituyente”. El rechazo del trabajo, leemos, por ejemplo, en Il dominio e il sabotaggio, es el “contenido del proceso de autovalorización”, cuyo objetivo es “la liberación total del trabajo vivo, en la producción y en la reproducción y la utilización de la riqueza al servicio de la libertad colectiva” [12].

 

LA ANOMALIA MATERIALISTA – DE LOS AÑOS DE PRISIÓN A LOS AÑOS PARISINOS

El arresto de Negri el 7 de abril de 1979 fue parte de una importante operación judicial contra el movimiento autónomo, en la que se arrestó a cientos de activistas bajo cargos hiperbólicos y engañosos. No es necesario reconstruir aquí este acontecimiento que, sin embargo, constituye un punto de inflexión de gran importancia en la historia italiana [13]. Es más importante subrayar que las detenciones del 7 de abril se llevaron a cabo en un contexto de militarización del conflicto por parte de las organizaciones armadas y de retroceso general de las luchas obreras, simbolizado, al año siguiente, por una derrota histórica en la Fiat. Así terminó el “largo 68 italiano”, y Negri vivió en prisión (hasta su elección como diputado por el Partido Radical en 1983) el inicio de una verdadera “contrarrevolución”, encaminada a reorganizar las relaciones sociales y políticas generales del país, en un contexto internacional marcado por las victorias de Margaret Thatcher en Inglaterra (1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980). En las durísimas condiciones carcelarias de aquellos años, Negri no dejó de trabajar. Su primer libro sobre Spinoza, La anomalía salvaje, fue escrito en prisiones de máxima seguridad y constituye también un diario filosófico de las luchas de los años anteriores y un intento de establecer nuevas bases para los años venideros [14]. Ciertamente, Spinoza será, a partir de ahora. un punto de referencia fundamental para Negri, basta pensar en la categoría de “multitud” con la que empezó a trabajar en su propio libro de 1981: pero el pensamiento de Spinoza es incluido por él en un eje que va desde De Maquiavelo a Marx, configurando una alternativa materialista radical dentro de lo moderno. La anomalía salvaje marca una discontinuidad en su camino, pero su abandono de la dialéctica y su insistencia en la dimensión ontológicamente constitutiva de la política habían sido preparados por su diálogo con los Grundrisse de Marx y por su propia reflexión sobre los conceptos de autonomía y autovalorización –a lo que también podríamos sumar la reproblematización de la cuestión de la temporalidad [15].

Al llegar a París para escapar de una nueva prisión en 1983, Negri inició -en el exilio- otra etapa particularmente fructífera de su vida. Su diálogo con el pensamiento de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari, y su amistad con este último en particular, lo llevaron a una profunda renovación de su pensamiento [16]. Desde un punto de vista filosófico, los primeros años en París se caracterizaron por el trabajo en torno a una ontología afirmativa, incluyendo los trabajos sobre Giacomo Leopardi y el Libro de Job, mientras que un volumen de 1987 – Fabbriche del soggetto – reanudó su reflexión sobre la categoría marxiana de la subsunción real, explorando sus implicaciones frente al nuevo capitalismo emergente [17]. Pero también fueron los años en los que Negri preparó uno de sus libros más importantes, El poder constituyente, una conmovedora reconstrucción del pensamiento y la práctica revolucionaria que atraviesa y rompe la modernidad occidental. Los temas ya mencionados abordados en las investigaciones sobre los orígenes del Estado moderno regresan aquí filtrados por la nueva sensibilidad madurada por el estudio de Spinoza. Una tensión muy poderosa inviste conceptos como democracia, soberanía, constitución, mientras la constituyente se afirma como una praxis que atraviesa grandes textos y levantamientos revolucionarios, manteniendo constantemente abierta la posibilidad de la revolución. [18].

Estos años parisinos, sin embargo, también estuvieron marcados por el trabajo conjunto con investigadores como Antonella Corsani y Maurizio Lazzarato, con quienes Negri relanzó (actualizándolo) el método operaista de la encuesta. El resultado fue un trabajo de investigación muy importante sobre las transformaciones del trabajo y los espacios públicos en la región metropolitana de París, en el que se pusieron a prueba conceptos como el de “el conjunto del trabajo inmaterial”, como primer paso en un análisis de las transformaciones del capital y el trabajo tras el fin del fordismo, que Negri continuaría hasta sus últimos años, entre otras cosas con una atención constante a la dimensión metropolitana [19]. Es en torno a estos temas que tomó forma una nueva temporada de militancia de Negri. La fundación con Jean-Marie Vincent y Denis Berger, en 1990, de la revista “Futur Antérieur” estableció, sin embargo, una plataforma de diálogo entre el marxismo italiano de derivación operaista y algunos de los aspectos más interesantes del marxismo francés, posibilitando la intervención política abierta a los grandes temas de los debates internacionales (en “Futur Antérieur”, por citar sólo dos ejemplos, aparecieron textos de Donna Haraway y de Lula, el futuro presidente de Brasil). Las grandes huelgas francesas de 1995 constituyeron entonces un paso fundamental para Negri, que las sintió como una verificación de algunas de sus hipótesis de trabajo y como una prefiguración de una nueva forma de huelga metropolitana [20]. Durante este período, también había retomado relaciones con una parte del movimiento autónomo italiano (la autonomía veneciana) y, a través de una serie de seminarios celebrados en París, se sentaron las bases de una nueva posibilidad de intervención política también en Italia [21]. Cuando, en 1997, Negri decidió regresar a Italia, sabía que le esperaba la cárcel, pero contaba con los nuevos movimientos que se habían desarrollado en años anteriores no sólo para no sólo para saldar sus cuentas legales de los años setenta, sino también trabajar por la apertura de un nuevo ciclo de luchas. Una revista como «Posse», que Negri ayudó a fundar y dirigir tras su regreso a Italia, pretendía comprobar esta hipótesis, que se confirmaría sobre todo en las jornadas de Génova contra la cumbre del G8 en julio de 2001. [22].

 

EN Y CONTRA EL IMPERIO – NUEVOS ESPACIOS POLÍTICOS

Si recordamos los tonos melancólicos con los que gran parte de la izquierda discutía sobre “globalización” y “neoliberalismo” en los años 1990, podemos entender la ruptura provocada por la publicación de Império [23]. Una narrativa nueva, audaz y grandiosa invirtió el significado de los procesos de globalización, indicando que el impulso conjunto de las luchas obreras y contra el colonialismo y el imperialismo fue el motor esencial que, en el siglo XX, impulsó al capital a convertirse en mundo. Escrito junto con Michael Hardt, a quien Negri había conocido mientras trabajaba en la traducción al inglés de L’anomalia selvaggia, varios años antes en París, Imperio ciertamente no negaba la dureza y la violencia de la dominación del capital, pero –y aquí radica un rasgo distintivo de todo el trayectoria de Negri – buscaba un punto de vista subjetivo que pudiera garantizar efectivamente su crítica e incluso su derrocamiento. En este sentido, la figura de la multitud se colocó definitivamente en el centro de las investigaciones de Negri, quien junto a Hardt repensaría abiertamente su relación con la clase [24]. Escrito en la segunda mitad de los años noventa, en una situación completamente diferente a la actual, Império puede parecer un libro anticuado en varios puntos (por ejemplo, la relación entre capital y guerra, o imperialismo). Pero la descripción de los procesos de unificación capitalista a nivel global sigue siendo poderosa y sugerente, al igual que la tensión por la apertura de nuevos espacios de acción política, lo que explica su amplia resonancia dentro del movimiento global que tomó forma entre Seattle, Porto Alegre y Génova. En particular, la tesis según la cual las relaciones políticas y jurídicas internas deben analizarse en analogía con la dimensión supranacional sienta las bases para una innovación radical en la manera de entender el internacionalismo, más allá de la lógica de una alianza o solidaridad entre movimientos de base nacionales [25 ].

Este último punto ofrece una clave para comprender un aspecto importante de la biografía de Negri durante los últimos veinte años. Cuando obtuvo, nuevamente, su pasaporte, en 2003, tenía setenta años: basándose también en el éxito de Imperio, empezó a viajar por Europa y luego fue a Canadá, China y muchos otros lugares; sólo en Estados Unidos no se le permitió entrar. Viajó sobre todo por América Latina, primero por Brasil, pero luego por Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela. Eran los años de los nuevos gobiernos “progresistas” latinoamericanos y Negri participó de los debates que se dieron tanto al interior de los gobiernos como en los movimientos que abrieron espacio a estas experiencias políticas. A través de viajes, numerosos encuentros y lecturas, estudió estas experiencias para extraer lecciones que también podrían traducirse en diferentes contextos, como el italiano y el europeo: en términos de método, hubo aquí una profunda innovación en comparación con la forma en que él mismo operaismo concibió las relaciones entre las diferentes zonas del mundo. Otro importante libro escrito con Hardt, Commonwealth, registra los desplazamientos y enriquecimientos que esta actitud produjo también a nivel teórico [26]. La búsqueda de nuevos espacios políticos dentro de los cuales conducir la lucha por la liberación en un tiempo, ahora global, lo llevó a monitorear cuidadosamente los procesos de integración en curso en América Latina, en un intento de establecer una serie de resonancias con su europeísmo radical, centro de mucha polemica en Francia por su posición a favor de la Constitución Europea en el referéndum de 2005 [27].

Sin embargo, el encuentro con Hardt marca de forma indeleble los últimos veinticinco años de la vida de Negri. Los numerosos libros firmados juntos, sobre la guerra y la democracia, sobre la multitud y sobre la asamblea, tuvieron efectos que transformaron parcialmente su propio estilo de escritura [28]. Y, sobre todo, le propusieron a Negri un conjunto de temas sobre los que continuó su investigación tanto individualmente como principalmente dentro de las redes (como Uninomade y Euronomade) que había ayudado a construir desde Italia y Francia –donde finalmente volvió a vivir, en París – para relanzar el método operaista de la encuesta. Con el paso de los años, en lugar de contentarse con lo que había hecho a lo largo de una larga e intensa vida, Negri se volvió cada vez más inquieto, insatisfecho y exigente consigo mismo, con sus compañeros y sus compañeras. En términos teóricos, su trabajo en torno a los temas del capitalismo cognitivo común y la composición multitudinaria del trabajo vivo contemporáneo lo confronto continuamente con la necesidad de verificaciones prácticas (además de llevarlo a trabajar de manera original sobre la categoría marxiana de “capital fijo”) [29]. Desde el punto de vista político, su apasionada participación en el movimiento español del 15 de mayo de 2011, así como en las revueltas del Magreb y Mashreq y en el posterior ciclo de luchas “Occupy”, le llevaron a formular, junto a Hardt , una serie de hipótesis sobre la cuestión del liderazgo, reintegrándolo a la dinámica de los movimientos y luchas sociales [30]. Ante el impasse o las derrotas de estos movimientos, sin embargo, comenzó a cuestionarse nuevamente –a partir de esas mismas hipótesis– sobre cómo articular con estas dinámicas y estas luchas una dimensión “vertical” que, lejos de extinguir su creatividad, aumentaría. y multiplicará su poder [31]. Se trata de una cuestión que puede definirse como la eficacia de la acción política transformadora, que Negri siguió reformulando incluso frente a los momentos más álgidos de las luchas, de los últimos años, en Francia: desde la insurgencia de los Chalecos Amarillos (2018) hasta el movimiento contra la reforma de las pensiones, en 2023. Quizás no sea casualidad, en este sentido, que uno de sus últimos escritos esté dedicado a Lenin [32].

5.

Al concluir el tercer volumen de su autobiografía, publicado en 2020, Negri no dudó en afirmar que el mundo estaba cambiando para peor. «Nos enfrentamos a un fascismo renaciente», escribió, y agregó que «debemos prepararnos para las consecuencias extremas a las que puede conducir el fascismo: la guerra». Ante este riesgo, más actual que nunca, reafirmó la radicalidad de lo que a menudo llamó su deseo comunista: “Debemos rebelarnos. Debemos resistir. Mi vida se va, luchar después de los ochenta años se vuelve difícil. Pero lo que queda de mi alma me impele a esta decisión.”. Toni se ha ido, queda intacto el testimonio de una vida y una obra que nos llama al pensamiento y a la acción, a perseverar en ese “arte de subversión y liberación” que siempre se renueva a través de generaciones, afirmando las razones de la vida contra las de la muerte. [33]

Traducción del francés Santiago Arcos-Halyburton

publicado en Actuel Marx / no 76 / 2024 : Crise écologique, transition écosocialiste

Notas:

[1] V. Morfino e E. Zaru, Storia, politica, filosofia. Entrevista a Antonio Negri, en “Etica & Politica”, 20 (2018), 1, pp. 187-204, p. 200. Vease también los tres volúmenes de la autobiografía de Negri (Storia di un communist, Galera ed esilio, Da Genova a domani) publicada por Ponte alle Grazie, editada por Girolamo De Michele entre 2015 y 2020. Una semblanza extraordinaria de Negri es la perfilado por Judith Revel , Toni, comunista singular, 6 de enero de 2024, https://www.euronomade.info/toni-singolare-comune/2

[2] V. Morfino e E. Zaru, Storia, politica, filosofia, cit., p. 200.

[3] Consultar. A. Negri, Stato e diritto nel giovane Hegel. Studio sulla genesis illuministica della philosophia giuridica e politica di Hegel, Padua, Cedam, 1958; , Saggi sullo storicismo tedesco: Dilthey y Meinecke, Milano, Feltrinelli, 1959; , Alle origini del formalismo giuridico. Studio sul problema della forma in Kant e nei giuristi kantiani tra il 1789 ed il 1802, Padova, Cedam, 1962. También hay que tener en cuenta el importante trabajo de edición de G.W.F. Hegel, Escribiendo sobre la filosofía del derecho: 1802-1803, editado por A. Negri, Bari, Laterza, 1962.

[4] Complejo petroquímico de Venecia, escenario, por muchas décadas, y especialmente entre los años 1960 y 1970, de radicales luchas autonomas de los trabajadores. Para más informaciones, véase Labournet TV. Porto Marghera – The Last Firebrands. https://en.labournet.tv/porto-marghera-last-firebrands

[5] Para referencias sobre el instrumento de la encuesta obrera en la tradición marxista y especialmente sobre el uso que hizo de ella la tradición italiana del operaismo, véase Haider, A. and S. Mohandesi (2013) ‘Workers’ inquiry: A genealogy’, Viewpoint Magazine, 3. http://viewpointmag.com/2013/09/27/workers-inquiry-a-genealogy/

[6] Región del noreste de Italia, cuya capital es Venecia. Tradicionalmente pobre, campesina, católica y feudo electoral de la Democracia Cristiana. En los años 1960 el Véneto vivió un proceso de industrialización a través de distritos industriales de pequeñas y medianas empresas que durante el proceso de transformación productiva de los años 1970, se convirtieron en la llamada “tercera Italia” [NdT].

[7] Revisar: A. Negri, Il lavoro nella Costituzione (1964), en La forma Stato. Per la critica dell’economia politica della Costituzione, Milano, Feltrinelli, 1977, pp. 27-110.

[8] Véase, en el primer sentido, A. Negri, La forma Stato, cit.; en el segundo sentido, Problemi di storia dello State modern in Francia: 1610-1650. En “Crítica rivista de la historia de la filosofía”, 22 (1967), pp. 182-220, Descartes politico, o della ragionevole ideology, Milán, Feltrinelli, 1970 y F. Borkenau, H. Grossmann, A. Negri, Manifattura, società borghese, ideology, a cura di P. Schiera, Roma, Savelli, 1978.

[9] Ver A. Negri, La fabbrica della strategia. 33 lezioni su Lenin, Padova, Libri rossi, 1977. Hacia 1969, Negri ya había propuesto para “Potere Operaio” la centralidad del “problema de Lênin”: ver , Cominciamo a dire Lenin, “Potere operaio”, I (1969), 3 (2-9 ottobre), p. 3.

[10] Consultar. A. Negri, Dall’operaio massa all’operaio sociale. Intervista sull’operaismo, Milano, Multhipla, 1979

[11] A. Negri, Marx oltre Marx. Quaderno di lavoro sui Grundrisse, Milano, Feltrinelli, 1979].

[12] A. Negri, Il dominio e il sabotaggio. Sul metodo marxista della trasformazione sociale, Milano, Feltrinelli, 1977, p. 55.

[13] Ver también AA.VV., Processo sette aprile, Padova trent’anni dopo, Roma, Manifestolibri, 2009, con un texto del propio Negri.

[14] A. Negri, L’anomalia selvaggia. Saggio su potere e potenza in Baruch Spinoza, Milano, Feltrinelli, 1981.

[15] Ver en este sentido A. Negri, Macchina tempo. Rompicapi, costituzione, liberazione, Milano, Feltrinelli, 1982 y la revisión de esos temas en, Kairòs, Alma Venus, multitudo. Nove lezioni impartite a me stesso, Roma, Manifestolibri, 2000.

[16] Para la colaboración con Guattari, ver F. Guattari e A. Negri, Verità nomadi. Per nuovi spazi di libertà, Roma, Pellicani, 1989.

[17] Ver respectivamente A. Negri, Lenta ginestra: saggio sull’ontologia di Giacomo Leopardi, Milano, Sugarco, 1987, Il lavoro di Giobbe, Milano, Sugarco, 1990 y Fabbriche del soggetto, Livorno, Secolo 21, 1987.

[18] A. Negri, Il potere costituente. Saggio sulle alternative del moderno, Milano, SugarCo, 1992.

[19] Ver Come gli asini nel deserto. Conversazione con Antonio Negri. In: A. Negri, L’inchiesta metropolitana, a cura di P. Do e A. De Nicola, Roma, Manifestolibri, 2023, pp. 19-41.

[20] Ver las contribuciones recogidas en los números 33/34 de “Futur Antérieur” (2006/1).

[21] Ver A. Negri, L’inverno è finito, a cura di B. Caccia, Roma, Castelvecchi, 1995.

[22] Ver, Posse, Il lavoro di Genova, Roma, Manifestolibri, 2001.

[23] M. Hardt e A. Negri, Empire, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2000.

[24] Consultar, M. Hardt y A. Negri, Empire, Twenty Years On, in “New Left Review”, 120, 2019, pp. 67-92.

[25] M. Hardt e A. Negri, Empire, cit., p. 16.

[26] M. Hardt e A. Negri, Commonwealth, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2009. Ver también G. Cocco e A. Negri, GlobAL. Biopotere e lotte in America Latina, Roma, Manifestolibri, 2006].

[27] Ver, A. Negri, L’Europa e l’Impero. Riflessioni su un processo costituente, Roma, Manifestolibri, 2003.

[28] Ver, M. Hardt e A. Negri, Multitude. War and Democracy in the Age of Empire, London, Penguin Books, 2004. Labor of Dionysus. A Critique of the State-Form. Minneapolis, MI,University of Minnesota Press, 1994.

[29] Ver, A. Negri, Appropriazione di capitale fisso: una metafora?, 3 marzo 2017, https://www.euronomade.info/appropriazione-di-capitale-fisso-una-metafora/.

[30] Consultar M. Hardt e A. Negri, Assembly. A organização multitudinária do comum, São Paulo, Politeia, 2018 [Assembly, Oxford–New York, Oxford University Press, 2017], cap. 1. R. Sánchez Cedillo, Lo absoluto de la democracia. Contrapoderes, cuerpos-máquina, sistema red transindividual, Malaga, Subtextos, 2021, con prólogo de A. Negri (pp. 9-19). M. Hardt e A. Negri, Declaration, New York, Argo-Navis, 2012.

[31] Ver, S. Mezzadra e A. Negri, Politiche di coalizione nella crisi europea, 7 agosto 2015, https://www.euronomade.info/politiche-coalizione-nella-crisi-europea.

[32] A. Negri, Prefazione, in V.I. Lenin, Stato e rivoluzione. La dottrina marxista dello Stato e i compiti del proletariato nella rivoluzione, Milano, Pigreco, 2022, pp. 7-20.

[33] A. Negri, Da Genova a domani, cit., p. 301.

Reflexiones sobre neoliberalismo recargado y derechas radicales

por Matías Saidel

 

Un diálogo con El capital odia a todo el mundo de Lazzarato y La opción por la guerra civil de Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre

  1. INTRODUCCIÓN

A partir de la crisis financiera global del 2008 hemos asistido a un proceso de radicalización de las políticas neoliberales, que han generado un profundo malestar en distintas sociedades. Dicho malestar ha sido capitalizado progresivamente por movimientos y partidos políticos de ultraderecha, que combinan una defensa irrestricta de la propiedad privada y el mercado competencial con una posición racista, misógina, xenófoba y aporofóbica que adquiere ribetes autoritarios y punitivos. En ese sentido, busco poner en contexto lo que fueron distintos diagnósticos acerca de la crisis y el posible fin del neoliberalismo, para señalar que, lejos de poner en tela de juicio dicha racionalidad de gobierno, la crisis deviene un dispositivo de gobierno de las poblaciones (Dardot y Laval, 2016) que ha habilitado tanto el auge de las nuevas derechas como la puesta en cuestión de la democracia liberal en Occidente. En ese marco, intento situar el auge de las derechas radicales en el contexto del malestar producido por las propias políticas neoliberales. Para ello, tomo en consideración las lecturas realizadas por Lazzarato y Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre respecto del carácter estratégico del neoliberalismo evidenciado a lo largo de su historia. Estos autores coinciden en retomar la lectura del poder realizada por Foucault en 1973 en términos de guerra civil, contraponiéndola –en el caso de Lazzarato– o  complementándola

-en el de los franceses- con la lectura del poder en términos de conducción de conductas. En ese marco, Lazzarato propone reconocer la existencia de un nuevo fascismo neoliberal frente a las nociones de neoliberalismo autoritario que han circulado en la academia desde la crisis financiera. Por su parte, Dardot et al. van a marcan que no estamos frente a un nuevo tipo de fascismo sino frente a una radicalización del propio neoliberalismo que contiene elementos autoritarios que le son inherentes en cuanto cosmovisión y racionalidad gubernamental. Teniendo en cuenta estos aportes, propongo la noción de neoliberalismo recargado como un modo de caracterizar este nuevo neoliberalismo cuyas condiciones de posibilidad están dadas tanto por sus aspectos doctrinarios como por las mutaciones económicas, políticas y culturales en curso.

 

  1. DE LA CRISIS FINANCIERA A LA RADICALIZACIÓN DEL NEOLIBERALISMO

La crisis del capitalismo financiero global y el salvataje a los bancos posterior a 2008, con la intervención masiva al estilo neokeynesiano que eso suponía en el mercado financiero por parte del Estado, fue vista por algunos observadores como una crisis terminal del neoliberalismo, o por lo menos, una crisis severa de su hegemonía (Kotz, 2015; Stiglitz, 2019) donde los Estados estaban comprando tiempo a través del endeudamiento y otras medidas tendientes a dilatar la inevitable crisis del capitalismo (Streck, 2014; 2016). Otros vieron este fin acercarse durante la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia de covid-19 (Saad-Filho, 2021), donde algunos Estados occidentales apostaron a estrategias que contraponían la salud a la economía, privilegiando a esta última, y otros optaron por intervenir en la economía a través de impuestos a grandes fortunas, ayudas a ciudadanos y empresas, compras de insumos esenciales o protección de recursos estratégicos.

Sin embargo, en el primer caso, los salvatajes que en gran medida iban dirigidos a los grandes jugadores que habían originado la propia crisis, no solo no dieron lugar a la muerte del neoliberalismo, sino que lo llevaron a una radicalización, aplicando medidas de austeridad y privilegiando el pago a los acreedores por sobre cualquier consideración relativa al bienestar social de las poblaciones (Blyth, 2013; Davies, 2016). En el segundo caso, si bien las respuestas variaron, una vez terminada la crisis de la pandemia, en algunos países se vuelve a una versión del neoliberalismo incluso más radical.

Frente a cada crisis financiera, económica, sanitaria, climática, hipotecaria, migratoria o militar, la oligarquía plutocrática que gobierna el mundo parece no tener un plan de recambio, autoconvencida del mantra tantas veces repetido a partir de Thatcher: there is no alternative. Por eso, la respuesta frente a cada crisis siempre consiste en buscar los remedios a los males generados por el capitalismo neoliberal en la propia farmacopea neoliberal, aumentando las dosis de ese mismo pharmakon.

En ese contexto, no solo se comenzó a advertir que la crisis orgánica no había dado lugar a ninguna transformación estructural, sino que había desatado lo que Gramsci llamara “monstruos” o lo que Wendy Brown llamó un Frankenstein en el que ni siquiera sus padres fundadores se hubiesen querido reconocer (Brown, 2019). Con el ascenso de Trump, de Bolsonaro o del Brexit, se teorizó sobre el paso de un neoliberalismo progresista (Fraser, 2019) –que, si bien había dado por tierra con cualquier forma de redistribución, al menos había sido capaz de dar espacio a demandas de reconocimiento que se venían gestando desde hace mucho tiempo atrás por parte de movimientos de derechos civiles, feministas, antirracistas, indigenistas, etc.– a un neoliberalismo reaccionario, comandado por los nuevos populismos de derecha radical.

En efecto, lejos de escuchar las demandas de los afectados por la intemperie generada por la crisis, los gobiernos siguieron apelando a soluciones austericidas y tecnocráticas, que buscan el refuerzo de la competencia a todo nivel, el recorte de los gastos sociales, la caída de los salarios, la precarización laboral y existencial y el pago a los acreedores. En ese marco, lejos de dar lugar a una transformación social reclamada por los masivos movimientos de protesta, la crisis permitió profundizar los rasgos más antidemocráticos y violentos del neoliberalismo, de los cuales salieron triunfantes las nuevas derechas radicales, con su apelación a un discurso anti- establishment, antiglobalista y antiprogresista.

En ese marco, a la visión de una gubernamentalidad neoliberal que buscaba optimizar los sistemas de diferencias y era tolerante a la proliferación de lo múltiple, inspirada en los seminarios de Michel Foucault, en las políticas de las izquierdas neoliberales o terceras vías, y en una parte de la biblioteca neoliberal, se le fue contraponiendo una mirada que destacaba de distintas maneras la existencia de un neoliberalismo autoritario (Bruff, 2014; Catanzaro, 2021), punitivo (Davies, 2016), antidemocrático (Brown, 2019; Dardot y Laval, 2016), beligerante (Alliez y Lazzarato, 2016), conservador (Cooper, 2017) y reaccionario (Fraser, 2019; Perrin, 2014).

En efecto, con la victoria electoral de Trump, del Brexit, de Salvini, de Bolsonaro, de Johnson, de Modi, de Meloni y de Milei, la continuidad de líderes como Erdogan, Putin, Orbán, Kaczyński, Netanyahu, etc. y con la radicalización del discurso y las medidas marcadas por el odio a los inmigrantes, a la “ideología de género” y al “comunismo”, para muchos teóricos ya no bastó con destacar el auge de fuerzas ultraderechistas u observar su desmarginalización (Mudde, 2019), sino que proliferaron caracterizaciones de estos movimientos en términos de neofascismo, post- fascismo, fascismo neoliberal, etc. De hecho, frente a quienes sostenían que no había demasiados puntos en común entre las nuevas derechas y el fascismo histórico, había otrxs para lxs cuales hablar de populismos de derechas era eufemístico, mientras que oponerle un populismo de izquierdas era absolutamente inviable, porque la izquierda debería dirigir su discurso a otro público y movilizar otro tipo de pasiones (Fassin, 2018; Lazzarato, 2020). En lo que la mayoría de los teóricos parecían coincidir, es en que ya no se podía seguir analizando a la gubernamentalidad neoliberal como una especie de soft power, y que, si bien cada experiencia neoliberal está marcada por su singularidad, tampoco era factible trazar una línea demarcatoria tan tajante entre la experiencia de un Sur global, donde el neoliberalismo se impuso a sangre y fuego, de un Norte, donde si bien la transición se dio sin rupturas institucionales, abundaron las medidas represivas y los dispositivos jurídicos que, yendo en contra de derechos y garantías adquiridos, están minando al propio Estado de derecho.

En ese marco, se empezó a debatir si este devenir autoritario del neoliberalismo era una consecuencia no planeada por sus impulsores originales (Brown, 2019) o si, por el contrario, estaba ligado de manera inherente al propio pensamiento neoliberal y a los procesos de neoliberalización (Lazzarato, 2020; Dardot et al., 2021). En cualquier caso, la visión irénica de una gubernamentalidad neoliberal que se basaba en una serie de incitaciones ambientalmente diseñadas a conducir nuestras vidas como empresas bajo un vaporoso imperativo del rendimiento empezó a ser complementada, cuando no directamente rebatida, por otras que acentuaban al carácter beligerante y estratégico del neoliberalismo y el carácter violento y coactivo de sus dispositivos disciplinarios y biopolíticos, incluso por parte de teóricos que habían hecho importantes contribuciones a la genealogía de la racionalidad neoliberal, exhibiendo las modalidades bajo las cuales los pensadores neoliberales pergeñaron una reprogramación del liberalismo y las novedades introducidas por sus dispositivos de gobierno (Lazzarato, 2020; Brown, 2021, Dardot et al, 2021).

En este marco, me interesa contraponer algunos aportes recientes de Lazzarato y de Dardot, Laval, Guéguen y Sauvêtre para analizar más de cerca esta mirada estratégica del neoliberalismo, las características de su configuración actual y su relación con las derechas radicales en auge. Si bien ambas perspectivas retoman la noción de guerra civil desarrollada por Foucault como matriz para entender la política y ambas proponen una historia del neoliberalismo que difiere de la imagen que brinda el Nacimiento de la biopolítica, mientras Lazzarato destaca al Estado y al fascismo como máquinas de guerra a las que recurre un capitalismo en crisis y un (neo) liberalismo que se siente amenazado, Dardot et al. van a poner el foco en los aspectos inherentemente autoritarios de la racionalidad neoliberal centrada en la extensión de la lógica de la competencia a todos los ámbitos para comprender esta nueva situación.

  1. LAZZARATO Y LA ALTERNATIVA ENTRE FASCISMO Y REVOLUCIÓN

Maurizio Lazzarato ha sido un teórico muy relevante para comprender las transformaciones en las relaciones de poder en las últimas décadas. Para ello, no ha dudado en revisar críticamente los paradigmas interpretativos que venía utilizando. Por ejemplo, ha trabajado sobre la noción de trabajo inmaterial junto con Toni Negri –de la cual actualmente toma distancia– y la transformación de la biopolítica en nopolítica, se ha valido ampliamente del repertorio deleuziano y foucaulteano, y se ha nutrido del marxismo, el feminismo y el pensamiento poscolonial para repensar el poder en el seno del capitalismo. En ese sentido, si bien parte de la noción foucaulteana del neoliberalismo como racionalidad gubernamental, advierte tempranamente que, en su curso sobre neoliberalismo, Foucault no tematiza ni el modo violento en el que se está comenzando a implementar el neoliberalismo en Chile ni el auge del capitalismo financiero que llevará a posteriori a transformar al empresario de sí mismo en hombre endeudado (2013). Más recientemente, junto con Eric Alliez, retoman la noción de guerra para pensar el poder en la modernidad capitalista, frente a un abordaje insuficiente de la misma en Foucault. En ese sentido, Lazzarato sostiene que después de utilizar el paradigma de la guerra civil para entender el poder y las resistencias, Foucault quiere conservar un punto de vista estratégico, pero abandona la noción de guerra a favor de la noción de gubernamentalidad. Esta idea del poder como conducción de conductas marcaría una pacificación del concepto de poder que va en detrimento de una comprensión acabada del neoliberalismo realmente existente (Lazzarato, 2022, pp. 75-76).

Al mismo tiempo, marca que el francés se preocupó demasiado por pensar el poder en las instituciones y en el Estado, pero deja en la sombra el poder ejercido por el capital en la modernidad, donde precisamente el Estado sería una de sus máquinas de guerra. Dicha postura en torno a la relación de inherencia entre guerras y capital lo lleva a adoptar una visión del nuevo neoliberalismo y el auge de las derechas radicales en términos de un nuevo tipo de fascismo, que ya no sería nacionalsocialista, como en los años 1930 sino nacional-liberal, como en el caso de Trump y Bolsonaro.

En efecto, Lazzarato sostiene que la elección de Bolsonaro como presidente de Brasil marca una radicalización de la ola neofascista, racista y sexista que barre el planeta, que esta ola remite al nacimiento político del neoliberalismo en el Chile de Pinochet y que llamarla populista o neoliberal autoritaria es un eufemismo (2020, p. 19). En ese marco, sostiene que el presupuesto omitido de una gubernamentalidad centrada en la competencia y la empresa es que la subjetividad de los gobernados solo puede construirse en condiciones de una derrota que la hace pasar del estado de adversario político al de vencido. El caso latinoamericano sería paradigmático a este respecto, ya que el neoliberalismo se impone a través de dictaduras sangrientas que sofocaron los procesos revolucionarios que se estaban gestando. En ese marco, Lazzarato sostiene que el neoliberalismo debe producir mercados e intervenir continuamente y respaldarlos: a través de marcos legales, estímulos fiscales, económicos, etc. Pero hay un “intervencionismo” previo llamado “guerra civil”, que es el único que puede crear las condiciones para “disciplinar” a los “gobernados” que tienen la osadía de querer la revolución y el comunismo. Por eso los Chicago Boys se abalanzaron como buitres sobre América Latina. Había allí una subjetividad devastada por la represión militar cuyo proyecto había sido derrotado y sobre el cual podían operar libremente. (2020, p. 21-22)

Desde este punto de vista, el neoliberalismo es un proyecto contrarrevolucionario y un instrumento de gobierno del capital que no duda en recurrir al “fascismo” cuando ve amenazado su poder. De modo que las concesiones realizadas a la clase obrera occidental durante la etapa fordista obedecían a que el capital se sentía amenazado por la posibilidad de una revolución. Sin embargo, después de la revolución cubana, estaba claro que las potencias imperialistas no iban a permitir una nueva derrota y de allí la violencia con la que operaron las dictaduras del cono sur, que allanaron el camino para las reformas neoliberales. Por eso mismo, Lazzarato no acepta las tesis según la cual el neoliberalismo se impone de manera pacífica en el Norte y violenta en el Sur (Brown, 2015), porque: “se trata del mismo capital, del mismo poder y de la misma guerra. Los neoliberales, guiados por un odio de clase de que carecen sus oponentes, no se equivocaron al movilizarse en América Latina porque […] la revolución tenía en el sur su hogar más activo. Tenía que ser aplastada como requisito previo cualquier “gubernamentalidad” incluso si tenía que aliarse con fascistas, torturadores y criminales […] Algo que los liberales […] están siempre dispuestos a hacer… cada vez que la “propiedad privada” está amenazada, incluso de manera virtual. (p. 23)”

Lazzarato constata que esta amenaza ha sido bien real a lo largo del siglo XX, ya que este ha sido el siglo de las revoluciones, pero por eso mismo ha sido el siglo marcado por la guerra civil mundial y la emergencia del fascismo. Señala que estos permiten reconvertir los “dispositivos económicos, jurídicos, estatales y gubernamentales” y que “desde 2008 hemos entrado en una nueva secuencia de este tipo” (2020, p. 25).

En ese marco, Lazzarato entiende que la victoria del capital y la transformación de los vencidos en gobernados se renueva a partir de la crisis del 2008, donde la crisis financiera es resuelta mediante la producción de sujetos endeudados, que deben asumir de manera individual los riesgos que antes se asumían de manera colectiva y de ese modo devenir empresarios de sí mismos en un contexto de precariedad creciente. En ese sentido, toma el caso de los primeros gobiernos del PT en Brasil como proyecto de redistribución basado en las finanzas y el extractivismo para mostrar los límites del reformismo. Para Lazzarato, a través de la inevitable crisis que producen las finanzas, la “micropolítica de crédito creó las condiciones de una micropolítica fascista” (p. 34) y “el resurgimiento de las guerras de clase, raza y sexo que desde el principio son la base del capitalismo” (p. 36). Para el italiano, el miedo y angustia del hombre endeudado produjeron una conversión de la subjetividad disponible para las aventuras neofascistas y para los fundamentalismos identitarios y soberanos (p. 51).

En ese sentido, las contradicciones insolubles de los intentos reformistas derivarían en el auge de los “nuevos fascismos”, los cuales conquistaron la hegemonía política declarando una ruptura con el sistema neoliberal que no tuvo lugar en los hechos y sobre todo señalando al inmigrante, al refugiado, al pobre, y al musulmán como el enemigo (p. 36). Este nuevo fascismo es nacional-liberal, e incluso ultraliberal en lo económico, y ya no deriva de la guerra total, sino que opera mediante la “guerra contra la población”. Entretanto, el enemigo ha cambiado. El nuevo fascismo busca, por un lado, reestablecer la línea de color mediante nuevas formas de racismo y la guerra al inmigrante y, por otro lado, declara como enemigxs a gays, lesbianas, transgénero, etc. en su lucha por reconstruir la familia y el orden heterosexuales. En ese marco, sostiene que los fascismos, el racismo, el sexismo y las jerarquías que producen se inscriben de manera estructural en los mecanismos de acumulación del capital y de los Estados. (pp. 38-40)

En su genealogía, Lazzarato marca que la oposición de los neoliberales al fascismo, que se consolida hacia fines de los años 1930, no obedece a la intensificación de la dictadura sino a la crisis de 1929. En ese sentido, sostiene que el capital nunca dudó en apelar a las dictaduras fascistas cuando vio amenazada su hegemonía. De hecho, si en los años 1970 el neoliberalismo se instala de manera violenta, a partir del 2008 se refuerza la guerra contra las poblaciones. En cualquier caso, la guerra está inscripta en el código genético de la racionalidad capitalista, porque esta tiende “a la explotación sin límites de la totalidad de los recursos. El capital desplaza permanentemente sus propios límites y este desplazamiento no puede hacerse sin guerras y sin violencia fascista”. (2020, p. 91)

Para Lazzarato, el neoliberalismo puso en evidencia que no alcanza con una concepción productiva del poder como la que promueve Foucault puesto que, desde finales del siglo pasado, la guerra, los fascismos, el racismo, el sexismo, el nacionalismo, manifestaron la naturaleza negativa como represiva y destructiva del poder neoliberal. El poder no se limita a ejercer una acción sobre otra acción, sino que también implica la posibilidad de imponer su voluntad por la fuerza y la violencia.

 

  1. EL NEOLIBERALISMO Y LA OPCIÓN POR LA GUERRA CIVIL

Esta concepción estratégica del neoliberalismo aparece con otros tonos en el libro escrito a ocho manos por Pierre Dardot, Haud Guéguen, Christian Laval y Pierre Sauvêtre. Este comienza con la siguiente afirmación: “El neoliberalismo procede desde sus orígenes de una elección propiamente fundadora: la elección de la guerra civil. Y esta elección continúa hoy… comandando sus orientaciones y sus políticas incluso cuando no impliquen el empleo de medios militares” (Dardot et al., 2021, p. 9).

Es decir que la guerra civil sigue operando en la filigrana de la paz a través del uso de la violencia y de un nuevo estado de legalidad (Harcourt, 2018). Para los franceses, uno de los rasgos de las guerras civiles realizadas por el neoliberalismo es que son iniciadas por la oligarquía y son totales: sociales, dado que buscan debilitar los derechos sociales de las poblaciones; étnicas, ya que buscan excluir a los extranjeros de todas formas de ciudadanía restringiendo cada vez más el derecho de asilo; políticas y jurídicas, recurriendo a medios legales para reprimir y criminalizar toda resistencia y toda contestación; culturales y morales, atacando los derechos individuales en nombre de la defensa de un orden moral frecuentemente referido a los valores cristianos (Dardot et al., 2021, p. 16).

En ese marco, lejos de anunciar el fin del neoliberalismo, como algunos teóricos han vaticinado, las nuevas derechas radicales no hacen más que reforzarlo. Por eso mismo, no tendría sentido caracterizar nuestro presente por un antagonismo entre globalistas y nacionalistas o entre democracia liberal abierta y democracia iliberal populista, porque ambas son versiones del neoliberalismo. Estas recodificaciones del conflicto en realidad esconderían una misma defensa del orden del mercado global, un sistema antidemocrático y un concepto de libertad que se confunde con la sola libertad de emprender y consumir, y con la afirmación de los valores culturales occidentales (2021, p. 18).

En ese sentido, los autores definen al neoliberalismo como “una racionalidad estratégica que se pliega al contexto” (ibid.). Esta dimensión estratégica no solo aparece claramente en el combate de Mises contra el socialismo en los años 1920 sino también en los aportes de Rougier, Hayek y otros quienes, ya en el coloquio Walter Lippmann, reconocen la necesidad de una guerra de ideas que se opusiera a las formas “colectivistas” de pensamiento.

En ese sentido, Dardot et al. (2021) muestran que el neoliberalismo fue concebido como un proyecto económico y político que reacciona contra las formas de regulación social de la economía que el sufragio universal y la democracia partisana impusieron al libre mercado en los años 1920 gracias al éxito electoral de los partidos socialdemócratas y el recurso a la planificación económica por parte de los gobiernos elegidos democráticamente. En efecto, solemos recordar la oposición de los neoliberales al totalitarismo a fines de los años 30, ignorando la visión amistosa que algunos neoliberales –incluido Mises, quien es reconocido como antecedente del paleolibertarismo– para con el fascismo en los 20 y el rol de algunos teóricos que luego devendrían ordoliberales en la gestación del liberalismo autoritario de von Papen que terminó con la República de Weimar y desembocó en el nacionalsocialismo. Más allá de que el liberalismo autoritario criticado por Hermann Heller no es la antesala del neoliberalismo, ni se confunde con este, lo que queda claro desde los años 1920 es que, para estos pensadores, la cuestión no pasaba por una defensa de la libertad como tal, sino más bien por la amenaza de politización de la economía que la democracia hace pesar sobre el libre mercado.

En efecto, los franceses sostienen que lo que motiva la empresa de refundación del liberalismo es la experiencia de la socialdemocracia en Austria y la República de Weimar en Alemania. La aparición de un estado social que no dudan en designar –junto con Schmitt– como Estado total. En las antípodas de una política de protección de riesgos sociales, el Estado neoliberal busca construir el mercado y protegerlo de las amenazas de regulación y de control excesivas de un Estado al servicio de las masas. Para poder cumplir con esta misión, el Estado debe estar constantemente en pie de guerra para impedirle a la democracia intervenir sobre la economía. Siguiendo estas premisas, los gobiernos neoliberales ponen en práctica estrategias de guerra civil contra todo lo que amenace a las “sociedades libres”, mediante la apuesta por un Estado fuerte y la represión del conjunto de las fuerzas y movimientos sociales que se oponen a este proyecto (2021, p. 21).

Por eso mismo, a diferencia de Lazzarato, los autores señalan que no estamos asistiendo a un fascismo neoliberal. La violencia neoliberal no es una violencia de tipo fascista que se ejerce contra una comunidad designada como extranjera, sino que se caracteriza ante todo por una violencia conservadora del orden de mercado y se ejerce contra la democracia y la sociedad (Dardot et al., 2021). A pesar de su alianza con nuevos tipos de nacionalismo, tampoco se proponen restaurar una mítica comunidad fusional como los fascismos de entreguerras sino asegurar que cada individuo y familia pueda constituirse en una empresa competitiva. La cuestión del fascismo no puede medirse en términos de la piscología de un líder como Trump o Bolsonaro (Borón, 2019), y por más que haya prácticas sociales que pueden ser caracterizadas como fascistas (Feierstein, 2019), estamos lejos de asistir a la emergencia de un régimen político de esas características. Si los fascistas fueron intervencionistas, estatistas, movimientistas y en cierto modo holistas, los neoliberales están convencidos de que en el orden del mercado se pone en juego una civilización que se basa en la libertad y la responsabilidad individuales del ciudadano consumidor. En ese marco, el mercado competitivo funciona como un imperativo categórico que permite legitimar las medidas más excesivas, como el recurso de la dictadura militar, si es necesario (Dardot et al., 2021, p. 22), pero esa dictadura no tiene que ser fascista sino liberal. En línea con lo que plantean a su manera Davies (2016) y Lazzarato (2020) y la noción foucaulteana de un campo de adversidad (2007), los franceses dan una definición del neoliberalismo que vale la pena citar in extenso:

El neoliberalismo no es solamente un conjunto de teorías y de autores sino un proyecto político de neutralización del socialismo bajo todas sus formas y de todas las formas de exigencia de igualdad, un proyecto llevado adelante por teóricos y ensayistas que son desde el principio emprendedores políticos. Procede de una voluntad política común de instaurar una sociedad libre fundada principalmente sobre la competencia, una sociedad de derecho privado, en el marco determinado de leyes y principios explícitos, protegido por los Estados soberanos que buscan encontrar anclajes en la moral, la tradición o la religión al servicio de una estrategia de cambio completo de sociedad. Dicho de otro modo, el neoliberalismo debe ser comprendido como una lucha estratégica contra otros proyectos políticos calificados globalmente como colectivistas. Se trata de imponer a las sociedades ciertas normas de funcionamiento, principalmente la competencia, que permitiría asegurar la soberanía del individuo consumidor. Solamente esta dimensión estratégica y conflictual del neoliberalismo permite aprehender tanto sus condiciones de surgimiento como la continuidad en el tiempo y las consecuencias sobre el conjunto de la sociedad. (2021, p. 24, itálicas nuestras)

 

En ese marco, las formas más brutales del neoliberalismo no implican una degeneración de este, sino que remiten a “una lógica dogmática implacable que no mira a los medios empleados para debilitar y aplastar a sus enemigos”. Y estos enemigos son siempre presentados como enemigos de la libertad y de la civilización, que solo la soberanía del consumidor y la competencia pueden garantizar. De allí que los autores concluyan que “las guerras del neoliberalismo son a la vez guerras a favor de la competencia y en contra de la igualdad”. (Dardot et al., p. 26)

 

  1. NEOLIBERALISMO RECARGADO

Siguiendo estos lineamientos, considero que los conceptos de neoliberalismo autoritario o de fascismo neoliberal que han proliferado en el debate sobre el neoliberalismo actual resultan imprecisos e insuficientes para pensar su especificidad. Si hay rasgos autoritarios que son inherentes a la racionalidad neoliberal, tal como se evidencia en su teoría y en su praxis, tal vez sería mejor hablar de neoliberalismo recargado para caracterizar nuestro presente. En efecto, hablar del neoliberalismo autoritario supondría que consideramos que hubo una etapa del neoliberalismo en la cual este fue democrático, pacífico y pluralista. Es decir, querría decir que lo autoritario es algo que de manera obscena se vino a montar sobre un neoliberalismo prístino, distorsionando un espíritu originario que estaría marcado por una heroica defensa de la libertad contra toda forma de totalitarismo actual o potencial, que es como los neoliberales se presentan a sí mismos.

Sin embargo, es precisamente esa concepción de la libertad la que debe ser problematizada. Una libertad que para Hayek bien puede ser garantizada por un gobierno autoritario, donde los derechos políticos no existan, e incluso por dictaduras genocidas que respeten el orden del mercado, y que se ve amenazada fundamentalmente por una democracia que tiende a lo ilimitado y, por ende, a través de una demanda imposible de colmar de la mítica justicia social, puede devenir totalitaria. Una libertad que, como señalara Wendy Brown (2019), es la libertad de bajar los impuestos a los más ricos, de ampliar el poder y los derechos de las empresas en detrimento de los trabajadores, de intentar deconstruir el Estado administrativo. Es la libertad que defendían los paleolibertarios norteamericanos hace ya cuatro décadas, con su fobia al Estado y a los pobres, los negros, los latinos, las mujeres y las disidencias sexuales, es decir, una libertad que solo concierne a los propietarios blancos y varones. Es la libertad de desconocer la existencia del cambio climático para poder seguir destruyendo nuestro planeta o de aceptar solo las soluciones cosméticas que sean redituables económicamente, como las planteadas por el ecologismo de libre mercado. Es la libertad de no respetar las medidas de cuidado en medio de la pandemia de Covid-19 y de realizar marchas anticuarentena contra gobiernos supuestamente opresivos, propagando aún más el virus. Es un tipo de libertad negativa que exagera el poder del Estado, pero minimiza el del capital, y que, tal como se vio en la pandemia, concibe a los individuos como átomos sin relación entre sí, y, por tanto, sin responsabilidad por los demás y sin motivos para ser solidarios. Como señalan Dardot et al, esta libertad que es más importante que la vida en realidad es un ataque más a las lógicas igualitarias: “la guerra civil contra la igualdad en nombre de la libertad es sin duda una de las principales caras del neoliberalismo actual considerado en el punto de vista estratégico” (2021, p. 13).

En ese sentido, la noción de neoliberalismo recargado apunta a pensar una genealogía donde las discontinuidades históricas puedan encontrar un hilo conductor en ciertas continuidades políticas y teóricas. En ese marco, busca resaltar no solo el carácter reaccionario de buena parte del pensamiento neoliberal –en muchos casos vinculados a las raíces del pensamiento de extrema derecha– sino también el modo violento en el que el neoliberalismo se impuso a partir de los años 70 en distintas geografías.

En la tradición nietzscheano-foucaulteana, esbozar genealogías no tiene como pretensión encontrar un origen prístino a partir del cual se desarrollaría el devenir histórico posterior sino, al contrario, poder conjurar la quimera del origen y ver cómo las realidades emergen y se inventan en el marco de determinadas batallas. En ese sentido, pensar las filiaciones del neoliberalismo actual, e incluso recuperar algunas ideas de sus padres fundadores, no implica adoptar una mirada teleológica sobre estos procesos. Si, por un lado, no se puede afirmar que el neoliberalismo actual sea una consecuencia necesaria del pensamiento de los neoliberales de Austria, Friburgo, Virginia, Ginebra o Chicago, tampoco se puede ignorar que existen elementos claramente antidemocráticos y reaccionarios en el pensamiento de las distintas escuelas que dieron lugar al colectivo de pensamiento neoliberal y a sus herederos políticos. En ese sentido, si el neoliberalismo actual va de la mano de la ideología reaccionaria de las nuevas derechas (nativistas, racistas, misóginas, anticientíficas, conspiranoicas, fundamentalistas, religiosas, etc.), tal vez no deberíamos sorprendernos tanto. El neoliberalismo no solo tiene fuertes afinidades electivas con distintos conservadurismos políticos, sociales e intelectuales (Perrin, 2014), sino que surgió como reacción a la política democrática de masas y a la amenaza que eso representaba para la propiedad privada. Si se piensa el neoliberalismo en términos de su estrategia, su vocación siempre ha sido la de destruir cualquier avance en el sentido de la igualdad, la democracia o la justicia social, combatiendo al socialismo, a la socialdemocracia, al keynesianismo, welfarismo, al comunismo y, en nuestra región, al “populismo”.

De hecho, para los sudamericanos, el carácter antidemocrático, violento y depredador del neoliberalismo, que al menos desde la crisis financiera global de 2008 es percibido y analizado por gran parte del pensamiento crítico del norte global, dista de ser una novedad. No es casual que mientras en los años 90 ciertas perspectivas anglosajonas veían en la racionalidad gubernamental neoliberal una especie de soft power, que venía a poner fin al estruendo de la batalla para poder organizar a las sociedades en torno al modelo de la empresa y de la competencia, el pensamiento crítico latinoamericano –en sintonía con ciertas actualizaciones del marxismo– entendía al neoliberalismo como un proyecto político-económico depredador, impuesto primero por violentos regímenes dictatoriales a sangre y fuego junto con la maldición de la deuda externa y luego mediante el consenso de Washington, que venía a sellar una historia de violencia contrarrevolucionaria y neocolonial, que terminó por transformar de manera irreversible el modelo productivo y distributivo vigente hasta entonces.

Por otro lado, estos regímenes dictatoriales no solo se proponían acabar con lo que llamaban el enemigo marxista –un enemigo invisible o espectral, que por un lado era extranjero y por el otro se infiltraba en los espíritus de la gente–, sino que para ello proponían como tarea central la defensa del mundo occidental y cristiano y de sus valores morales frente a las formas de vida que disentían con ellos.

En ese sentido, las nuevas derechas radicales sudamericanas no pueden evadir su relación con un pasado reciente signado por el horror genocida, al que buscan relativizar cuando no abiertamente glorificar, ni con el desastre social producido por las políticas de desindustrialización y desposesión impulsadas por los neoliberales de ayer y hoy. De hecho, las nuevas ultraderechas neoliberales afirman que aún no se ha ido demasiado lejos en materia de liberalización y desregulación, y que vivimos en una sociedad socialista, donde predomina el marxismo cultural y la “ideología de género”, su retoño más abominable. Esto no es casual si se tiene en cuenta que, desde sus inicios, los neoliberales han establecido una frontera antagónica entre la liberalización total del mercado en una sociedad regida por fuertes derechos de propiedad y competencia y todo lo demás (Davies, 2016).

Por ello, a falta de conceptos más precisos, a través de la noción de neoliberalismo recargado, buscamos pensar nuestro presente signado por una radicalización del neoliberalismo, atendiendo especialmente a su carácter estratégico. Solo desde esa mirada puede comprenderse su devenir autoritario y su simbiosis con ideologías de extrema derecha que ha desconcertado a quienes veían en el proyecto neoliberal solamente una economización de todo (Brown, 2016) o un libertarismo pluralista y amoral.

Por eso no es casual que los libros que acentúan dicha dimensión estratégica del neoliberalismo partan del archivo latinoamericano (Lazzarato, 2021; Dardot et al., 2021; Harvey, 2005; Klein, 2007). El caso chileno nos interpela especialmente ya que no solo es allí donde el neoliberalismo se impuso a sangre y fuego como un proyecto de sociedad expresado en la Constitución de 1980, sino también porque es el país que hace poco ha mostrado la potencia de las resistencias populares frente a décadas de producción de desigualdades y privación de derechos y la violenta reacción del gobierno de Piñera frente a las masivas movilizaciones, el cual vendría a confirmar la hipótesis de los autores comentados sobre el uso de la guerra civil para evitar una revolución.

 

  1. A MODO DE CIERRE

A lo largo de este trabajo hemos repasado distintas miradas respecto a las transformaciones que las sucesivas crisis determinaron en las nuevas formas de neoliberalismo y en el auge de las derechas radicales. Hemos intentado mostrar que los diagnósticos que auguran el fin del neoliberalismo, ya sea por las dinámicas de la crisis del propio capitalismo o por el auge de unas derechas radicales que tomarían distancia de este, no dan en el blanco. Por el contrario, en este último lustro hemos visto un proceso concomitante de auge de gobiernos y movimientos de ultraderecha con un proceso de radicalización neoliberal.

Para comprender nuestra actualidad, hemos recurrido a las explicaciones y las herramientas teóricas forjadas por Lazzarato y por Pierre Dardot et al., quienes, después de haberse abocado a una amplia arqueogenealogía del liberalismo y del neoliberalismo, están en condiciones de subrayar el carácter estratégico del pensamiento neoliberal. Para ello, en ambos casos recurren al paradigma de la guerra civil utilizado por Foucault para entender la construcción del enemigo social como condición de posibilidad del ejercicio del poder en términos de gubernamentalidad. En el caso del italiano, subsumiendo la cuestión del neoliberalismo en la relación entre guerras y capital, propone como alternativas el fascismo o la revolución. Hoy estaríamos lejos de esta última, por lo que se impone de manera desembozada es el nuevo fascismo representado por las derechas radicales y su guerra contra las poblaciones feminizadas, racializadas, colonizadas, pauperizadas, endeudadas, etc.

En el caso de los franceses, buscan analizar el autoritarismo inherente a la racionalidad neoliberal y diferenciar su violencia de la de tipo fascista. En ese marco, sostienen que el autoritarismo neoliberal no tiene que ver con un régimen político determinado, sino que “lo esencial es que los gobernantes sean lo suficientemente fuertes como para imponer la constitucionalización del derecho privado y restringir así el campo de lo que está sujeto a deliberación”. En ese marco sostendrán que lo que aúna a los neoliberales no es una doctrina determinada sino “sus estrategias de guerra civil” (Dardot et al., 2021, p. 297).

En ese marco, la noción de neoliberalismo recargado viene a recuperar la dimensión autoritaria y estratégica inherente al neoliberalismo para pensar lo actual. El ataque a las condiciones de vida de las poblaciones, a los bienes públicos y a los derechos sociales conquistados a lo largo del siglo XX es un mínimo denominador común entre neoliberales “progresistas” y “reaccionarios”. En ese marco, si bien la ultraderecha conjuga las batallas económicas por construir una sociedad de mercado con las “culturales”, donde se busca establecer chivos expiatorios que expliquen el malestar, generando así una situación de violencia constante en las sociedades, tampoco las respuestas a dicho malestar pueden ser resueltas por un neoliberalismo que sea más tolerante con una pluralidad de formas de vida mientras establece condiciones de desigualdad creciente entre los individuos, sino por la articulación entre distintas luchas e instituciones que bregan por la igualdad en los distintos planos de la existencia frente a las lógicas desigualitarias que hacen la coexistencia cada vez más difícil y a las sociedades cada vez más injustas.

 

 

Publicado en: Prólogos, volumen 18, 2024

Matias Saidel, Doctor en Filosofía Política, Istituto Italiano di Scienze Umane. Investigador Independiente del CONICET/INES (Instituto de Estudios Sociales). Profesor Titular de Filosofía Política en UNER, Argentina.

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Apuntes políticos sobre las lecciones de la victoria popular contra el régimen de Assad

por Vincent Présumey

 

  1. UNA VICTORIA POPULAR

El colapso del régimen baazista sirio, con la huida de Bashar el Assad a Moscú y la desaparición del «carnicero» Maher el Assad [NB: se cree que se encuentra en Rusia], es un acontecimiento global importante, que sacude todas las representaciones “geopolíticas” acordadas y dominantes.

Intentan protegerse empezando por negar que este colapso constituye una victoria popular y, por tanto, una victoria democrática y proletaria.

El argumento principal en este sentido obviamente invoca la naturaleza de la organización armada que desencadenó el proceso de colapso al llevar a cabo un avance desde Idlib hacia Alepo en la mañana del viernes 28 de noviembre de 2024, un avance seguido rápidamente por la liberación de Alepo y el regreso de los refugiados con o sin armas.

Bajo el efecto de este shock absoluto que fue la liberación de Alepo, una ciudad cuya destrucción y captura por las fuerzas rusas e iraníes en 2015 había significado la derrota de la revolución siria y cuya liberación invirtió este orden entonces establecido, todo el país comenzó a moverse y, pocos días después, la misma organización se proclamó detentadora del poder en Damasco.

Este, el HTS o HTC (Hayat Tahir al-Sham, Frente de Liberación del Levante) es de origen yihadista, procedente de la rama siria de al-Qaida, al-Nusra. Ya no es yihadista en el sentido de que ha renunciado, desde 2016, a la «jihad global» para definirse ante todo como sirios, pero sigue siendo islamista, considerando la sharia como fundamento necesario del orden social, un programa perfectamente reaccionario.

Aunque su salida del enclave de Idlib respondió a las contradicciones que encontró allí: la imposibilidad y, en última instancia, la renuncia a imponer la sharia, un impulso popular que exige una ruptura del status quo, alimentado aún más por los bombardeos rusos. Desde Alepo, el HTS fue arrastrado, voluntariamente o por la fuerza, por la marea popular que también vio la irrupción de varias otras fuerzas armadas no islamistas: el Ejército Sirio Libre, las tribus árabes del Sudeste, los movimientos drusos y las organizaciones democráticas armadas de al sur del país, y sólo su convergencia aseguró la liberación de Damasco, en la que participó activamente la población rebelde de los grandes suburbios de Damasco.

La liberación de Alepo provocó la onda expansiva del colapso del Estado y del ejército de Assad, carcomido por la corrupción e incapaz de administrar el país de la manera más básica: la administración fue “la mejor” en el enclave de Idlib, lleno de refugiados. El aparato estatal de Assad, mantenido a distancia por Rusia e Irán y que vivía de la economía de las drogas (captagon), se desmoronó ante la combinación de levantamientos generalizados y el avance militar de estos diferentes grupos, de los cuales el HTS fue el más importante, en el primer plano. En este espíritu, la dirección islamista del HTS ordenó a sus hombres “respetar a las minorías” (cristianos, alauitas, chiítas, drusos, ismaelitas y también los habitantes kurdos suníes de Alepo) que iban a todas partes a recibirlos, y de hecho las propias fuerzas del HTS ya habían tomado este camino, el único eficaz para romper la división comunitaria que fue obra del régimen de Assad.

Es obvio que la naturaleza política de al-Julani y de la dirección del HTS es un obstáculo potencial para el desarrollo de la revolución; volveremos sobre esto. Pero esto en ningún caso debe servir como argumento para negar que existe una revolución. El legado de la insurrección democrática, no islamista de 2011, está reviviendo masivamente en el movimiento de poblaciones, en su unión contra el antiguo régimen, en el regreso de los refugiados, al interior del país y desde el Líbano, Turquía y Europa, que ha comenzado

Cualquier preparación para el futuro inmediato y más lejano, y cualquier oposición a los obstáculos y peligros que puedan amenazar la democratización, sólo pueden basarse en el pleno reconocimiento de lo que ha sucedido: una victoria popular, con potencial revolucionario. Cualquier negación o evasión de esto sólo puede favorecer a las fuerzas que dicen combatir, los islamistas y otros, al reconocerles el mérito de haber derrocado por sí solos a Bashar el Assad, lo cual es falso.

 

2. PARA HACER UN BALANCE DE LO QUE SE HA DERROCADO

No se trata sólo del derrocamiento del poder presidencial y del comienzo de la desarticulación de un aparato estatal, como ocurrió en Túnez, Libia y Egipto en 2011, y en varios países de América Latina desde principios de este siglo, en Ucrania con el Maidan. Es eso, pero es mucho más.

La apertura de las inmensas prisiones del régimen expuso al mundo lo que ya sabíamos con sólo sospechar la escala: un sistema total de terror, tortura y mentiras. El régimen de Assad, en un país capitalista con una economía estatal y mafiosa, es heredero del nazismo y del estalinismo, a través de vínculos directos: la policía política siria había sido entrenada por el nazi Aloïs Brunner, y los órganos del KGB-FSB sistemáticamente los entreno y apoyó. Era la columna vertebral del estado totalitario y de la economía mafiosa.

El pueblo sirio está experimentando una terrible combinación de júbilo y duelo. La inmensa multitud que escoltó el féretro del mártir de la humanidad Mazen al Hamada, quien murió horriblemente torturado pocos días antes de la liberación, expresa la fuerza de este sentimiento. Es un sistema totalitario absoluto que se está derrumbando y es específico: los espectros de Sednaya, como los de Auschwitz, volverán a atormentar los espíritus después de una, quizás dos o tres generaciones. Este sistema de autor reproducción estaba comprometido en la destrucción de todo lo que es humano, la destrucción del sentido común, la destrucción física y moral de lo que constituyen los vínculos humanos. Fue derrotado.

Si el mundo fuera democrático, ofrecería su apoyo en médicos, psicólogos, enfermeras, ginecólogos, bomberos, técnicos, al pueblo sirio cuyo luto y júbilo se combinarán con las próximas luchas inmediatas por la democracia y la libertad.

 

3. UNA GUERRA-REVOLUCIÓN DEL SIGLO XXI

Las corrientes políticas que entienden algo de la realidad y no anuncian pobres catecismos han comenzado a comprender que, en Ucrania, el levantamiento popular de masas de febrero-marzo de 2022 detuvo el ataque imperialista ruso y que es la guerra la que alimenta la necesidad de transformación social contra la mala gestión, incluso desde el punto de vista militar, del régimen vigente. Y que también alimenta la necesidad de emancipación femenina, en particular. Empezamos a hablar de nuevo de “guerra-revolución” con Ucrania.

Este término tiene una historia de malentendidos en el siglo XX, ya que fue introducido de manera engañosa a principios de la década de 1950 en el movimiento trotskista para llamar a la alineación con el campo «soviético», de hecho, estalinista, en la Guerra Fría. Lo que, básicamente, compensó no haber entendido que la Segunda Guerra Mundial se había desarrollado, como guerra, en las insurrecciones y revoluciones nacionales de Europa y Asia.

Las cuestiones militares deben dejar de ser el mundo del silencio para los revolucionarios, porque si la emancipación no se logra en absoluto a punta de pistola, la emancipación se producirá mediante el uso organizado de las armas, y el uso organizado de las armas se llama ejército. Siria se inscribe totalmente en esta terrible declaración que hay que afrontar.

Así como es el comienzo de la formación de un pueblo armado que detuvo a Putin en 2022, es el comienzo de la formación de un pueblo armado que derrocó a Bashar el Assad en 2024.

No hay política revolucionaria y ecológica para salvar a la humanidad sin la exigencia de una democracia absoluta y hasta el final: esto requiere armas, esto se concentrará en políticas militares democráticas, proletarias y emancipaciones nacionales.

Evidentemente, toda guerra no es una revolución o no la porta por sí sola. La lleva a cabo, en la medida en que la defensa popular logra imponerla o en la medida en que la guerra hace insoportable el orden social capitalista, a través de la muerte y el sufrimiento. Muchas de las guerras actuales, incluso cuando uno de los objetivos es un pueblo oprimido, no son revoluciones bélicas en desarrollo, pero el carácter de la época actual hace que este tipo de proceso revolucionario sea inevitable en todas partes.

Así, los palestinos no son un pueblo armado: las armas son confiscadas, e incluso los túneles subterráneos para protegerse de la masacre perpetrada por el ejército israelí, en Gaza, son confiscados por Hamas, una organización cuya naturaleza fundamental es confiscar todo derecho a la democracia. y el pleno derecho a las armas para el pueblo. Por lo tanto, la revolución siria, especialmente si se profundiza, muestra el camino a los palestinos: armas para el pueblo y democracia.

Una de las “narrativas dominantes” sobre lo que acaba de suceder tiende a convertirlo en un subproducto del 7 de octubre de 2023, a través del hecho indiscutible de que los golpes asestados a Irán y especialmente a Hezbollah por parte de Israel han abierto una “ventana de disparo” al avance del HTS hacia Alepo, a partir del cual comenzó el colapso del régimen y la irrupción de las masas.

En realidad, es bastante clásico ver cómo una guerra que no es en modo alguno progresista produce, involuntariamente, a través de la derrota de uno de sus protagonistas estatales, una oleada revolucionaria. Esta es la razón por la que el hecho de que la revolución rusa de 1905 fuera desencadenada por la derrota rusa contra Japón no convierte a Japón en revolucionario en ese momento, como tampoco lo hizo la revolución rusa de 1917, vinculada al colapso militar en curso que enfrentaba la Alemania imperial, no hizo de ella un país democrático. Del mismo modo, Israel no se vuelve progresista y no colonial por el hecho de que sus ataques contra Hizbullah obviamente favorecieron la iniciativa inicial de HTS. Pero las causas de esto son internas. Y sus consecuencias, volveremos sobre esto, son percibidas por Netanyahu como terriblemente amenazadoras.

 

4.-EL IMPACTO INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN SIRIA

Esta tremenda victoria popular es, por tanto, una victoria de todos los pueblos. Contrarresta todas las dinámicas reaccionarias y fascistas globales impulsadas por Trump, Putin y Netanyahu.

Constituye el mayor paquete de ayuda a Ucrania que se haya producido, precisamente en un momento en el que la presión militar rusa en el Donbass y la presión internacional para contra el armamento de Ucrania y para que ceda. se están intensificando bajo Trump. Sobre este punto, la declaración del Comité del RESU francés del 11 de diciembre de 2024 sobre Siria dice lo esencial.

Pero también es el primer apoyo real brindado desde el exterior al pueblo palestino desde la ofensiva, con dinámica genocida, lanzada por el ejército israelí desde el 8 de octubre de 2023, el día después de los pogromos de Hamás. Por lo tanto, este apoyo real no procederá del “movimiento pro palestino” en el que las organizaciones campistas y neocampistas de izquierda y extrema izquierda influyen decisivamente.

Porque, digámoslo: si el colapso del régimen sirio, con el poderoso impulso que dará a las aspiraciones populares libanesas, asesta un golpe mortal al llamado “eje de la resistencia” que va de Teherán a Hamás, esto REFUERZA y no debilita, la lucha del pueblo palestino cuya primera necesidad, para poder resistir eficazmente a la masacre en Gaza y a la limpieza étnica en Cisjordania, es emanciparse del llamado «eje de la resistencia «.

El campo de los derechos democráticos y nacionales palestinos no es el campo de Jamenei y compañía. La emancipación de los palestinos sólo puede ser obra de los propios palestinos, y una Siria democrática sería un impulso formidable para la demanda de un Estado palestino soberano, democrático y secular, desestabilizando los cimientos del colonialismo con etiqueta sionista que se alimenta de la amenaza existencial que el “eje de la resistencia”, sin servir de nada a los palestinos, representa para los judíos.

¡Israel, después de años de colaboración con el “antisionista” Assad, nunca ha bombardeado tanto a Siria como en los pocos días posteriores a su caída! Curiosamente, las FDI nunca bombardearon todos estos sitios militares cuando estuvieron en manos de Assad.

Una ofensiva militar ocupa la zona fronteriza entre Líbano y Siria del Monte Hermón. Netanyahu acaba de proclamar que el Golán siempre seguirá siendo israelí, algo que nunca habría dicho bajo Assad.

El papel activo de los drusos en la toma de Damasco, desde Souieda, Kuneitra y Deraa, preocupa en gran medida a Tel Aviv. El hecho de que los drusos israelíes y los del Golán ocupado desde 1967 estén a menudo bastante bien integrados en la vida social y política israelí no contradice en modo alguno esta realidad: los drusos podrían constituir precisamente un puente entre Israel, el Líbano y Siria.

Netanyahu no lo quiere porque iría en dirección a la democracia, que pasa por un Estado palestino y el hecho de que los judíos israelíes se asuman como una nación de Oriente Medio entre sus vecinos, y no como un pueblo colonial.

Esta política de huida precipitada requiere mentiras: hacer creer a la gente que va a estallar un nuevo peligro islamista es la piedra angular. Pero la revolución siria lleva consigo a su hermana mayor, la revolución iraní de las mujeres, los trabajadores y el pueblo para acabar con la República Islámica. ¡No podría pasar nada mejor para los palestinos!

5.-ROJAVA, UN MITO QUE CAERÁ

Durante años, ha estado circulando un mito en Europa: existe una comuna feminista y libertaria “libre” en Rojava. La realidad era la siguiente: cuando el Estado de Assad comenzó a retirarse, Bashar cedió este territorio al PYD y sus fuerzas armadas, las YPG. Con su aparato estatal, prisiones, cámaras de tortura y estatuas de Bashar incluidas.

Así es como las estatuas de Bashar, en toda Rojava, sólo fueron derribadas el mismo día de la caída de Assad, como en Séré Kaniye, en el corazón de Rojava. Este Estado, resultante, no de una revolución, sino del intento de preservar al Estado existente de una revolución, ha evolucionado más o menos libremente, entre los ataques turcos dirigidos a cualquier emancipación nacional kurda y la ayuda de los dos imperialismos, el ruso y, sobre todo, el estadounidense (olvidándose de que había calificado a estos “marxista-leninistas” de “terroristas”). Al luchar contra Daesh, las YPG salvaron a poblaciones, en particular a los yazidíes, y promovieron el lugar de las mujeres frente a los islamistas. Estos hechos indiscutibles no cambian nada en la naturaleza fundamental de este Estado, como hemos visto en los últimos días.

De hecho, Rojava es el último sector de Siria en el que el aparato estatal, con su policía y su ejército, sigue en pie y está disparando contra los manifestantes, especialmente en Rakka. Los revolucionarios serios sólo pueden estar con las masas contra la policía. Deir Ezzor es liberada y se plantea la cuestión de la liberación de toda la parte árabe de la “gran Rojava”.

Al mismo tiempo, el PYD intenta adaptarse y dice celebrar la caída de Assad, en la que no tuvo nada que ver. Pero las manifestaciones convocadas y supervisadas se le escapan, incluso en la zona kurda, y se convierten en enfrentamientos.

Estados Unidos, Francia y el Reino Unido han subcontratado al PYD y a las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias), que domina, la gestión de los campos de prisioneros de las fuerzas de Daesh, hoy muy debilitadas. El principal está en Hassaké, donde también han comenzado los enfrentamientos entre la población y el aparato estatal. Se trataría de unos 7.000 prisioneros y prisioneras, a menudo familias, verdaderos líderes del Estado Islámico (Daesh), gente rica de la policía política iraquí y siria, que habían escapado al arresto. El resultado democrático de esta situación sólo puede consistir en su exfiltración bajo el control de comités democráticos formados por los propios sirios. Daesh no puede ser el pretexto para una contrarrevolución, ni en Rojava ni en ningún otro lugar.

En la zona occidental que se extiende desde Rojava hasta El Manbij, la situación debe analizarse de otra manera porque hay injerencias turcas, a través del ANS (Ejército Nacional Sirio, que de hecho ha concentrado los sectores, islamistas o no, de Idlib, que no siguen el avance del HTS hacia el Sur y pasaron o permanecieron bajo control turco; estas fuerzas contienen una alta proporción de minorías nacionales turcomanas). La amenaza a los kurdos, como pueblo, es cierta y se producen abusos.

Pero ¿cuál sería la única protección eficaz para los kurdos? Esta sería su alianza total con la revolución siria. Esto no es posible bajo la égida de un aparato autoritario que ha sido, desde 1978, aliado del totalitarismo asadista.

6.-LEMAS CLAROS CONTRA ESTADOS HOSTILES.

Como vemos, la revolución siria tiene enemigos poderosos que parecen estar apareciendo por todas partes. Estos son los Estados, estas son las fuerzas que representan el orden establecido. Sus aliados potenciales son los oprimidos y el pueblo.

Hay un ataque turco contra las FDS y una amenaza a los kurdos en el Norte; Ataque israelí al Golán; las tropas rusas están desorganizadas pero no se han marchado; Los bombardeos estadounidenses teóricamente contra el “Estado Islámico”; Bombardeos israelíes sobre Damasco.

Al-Julani, el terrible “jihadista” (de hecho islamista) no ha protestado contra nada de esto: está tendiendo la mano a todas las potencias. Mucho más que la sharia, que no está en la agenda en ningún lugar de Siria, su política de conciliación con el orden establecido es así tangible, al igual que la afirmación de querer construir una Siria basada en el «libre mercado».

Mientras prácticamente todas las fuerzas políticas existentes intentan ignorar, reprimir, minimizar, la irrupción de las masas y por tanto de lo nuevo que acaba de ocurrir, la defensa inmediata de la revolución, de la democracia y de la soberanía en Siria requiere consignas claras:

¡Liberación de todo el territorio sirio!

Tropas israelíes y turcas: ¡FUERA!

Bases rusas: ¡FUERA!

Daesh y la Fuerza Aérea Americana: ¡FUERA!

En territorio kurdo, el estado de las YPG se acabó: ¡el poder para el pueblo!

¡El Golán no es israelí!

¡Elecciones libres, igualdad de derechos, respeto a las religiones, en todo el territorio! Una Siria democrática sería el núcleo de la reconstrucción democrática de toda la región y el primer punto de apoyo para un Estado palestino democrático y laico.

 

7.-PERSPECTIVAS SIRIAS

Sin duda, los próximos enfrentamientos en Siria no tendrán que ver con la sharia, sino con la democracia. Al-Julani busca integrar secciones enteras del antiguo aparato estatal y por lo tanto quiere preservar, e incluso realizar plenamente, una “economía de mercado”. Es en la realidad, no en fórmulas sacadas de los libros, donde se producen los shocks.

Por tanto, tuvo que renunciar a la amnistía general bajo presión popular. Un “comité revolucionario” en Hama organizó el ahorcamiento público de un asesino en masa. Los linchamientos de torturadores comenzaron en todas partes. Al-Julani tomó entonces nota de la acción de las masas al proclamar la no amnistía de los torturadores.

Así, la “economía de mercado” está sufriendo un duro golpe en Damasco: la forma más lucrativa de producción capitalista, los laboratorios de captagon, han comenzado a ser depurados y sus existencias destruidas por grupos armados autoconstituidos.

Sin duda, el movimiento de la revolución democrática ya se está viendo, en particular para organizar la vida cotidiana inmediata, ya que la policía ha desaparecido, se están formando comités populares en todas partes y hay experiencia en este ámbito desde 2011.

La extensión de la revolución a Rojava, la última zona donde realmente resiste el viejo Estado, será necesaria: los kurdos tienen allí su lugar y es posible que sectores del PYD giren, bajo presión.

La liberación de Damasco fue un acto democrático constituyente, en el sentido nacional de la palabra “constituyente”, porque fuerzas de todo el país convergieron en Damasco –con la excepción de la Gran Rojava, por culpa del PYD.

La idea de un período de transición es generalmente aceptada debido a esta mezcla de júbilo y duelo de la que se ha hablado. Como escribe el activista democrático Firas Kontar, mucho más previsor que todos los autodenominados “marxistas”, los sirios tienen una gran necesidad de ello. En este sentido, hay un mandato tácito en al-Julani, que es también una forma de control. No durará mucho.

El resto del proceso exige elecciones libres y democráticas en todo el país, basadas tanto en la igualdad cívica de todos los sirios como en el reconocimiento de los derechos culturales específicos de cada grupo. Elecciones para una asamblea constituyente soberana, que al-Julani ya está amenazando al decir que quiere formar un grupo de juristas y doctores responsables de “enmendar” la falsa constitución de Assad.

Este verdadero proceso es el de una revolución democrática y, por tanto, proletaria, porque el “proletariado”, una masa humana que sólo tiene su fuerza de trabajo para vivir, es también aquí la inmensa mayoría.

 

8.-CONCLUSIÓN: PERSPECTIVAS INTERNACIONALISTAS

La mayoría de los “marxistas” actúan de la siguiente manera ante los acontecimientos: comprueban que esos acontecimientos se ajusten a lo que creen saber, lo que los lleva a tergiversarlos y negar su contenido real. El verdadero método no debe consistir en sermonear los acontecimientos, decir a las revoluciones que están en problemas, verificar que las fuerzas enemigas estén en su lugar y que las vacas están bien custodiadas para poder protegerse contra cualquier expulsión de su zona de confort. Debe consistir en captar la realidad, en aprehender lo nuevo. Se da en un marco ya conocido, que ha sido analizado, pero lo modifica. El verdadero “marxismo” consiste en aprender de los hechos, no en dar sermones a partir de los hechos. Por tanto, conduce al enriquecimiento, no a la repetición. Porque la repetición acaba inevitablemente convirtiéndose en… contrarrevolución.

El 24 de febrero de 2022 marcó el comienzo de un nuevo período de guerras, revoluciones y guerra-revoluciones. El 7 de octubre de 2023 fue aprovechado por los partidarios de la repetición para intentar que todo volviera a su antiguo mundo campista, mientras que en él también se inscribía la novedad. Del 28 de noviembre de 2024 (día de la liberación de Alepo) al 8 de diciembre (huida de Assad), se regresa nuevamente al período marcado mientras tanto por otro gran acontecimiento contrarrevolucionario: el 5 de noviembre de 2024, segunda elección de Trump.

Es notable ver hasta qué punto la irrupción siria choca con todos los patrones que, en consecuencia, la resisten con toda su energía –y esta energía es también parte de la realidad donde se determina el equilibrio de poder: nuestra comprensión de Siria es un elemento del equilibrio de poder global.

De ahora en adelante, contra el orden imperialista multipolar de Trump, Putin y Netanyahu que nos están llevando a la destrucción climática, económica y militar, los internacionalistas consecuentes tienen dos puntos centrales de anclaje y referencia (no los únicos, por supuesto, pero sí los más poderosos): Ucrania y Siria. Toda la cuestión palestina en particular sólo puede replantearse en términos de Siria.

Este texto sólo pretende comenzar a integrar esta nueva dimensión, el primer deber de todo revolucionario en el mundo real.

Traducido del francés por Santiago Arcos-Halyburton

Vincent Présumey: es secretario sindical de la región de Allier, activista y blogger.